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Jesús
John P. Meier

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2 ESQUEMA

Método (§ 3-10) (III) Mensaje fundamental de Jesús


(I) Finalidad y definiciones (§ 3) (A) Reino de Dios (§ 17)
(II) Fuentes (§ 4-6) (B) Parábolas (§ 18)
(III) Criterios (§ 7) (IV) Hechos de Jesús
(IV) Legitimidad y propósito de la búsqueda (§ (A) Comunidad de mesa (§ 19)
8 - 10) (B) Milagros (§ 20)
(C) Coherencia de palabras y hechos (§21)
El Jesús de la historia: origen y m inisterio (§11- (V) Enseñanza moral y ley (§ 21)
43) (A) Radicalización de la ley (§ 22)
(I) Origen (B) Amor sin límites y compasión (§ 23)
(A) Nacimiento (§11) (C) Jesús y los grupos judíos (§ 24)
(B) Condición de laico (§ 12) (VI) Los discípulos de Jesús y su misión
(C) Años de formación (§ 13-14) (A) Seguimiento literal (§ 25)
(II) Comienzo del ministerio (§ 15-16) (B) Los Doce (§ 26)
[78:3-5] MÉTODO 1079

(C) El círculo más amplio (§ 27) El Jesús de la historia: Pasión y Resurrección


(D) Jesús y los gentiles (§ 28) (§ 44-57) _
(VII) La identidad de Jesús (I) Ultimos días en Jerusalén
(A) El problema (§ 29) (A) Entrada triunfal. Purificación del Tem­
(B) Dios como Padre (§ 30-31) plo (§ 44)
(C) Categorías y títulos (§ 32-43) (B) Actitud de Jesús ante la muerte (§ 45-50)
(a) Profeta (§ 33) (C) La última cena (§ 51)
(b) Mesías (§ 34) (II) Pasión y muerte
(c) El Hijo o Hijo de Dios (§ 35-37) (A) Getsemaní y detención (§ 52)
(d) El Hijo del hombre (§ 38-41) (B) Proceso(s) (§ 53-54)
(e) Señor (§ 42) (C) Crucifixión y m uerte (§ 55-56)
(f) Hombre santo carismático (§ 43) (III) Resurrección (§ 57)

METODO

3 (I) Finalidad y d efin icion es. El único histórico que pueden resultar significativos
tem a de este artículo es el «Jesús de la histo­ hoy en día, y (3) fe-conocim iento de Jesús co­
ria» o el Jesús histórico, el Jesús que se puede m o Señor y Cristo. Este artículo tra ta directa­
conocer y recuperar por medio de la moderna m ente sólo del prim er tipo de conocim iento,
investigación histórico-crítica. Puesto que la au n cuando este prim er nivel lleva natural­
investigación histórica científica com enzó en m ente al segundo y al tercero. P or razones m e­
el s. XVIII, la investigación sobre el Jesús his­ todológicas, la investigación sobre el Jesús his­
tórico es algo típicam ente m oderno que tiene tórico prescinde de lo conocido p o r la fe, pero
una evolución p ropia b astante com plicada. El de ningún modo lo niega.
«Jesús de la historia» es u n a m oderna recons­
trucción histórica -u n hipotético retrato frag­ 4 (II) Fuentes. Las fuentes principales son
m entario pintado p o r investigadores m oder­ los evangelios canónicos, y en ello precisam en­
n o s- y no hay que identificarlo ingenuam ente te radica el m ayor problema. Los evangelios
con la com pleta realidad del Jesús que vivió ciertam ente contienen hechos históricos sobre
realm ente en el s. I d.C. (el Jesús «real»). En Jesús, pero en conjunto están em papados de fe
cierto sentido la distinción entre el Jesús «his­ pascual, la fe de la Iglesia primitiva. (Sobre el
tórico» y el «real» es aplicable a cualquier fi­ reconocim iento formal católico de este hecho,
gura de la historia antigua. E n el Sócrates o -* Declaraciones de la Iglesia, 72:35). Distinguir
Nerón reales hubo m uchas m ás cosas de las entre acontecim ientos o dichos originales e in­
que nosotros podem os conocer hoy en día. A terpretaciones posteriores puede resultar m uy
fortiori ello es cierto de Jesús, no sólo p o r cau­ difícil, y hasta, en ocasiones, im posible (cf. la
sa de lo fragm entario de n uestras fuentes, sino exposición de los problem as metodológicos de
tam bién p o r la h o n d u ra del m isterio de que se D. Hill, NTProphecy [Atlanta 1979] 160-85, y M.
trata. Tam bién h ab ría que distinguir entre el Boring, NTS 29 [1983] 104-12). El hecho de que
Jesús histórico y el «Jesús terreno», es decir, los cuatro evangelios sean docum entos de fe
Jesús en cuanto descrito d u ran te su vida sobre que reflejan una teología posterior significa que
la tierra. Los Evangelios se proponen presen­ no hay que rechazar autom áticam ente el de
ta r al Jesús terreno, pero no p retenden ofrecer Juan en favor de los Sinópticos (contra Braun,
una presentación del Jesús histórico, aunque Jesús 17). Aunque la tradición de los dichos en
son la fuente principal p ara las reconstruccio­ Juan haya sufrido una gran reelaboración, al­
nes m odernas. Los autores alem anes distin­ gunos datos concretos conservados en el Cuar­
guen a m enudo entre el Jesús histórico (kisto- to Evangelio parecen hasta más fiables que el
risch) y el Cristo de la historia (geschichtlich) m aterial paralelo en los Sinópticos. Hay que
[en castellano resulta im posible reproducir es­ form arse un juicio sobre las características de
ta distinción léxica. N. del T.], distinción he­ cada caso. El resto del NT ofrece pocos datos
cha fam osa p o r M. Káhler. El prim ero se re­ sobre el Jesús histórico y los evangelios apócri­
fiere a la figura reconstruida históricam ente y fos, a lo sumo, ofrecen algunos dichos (->• Apó­
el segundo al objeto de la fe y adoración cris­ crifos, 67:58, y Canonicidad, 66:64).
tianas, que ha tenido u n fuerte im pacto sobre 5 Fuentes judías. Hacia los años 93-94 Jose-
el pensam iento cristiano a lo largo de los si­ fo escribió acerca de «Santiago, el herm ano de
glos. Sin em bargo, ni siquiera todos los críti­ Jesús, llamado Cristo» en Ant. 20,9.1 § 200. Esta
cos alem anes aceptan y em plean esta distin­ rápida referencia al herm ano de Jesús (no la fór­
ción entre historisch y geschichtlich. Algunos m ula cristiana «hermano del Señor») difícilmen­
investigadores recientes (p.ej., Perrin, Redisco- te puede ser obra de un escriba cristiano, por lo
vering 234-38) prefieren u n a distinción en tres que, de ordinario, se la acepta como auténtica.
partes: (1) conocim iento histórico descriptivo El punto clave es que Josefo supone que sus lec­
sobre Jesús, (2) aspectos de este conocim iento tores saben quién era este Jesús llam ado Cristo.
1080 JESÚS [78:6-8]

H abría que recordar este punto cuando nos de los ayunos). Sin embargo, este criterio debe
acercam os a la otra posible m ención de Jesús en usarse con cautela, porque Jesús era u n judío
Flavio Josefo (Aní. 18,3-5 § 63-64), el famoso Tes- del s. I del que brotó el prim itivo m ovimiento
tim onium Flavianum. Tal como está la situación cristiano. Una ru p tu ra total con la historia an­
actualmente, el Testimonium deja ver huellas de tes o después de él es, a priori, im probable. Por
una interpolación cristiana, pero m uchos inves­ tanto, hay que tener cuidado en el insistir sobre
tigadores piensan que alguna referencia más que algo es «único» de Jesús. Puesto que esta­
sencilla a Jesús subyace en el texto actual (cf. S. m os m al inform ados de las prácticas y vocabu­
Brandon, The Trial o f Jesús [Nueva York 1968] lario religiosos populares judeo-aram eos en la
151-52; L. Feldman, «Flavius Josephus Revisi- Galilea de comienzos del s. I, es m ás prudente
ted», ANKW H/21,2, 822-35; Smith, Magicians hablar de lo que es «decididamente caracterís­
45-46; R Winter, Journal o f Historical Studies 1 tico» de Jesús (p.ej., «Abba», «en verdad yo os
[1068] 289-302; tam bién E. Bammel, ExpTim 85 digo»). De m odo semejante, al tratar de los he­
[1073-74] 145-47). Las escasas y dispersas refe­ chos de Jesús es m ejor hablar de «el tipo de co­
rencias a Jesús en la literatura rabínica a m enu­ sas que Jesús hizo» m ejor que pretender que
do son polémicas y capciosas y no añaden nada u n a narración concreta describe exactam ente
a nuestro conocimiento del Jesús histórico (cf. J. lo que Jesús llevó a cabo en un m om ento deter­
Klausner, Jesús o f Nazareth [Nueva York 1925] minado. (3) El criterio del testimonio múltiple o
18-54 (trad. esp.: Jesús de Nazaret [Barcelona fuentes diversas se fija en el m aterial que pre­
1991]; Smith, Magician 46-50 es m ás positivo; sentan varias corrientes de la prim itiva tradi­
-►Apócrifos, 67:134). ción cristiana independientes entre sí, a m enu­
6 Fuentes paganas. El historiador Tácito do en form as diferentes (p.ej., la prohibición
(ca. 110 d.C.) pone el origen del cristianism o del divorcio p o r parte de Jesús en Marcos, Q y
en Cristo, «que fue m uerto d u ran te el reinado 1 Cor 7, la institución de la eucaristía en Me 14
de Tiberio p o r el p ro cu rad o r (sz'c) Poncio Pila- y 1 Cor 11). (4) El criterio de la coherencia o
to» (Anuales 15,44). E scribiendo aproxim ada­ continuidad se em plea después de haber aisla­
m ente en el m ism o m om ento, Suetonio posi­ do una cierta cantidad de m aterial histórico
blem ente se reñ era a Cristo com o al origen de m ediante los criterios precedentes. Dichos y he­
una agitación entre los judíos de R om a bajo chos de Jesús que cuadran bien con la «base de
Claudio, pero la alusión no es segura (Claudio datos» anterior tienen buena probabilidad de
25; cf. W. Wiefel en The R om ans Debate [ed. K. ser históricos (p.ej., dichos que reflejan la inm i­
Donfried, M inneápolis 1977] 100-19; R. E. nente llegada del reino). Es, con todo, posible
Brown, Antioch and Rom e [Nueva York 1983] que los dichos de Jesús no constituyeran un
100-02; -» Pablo, 79:10). Plinio el Joven, escri­ m odelo totalm ente coherente. Algunos elemen­
biendo h acia el 111-113, habla de cóm o los tos de la enseñanza sobre Dios o la moralidad
cristianos «cantan u n him no a Cristo com o a pueden no encajar perfectam ente con el m en­
un dios» (E p. 10,96). A lo sum o, pues, los au ­ saje escatológico de Jesús, sino que quizás re­
tores no cristianos del s. I y com ienzos del s. II flejen las tradiciones sapienciales de Israel. De
ofrecen testim onios independientes de la exis­ nuevo se requiere cautela. (5) El criterio del re­
tencia de Jesucristo, su crucifixión bajo Pilato chazo y ejecución de Jesús no nos dice directa­
y la subsiguiente adoración que se le tributa. m ente lo que es histórico, pero orienta nuestra
atención hacia aquellos hechos y palabras que
7 (III) Criterios. Puesto que los investiga­ podrían explicar por qué Jesús halló u n fin vio­
dores tienen que recurrir a los evangelios canó­ lento a m anos de las autoridades judías y ro­
nicos, se ven obligados a idear criterios p ara de­ manas. Un Jesús «blando», mero hacedor de sím­
term inar lo que en ellos proviene de Jesús bolos, que encadenase enigmas unos con otros
m ism o en cuanto contradistinto de la primitiva y que, por tanto, no amenazase radicalm ente al
tradición cristiana. Como ocurre con muchos pueblo, especialmente a los poderes existentes,
juicios acerca de la historia antigua, lo más que no podría ser histórico. No es preciso decir que
se puede esperar son diversos grados de proba­ todos estos criterios han de emplearse conjun­
bilidad. De entre los m uchos criterios propues­ tam ente y que se corrigen unos a otros.
tos pueden señalarse cinco: (1) El de la. perpleji­ (Lentzen-Deis, F., en Kertelge, Rückfrage nach Je-
dad/dificultad se refiere a los hechos o dichos de su QD 63 [Friburgo 1974] 78-117. Meyer, The Aims
Jesús que podrían haber suscitado perplejidad o f Jesús [Londres 1979] 76-94. Perrin, Rediscovering
o dificultades en la Iglesia prim itiva, que, por the Teaching o f Jesús [Londres 1963] 15-53. Sanders,
tanto, tendía a suavizarlos o suprim irlos en es­ Jesús and Judaism [Filadelfia 1985] 1-58. Schille-
tadios posteriores de la tradición (p.ej., el b au ­ beckx, Jesús 77-100.)
tism o de Jesús o su ignorancia sobre el día del 8 (IV) Legitim idad y propósito de la
juicio). (2) El criterio más discutido es el de la búsqueda. Por extraño que parezca, los fun-
discontinuidad o diferencia, que se refiere a las dam entalistas y los estrictos seguidores de R.
palabras o hechos de Jesús que no pueden de­ B ultm ann coinciden en la oposición a u n a bús­
rivarse del judaism o anterior o del cristianism o queda del Jesús histórico. Ambos grupos quie­
posterior (p.ej., la prohibición del juram ento y ren destacar la suficiencia de los evangelios,
[78:9-11] ORIGEN Y MINISTERIO 1081

