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HORA SANTA VOCACIONAL

“LA SANTIDAD ES HOY"


EXPOSICIÓN DEL SANTISIMO
CANTO EUCARÍSTICO

PRESIDENTE:
En los cielos y en la Tierra, sea por siempre bendito y alabado…
TODOS: El corazón amoroso de Jesús Sacramentado.

PRESIDENTE:
CREEMOS EN TI SEÑOR, PERO AUMENTA NUESTRA FE.
PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA.

PRESIDENTE:
En los cielos y en la Tierra, sea por siempre bendito y alabado…
TODOS: El corazón amoroso de Jesús Sacramentado.

PRESIDENTE:
ESPERAMOS EN TI SEÑOR, PERO AUMENTA NUESTRA ESPERANZA.
PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA.

PRESIDENTE:
En los cielos y en la Tierra, sea por siempre bendito y alabado…
TODOS: El corazón amoroso de Jesús Sacramentado.

PRESIDENTE:
TE AMAMOS SEÑOR…PERO AUMENTA NUESTRA CARIDAD.
PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA.
PRESIDENTE:
En los cielos y en la Tierra, sea por siempre bendito y alabado…
TODOS: El corazón amoroso de Jesús Sacramentado. (3 Veces)

Palabras introductorias del Sacerdote (Opcional)

CANTO VOCACIONAL
MONITOR 1:
La santidad no es un privilegio de unos pocos, sino un deber de todos. Si Dios
quiere que seas santo, ¿por qué tú no lo vas a querer? ¿Crees que es muy difícil?
Para ti solo es imposible, pero no olvides lo que dice Jesús: “Sin Mí no podéis
hacer nada” (Jn 15,5), pero “todo es posible al que cree” (Mc 9,23). Por eso,
San Pablo afirma: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4,13).
MONITOR 2:
DIOS TE QUIERE SANTO
Dios, tu Padre, que te ha creado, quiere lo mejor para ti y, por eso, quiere que
seas santo. La voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4,3). Dios te eligió
desde antes de la formación del mundo para que seas santo e inmaculado ante
Él por el amor (Ef 1,4). Por eso, en la Biblia, que es una carta de amor de Dios,
se insiste mucho: “Sed santos, porque yo vuestro Dios soy santo” (Lev 19,2;
20,26). Y Jesús nos dice: “Sed santos como vuestro Padre celestial es santo”
(Mt 5,48). Así que tú y yo, y todos "los santificados en Cristo Jesús, estamos
llamados a ser santos" (l Co 1,2).
MONITOR 1:
El mismo Catecismo de la Iglesia Cató1ica nos habla en este sentido: "Todos
los fieles son llamados a la plenitud de la vida cristiana" (Cat 2028). "Todos los
cristianos, de cualquier estado o condición están llamados cada uno por su
propio camino, a la perfección de la santidad" (Cat 825).
MONITOR 2:
En el Concilio Vaticano II, en la Constitución "Lumen gentium", todo el
capítulo V está dedicado a la vocación universal a la santidad. Y dice en
concreto: “Quedan invitados, y aun obligados, todos los fieles cristianos a
buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro del propio estado”
(Lumen gentium n° 42).
MONITOR 1:
Así que está claro que puedes ser santo. Dios lo quiere ¿y tú? No digas que no
tienes las cualidades necesarias. No digas que Dios no te ha llamado. No has
venido al mundo por casualidad. No eres un cualquiera para Dios, no eres uno
más entre los millones de hombres que han existido, existen o existirán. Él te
ama con un amor personal. Él te conoce por tu nombre y apellidos. Él quiere
siempre lo mejor para ti y sigue soñando maravillas en tu vida. ¿Lo vas a
defraudar en sus planes divinos? ¿Crees que no vales nada? ¿Crees que todos
los demás valen más que tú? Tú tienes que cumplir tu misión y ser santo,
cumpliendo tu misión con las cualidades que Dios te ha dado. No envidies a
nadie. No sueñes con otras misiones, no te sientas triste por no tener lo que tú
quisieras “humanamente hablando”. Dios te ama, así como eres. No te
compares con los demás para devaluarte o para creerte superior. Levántate de
tus cenizas y de tus pecados. Levanta la cabeza, mira hacia el cielo, mira hacia
el Señor. Allí te espera tu Padre Dios y cuenta contigo para salvar al mundo.

