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Una de las características principales del fenómeno religioso es su dimensión ética.

Se refiere a lo que un grupo religioso opina en cuanto a qué es bueno y qué es malo y cuál
debe ser el comportamiento moral de ese grupo o de sus miembros. En muchas iglesias
cristianas pareciera que se promueve una visión ética de la vida un tanto desbalanceada al
darse énfasis o prioridad a normas y reglas que no se fundamentan en aquellos mandamientos
de los que dependen toda la Ley los Profetas (Mt 22:34-40).   

Como profesor de religión por los pasados casi 17 años he escuchado de mis estudiantes toda
clase de experiencias en relación con la religión. Entre estas, recuerdo la historia de una joven
que residió una vez en los Estados Unidos y fue puesta en disciplina por el liderato de su
iglesia. La disciplina obedeció al hecho de que en pleno invierno, la joven decidió ir con
pantalón al templo debido al excesivo frío y las bajas temperaturas de la época. Las reglas de la
iglesia prohibían que ella usara pantalón y, por ende, fue censurada y apartada de la adoración
por un tiempo específico. Relató que todos en la congregación comenzaron a murmurar contra
ella. Aun sus más cercanas amistades. La pregunta obligatoria es: ¿Qué acción podría
calificarse peor o inmoral? ¿Ir en pantalón a la iglesia o murmurar contra el prójimo? La
discusión queda abierta.

El evangelio para hoy, Mc 12:28-34, es uno de esos pasajes en los que Jesús es confrontado 
con una pregunta. Aunque a diferencia de lo sucede en Mt 22:35, en Marcos la pregunta no se
formula para tentarlo, se trata de una pregunta difícil. En cuanto a forma, tenemos ante
nosotros una conversación didáctica o escolar.1

Marcos nos indica que un escriba (intérprete/estudioso de la ley), que "los había oído discutir"
y que sabía que Jesús les había respondido bien a los saduceos (vv.18-27), le preguntó: "¿Cuál
es el primer mandamiento de todos?" (v.28). Los rabinos dividían los 613 preceptos de la ley
(248 mandamientos y 365 prohibiciones) en "importantes" y "secundarios."2 El problema
radicaba en que no estaban de acuerdo en si algunos eran más importantes que otros. Los
líderes religiosos pensaban que declarar que algunos mandamientos eran más importantes
que otros era restarles valor a esos otros, y que por lo tanto todo intento de establecer un
orden entre los mandamientos era una ofensa a la ley misma.3 Este escriba quería saber cuál
era el más importante de todos. En otras palabras, cuál de ellos define o resume mejor la
Torá. 

En su respuesta Jesús cita el Shema (Dt 6:4-5) que todo judío varón y piadoso repetía dos veces
al día (mañana y tarde). "El Señor nuestro Dios, el Señor uno es" (v.29). En tiempos de Jesús, la
recitación de este texto recordaba con agradecimiento la elección del pueblo.4 Después Jesús
especificó cuál era la principal obligación del ser humano: "amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (v.30), esto es, con
todas las fuerzas y capacidades que han sido dadas al ser humano. A lo que Jesús agrega: "Este
es el principal mandamiento." Luego menciona por añadidura el segundo: "Amarás a tu
prójimo como a ti mismo" (v.31). Según Jesús: "No hay otro mandamiento mayor que estos"
(v.31b).
Hoy por hoy, la pregunta del escriba es una que se mantiene vigente y está relacionada con
aquello que consideramos más importante en una religión. Otros lo plantean así: ¿Qué hace a
una religión verdadera? El apóstol Pablo llegó a la misma conclusión que Jesús en Ro 13:8. La
pregunta es tan antigua como la iglesia misma. Para Santiago, en su epístola, "la religión pura y
sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus
tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo" (1:27). Siguiendo las enseñanzas de Jesús
fundamentadas en el amor, Santiago propone que además de tomar en cuenta la importancia
de la fe en Dios para agradarle y el logro de la vida eterna, es menester realizar buenas obras
(2:17). Y, entre ellas, el amor al prójimo expresado de diversas formas.