pero p o r opuestas razones. Los fundam entalis- cuando su presentación cam bia tan radical­
tas identifican ingenua y acríticam ente al Cris­ m ente de u n investigador a otro y de u n a a otra
to de los evangelios con el Jesús histórico, no generación? Sin embargo, en la m edida en que
dejando lugar alguno p ara el desarrollo y rein ­ la teología es fe que intenta com prender la bús­
terpretación de las tradiciones de Jesús en la queda del Jesús histórico puede -y debe- for­
Iglesia prim itiva. Por el contrario, B ultm ann m ar parte de una reflexión teológica m oderna
postula u n infranqueable abism o entre el Jesús y cristiana, la cual está necesariam ente carac­
histórico y el Cristo de la fe (-►Crítica del NT, terizada por una conciencia histórica explícita
70:46-52). Aunque se puede saber algo sobre la desconocida en épocas anteriores.
predicación de Jesús, no se puede (ni se debe)
saber m ucho sobre el Jesús histórico. De lo 10 La búsqueda del Jesús histórico ayuda a
contrario, som os reos de in ten tar p robar la fe dar contenido concreto a nuestras afirmaciones
por m edio de la razón y de no estar dispuestos cristológicas y, de este modo, desem peña un útil
a aceptar la palabra de Dios que se autentifica papel en la teología. Contra la tendencia de eva­
a sí m ism a con independencia de las obras de porar a Jesús en un símbolo intem poral gnósti­
la sabiduría hum ana. co o místico, esta búsqueda reafirm a el escán­
dalo de la Palabra hecha carne, la im presionante
9 La postura fundam entalista se hace in ­ identificación de la plenitud divina con un judío
sostenible p o r las diferencias, y aun contradic­ concreto de la Palestina del s. I (-*• Declaraciones
ciones, entre las diversas tradiciones evangéli­ de la Iglesia, 72:39). Esta búsqueda desempeña
cas (p.ej., las distintas form as de las palabras una función parecida respecto a las tendencias
de la institución de la eucaristía o la ignorancia místicas o docetistas que se dan entre auténticos
de Jesús en Marcos y su om nisciencia en Juan). cristianos, los cuales piensan que están conser­
El enfoque bultm aniano ha sido abandonado vando la fe al acentuar la divinidad de Cristo en
hasta po r algunos de los post-bultm anianos detrimento de su verdadera hum anidad. El Je­
(-►Crítica del NT, 70:64-70), puesto que sim ple­ sús no conformista que se mezcló con la «clase
m ente hay dem asiada inform ación im portante inferior» social y religiosa de Palestina tam bién
desde el p unto de vista histórico y teológico co­ sirve de correctivo a un cristianism o siempre
mo para que los exegetas la puedan ignorar. To­ tentado de hacerse «respetable» según los crite­
davía más, el rechazo po r parte de B ultm ann rios del mundo. Sin embargo, no se debe pensar
de la búsqueda m encionada m ás arriba p o r ser ingenuamente que el Jesús histórico favorece a
ilegítim a teológicam ente hablando surge de los revolucionarios sociales. El hecho de que es­
discutibles principios teológicos. La búsqueda te Jesús escape a todas las claras categorías y
del Jesús histórico, entendida debidam ente, no program as que podamos utilizar cuestiona y en­
intenta p ro b ar la fe. La fe es u n acto, debido a juicia todas ellas, desenm ascarando sus lim ita­
la p u ra gracia, que asiente a la palabra revela­ ciones. En este punto se m uestra como auténti­
dora de Dios apoyándose únicam ente en la au ­ cam ente «escatológico». Por atractivam ente
toridad divina y, por ende, tiene un tipo único im portante que pueda parecer a prim era vista, el
de certeza. La búsqueda del Jesús histórico es Jesús histórico siempre im presiona al investiga­
parte de la investigación em pírica histórica y, dor cuidadoso como alguien extraño, inquietan­
por lo mism o, sólo puede generar diversos gra­ te y aun ofensivo. Exactamente al contrario del
dos de probabilidad. Tanto creyentes como no Jesús de las «vidas liberales» (que servía de cla­
creyentes pueden em prenderla, aun cuando su ro estanque en el que los estudiosos se fijaban
interpretación de los resultados y la integra­ p ara verse reflejados a sí mismos), frustra todos
ción de éstos en u n a cosmovisión determ inada los intentos de convertir la fe cristiana en una
sean diferentes. Para el creyente, el Jesús de la ideología relevante, de derechas o de izquierdas,
historia no es, y no puede ser, objeto directo de y es un constante catalizador para renovar la
la fe cristiana. Milenio y m edio de creyentes teología, el pensam iento y la vida de la Iglesia.
cristianos nunca oyeron hablar del Jesús histó­ (Fuller, R. H., Tliomist 48 [1984] 368-82. John­
rico. Más aún, ¿cómo podría u n cristiano ac­ son, E.; ibid. 1-43. Schnackenburg, R., en Kertelge,
tual hacer objeto de su fe al Jesús histórico Rückfrage 194-220.)

EL JESUS DE LA HISTORIA: ORIGEN Y MINISTERIO

11 (I) Origen finales del reinado de H eredes el G rande (37-4


(A) N acim iento. El nom bre de Jesús (en gr. a.C.), por tanto hacia los años 6-4 a.C. (Sobre
Iésous, en hebr. Yésüa [Yhwh ayuda o salva], a esta fecha, -*• Historia, 75:160). Su m adre fue
m enudo abreviado en Yésu [BDF 53,2b]) era M aría y su padre putativo José. No se puede
corriente entre los judíos en los tiem pos del decir m ás con certeza acerca de su origen, si se
cam bio de eras. Jesús de N azaret nació hacia tienen presentes los lím ites científicos expues­
1082 JESÚS [78:12-14]

tos en la sección 3 (supra), puesto que las na­ u n a oscura aldea de las colinas al su r de Gali­
rraciones evangélicas de la infancia (Mt 1-2; Le lea. No sabem os casi n ad a de este tiem po. De
1-2) reflejan u n a fuerte teologización posterior. profesión era tekndn (Me 6,3), probablem ente
El capítulo prim ero de cada uno de estos rela­ carpintero, aunque el térm ino ab arca cual­
tos afirm a que Jesús fue concebido p o r obra quier tipo de trabajo artesano o de construc­
del E spíritu Santo sin padre hum ano, u n a in ­ ción con m ateriales sólidos. El padre legal de
form ación que no se encuentra en ninguna Jesús, José, no aparece durante su m inisterio
otra p arte del NT. Las pretensiones de investi­ público, p o r lo que se puede su p oner que
gadores liberales de que se tra ta de u n a pura había m uerto. Por el contrario, se m enciona a
creación teológica son dudosas, pero, p ara el M aría, su m adre, así como a sus herm anos:
creyente, la certeza acerca de la concepción Santiago, José, Judas y Sim ón (Me 6,3; Mt
virginal proviene de la enseñanza de la Iglesia 13,55). Tam bién se habla de sus herm anas, pe­
m ás que de la exégesis científica (cf. BBM 517- ro sin dar nom bres. (Desde los tiem pos patrís-
33; CBQ 48 [1986] 476-77.675-80). El capítulo ticos h a habido grandes controversias sobre
segundo de cada uno de ellos presenta el naci­ las exactas relaciones de estos personajes [ge­
m iento de Jesús en Belén, un dato que tam po­ melos, hijos de José de un m atrim onio ante­
co aparece en ningún otro lugar del NT y que rior, prim os]; sobre la im portancia p ara la ma-
está relacionado sim bólicam ente con la condi­ riología, cf. M NT 65-72.) La m ayoría de las
ción de Jesús com o Mesías real davídico. De referencias evangélicas indican que los parien­
discutible autenticidad son las m uy diferentes tes de Jesús no lo siguieron du ran te su m inis­
genealogías en Mt 1,2-16 y Le 3,23-38 (cf. BBM terio público (Me 3,21.31-35; Jn 7,5; aunque
84-95). Sin em bargo, algunos credos m uy p ri­ cf. Jn 2,12). Ello está en claro contraste con la
mitivos del NT (Rom 1,3-4 y 2 Tim 2,8) p ro ­ influyente posición que tuvieron m ás tarde en
clam an que Jesús era «de la estirpe de David» la iglesia de Jerusalén. Una referencia de pa­
en contextos de fe en la resurrección. Una sada hecha por Pablo en 1 Cor 9,4 indica tam ­
tem prana interpretación de la resurrección bién que los herm anos de Jesús estaban casa­
como entronización del Hijo de David de estir­ dos. No se dice nada explícitam ente sobre el
pe real -e n m odo alguno u n a interpretación estado civil de Jesús. Sin em bargo, ante las di­
obvia u obligada- puede haber sido facilitada versas referencias a sus padres, así com o a sus
por el hecho de que Jesús provenía efectiva­ herm anos y herm anas, el com pleto silencio
m ente de una oscura ram a colateral de la casa sobre una esposa puede tom arse com o una in­
de David (cf. BBM 513-16.505-12). En todo ca­ dicación de que Jesús perm aneció soltero (en
so, su ascendencia davídica es presentada por contra W. Phipps, Was Jesús MarriecL? [Nueva
medio de su padre legal, José. La única indica­ York 1970]). Este estado de soltería, poco co­
ción neotestam entaria sobre el origen de M aría rriente en la época -y las diversas opiniones
(Le 1,5.36) ap u n ta a u n a descendencia levítica que h a provocado-, puede ser el m arco origi­
(MNT 154.260-61). nal del errático dicho sobre los eunucos (Mt
12 (B) C ondición de laico. Jesús fue 19,12). Vermes (Jesús el judío) piensa que pue­
considerado laico d urante su vida terrena (lo de suponerse que una vocación profética in­
que es cierto tan to desde el p unto de vista cris­ cluía el celibato, pero la m ayoría de las prue­
tiano com o judío; cf. H eb 8,4). Este hecho bas procede de siglos posteriores (Misná y
ayuda a explicar su despectiva referencia al Talmud; sin embargo, cf. Jr 16,1). También se
sacerdote y al levita en la parábola del Buen suele aducir Q um rán como paralelo, pero el
Sam aritano (Le 10,30-37), u n a especie de chis­ celibato en esta com unidad es u n tem a muy
te anticlerical (cf. J. Crossan, Semeia 2 [1974] complejo (-►Apócrifos, 67:108).
82-112). Pero m ás im portante todavía es que
14 No sabem os n ad a sobre la educación
ayuda a explicar p o r qué sólo u n a vez en la tra ­
de Jesús. E n Jn 7,15 sus adversarios se m ara­
dición sinóptica se presenta a Jesús en diálogo
villan de que Jesús conozca la E scritura no
sólo con saduceos (el partido en gran m edida
habiendo estudiado form alm ente, aunque es
sacerdotal) con u n a obvia hostilidad p o r am ­
probable que se estén refiriendo a la form a­
bas partes (Me 12,18-27 y par.). Lo m ás im ­
ción técnica en la ley tal como los escribas la
portante, con todo, es que ayuda a explicar por
recibían estudiando con un m aestro reconoci­
qué la aristocracia sacerdotal y laica de Jeru-
do. La gente se dirige respetuosam ente a Jesús
salén (es decir, los saduceos) fue la que m ás se
con el título de «Rabí», pero este título en el
em peñó en llevar a Jesús ante Pilato. La m or­
judaism o anterior al año 70 d.C. se usaba más
tal lucha entre Jesús y sus adversarios tiene
flexiblemente que en épocas posteriores (cf. su
elem entos no sólo de rivalidad entre Galilea y
aplicación a Ju an el B autista en Jn 3,26; cf.
Judea, pobres con tra ricos, lo carism ático con­
BGJ 74-75; M. Hengel, The Charismatic Leader
tra lo institucional o lo escatológico contra lo
and His Followers [Nueva York 1981] 42-50).
m undano, sino de laicos contra sacerdotes.
E n Le 4,16-21 se supone que Jesús podía leer
13 (C) Años de form ación. Jesús pasó y com prender el hebreo bíblico. Norm alm ente
alrededor de 30 años de su vida en Nazaret, Jesús usaría el aram eo en conversaciones y
[78:15-17] MINISTERIO 1083

