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Derecho Civil III:

TEMA 6: INEFICACIA E INVALIDEZ DEL CONTRATO.

1. Precisiones terminológicas.
● Ineficacia: Los casos de ineficacia no suelen recibir una concluyente tipificación, ni
en el Código, ni en la doctrina y la jurisprudencia que lo interpreta. En último
término, han de considerarse como tales todos los supuestos en que, por iniciativa de
alguna de las partes o por disposición legal, el contrato, siendo válido y, por tanto,
eficaz, no llega a producir ningún efecto, o deja de producir a partir de cierto
momento.
- Hay ciertos casos en que la ineficacia de un contrato válido depende de la
realización de ciertos hechos o circunstancias externas establecidos por el
OJ, cuya producción provoca aquella sin necesidad de declaración judicial
alguna.
- Otras veces, el OJ previene que un contrato válido puede dejarse sin efecto por
virtud de una resolución judicial resultante del ejercicio de una acción
impugnatoria que confiere a ciertas personas a las que dicho contrato perjudica
de un modo que el derecho no ampara (rescisión).
- Presentan similitud con estas últimas hipótesis los casos en que el OJ concede
a las partes o a una de ellas la posibilidad de desligarse de un contrato válido
y eficaz mediante una declaración de voluntad.
1. Ineficacia originaria: Deriva de la nulidad o la anulabilidad.
2. Ineficacia sobrevenida:
*Rescisión por lesión, fraude (efecto restitutorio); es subsidiaria a otros
remedios.
*Revocación: Ineficacia posterior por causa tasada (por ejemplo, la ingratitud
del donatario).
*Mutuo disenso: Acuerdo entre las partes para privar de efectos a un contrato
anterior.
*Disenso unilateral: Una o cada parte puede desvincularse del contrato, sin
alegar una causa, por basarse en confianza o intuitu personae, pero con efecto
no retroactivo (por ejemplo, comitente de obra, mandante, comodante).
● Invalidez. Como supuestos de invalidez contemplan la doctrina y la jurisprudencia,
como figuras distintas, la nulidad, que es la negación del contrato, y la anulabilidad,
que implica la situación claudicante del mismo. Esta distinción se ha exportado a otras
disciplinas como el Derecho Administrativo o el Derecho Mercantil. Existen variedad
de supuestos que implica la invalidez del contrato, tales como la inexistencia,
desistimiento, resolución, rescisión, irregularidad…
● Inoponibilidad. Los contratos producen efectos entre las partes pero afectan a
terceros; sin embargo, existen supuestos en que el tercero en un primer contrato confía
en la validez del suyo (segundo contrato):
1. Los contratos válidos no deben perjudicar a terceros. En el caso de doble
venta, la primera venta no inscrita no es oponible por el primer comprador a
un segundo comprador (tercero respecto de aquel) que inscribe.
2. Los contratos inválidos no deben perjudicar a un tercero. El tercer comprador
es un vendedor cuyo contrato de adquisición, a su vez, se anula.
En realidad se trata de no perjudicar a ningún tercero, ni mediante un contrato anterior
válido (inoponibilidad de la validez) ni mediante un contrato anterior nulo (inoponibilidad de
la ineficacia).

2. La nulidad absoluta y la anulabilidad.


La NULIDAD es la clase de invalidez que opera ipso iure o de pleno derecho y, en
consecuencia, no precisa ser declarada judicialmente, ni exige la previa impugnación del acto
al que afecte. Está legitimado para solicitarla cualquier interesado e incluso el causante de la
nulidad contra los intervinientes en el negocio, herederos, beneficiados económicamente
(para evitar que el mismo acto sea nulo para unos pero todavía válido para otros).

La nulidad puede ser declarada de oficio por los tribunales al ser un hecho
impeditivo, es decir, que niega la acción que se ejercite con fundamento en el contrato. El
contrato o acto nulo no produce efecto alguno y, por eso, si eventualmente el mismo hubiese
ocasionado desplazamientos patrimoniales u otra clase de consecuencias, las mismas habrían
de deshacerse, volviendo las cosas a la situación que tenían, como si aquellos nunca hubieran
existido.

