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El ethos del cristianismo primitivo

Toda Religión posee: Canon – Culto – Doctrina (o mitos fundacionales) – Ethos

Llamamos ethos de un grupo, al conjunto de la conducta real y la conducta exigida que


tiene vigencia en ese grupo (Theissen).

El ethos es el significado de la doctrina en el lenguaje de la conducta.

En perspectiva histórica, el ethos cristiano primitivo se sitúa entre el judaísmo y el


paganismo. Es el ethos de un grupo que procede del judaísmo, pero que encontró la
mayoría de los adeptos en el paganismo.

Sólo difiere del ethos judío en los acentos. Intensifica y radicaliza postulados existentes
en el ethos judío, pero con tendencia a sobrepasarlos con una (justicia mejor) (Mt 5, 20).
Esta “tendencia superadora” se desarrolla en ambiente pagano.

El cristianismo primitivo introduce en el mundo pagano dos valores que proceden de la


tradición judía, pero que el cristianismo los reelabora novedosamente: el amor al
prójimo y la humildad (o renuncia al estatus).

Por eso, al lado de una adaptación a los valores y normas del entorno pagano (ej. La
cultura patriarcal, el pater familias pero con pretensión superadora) aparece la
conciencia de una oposición a él. Aparece una conciencia contracultural que da a la
religión cristiana primitiva un aire de “religión de marginales”.

Quisiera mostrarles, brevemente, en que consiste este ethos cristiano durante el siglo I,
en el testimonio de Jesús y el de sus primeros seguidores, y luego dar un paso final,
leyendo algunas fuentes del siglo II que dejan a entrever como vivían este ethos, los
cristianos de la tercera y cuarta generación.

Valores fundamentales del ethos cristiano primitivo

1°. El amor al prójimo (Lev 19,18)

El cristianismo radicaliza este andamiaje judío, lo pone en el centro y a la vez lo amplía


respecto al AT.

Tendencias extensivas (Sinópticos): El amor al prójimo llega a ser:

amor al enemigo (Mt 5,43ss),


43
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. 44 Pues yo os digo:
Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, 45 para que seáis hijos de vuestro
Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. 46
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo
también los publicanos? 47 Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de
particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? 48 Vosotros, pues, sed perfectos como es
perfecto vuestro Padre celestial.

1
al extranjero (Lc 10,25ss)
25
Se levantó un legista y dijo, para ponerle a prueba: "Maestro, ¿qué he de hacer para tener en
herencia vida eterna?" 26 Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?" 27 Respondió:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con
toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo." 28 Díjole entonces: "Bien has respondido. Haz
eso y vivirás." 29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: "Y ¿quién es mi prójimo?" 30 Jesús
respondió: "Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que,
después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Casualmente,
bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. 32 De igual modo, un levita que
pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. 33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto
a él, y al verle tuvo compasión. 34 Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y
vino; y le montó luego sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. 35 Al día
siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: "Cuida de él y, si gastas algo
más, te lo pagaré cuando vuelva." 36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó
en manos de los salteadores?" 37 Él dijo: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús:
"Vete y haz tú lo mismo."

y al pecador (Lc 7,36ss).


36
Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. 37
Había en la ciudad una mujer pecadora pública. Al enterarse de que estaba comiendo en casa del
fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume 38 y, poniéndose detrás, a los pies de él,
comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los
secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. 39 Al verlo el fariseo que le había invitado,
se decía para sí: "Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está
tocando, pues es una pecadora." 40 Jesús le respondió: "Simón, tengo algo que decirte." Él dijo:
"Di, maestro." 41 "Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro
cincuenta. 42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?" 43
Respondió Simón: "Supongo que aquel a quien perdonó más." Él le dijo: "Has juzgado bien." 44
Y, volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste
agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus
cabellos. 45 No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. 46 No
ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. 47 Por eso te digo que
quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le
perdona, poco amor muestra." 48 Y le dijo a ella: "Tus pecados quedan perdonados." 49 Los
comensales empezaron a decirse para sí: "¿Quién es éste, que hasta perdona los pecados?" 50
Pero él dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado. Vete en paz."

Tendencias restrictivas (Pablo y Juan): porque lo que busca es acentuar el amor


recíproco de los discípulos:

-1Te 3,12: En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el


amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con
vosotros.

