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TEMA 11.

CRISIS MONETARIAS Y FINANCIERAS EN EL PERIODO DE


ENTREGUERRAS

1. EL DESARROLLO DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL

El primer proceso globalizador se dio en el siglo XIX (en su segunda mitad) y acabó
precisamente en 1914. Las enseñanzas de las Escuela Clásica Inglesa de Economía Política se
implementaban en un país tras otro del continente europeo y también del americano y su laissez-
faire derramaba sus frutos a través del crecimiento continuado de las riquezas de las naciones.
Pero para llevar a cabo el intercambio transfronterizo no sólo se necesitaba la voluntad política
de los gobernantes para reducir las barreras arancelarias, era preciso disponer de un sistema
monetario viable a nivel internacional sobre el que discurriera el flujo de bienes, servicios y
capitales.
La convertibilidad era la salvaguarda del sistema ya que imponía una disciplina a quienes
creaban dinero no metálico.
Este sistema monetario tenía ventajas e inconvenientes. La gran virtud consistía en el
mecanismo autorregulador de los desequilibrios externos (el mecanismo de flujo de especie-
dinero de Hume); el pequeño defecto radicaba en utilizar dos metales preciosos como referencia.
El gran problema de establecer como patrón monetario una mercancía, como puede ser el
oro o la plata, es que tiene un valor variable. Ya antes hemos dicho cómo los nuevos
descubrimientos influyen en los precios. Cuando se utilizan dos metales al mismo tiempo como
dinero los problemas se multiplican, esta es la conocida, aunque Ley de Gresham, un experto
tratante de cambios y servidor de Isabel I de Inglaterra (Kindleberger: 1988).
Sin embargo, en el transcurso del siglo XIX la plata iba a desaparecer paulatinamente –y
no sin oposición– como patrón de referencia en el sistema monetario internacional. De este modo
al finalizar la centuria el dominio del oro fue total.

1.1 El patrón oro


Después de las grandes depreciaciones de la moneda de plata que se produjeron durante
el conflictivo siglo XVII inglés, finalmente el mismo Isaac Newton en 1717 determinó el precio
del oro en 3 libras, 17 chelines y 10,5 peniques, una paridad que Inglaterra iba a mantener con
uñas y dientes hasta 1931. La plata se desmonetizó en 1774 y se eliminó como moneda de curso
legal para sumas que excedieran las 25 libras.
Uno de los más duros adversarios al patrón-oro inglés fue Francia, entre otras cosas
porque tenía en su poder grandes reservas de plata. De su iniciativa surgió en 1865 la Unión
Monetaria Latina, que estaba integrada además de por Francia, por Bélgica, Italia y Suiza, a la
que más tarde se unieron Grecia, Rumanía y España. Estos países optaron por la plata como metal
en el que basar sus monedas. Sin embargo, dos acontecimientos pusieron término a la Unión. En
primer lugar, aumentó la producción mundial de plata por dos motivos: el descubrimiento de
minas de plata en California y Australia. En segundo lugar, tras la derrota francesa en la guerra
franco-prusiana, pone fin a la UCM. Alemania asume el patrón oro. Por estas dos causas el
mercado internacional se inundó de plata y este metal se depreció. Sin embargo, en vez de permitir
la inflación, los países integrantes de la Unión acabaron abandonándola prefiriendo refugiarse en
el patrón oro. Desde entonces (1875-1880) y hasta la Primera Guerra Mundial, el oro constituyó
el único metal de referencia para las grandes naciones europeas y para EEUU. Curiosamente sólo
España continuó con un patrón plata al abandonar la convertibilidad en oro de billetes del Banco
de España en 1883.
2. LAS CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Se calcula que el número de soldados muertos en la guerra se aproximó a los 10 millones,


