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A propósito del
fallo Verbitsky, Horacio
Lorenti (h.), Pedro M.
1. La "acción de clase" (class action) (2) constituye una modalidad procesal originada en el
derecho norteamericano, para canalizar un número grande de reclamos similares
originados en un mismo incidente. Existen dos tipos de estos reclamos: (i) los de pequeño
contenido económico, que individualmente considerados no justifican -para el damnificado
o bien para el sistema judicial- la sustanciación del pleito y (ii) la tutela de un colectivo de
personas afectadas por un perjuicio común -por ejemplo: discriminación de un empleador
respecto de un grupo de empleados, perjuicios padecidos por accionistas de una sociedad
mal administrada, contaminación ambiental que afecta a residentes de cierto lugar, etc.-
(3).
Históricamente, las class actions comenzaron a utilizarse a mediados del siglo XVIII y
adquirieron su configuración actual para fines del siglo XIX. Durante este largo período, se
recurrió a ellas en los siguientes casos: (i) en circunstancias en que el número de partes
era tan grande como para volver difícil o impracticable su participación en el proceso; (ii)
para resolver de modo equitativo y consistente, cuestiones que afectaban a personas que
poseían una misma situación legal, pero eran demasiado numerosas para poder sumarlos
al proceso; (iii) para conferir legitimación procesal a asociaciones no regularmente
constituidas o a otros grupos (4).
El debate doctrinario y jurisprudencial que originó esta figura, durante esta prolongada
etapa, no se dedicó a delimitar el ámbito dentro del cual podía recurrirse a la misma, el
cual quedó así abierto para su extensión a cualquier situación en que hubiera cuestiones
comunes a muchas partes. Las decisiones jurisprudenciales se centraron especialmente en
otros aspectos, sin duda esenciales, como si los actores representaban suficientemente al
grupo, la necesidad de citar a todos los miembros de éste a participar en el proceso y los
efectos de la sentencia respecto del colectivo -vale decir, de quienes actuaron y de
quienes no lo hicieron-. No obstante las dudas y los cuestionamientos que surgieron, la
class action se consolidó y desarrolló hasta adquirir su relevancia contemporánea (5).
Alos fines de este trabajo, interesa señalar qué paralelos presentan los referidos supuestos
nacionales, con la class action norteamericana.
Hemos visto que esta última ocupa el lugar, en definitiva, de la pluralidad de acciones que
cada uno de los integrantes de la clase podría interponer individualmente si quisiera -de
allí derechos tales como el opt out de los miembros de la clase que desean abandonar la
class action y accionar por su cuenta-. En nuestro medio, el litisconsorcio facultativo "... se
caracteriza por la independencia de las distintas litis o pretensiones y la autonomía de los
méritos del proceso con ellas relacionados" (15). Pero en tanto que en el litisconsorcio
facultativo, las partes actúan individualmente y, como vimos, pueden recaer resoluciones
diferentes respecto de cada una de ellas, en la class action la "clase" actúa en forma
conjunta y se obtiene un pronunciamiento que la afecta en su totalidad, incluyendo a
quienes no comparecieron en el proceso -en realidad, la obtención de una sentencia única,
que economice litigios reiterativos, es uno de los aspectos que el derecho norteamericano
valora positivamente de las class actions-.
2. Advertimos así que la diferencia esencial entre las modalidades de actuación de terceros
en el CPCCN y la class action, consiste en que para la sustanciación de esta última no se
exige la efectiva comparecencia de todos los que pudieran revestir la calidad de partes en
el proceso: basta con cumplir los recaudos que hemos analizado en el capítulo anterior,
para tener por representada a la "clase". Las normas rituales nacionales, en cambio,
exigen la citación de todos los que potencialmente pudieran integrar el litisconsorcio, como
requisito incluso para la validez de la sentencia a dictarse, previsión que claramente se
funda en la garantía constitucional de la defensa en juicio -art. 18 Const. Nac.-.
Hay, en cambio, algunas vacilaciones a la hora de definir qué son exactamente los
derechos de "tercera generación", no obstante que las enumeraciones que se intentan de
tales derechos suelen ser muy similares.