-Gal 6,10: Por tanto, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero
especialmente a nuestros hermanos en la fe.
-Jn 13,34: Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo
los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.

-Jn 15,12.17: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os
he amado. […] Lo que os mando es que os améis los unos a los otros.

2
Se restringe el amor pero se profundiza en la igualdad de los seres humanos
(1Co 8,1: “la ciencia hincha, el amor en cambio edifica”. 8,12), de tal modo que
Juan llega a la culminación del proceso con la relativización del estatus (“Señor
y Maestro”).
“Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis
lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros
hagáis como yo he hecho con vosotros.” (Jn 13,14-15)

Lo que busca esta tendencia de Juan y Pablo superar las fronteras internas de la
comunidad, el problema es que queda ceñido al ámbito del grupo interno.

Encontramos, pues, dos tendencias en el desarrollo del precepto del amor en el


cristianismo primitivo: la 1° la superación de los límites entre «grupo interno» y «grupo
externo» de la tradición sinóptica, marcada por el Jesús terreno; y la 2° la superación
entre «arriba» y «abajo» de la comunidad.

Pero no es posible que ambas tendencias se realicen plenamente al mismo tiempo. El


amor extensivo a personas que están más allá del propio grupo interno tropieza con
dificultades, porque debe aceptar diferencias de estatus reales. El amor entre personas
de estatus igual y en reciprocidad se limita solo a pequeños grupos. Esta aparente
contradicción no da pie para plantear el segundo valor fundamental.

2°. La renuncia al estatus

Si el amor al prójimo supone la existencia de vecinos y semejantes en plano de


igualdad, y tropieza con la desigualdad existente en todas partes, la relativización y
superación de las diferencias de estatus tiene que convertirse necesariamente en el valor
complementario del amor al prójimo, sea que los superiores renuncien a su estatus o que
los inferiores sean elevados en el suyo. Este valor se llama tradicionalmente humildad
(humilitas). Designa tanto el comportamiento de aquel que tiene un estatus bajo y lo
acepta internamente, como el de aquel que posee un estatus alto, pero no se aprovecha
de él. Implica siempre un movimiento de arriba a abajo, incluida la actitud interna como
parte integrante.

En el cristianismo primitivo se habla de cambio de posición, o inversión entre los


primeros y los últimos. Por ejemplo:

“Pero muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros” Mc 10,31 y // Mt 19,30; 20,16;
Lc 13,30).

La humildad es así en la tradición sinóptica, inequívocamente, “renuncia al estatus” y


esta renuncia va ligada a un impulso crítico contra aquellos que poseen un estatus
elevado y lo piensan como propio o esencial. Al contrario, la humildad es imitatio del
Soberano universal, que renuncia a su estatus.

3
Dentro de las comunidades cristianas, la humildad no es la actitud servil ante los
poderosos, sino un comportamiento ante cada ser humano, independientemente de su
estatus social. Es «imitatio» de aquel que abandonó su alto estatus en la preexistencia,
para llevar a cabo en la tierra, mediante el auto-abajamiento, la salvación de los seres
humanos.

Para Pablo la combinación entre amor y humildad es intrínseca:


En Gal 5, 13 exhorta: «¡Que el amor os tenga al servicio de los demás!»

La pérdida de estatus (por servicios mutuos, propios de esclavos) se compensa con la


ganancia en comunión, y no es en realidad pérdida, porque todos están dispuestos a ella.
Los que quieran mantener la «libertad» cristiana recién conquistada, deben estar dispuestos
a la «esclavitud» recíproca por amor (Gal 5, 12s).

“Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de
toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, 2 que colméis mi alegría, siendo
todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. 3
Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los
demás como superiores a sí mismo, 4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los
demás. 5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo…” Flp 2,1-5
5
“La caridad es paciente, es amable; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe;
es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal…” 1Co 13,4-5

“¿Acaso tendré yo culpa porque me abajé a mí mismo para ensalzaros a vosotros anunciándoos
gratuitamente el Evangelio de Dios?” 2Co 11,7; etc.