a esto hay que añadir unos 40 millones de bajas civiles directas de la contienda e indirectas por la
propagación de la terrible “gripe española” que se difundió a causa de la guerra.
Los gastos militares varían entre los 180.000 y los 230.000 millones de dólares. Tales
gastos difícilmente podrían acometerse con un simple aumento de la presión impositiva o a través
de las emisiones de deuda pública. Ante una necesidad tan apremiante de fondos, los gobiernos
de los países beligerantes utilizaron la vía rápida de obtención de financiación: la emisión de papel
moneda. Sin embargo, esta vía rápida y sencilla de financiación conllevaba su cruz particular: la
pérdida de la convertibilidad. Caía por tanto uno de los pilares en los que se había sujetado el
crecimiento duran te el siglo XIX y los esperanzadores comienzos del XX, el patrón oro.
El segundo de los pilares que cayó durante la guerra fue la libertad en el comercio
internacional. La Guerra acabó con ello y en su lugar se impuso el proteccionismo como arma
defensiva.

2.1. La desintegración de Europa Oriental


Pero más allá de la desmembración política del Este europeo, está la desintegración
económica que trajo consigo la formación de nuevas fronteras con sus correspondientes aranceles
El libre comercio del imperio Austro-Húngaro deshecho. Los mercados se redujeron, productores
y consumidores quedaron en lados opuestos de las fronteras, y las nuevas naciones buscaron la
autosuficiencia. El resultado de esta fragmentación fue el empobrecimiento de la zona.
Si unimos a la política proteccionista: escasos fondos de ayuda, debilidad fiscal,
monetización del déficit público→ El Banco central compra deuda pública con moneda de nueva
ceración. En occidente es igual→ camino hacia la inflación en toda Europa

2.2. La hiperinflación alemana


El origen de este proceso está en las famosas reparaciones de guerra establecidas en el
Tratado de Paz de París→ Tratado de Versalles.
Tratado de Versalles impuso graves condiciones a Alemania: del 13 por ciento de su
territorio y del 10 por ciento de su población. Esto suponía la pérdida de aproximadamente el 15
por ciento de su tierra cultivable y de las grandes zonas productoras de hierro, cinc y carbón. Una
Comisión de Reparaciones con sede en Berlín que evaluaría los pagos monetarios en concepto de
indemnización por los daños causados en los territorios aliados y que iba a establecer unas
cuantías fuera de toda proporción (132.000 millones de marcos de oro).
Keynes formaba parte de la delegación inglesa en el tratado de paz y tal fue su oposición
a la actitud revanchista de los aliados que renunció a su puesto y escribió un libro, Las
consecuencias económicas de la paz, en el que exponía sus críticas a las duras reparaciones de
guerra y vaticinaba consecuencias desastrosas para Europa. Por todo ello Alemania no tuvo más
remedio que responder con morosidad y con la emisión descontrolada de papel.
En el verano de 1922 la situación se hizo crítica y Alemania pidió infructuosamente una
moratoria de sus deudas. A finales de año Alemania suspendió los pagos y Francia y Bélgica
decidieron ocupar la zona minera del Ruhr para incautarse directamente de producción y
resarcirse. Los alemanes respondieron con la resistencia pasiva. El déficit público se multiplicó y
con él las grandes tiradas de papel moneda. En 1923 la inflación alcanzó cifras astronómicas, el
índice de precios de enero a noviembre se multiplicó por la prácticamente inimaginable cifra de
270 millones. Si en 1914 el tipo de cambio era de 4,2 marcos por dólar, en noviembre de 1923
estaba a 4,2 billones de marcos por dólar, para poner orden a tal desastre monetario,
desmonetizaron el marco y lo sustituyeron por una nueva unidad de cuenta, el rentenmark, que
equivalía a un billón de marcos antiguos. Fue entonces cuando precipitadamente se convocó una
comisión internacional para estudiar los enormes problemas de las reparaciones. s. Esta comisión
produjo el llamado Plan Dawes, por Charles G. Dawes.
El plan Dawes supuso la salvación para Alemania. Se renegociaron las condiciones de
pago, aunque no la cuantía de la deuda; las cuotas anuales se redujeron y se estableció su
actualización en función del crecimiento de la economía alemana. Pero sobre todo la principal
ayuda internacional que incorporaba el plan Dawes fue un préstamo de 800 millones de marcos
en su mayor parte aportados por Estados Unidos. El plan fue un éxito; en los años siguientes
Alemania cumplió con los pagos, el marco mantuvo su estabilidad, y comenzó un periodo de
recuperación, hasta la Gran Depresión del 29.