discursos, puesto que éste era el idiom a co­ cam ente después de la detención de Juan).
rriente de los cam pesinos galileos (Fitzmyer, Aunque Jesús continuó el m ensaje escatológico
WA 29-56), los cuales tam bién usaban a veces de Juan, se produjo u n cambio, en los acentos.
el griego p a ra los intercam bios com erciales, y El B autista había destacado el terrible e inm i­
Jesús quizás pudo saber algo de este lengua. nente juicio y el castigo que se iba a infligir a
Es im probable, sin em bargo, que lo em please los pecadores; Jesús, en cambio, acentuaba la
norm alm ente en su enseñanza. E n conjunto alegría de la salvación ya a las puertas y que
no hab ía n ad a en su vida oculta ni en su for­ pronto había de cumplirse.
m ación que preparase a sus paisanos p ara la 17 M ensaje fundam ental de Jesús.
sorprendente carrera que pronto iba a com en­ (A) R eino de D ios. Jesús proclam ó esta
zar, lo que explica el asom bro y aun escándalo buena nueva en térm inos de la venida del rei­
con que le recibieron cuando volvió a su pue­ no de Dios y de la consiguiente necesidad de
blo después de u n a gira de predicación (Me que todo Israel se arrepintiera (pace Sanders
6,1-6a y par.). [Jesús and Judaism 106-19]). Especialm ente
15 (II) Com ienzo del m inisterio. E n al­ contra la herencia del protestantism o liberal
gún m om ento durante el reinado del em pera­ del s. XIX es sum am ente im portante com pren­
dor Tiberio (14-37 d.C.), probablem ente hacia d er que Jesús dirigía su predicación del reino
los años 28-29, Jesús salió de la oscuridad para a Israel en su conjunto y no sólo a individuos
recibir el bautism o de Juan el Bautista, u n a fi­ aislados (contra G. Klein, E vT 30 [1970] 642-
gura tam bién conocida por Josefo (Ant. 18,5.2 70). Es casi im posible definir lo que Jesús
§ 116-19; -<• Historia, 75:169-70). Juan Bautista, quería decir con el reino (mejor, gobierno o
u n severo asceta con rasgos de los profetas del reinado) de Dios, puesto que, com o N. Perrin
AT, especialm ente de Elias, urgía a u n Israel pe­ señala, se tra ta de u n «símbolo en tensión» con
cador a que se arrepintiese y purificase defini­ m uchas resonancias y alusiones m ás que de
tivam ente (bautism o) ante el inm inente y colé­ u n a doctrina claram ente definida o un con­
rico juicio de Dios. E n este lim itado sentido el cepto abstracto. El reino de Dios se refiere a
m ensaje y la im agen de Juan B autista son «apo­ u n a acción: «Dios está gobernando poderosa­
calípticos». El m ero hecho de que Jesús se so­ m ente como rey». El sím bolo es en prim er lu­
m etiera al bautism o de Juan, acontecim iento gar dinám ico más que espacial -gobierno real
cuya im portancia los perplejos evangelistas van m ás que reino como territo rio - aunque tam ­
progresivam ente dism inuyendo (p.ej., M t 4,14- bién se usan imágenes espaciales p ara expli­
15), indica que Jesús aceptó básicam ente la m i­ carlo. El carácter poético y alusivo del sím bo­
sión y m ensaje de Juan el Bautista. Es en espe­ lo no significa que no transm ita u n contenido
cial este origen de la propia m isión de Jesús lo inteligible (acertadam ente Sanders contra Pe­
que hace m uy sospechosos los intentos actuales rrin). Supone la verdad de que Dios siem pre ha
de elim inar o suavizar de la predicación del sido rey de Israel y del universo. Pero la rebel­
m ism o Jesús el rasgo de la escatología futura de creación de Dios (e Israel de m odo particu­
(p.ej., N. Perrin, Jesús and Language 15-88). lar) se h a apartado de este justo gobierno y ha
Sanders (Jesús and Judaism 90-156) se opone caído bajo el dom inio de Satán y del pecado.
acertam ente a esta postura. Algunos de los pri­ Dios está ahora com enzando a afirm ar su ju s­
m eros y m ás cercanos discípulos de Jesús ha­ ta pretensión sobre sus creaturas rebeldes y
b ían sido, al parecer, discípulos de Juan Bau­ pronto establecerá entera y claram ente su do­
tista (Pedro, Andrés, Felipe y N atanael en Jn m inio reuniendo de nuevo al Israel disperso en
1,35-51). No sabem os si el B autista reconoció un único pueblo santo. Sin em bargo, aunque
en algún m om ento a Jesús com o un personaje el reino de Dios («reino de los cielos», la pia­
especial; pudiera ser que no hubiese pensado dosa perífrasis sem ítica p ara evitar el nom bre
en ningún otro actor en el dram a escatológico de Dios es única en la tradición m ateana) es al­
distinto del m ism o Dios («el que ha de venir»), go central en el m ensaje de Jesús, éste no se
detiene en la im agen de u n Dios com o rey te­
(Sobre Juan Bautista: Hollenbach, P., ANRW
H/25.1,196-219 [muy imaginativo], Koester, INT 71- mible, rem oto y todopoderoso. E n el núcleo de
73. Meier, J. P., JBL 99 [1980] 383-405 [especialmen­ la «buena noticia» de Jesús está la proclam a­
te nn. 1,8 sobre bibliografía], Merklein, H., BZ ción de que el rey divino se com place en reve­
[1981] 29-46.) larse como padre am ante, u n padre que se ale­
gra de recuperar a sus hijos perdidos (p.ej., el
16 Cuando Jesús empezó a actuar por su m aterial fundam ental en el trasfondo de Le
cuenta, inicialm ente im itó a Juan Bautista ba u ­ 15,1-32).
tizando (Jn 3,22; 4,1, pero cf. la perplejidad del
redactor final en Jn 4,2). Ello pudo ocasionar (Sobre la sección 1 anterior, cf. Perrin, Jesús and
Language; Sanders, Jesús and Judaism 125-26.222-
alguna rivalidad entre los grupos del B autista y 41. También Beasley-Murray, G., Jesús and the King-
de Jesús, al m enos durante el período en que dom o f God [Grand Rapids 1985]. Chilron, B. [ed.],
los m inisterios de am bos líderes coincidieron The Kingdom o f God [Filadelfia 1984], Merldein, H.,
(Jn 3,22-30, pero Me 1,14 y par. esquem atizan Die Gottesherrschaft ais Handlungsprinzip [FB 34
haciendo com enzar el m inisterio de Jesús ú n i­ Wurzburgo 1978]; Jesús Botschaft von der Gottes-
1084 JESÚS [78:18-20]

herrschaft [SBS 111 Stuttgart 1983], Mitton, C. L., vó). E sta práctica de acercarse a los religiosa­
Your Kingdom Come [Grand Rapids 1978]. Schna- m ente «perdidos» o m arginados colocó a Je­
ckenburg, R., Reino y reinado de Dios [Madrid 1970].) sús en u n a constante situación de im pureza ri­
18 (B) Parábolas. Jesús, com o hábil o ra­ tual p ara los observantes estrictos de la ley. La
dor y m aestro que era, usó m uchas form as de insistencia p o r parte de Jesús en ofrecer a los
decir tom adas de las tradiciones sapienciales y «pecadores» (judíos que se consideraban fuera
proféticas de Israel p ara im p lan tar su m ensa­ de la alianza) la entrada en el reino, sin exigir
je (bienaventuranzas, ayes, oráculos, etc.). Lo que se som etiesen al norm al m ecanism o judío
m ás im portante fue su em pleo de «parábolas» de arrepentim iento y sacrificio, probablem en­
(en hebr. másál, pl. mesalim). E n el AT «pará­ te fue una im portante razón p o r la que judíos
bola» es u n a form a m uy flexible de lenguaje celosam ente piadosos se opusieron a este pre­
sapiencial que incluye proverbios cortos, m e­ dicador no conform ista. El m ensaje de Jesús
táforas, cantos de burla, reproches y oráculos era de alegría: el banquete escatológico estaba
proféticos. Alegorías enigm áticas que surgen cerca, u n banquete que anticipaba en las co­
de u n fondo histórico y tienen u n a tensión m idas que com partía con estos pecadores. En
escatológica aparecen especialm ente en Eze- coherencia con este talante festivo no practi­
quiel. C ontinuando esta tradición, Jesús usa caba ayuno voluntario ni lo inculcaba a sus
parábolas en sus m últiples form as (que con­ discípulos (Me 2,18-20 y par.), porque el tiem ­
tienen proverbios, m áxim as y aforism os) para po de la preparación penitencial había term i­
provocar la decisión de Israel en este crítico nado. Sus m odos de proceder no ascéticos no
período final. E m plea estos m isteriosos dichos sólo le distinguieron de Juan el B autista, sino
y relatos p a ra excitar las m entes de su audito­ que lo expusieron al ridículo ante los conven­
rio y p a ra hacer vacilar a sus engreídos oyen­ cionalm ente devotos. A los ojos de estos últi­
tes, destruyendo sus falsas seguridades y m os era u n «bon vivant», un «comilón y un
abriéndoles los ojos. E n u n tono de urgencia borracho» (Mt 11,19 y par.; cf. J. Donahue,
las parábolas advierten de que toda dem ora es CBQ 33 [1971] 39-61).
peligrosa porque en cualquier m om ento pue­
de ser dem asiado tarde. Su auditorio tiene que 20 (B) Milagros. Hay que com prender los
arriesgarlo todo en la decisión de aceptar el m ilagros de Jesús en este contexto de alegría
m ensaje de Jesús. N ingún sacrificio será de­ escatológica, liberación del mal y restauración
m asiado grande, porque m uy pronto se trasto ­ de la unidad de todo Israel. E n la antigüedad
carán las actuales situaciones de este m undo nunca se negaron los hechos extraordinarios
pecador (m ensaje especialm ente claro en la de Jesús, que no se explican fácilm ente p o r me­
form a prim itiva de las Bienaventuranzas; cf. dios hum anos, especialm ente los exorcismos y
L. Schottroff, E vT 38 [1978] 298-313). Dios las curaciones; ni siquiera lo hicieron sus pro­
hará felices a los afligidos, y convertirá en m i­ pios enemigos, que, en polém icas posteriores,
serables a los presum idos y autosuficientes. relacionaban sus m ilagros con el poder del de­
Lejos de ser relatos agradables, las parábolas m onio (Me 3,20-30 y par.) y con la magia. Jesús
de Jesús fueron a veces violentos ataques ver­ y sus discípulos, evidentemente, los ponían en
bales a todo el m undo religioso que su audito­ relación con el Espíritu de Dios (Me 3,29-30;
rio hab ía asum ido. Prom etían u n cam bio ra ­ M t 12,28). B ultm ann y otros exegetas descarta­
dical de valores, abriendo paso a u n m undo b an los milagros en cuanto los consideraban
nuevo, u n a revolución provocada p o r Dios y m eros hechos propagandísticos inventados en
no p o r los seres hum anos. Las parábolas, des­ u n m undo que esperaba prodigios p o r parte de
de luego, no hablaban sim plem ente de este los personajes religiosos. Pero, como N. Perrin
m undo nuevo del reino, sino que com unica­ h a señalado, los prim eros críticos de las for­
ban ya algo de él a quienes se abrían al reto m as estaban equivocados al atribuir los exor­
que suponían y en trab an en el m ensaje de las cismos y curaciones a u n a etapa tardía de la
parábolas de Jesús. E sta «vuelta» o conversión tradición. N ada es más cierto sobre Jesús que
en la vida de las personas era conflictiva, pero el que fuera considerado por sus contem porá­
tam bién salvífica. De este m odo las m ism as neos como exorcista y sanador. Cuando se cae
parábolas eran p arte del d ram a escatológico en la seducción de suponer paralelos paganos
(-* Pensam iento del NT, 81:64-66). (p.ej., Apolonio de Tiana), se puede perder de
vista el contexto general de los m ilagros de Je­
19 (IV) H ech os de Jesús. sús dentro de su vida judía y enseñanza esca­
(A) C om unidad de m esa. La propia vida tológica (peligro que se da en los enfoques de
de Jesús puso en práctica la aceptación am o­ M. Sm ith y Petzke). Los m ilagros de Jesús no
rosa de u n Dios que acoge a los pecadores. Je­ eran sim plem ente hechos benévolos respecto a
sús gustaba de tra ta r y com er con los m argi­ personas que necesitaban ayuda; eran formas
nados desde el pun to de vista religioso de su concretas de proclam ar y realizar el triunfo de
tiem po, los «publícanos y pecadores» (que no Dios sobre los poderes del m al en la hora final.
hay que confundir con los ‘am m é h a ’üres, la E ran signos y realizaciones parciales de lo que
gente corriente, otro auditorio que Jesús culti­ estaba a punto de suceder por completo en el
[78:21-23] HECHOS, ENSEÑANZA MORAL Y LEY 1085