La nulidad, en todo caso, es definitiva: no es posible la confirmación, convalidación o


sanación de los actos o contratos nulos, pero sí la conversión reuniendo los elementos
sustanciales y formales de un contrato diferente que cubre el interés práctico perseguido (por
ejemplo, donación inválida convertida en comodato).

Con respecto a sus causas, son múltiples los casos en que el OJ predica la nulidad
absoluta de los contratos, o de alguna de sus cláusulas; pero, en último término (en el sistema
del CC), los mismos responden a una de estas dos reglas:
1. La del art. 1261 del CC, del que resulta que no hay contrato cuando falta
completamente alguno de sus requisitos o elementos esenciales: el consentimiento, el
objeto o la causa.
2. La del art. 63 del CC, según el cual los actos contrarios a las normas imperativas y a
las prohibitivas son nulos de pleno derecho, salvo que en ellas se establezca un efecto
distinto para el caso de contravención. Esto no quiere decir que haya nulidad por
mera falta de conformidad o vulneración de normas administrativas salvo
establecimiento de efecto distinto para el caso de contravención (casos del 633 o de
las cláusulas abusivas en que la propia norma predica la nulidad o en los que la
nulidad se infiera de su ratio).

En cuanto, a la anulabilidad ANULABILIDAD, se dice que un contrato es anulable


cuando el OJ concede a una de las partes o, excepcionalmente, a otro sujeto, la facultad de
impugnarlo (teniéndolo aquel por nulo si prospera tal impugnación) o de confirmarlo
(teniéndolo entonces por válido para siempre y desde siempre). La regulación de la
anulabilidad se encuentra en el capítulo de la nulidad de los contratos, abarcando los artículos
del 1300 al 1314 del CC. El art. 293 del CC asume expresamente que los arts. 1301 y ss. del
CC se refieren a la anulabilidad, y esta, en todo caso, ha adquirido carta de naturaleza en
nuestro OJ como figura autónoma.

Con carácter general, el art. 1300 del CC afirma que los contratos en que concurran
los requisitos que expresa el art. 1261 pueden ser anulados, aunque no haya lesión para los
contratantes, siempre que adolezcan de alguno de los vicios que los invalidan con arreglo a
la ley. Este régimen está pensado por el legislador, pues, para los casos en que el contrato
tiene todos sus elementos esenciales (es decir, que no puede decirse que falte por completo el
consentimiento, el objeto o la causa), pero, no obstante, adolece de un vicio que afecta a
alguna de las partes: incapacidad de obrar, vicios del consentimiento o disposición por un
cónyuge sin el consentimiento del otro cuando este sea necesario (art. 1322 del CC). En todo
caso, la anulabilidad viene establecida para proteger a un determinado sujeto y en su
exclusivo interés. *Es importante el art. 1322 del CC.

En el ámbito de la acción de anulabilidad, se discute en la doctrina si los contratos son


inicialmente válidos o no. Para algunos, son válidos mientras no se impugnen, o más
exactamente, hasta que adquiera firmeza la sentencia que acoja tal impugnación, que es
constitutiva. Para otros, en cambio, deben ser considerados originalmente inválidos e
ineficaces, aunque esa invalidez sea sanable mediante la confirmación; y la sentencia sería,
entonces, declarativa. Hay que entender que el contrato anulable es, en principio, válido y
eficaz, si bien tales validez y eficacia son claudicantes. Ambas partes quedan obligadas,
aunque una de ellas (la que puede hacer valer la anulabilidad) disponga de una acción cuyo
éxito determina la nulidad del negocio. Si ambas partes convienen extrajudicialmente en la
invalidez del contrato, dicho acuerdo tiene los efectos extintivos del mutuo disenso.