2.3. La difícil vuelta a la normalidad


Duros momentos por los que atravesó Alemania tras la Gran Guerra, pero a fin de cuentas
era el país vencido. Sin embargo, no fue el único que padeció en los años siguientes a la firma de
Versalles. Gran Bretaña, dentro del grupo de los victoriosos, fue uno de los países que más sufrió
para recuperar la “normalidad”.
Los distintos gobiernos renunciaron a hacer convertibles en oro estos billetes y la
inflación se extendió por todo el territorio europeo.
Así las cosas, se organizaron varias conferencias, la primera de ellas en 1920 en Bruselas
auspiciada por la Sociedad de Naciones, pero no llegó a ningún acuerdo debido a que aún no se
había determinado la cuantía y sistema de pagos de las reparaciones de guerra alemanas. La
conferencia de Génova de 1922 fue más productiva; allí se contempló por primera vez la
utilización del patrón cambios oro. (con la libra como divisa de reserva sobre la que emitir billetes)
Inglaterra: Keynes contrario a la vieja paridad, propone el abandono del patrono r
(“bárbara reliquia”). Por último, denunció la situación de dependencia que se establecería respecto
de Estados Unidos. Durante la guerra, Estados Unidos había acaparado grandes cantidades de oro
que mantenía la Reserva Federal, su banco central. Las autoridades monetarias norteamericanas
en vez de permitir la depreciación del metal y en consecuencia poner en funcionamiento el
mecanismo del flujo en especie de Hume, habían esterilizado las entradas de metal atesorándolo.
En consecuencia, el oro poseía un valor “artificial” cuya evolución futura ya no dependía de los
aleatorios dones de la naturaleza sino de las decisiones de la Junta de la Reserva Federal.
Este diagnóstico no fue escuchado ni entendido por los políticos del momento,
especialmente por Winston Churchill que en 1925 decidió retornar al patrón oro con la paridad
de preguerra haciendo caso omiso a las recomendaciones de Keynes. Los partidarios de la vuelta
a la convertibilidad de preguerra poseían, con todo, sus argumentos; era una obligación moral
para los gobernantes garantizar que los ahorros de los ciudadanos en los depósitos bancarios de
preguerra representaran al término de la contienda las mismas brillantes onzas doradas.
Para volver a la antigua paridad acometieron una reducción de la circulación monetaria,
la apreciación de la libra encareció los productos ingleses que perdieron competitividad en los
mercados internacionales y provocó un déficit comercial. La deflación de precios fue
especialmente dura para empresarios y trabajadores; las presiones a la baja de los salarios
provocaron graves tensiones sociales que incluso desembocaron en una huelga general de nueve
días en 1926 y una de mayor duración en la industria del carbón. Sólo al final de la década
comenzó a mejorar la situación, una mejora efímera porque lo peor estaba por llevar con la Gran
Depresión.
Francia devaluó su moneda. Si antes de la guerra el tipo de cambio era de 5,18 francos
por dólar, en 1926 –año de la estabilización– la paridad se fijó en 25,53 francos por dólar. Los
efectos fueron los previsibles: una mejora de la competitividad de los productos franceses en los
mercados internacionales.
Suecia, Holanda, Gran Bretaña y Dinamarca– recuperaron la paridad de preguerra,
mientras que el resto devaluó en alguna medida su moneda.
El Crack del 29 echará bajo tierra la recuperación.
3. LA CRISIS DEL 29