MONITOR 2:
Sé humilde y servicial con todos. Sé amable, procura hacer felices a cuantos te
rodean. Sé instrumento del amor de Dios para los demás. Que el amor sea la
norma suprema de tu vida y que, por amor, des tu vida entera al servicio de los
demás. Y tu Padre Dios se sentirá orgulloso de ti y te sonreirá en tu corazón y
sentirás su paz y felicidad dentro de ti. No temas. Jesús te espera en la Eucaristía
para ayudarte y nunca te abandonará. María es tu Madre y vela por ti. Los santos
son tus hermanos.

CANTO VOCACIONAL
MONITOR 2:
Escuchemos ahora la voz del Señor, a través de su palabra.
Del Santo Evangelio Según San Mateo (22, 34-49)

En aquel, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se
pusieron de acuerdo, y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó para tentarle:
—Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
Él le respondió:
—Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda
tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es como éste:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen
toda la Ley y los Profetas.”
V.: Palabra del Señor. R.: Gloria a ti, Señor, Jesús.
MONITOR 1:
La fuente de toda santidad es el amor de Dios, y esta santidad se condensa en
dos mandatos del amor (Dt 6,5; Lv 19,18). La santidad es amar como Dios nos
ama, ¿y cómo nos ama Dios? A través del amor de Jesucristo. Jesucristo vino a
hacer visible el amor de Dios a los hombres, y la tradición evangélica es testigo
de cómo Jesús vinculó el amor a Dios con el amor al prójimo. El relato de Mateo
lo recoge de una manera singular: el escriba pregunta por «el mandamiento
principal de la Ley» (v. 36), y Jesús contesta con un mandamiento que se
traduce en dos, o mejor, con dos mandamientos que son uno; en todo caso queda
claro que este mandamiento se distingue de los demás: «Ninguno de estos dos
amores puede ser perfecto si le falta el otro, porque no se puede amar de verdad
a Dios sin amar al prójimo, ni se puede amar al prójimo sin amar a Dios. (…)
Sólo ésta es la verdadera y única prueba del amor de Dios, y el camino a la
santidad, si procuramos estar solícitos del cuidado de nuestros hermanos y les
ayudamos con el Amor de Dios. Sin embargo, lo más importante es amar a
Dios, porque al amar al prójimo, amamos a Dios ya que el hombre es imagen
de Dios. Respecto de la intensidad del amor a Dios escribía San Bernardo: «Tú
me preguntas por qué razón y con qué método o medida debe ser amado Dios.
Yo contesto: la razón para amar a Dios es Dios; el método y medida es amarle
sin método ni medida» (De diligendo Deo 1,1).

CANTO VOCACIONAL

MONITOR 1:
El papa Benedicto XVI en su audiencia general del 13 de abril de 2011 nos
brinda una catequesis perfecta acerca de la santidad pues hemos aprendido a
conocer a los santos más de cerca y a comprender que toda la historia de la
Iglesia está marcada por estos hombres y mujeres que con su fe, con su caridad,
con su vida han sido faros para muchas generaciones, y lo son también para
nosotros.
Los santos manifiestan de muchos modos la presencia poderosa y
transformadora del resucitado, pero. ¿Qué quiere decir ser santos? ¿Quién está
llamado a ser santo? Casi siempre se piensa todavía que la santidad es una meta
destinada solo a unos escogidos. San Pablo, en cambio, habla del gran designio
de Dios y afirma: que Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo
para que seamos santos e intachables ante él por el amor. La santidad, la
plenitud de la vida cristiana no consiste en realizar acciones extraordinarias,
sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer que nuestras actitudes,
pensamientos y comportamientos sean los de él.