En cuanto a la legitimación activa, a tenor del art. 1302 del CC 1. Pueden ejercitar la
acción de nulidad (en realidad, de anulabilidad) de los contratos los obligados principal o
subsidiariamente en virtud de ellos. 4. Los contratantes no podrán alegar la minoría de edad
ni la falta de apoyo de aquel con el que contrataron; ni los que causaron la intimidación o
violencia o emplearon el dolo o produjeron el error, podrán fundar su acción en estos vicios
del contrato. Según esto, están legitimados para ejercer la acción de anulabilidad, como
obligados “principales”, quienes hayan sido parte del contrato (no terceras personas) y, entre
ellos, solo el contratante en quien concurra la discapacidad o haya sufrido el vicio. A los
obligados subsidiariamente en virtud de un contrato anulable se les reconoce legitimación,
porque son interesados en la declaración de nulidad y el interés es la medida de la acción.
Con ello alude especialmente el art. 1302 del CC al fiador, que puede hacer valer, frente al
acreedor, los vicios del consentimiento que hubiera sufrido el deudor principal al contraer la
obligación (art. 1853 del CC); y, a parte del fiador, también a los codeudores solidarios (art.
1148 del CC). La legitimación de terceras personas, que no hubieran sido parte en el
contrato, la admite el Código únicamente en el caso del cónyuge cuyo consentimiento sea
preciso para que pueda el otro realizar eficazmente actos de administración o disposición, si
aquel no se hubiera prestado (arts. 1301 y 1322 del CC). En lo que respecta a la legitimación
pasiva, es la que se refiere al otro contratante o cónyuge que actuó sin consentimiento del
otro (la más importante es la activa).

En cuanto al plazo y cómputo, según el párrafo primero del art. 1301 del CC, la
acción de nulidad (en realidad, anulabilidad) solo durará cuatro años. Siendo la acción
constitutiva, el plazo ha de considerarse como de caducidad. Es oponible vía reconvención,
(acción por el demandado, sujeta a caducidad desde el ejercicio de la acción del demandante)
desde la cesación del vicio (aunque el contrato ya se haya cumplido bajo su efecto), la
celebración del contrato, la salida de la tutela o desde el conocimiento suficiente por el
cónyuge.

El art. 1301 del CC establece que la acción de nulidad caducará a los cuatro años. Ese
tiempo empezará a correr:

1.º En los casos de intimidación o violencia, desde el día en que estas hubiesen cesado.
2.º En los de error, o dolo, o falsedad de la causa, desde la consumación del contrato (o
sea, desde el incumplimiento de las obligaciones que de él nazcan).
3.º Cuando la acción se refiera a los contratos celebrados por los menores, desde que
salieren de la patria potestad o la tutela.
4.º Cuando la acción se refiera a los contratos celebrados por personas con discapacidad
prescindiendo de las medidas de apoyo previstas cuando fueran precisas, desde la
celebración del contrato.
5.º Si la acción se dirigiese a invalidar actos o contratos realizados por uno de los
cónyuges sin consentimiento del otro, cuando este consentimiento fuere necesario, desde
el día de la disolución de la sociedad conyugal o del matrimonio salvo que antes hubiese
tenido conocimiento suficiente de dicho acto o contrato.

Para buena parte de la doctrina, el plazo de cuatro años afecta al ejercicio de la acción,
pero no a la posibilidad de oponer la anulabilidad como excepción, que no estaría sometida a
término alguno. Pero, en realidad, dado el carácter constitutivo de la acción de anulabilidad,
no puede hacerse valer esta como excepción, sino, siempre, a través de la pertinente
reconvención, la cual, como ejercicio que es de la acción por el que es demandado, está
igualmente sujeta al indicado plazo de caducidad.

Refiriéndonos a la confirmación, los contratos anulables son susceptibles de


confirmación. Atendiendo a lo dispuesto en el CC, puede definirse la confirmación como una
declaración unilateral de voluntad, realizada por quien tiene legitimación para hacer valer la
anulabilidad, en cuya virtud el acto contrato deviene impugnable y, por ende, plenamente
válido, como dice el art. 1309 del CC, la acción de nulidad queda extinguida desde el
momento en que el contrato haya sido confirmado válidamente, a lo que añade el art. 1313,
que la confirmación purifica el contrato de los vicios de que adoleciera desde el momento de
su celebración. La confirmación requiere la misma capacidad que para el contrato
confirmado; pero no el concurso de aquel de los contratantes a quien no correspondiese
ejercitar la nulidad (art. 1312 del CC) y que conozca y haya nacido ya la acción de
anulabilidad. En el proceso, funciona como un hecho impeditivo de la acción de anulabilidad,
constituyente de una excepción impropia: ejercitada aquella por el legitimad, el demandado
podrá oponerla; y si la confirmación fuera incapaz, no tendrá el actor que impugnarla
autónomamente.