La IGM transformó a EE.UU. de tradicional deudor en el mayor acreedor de las naciones


europeas. Un acreedor, sin embargo, que no podía cobrar sus deudas sino era prestando de nuevo
a sus deudores; una tarea que tampoco resultaba extremadamente gravosa a Estados Unidos a
tenor de su constante superávit comercial de esos años. El gran crecimiento de la productividad
en industrias como la automoción, la electricidad, las comunicaciones o el sector de la
construcción, le había catapultado a lo más alto en los niveles de desarrollo del planeta. En esta
época de vacas gordas, la Reserva Federal veía cómo sus tenencias de oro se multiplicaban y –
como describía Keynes– las autoridades monetarias tan pronto como llegaban las remesas de
metal, las enterraban en lo más profundo de sus cámaras para impedir que formaran parte de la
base monetaria.
Tradicionalmente se piensa que el derrumbe del índice bursátil de la Bolsa de Nueva
York, el 24 de octubre de 1929 –el famoso “jueves negro”–, fue el desencadenante de la crisis.
--Sobre emisión, burbuja, compra de acción, deuda permanece, banco central no ayuda---
En primer lugar, una práctica admitida por los agentes de bolsa fue financiar a crédito las
compras de sus clientes que en algunos casos pagaban únicamente el 10 por ciento al contado y
el 90 restante lo tomaban prestado. Estos préstamos ascendieron a los 3.600 millones de dólares
el 30 de junio de 1927, a 4.900 millones un año después y alcanzaron la cifra de los 6.400 millones
al acabar 1928. Además, los préstamos tenían normalmente como único aval el valor bursátil de
las acciones por lo que una vez que estos valores se desplomaron, el pánico financiero se contagió
a todo el sistema crediticio. Por consiguiente, la crisis de las empresas bursátiles se trasladó a los
bancos, éstos podrían haber resistido la embestida, pero muchos no lo hicieron. De nuevo las
características del sistema bancario americano impidió crear el cortafuegos necesario para impedir
la propagación del desastre financiero. La reserva Federal no ayudó (moral Hazard).
Atomizado esquema bancario por la desconfianza legislativa a la concentración. Las
pequeñas y numerosísimas entidades surgidas de la aplicación de estas normativas (llegó a haber
hasta 30.000 bancos diferentes) originó un sistema bancario muy sujeto a la coyuntura local de
emplazamiento y, en consecuencia, incapaz de diversificar sus riesgos geográficos y sectoriales.
El pánico financiero y la desconfianza en el sistema crediticio alcanzó tal magnitud que
finalmente Franklin D. Roosevelt, apenas llegado al poder decretó la moratoria bancaria en marzo
de 1933 y suspendió la convertibilidad en oro de los dólares para el público. FIN DE LA
CONVERTIBILIDAD.
Hasta aquí hemos visto la crisis financiera, pero no las repercusiones en la economía real.
Estas fueron de una enorme envergadura: deflación; quiebras; una tremenda caída de la
producción industrial y, lo más dramático, una tasa de paro que superó el 20 por ciento del total
de la fuerza de trabajo entre 1932 y 35.
¿Qué originó el crack del 29? insuficiente demanda agregada, más en concreto del
consumo y la inversión. Keynes poco después con la publicación de su libro La Teoría General
de la Ocupación, el interés y el dinero en 1936. (Keynes enfoque por la demanda). Los partidarios
de la opinión contraria –los monetaristas– insisten en la contracción monetaria como causa que