Entonces, ¿quién es nuestro prójimo? Juan Calvino, teólogo y pastor del siglo XVI dice al
respecto: "Lo que afirmo es que debemos amar con un mismo afecto de caridad a toda clase
de hombres sin excepción alguna, sin establecer diferencias entre griego y bárbaro, entre
dignos e indignos, entre amigos y enemigos; pues todos deben ser considerados en Dios y no
en sí mismos."5

La perícopa de hoy culmina mostrando al escriba muy bien impresionado con la respuesta de
Jesús: "Bien, Maestro, verdad has dicho" (v.32). El escriba estuvo de acuerdo en que amar a
Dios y al prójimo "es más que todos los holocaustos y sacrificios" (v.33). Afirma Ralph Earle que
el escriba mostró con su respuesta una percepción espiritual poco común.6 "Jesús entonces,
viendo que había respondido sabiamente," le dio ánimo y le presentó un reto: "No estás lejos
del Reino de Dios" (v.34). Con estas últimas palabras, Jesús se presenta como el maestro con
autoridad, capacitado para emitir juicios de esta naturaleza.7 Con esta perícopa Marcos
acentúa el significado positivo del amor de Dios y del prójimo como quintaesencia de la
instrucción ética. Quien ama a Dios con todas sus fuerzas y al prójimo como a sí mismo se
encuentra cerca del Reino de Dios, que comienza a convertirse en realidad con Jesús.8

Retomando la experiencia de aquella joven al inicio de este comentario, debemos pensar en


nuestras propias comunidades de fe y preguntarnos si en ellas hay algunas reglas que se
imponen al amor de Dios y al prójimo. Si es así, ¿cuáles son y cómo debemos responder a las
mismas?

Ante tales posibilidades debemos tomar en cuenta las siguientes consideraciones


hermenéuticas:9

1) Jesús juzga toda interpretación de la ley a la luz del propósito del dador de la ley: la
misericordia, el amor y la redención. De esta forma, más allá de que uno deba actuar de
acuerdo con lo que dicta la ley, también debe tener un compromiso íntimo con el espíritu
liberador y creador de la ley. Respondemos de manera creativa, más allá de lo que la ley
ordena, porque los propósitos de la ley están encarnados en nuestro corazón, porque son
parte integral de nuestros motivos, intenciones y visión de lo que lleva a la vida plena.

2) En esta perícopa el amor es central. El amor nos anima a seguir el modelo de Jesús, a luchar
por una mayor inclusividad social. El amor nos motiva y da poder para superar todas las
fronteras del prejuicio racial, de clase, de género, de cultura y de nacionalidad. A respetar a
aquellos/as que no piensan igual que uno. Nos da poder para amar a nuestros enemigos, para
convertir a nuestros enemigos en nuestros hermanos/as y hacerlos parte integral de nuestro
círculo de ayuda mutua.

3) La ética de Jesús nos obliga a tomar en cuenta cómo nuestras acciones afectan las
posibilidades de vida de nuestro prójimo.
4) Nuestro amor por Dios debe ir acompañado del compromiso de mejorar las condiciones de
nuestro pójimo, en particular, las de los más débiles e indefensos.

5) La vida en el Reino es aquella que se vive con conciencia de las necesidades de los demás y
sirviéndolos.

El mensaje de Jesús nos invita a tomar en cuenta su dimensión liberadora y transformadora. La


iglesia de hoy está llamada a acompañar a toda persona sin importar quién sea o de dónde
venga. No estamos llamados/as a imponer "cargas." Mucho menos a establecer juicios sino, a
comunicar un mensaje en el que las personas puedan sentirse incluidas en el amor de Dios y
no excluidas.

Culmino con unas palabras del Rev. Martin Luther King, Jr., muy apropiadas para el sermón:
"Amor en ágape es el único cimiento que puede restablecer esta maltrecha sociedad y unirla.
Cuando se manda amar, se manda a restaurar la sociedad, resistir la injusticia y socorrer las
necesidades de mis hermanos."1