Bidart Campos caracteriza estos derechos por referencia a un conjunto de aspectos: (i) su
reciente aparición -cronológica-, (ii) su ya aludida dimensión "... colectiva y
transindividual...", (iii) que "... exhiben una intersección -sobre todo en cuanto a su
desarrollo reglamentario- entre el derecho público y el derecho privado..." -cualidad que,
en nuestro criterio respetuoso de la autoridad del profesor Bidart Campos, puede
predicarse también de otros derechos de "generaciones" anteriores como los sindicales, las
restricciones al derecho de propiedad, etc.-, (iv) su relación con "... muchísimos otros
derechos..." de "primera" y de "segunda" generaciones (20).
Sagüés afirma que los derechos de "tercera generación" "(s)on derechos modernos, no
bien delimitados, cuyos titulares son personas, grupos y la sociedad toda". Considera que
hallan su fuente constitucional en el art. 33 (derechos no enumerados) y parcialmente en
el art. 14 bis, además de las formulaciones expresas que la reforma de 1994 incluyó en los
arts. 41 y 42 (21).
Quiroga Lavié, por su parte, acentúa el carácter "colectivo" de estos derechos -como
opuesto a derecho "individual" de los integrantes de la clase afectada- y encuentra en ello
su nota diferenciadora: "(s)uscita polémica el alcance del concepto derecho de incidencia
colectiva, lo cual tiene impacto en el tema de la legitimación para solicitar su tutela. Está
claro que la Constitución no se ha hecho cargo de la tutela de los derechos o intereses
difusos, sino de los derechos de incidencia colectiva; ello tiene importancia porque si la
Constitución hubiera tutelado solamente a los primeros, es decir a los intereses difusos, los
pequeños usuarios o consumidores, cuyos derechos revisten poca monta patrimonial, no
podrían considerarse parte de un colectivo de derechos afectado, y por lo tanto ni el
defensor del pueblo ni las asociaciones reconocidas se encontrarían legitimadas para
interponer la acción en su defensa... Consideramos, en cambio, que al no haber hecho
referencia el texto constitucional a la tutela de los intereses difusos, sino respecto de los
derechos de incidencia colectiva, la sola afectación de un usuario o consumidor, aunque
estuviera identificado el daño, impacta al colectivo que se encuentra en equivalente
situación. Es por ello que la Constitución ha hablado de 'derecho de incidencia colectiva':
porque lo que afecta a uno, afecta a u colectivo de personas que se encuentra en la
misma situación" (22).
Desde la perspectiva del derecho administrativo, García Pullés sostiene que "... la
diferencia sustancial entre los derechos de "primera generación" y los de "tercera" es que
la protección de estos últimos no puede darse singularizada por el interés del reclamante y
sin atender a los demás sujetos portadores del interés, pues no existe medida que pueda
asegurar la protección del interés individual agredido que no implique, a la vez, una
previsión de contenido general que ha de alcanzar a toda una comunidad, determinada
también por dicha agresión" (23).
3.2. De los autores analizados, Bidegain y García Pullés proponen definiciones de los
derechos de incidencia colectiva, a partir de características que se estiman diferenciales.
El primero, hemos visto, refiere a los "bienes indivisibles" como objeto de estos derechos -
vgr., medio ambiente, valores culturales, defensa del consumidor-. Pero entendemos que,
alcanzado cierto nivel de abstracción en el análisis, lo mismo puede decirse del sustrato de
todos los derechos -la propiedad, la libertad de cultos, la protección del trabajador, etc.-,
que también pueden ser pensados como "bienes indivisibles" de la sociedad, que la
Constitución busca hacer efectivos y proteger. De este modo, no aprehenderíamos un
concepto diferenciador para los derechos de "tercera generación".
4. La revisión de las posiciones doctrinarias citadas, sugiere que los derechos de incidencia
colectiva no poseen una esencia diferente de los de "generaciones" previas, sino que su
erección como categoría se justifica con la finalidad de conferir tutela judicial frente a
cierto tipo de vulneraciones que pueden configurarse, esto es, cuando un mismo daño
causado afecta a varias personas. Pero ello puede ocurrir en relación con cualquier
derecho, no solamente con los convencionalmente considerados de "tercera generación".
Imaginemos la prohibición de ejercer el derecho de reunión o el de asociación a un grupo
de personas o bien la negativa a abonar salarios que respeten el principio de "igual
remuneración por igual tarea", a un conjunto de operarios. En todos estos casos habrá
una "incidencia colectiva" de la violación al derecho involucrado -más que del "derecho" en
sí-, cualquiera sea la "generación" a la que el mismo pertenezca (24).