reino. Con todo, los com entaristas, que acep­ fuente de todas las acciones. Algunas veces es­
tan esta form a de ver las cosas, a m enudo in ­ ta radicalización sim plem ente profundizaba o
ten tan explicar los exorcismos y las curaciones am pliaba el talante de la ley (p.ej., la ecuación
en térm inos de sugestión psicológica y descar­ de los insultos con el asesinato o de los pen sa­
tan los m ilagros de la naturaleza, m ucho m e­ m ientos im puros con el adulterio, Mt 5,21-
nos susceptibles de explicación. E sta postura 22.27-28). E n otras ocasiones tal radicaliza­
se basa, no en exégesis histórica, sino en u n a ción llegaba hasta corregir la letra de la ley
priori filosófico acerca de lo que Dios puede y (prohibición del divorcio, Le 16,18; prohibi­
no puede hacer en este m undo, u n a priori ra ­ ción de los juram entos, M t 5,32) y quizás ta m ­
ram ente -si es alguna vez- defendido con lógi­ bién a la elim inación de las leyes alim entarias
ca rigurosa. E n lugar de ello se apela al «hom­ (Mt 7,15; cf. J. Lam brecht, ETL 53 [1977] 25-
bre m oderno», que se parece dem asiado al 82). Lo notable en este punto es que Jesús no
hom bre de la Ilustración del s. XVIII. fundam entaba sus sorprendentes m andatos y
(-► Pensamiento del NT, 81:89; también Hollen- enseñanzas con la fórm ula em pleada por los
bach, P., JAAR 49 [1981] 567-88. Petzke, G., Die Tra- profetas del AT que daba valor a sus palabras
ditionen iiber Apollonins von Tyana und das Neue Tes- («la palabra del Señor m e vino, diciendo...») o
tament [Leiden 1970]; NTS 22 [1975-76] 180-204.) en las apelaciones de los escribas a au to rid a­
des anteriores («El R abí X dijo en nom bre del
21 (C) Coherencia de palabras y h e­ R abí Y») o en argum entos retorcidos basados
chos. M etodológicam ente es incorrecto plan­ en u n a serie de textos escriturísticos. Jesús
tear u n a alternativa y centrarse principalm en­ p retendía conocer directa, intuitivam ente y
te en la enseñanza (B ultm ann) o en los hechos sin los m edios norm ales que m ediaban la a u ­
(M. Sm ith, Sanders) de Jesús. Ambas cosas for­ toridad, lo que era la voluntad de Dios en una
m an u n todo orgánico, de tal form a que una d ete rm in ad a situación, p reten sió n que se
parte del m ism o no se puede sim plem ente de­ resu m ía en su solem ne form ulación «en ver­
ducir de la otra. Tomadas conjuntam ente, las dad (“am en") os digo». E sta form a de hablar
palabras y obras de Jesús afirm aban que el rei­ («amen» no como respuesta sino com o in tro ­
no era en cierto sentido tanto futuro com o ac­ ducción a una nueva afirm ación) era caracte­
tualm ente presente en el m inisterio del propio rística de Jesús y no parece que antes de él h a ­
Jesús y por medio de él. Los dichos de Jesús re­ ya sido corriente, aunque posteriorm ente se
feridos al futuro no pueden elim inarse del to­ im itó en la tradición evangélica y los m ism os
do, como tam poco los que anuncian un a salva­ evangelistas la em pleasen (J. Jerem ías, ZN W
ción ya presente pueden evaporarse en una 64 [1973] 122-23; en contra K. Berger, Die
filosofía existencial y atem poral (así acertada­ Amen-Worte Jesu [Berlín 1970] y V. Hasler,
m ente Sanders [ANRW 11/25.1,419], quien, sin Am en [Zúrich 1969]).
embargo, rebaja la presencia de la salvación en (Banks, R., Jesu and the Law in the Synoptic Tra-
el m inisterio de Jesús). Aunque Jesús utilizó dition [Nueva York 1975]. Berger, K. Die Gesetze-
eclécticam ente las im ágenes apocalípticas, sauslegung Jesu I [Neukirchen 1972], Davies, W. D.,
nunca ofreció u n calendario exacto para el d ra­ The Setting o f the Sermón o f the Mount [Cambridge
m a escatológico. No fue u n apocalíptico com ­ 1966], Dupont, J., Les Beatitudes [3 vols., París 1969-
pleto, presentando u n guión y u n a cosmología 73]. Gundry, R., The Sennon o f the Mount [Waco
detallados. Jesús afirm ó que ignoraba el tiem ­ 1982]. Hoffmann, P. y V. Eid, Jesu von Nazareth und
po del juicio final (Me 13,21 y par.), u n dicho chñstiliche Moral [QD 66, Friburgo 1975]. Hübner,
difícil de descartar com o expresión de la fe de H., Das Gesetz in der synoptischen Tradition [Witten
1973], Kertelge, K. [ed.], Ethik im Neuen Testament
la Iglesia en su Señor resucitado (->-35 infra). [QD 102, Friburgo 1984], Meier, J., Law and History
in Matthew’s Gospel [Roma 1978]. Moo, D., «Jesús
22 (V) E nseñanza m oral y ley. and the Authority of the Mosaic Law», JSNT 20
(A) R adicalización de la ley. A la luz del [1981] 3-49. Piper, J., «Love Your Enemies» [Cam­
juicio inm inente y del ofrecim iento divino de bridge 1979].)
perdón y salvación en esta h o ra final, Jesús
especificó cóm o deberían vivir los que expe­ 23 (B) Amor sin lím ites y com pasión.
rim entaban la conversión. Jesús el judío acep­ Jesús destacó positivam ente el am or sin lím i­
tab a básicam ente la ley m osaica com o volun­ tes a Dios y al prójim o (Me 12,38-34 y par.; Le
tad de Dios, pero rechazó toda fragm entación 10,25-37; M t 5,38-42; 7,12 y par.) así como el
casuística de esta voluntad en innum erables am or a los enemigos (Le 6,27-28.32-36 y par.;
m andam ientos dim inutos y observancias ri­ cf. R. Fuller [ed.], Essays on the Love Com-
tuales. U tilizando la idea apocalíptica de que m andm ent [Filadelfia 1978]). R ealm ente la p a­
el tiem po final corresponde al prim ordial, Je­ labra «amor» no aparece frecuentem ente en
sús intentó radicalizar la ley apelando a la vo­ los dichos auténticos de Jesús, pero, si se m i­
lu n tad de Dios en la creación y a su intención ran en conjunto todos los dichos que tratan de
original al prom ulgarla. Al m ism o tiem po, Je­ la m isericordia, com pasión, perdón y pareci­
sús p ro cu rab a in terio rizar esta m ism a ley lle­ das obligaciones respecto a los dem ás, el re ­
gando al corazón h um ano p a ra purificar la sultado presenta a u n Jesús que acentúa la n e­
1086 JESÚS [78:24-26]

cesidad de ser com pasivo ilim itadam ente y de lución es un erróneo intento de hacerlo «rele­
u n am o r sin fronteras. E stas fuertes exigen­ vante» p ara los actuales m ovim ientos de libe­
cias m orales tenían sentido y eran posibles só­ ración (cf. M. Hengel, Victory and Violence [Fi-
lo en el contexto del m ensaje escatológico que ladelfia 1977] 15-22; E. Bam m el y C. F. D.
Jesús p roclam aba y de la realidad escatológica Moule [eds.], Jesús and the Politics o f His Day
que él pretendía hacer presente. Estos m anda­ [Cam bridge 1985]. E n contra, J. L. Segundo,
tos sólo eran factibles p a ra quienes h abían ex­ The Historical Jesús o f the Synoptics [Maryk-
perim entado a través de Jesús el compasivo noll 1985]; J. Sobrino, Jesús en América Latina
perdón de Dios y su aceptación incondicional. [Santander 1982]).
Si la religión era u n a cuestión de gracia, la éti­
ca se convertía en cuestión de gratitud. E sta 25 (VI) Los discípulos de Jesús y su m i­
sión.
m oralidad era escatológica no en el sentido de
que su validez dependiese de que uno pensase (A) Seguim iento literal. Algunas personas
que h abía sólo u n corto tiem po antes del fin aceptaron de una m anera fuerte y literal el
del m undo (la ética ad interim de A. Schweit- m ensaje de Jesús sobre el Reino y el desafío que
zer), sino en el de que el reino futuro ya había presentaba, de tal m anera que abandonaron
penetrado en la vida de los que aceptaban la sus fam ñias y su vida ordinaria para ir con Je­
buena noticia de su advenim iento y la tra n s­ sús, recibir su enseñanza de form a m ás detalla­
form aba. De este m odo el reino futuro, pero ya da, asistirle en sus necesidades y com partir su
presente, y los m ilagros com o signos del poder m inisterio. Al m enos algunos de ellos fueron
y presencia del reino y la m oralidad escatoló­ llamados directam ente por Jesús p ara hacer es­
gica constituían u n todo coherente. R ebajar la to (Me 1,16-20 y par.; 2,14; M t 9,18-22 y par.; Jn
enseñanza m oral de Jesús o separarla de su 1,43). Resulta notable la radical advertencia:
«dejad que los m uertos entierren a sus m uer­
actividad taum atúrgica hace violencia al con­
tos» (Mt 8,21-22 y par.), que no tiene paralelos
ju n to significativo que era el m inisterio de Je­
sús (en contra Sm ith, Magician). en el judaism o de tiem pos de Jesús y es otro
ejemplo de la llam ada de Jesús a ir contra algu­
24 (C) Jesús y lo s grupos judíos. Res­ nos m andatos de la ley por causa del reino. De
pecto a la actitud de Jesús frente a la ley se m odo parecido, el que el m aestro iniciase el lla­
han hecho intentos de identificar a Jesús p rác­ m am iento y vinculase perm anentem ente a sus
ticam ente con todos los m ovim ientos del ju ­ discípulos con su propia persona era contrario
daism o contem poráneo (-* H istoria, 75:145- a la ordinaria práctica rabínica, aunque pueden
51). Diversos autores lo h an identificado como encontrarse algunos paralelos parciales entre
fariseo (una veces seguidor de Sam m ai y otras los filósofos (p.ej., los cínicos) del am biente gre­
de Hillel), com o «fariseo no conform ista» afín corrom ano (cf. Hengel, Charismatic Leader 50-
a los hasidim (Wilcox, «Jesús» 185) o como 57; V. Robbins, Jesús the Teacher [Filadelfia
convencido hillelita (H. Falk, Jesús the Phari- 1984] 75-123; M. Pesce, «Discepolato gesuano e
see [Nueva York 1985]). Otros autores lo iden­ discepolato rabbinico», AN RW 11/25.1,351-89).
tifican com o saduceo (por rechazar el valor Sorprendentem ente diferente fue tam bién la
norm ativo de la tradición oral farisea), como fluida relación de Jesús con las mujeres, el que
esenio (al reu n ir al verdadero Israel de la nue­ las aceptara en su com pañía durante sus viajes
va alianza en los últim os días) o com o revolu­ y que les enseñase (Le 8,1-3; 10,38-42; Jn 4,7-
cionario (con su proclam ación del final del or­ 42; 11,1-44; Me 15,40-41 y par.), prácticas tam ­
den presente y del triunfo de los pobres). La bién contrarias a las norm ales costum bres ra-
verdad es que el judío Jesús tenía puntos de bínicas.
contacto con casi todos los sectores del ju d ais­ 26 (B) Los D oce. Con varios de estos «se­
mo, pero no se le puede identificar con ningu­ guidores» literales Jesús form ó un grupo más
no de ellos, porque im aginaba p a ra Israel u n a íntim o llam ado «los Doce» (-►Pensam iento del
situación totalm ente nueva. E sa situación, la NT, 81:137-48). Aunque los nom bres en las
llegada del Reino, explica el hecho de que Je­ listas neotestam entarias varían ligeramente,
sús no afrontase la m ayoría de las candentes los m iem bros m ás destacados son siem pre los
cuestiones políticas y sociales del m om ento y mismos: Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Ju­
no tom ase postura ante ellas. No se propuso la das Iscariote. El que se recuerde al traidor co­
reform a de la sociedad contem poránea; an u n ­ m o uno de los Doce (una verdad em barazosa
ciaba su final. Sin em bargo, su praxis «libera­ que hubo de explicarse m ediante u n a apela­
dora» frente a la ley y a los m arginados desde ción apologética a las profecías), así como el
el pun to de vista religioso no podía sino tener hecho de que los Doce desaparecieran muy
ciertas im plicaciones sociales. A diferencia de pronto en la vida de la Iglesia prim itiva, ha­
los revolucionarios, p o r ejemplo, Jesús ense­ blan en favor de la hipótesis de que fueron una
ñaba el am o r a los enem igos y no denunció el institución creada por el Jesús histórico en lu­
pago de im puestos a Rom a. Ese ejemplo, di­ gar de ser una proyección en la vida del mis­
cho sea de paso, m uestra que describir a Jesús m o Jesús de estructuras eclesiales posteriores.
com o nacionalista o sim patizante con la revo­ Esta elección de exactam ente doce hombres
[78:27-29] SU IDENTIDAD 1087

sim bolizaba su m isión de reu n ir y reconstituir 28 (D) Jesús y lo s gen tiles. El hecho de
las doce tribus de Israel en el tiem po ñnal, que Jesús considerase su m isión en térm inos
cum pliendo de este m odo las esperanzas de de congregar a Israel explica p o r qué no em ­
los profetas y de la apocalíptica del AT (Le prendió ninguna m isión program ática hacia
22,29-30 y par. Cf. Lohfink, Jesús 7-73). Hay gentiles o sam aritanos. Sin em bargo, no evitó
que señalar que Jesús no sim bolizó este Israel todos los contactos con esos grupos y, a veces,
restaurado seleccionando once hom bres y po­ estaba dispuesto a realizar exorcism os o m ila­
niéndose él m ism o com o duodécim o m iem bro gros en su favor (Me 5,1-20 y par.; M t 8,5-13 y
del grupo. E n cierto sentido Jesús estaba por par.; Le 17,11-19). E n sus ayes sobre las ciuda­
encim a de este núcleo que iba creando. No fue des de Galilea que no habían creído, Jesús di­
la intención de Jesús fun d ar u n a nueva secta ce que la suerte de los gentiles el día del juicio
separada de Israel. Más bien intentaba hacer será m ejor que la del Israel no creyente (Mt
de su círculo de discípulos el m odelo, núcleo o 11,21-24 y par.). De hecho, en la gran transfor­
realización concreta de aquello a que llam aba m ación escatológica los gentiles serán acep­
a todo Israel: ser el pueblo de Dios restaurado tados en el gran banquete final ju n to con los
en los últim os días. E n este contexto tiene p er­ patriarcas, m ientras que los israelitas no cre­
fecto sentido que Jesús enviase a sus discípu­ yentes serán echados fuera (Le 13,28-30 y
los a u n a m isión lim itada a sus com patriotas par.). E n la enseñanza de Jesús no queda claro
de Israel, lo que está atestiguado tanto por cómo serán incluidos los gentiles en el plan
M arcos com o p o r Q (Me 6,7-13; Le 9,1-6; 10,1- salvador de Dios. Quizás pensaba en térm inos
16 y par.). Pese a las m odernas teorizaciones, de la peregrinación de las naciones al m onte
no hay contradicción alguna entre la perspec­ Sión en los últim os días, tal com o estaba p ro ­
tiva escatológica de Jesús y el encargo de fun­ fetizado en Is 2,1-4 (cf. J. Jerem ias, Jesús' Pro­
ciones específicas a algunos de sus seguidores mise to the Nations [SBT 24, Londres 1967]).
para renovar Israel. Véase, p o r ejemplo, la de­
tallada organización y, a la vez, las ideas apo­ 29 (VII) La identidad de Jesús.
calípticas de la com unidad ju d ía de Qum rán. (A) El problem a. El punto central y decisi­
vo del m ensaje y m inisterio de Jesús era la ve­
27 (C) El círculo m ás am plio. No todos nida del reino de Dios, el triunfo del Padre en
los que aceptaron el m ensaje de Jesús se com ­ m isericordia y juicio, y la reunión del pueblo
prom etieron al discipulado literal de seguir al de Dios en el tiem po final. Con otras palabras,
Jesús itinerante en sus desplazam ientos. Co­ Jesús estaba totalm ente orientado hacia fuera
nocem os discípulos o sim patizantes que con­ de sí mismo; no se hacía el objeto directo de su
servaron sus form as ordinarias de vida a la vez anuncio. Jesús tenía una teo-logía directa (Dios
que ponían en práctica tal m ensaje en su exis­ como objeto de su predicación), que im plicaba
tencia cotidiana y p restab an apoyo al m ism o u n a cristo-logia indirecta o im plícita (Jesús co­
Jesús (Le 10,38-42; Me 14,3-9 y par.; 14,12-16 m o enviado final de Dios). Por ello la identidad
y par.). Estos dos últim os textos nos recuerdan de Jesús estaba plenam ente integrada en su
que Jesús podía contar con discípulos en Jeru- m isión y definida por ella. No da ninguna señal
salén y sus proxim idades p ara que le hospeda­ de sufrir crisis de identidad o urgente necesi­
sen, un pun to que confirm a la presentación dad de definirse a sí mismo. Parece haber esta­
que Ju a n hace de las diversas visitas de Jesús do totalm ente seguro de quién era.
a Jerusalén a lo largo de u n m inisterio de va­ D esgraciadam ente nadie m ás lo estaba. Co­
rios años. (Supuesto el deseo de Jesús de reu ­ m o m uestran el conjunto del NT, Flavio Josefo,
n ir a todo el pueblo de Dios, h ubiera sido cier­ los escritos rabínicos y la literatura pagana, sus
tam ente extraño que no visitase a m enudo la am igos y enemigos intentaban com prenderlo
capital de la nación.) La existencia de estos usando diversas categorías y títulos, pero sin
discípulos tam bién ayuda a explicar la rapidez conseguirlo satisfactoriam ente. La razón de es­
con que el centro de la dirección de la iglesia ta confusión radica en la paradoja fundam en­
se desplazase a Jerusalén después de la Pascua tal que Jesús representaba para ellos. Aunque
y el carácter especial de la tradición joánica él m ism o raras veces habló de su condición,
(cf. O. Cullm ann, The Johannine Circle [Fila- im plícitam ente se presentaba com o la figura
delfia 1976]; R. E. Brown, La com unidad del clave en el dram a escatológico que anunciaba
discípulo amado [S alam anca 1983]). La p re­ e iniciaba. Por medio de su predicación y cu­
sentación de M arcos de u n m inisterio sola­ raciones el Reino estaba irrum piendo ya aho­
m ente en Galilea y alrededores, con u n a única ra. Sus oyentes serían juzgados el últim o día
visita a Jerusalén al final del m ism o, es u n a según como hubiesen reaccionado ante las p a ­
construcción del evangelista, a m enudo acep­ labras de Jesús en el actual m om ento de deci­
tada sin crítica p o r p arte de los investigadores. sión (Mt 7,24-27 y par.; Le 9,26 y par.). Fuera
M ás aún, Ju an tam bién puede estar en lo cier­ que Jesús hablase de sí m ism o como el juez del
to al suponer que el m inisterio de Jesús duró, día final o no, ciertam ente hablaba y actuaba
al m enos, dos o tres años (cf. la Pascua en Jn desde la presunción de que él sería el criterio
2,13; 6,4 y 12,1). em pleado para el juicio final. Este m ero hecho
1088 JESÚS [78:30-33]