INTRODUCCIÓN
los enemigos del Señor no pudieron resistir la sabiduría con la cual no
solo respondía cada pregunta que le hicieron para tentarle, sino que
los confrontó con sus respuestas. La pregunta final que se señala en
esta ocasión tiene una respuesta que probablemente ya conocían,
pero que haría pensar a sus oyentes, y reflexionar a todo aquel que
con algo de atención escuche esta respuesta. Después de esto nos
dice el relato bíblico que nadie más se atrevió a preguntar cosa
alguna, sus planes hostiles hacia Jesús en este momento quedaron
completamente frustrados, no le pudieron desacreditar, no pudieron
hacer callar su voz, no pudieron evitar que la gente siguiera
maravillada de Jesús, e incluso es probable que algunos de esos
enemigos fueran inclinados a reconocer la verdad de las palabras de
Jesús y por tanto atraídos hacia su amor. La respuesta del Señor
Jesús nos sirve también en esta ocasión para dar título a nuestra
reflexión: Amarás al Señor tu Dios.
I. ÚNICO DIOS
Una lista muy grande de mandamientos, y clasificaciones de los
mismos, habían hecho los intérpretes de la ley y los habían transmitido
por varias generaciones. Dentro de ellos mismos había discusiones
sobre tales listas, y no pocas diferencias respecto a cuál era más
importante. Uno de los escribas que oyó al Señor Jesús afirmando la
verdad acerca de la resurrección corporal dejando sin piso la negación
que de esto hacían los saduceos, se acercó de una manera un poco
diferente, y su reacción a la respuesta de Jesús también sería distinta,
y pregunta inmediatamente al Señor: “¿Cuál es el primer
mandamiento de todos?”, a lo que el Cristo responde con las
Escrituras tal como enseña Duet. 6:4-5. Oye, repite el Señor a su
pueblo, Oye Israel, no hay más que un Dios, el único y verdadero, tu
Señor, tu Rey, Tu Dios. Amarás al Señor tu Dios, el único Dios, es lo
que Jesús nos está diciendo hoy a todos. Si el objeto de tu amor no es
el único y verdadero Dios, entonces tienes un ídolo, eres un idólatra y
estás en abierta rebelión contra aquel que ha dicho “no tendrás dioses
ajenos delante de mí”, ten por cierto que tu rebelión no quedará impune,
sino que será castigada como se merece tan horrendo pecado, Rom.
1:18-32, Apoc. 21:8. ¿Qué estás amando?, ¿en qué o quién están
puestas todas tus facultades, tu esperanza y regocijo, tu voluntad y tus
afectos?, ¿se dirige tu amor al único y verdadero Dios o a un ídolo?,
¿vale la pena amar a un ídolo que no ve, no escucha ni se puede
mover, llámese como se quiera llamar?, pueblo de Dios, ama al Señor
tu Dios, confía solo en él, no hay otro Dios fuera de él, Sal. 115:4-11.
II. QUIEN DEMANDA TOTAL ENTREGA
En segundo lugar el Señor Jesús nos dice: Amarás al Señor tu Dios,
Quien demanda entrega total. Al no existir otro Dios fuera de él, en
consecuencia lógica, se demanda total entrega, exclusivo amor hacia
él. Eso es lo que se nos dice con la respuesta “Y amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas
tus fuerzas”. Ese Dios que hizo los cielos y a tierra y todo lo que en
ellos hay, que sustenta todas las cosas por la palabra de su poder, ha
expresado todas sus perfecciones en cada obra de sus manos. Todas
sus obras nos hablan de su inmenso amor, y demanda total entrega
porque
A. Él nos amó primero
La Biblia tiene innumerables referencia al amor incondicional de Dios
por su pueblo escogido, veamos solo algunas: Ex. 20:1-2, Sal. 27:10,
103:8-14, Jer. 31:31-34, Rom. 5:8. Entonces ahora nosotros somos
llamados a amar a aquel que nos amó primero, Jn. 3:16, 1 Jn. 4:9. No
hay razón alguna para dudar del amor de Dios, su pueblo tiene
suficiente evidencia del amor de Dios a lo largo de la historia, siendo la
mayor de ellas, la muerte de Cristo en la cruz para salvar a los suyos,
¿puedes ver que Dios te amó primero?, Él demanda total entrega,

B. Demanda un amor genuino


Amarás al Señor tu Dios, no es una declaración simple y carente de
significado, sino un gran mandamiento, que como el pasaje paralelo
en Mateo nos amplía, de dicho mandamiento depende toda la ley y los
profetas, y es el resumen de la ley de Dios como nos enseña la
pregunta 42 del catecismo menor de Westminster. Pero, ¿qué
debemos entender por amor genuino a Dios?, veamos la respuesta en
las siguientes citas: 1 Jn. 3:18, Jn. 14:23-24, 1 Jn. 5:3; todos estos
versos no enseñan que amar a Dios es obedecerle sin reservas. Dios
demanda