Según el art. 1311 del CC, la confirmación puede hacerse expresa o tácitamente. Se
entenderá que hay confirmación tácita cuando, con conocimiento de la causa de nulidad y
habiendo esta cesado, el que tuviese derecho a invocarla ejecutase un acto que implique
necesariamente la voluntad de renunciarlo. En realidad, para ambas clases de confirmación
se requiere que haya nacido la acción de anulabilidad y que la causa de la nulidad haya
cesado, pues el efecto de aquella es la extinción de esta, por lo que a la misma equivale,
también, su renuncia, igualmente expresa o tácita: en particular, el transcurso del plazo de
caducidad sin haberla ejercitado. Así, también debemos tener en cuenta la eficacia retroactiva
o erga omnes, es decir, que los acreedores podrán impugnar la confirmación por fraude.

Existe una extinción de la acción de anulabilidad por pérdida dolosa o culpable


de la cosa objeto del contrato. Además de por la confirmación, también se extinguirá la
acción de nulidad de los contratos cuando la cosa, objeto de estos, se hubiese perdido por
dolo o culpa del que pudiera ejercitar aquella (art. 1314 del CC). La norma se aplica solo a
la hipótesis de que del contrato nazca la obligación de entregar una cosa determinada y
presupone, primero, que la cosa se encuentra ya en poder del que podría pedir la nulidad; y,
segundo, que, cuando la misma se pierda, la acción de anulabilidad del que “pudiera
ejercitarla”, que no es cualquier legitimado, sino el sujeto protegido por aquella haya nacido:
que haya empezado a correr el plazo de caducidad para el ejercicio, por él (y no por otro en
su nombre o en su interés), de la misma.

Si la causa de la acción fuera la minoría de edad de alguno de los contratantes, la


pérdida de la cosa no será obstáculo para que la acción prevalezca, a menos que hubiese
ocurrido por dolo o culpa del reclamante después de haber alcanzado la mayoría de edad. El
contrato será definitivamente válido como si lo hubiera confirmado (el legitimado sufrirá la
pérdida de la cosa pero habrá de realizar la contraprestación, entregar la suya al otro). Pero
ello constituye una excepción al art. 1308 del CC, por lo que no debe extenderse a otros
supuestos, como el cónyuge que no consiente o la nulidad absoluta, pues haría ilusoria esta
protección. Si la causa de la acción fuera haber prescindido el contratante con
discapacidad de las medidas de apoyo establecidas cuando fueran precisas, la pérdida de la
cosa no será obstáculo para que la acción prevalezca, siempre que el otro contratante fuera
conocedor de la existencia de medidas de apoyo en el momento de la contratación o se
hubiera aprovechado de otro modo de la situación de discapacidad obteniendo de ello una
ventaja injusta. En las restantes hipótesis (pérdida anterior a la acción o sin dolo ni culpa del
legitimado) dicha pérdida se imputa al otro contratante al que se le presupone “malicia en
contratar con discapacitado y culpa en ignorarlo”. En consecuencia, aún perdida la cosa , el
legitimado puede ejercer la acción de anulabilidad, es decir, obtener la restitución de lo que
hubiera entregado sin tener que restituir la recibida del otro.