originó la crisis y que fue la deflación obligada de la contracción la que afectó negativamente a
la economía real. Las altas cifras de paro serían entonces el resultado de la rigidez a la baja en los
salarios que no acabarían de cerrar la brecha entre oferta y demanda de trabajo. Una explicación
mixta es la que realiza Kindleberger que cree que la contracción de crédito comercial fue el
factor clave que explica la reducción drástica del precio de las mercancías, especialmente las
comercializables internacionalmente incluso antes del mes de octubre del 29. Debido a que los
bancos racionaban el crédito a corto plazo a sus clientes a favor del mercado de préstamos a los
agentes de bolsa, aquellos tuvieron serios problemas para efectuar sus compras normales, y los
vendedores –en su mayoría intermediarios comerciales– no tuvieron ningún interés en almacenar
sus mercancías, con lo que optaron por rebajar los precios.
Tras el martes y jueves negros, las bolsas europeas siguieron el camino idéntico a la
americana y vieron cómo las cotizaciones se precipitaban en una avalancha de ventas. Los valores
de la bolsa belga se redujeron un 30 por ciento en promedio, un 16 por ciento en Gran Bretaña, el
15 por ciento en los Países Bajos, el 11 por ciento en Francia, el 10 por ciento en Suiza y, en
Alemania un 14 por ciento adicional. Las grandes quiebras bancarias comenzaron en Austria con
la suspensión de pagos del gran Creditanstald en 1931. La crisis financiera se contagió a sus
vecinos del Este –Hungría, Checoslovaquia, Rumanía y Polonia – pero especialmente a Alemania.
Las reservas bancarias del Banco Central –el Reichsbank– bajaron hasta el 40 por ciento de su
límite legal. A partir de entonces el marco dejó de facto de ser convertible en oro aunque no
abandonó el patrón oro formalmente. (facto: de hecho).
En el mes de julio de 1931 el Banco de Inglaterra perdió 200 millones de dólares en
divisas y aunque recibió préstamos de la Reserva Federal y del Banco de Francia, las pérdidas de
reservas continuaron en agosto. Ante el imparable drenaje de oro y divisas del Banco de Inglaterra
finalmente el 21 de septiembre suspendió la convertibilidad.
Entre septiembre de 1931 y abril de 1932, otros 24 países abandonaron el patrón oro
inaugurándose así una época de autarquía en los cambios internacionales. Sin un patrón
internacional las monedas fluctuaban alegremente, en el mejor de los casos en función de su oferta
y demanda, en el peor, en relación a los controles de cambios o a las devaluaciones dirigidas a
ganar cuota en el comercio internacional. Para colmo de males, tras el arancel Smoot-Hawley de
1930 norteamericano, se desató la represalia en la política comercial.
La Conferencia Monetaria Mundial de 1933 intentó poner orden en este caos pero para
entonces era demasiado tarde. Roosevelt había llegado a la presidencia de Estados Unidos e
inmediatamente sacó a su país del patrón oro negándose a comprometerse a ningún acuerdo
internacional; su era sacar a Estados Unidos de la crisis interna. Por otro lado, Hitler tenía
desgraciadamente otros planes en la cabeza distintos a la armonización monetaria internacional.
Sin embargo, ambos personajes –Roosevelt y Hitler– iban a intentar levantar a sus respectivos
países –Estados Unidos y Alemania– de la aguda depresión que padecía aplicando una bastante
heterodoxa lógica económica.

