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Así, en 1919 Europa hizo balance y comprobó que la guerra había dejado un enorme coste
financiero, ya que el gasto militar se había sostenido con la venta de las reservas de oro, la emisión
masiva de deuda pública y el aumento del papel moneda en circulación, generando la inflación y el
consiguiente aumento de los precios. Además, para poder pagar armamento y víveres, Europa había
solicitado a EE.UU. un total de 10.300 mll de dólares en créditos, de los que los principales
deudores eran Reino Unido (4.200 mll) y Francia (3.400 mll).
A su vez, la deuda contraída con EE.UU. estaba vinculada al problema de las reparaciones
financieras que los vencidos debían pagar. En este caso, para devolver los empréstitos de guerra y
sus intereses a EE.UU., Reino Unido, Francia y Bélgica (estas dos últimas también le debían dinero
a Reino Unido) exigían el previo pago de 33.000 mll de dólares por parte de Alemania y Austria.
Sin embargo, esto era realmente imposible, dadas las duras condiciones, sobre todo para Alemania
en el Tratado de Versalles, por lo que en el país se inició una época de crisis e hiperinflación, con
un trasfondo de movimientos en favor de la revisión de los tratados de paz.
Asimismo, el ajuste económico implicaba la reanudación de los flujos comerciales, por lo que ante
la pérdida de las reservas de oro, las devaluaciones monetarias y la inflación, en la Conferencia de
Génova de 1922 se estableció un nuevo marco internacional de intercambios y paridades, el Gold
Exchange Standard. Éste sustituyó al patrón oro posibilitando que las reservas de cada banco
nacional pudiesen estar en oro o en la dos únicas divisas convertibles, el dólar y la libra, por lo que
entre 1923-1929 las economías europeas avanzadas registraron una fase de reconstrucción y de
crecimiento económico, siempre por debajo de EE.UU.
Por su parte, para pagar sus deudas Francia y Bélgica ocuparon militarmente la cuenca del Rhur,
para incautar su producción como sustitutivo del pago, a lo que Alemania se opuso con huelgas y
resistencia pasiva. Ante ello se llevaron a cabo el Plan Dawes (1924), por el que EE.UU. dio
créditos a Alemania para que superase su crisis financiera y pagase sus deudas, las cuales lastraban
a Europa; y el Plan Young (1929), que aplazó el pago de las reparaciones en 60 años.
Con todo, durante la fase alcista la producción industrial de EE.UU. aumentó un 80% respecto a su
nivel de partida, basando su crecimiento económico en el fuerte impulso de las industrias recientes
(automóvil, eléctricas, petroquímica, aeronáutica y electrodomésticos) y las formas de organización
(taylorismo, fordismo y concentraciones empresariales). Este dinamismo productivo, combinado
con el abaratamiento de precios y las nuevas fórmulas comerciales como la compra a plazos,
fomentó el consumo de masas en todo el país, dando una sensación de prosperidad y abundancia,
que convirtió al dólar en la moneda de cambio y referencia mundial.
-La Industria. Al igual que la agricultura, aumentó su productividad durante el conflicto, pero al
acabar éste, la subida de la producción por la competencia entre los viejos y nuevos países
industrializados elevó la oferta, con la consecuente bajada de precios y reducción de beneficios
empresariales y bursátiles. Dicha competencia provocó conflictos comerciales, que generaron
políticas proteccionistas para reservar el mercado nacional para la producción propia (barreras
arancelarias, límites a la importación, control de los tipos de cambio para compensar las diferencias
de precios) y provocaron trabas y rivalidades en el comercio internacional. A esto se añadieron las
diferencias de rendimiento entre las industrias nuevas y clásicas, pues las primeras crecían mientras
las otras se estancaban por la competencia internacional, como las industrias textil y siderúrgica.
Igualmente, los empresarios solicitaron créditos para devolver los préstamos e intereses, e
invirtieron en bolsa para recuperar una parte de sus beneficios.
A estos factores se añadió que a partir de 1925 las cotizaciones de la bolsa de Nueva York subieron
y los beneficios se acumularon, a la vez que bancos, empresas y particulares invertían en bolsa y
para ello se solicitaban y se daban créditos muy fácilmente, generando Especulación. Ya en 1929 el
índice de la bolsa de Nueva York se estancó y el crédito se descontroló, por lo que se procedió a
encarecer el dinero para frenar el consumo. Con todo, el 24 de octubre de 1929, Jueves Negro, se
pusieron a la venta un número ingente de acciones, ante el pánico a su depreciación, por lo que los
precios cayeron de golpe y los agente bursátiles exigieron al menos una parte del pago de los
créditos a los inversores. Como éstos no tenían dinero para pagar, pusieron a la venta más acciones,
provocando la caída de la bolsa y el Crack del 29.