Esta virtud social choca con el código de honor de la antigüedad según el cual cada uno
debe comportarse de acuerdo con su estatus, y el aumento de estatus y de prestigio
constituye el resorte más importante del obrar. A la vez el estatus honorable que alguien
reclama en la comunidad, se desarrolla junto con el necesario reconocimiento de tal
pretensión por parte de los demás. El honor sirve así de indicador de la posición
social, que capacita a las personas para tener tratos con sus superiores, iguales o
inferiores en los correctos términos definidos por la sociedad.

En el marco de este código de honor, la «humildad» es considerada como actitud servil,


despreciable. El nuevo ethos cristiano de humildad conduce aquí a una «inversión de los
valores»: un déficit moral pasa a ser virtud. Sólo en la combinación de los dos valores
amor y humildad, se hace visible la estructura fundamental y lo nuevo del ethos
cristiano primitivo.

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En el siglo II el cristianismo sufrío varias acusaciones, algunos párrafos a continuación


muestran las que se corresponden con el aspecto visto, a propósito del ethos (amor al
prójimo y renuncia al estatus)

Acusaciones

4
«He aquí algunas de sus máximas: «Lejos de aquí todo el que poseyera alguna cultura, alguna
sabiduría, o algún discernimiento; son mas recomendables nuestros ojos: pero si alguno fuera
ignorante, simple, inculto, pobre de espíritu, que venga a nosotros con valentía».
Al reconocer que tales hombres son dignos de su dios, muestran bien claramente que no
quieren ni saben conquistar sino a los necios, a las almas viles y sin apoyos, a los esclavos, a las
pobres mujeres y a los niños. ¿Qué mal hay, pues, en ser un espíritu culto, en amar los
conocimientos bellos, en ser sabio y en ser tenido por tal? ¿Será eso un obstáculo al
conocimiento de Dios? ¿No serán otras tantas ayudas para alcanzar la verdad? ¿Qué hacen los
charlatanes y los saltimbanquis? ¿Acaso se dirigen a los hombres sensatos para inculcarles sus
tosquedades? No, pero si atisban en alguna parte un grupo de niños, de mozos de flete o de
gente grosera, es allí donde implantan sus reales, estacionan sus industrias y se hacen admirar.
Sucede lo mismo en el seno de las familias. Cardadores de lana, zapateros, rentistas, personas
de la mayor ignorancia y desprovistas de toda educación, que en presencia de sus maestros,
hombres con experiencia y adoctrinados, se guardan de abrir la boca; mas se sorprenden a la
vez, en particular los niños o las mujeres que no tienen gran entendimiento, y se ponen a
hacerles creer maravillas. Solamente es en ellos en quien deben tener confianza; padres,
preceptores son locos que ignoran el verdadero bien y son incapaces de enseñarlo. Sólo ellos
saben cómo se debe vivir; los niños se sentirán bien si los siguen, y, gracias a ellos, la felicidad
visitará a toda la familia. Si, mientras peroran, se suma algún curioso, un preceptor o el propio
padre, los más tímidos se callan: los desvergonzados no dejan de excitar a los niños a sacudir el
yugo, insinuando con sordina que nada quieren enseñarles delante de sus padres o precep-
tores, para no exponerse a la brutalidad de esa gente corrompida que los mandaría castigar.
Los que aprecian la verdad que dejen padres y preceptores, y vengan con las mujeres y los
niños al gineceo, o a la tienda del zapatero, para así aprender la vida perfecta. Así es como se
las arreglan para captar adeptos. No exagero, y, en mis acusaciones, en nada sobrepaso la
verdad. ¿Queréis una prueba? En los otros misterios, en los ritos de iniciación, se oye procla -
mar solemnemente: «Que se aproximen sólo los que tienen las manos puras y la lengua
prudente», o incluso: «Venid, vosotros, que estáis libres de crímenes, vosotros cuya conciencia
ningún remordimiento oprime, vosotros que vivisteis bien y justamente». Es así como se
expresan los convocantes de ceremonias lustrales. Escuchemos ahora a qué canalla convocan
los Cristianos a sus ceremonias y misterios: «Quien fuera pecador, quien no tuviera
inteligencia, quien sea flaco de espíritu, en una palabra, quien sea miserable, que se aproxime,
el Reino de Dios le pertenece». Ahora bien, al decir «un pecador», ¿qué se debe entender, sino
un hombre injusto, o salteador, o derrumbador de puertas, o envenenador, o sacrílego, o
violador de tumbas? Además de éstos, ¿qué otros pensará un jefe de ladrones reclutar para su
tropa?» (Celso, Discurso verdadero contra los cristianos, 37).