3. La rescisión: Supuestos. Acción rescisoria y su eficacia frente a terceros.


La rescisión es el remedio jurídico para la reparación de un perjuicio económico que
el contrato origina a determinadas personas, cuya esencia consiste en hacer cesar su eficacia.
El contrato es perfectamente válido, pero, en razón de aquel perjuicio y siempre que no haya
otro remedio para repararlo, se concede a las personas perjudicadas una acción de
impugnación, llamada aquí rescisoria. Según el art. 1294 del CC, la acción de rescisión es
subsidiaria; no podrá ejercitarse sino cuando el perjudicado carezca de todo otro recurso
legal para obtener la reparación del perjuicio. Aparte el caso del fraude de acreedores, esta
subsidiariedad plantea problemas, sobre todo, en relación con las acciones de nulidad y
anulabilidad, porque, por su parte, el art. 1290 del CC, establece que los contratos
válidamente celebrados pueden rescindirse en los casos establecidos por la ley. De este
último precepto no cabe inferir, sin embargo, que, siendo el contrato nulo o anulable, no
quepa pedir la rescisión, sino que la acción rescisoria habría de plantearse como subsidiaria
de las de nulidad o anulabilidad, para el caso de no estimarse estas.
Respecto a sus supuestos, los casos de rescisión que contempla el art. 1291 del CC,
pueden ordenarse del modo siguiente:
a) Interviniendo lesión, esto es, el perjuicio consistente en una determinada
diferencia, en contra del protegido por la norma, entre la prestación por él
realizada y la contraprestación percibida. Son rescindibles:
- Los contratos que pudiera celebrar los tutores sin autorización
judicial, siempre que las personas a quienes representan hayan
sufrido lesión en más de la cuarta parte del valor de las cosas que
hubieren sido objeto de aquellos (art. 1291.1º del CC).
- Los contratos celebrados en representación de los ausentes, siempre
que estos hayan sufrido la lesión a que se refiere el número anterior
(art. 1291.2º del CC). Pero esta rescisión no tendrá lugar respecto a los
contratos celebrados con autorización judicial (art. 1296 del CC).
b) Son igualmente rescindibles los contratos celebrados en fraude de acreedores,
cuando estos no puedan de otro modo cobrar lo que se les deba (art. 1292.3º
del CC).
c) También lo son los contratos que se refieren a cosas litigiosas, cuando
hubiesen sido celebrados por el demandado sin conocimiento y aprobación de
las partes litigantes o de la Autoridad judicial competente (art. 1291.4º del
CC). Aquí el protegido (el demandante) no es parte en el contrato, y la
finalidad de la rescisión del negocio es que el demandado conserve la posesión
de la cosa cuya entrega reclame aquel en el pleito, a fin de poder obtenerla en
este.
d) Por último, cabe también la rescisión de cualesquiera otros (contratos) en que
especialmente lo determine la ley (art. 1291.5 del CC). Por ejemplo, pagos en
situación de insolvencia por obligaciones no vencidas del deudor (art. 1292 del
CC) o enajenación por un cónyuge en fraude o perjuicio del otro, si el
adquirente es de mala fe (art. 1391 del CC).
En lo que respecta a la acción rescisoria, la rescisión solo puede obtenerse mediante
el ejercicio de una acción que, por ello, es constitutiva. únicamente están legitimados para
ejercitarla, en sus respectivos casos: El pupilo, el ausente, el cónyuge del que hubiera
contratado y el demandado; y, además, el cocontratante de cada uno de ellos.
Atendiendo al alcance de la acción rescisoria, según los párrafos segundo y tercero del
art. 1295 del CC, no tendrá lugar la rescisión cuando las cosas, objeto del contrato, se
hallaren legalmente en poder de terceras personas que no hubiesen procedido de mala fe, en
cuyo caso podrá reclamarse la indemnización de perjuicios al causante de la lesión. Es decir,
que la acción rescisoria no puede dirigirse contra terceros adquirentes de buena fe, pero sí
contra los de mala fe.
Refiriéndonos al plazo, a tenor del art. 1299 del CC, la acción para pedir la rescisión
dura cuatro años. Para las personas sujetas a tutela y para los ausentes, los cuatro años no
empezarán hasta que haya cesado la incapacidad de los primeros, o sea conocido el
domicilio de los segundos. Y según el TS, debe tomarse como día inicial desde el completo
conocimiento del daño patrimonial a los acreedores en caso de fraude. El plazo de cuatro
años es, desde luego, de caducidad, como corresponde a la naturaleza constitutiva de la
acción.
¿Hasta dónde puede ejercitarse la rescisión? Hasta antes de la primera enajenación