im plicaba un a pretensión enorm e de tener una térm ino Abba en oraciones dirigidas a Dios.
condición y papel únicos en la cum bre de la No sabem os prácticam ente nada de la piedad
historia de Israel. ¿Cómo insinuó Jesús, más con­ popular privada de los judíos galileos del s. I
cretam ente, este papel, si es que lo hizo real­ d.C. que hablaban aram eo y un paralelo p ar­
m ente? Se pueden adoptar algunos enfoques. cial al uso de Jesús puede encontrarse en una
30 (B) D ios com o Padre. M uchos auto­ fuente rabínica m ucho m ás reciente (cf. Ver­
res destacan la experiencia del Abba que tuvo mes, Jesús el judío). E n conjunto tenem os ra ­
Jesús com o la fuente principal de su m ensaje zones para afirm ar que el sorprendente uso de
y form a de vida (cf. R. Hamerton-Kelly, Conci- Abba p o r parte de Jesús expresaba realm ente
lium 143 [3,1981] 95-102; J. Jerem ías, Abba. El su íntim a experiencia de Dios com o su padre y
mensaje central del Nuevo Testamento [Sala­ que este uso produjo una du rad era im presión
m an ca 1983]; E. Schillebeeckx, Jesús. La his­ en sus discípulos. La especial relación con
toria de un viviente [M adrid 1981] 463-66). E s­ Dios com o Padre da unos contornos m ás defi­
te planteam iento subraya que Jesús tuvo una nidos al concepto de Jesús sobre sí m ism o. Pe­
p rofu n d a experiencia de Dios com o su propio ro una presentación de Jesús no debería ba­
padre. Se atrevía a dirigirse a El con la íntim a sarse sólo en este dato.
y a la vez respetuosa expresión ar. Abba («mi 32 (C) Categorías y títulos. ¿Podemos ser
propio padre querido»), u n uso religioso -e n algo m ás concretos en la ubicación de Jesús
cuanto podem os sa b e r- desconocido p o r los dentro de ciertas categorías religiosas de su
judíos piadosos y probablem ente ofensivo p a­ tiempo? ¿Empleó alguna vez categorías defini­
ra ellos. Un térm ino usado p a ra dirigirse a los das o títulos sobre sí mismo? Con un tanto de
padres hum anos no se u saba p a ra referirse a escepticismo algunos críticos preferirían evitar
Dios en la liturgia de la sinagoga. Jesús tam ­ la complicada cuestión de los títulos o relegarla
bién enseñó a sus discípulos a im itar su íntim a a un breve apéndice (Bomkamm, Jesús; San-
relación con Dios com o Abba. Desde esta total ders, Jesús and Judaism 324). Pero los muchos y
confianza en Dios com o Padre y el correspon­ complejos datos hacen difícil que la cuestión se
diente abandono en sus m anos surgían las sor­ despache tan fácilmente (para una visión gene­
prendentes praxis y enseñanza de Jesús. ral, cf. R. Leivestad, AN RW 11/25.1,220-64). Lo
31 Sin em bargo, se necesita prudencia en notable es que Jesús encaja en m uchas catego­
este p u n to (cf. Conzelm ann, Jesús 49-50; J. A. rías, pero en ninguna completa y exhaustivamen­
Fitzmyer, en A cause de VÉvangile [Fest. J. Du- te. Como dice Schweitzer (Jesús 13-51), Jesús es
pont, LD 123, París 1985] 15-38). Algunos tex­ «el hom bre que no encaja en ninguna fórmula»,
tos en que Jesús u sa «Padre» referido a Dios aunque m uchas fórmulas converjan en él. Ten­
dríam os que recordar que las expectativas esca-
probablem ente son secundarios, com o indica
la com paración de los paralelos y las tenden­ tológica judías del s. I eran m uy variadas y que
cias redaccionales (especialm ente de Me y Jn). ninguna presentación del enviado escatológico
Además, en los cuatro evangelios Abba apare­ de Dios era normativa. Ciertamente en algunos
grupos no se esperaba ningún enviado.
ce sólo en Me 14,36 (donde Jesús está solo),
que p o d ría explicarse com o u n a proyección de 33 (a) Profeta. L o m ínim o que se puede
la práctica de los prim eros cristianos (Gál 4,6; decir es que Jesús actuó com o u n profeta. No
Rom 8,15). Con todo, el uso de la im agen de fue en m odo alguno el único judío palestinen-
padre p o r parte de Jesús goza de m uchas con­ se que asum ió ese papel en los tiem pos de al­
firm aciones (Me, Q, tradiciones propias de Mt rededor del cam bio de eras, tal com o m uestra
y Le, y Jn). Es m uy coherente con el resto de Flavio Josefo (Vermes, Jesús el judío). Pero Je­
la enseñanza y p ráctica de Jesús. La «oración sús fue m ás lejos; se com portaba como un
del Padre» de Le 11,2-4 se considera b astante profeta escatológico, anim ado p o r el espíritu
próxim a al tipo de oración que Jesús enseñó a de Dios p ara anunciar a Israel su ú ltim a opor­
sus discípulos. El especial uso del gr. ho patér tunidad de arrepentim iento. A unque el con­
(nom inativo con artículo definido) com o voca­ cepto de el profeta escatológico puede no h a­
tivo probablem ente refleja la form a enfática ber estado m uy difundido en el judaism o del
ar. Abba (así en Me 14,36). Y todavía más, di­ tiem po (R. Horsley, CBQ 47 [1985] 435-63), al­
chos considerados auténticos p o r otros m oti­ guna figura sem ejante aparece en los escritos
vos (p.ej., Le 22,29-30; -*-26 supra) p resentan a de Q um rán y se presupone en Jn 6,14. En
Jesús hablando de «mi Padre». A la luz de to ­ cuanto al título, Jesús se refiere a sí m ism o co­
do ello la historia de la tradición de Abba va mo profeta sólo de m odo indirecto y especial­
m ás probablem ente desde el Jesús histórico al m ente en contextos de rechazo (Me 6,4 y par.;
uso cristiano, cuyos ecos encontram os en Pa­ Le 4,24; Jn 4,44; Le 13,33; 13,34-35 y par.; 11,32).
blo, que al contrario. Dicho de otro modo, te n ­ Puesto que en su tiem po se daba u n a crecien­
dríam os que inventar otro origen p ara el uso te teología judía sobre profetas rechazados y
cristiano de Abba, ignorando el m ás fácil. Es m artirizados, la im plícita asunción p o r Jesús
prudente, sin em bargo, evitar la pretensión de de u n papel profético tenía consecuencias
que ningún otro judío h ubiera usado nun ca el p ara su posible destino. Sin em bargo, profeta
[78:34-37] CATEGORÍAS Y TÍTULOS 1089

es u n a categoría inadecuada p a ra explicar to ­ co o escatológico es descartada frecuentem ente


do el fenóm eno de Jesús (así Sm ith, Magician diciendo que Hijo de Dios no era un título m e­
158-64). siánico en tiempos de Jesús. Puede ser. Sin em­
bargo, el fragm ento 4QpsDan Aa de Q um rán
34 (b) M esías. El título y la im agen de
habla en un contexto escatológico de u n a m is­
Mesías son especialm ente difíciles de estudiar
teriosa figura real como del Hijo de Dios e Hijo
porque no h abía u n único concepto de lo que
del Altísimo (cf. Le 1,32.35; J. Fitzmyer, JBL
tendría que ser el Mesías. Ciertam ente algunas
[1980] 14-15). Desde luego hay m uy pocas po­
expectativas escatológicas judías prescindían
sibilidades de que algunos «dichos del Hijo» se
totalm ente de todo Mesías; la palabra signifi­
rem onten hasta el Jesús histórico. Sin em bar­
ca sólo «el ungido». E n el AT los sacerdotes y,
go, Me 13,32 es una excepción. Probablem ente
algunas veces, los profetas eran ungidos al
la iglesia no hubiera creado u n dicho que resal­
igual que lo eran los reyes; p o r ello «mesías»
ta la ignorancia de su Señor resucitado acerca
no necesariam ente significa u n hijo real de
del tiem po de su propia parusía, ni se hubiera
David. Q um rán esperaba un Mesías sacerdotal
salido de su norm a de insertar el título de Hijo
de Aarón y u n Mesías real de Israel, así como
exaltado en un dicho auténtico de Jesús que
tam bién u n profeta escatológico (-►Apócrifos,
destacaba su ignorancia. Sin embargo, el punto
67:114-17). Si Jesús se consideraba el profeta
no está claram ente definido, porque la Iglesia
escatológico ungido p o r el E spíritu, tal como
podría haber introducido el título a m anera de
estaba profetizado en Is 61,1-3 (cf. Le 4,16-21;
com pensación para equilibrar la afirm ación
7,22 y par.), en ese sentido sería u n Mesías, el
de tal ignorancia. (Con todo, una solución m u­
Mesías profético o el profeta m esiánico de los
cho m ás sencilla habría sido suprim ir el difícil
últim os tiem pos. No hay pruebas de que Jesús
logion. La introducción del título de Hijo frente
se presentase directam ente com o Mesías en el
al Padre únicam ente hubiera agudizado el pro­
sentido real davídico, ni tam poco prueba algu­
blema.) A la luz del empleo de Abba p ara hablar
n a de que clara o categóricam ente rechazase
de Dios, Jesús podría haber aludido en ocasio­
ese título. Cuando Pedro confesó a Jesús como
nes a sí m ism o como al Hijo, precisam ente en
Mesías (Me 8,29; Le 9,20; com párese con Mt
referencia a la futura consumación.
16,16-19), Jesús reaccionó con gran reserva
(conservada tam bién M t 16,20). A veces perso­ 36 Otro candidato a «dicho de Hijo» au ­
nas de fuera quizás pueden haberse dirigido a téntico es el texto de la parábola de los malos
Jesús com o «Hijo de David» o haber hablado viñadores (Me 12,1-12 y par.). Debajo de los
de él com o tal (Me 10,47), pero Jesús no asu ­ grandes elem entos redaccionales se pueden
mió directam ente el título (cf. sin em bargo la distinguir los rasgos de u n a parábola que aca­
posible velada referencia en Me 12,35-37 y b a sim plem ente con la m uerte del hijo, sin
par.). A pesar de la reserva de Jesús, sus discí­ ninguna indicación de transform ación, vindi­
pulos, ya d urante su vida terrena, parecen h a­ cación o resurrección (así J. Jerem ías, Las pa­
ber considerado a su m aestro com o Mesías rábolas de Jesús [Estella 1991]). Una parábola
davídico en algún sentido. E n caso contrario de estas características sería u n a extraña in­
no tiene sentido la tem p ran a identificación vención de la Iglesia pospascual, pero resulta­
pospascual de Jesús con el M esías davídico ría perfectam ente com prensible en la boca de
entronizado en la resurrección (Rom 1,3-4); Jesús cuando se enfrentaba con sus adversa­
H ch 2,36; 2 Tim 2,8). Decir que la resurrección rios en su últim a estancia en Jerusalén. El h i­
fue la causa de que los discípulos llam asen jo de la parábola está m uy en la línea de los
Mesías a Jesús no explica nada, puesto que, en profetas rechazados y m artirizados. P o r ello el
aquel tiem po, no hab ía un a creencia ju d ía di­ m ensaje encaja en la visión que Jesús tenía so­
fundida respecto a u n M esías davídico terreno bre sí m ism o como profeta escatológico. La
que hubiera de m o rir y resucitar de nuevo idea de que el hijo es el últim o en la serie de
dentro del curso de la historia. La resurrec­ los profetas tam bién sirve p ara recordarnos
ción pudo funcionar de catalizador y ser in ter­ que, si Jesús se aplicó el título de «Hijo», hay
p retad a com o entronización del Hijo de David que entenderlo en un sentido funcional e his-
solam ente si los discípulos ya albergaban la tórico-salvífico y no en el ontológico, sobre el
idea de Jesús com o Mesías davídico. El que las que insistieron las posteriores controversias
acciones y pretensiones de Jesús fueron in ter­ patrísticas. Ciertam ente Vermes (Jesús el ju ­
pretadas en algún sentido real m esiánico h as­ dío) considera posible que Jesús fuera llam ado
ta p o r sus adversarios d u ran te su vida queda Hijo de Dios durante su vida en u n «sentido
confirm ado p o r la acusación que le hicieron judío» (piadoso hacedor de m ilagros y exor-
ante Pilato de ser «Rey de los Judíos» (cf. N. cista). M. Hengel {El Hijo de Dios [Salam anca
Dahl, The Crucified Messiah and Other Essays 1978] rechaza con fuerza la idea de que el tí­
[M inneápolis 1974]). tulo llegara al cristianism o procedente de reli­
giones paganas.
35 (c) E l H ijo o H ijo de D ios. La posibili­
dad de que Jesús hablase de sí m ism o como el 37 Otro tercer candidato -a u n q u e m uy
Hijo o el Hijo de Dios en u n contexto m esiáni­ discutido- a «dicho de Hijo» auténtico es Mt
1090 JESÚS [78:38-40]