4. POLÍTICAS DE GASTO

Si las duras restricciones al comercio internacional y el control de cambios impedían que


el mecanismo de flujo en especie de Hume se pusiera en funcionamiento, resultaba inútil esperar
la salvación del exterior. Muchos políticos vieron entonces que su única salida estaba en la
adopción de políticas internas. Japón fue el primero en implementar una política de gasto a partir
de 1932.

4.1. El rearme alemán


Con la llegada al poder de Hitler en 1933 al poder, una de sus primeras acciones fue
repudiar unilateralmente las deudas de guerra. Junto a esta medida emprendió una extensa política
de obras públicas que con el tiempo derivó en una política de rearme (Primera red de autopista
mundial). La emisión de billetes no financia el gasto público.
Esta política de obras públicas tuvo como consecuencia el aumento del gasto público. se
ideó algo más sutil, las emisiones de “certificados de créditos”, un medio de pago también creado
por la autoridad monetaria al alcance sólo de las empresas e instituciones de crédito pero que no
eran aceptados en las compras corrientes de los ciudadanos. De este modo se consiguió financiar
el gasto sin que retornara la hiperinflación; de hecho el marco ni siquiera se devaluó y conservó
oficialmente la paridad con el oro de 1924.
En 1936, escala armamentística. Hacia IIGM una política de autarquía. Auge de la
industria química, control de las licencias y divisas, comercio con países vecinos no a través de
oro u divisas, sino a través de clearing (compensación saldos export-import).
4.2. El New Deal
La década de los años treinta es la emprendida por la administración de Franklin
Roosevelt en Estados Unidos, que lleva el nombre de New Deal. Comprendía una batería de
medidas intervencionistas. Una de ellas fue la salida de Estados Unidos del patrón oro, pero las
más famosas fueron la Agricultural Adjustment Act (AAA) o Ley de Ajuste Agrícola y la Nacional
Industrial Recovery Act (NIRA), la Ley de Reconstrucción de la Industria. Así se hizo en terreno
agrícola con la AAA donde se subsidiaba a los agricultores por dejar de cultivar sus tierras; ; una
política que desgraciadamente todavía hoy se viene aplicando en la Política Agraria Común
(PAC) europea. La NIRA llevaba a cabo una política similar, pero en el sector industrial; lo más
característico de esta ley era la creación de “códigos de competencia leal” para cada rama
industrial con acuerdos colusorios de precios y salarios. Ambas leyes declaradas
inconstitucionales dos años después.
Mucho más en la órbita del pensamiento keynesiano fue el programa de obras
públicas de la Federal Emergency Relief Act, que, como en el caso alemán, destinó grandes
partidas presupuestarias a la construcción de autopistas y embalses. También dentro del paquete
de medidas intervencionistas del New Deal, se aprobó la Ley de Seguridad Social de 1935 que
estableció entre otras medidas un seguro de desempleo y vejez –como vimos en el tema anterior–
y La Ley Bancaria de 1933 que creó un necesario fondo de garantía para los depósitos bancarios
utilizable en caso de la quiebra de algún banco.
Las subidas de precios y salarios, éstos últimos estimulados por un creciente y más que
tolerado poder sindical, hicieron un flaco favor para terminar de una vez por todas con el problema
económico mayor de la economía americana de los años treinta: el desempleo. La recuperación
industrial fue decepcionante y en 1941, cuando Estados Unidos entró de nuevo en guerra, había
aún 6 millones de personas sin empleo.

5. EL NACIMIENTO DE LA UNIÓN SOVIÉTICA

Rusia estaba lejos de alcanzar el desarrollo para la revolución proletaria según Marx. El
Zar y Kerensky fuero eliminados (1917), Lenin triunfa tras asaltar el palacio de invierno.
Entre 1818-1921: hay un comunismo de guerra. Producción industrial reducida a la 5ª
parte. Producción agrícola reducida al 40%. Economía de trueque. Nacionalización de las
industrias y fin de las libertades.
1928-1938: los Planes Quinquenales de Stalin. El Gosplan fijaba la producción sectorial,
los precios de intercambio. Se suprimió la empresa privada, se colectivizó la tierra. La dirección
técnica realizada por especialistas asesorados por ingenieros extranjeros. Violencia con
ejecuciones a los opuestos a la colectivización. Los precios intervenidos no tenían que ver con os
costes ni con las preferencias de los consumidores. La ausencia de beneficios empresariales
eliminaba la información necesaria para saber dónde realizar una inversión rentable y
desincentiva la innovación individual. La industrialización frutos en la industria pesada y militar,
pero a costa de la disminución en la producción de bienes de consumo y a costa de sumir la gran
arte de la población en el terror y el hambre.

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