Vale decir, en los intereses colectivos el sujeto legitimado está definido de iure -el colectivo
constituye una unidad estructurada por el ordenamiento-, en tanto que en los intereses
difusos se constituye de facto -el colectivo se conforma en casos concretos, incluso
circunstancialmente-. Pero ambos supuestos poseen las notas mínimas que hemos referido
como necesarias para la procedencia de la acción de clase, esto es, un daño común -el
common wrong de la class action norteamericana- padecido por todos los integrantes del
colectivo.
Creemos que el art. 43, párrafo 2° Const. Nac. puede interpretarse razonablemente en
sentido favorable a la legitimación aquí referida: si los afectados pueden agruparse en
asociaciones permanentes de defensa de sus derechos, pueden también hacerlo de modo
puntual o transitorio; de lo contrario, se les estaría imponiendo un requisito -constituir una
asociación de carácter permanente- que restringiría innecesariamente la amplitud que
debe conferirse a su derecho de acceder a la Justicia.
6. Hemos también planteado si las "acciones de clase" son exclusivas de los procesos del
art. 43 Const. Nac. -vgr., amparo, hábeas data y hábeas corpus- o si también cabe recurrir
a las mismas para iniciar otros procesos -vgr., juicios ordinarios de reclamo de
indemnización por daños ambientales, afectación de derechos del consumidor y del
usuario, etc.-.
El amparo -género de los procesos del art. 43 Const. Nac.- posee naturaleza subsidiaria
respecto de los procesos ordinarios (29) -como surge también del propio texto
constitucional: "... siempre que no exista otro medio judicial más idóneo..."-.
Consideramos entonces que quien posee legitimación para interponer la acción
excepcional -el amparo-, forzosamente la posee para deducir la acción común, en
aplicación del conocido principio de "quien puede lo más puede lo menos".
Dicho esto, recordamos que las normas procesales actualmente en vigor, en el ámbito
federal al menos, regulan la figura del litisconsorcio de un modo que no se condice con la
naturaleza de las "acciones de clase", especialmente en lo relativo a la participación de
quienes están legitimados (30).
Pero sin perjuicio de la necesidad de reglamentación legal que señalamos, concluimos que
en nuestro derecho existe legitimación para que un colectivo de sujetos afectados por un
mismo ilícito, recurra a la "acción de clase", al igual que en el derecho norteamericano, en
instancias distintas de la excepcional que constituye el amparo.
1. El Dictamen del Procurador General, en el fallo que motiva este trabajo, refiere que el
Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires rechazó el hábeas corpus colectivo
interpuesto por el CELS, entre otros motivos, debido a que, en su criterio, no se configuró
un daño colectivo susceptible de ser impugnado por la actora en representación de una
"clase" de afectados. Por el contrario, el Tribunal sostuvo que, bajo el pretexto de requerir
la tutela de un derecho colectivo, en realidad se cuestionaba el sistema institucional
carcelario y policial de la Provincia de Buenos Aires (31) y que debía ocurrirse
individualmente ante los jueces competentes para que resolvieran eventuales hábeas
corpus individuales correspondientes a cada afectado (32).
Esta decisión fue luego confirmada por la Suprema Corte de Buenos Aires, al rechazar los
recursos de nulidad e inaplicabilidad de ley que la actora interpuso (33).
Similares tesituras esgrimen las disidencias parciales de los doctores Fayt (39) y Argibay
(40).
2.1. El Tribunal de Casación provincial entendió que dicha "clase" no se había configurado.
Para ello sostuvo que no había un daño colectivo, que la actora consideraba erróneamente
como hecho generador de tal daño a las políticas del Estado provincial en materia
penitenciaria y que los agravios alegados debían resolverse en el marco de procesos
individuales de hábeas corpus. Esta argumentación fue rebatida en el recurso de queja, al
sostenerse que la acción colectiva es sustancialmente diversa de la acumulación de
acciones individuales.
Al respecto, el análisis que hemos efectuado en los dos capítulos anteriores de este
trabajo, nos lleva a concluir que la "clase" se constituye con sujetos que podrían también
accionar individualmente para requerir la tutela de su derecho (41). De modo que la
actora no necesitaba demostrar que la acción colectiva intentada era de una naturaleza
particular y diferente a las acciones individuales de los sujetos que conformaban el grupo
supuestamente afectado.