«Eligen entre la escoria más profunda a los más ignorante y a las mujeres crédulas que se
dejan arrastrar por la misma fragilidad de su sexo y forman así una multitud dispuesta a la
conjuración sacrílega, que por medio de reuniones nocturnas, de ayunos frecuentes y de
alimentos indignos del ser humano, sellan una alianza no mediante una ceremonia sagrada,
sino sacrílega; gente que busca el secreto y huye de la luz, muda en público y charlatana en los
rincones; desprecian los templos como si fueran tumbas, escupen sobre los dioses, se ríen de
las ceremonias sagradas, siendo dignos de compasión (si es lícito tenerla), se compadecen de
los sacerdotes, desprecian los honores y dignidades, ellos, que están medio desnudos.»
Minucio Félix, Octavio 8,4. (cita las ideas de: Marco Cornelio Frontón [100-166] un famoso
orador, maestro de Marco Aurelio).

Apologías

5
Niños y mujeres
«Evitamos además la exposición de los niños, por temor de que, al no ser recogidos algunos de
los expósitos, venga a morir y seamos nosotros reos de homicidio. Nosotros o nos casamos
desde el principio por el solo fin de la generación de los hijos, o, de renunciar al matrimonio,
permanecemos absolutamente castos.» Justino, Apol I, 29, 1.

Niños
« 6. Y entre nosotros hay muchos y muchas que, hechos discípulos de Cristo desde niños,
permanecen incorruptos hasta los sesenta y setenta años, y yo me glorío de podéroslos
mostrar de entre toda raza de hombres. 7. Y eso sin contar la muchedumbre incontable de los
que se han convertido de una vida disoluta y han aprendido esta doctrina, pues no vino Cristo
a llamar a penitencia a los justos ni a los castos, sino a los impíos, intemperantes e inicuos.»
Justino, Apol. I, 15, 6-7

Niños
«Mas puesto caso que la conciencia permanece en todos los nacidos, y nos amenaza castigo
eterno, no seáis negligentes en convenceros y creer que son verdad estas cosas. 3. La
nigromancia, en efecto, el examen de las entrañas de niños inocentes, las evocaciones de las
almas humanas y los llamados entre los magos espíritus de los sueños y espíritus asistentes, y
los fenómenos que se dan bajo la acción de los que saben estas cosas, deben persuadiros que
aun después de la muerte conservan las almas la conciencia.» Justino, Apol I, 18,2-3

Bebés
«Nosotros, en cambio, a fin de no cometer pecado ni impiedad alguna, profesamos la doctrina
de que exponer a los recién nacidos es obra de malvados. En primer lugar, porque vemos que
casi todos van a parar a la disolución, no sólo las níñas, sino también los varones; y al modo
como de los antiguos se cuenta que mantenían rebaños de bueyes, cabras, ovejas o de
caballos de pasto, así se reúnen ahora rebaños de niños por el único fin de usar torpemente de
ellos, y toda una muchedumbre, lo mismo de mujeres que de andróginos y pervertidos, está
preparada por cada provincia para semejante abominación. 2. Por ello percibís vosotros tasas,
contribucíones y tributos, siendo así que vuestro deber sería arrancarlos de raíz de vuestro
imperio.» Justino, Apol I, 27

Esclavas
(viene hablando sobre la idolatría…)«Y vosotros sabéis perfectamente que los artífices de tales
dioses son gente disolutas y que viven envueltos en toda maldad, que no voy aquí a contar por
menudo. No faltan entre ellos quienes corrompen a las esclavas que trabajan a su lado.»
Justino, Apol I, 9,4

Mujeres
«Como tengamos, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la presente y
aún los placeres del alma, teniendo cada uno de nosotros por mujer la que tomó conforme a
las leyes que por nosotros han sido establecidas, y ésta con miras a la procreación de los hijos.
Porque al modo que el labrador, echada la semilla en la tierra, espera a la siega y no sigue