La santidad dice el papa se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros,
por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra
vida según la suya. Es ser semejantes a Jesús, como afirma san Pablo. El
Concilio Vaticano II, en la constitución sobre la Iglesia, habla con claridad de
la llamada universal a la santidad, afirmando que nadie está excluido de ella.

MONITOR 2:
¿Cómo podemos recorrer el camino de la santidad, responder a esta llamada?
¿Puedo hacerlo con mis fuerzas? La respuesta es clara: una vida santa no es
fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios,
quien nos hace santos; es la acción del Espíritu Santo la que nos anima desde
nuestro interior; es la vida misma de Cristo resucitado la que se nos comunica
y la que nos transforma.

La santidad tiene su raíz en la gracia bautismal, en ser insertados en el Misterio


pascual de Cristo. Dios respeta siempre nuestra libertad y pide que aceptemos
este don y vivamos las exigencias que conlleva; pide que nos dejemos
transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a
la voluntad de Dios.

¿Cómo puede suceder que nuestro modo de pensar y nuestras acciones se


conviertan en el pensar y el actuar con Cristo y de Cristo? ¿Cuál es el alma de
la santidad?
El Concilio Vaticano II nos dice que la santidad es la caridad plenamente vivida.
Dios es amor y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
El don principal y más necesario es el amor con el que amamos a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo a causa de él. Para que el amor pueda crecer y dar
fruto en el alma como una semilla buena, cada cristiano debe escuchar de buena
gana la Palabra de Dios y cumplir su voluntad con la ayuda de su gracia,
participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y
dedicarse constantemente a la oración, a servir activamente a los hermanos y a
la práctica de todas las virtudes.

Ahora quizá podemos preguntarnos si nosotros, con nuestras limitaciones, con


nuestra debilidad, ¿podemos llegar a ser santos?

CANTO VOCACIONAL

PRESIDENTE:
En estos momentos dispongámonos a unirnos en oración por nuestra comunidad
de Libres, Para que Dios nos escuche y nos conforte en la aflicción. No nos deje
desilusionarnos y fortalezca nuestra fe:
Respondemos: Señor Jesús escúchanos.

• Por la Iglesia: para que todas las personas puedan experimentar en ella
la fuerza del corazón misericordioso del Padre el cual cada día nos invita a la
santidad. Oremos

• Por nuestro mundo, golpeado por la actual situación de pandemia, para


que el Padre nos transforme y ponga en su corazón la misericordia que
muchas veces nos falta y el perdón de su Hijo Jesús. Oremos.

• Por nuestros hermanos enfermos: para que, experimentando el misterio


de la cruz, sientan también la presencia cercana y maternal de la Santísima
Virgen. Oremos.
• Por las familias de los enfermos, los profesionales, los voluntarios, y
todos aquellos que les atienden y cuidan, para que a través de las virtudes de
la paciencia y el servicio logren aspirar a la santidad. Oremos

• Por todos los médicos al servicio de los enfermos y pobres: para que
sean imagen de la cercanía de Cristo en los hermanos que lo necesiten.
Oremos

• Por nuestra comunidad parroquial de Libres: para que tenga siempre los
ojos atentos y el corazón abierto a alcanzar la santidad superando con la
fuerza de tu gracia las dificultades cotidianas. Oremos.

PRESIDENTE.
Señor nuestro Jesucristo, que con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la
nueva alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste
en medio de nosotros concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y
verdadera en la Eucaristía, saber descubrir tu presencia en nuestras familias,
Iglesias domésticas, así como en cada uno de nuestros hermanos y hermanas.
Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres
Dios por los siglos de los siglos. Amén.

CANTO VOCACIONAL

MONITOR 1:
Estamos contentos porque al establecer tú hogar en nuestra pobreza quieres que
participemos de tu riqueza y nos haces hijos de Dios.

Estamos alegres porque mientras los hombres queremos subir, tú quisiste bajar
y hacerte como uno de nosotros.

Estamos alegres porque mientras todos los hombres queremos tener cada vez
más cosas, tú te conformas con la pobreza y humildad de un pesebre.