C. Amor con todas nuestras facultades


“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Esto es, con cada facultad que has
recibido de parte de Dios, con tu intelecto y con tus emociones, con tu
espíritu y con tu entendimiento, con los afectos más profundos de tu
ser, con todos tus sentidos, con todo lo que eres, y con todo lo que
tienes; de esto nos hablan las expresiones corazón, alma, mente, en
todas las escrituras, para indicarnos que el amor a Dios debe ser
genuino y expresado a través de todo lo que somos. ¿Están ocupados
nuestros pensamientos como nos enseña el apóstol Pablo en lo que
es puro, honesto y de buen nombre?, ¿hablamos lo que es honesto y
de edificación para nuestros oyentes?, ¿anhelamos algo fuera de Dios
en la tierra?, ¿deseamos las cosas que son eternas o las temporales?,
¿trabajamos incansablemente por lo que es agradable a Dios o por lo
que es temporal y pasajero?, ¿hacemos las cosas para exaltar y dar a
conocer las perfecciones de Dios, como su amor y bondad, su
misericordia y santidad, su justicia y fidelidad; o actuamos por algún
otro motivo?, ¿adoramos a Dios todos los días de nuestra vida por
medio de la fe que obra por el amor?. Tu vida entonces, todo lo que
eres, y por lo tanto lo que haces, y cómo lo haces, es una evidencia de
tu compromiso al mandamiento divino que dice: Amarás al Señor tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente, y
con todas tus fuerzas.
III. QUIEN DEMANDA AMAR AL PRÓJIMO
Finalmente, el Señor nos enseña, Amarás al Señor tu Dios, quien
demanda amar al prójimo. El amor de Dios no es algo alejado de
nuestra realidad y que no se pueda percibir, sino al contrario algo que
se hace evidente en la vida que llevamos, en las relaciones que
sostenemos con nuestros semejantes, con
A. Aquellos creados a su imagen
Aquellos que Dios puso a nuestro lado, y que han sido creados a la
imagen de Dios así como nosotros. Por el solo hecho se ser toda la
raza humana creada a la imagen de Dios merece respeto y
consideración, dignidad, por el hecho de ser las únicas creatura
hechas a la imagen de Dios, llamados a manifestar en su vida las
perfecciones del creador. Y aunque esto ha sido del todo estropeado
por el pecado, Dios demanda este respeto a lo que él ha creado. Y
aún más, demanda amor por el otro, tal como el amor que ha dada a
cada uno por sí mismo. Entonces el esposo debe amar su más
cercano portador de la imagen de Dios, esto es a su esposa, como se
cuida y sustenta a sí mismo, Ef. 5:28-29, y si el hombre debe entender
que la esposa hace parte de él, ¿será deber de la esposa entender
que hace parte de su esposo y que es su gloria (1 Cor. 11:7) y por
tanto también debe amarle y respetarle?. Entonces los padres han de
criar a sus hijos en disciplina y amonestación del Señor para que no
caigan en el desagrado de Dios y bajo ira, atendiendo al mandamiento
de Dios de amar a sus hijos, Ef. 6:4. ¿Cómo han de responder los
hijos al cuidado amoroso de sus padres?, en obediencia, Ef. 6:1-3. Y
así en cada relación que Dios nos coloca, tenemos gente cerca creada
a la imagen de Dios, a los cuales nos manda amar

B. Como manifestación de su amor


Al amar al prójimo, al amar al hermano, estamos manifestando el amor
de Dios, 1 Jn. 2:10, 4:20-21. Y otra vez es necesario aclarar que este
amor no son meras palabras bonitas, que no pasan de ser lisonjas o
adulaciones por completo alejadas de la realidad, sino la fiel
determinación de buscar el verdadero bienestar del otro. Eso fue lo
que hizo Cristo (Rom. 5:8), y aunque éramos pecadores, ofensores y
enemigos de Dios, nos amó muriendo por nosotros en la cruz, nos
demostró con su vida perfecta, con su muerte expiatoria y con su
gloriosa resurrección, que nos amó hasta el fin, y esto lo hizo
demostrando el amor del Padre hacia él, obedeciendo a su perfecta
voluntad, para darnos a conocer a nosotros, el maravilloso amor de
Dios con que nos amó en Cristo. La manifestación de este amor de
Dios se describe ampliamente en 1 Cor. 13, y es lo que estamos
llamados a experimentar, no un  “amor egoísta” que busca lo suyo, su
propio bienestar, sino un amor sacrificial que sinceramente se
preocupa por lo que realmente conviene al otro. Dios también
demanda amar al prójimo