Ante la emergencia, los bancos trataron de comprar acciones para frenar la caída, pero la venta de
éstas era masiva y los depósitos bancarios se habían dado en créditos o invertido también en bolsa.
Esto produjo la quiebra bursátil y financiera, con la ruina de 5.000 bancos en EE.UU., pues ni los
inversores podían devolver los créditos que la banca empezó a exigir para comprar acciones, ni los
ahorradores podían recuperar sus depósitos, al tiempo que la industria y la agricultura se quedaron
sin la financiación de los créditos bancarios. En este sentido las fábricas cerraron, acumularon
excedentes, bajaron los precios, perdieron beneficios y despidieron trabajadores que dejaron de
consumir. Por su parte, la agricultura se arruinó, bajó la producción, los campesinos propietarios
pasaron a braceros o emigraron a la ciudad en busca de trabajo, aumentando el paro y bajando la
demanda.
Posteriormente, entre 1930-1931, la crisis llegó a Europa, sobre todo a Alemania y Austria, por la
repatriación de los capitales de EE.UU., la quiebra de las sucursales bancarias y el descenso del
flujo comercial. Ante ello, Reino Unido trató de frenar la caída de su moneda usando sus reservas
de oro para comprar libras, pero al no funcionar renunció a la convertibilidad y arrastró al resto de
monedas que la tenían de referencia.
El intento de solucionar la crisis generó distintas vías por parte de los países afectados, destacando
la figura del economista británico John Maynard Keynes, cuya pensamiento proponía un recetario
de medidas para salir de la crisis: intervención del Estado, fomento del consumo y descenso de la
tasa de interés para estimularlo, ampliación del déficit público para buscar el pleno empleo y
aumento de la inflación, si con ello se consigue recuperar la economía. La aplicación de estas
disposiciones dieron las siguientes soluciones:
A pesar de sus carencias, el New Deal frenó la depresión y sentó las bases de una recuperación
lenta, pero sostenida. Muestra de ello fue que en 1939 la renta nacional había subido, pero por
debajo de la alcanzada en 1928, mientras que el Plan de Obras Públicas sólo dio empleo a un tercio
de los parados. Asimismo, entre 1937-1938 se produjo una nueva recesión, por lo que la plena
recuperación sólo se alcanzaría durante la S.G.M., cuando el país movilizó todos sus recursos para
ser de nuevo acreedor.
-Italia. El dictador Benito Mussolini disponía de plenos poderes desde 1922, por lo que tras el
desplome bancario del Crack del 29, el Estado intervino creando el I.M.I (Instituto de Crédito a
medio y largo plazo) en 1931 y el I.R.I. (Instituto de Reconstrucción Industrial, un holding estatal)
en 1933. El Estado controlaba el 80% de la banca y altos porcentajes del capital de las principales
empresas en sectores clave (energía, siderurgia, construcción naval, teléfonos y armamento). Esto
frenó las quiebras en cadena, pero reorientó la economía hacia una autarquía poco eficaz, con
control de los cambios en el comercio exterior. Para resolver el excedente de mano de obra y la falta
de materias primas se abolieron la legislación laboral y los sindicatos, y se recurrió a la política
expansionista y belicista, por lo que el rearme fue clave para la recuperación económica. Además, la
política exterior conllevó la intensificación de las relaciones económicas con Alemania, de donde
procedían el 27% de las importaciones en 1937.
-Reino Unido. Al estallar la crisis gobernaba el Partido Laborista, el cual fue incapaz de afrontar la
situación, aumentando el paro a 3 mll en 1933. El posterior gobierno de Unión Nacional, dirigido
por los conservadores, enderezó la situación gradualmente abandonando el patrón oro, devaluando
la libra, reduciendo los salarios, incentivando la producción nacional, apoyando las industrias de
servicios y estableciendo políticas comerciales en todas las colonias de Asia y África. Así, para
1937 el desempleo y los niveles de producción se equipararon con los previos a 1929.
-Francia. La crisis generó la pérdida de más del 50% de las exportaciones, devaluó el franco,
incrementó el desempleo, desprotegió a los hogares, aminoró el consumo y paralizó la actividad
económica. Tras varios intentos de solución, en 1936 el Gobierno del Frente Popular adoptó la
promoción estatal de obras públicas, subió los salarios para aumentar el consumo interno, rebajó la
semana laboral a 40 horas, etc. Pero la inestabilidad política y la polarización social mitigaron el
éxito de las medidas y en 1939 el país seguía sin recuperar los niveles de antes de 1929.