11,27 y par., en el que Jesús pretende un cono­ 99; B. Lindars, Jesús Son o f Man [G rand Ra-
cim iento m utuo y exclusivo entre el Padre y él pids 1983]; P. Casey, ExpTim 96 [1985] 233-36).
m ism o, el Hijo. La am algam a de motivos sa­ La Iglesia primitiva, en ese caso, hab ría inter­
pienciales y apocalípticos en este versículo no pretado esta expresión como un título referido
es im posible en boca de Jesús, quien se p re­ a Jesús en la parusía.
senta aquí m ás com o m ediador que com o ob­
jeto de revelación. El dicho se conservó en Q, 39 Sin embargo, existen dificultades. Si,
pero esta fuente no habla de Jesús com o «del como se supone corrientem ente hoy en día (en
Hijo» en ninguna o tra parte. Ciertam ente este contra A. Higgins), Hijo del hom bre no existía
dicho absoluto («el Hijo, en cuanto opuesto a como título en el judaism o antes del tiem po de
«mi Hijo» o «Hijo de Dios») aparece sólo en Jesús y de la Iglesia primitiva, ¿qué fue lo que
tres casos aislados (Mt 11,27 y par.; Me 13,32 im pulsó a la Iglesia a inventar este título y apli­
y par.; M t 28,19). Además este uso absoluto carlo a Jesús? ¿Por qué aparece en el NT casi
puede ap u n tar m ás bien en la dirección de H i­ exclusivamente en boca de Jesús? ¿Por qué es­
jo del hom bre que de Hijo de Dios. Sin em ­ tá representado en m uchos diferentes estratos
bargo, en opinión de m uchos críticos, el con­ de la tradición evangélica (triple, doble, tradi­
tenido conceptual de M t 11,27, afín, com o es, ciones propias de Mateo, de Lucas y de Juan).
a M t 16,17-19, encaja m ejor en u n a situación ¿Por qué los dichos del Hijo del hom bre autén­
pospascual que en la boca del Jesús histórico. ticos no hacen distinción entre resurrección
y parusía? Y, m ás concretam ente, ¿por qué la
38 (d) E l H ijo del hombre. El título (o de­ creencia en el Hijo del hom bre nunca aparece
signación) m ás discutido y com plicado aplica­ en las afirm aciones de fe primitivas, en las fór­
do a Jesús es «Hijo del Hombre» (en aram eo m ulas litúrgicas y en los resúm enes de la predi­
bar (’e) nasa). Las cuestiones sobre si el Jesús cación cristiana? Ningún otro título aplicado a
histórico empleó el título y, si lo hizo, en qué Jesús por la Iglesia prim itiva tiene una historia
sentido lo usó, h an recibido todas las respues­ de tradición tan extraña. Las respuestas sugeri­
tas im aginables (cf. W. G. Kümmel, TRu 45 das por W. Walker no responden enteram ente a
[1980] 50-84; C. C. Caragounis, The Son ofMan estas objeciones.
[WUNT 39, Tubinga 1986]). Algunos defienden Por ello parece probable que la peculiar ex­
que Jesús em pleó Hijo del hom bre en los tres presión Hijo del hom bre se rem onte de algún
sentidos que se encuentran en los Sinópticos: m odo hasta Jesús, aunque m ás tarde haya si­
m inisterio terreno, m uerte-resurrección, exal­ do desarrollada grandem ente por la Iglesia. El
tación futu ra o juicio venidero (así O. Cull- problem a con la explicación de que Jesús usa­
m ann, Cristología del Nuevo Testamento [Sala­ ba la expresión en el sentido de «yo» o de «un
m anca 1998]; S. Kim, The «Son o f Man» as the hom bre en m i situación» es que carecem os de
Son o f God [WUNT 30, Tubinga 1983]; m ás pruebas de que bar (’e) nasa tuviera este sig­
cautelosam ente Schweizer, Jesús 19-21). Otros nificado en tiem pos de Jesús (Fitzmyer, WA
aceptan com o auténticos sólo uno o dos de es­ 143-60; J. Donahue, CBQ 48 [1986] 484-98).
tos sentidos, p.ej. JNTT (257-99) acepta los di­ Tam bién resulta difícil introducir el sentido de
chos sobre la pasión y exaltación. A. Higgins «un hom bre en m i situación» en algunos de
CThe Son o f Man in the Teaching o f Jesús [Cam­ los dichos del Hijo del hom bre terreno, como,
bridge 1980]) acepta únicam ente los dichos re­ p or ejemplo, en la descripción paralela bi­
lativos al futuro, aunque, com o otros m uchos, m em bre de Ju an B autista y Jesús como los
adm ite que Jesús usó bar (’e) nasa en el senti­ dos m ensajeros finales de la sabiduría divina
do de «alguien», «alguno» o «un hom bre» refe­ enviados a Israel (Mt 11,18-19 y par.). En ese
rido a su presente condición terrena. R. Fuller texto Jesús es u n a figura específica, p o r lo que
(Thomist 1,26-32) y H. Tódt (The Son o f Man in no cuadra u n sentido genérico de Hijo del
the Synoptic Tradition [Londres 1965]) prefie­ hom bre. P or otra parte, tanto el menosprecio
ren la idea de que Jesús empleó la expresión hacia Jesús que aparece en el v. 19 como el re­
Hijo del hom bre cuando hablaba de alguna fi­ bajarlo a una condición m ás o m enos igual a
gura escatológica distinta de él m ism o. La ten ­ la de Ju an B autista hacen im probable que es­
dencia general hoy en día, sin em bargo, es con­ te dicho fuera creado por la Iglesia. ¿Por qué
siderar todos los dichos en que aparece el h ab ría insertado la Iglesia prim itiva un título
título Hijo del hom bre com o provenientes de la vinculado con la parusía en u n contexto en el
actividad m idrásica de la Iglesia prim itiva o de que Jesús es llam ado glotón y bebedor? Al pa­
la teología de los redactores (para una visión recer Jesús, que exponía parábolas, empleaba
general cf. W. Walker, CBQ 45 [1985] 584-607). la enigm ática designación de Hijo del hombre,
Una opinión interm edia adm ite que Jesús usó sem ejante a una parábola, p ara referirse a sí
Hijo del hom bre no com o título, sino como m ism o de form a paradójica com o al modesto
una expresión m odesta p ara referirse a sí m is­ y desacreditado m ensajero del poderoso reino
m o com o m iem bro de u n grupo m ayor o sim ­ de Dios.
plem ente como u n hom bre. (M atices diversos: 40 Es m ás difícil afirm ar que Jesús, te­
Vermes, Jesús el judío; Jesús and the World 89- niendo presente Dn 7,13-14 («uno com o un
[78:41-43] CATEGORÍAS Y TÍTULOS 1091

hijo de hom bre»), usase esta designación no se puede determ inar con certeza si provie­
p ara a lu d ir a su fu tu ra vindicación. Tal co­ nen del m ism o Jesús o de la Iglesia. Es dudo­
mo Tódt dice (Son o f Man 32-112), dichos como so que Jesús em please el título de Hijo del
Me 8,38 y par. y Le 12,8-9 p u ed en reflejar hom bre en relación con su m uerte inm inente
m uy prob ab lem en te au tén ticas afirm aciones (-* 45-50 infra). Es digno de m ención que las
escatológicas de Jesús. Lo que hace m ás difí­ tres predicciones del destino del Hijo del hom ­
cil la acep tació n de este sentido es la p reten ­ bre en Jn 3,14; 8,28 y 12,32-34 le presentan
sión de T ódt de que Jesús se está refiriendo a «levantado en alto», pero sin concretar m ás
o tra p erso n a cu an d o h ab la del Hijo del hom ­ los detalles de la m uerte.
bre. No p u ede p ro b arse que haya existido tal 42 (e) S eñor . N o hay problem a en adm i­
figura apocalíp tica en el pen sam ien to judío tir que a Jesús se le llam ó señor du ran te su vi­
a n terio r a los tiem p o s de Jesú s y el propio Je ­ da terrena, si se recuerda que el ar. mare, al
sús no ofrece n in g u n a indicación de que él se igual que el gr. kyrios, tenía u n a am plia gam a
considerase p re c u rso r de nad ie sino de Dios. de significados, desde el cortés «señor» hasta
Más aún, la escena del juicio final descrita en u n designación de Dios (Fitzmyer, WA 115-42;
estos dichos reú n e a todos los actores im p o r­ Vermes, Jesús el judío). Personas diversas que
tantes im plicados en el d ra m a apocalíptico: se encontraron con el Jesús histórico y le con­
Dios, ángeles, creyentes, incrédulos e Hijo sideraban m aestro, sanador, profeta escatoló-
del hom bre. C uriosam ente, Jesús, el a u té n ti­ gico o u n a persona m isteriosa que trascendía
co criterio del juicio, d estacaría p o r su au­ sus categorías bien pudieron dirigirse a él co­
sencia, a no ser que el Hijo del hom bre sea el m o mare'; sin em bargo, cada u n a de ellas po­
Jesús vindicado y exaltado. Jesús p o d ría h a ­ día expresar de ese m odo u n diferente grado
ber usad o el in trig an te títu lo del H ijo del de respeto. Por ello el título ofrecía u n vínculo
hom bre p a ra h a b la r de su p ro p ia y p arad ó ji­ entre el círculo de los discípulos en to m o al ra ­
ca situación: u n m odesto m ensajero cada vez bí Jesús y la com unidad pospascual que lo ve­
m ás rechazad o en el m om en to presente, pero n eraba com o su Señor.
que tiene su v indicación asegurada en el p ró ­
ximo futuro. É sta pued e ser la razó n de p o r 43 (f) H ombre santo carismático. O tra
qué Hijo del ho m b re no aparece en los di­ categoría relacionada con los títulos y desig­
chos del reino de Dios. Hijo del hom bre y re i­ naciones ya expuestas es la de santo judío,
no de Dios son dos «sím bolos alternativos y hasid o carism ático, conocida en Palestina h a­
en tensión» p a ra la m ism a p arad o ja del «ya cia los tiem pos de Jesús. Vermes (Jesús el ju­
pero todavía no». dío) señala que, ju nto a los escribas profesio­
nales y fariseos piadosos, existían hom bres
41 La presencia de «Hijo del hombre» en santos -e n algunos casos de G alilea- fam osos
las predicciones de la Pasión es más problem á­ p o r sus m ilagros o exorcismos. E ran produc­
tica. La falta de estas expresiones en Q y su dis­ tos de la religiosidad popular m ás que de la teo­
posición en Me 8,9 y 10, claram ente esquem a­ logía académ ica. E ntre ellos se cu enta Honi, el
tizada, pueden indicar que nos encontram os D ibujante de Círculos (s. I a.C.), que práctica­
aquí con u n uso secundario de Hijo del hom bre m ente obligaba a Dios a dar lluvia, im portu­
en la Iglesia prim itiva (así lo reconoce hasta el nándole com o u n hijo im p o rtu n a a su padre, y
conservador E. Stauffer, AN RW 11/25.1,96). En H anina ben Dosa (s. I d.C.), que podía cu rar a
particular, la larga predicción de Me 10,33-34 y distancia, expulsar dem onios y controlar la
par. parece u n resum en literario del relato de naturaleza, y que destacaba por su pobreza y
la Pasión que viene a continuación. Con m u ­ falta de interés en asuntos legales o rituales,
cha probabilidad, las afirm aciones de tipo teniéndolo m ás bien por cuestiones morales.
másal en Le 9,44 («el Hijo del hom bre será en­ Parece que había algunas tensiones entre estos
tregado en m anos de los hom bres»), Me 14,4 carism áticos, «hombres de obras» al estilo de
(«el Hijo del hom bre va a ser entregado en las Elias, con su piedad m uy individual, no con­
m anos de los pecadores») y Me 14,21 («el Hijo form ista, y el judaism o de los fariseos y rab i­
del hom bre se va com o está escrito, pero ¡ay nos. Sin em bargo, las pruebas acerca de estas
del hom bre p o r quien es entregado el Hijo del figuras carism áticas son posteriores, sacadas
hom bre!») son posiblem ente históricas. Estos de la M isná y el Talmud, p o r lo que su im por­
dichos no atribuyen n inguna signiñcación so- tan cia para u n tratam iento crítico del Jesús
teriológica a la m uerte de Jesús. Es sim ple­ histórico es problem ática. Al m enos nos re­
m ente parte de su m isión tal com o la h a que­ cuerdan que Jesús pudo reflejar u n tipo espe­
rido el Padre. P or o tra parte, adem ás, algunos cial de piedad popular, carism ática y galilea,
de esos dichos pueden reflejar u n juego de p a­ que inevitablem ente chocaría con las form as
labras en aram eo (Hijo del hom bre-hijos de del judaism o m ás institucional propio de Je-
los hom bres). Estos lacónicos logia se pueden rusalén (cf. S. Fryne, Galilee fo m i Alexander
considerar extensiones de los dichos del Hijo the Great to Hadrian [W ilmington 1980] 329-
del hom bre terreno que tienden a convertirse 34; Hengel, Charismatic Leader [-► 14 supra]
en predicciones explícitas de la Pasión. Pero 44: «escatológico carism ático»).
1092 JESÚS [78:44-46]