C. Como evidencia de estar en su reino


Esto ya lo sabía el pueblo de Dios, ya el Señor lo había revelado en
Lev. 19:18 y Deut. 6:4-9. Esta era la manera que Dios demandaba
debía vivir su pueblo. Pero se enredaron en un sinfín de normas que
realmente Dios no había mandado, y las que había reglamentado,
eran simplemente una expresión de estos mandamientos, de amar a
Dios, y amar al prójimo, otra vez, de estos dos grandes mandamientos
depende toda la ley, y todo lo dicho por los profetas. Como también
podemos apreciar en los 10 mandamientos revelados en Exódo 20,
los deberes para con Dios son la forma de expresar un profundo amor
y devoción por Dios, pero este amor a Dios se pone en práctica al
asumir los deberes para con el prójimo, Rom. 13:9. Y vivir entonces de
acuerdo a este mandamiento, es vivir como hijos de Dios, como
aquellos que reinan con Cristo, Apoc. 5:10, 1 Pedro 2:9. El escriba que
escuchó esta respuesta se regocijó en ella, no importa cual hubiere
sido su motivación inicial, la respuesta de Jesús, basada en la
Escritura que él conocía, le llenó de satisfacción, y reconoció que el
maestro había respondido correctamente, amar a Dios y amar al
prójimo es mayor que el más grande sacrificio y que los continuos
sacrificios que se puedan ofrecer a Dios, Mr. 12:32-33. Entender esto,
implica estar cerca del reino de los cielos, pero vivirlo, es estar dentro
de ese reino, Mr. 12:34. ¿Estás cerca tú también?, ¿por qué no entras
a ese reino por la fe en Cristo?. Ante esta manifestación gloriosa de la
palabra del Señor, nadie más se atrevió a preguntarle nada más, ni a
buscar cómo tentarle, ¿necesitas seguir preguntando si debes
obedecer o no la palabra del Señor?, ¿osarás tú preguntar lo que ya
sabes?

CONCLUSIÓN
Podemos decir que amar a Dios es mucho mejor que los sacrificios, y
que amar a Dios es obedecerle. ¿Obedecemos a Dios?, ¿nos
preocupamos por manifestar en nuestra vida, en lo que somos y en lo
que hacemos, las perfecciones de Dios o no tenemos cuidado alguno
con esto?. ¿En nuestra vida diaria entendemos que nos debemos por
completo al único y verdadero Dios que demanda obediencia total a él,
y en esa obediencia también demanda amar al prójimo como a
nosotros mismos?. ¿Qué tanto compromiso estamos manifestando
con vivir para la gloria de Dios, con usar los medios que él nos ha
dado para crecer y ser fortalecidos en la fe?, ¿qué tanto creemos a lo
que Dios dice y lo evidenciamos en nuestras relaciones familiares,
laborales, eclesiales y sociales en general?. Más vale que
reflexionemos y por la gracia de Dios asumamos el compromiso que
tenemos con él, que nos arrepintamos de nuestra desobediencia y
creamos en el perdón de Cristo y la gracia que nos da el Espíritu
Santo que nos ha dado para atender a su llamado, nadie está libre del
mandamiento, Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Oremos.
EL PRIMER MANDAMIENTO 
Marcos 12:28-34

El amor de Dios es más fuerte que la muerte, y tan calmado y constante


como los montes que están alrededor de Jerusalén. Los fariseos habían
acudido a atraparle en sus palabras (v. 13), y luego vinieron los saduceos
para atraparlo en su enseñanza de la resurrección (v. 18). 

Finalmente vino este escriba con la discutida cuestión de cuál era el


principal mandamiento. Desde luego, les estamos muy agradecidos por
estas preguntas, porque cada una de ellas le da una ocasión a Cristo
para destacar algunas cosas que a todos nos es preciso conocer. En
esta respuesta se nos recuerda claramente que el amor es el
cumplimiento de la ley.