a título oneroso, de buena fe. No mientras sean a título gratuito (incluso de buena fe) u
oneroso de mala fe.
4. Restitución de las prestaciones.
Los contratos inválidos no producen ningún efecto: quod nullum est nullum producit
effectum. Admiten la doctrina y la jurisprudencia, sin embargo, que la parte que ni conoce ni
debió conocer la causa de la nulidad pueda ejercitar una acción tendente a indemnizar el daño
producido por aquella, que habría de dirigir contra el causante de dicho daño, esto es, quien,
por ejemplo, utilizó el dolo o la violencia. Ciertamente, en este caso, hay un evento dañoso
que sería indemnizable con arreglo al art. 1902 del CC. Algunos autores defienden incluso la
aplicación de las reglas de la responsabilidad contractual, que en algún punto, son más
favorables (STS 26 octubre 1981). La nulidad del contrato puede determinar la de otros
coligados o conexos, lo que ocurrirá cuando sean accesorios de aquel (art. 1824 del CC, para
la fianza). En principio, la nulidad de los accesorios no afectará a los principales, aunque
acaso la voluntad de las partes vinculara aquellos a estos de modo que sin el contrato
accesorio no habrían celebrado el principal, lo que habrá de interpretarse en cada caso.
Esta ineficacia lo es desde el principio (ex tunc) y se produce también en relación con
los terceros (es erga omnes o frente a todos), salvo que se le proteja con la imposibilidad de
reivindicación por el vendedor dueño (que todavía lo es por la nulidad de la venta) por haber
confiado dicho tercero en la apariencia de titularidad de aquel.
En particular, cuando un contrato resulta ser inválido, es evidente que no nacieron de
él obligaciones para las partes. En consecuencia, si estas, teniéndolo por vinculante, hubieran
realizado las conductas de prestación en él previstas, las mismas han de deshacerse,
volviéndose a la situación de partida (restitución recíproca). Esto ocurre también si el
contrato es nulo que si es anulable y prospera la acción de anulabilidad. La restitución se
contempla, con carácter general, en el art. 1303 del CC, según el cual, declarada la nulidad
de una obligación, los contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen
sido materia del contrato, con sus frutos, y el precio con los intereses, salvo lo que se dispone
en los artículos siguientes. La sentencia constitutiva de anulabilidad contendrá también
pronunciamientos de condena para la restitución (despachándose ejecución mediante acción
ejecutiva 5 años, 518 Lec) o declararse por el juez (iura novit curia) por economía procesal
para evitar enriquecimiento injusto.
Con respecto al objeto de la restitución, aunque el art. 1303 del CC parece estar
pensado solo en la compraventa, la restitución procede en toda clase de contratos y supuesto;
también si solo una de las partes hubiera realizado su prestación, y lo mismo si el contrato
fuera unilateral. No obstante, hay matices o excepciones en el caso de la pérdida (o
irrevocabilidad) de la cosa a devolver por el demandado (incluso por caso fortuit si es de
buena fe, solo enriquecimiento), según lo establece el art. 1307 del CC diciendo que siempre
que el obligado por la declaración de nulidad a la devolución de la cosa, no pueda
devolverla por haberse perdido, deberá restituir los frutos percibidos y el valor que tenía la
cosa cuando se perdió con los intereses desde la misma fecha. Por “valor de la cosa” hay que
entender su equivalente en dinero, que habrá de calcularse, no por la cuantía de la
contraprestación pactada, sino de acuerdo con una estimación objetiva y con referencia al
momento de la pérdida. Si la cosa entregada fuera fructífera, ordenan los arts. 1303 y 1307
del CC la devolución de los frutos (líquidos) percibidos (también gastos y mejoras
sufragados), aunque dependerá de la buena o mala fe del contratante restituyente de la cosa,
incluyendo gastos para la transmisión (escritura, inscripción, plusvalía).
Haciendo referencia a los supuestos de limitación y exclusión de la restitución, el
art. 1303 del CC anuncia, al final, la existencia de una serie de excepciones en los artículos
siguientes a la regla que él mismo establece de íntegra restitución de la s prestaciones. De
ellas se ocupan los arts. 1304 a 1306 del CC.
A) El límite de la restitución debida por la minoría de edad.
A tenor del art. 1304 del CC, cuando la nulidad proceda de la minoría de edad, el
contratante menor no estará obligado a restituir sino en cuanto se enriqueció con la
prestación recibida. La norma trata de proteger a los menores del peligro de que derrochen o