EL JESÚS DE LA HISTORIA: PASIÓN Y RESURRECCIÓN

44 (I) Ú ltim os días en Jerusalén. [Fest. H. Zim m erm ann, ed. J. Zmijewski, BBB
(A) Entrada triunfal. P urificación del 53, B onn 1980] 273-309) m antienen que pode­
Templo. m os saber algo sobre la actitud de Jesús y que
E n la prim avera del año 30 d.C. (o 33), Jesús esta actitud es significativa para la fe cristiana.
viajó p o r últim a vez con sus discípulos desde Esta últim a opinión parece m ás coherente con
Galilea a Jerusalén. Son problem áticos dos he­ los datos. E n prim er lugar, un principio gene­
chos relacionados con su llegada (entrada ral a priori: u n a persona m uere com o vive.
triunfal y purificación del Templo) y no todos Aunque pueda haber cam bios repentinos, lo
los autores aceptan su historicidad. Si, por de­ m ás ordinario es que la form a en que alguien
bajo de la entrada triunfal, hay algún aconteci­ m uere fluye de la form a de vivir y da razón de
m iento -p o r m odesto que fuera en realidad-, ella. El m ensaje y la práctica de Jesús consistió
parece que Jesús, cuando entró en la antigua en un radical am or a Dios y al prójim o y en un
capital de David, quiso hacer visible una p re­ hum ilde servicio y sacrificio en favor de los de­
tensión sim bólica a u n a condición mesiánica. más, aun de sus enemigos. Este m ensaje esta­
La purificación del Templo (atestiguada inde­ ba fundam entado en una total confianza y en­
pendientem ente por Juan, pero situada al co­ trega al Dios que venía a su reino com o Padre.
m ienzo del m inisterio) fue otra pretensión de Las acciones de Jesús, curar, hacer exorcismos,
autoridad, relacionada esta vez con la institu­ buscar la oveja perdida, com er con los pecado­
ción cúltica central de la religión judía. Aunque res, declarar perdonados los pecados, enseñar
el suceso pudo no h aber sido tan público y de a las m ultitudes y discutir con sus adversarios,
ta n gran alcance como lo describen los evange­ eran expresiones de este servicio de amor. Je­
lios, necesariam ente Jesús hubo de desafiar sús fue verdaderam ente el «hom bre para los
con él a la corrupta e im popular jerarquía de demás», y toda su vida interpreta su m uerte y
Jerusalén. Ciertam ente la «purificación» pudo viceversa.
no ser u n llam am iento a u n a reform a, sino más
bien un om inoso signo profético de que el Tem­ 46 Desde los datos que tenem os a poste-
plo actual estaba a pun to de ser destruido para riori, debem os preguntar: (a) ¿previo Jesús la
dar lugar a uno nuevo y perfecto. posibilidad de una m uerte violenta?, (b) y, si
Estas dos acciones simbólicas de Jesús el pro­ fue así, ¿cómo la entendió?
feta, acciones que recuerdan a los profetas del (a) A la vista de la creciente oposición con­
AT, pudieron ser las razones p o r las que la aris­ tra él, especialm ente entre los sacerdotes y
tocracia sacerdotal decidió atacar a Jesús du­ aristocracia laica de Jerusalén, Jesús habría si­
rante esta concreta visita a Jerusalén a diferen­ do excesivamente sim ple si no hubiera previs­
cia de sus precedentes estancias. Jesús habría to la posibilidad de u n a m uerte violenta du­
optado p o r llevar las cosas hasta el extremo, for­ ran te sus visitas de Pascua a la capital. Ya
zando a que la capital de Israel se decidiera a fa­ había signos negativos en el horizonte. Pese a
vor o en contra de él, profeta final de su historia. sus esfuerzos, ciudades enteras habían recha­
Sin embargo, interpretar estos dos sucesos co­ zado su m ensaje (Mt 11,20-24 y par.). Herodes
mo signos de la sim patía de Jesús por los revo­ Antipas, Poncio Pilato, el sum o sacerdote y el
lucionarios judíos es ir m ás allá de los datos. partido saduceo, los escribas y el movimiento
laico piadoso de los fariseos tenían diferentes
(Sobre la purificación del Templo, Catchpole, D., razones para oponerse a Jesús. Y, a diferencia
en Bammel and Moule, Jesu [-» 24 supra] 319-34. Je­ de los fariseos, los dem ás individuos o grupos
remías, J., «Zwei Miszellen», NTS 23 [1976-77] 177- tenían form as legales para desem barazarse de
80. Müller, K., «Jesús und die Sadduzáer», Biblische
Randbemerkungen [Fest. R. Schnackenburg, ed. H. él. Más aún, entre las grandes m ultitudes de la
Merklein y otros, Wurzburgo 1974] 3-24. Roloff, J., fiesta de la Pascua siem pre existía la posibili­
Das Kerygma 89-110. Sanders, Jesús and Judaism dad de un lincham iento o de un asesinato.
61-76. Schnackenburg, R., Schriften zun Neuen Tes- Más concretam ente, Jesús se consideraba el
tament [Múnich 1971] 155-76.) profeta escatológico, y la piedad judía veía cada
vez m ás a los profetas del AT como figuras re­
45 (B) Actitud de Jesús ante la m uerte. chazadas y, a m enudo, como m ártires (J. Jere­
En el contexto de los últim os días de Jesús en mías, Heiligengraber im Jesu Umwelt [Gotinga
Jerusalén surge la cuestión de cóm o concibió 1958] 61-63; O. Steck, Israel und das gewaltsam
Jesús su m uerte y se enfrentó a ella. Algunos Geschick der Propheten [Neukirchen 1967] 40-
autores dicen que Jesús no habló de su m uerte 58). Por lo tanto, Jesús tenía que contar con la
y que sim plem ente no sabem os si Jesús se de­ perspectiva del m artirio y con su significación.
rrum bó ante ella. Así Bultm an, Jesús 150-52, E ntre los judíos del s. I se pensaba que la san­
p ara quien esta cuestión no necesita preocupar gre de los m ártires tenía un poder expiatorio
al creyente. Otros (V. H ow ard, CBQ 39 [1977] para el Israel pecador (p.ej., 4 Mac 6,28-29;
515-26; X. Léon-Dufour, N R T 100 [1978] 802- 17,22). Más en concreto, el m artirio de Juan
21; H. S chürm ann en Begegnung m it dem Wort B autista a m anos de Herodes convertía esta
[78:47-51] PASIÓN Y MUERTE 1093

teología en u n a real posibilidad p ara Jesús. Pa­ rencia a los sufrim ientos de Jesús, la afirm a­
ra ir m ás allá de la m era posibilidad, sin em­ ción de la im potencia de Jesús p a ra conceder
bargo, hay que estudiar los dichos im portantes puestos en el reino y la am bigua presentación
que tienen visos de autenticidad. con la que se presenta a Santiago, el proto-
m ártir de los Doce, son argum entos a favor de
47 (b) ¿Dio Jesús indicaciones sobre cómo la historicidad.
entendía su posible m uerte? Especialm ente en (4) Pedro se rebela contra la idea del sufri­
este punto hay que guardarse de las profecías m iento de Jesús y éste tiene que reprenderle en
post eventum , proyectadas en la vida de Jesús. los m ás fuertes térm inos, «¡quítate de m i vista,
Consiguientemente, p o r razones m etodológi­ Satanás!» (Me 8,32-33 y par.). Esto, probable­
cas habría que excluir los dichos que contienen m ente, no es un dicho creado p o r la Iglesia
el título de Hijo del hom bre o u n a clara refe­ prim itiva.
rencia a la resurrección. Ello no equivale a de­
cir que esos dichos sean necesariam ente crea­ 50 Si se acepta la historicidad de algunos
ciones posteriores. La exclusión es u n método de estos dichos (tam bién la form a prim itiva de
para determ inar los dichos m ás fiables. Hay al­ la p arábola de los m alos viñadores [-► 36
gunos de estos dichos en los que Jesús habla en supra] y el lacónico dicho del Hijo del hom bre
térm inos generales de su m uerte futura y em ­ [-►41 supra]), Jesús contem pló el m artirio que
plea la im agen del profeta m artirizado o del el profeta final tenía que sufrir com o parte del
siervo de Dios, imágenes que encajan bien en la m isterioso plan de Dios p ara la salvación de
autocom prensión del Jesús histórico. Aunque Israel. N inguno de estos dichos, sin embargo,
estos dichos, estudiados m ás abajo, están dise­ da u n significado teológico m ás detallado a la
m inados en los evangelios a lo largo del m inis­ m uerte; no es sacrificio vicario, no se da unión
terio público, su lugar m ás adecuado -s i es que de m uerte y resurrección p ara fo rm ar el acon­
son auténticos- sería el enfrentam iento final de tecim iento apocalíptico, ni ciertam ente tam ­
Jesús con las autoridades en Jerusalén. (No hay poco contienen una idea explícita de vindica­
razón para pensar que Jesús esperaba u n final ción. P ara lograr m ás claridad sobre cómo
violento ya desde el com ienzo de su ministerio; Jesús puede haber com prendido su m uerte he­
así J. Oberlinner, Todeserwartung und Todesge- m os de volvemos a la últim a cena.
wissheit Jesu [SBB 10, S tuttgart 1980].) 51 (C) La últim a cena. En la tarde del jue­
48 (1) E n u n dicho de Q (Mt 23,37-39 y ves, cuando com enzaba el 14 de nisán (el Día de
par.) Jesús critica severam ente a la Jerusalén la Preparación), Jesús celebró u n a com ida final
que le h a rechazado, recordándole en tono de con sus discípulos en casa de algún sim patizan­
reprensión que ha m atado a los profetas en su te jerosolimitano. Las tradiciones m arcanas, y
historia pasada. La posibilidad de que Jerusa­ especialmente las lucanas, joánicas y prepauli­
lén haga lo m ism o con Jesús el profeta es una nas suponen la historicidad de esta comida fi­
sugerencia im plícita (favorables a la historici­ nal. La comida no fue la comida pascual oficial,
dad son K üm m el y Jerem ias). que había de celebrarse la tarde/noche siguien­
(2) E n el m aterial propio de Lucas que p re­ te, al com enzar el 15 de nisán. Al parecer, Jesús,
cede a este dicho de Q Jesús pasa p o r encim a presintiendo su inm inente destino y sospechan­
de la advertencia de que H erodes Antipas pue­ do, quizás, la traición por parte de uno de los
de in ten tar m atarle en Galilea con u n a obser­ suyos, puede haber puesto intencionadam ente
vación irónica y quizás am arga (Le 13,31-33; algunos acentos pascuales en la comida, puesto
cf. FGL 2,1028-33; positivam ente, R uppert y que no iba a poder com partir la Pascua norm al
Bornkam m ; negativam ente, Steck). La obser­ con sus discípulos. Al comienzo y al final de la
vación term in a con u n a verdad general sacada com ida Jesús usó pan y vino para representar
de la teología sobre el m artirio de los profetas: su próxim a muerte, que aceptaba como parte
«es im posible que u n profeta m u era [nótese la de la m isteriosa voluntad de Dios para traer el
indefinición en el nom bre y en el vb.] fuera de reino (en contra B raun [Jesús 56-57], quien re­
Jerusalén» [de hecho Jesús m uere fuera de las chaza la historicidad de las acciones rituales de
puertas de Jerusalén], Jesús con el pan y el vino). Las palabras de Je­
sús sobre estos alimentos se transm iten en cua­
49 (3) Cuando Santiago y Juan, hijos de tro versiones diferentes (1 Cor 11,23-16; Me
Zebedeo, buscan puestos especiales en el rei­ 14,22-25; Mt 26,28-29; Le 22,15-20) que repre­
no, Jesús les p regunta si están preparados p a ­ sentan dos tradiciones principales (paulina y
ra com partir sus sufrim ientos y m uerte (Me m arcana). Cada versión m uestra algunas in­
10,35-40 y par.). Se h abla de estos sufrim ien­ fluencias litúrgicas y redaccionales, de form a
tos y m uerte en térm inos generales tom ados que ninguna de ellas puede pretender ser la
del AT (cáliz y bautism o, siendo este últim o exacta form ulación de las palabras de Jesús. E s­
tan poco frecuente que Mt lo omite). Jesús no tá tam bién Jn 6,51: «el pan... es m i carne», que
tiene el poder de concederles puestos en el rei­ puede reflejar más literalm ente un original se­
no, pero prom ete a los dos herm anos la p a rti­ m ítico (véase tam bién el pan eucarístico como
cipación en su pasión y m uerte. La vaga refe­ carne en Ignacio, R om 7,3; Filad 4,1). Probable­
1094 JESÚS [78:52-54]