6
sembrando; así, para nosotros, la medida del deseo es la procreación de los hijos. Y hasta es
fácil hallar a muchos entre nosotros, hombres y mujeres, que han llegado a la vejez célibes,
con la esperanza de más íntimo trato con Dios.» Atenágoras, Legación a favor de los cristianos,
33

Vida social
«1. Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su
habla ni por sus costumbres. 2. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una
lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás. 3. A la verdad, esta doctrina
no ha sido por ellos inventada gracias al talento y especulación de hombres curiosos, ni
profesan, como otros hacen, una enseñanza humana; 4, sino que, habitando ciudades griegas
o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás
género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar
conducta, admirable, y, por confesión de todos, sorprendente. 5. Habitan sus propias patrias,
pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como
extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. 6. Se casan
como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. 7. Ponen mesa
común, pero no lecho. 8. Están en la carne, pero no viven según la carne. 9. Pasan el tiempo en
la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. 10. Obedecen a las leyes establecidas; pero con
su vida sobrepasan las leyes. 11. A todos aman y por todos son perseguidos. 12. Se los
desconoce y se los condena. Se los mata y en ello se les da la vida. 13. Son pobres y enriquecen
a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. 14. Son deshonrados y en las mismas
deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos.16. Hacen bien y se los castiga
como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si les diera la vida. 17. Por los
judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los
mismos que los aborrecen no saber decir el motivo de su odio.» C. Diogneto, V,1-17

A modo de conclusión…

El cristianismo antiguo fue en sus orígenes una religión urbana, así como urbana era la
civilización romana; por eso su gran expansión empezó por las principales ciudades de
la cuenca mediterránea, de modo que la evangelización de los campos solamente pudo
llevarse a cabo a gran escala después del Edicto de Milán (313).

En la península itálica a lo largo de los siglos II y III, el número de cristianos creció


ininterrumpidamente, hasta el punto de que en tiempos del papa Cornelio (251-253)
había según el testimonio de Eusebio de Cesarea (HE, VI, 43, 11), cito: “46 presbíteros,
7 diáconos, 7 subdiáconos, 42 acólitos, y 52 exorcistas, lectores y ostiarios; y atendían a
1.500 pobres y viudas, «a quienes alimentaba la gracia y la caridad del Señor».”

Lo cual es un buen indicio del elevado número de cristianos que componían la célebre
comunidad de la capital del Imperio.
Un autor que encontré en un atlas decía que en el siglo I había 50 000, en el siglo II
había 300 000 y en el siglo III 1 000 000.

7
El cristianismo de los orígenes creció demográficamente y espiritualmente, entre otras
cosas, por sus radicales opciones humanísticas y evangelizadores hacia los más
postergado y excluidos de la sociedad. El cristianismo de los orígenes atraía de un modo
especial a las mujeres. Está comprobado que el número de mujeres era muy superior
que al de varones y que la natalidad entre los cristianos también era muy superior que a
la de la media de su sociedad. Es un factor muy importante para explicar el rápido
crecimiento del cristianismo.

El universalismo está basado en la valoración de cada persona concreta (opción que a


todos iguala e une). Este principio contrasta con la cultura antigua que valoraba a cada
uno por el grupo al que pertenecía. Esto está basado en la ruptura heterodoxa de Jesús
que enfrentó y plantó la semilla de que el hombre está por encima de todo.

Lo que atraía ante todo de las comunidades cristianas era su capacidad de acogida, de
crear relaciones humanas, conferir identidad, liberar de alienaciones culturales y
estigmas sociales. La confesión doctrinal venía en un segundo momento, pero cuando se
describe el proceso, se la da a este factor un peso que primitivamente no tuvo. Jesús no
pedía la aceptación de una doctrinas, sino la aceptación de una dinámica de
transformación (entrar en el Reino…). Para que se entienda lo que digo (Don Bosco,
Teresa de Calcuta).