Por lo mismo, no nos parece un argumento adecuado para rechazar dicha acción
colectiva, la paralela existencia de legitimación individual para actuar ante la Justicia en los
integrantes de dicho colectivo. Este argumento de las instancias judiciales provinciales, en
nuestro criterio, no fundó adecuadamente el rechazo del hábeas corpus colectivo.
El voto mayoritario del Fallo que motiva este trabajo, concluye que la situación
penitenciaria y policial de la Provincia de Buenos Aires vulnera, entre otras, las conocidas
prescripciones del art. 18 "in fine" de la Constitución (44), como también diversos tratados
internacionales sobre derechos humanos que adquirieron status constitucional en el art. 75
inc. 22 reformado en 1994 (45).
Los derechos emergentes de las prescripciones contenidas en el citado art. 18, constituyen
fuera de toda duda derechos de "primera generación", tanto por el momento histórico de
su sanción, como por su naturaleza propia del constitucionalismo liberal decimonónico.
Otro tanto podría decirse, en lo pertinente, de los tratados sobre derechos humanos
constitucionalizados en 1994 -no obstante su contemporaneidad con los derechos de
"tercera generación"-, en la medida en que, como prevé el propio art. 75 inc. 22 párr. 2°,
deben considerarse complementarios de los derechos y garantías de la Primera Parte de
nuestra ley fundamental -vale decir, sus derechos y garantías podrían asimilarse a los
derechos de las tres "generaciones", según fuera el caso y se identificarían con la "primera
generación" las garantías correlativas con las del art. 18 Const. Nac.-. Aún de resultar esto
admisible, hemos sostenido previamente que la incidencia colectiva puede predicarse de
derechos de cualquier "generación" (46), de modo que los procedimientos colectivos de
tutela fundados en el art. 43 proceden en todos los casos en que se produce dicha
afectación.
Pero también se expresa que "... ante esta situación es indudable que esta Corte no
puede resolver todas las cuestiones particulares que importa, dadas las dificultades antes
señaladas y el número de casos y variables posibles..." (48); o bien, al citar el precedente
de la Opinión Consultiva OC-17/02 de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
manifiesta que "... era preciso conocer las particularidades de la aplicación de la prisión
preventiva a cada interno para poder analizar si se ha cumplido con cada uno de los
extremos señalados..." por el art. 7° del Pacto de San José de Costa Rica (49).
De resultar ello correcto, habrá asistido razón a las instancias judiciales provinciales,
cuando rechazaron el hábeas corpus colectivo por entender que la tutela judicial requerida
debía pretenderse de modo individual y ante los Jueces de cada causa. Vale decir, los
tribunales bonaerenses no habrían acertado al desestimar la acción colectiva porque
existían también acciones individuales disponibles, pero podrían haber tenido razón en
determinar que no había tal "clase" damnificada por un daño común y que pudiera
beneficiarse de un hábeas corpus colectivo.
En definitiva, la tutela que los procesos excepcionales del art. 43 Const. Nac. brindan a los
derechos de incidencia colectiva, requiere para su procedencia que efectivamente la lesión
a tales derechos sea padecida por una "clase" de damnificados. Las pautas para la
configuración de dicha "clase" han sido extensamente elaboradas en la doctrina
norteamericana respecto de la class action -antecedente de la acción analizada en este
trabajo- y también pueden hallarse en el texto de nuestra cláusula constitucional: la
necesidad de un daño común o common wrong, caracterizado tal como se ha hecho en el
Capítulo I del presente, resulta ineludible para que podamos hablar de un supuesto de
"incidencia colectiva" que habilite la referida tutela. Nos parece también que, toda vez que
nos hallamos en el marco de procesos excepcionales o subsidiarios, que la Constitución
estructura para casos en los que "no exista otro medio judicial más idóneo", las
condiciones para su admisibilidad deben analizarse con extremo cuidado; de lo contrario
se estarán desnaturalizando los diversos medios de tutela judicial existentes y se
generarán situaciones claramente disvaliosas -como la privación de jurisdicción a los
tribunales ordinarios en beneficio del que entiende en el remedio colectivo-, con lo que
también se terminarían vulnerando, por otro camino, las prescripciones del art. 18 de la
Constitución Nacional.
(1) "Recurso de hecho deducido por el Centro de estudios Legales y Sociales en la causa
"Verbitsky, Horacio s/hábeas corpus", V. 856. XXXVIII, del 3/5/05, LA LEY, 2005/05/26, p.