inviertan mal el dinero o los bienes que hubieren percibido por razón del contrato inválido,
empobreciéndose. Si así hubiera sucedido, no tienen obligación de restituir. Si, por el
contrario, el dinero o bienes recibidos les hubieran servido para incrementar su patrimonio,
sólo están obligados a restituir en la medida de ese incremento. Así, esta medida también será
aplicable cuando la nulidad proceda de haber prescindido de las medidas de apoyo
establecidas cuando fueran precisas, siempre que el contratante con derecho a la restitución
fuera conocedor de la existencia (difícil prueba en otros discapaces) de medidas de apoyo en
el momento de la contratación o se hubiera aprovechado de otro modo de la situación de
discapacidad obteniendo de ello una ventaja injusta (art. 1304 del CC). Tiene que haber
prueba del enriquecimiento por el contratante capaz (el otro) pues el pago solo será válido (y
restituible por el discapaz) en la medida de su enriquecimiento (art. 1163 del CC).
B) Exclusión de la repetición (a modo de pena civil) de lo entregado por causa
de delito o causa torpe (fines inmorales o ilícitos). Los arts. 1305 y 1306 del
CC acogen el principio tradicional de que quien entrega una cosa con una
finalidad ilícita o inmoral no puede pedir que se le restituya, bien que
mezclando la cuestión con la regla de que los contratos que tienen una causa
ilícita o en los que el consentimiento recae sobre un objeto ilícito, son nulos de
pleno derecho.
El punto de partida de los citados preceptos es, pues, que el contrato; en los casos que
en ellos se contemplan, es nulo de pleno derecho, por ser ilícita la causa (arts. 1.305 y 1.306)
o por serlo el objeto (art. 1.305). Sobre esta base, distinguiendo según el hecho constituya o
no un delito o falta penales, el Código sienta las dos siguientes reglas:
a) Que, cuando la nulidad provenga de ser ilícita la causa u objeto del contrato, si el
hecho constituye delito o falta común a ambos contratantes, carecerán de toda acción
entre sí, y se procederá contra ellos, dándose, además, a las cosas o precio que
hubiesen sido materia del contrato, la aplicación prevenida en el Código penal
respecto a los efectos o instrumentos del delito o falta.- Esta disposición es aplicable
al caso en que sólo hubiere delito o falta de parte de uno de los contratantes; pero el
no culpado podrá reclamar lo que hubiese dado, y no estará obligado a cumplir lo
que hubiera prometido (art. 1.305 Cc.).
*prejudicialidad penal: el proceso civil se suspende en espera de sentencia
penal (40. Lec) y no siempre decomiso: cosas de lícito comercio de valor no
proporcionado a la infracción, o en poder de terceros adquirentes de buena fe, y
satisfechas las responsabilidades civiles.
b) Que, si el hecho en que consiste la causa torpe no constituye delito ni falta, se
observarán las reglas siguientes: 1ª cuando la culpa esté de parte de ambos
contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo que hubiera dado a virtud del
contrato, ni reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese ofrecido. 2ª Cuando
esté de parte de un solo contratante, no podrá éste repetir lo que hubiese dado a
virtud del contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le hubiera ofrecido. El otro,
que fuera extraño a la causa torpe, podrá reclamar lo que hubiera dado, sin
obligación de cumplir lo que hubiera ofrecido (art. 1.306 Cc.). Dicha torpeza no
incluye todos los supuestos de ilicitud (contravención de norma prohibitiva o de
límites de autonomía de la voluntad) sino que es un juicio ponderado (“válvula de
cierre de control de la libertad contractual”) según una objetiva reprobación por ética
social de los fines perseguidos (no del propio contenido contractual).
Por último, en lo referido a la restitución en caso de rescisión del contrato, de
modo similar a lo dispuesto, para el caso de nulidad, en el art. 1303 del CC, el párrafo
primero del art. 1295 establece que la rescisión obliga a la devolución de las cosas
que fueron objeto del contrato con sus frutos, y del precio con su intereses; en
consecuencia, solo podrá llevarse a efecto cuando el que la haya pretendido pueda
devolver aquello a lo que por su parte estuviese obligado. Según este mismo artículo,
la restitución de la rescisión se distingue según que la cosa perdida o enajenada sea la:
- Entrega al pupilo o ausente: impide la rescisión o (si dicha pérdida es posterior
a la rescisión) la restitución.
- Entregada al demandado: es posible la rescisión o la indemnización si ya no la
tiene la restitución se sustituye por la indemnización del perjuicio.