En las comunidades originales tenían un puesto preeminente: pobres, enfermos,


viudas, niños abandonados, esclavos, gente sin ningún relieve social. Estas opciones
caracterizaban sin duda al ministerio de Jesús, Él veía la realidad desde los márgenes

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Acusaciones
En Roma no cabían innovaciones o novedades en materia religiosa. El cristianismo,
además, se proclamó como la única religión verdadera de la humanidad y declaró falsas
al resto, por eso la población pagana criticó a los cristianos su intolerancia, fanatismo y
odio al género humano.
En este contexto se les acusará de:
- ateos, no en el sentido filosófico, sino como rechazo de las divinidades
tradicionales.
- les atribuían crímenes y conductas inmorales.
- los ritos de iniciación en el cristianismo fueron un blanco perfecto de las
críticas de los paganos: acusaciones de infanticidio, antropofagia, reuniones
clandestinas con libertinaje sexual (sobre todo incesto).
- la postura de los cristianos ante el martirio y su desprecio o impasibilidad ante
la muerte provocaron grotescas burlas entre los paganos, pues la raíz de tal
actitud estaba en creencias absurdas, como eran la resurrección y la vida en el
más allá.

Los resentimientos populares contra los cristianos eran más frecuentes que los
conflictos abiertos. ¿Qué es lo que los cristianos hacían o no hacían de tal forma que
despertaban esa hostilidad?

El rechazo a adorar los dioses tradicionales fue uno de los elementos


más importantes en las acusaciones contra los cristianos, por
eso frecuentemente se les tilda de «ateos» (Justino, Apo 1,5-6; m.Poli.
12,2; Luciano, Alejandro, el falso profeta 38; Apuleyo, Meta 9,14).

El ateísmo del cristianismo

“1. De ahí que se nos dé también nombre de ateos; y, si de esos supuestos dioses se trata, confesamos
ser ateos; pero no respecto del Dios verdaderísimo, padre de la justicia y de la castidad y de las demás
virtudes, en quien no hay mezcla de maldad alguna. 2. A Él y al Hijo, que de Él vino y nos enseñó todo
esto, y al ejército de los otros ángeles buenos que le siguen y le son semejantes; y al Espíritu profético, le
damos culto y adoramos, honrándolos con razón y verdad, y enseñando generosamente, a quien quiera
saberlo, lo mismo que nosotros hemos aprendido.” (Apol. I, 6, 1-2)

“4.- Ahora bien, que no seamos ateos – voy a entrar en la refutación de cada una de las acusaciones –
mucho me temo que no sea hasta ridículo pararse a contestar a quienes tal dicen. A Diágoras, sí, le
reprochaban con razón los atenienses su ateísmo. Pues no sólo exponía públicamente la doctrina órfica y
divulgaba los misterios de Eleusis y los de los Cabiros y hacía pedazos la estatua de Heracles para cocer
con las astillas sus nabos, sino que derechamente afirmaba que Dios no existe en absoluto; pero a
nosotros, que distinguimos a Dios de la materia y demostramos que una cosa es Dios y otra la materia y
que la diferencia entre uno y otra es inmensa -–pues la divinidad es increada y eterna, sólo contemplable
por la inteligencia y la razón, mas la materia es creada y corruptible - ¿no es irracional darnos el nombre
de ateos?. Si, en efecto, pensáramos como Diágoras, teniendo tantos argumentos para la creencia en Dios
– el orden, la armonía universal, la grandeza, el color, la figura, la disposición del mundo -, entonces

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tendríamos con razón reputación de impíos y habría motivos para perseguirnos; pero nuestra doctrina
admite a un solo Dios, Hacedor de todo este mundo, y ése no creado – pues no se crea lo que es, sino lo
que no es – sino creador El de todas las cosas por medio del Verbo que de El viene; y por tanto, ambas
cosas padecemos sin razón, la mala reputación y la persecución.” (Atenágoras, Legación en favor de los
cristianos, 4)

La participación en el culto al Emperador se consideró como la mejor muestra de lealtad


al Imperio. Si bien es verdad que la élite social tenía un interés en la propagación del
culto al emperador, sin embargo, la popularidad del culto imperial fue sostenida en gran
medida por los pobres. Los festivales eran un tiempo de celebración, un tiempo en el
que el pueblo podía participar, ya que las autoridades deseaban contar con su presencia
para demostrar su prominencia sobre la plebe. Los festivales imperiales constituían un
hito en la vida de los pobres, otorgándoles la oportunidad de demostrar su orgullo cívico
y de participar en la vida social. La organización ritual de este culto definía y santificaba
no solo la posición del emperador, sino también el lugar del Estado, las ciudades y los
individuos en relación con él.

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