Estamos alegres porque elegiste a María por madre y has querido compartirla
con nosotros, dándonos una prueba más de tu amor.
Estamos alegres porque, en medio de un mundo de consumo y egoísmo, nos
muestras la sencillez, la humildad y la fraternidad.

Estamos alegres porque en tu venida descubrimos que somos amados, que


existimos porque alguien nos ama.

CANTO VOCACIONAL

MONITOR 1:
Queremos ser santos Dios, Santos como Santa Lucia, Francisco y Jacinta Marto.
Los tres pastorcitos que fueron testigos de las apariciones de la Virgen María
en Portugal que en la inocencia de su infancia fueron dignos de comunicar al
mundo los designios de la santísima virgen. Santos como la Beata Concepción
Cabrera. Madre de familia fundadora de las Obras de la Cruz, madre
extraordinaria de 9 hijos a la que el Señor llamó para que se convirtiera en la
madre espiritual de todos los sacerdotes en la oración.

Santos como Carlo Acutis el joven italiano entusiasta del internet que entendió
que la santidad no consiste solo en ocupar un lugar en un nicho, sino en la
búsqueda diaria de la felicidad, en el deseo de donarse sin recompensa, huyendo
de la tentación de convertir la vocación en un rol, la vida cristiana en un hábito.
Él nos comparte que estar siempre unido a Jesús, debe ser nuestro proyecto de
vida”. “Nuestra meta debe ser el infinito. El Infinito es nuestra Patria. Desde
siempre el Cielo nos espera”.

MONITOR 2:
Todos estamos llamados a seguir a Cristo, a imitarlo, pues en eso precisamente
consiste la santidad. Todos los bautizados compartimos esta llamada y al mismo
tiempo, los distintos fieles tienen en la Iglesia una misión específica. Los
obispos y sacerdotes tienen como misión enseñar con autoridad la Palabra de
Dios, apacentar a los fieles y celebrar el sagrado culto. Los laicos, santificarse
en medio del mundo. Hoy día nadie puede pensar que la santidad está reservada
a solo a unos pocos. Todos hemos recibido, en virtud del bautismo, esta
vocación a la plenitud de la vida cristiana.
San Josemaría Escrivá de Balaguer fundador del Opus Dei nos recuerda que la
santidad se manifiesta en hechos. La santidad personal es una realidad precisa,
divina y humana, que se manifiesta constantemente en hechos diarios de Amor.
La santidad "grande" está en cumplir los "deberes pequeños" de cada instante.

MONITOR 1:
La santidad está compuesta de heroísmos. —Por tanto, en el trabajo se nos pide
el heroísmo de "acabar" bien las tareas que nos corresponden, día tras día,
aunque se repitan las mismas ocupaciones. El santo no nace, se hace.
Ciertamente se trata de un objetivo elevado y arduo. Pero no me perdamos de
vista que el santo no nace: se forja en el continuo juego de la gracia divina y de
la correspondencia humana.

Por eso hemos de poner cuidado en los pequeños detalles, porque la santidad
que Nuestro Señor nos pide se alcanza cumpliendo con amor el trabajo y las
obligaciones de cada día, que casi siempre se componen de pequeñas cosas.

CANTO VOCACIONAL

TAMBIEN USTEDES JOVENES, PUEDEN SER SANTOS


El corazón de la Iglesia también está lleno de jóvenes santos, que entregaron su
vida por Cristo, muchos de ellos hasta el martirio. Ellos fueron preciosos
reflejos de Cristo joven que brillan para estimularnos y para sacarnos de la
modorra. El Sínodo destacó que «muchos jóvenes santos han hecho brillar los
rasgos de la edad juvenil en toda su belleza y en su época fueron verdaderos
profetas de cambio; su ejemplo muestra de qué son capaces los jóvenes cuando
se abren al encuentro con Cristo».