I. La pregunta hecha: «¿Cuál mandamiento es el más importante de


todos?». Esta pregunta revela:

1 ALGO DE CURIOSIDAD. Parece que era una cuestión en disputa


entre los escribas cuál era el principal entre los mandamientos. Aunque
parecía cómo preguntar cuál de los diez eslabones de una cadena era el
más importante, o qué miembro del cuerpo es de mayor necesidad, sin
embargo el Señor también responde a ello.

2 ALGO DE ANSIEDAD. Bajo aquellas cavilaciones el Maestro parece


ver en el escriba un verdadero deseo de conocer la verdad, que lo traía a
la misma puerta del reino (v. 34). Trata tiernamente con los indagadores.
El Espíritu Santo puede estar obrando.

II. La respuesta dada. Todas las respuestas del Señor a las


preguntas son flechas aguzadas provenientes de la aljaba del
Omnipotente. En esta contestación hay un llamamiento a

1 LA ATENCIÓN. «Escucha Israel» (v. 29). La respuesta no es solo para


este escriba, sino para todos los profesos buscadores de la verdad.
Bueno es dar oído cuando Él habla, Aquel que puede suplir y dar
respuesta a los más profundos anhelos del alma humana. «Oídme
atentamente, y comed de lo bueno» (Is. 55:2).

2 LA FE EN LA UNIDAD DE DIOS. «El Señor, nuestro Dios, es un solo


Señor» (v. 29). El gran misterio de la Trinidad es claramente revelado,
pero nunca explicado (2 Co. 13:14). Como la unión mística de la Iglesia,
y del creyente individual con Él mismo, se recibe por fe. Todos somos
uno en Cristo.

3 UNA PERFECTA SUMISIÓN. «Amarás al Señor tu Dios con todo tu


corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con toda tu fuerza» (v.
3). Ésta es una demanda hecha sobre: 
1) La totalidad de nuestros afectos: «todo tu corazón». 
2) La totalidad de la vida, «toda tu alma». 
3) Todo el reino del pensamiento, «toda tu mente». 
4) Toda la energía de nuestro Ser, «toda tu fuerza». 

Un holocausto, totalmente ofrecido a Dios. Este, el primer


mandamiento, se cumple en una sola palabra: AMOR. Este amor de Dios
en nuestros corazones que nos constriñe a darnos completamente a Él
(1 Jn. 5:3).

4 BONDAD FRATERNAL. «Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu


prójimo como a ti mismo» (v. 31, RV). Es muy significativo que nuestro
Señor enlace el primer y segundo mandamiento juntos, haciendo de
ambos un mandamiento de la misma importancia. 

El amor de Dios, y el amor a Dios, deben manifestarse en amor a otros (1


Jn. 4:11, 12). Si uno no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios, a quien no ha visto? (1 Jn. 4:20; Ef. 4:32).

III. El efecto producido. Hubo:

1 AQUIESCENCIA. «El escriba le dijo: Bien, Maestro; con verdad has


dicho» (v. 32). Es bien posible admirar la sabiduría y el carácter de
Cristo, y con todo no entrar en el poder y la bienaventuranza de su vida.
Un mero asentimiento mental a la verdad enseñada por el Salvador no es
salvación.

2 ALABANZA. «Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez,


le dijo: No estás lejos del reino de Dios» (v. 34). Evidentemente había
comprendido intelectualmente el sentido de las palabras del Señor. 

Su enseñanza fue entendida hasta el punto de que en pensamiento llegó


hasta el mismo umbral del reino de Dios; teóricamente cerca, pero
experimentalmente fuera. Su razón y conciencia estaban del lado de la
verdad.

3 UN ACERCAMIENTO NO TOTAL. «No lejos del reino». Estas son


unas palabras alentadoras, pero… ¡cuán llenas de dolor! «No lejos»,
pero no suficientemente cerca para estar dentro. 

La mente iluminada, pero el corazón sin ceder; la conciencia convicta, la


razón convencida, pero la voluntad terca aún y sin someter. No queréis
venir a Mí para que tengáis vida. Él tendrá a su pueblo bien dispuesto en
el día de su poder. No lejos de las ciudades de refugio no era garantía
alguna de seguridad.

«Tu amor, Señor, es sereno, 


Sin turbulencia en su fluir; 
Apacible como aquel mar se vio 
Cuando tu Palabra la calma le dio. 
Oh, que mi amor a Ti, 
Exhibiera tu apacibilidad».

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