11.
(2) Las fuentes norteamericanas refieren indistintamente a class suits (juicios de clase) y a
class actions (acciones de clase). Preferimos esta última denominación, por tratarse de la
empleada en la Regla 23 de las Federal Rules of Civil Procedure.
(3) HAZARD, Geoffrey C., Jr. - TARUFFO, Michele, "American Civil Procedure. An
Introduction", ps. 159 y sigtes., Yale University Press, 1993.
(4) LOUISELL, David V. - HAZARD, Geoffrey C., Jr. - TAIT, Collin C., "Pleading and
Procedure State and Federal" 6th ed., ps. 823/824, The Foundation Press Inc., 1989.
(5) Idem, con cita de POMEROY, "Remedies and Remedial Rights", N° 400, 1876.
(10) Idem, ps. 160/161. El tribunal también controla que la representación o el patrocinio
letrados sean suficientes para un litigio de estas características, cuestión que puede
subsanarse.
(14) Excluimos de la mención efectuada a las tercerías -CPCCN, arts. 97 a 104-, dado que
su objeto, circunscripto a reclamos fundados en el dominio de bienes embargados o en el
derecho del tercero a ser pagado con preferencia al embargante, no se relacionan con la
materia analizada en el presente trabajo.
(16) "... Chiovenda enseña que la necesidad puede referirse a dos momentos
diferentes: ... b) a la tramitación y decisión, que contempla el caso de demandas que
pueden ser propuestas por uno solo de los varios que tendrían derecho a proponerlas.
Pero si varios entre éstos la proponen, las diversas demandas deben ser tramitadas y
decididas al mismo tiempo, uniformemente." (FENOCHIETTO, ob. cit., p. 349).
(19) Ver BIDART CAMPOS, Germán J., "Tratado Elemental de Derecho Constitucional
Argentino", t. I, p. 476, Ediar, 1998; SAGÜES, Néstor P., "Elementos de Derecho
Constitucional", t. II, ps. 295/296, Astrea, 2001; BIDEGAIN, Carlos María y otros, "Curso
de Derecho Constitucional", t. V, ps. 37/38, Abeledo - Perrot, 2001.
(31) "La Sala III del Tribunal de Casación decidió rechazar el hábeas corpus interpuesto
con fundamento en que no era competente para entender originariamente en la acción
instaurada. ... Señaló que no correspondía tomar una única decisión que englobase las
situaciones plurales indeterminadas con otros posibles objetivos perseguidos aun cuando
estén, de manera significativa, referidos a un problema común. En tal sentido, entendió
que la acción planteada apuntaba a cuestionar el sistema carcelario -y su sucedáneo
policial como extensión de aquél- en forma genérica, y no a obtener una decisión concreta
en casos individuales, los cuales pueden variar mucho entre sí, respecto de las lesiones a
derechos esenciales" (dictamen del Procurador General, Cap. II, párrafo 1°). Ver asimismo
el considerando 4° del voto mayoritario.
(34) Idem, Capítulo III. En el párrafo 1° se dice: "El apelante... aduce que no es posible
sostener, sin incurrir en un claro error conceptual, que la misma cuestión objeto de la
presentación puede ser aún debatida -en forma desgranada- ante cada uno de los
magistrados a cuya disposición se hallan los detenidos por quienes se iniciara el hábeas
corpus, pues ello implicaría defender la idea errónea de que una acción colectiva es igual
ala suma de muchas acciones individuales tramitando separadas." Ver asimismo,
considerandos 5° y 7° del voto mayoritario.
(35) "Pienso, asimismo, que reconocer a la actora legitimación para representar a los
individuos de un colectivo, pero ordenar que el ejercicio de esa representación tenga lugar
de manera individual y separada ante cada uno de los jueces a cuya disposición se hallan
detenidos, equivale a desvirtuar la previsión constitucional de una acción grupal o colectiva
como medio más idóneo para la solución de la controversia en el caso de los derechos de
incidencia colectiva" (dictamen, Cap. V, párr. 5°).
(40) En su disidencia parcial, manifiesta que coincide con los considerandos 1° a 54 del
voto de la mayoría.
(42) "Angel Siri", CSJN, Fallos: 239:463; "Samuel Kot S. R. L.", CSJN, Fallos: 241:291.