«A través de la santidad de los jóvenes la Iglesia puede renovar su ardor


espiritual y su vigor apostólico. El bálsamo de la santidad generada por la vida
buena de tantos jóvenes puede curar las heridas de la Iglesia y del mundo,
devolviéndonos a aquella plenitud del amor al que desde siempre hemos sido
llamados: los jóvenes santos nos animan a volver a nuestro amor primero (cf.
Ap 2,4)». Hay santos que no conocieron la vida adulta, y nos dejaron el
testimonio de otra forma de vivir la juventud. Recordemos al menos a algunos
de ellos, de distintos momentos de la historia, que vivieron la santidad cada uno
a su modo.

En el siglo III, san Sebastián era un joven capitán de la guardia pretoriana.


Cuentan que hablaba de Cristo por todas partes y trataba de convertir a sus
compañeros, hasta que le ordenaron renunciar a su fe. Como no aceptó, lanzaron
sobre él una lluvia de flechas, pero sobrevivió y siguió anunciando a Cristo sin
miedo. Finalmente lo azotaron hasta matarlo.

San Francisco de Asís, siendo muy joven y lleno de sueños, escuchó el llamado
de Jesús a ser pobre como Él y a restaurar la Iglesia con su testimonio. Renunció
a todo con alegría y es el santo de la fraternidad universal, el hermano de todos,
que alababa al Señor por sus creaturas. Murió en 1226.

Santa Juana de Arco nació en 1412. Era una joven campesina que, a pesar de
su corta edad, luchó para defender a Francia de los invasores. Incomprendida
por su aspecto y por su forma de vivir la fe, murió en la hoguera.

El beato Andrés Phû Yên era un joven vietnamita del siglo XVII. Era catequista
y ayudaba a los misioneros. Fue hecho prisionero por su fe, y debido a que no
quiso renunciar a ella fue asesinado. Murió diciendo: “Jesús”.

En ese mismo siglo, santa Catalina Tekakwitha, una joven laica nativa de
América del Norte, sufrió una persecución por su fe y huyó caminando más de
300 kilómetros a través de bosques espesos. Se consagró a Dios y murió
diciendo: “¡Jesús, te amo!”.

Santo Domingo Savio le ofrecía a María todos sus sufrimientos. Cuando san
Juan Bosco le enseñó que la santidad supone estar siempre alegres, abrió su
corazón a una alegría contagiosa. Procuraba estar cerca de sus compañeros más
marginados y enfermos. Murió en 1857 a los catorce años, diciendo: “¡Qué
maravilla estoy viendo!”.

Santa Teresa del Niño Jesús nació en 1873. A los 15 años, atravesando muchas
dificultades, logró ingresar a un convento carmelita. Vivió el caminito de la
confianza total en el amor del Señor y se propuso alimentar con su oración el
fuego del amor que mueve a la Iglesia.

El beato Ceferino Namuncurá era un joven argentino, hijo de un destacado


cacique de los pueblos originarios. Llegó a ser seminarista salesiano, lleno de
deseos de volver a su tribu para llevar a Jesucristo. Murió en 1905.

El beato Isidoro Bakanja era un laico del Congo que daba testimonio de su fe.
Fue torturado durante largo tiempo por haber propuesto el cristianismo a otros
jóvenes. Murió perdonando a su verdugo en 1909.

El beato Pier Giorgio Frassati, que murió en 1925, «era un joven de una alegría
contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida».
Decía que él intentaba retribuir el amor de Jesús que recibía en la comunión,
visitando y ayudando a los pobres.

El beato Marcel Callo era un joven francés que murió en 1945. En Austria fue
encerrado en un campo de concentración donde confortaba en la fe a sus
compañeros de cautiverio, en medio de duros trabajos.

La joven beata Chiara Badano, que murió en 1990, «experimentó cómo el dolor
puede ser transfigurado por el amor […]. La clave de su paz y alegría era la
plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa
expresión de su voluntad para su bien y el de los demás».

Que ellos y también muchos jóvenes que quizás desde el silencio y el anonimato
vivieron a fondo el Evangelio, intercedan por la Iglesia, para que esté llena de
jóvenes alegres, valientes y entregados que regalen al mundo nuevos
testimonios de santidad.

CANTO VOCACIONAL
BENDICION CON EL SANTISIMO SACRAMENTO
RESERVA DEL SANTISIMO

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