5. La nulidad parcial.

El acuerdo resultante del concurso de las declaraciones unilaterales suele ser complejo
(formado por diversas proposiciones o cláusulas) por lo que la nulidad parcial (no de todo el
contrato) es más razonable, con sustitución por las cláusulas predispuestas por ley o por el
contrato normativo, como cuestión de interpretación según buena fe y naturaleza del contrato,
en beneficio del adherente. En el Derecho comparado existen diversos enfoques: la nulidad
parcial como regla o como excepción (entonces será precisa prueba de lo contrario).
En cuanto a los supuestos, el tratamiento del problema que nos ocupa exige deslindar las
diferentes hipótesis que pueden presentarse:
1. Hay una parte del contenido de los contratos que ha de calificarse como esencial o
necesaria. Por más que el consentimiento de las partes haya recaído, separadamente,
sobre diversas estipulaciones o cláusulas, algunas no son prescindibles y, si estuvieren
afectadas de alguna clase de invalidez, sería nulo el contrato entero. Ello ocurre
cuando la nulidad afecta a lo que, para el Código, constituye el objeto del
consentimiento contractual como elemento esencial de todo contrato y que este
desglosa en: Objeto del contrato y su causa, entendida esta como tipo o contenido del
contrato.
2. En principio, no hay duda de la admisibilidad de la invalidez parcial en la
hipótesis en que el ordenamiento previene expresamente, lo que sucede cuando en
el contrato se ha incluido una determinada cláusula que contraviene una cierta norma
imperativa. Pero las consecuencias de dicha invalidez serán diferentes según los
casos.
3. En lo demás, situados en el contenido del contrato que no posea la condición de
esencial, no hay inconveniente en admitir que valga el resto del contrato cuando,
suprimida la cláusula o cláusulas específicamente afectadas por la invalidez, se pueda
inferir que, sin ellas, las partes lo habrían igualmente celebrado.
6. Vías de subsanación.
La confirmación es la única modalidad regulada por el Cc, pero existen otras formas de
sanación:
● Convalidación: fenómeno por el que las partes quedan vinculadas a un contrato
originariamente inválido en virtud de un hecho posterior. Repetición del contrato,
evitando vicio y dotándolo de posible retroactividad inter partes, sin oponibilidad a
3º. Ratificación, completando con una autorización el contrato celebrado sin ella.
● Conversión cuando un contrato nulo (por falta de elementos, no por ilicitud) contiene
los elementos de otro válido (de eficacia menor) se convierte en éste (arrendamiento
en que falta renta se convierte en comodato).
Anexo. Tabla de Nulidad y anulabilidad
- Concepto:
● N.A.: nulidad definitiva e insubsanable. No se requiere estrictamente declaración
judicial aunque puede convenir. Los tribunales la declaran de oficio.
● N.R: contratos válidos pero con eficacia claudicante. Si se impugna y el tribunal
declara la nulidad, el contrato será tan nulo como si fuera absoluta; si no, será tan
válido como si nunca hubiese sido anulable.
- Causas:
● N.A.: Ilegalidad del acto, ausencia o ilegalidad de alguno de los elementos esenciales
(*falta del consentimiento del cónyuge para actos gratuitos)
● N.R.: vicios del consentimiento (falta del consentimiento del cónyuge para actos
onerosos ), discapacidad sin los apoyos oportunos.
- Legitimación activa (¿quién puede pedirla?):
● N.A.: cualquier interesado (partes o no en el contrato: acreedores, colindantes
retrayentes)
● N.R.: la parte contratante afectada y perjudicada por el defecto o vicio
- Legitimación pasiva (¿contra quién se dirige?):
● N.A.: contra todos los interesados
● N.R.: contra el otro contratante
- Duración de acción.
● N.A.: no prescribe, ni caduca, ni se confirma, porque se considera de interés general.
● N.R.: 4 años desde que cese el vicio (de interés particular). Admite confirmación.
- Interés tutelado.
● N.A.: interés público.
● N.R.: interés privado individualizado de la parte afectada.
CONSECUENCIAS comunes.
El contrato no produce efectos: se deshacen los producidos mediante la restitución de las
prestaciones (vg, cosas y precio). Si no es posible, se abona su valor, pero además si se
prueba, indemnización de daños.
Depende de que el cto haya sido ilícito (solo civil, o también penal) para una o para ambas
partes

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