m ente las palabras de Jesús sonaron m ás o m e­ ras por tres razones: por el desacuerdo de los
nos así: «Esto es m i carne [cuerpo]» y «esta evangelios entre sí, por la falta de certeza acer­
[¿copa?] es [contiene, es m ediación de] la alian­ ca de las leyes judías y rom anas en ese m om en­
za [sellada] p o r mi sangre» (cf. el eco de Éx to, y por la apologética religiosa que se ha dado
24,8). Jesús, p o r tanto, interpretaba su m uerte entre nosotros hasta hoy día. Son posibles tres
como el m edio (¿expiación sacrificial?) por el guiones: (1) tuvo lugar un juicio nocturno ante
cual Dios restauraba la alianza con Israel en el el sanedrín presidido por el sum o sacerdote
Sinaí. H asta su m uerte Jesús tuvo presente su Caifás (18-36 d.C.); esta sesión pudo d u rar has­
m isión de reunir nuevam ente y salvar a todo Is­ ta el am anecer y fue seguida por una breve se­
rael en la h o ra final de su historia. También sión ya de día (Marcos-Mateo; así Blinzler y
consideró esta cena com o la última, últim a en Betz); (2) hubo una única sesión del sanedrín
una serie de com idas que había com partido con por la m añana (Lucas; así Catchpole); (3) algu­
sus discípulos y los pecadores durante su vida; nas autoridades judías, entre ellas quizás Anás,
comidas que habían com unicado proléptica- suegro de Caifás, que había sido sum o sacerdo­
m ente el perdón y la salvación de Dios. Esta úl­ te del 6 al 15 d.C., tuvieron una audiencia in­
tim a com ida era u n com prom iso de que, a pe­ formal, probablem ente por la noche (Juan; así
sar del aparente fracaso de su misión, Dios Winter, Brandon, Smith). E n contra de la pri­
vindicaría a Jesús aun más allá de la m uerte y lo m era posibilidad están m uchas prescripciones
habría de conducir, a él y a sus seguidores, al del tratado Sanhedrin de la Misná; prescripcio­
banquete escatológico (véase el m atiz escatoló- nes pasadas por alto en el juicio descrito en
gico presente en Me 14,25 y 1 Cor 11,26). Por Marcos y Mateo. Sin embargo, la Misná, pues­
ello Jesús insiste en que todos sus discípulos ta p or escrito a finales del s. II d.C., contiene
com partan esta copa en lugar de beber de las norm as rabínicas (más cercanas a las fariseas)
suyas. Tienen que m antenerse firmes en su y no saduceas y puede ser un cuadro idealizado
com pañía cuando él m uera y así com partirán que nunca habría existido antes del 70 d.C.
su triunfo en el reino. (Hay poco apoyo para la postura de S. Zeitlin y
(Jeremías, J., The Eucaristic Words o f Jesús [Lon­ E. Rivkin de que en ese m om ento había dos sa­
dres 1966]. Marshall, I. H., Last Supper and Lord's nedrines, uno político y sacerdotal y el otro re­
Supper [Grand Rapids 1980]. Pesch, R., Das Abend- ligioso y fariseo. Jesús habría sido juzgado por
mahl und Jesu Todesverstandnis [QD 80, Friburgo el prim ero. Cf. O. Betz ANTWR 11/25.1,646-47).
1978], Reumann, J., The Supper ofthe Lord [Filadel- La descripción de Lucas va menos en contra de
fia 1985] 1-52. Schweitzer, A., The Problem o f the la Misná, pero todavía se discute si refleja una
Lord's Supper [ed. J. Reumann, Macón 1982], Sch- fuente independiente o es u n a redacción imagi­
weizer, E., The Lord's Supper According to the NT n aria a p artir de Marcos. La narración de Juan
[FBBS 18 Filadelfía 1967].)
presenta la m enor dificultad, pero tam bién en­
52 (II) P asión y m uerte. caja dem asiado bien en la teología joánica. Lo
(A) G etsem aní y d eten ción . Después de m ás que podemos decir es que, entre la deten­
la cena, Jesús condujo a sus discípulos a un ción y el juicio ante Pilato, Jesús estuvo reteni­
pequeño h uerto sobre el m onte de los Olivos o do por las autoridades del Templo. Al menos
al pie de ese m onte (G etsem aní = pren sa o cu­ u n a audiencia y, quizás, un juicio acabó en las
b a de aceitunas). M ientras estaba orando allí, acusaciones formales presentadas ante Pilato.
fue detenido p o r u n a b anda arm ad a ayudada Las acusaciones teológicas contra Jesús duran­
por Judas, u n o de los Doce. Puesto que es im ­ te la audiencia o el juicio judíos (¿amenazas
probable que uno de los Doce fuera difam ado contra el Templo?, ¿enseñanza contraria a la
gratuitam ente con u n relato que creaba difi­ ley?, ¿seducción del pueblo como falso pro­
cultades teológicas p a ra la Iglesia prim itiva, feta?, ¿pretensión de una condición trascen­
hab ría que considerar hecho histórico la tra i­ dente?) probablem ente fueron resum idas en la
ción de Judas. El grupo de los captores de Je­ vaga etiqueta de blasfemia, entendida en un
sús probablem ente estaba bajo el control del sentido amplio. D urante los procedim ientos ju ­
sum o sacerdote, aunque Ju an m enciona u n a díos, algunos subordinados de los esbirros sa­
«cohorte» (speira ) y un «tribuno» (chiliar- cerdotales se dirigieron a Pedro, que había se­
ch o s ), lo cual es posiblem ente u n signo de la guido a distancia al detenido Jesús, y éste, presa
participación de los rom anos (contra esta p o ­ del pánico, negó su relación con Jesús. La his­
sibilidad cf. O. Betz, AN RW 11/25.1,564-647, toricidad del embarazoso suceso es m ucho más
esp. 613). C iertam ente se puede esperar que probable que su invención por propaganda an-
las autoridades sacerdotales hubieran infor­ tipetrina en la Iglesia prim itiva (en contra, G.
m ado a Pilato de lo que estaban proyectando Klein, Rekonstruction und Interpretation [BEvT
acerca del agitador galileo. Ante su detención 50, M únich 1969] 49-98).
Jesús rechazó la resistencia arm ad a y sus dis­
cípulos huyeron en ignom iniosa fuga. 54 Poncio Pilato, prefecto de Judea (26-
36 d.C.), se interesaba sólo por delitos políti­
53 (B) Proceso(s). Desde este m om ento cos y, p o r ello, las autoridades del Templo tra ­
hasta el proceso ante Pilato las cosas son oscu­ dujeron los tem as teológicos en delitos de lesa
[78:55-57] RESURRECCIÓN 1095

m ajestad (tarea fácil en u n país donde no h a ­ m ente redacción lucana. Tam bién se dirigieron
bía ninguna división clara entre política y reli­ a Jesús colgado en la cruz burlas e insultos n a ­
gión). Jesús fue presentado com o revoluciona­ rrados en diversos m om entos del proceso. No
rio y falso pretendiente al trono judío. «Rey de se puede decir si respondió verbalm ente a es­
los judíos» fue la acusación p o r la que Poncio tos insultos y a su sufrim iento. Las «palabras
Pilato procesó a Jesús y posteriorm ente lo desde la cruz», inclusive el llam ado grito de de­
condenó, com o m uestra el titulus crucis, es de­ sam paro (Sal 22,2), pueden proceder de la pos­
cir, el motivo de la condena colocado en un terior interpretación cristiana de la m uerte de
cartel en la cruz encim a de la cabeza de Jesús. Cristo. Además de Sim ón de Cirene, los únicos
(Braun [Jesús 34] es casi el único que niega la testigos partidarios de Jesús en el Calvario fue­
historicidad del titulus). Dicho titulus traducía ro n algunas discípulas de Galilea. El puesto de
a categoría política u n elem ento de la ense­ la m adre de Jesús y del discípulo am ado al pie
ñanza y los hechos de Jesús que era suscepti­ de la cruz puede ser sim bolism o joánico.
ble de interpretación m esiánica. Que las auto­ 56 Aunque los crucificados a veces per­
ridades del tem plo se vieran o no obligadas a m anecían en la cruz durante algunos días, la
recu rrir a Pilato p a ra conseguir la ejecución m uerte de Jesús ocurrió con relativa rapidez.
de Jesús es algo que se sigue debatiendo aca­ Por ello no hubo necesidad de acelerar su
loradam ente. Los indicios no son n ad a claros, m uerte rom piéndole las piernas, com o se hizo
pero parece m ás probable que Jn 18,31 esté con los dos ladrones. E ra im p o rtan te la prisa
en lo cierto: el sanedrín hab ía perdido su p o ­ porque a la puesta del sol (com ienzo del 15 de
der de dar m uerte a los crim inales (Blinzler, nisán) em pezaba aquel año la Pascua, que
Catchpole; los argum entos de W inter en senti­ coincidía con el día del sábado. La especial so­
do contrario no resu ltan convincentes). Así lem nidad de la fiesta reforzaba la no rm a ge­
m ism o se discute si el episodio de B arrabás, y neral judía de que los cadáveres no se dejaran
la supuesta costum bre que tras él subyace, son colgando durante la noche, p ara no profanar
históricos o u n a creación de la tradición de la la Tierra S anta (Dt 21,22-23). Ante la falta de
tradición cristiana. parientes, el cadáver de Jesús podía ser arroja­
(Betz, O., A N R W W 25.1,564-647. Blinzler, J„ Der do, sin cerem onia alguna, a u n a fosa com ún
Prozess Jesu [Ratisbona 41969]; trad. ing.: The Triol (una posibilidad propuesta p o r B raun [Jesús
o f Jesús [Westminster 1959]. BGJ 2.791-802. Catch­ 35]). Pero José de Arimatea, un judío influ­
pole, D., The Trial o f Jesús [SPB 18, Leiden 1971]. yente, intercedió ante Pilato y obtuvo el cuer­
Hengel, M., Crucifixión [Filadelfia 1977], Kuhn, H.-
W„ ANRW 11/25.1,648-793. Merritt, R., JBL 104
po p ara una (¿tem poral?) sepultura en una
[1985] 57-68. Rivkin, E., What Crucified Jesús? tu m b a que poseía cerca del lugar de la crucifi­
[Nashville 1984], Sherwin-White, A., Román Society xión. Algunas de las m ujeres galileas fueron
and Román Law in the NT [Grand Rapids 1963] 24- testigos de la preparación para el entierro. El
47. Winter, P., On the Trial o f Jesús [StJud 1, Berlín único nom bre constante en los acontecim ien­
21974].) tos de la cruz y la tu m b a es el de M aría M ag­
dalena. El relato de la colocación de u n a guar­
55 (C) C rucifixión y m u e rte . Al final del dia en la tum ba sellada hay que calificarlo
proceso rom ano, Jesús fue condenado a m uer­ com o una creación en los posteriores debates
te por crucifixión y recibió la flagelación preli­ judeocristianos (Mt 27,62-66; cf. 28,11-15).
m inar (un cruel acto de piedad p ara acelerar la Sobre la Sábana de Turín, cf. R. E. Brown, Bi-
m uerte). Jesús estaba ta n débil que no puedo blical Exegesis and Church Doctrine (Nueva
llevar el travesaño de la cruz. Los soldados York 1985) 147-55, y sobre el entierro, R. E.
obligaron a u n tal Sim ón de Cirene a que lle­
Brown, CBQ 50 (1958) 233-45.
vase el m adero. Él y sus hijos, Alejandro y R u­
fo, parece que fueron im portantes m iem bros 57 (III) R e su rre c c ió n . Puesto que el Je­
de la Iglesia prim itiva (Me 15,21). Por tanto, sús de la historia es, por definición, el Jesús
hay al menos u n testigo ocular de la crucifixión abierto a la investigación em pírica p ara cual­
que, posteriorm ente, se hizo cristiano. La cru­ quier investigador, el Jesús resucitado cae fue­
cifixión tuvo lugar fuera de las m urallas de la ra de la finalidad de esta investigación (como
ciudad, en el Gólgota (Lugar de la Calavera), actualm ente h a sido reconocido p o r la Ponti­
posiblem ente u n a cantera abandonada. No se ficia Com isión Bíblica; -►D eclaraciones de la
especifica si Jesús fue atado o clavado a la Iglesia, 72:39). Pero esto no significa que la re­
cruz, aunque se m encionan los clavos en las surrección no sea real, sino que se tra ta más
apariciones de la resurrección (Le 24,39; Jn bien de un acontecim iento que trasciende el
20,20.25.27) y coinciden con recientes descu­ tiem po y el espacio (de ahí el térm ino «me-
brim ientos arqueológicos (cf. TAG 125-46, pe­ tahistórico»), cuando Jesús en tra en la vida
ro tam bién un a reconsideración m odificada en eterna en presencia de su Padre. Algunos p re­
BA [1985] 190-91). Dos ladrones (léstai, posi­ tendidos efectos de la resurrección (la tum ba
blem ente agitadores políticos) fueron tam bién vacía y las apariciones del resucitado) p erte­
crucificados jun to a Jesús; el edificante arre­ necen desde luego a nuestro tiem po y espacio,
pentim iento del «buen ladrón» es probable­ pero se tra ta n más adecuadam ente en la his­
1096 JESÚS [78:57]

to ria de la Iglesia prim itiva. Baste decir que se contaban discípulos del Jesús histórico que
las tradiciones sobre la tu m b a vacía no debe­ le h ab ían abandonado p o r m iedo y que lleva­
rían descartarse autom áticam ente com o «le­ ro n a cabo u n a notable «conversión» después
yendas posteriores». M arcos y Ju an conservan de su desgraciada m uerte, que estos discípu­
diferentes versiones de u n relato que, en tér­ los no era gente dem ente e incapaz sino p er­
m inos generales, parece p ertenecer a alguna sonas capaces de u n a inteligente propagación
corriente de la tradición cristian a prim itiva del nuevo m ovim iento y que algunos de estos
(cf. W. Craig, N TS 31 [1985] 67, n. 88 sobre discípulos entregaron su vida p o r la verdad de
u n a lista de exegetas que a ñ rm a n alguna for­ sus experiencias de resurrección... todo ello
m a de historicidad, pero I. B roer [Die Urge- son hechos históricos. El m odo en que las p e r­
meinde u n d das Grab Jesu (SANT 3, M únich sonas reaccionan ante estos hechos y ante el
1972) vacila sobre si la Iglesia prim itiva de Je- Jesús histórico nos lleva m ás allá de la in­
rusalén conocía la tu m b a de Jesús). Que hubo vestigación em pírica y nos hace e n tra r en la
testigos conocidos p o r su nom bre que afirm a­ esfera de la decisión religiosa de la fe o la in­
ban que el Jesús resucitado se les h abía apa­ creencia.
recido (1 Cor 15,5-8), que entre estos testigos [Traducido por Federico Pastor Ramos]

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