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ENCUENTRO PARROQUIAL DE CATEQUISTAS

PARROQUIA SAN PÍO X – ITAGÜÍ

NO A LA GUERRA ENTRE NOSOTROS1

“Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si
corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Si tienes el amor
arraigado en ti, ninguna otra cosa sino amor serán tus frutos; la medida del amor, es
amar sin medida”
San Agustín de Hipona

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM

98. Dentro del Pueblo de Dios y en las distintas comunidades, ¡cuántas guerras! En el barrio, en
el puesto de trabajo, ¡cuántas guerras por envidias y celos, también entre cristianos! La
mundanidad espiritual lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se
interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica. Además, algunos
dejan de vivir una pertenencia cordial a la Iglesia por alimentar un espíritu de «internas». Más
que pertenecer a la Iglesia toda, con su rica diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente
diferente o especial.

El Papa Francisco en este numeral hace una mirada a la humanidad misma del hombre,
a aquella situación en concreto que pone por encima de los demás al YO, y que levanta
una barrera que muchas veces parece inquebrantable. En las diversas realidades
eclesiales, con nuestro activismo muchas veces voluntaria o involuntariamente
opacamos a los demás hermanos que participan de la actividad apostólica. Debemos
preguntarnos desde una pedagogía del amor:

¿Cuál es la forma de brillar sin opacar, o como desde nuestro ministerio podemos
ser luz en medio de una oscuridad egoísta?

99. El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo
que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar. En
diversos países resurgen enfrentamientos y viejas divisiones que se creían en parte superadas. A
los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio
de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo

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EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM – FRANCISCO, 24 de noviembre, Solemnidad de Jesucristo, Rey del
Universo, del año 2013.
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os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis: «En esto
reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros» (Jn 13,35). Es lo
que con tantos deseos pedía Jesús al Padre: «Que sean uno en nosotros […] para que el mundo
crea» (Jn 17,21). ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos
hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos.

La Plegaria eucarística «de la Reconciliación» II nos recuerda: “Pues en una


humanidad dividida por las enemistades y las discordias, sabemos que tú diriges los
ánimos para que se dispongan a la reconciliación. Por tu Espíritu mueves los
corazones de los hombres para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios
se den la mano, y los pueblos busquen la concordia. Con tu acción eficaz puedes
conseguir, Señor, que el amor venza al odio, la venganza deje paso a la indulgencia,
y la discordia se convierta en amor mutuo”. Esta plegaria nos mueve al amor fraterno.
Por ello es necesario suscitar una pregunta:

¿Cómo nos debemos amar para que el mundo crea? ¿Qué actitudes deben ser
propicias para vivir este mandato del Señor?

100. A los que están heridos por divisiones históricas, les resulta difícil aceptar que los
exhortemos al perdón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que
pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidades
auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae. Por ello me duele
tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas,
consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos,
deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen
una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?

Tertuliano, en el siglo II, nos recuerda que las primigenias comunidades cristianas
eran reconocidas por el amor “¡Mirad cómo se aman! Mirad cómo están dispuestos a
morir el uno por el otro”. Tertuliano, Apologeticum, 39, 1-18. Y es que el amor real
cura heridas, sana odios, repela maldades y forja los más grandes afectos. Y es el
testimonio del creyente la acción que más llama la atención de otros a la hora de
atraerlos a la experiencia de la Fe. Cuando un amor cristiano es real y puro en su
totalidad puede convertir al testarudo que menos creamos. A lo que nos debemos
preguntar:

¿Cuál es el amor que lo supera todo? ¿Cómo forjamos el amor real que nos hace
testimonios creíbles?

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101. Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley!
¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! A
cada uno de nosotros se dirige la exhortación paulina: «No te dejes vencer por el mal, antes bien
vence al mal con el bien» (Rm 12,21). Y también: «¡No nos cansemos de hacer el bien!» (Ga
6,9). Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno.
Al menos digamos al Señor: «Señor, yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y
por ella». Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un
acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!

La Sagrada Escritura como ley que debemos grabar en nuestro corazón nos recuerda
en palabras de San Juan: “Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque
el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama
no conoce a Dios, porque Dios es amor. (1 Juan 4, 7-8) No pensemos en el amor como
una realidad inalcanzable, miremos la oportunidad que Dios al salir al encuentro nos
interpela, “Nosotros amamos porque Él nos amó primero. Si alguien dice: «Yo amo a
Dios», pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su
hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este
mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano. (1
Juan 4, 19-21). Pensemos esto: “El amor me lo ha explicado todo, el amor me lo ha
resuelto todo, por eso admiro el amor donde quiera que se encuentre. Si el amor es tan
grande como sencillo, si el anhelo más simple se puede encontrar en la nostalgia,
entonces puedo entender porque Dios quiere ser recibido por gente sencilla, por esos
cuyos corazones son puros y no encuentran palabras para expresar su amor”. Poema
según la Película “Karol, el hombre que se convirtió en Papa”. Preguntémonos:

¿Por qué el verdadero amor conmueve todo corazón? ¿Por qué la frase sencilla
“Te quiero” produce en todos tal alegría?

CONCLUYAMOS

El hombre da varias razones, pero la verdadera razón es que toda persona que viene a la tierra es
un hijo o una hija de Dios. Debido a que todo el amor emana de Dios, nacemos con la capacidad
y el deseo de amar y ser amados. Uno de los vínculos más fuertes que tenemos con nuestra vida
pre terrenal tiene que ver con lo mucho que nuestro Padre y Jesús nos amaron y lo mucho que
nosotros los amamos a Ellos. Pese a que hemos pecado, nunca dejamos de percibir el verdadero
amor que es el que viene de Dios. El responder al verdadero amor es parte de nuestro ser
verdadero; llevamos en nuestro interior el deseo de experimentar aquí en la tierra el amor que
gozaremos en el cielo. Únicamente si sentimos el amor de Dios y llenamos nuestros corazones
de Su amor podemos ser realmente felices.
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El amor de Dios llena la inmensidad del espacio; Jesús nos lo explicó claramente: “Amaras al
Señor tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu
mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10, 27). Vivamos el lenguaje del verdadero amor,
no el que es pasajero y superfluo, sino el que sólo DIOS nos puede dar, el que hace creíble y el
que nos puede hacer testimonios vivos en nuestras comunidades parroquiales.

ORACIÓN DEL CATEQUISTA

Señor, haz que yo sea tu testigo,


para comunicar tu enseñanza
y tu amor.

Concédeme poder cumplir


la misión de catequista,
con humilde y profunda confianza.
Que mi catequesis sea un servicio a los demás,
una entrega generosa y viva de tu Evangelio.

Recuérdame continuamente
que la fe que deseo irradiar,
la he recibido de Ti como don gratuito.
Ayúdame a vivirla con responsabilidad.
para conducir a Ti a los que me confías.

Hazme verdadero educador de la fe,


atento a la voz de tu Palabra,
amigo sincero y leal de los demás,
especialmente de mis compañeros catequistas.

Que sea el Espíritu Santo quien conduzca mi vida


para que no deje de buscarte y quererte;
para que no me venza la pereza y el egoísmo,
para combatir la tristeza.

Señor, te sirvo a Ti y a la Iglesia


unido a tu Madre María;
que como ella yo sepa guardar tu Palabra
y ponerla al servicio del mundo.
Amén.
San Juan Pablo II

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