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En otro capítulo habla sobre el deseo del analista. La transferencia es un fenómeno ligado
al deseo que incluye juntos al sujeto y al psicoanalista. En cuanto hay un sujeto que se
supone saber, hay transferencia. A esa posición de saber la denomina posición del analista.
Sobre la sugestión vemos en unidad 6 de teórico Godoy “las paradojas, terapia sistémica
en hoja 8: “no es por casualidad que ninguna de esas psicoterapias he generado una
clínica: no importa el diagnóstico, no importa la singularidad del padecimiento del cliente, ya
que la receta a aplicar es siempre la misma: la sugestión. Cuando intentan establecer
criterios terapéuticos transmisibles el resultado es mucho más pobre. Los sistémicos han
entrevisto lo que el análisis demuestra: la relación paradojal del sujeto con la estructura del
lenguaje, el equívoco como propiedad del significante, lo cual instaura a toda comunicación
como esencialmente fallida. La falla implica el estatuto mismo del inconsciente y está en la
misma raíz del sufrimiento del ser hablante por razones de estructura y no de contingencia.
Ejemplo de la hoja 48 hombre de las ratas: la sesión que sigue rebosa de la más espantosa
transferencia. Mi madre asiste desesperada al ahorcamiento de todos sus hijos. Me hace
acordar a la predicción de su padre, que él sería un gran criminal. El sabe que en mi familia
una vez sucedió una gran desgracia, uno de mis hermanos era mozo de café, cometió en
Budapest un asesinato y fue ajusticiado. Me echo a reír, le pregunto de dónde lo sabe y con
esto se hunde todo su afecto. Su cuñado, que conoce a mi hermano, se lo ha comunicado
como prueba de que la educación no es nada, la disposición constitucional lo es todo. El
cuñado es amigo de combinar fábulas, y ha hallado noticia de un viejo número de Die
Presse. Se trata de Leopold Freud, el asesino del ferrocarril cuando yo estaba en el tercero
o cuarto año escolar, y le aseguro que no teníamos parientes en Budapest. Aliviado, él
confiesa que por esa razón le había entrado cierta desconfianza ya desde el comienzo.
Importante: el hombre de las ratas sitúa en primer plano las noticias de su vida sexual
porque ha leído un escrito de Freud de unos raros enlaces de las palabras que le hicieron
ver reflejados sus propios trabajos de pensamiento.
En el texto de 1973 sobre la iniciación del tratamiento en página 140 habla de la resistencia
transferencial: “Ahora bien, mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan
sin detención, no hay que tocar el tema de la transferencia. Es preciso aguardar para este,
el más espinoso de todos los procedimientos, hasta que la transferencia haya devenido
resistencia.
En nuevos caminos de terapia analítica (hoja 4) dice Freud: el enfermo busca la satisfacción
sustitutiva sobre todo en la cura misma, dentro de la relación de transferencia con el
médico, y hasta puede querer resarcirse por este camino de todas las renuncias que se le
imponen en los demás campos. Quien como analista, acaso por desborde de su corazón
caritativo, dispense al paciente lo que todo ser humano tiene derecho a esperar del prójimo,
cometerá el mismo error económico en que incurren nuestros sanatorios no analíticos para
enfermos nerviosos.
El analista tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por
la situación analítica y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias de su persona; que,
por tanto, no hay razón para que se enorgullezca de semejante «conquista», como se la
llamaría fuera del análisis. Y siempre es bueno estar sobre aviso de ello. Para la paciente,
en cambio, se plantea una alternativa: debe renunciar a todo tratamiento psicoanalítico, o
consentir su enamoramiento del médico como un destino inevitable.
Según he sabido, ciertos médicos que practican el análisis preparan con frecuencia a sus
pacientes mujeres para la aparición de la trasferencia amorosa, y hasta las exhortan a
«enamorarse del médico sólo para que el análisis marche adelante». No me resulta fácil
imaginarme una técnica más disparatada.
Es cierto que a primera vista no parece que del enamoramiento en la trasferencia pudiera
nacer algo auspicioso para la cura. La paciente, aun la más dócil hasta entonces, ha
perdido de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por él, no quiere hablar ni
oír más que de su amor, demanda que le sea correspondido; ha resignado sus síntomas o
los desprecia, y hasta se declara sana. El médico que lo vivencie por primera vez no hallará
fácil mantener la situación analítica y sustraerse del espejismo de que el tratamiento ha
llegado efectivamente a su término.
Luego, meditando un poco, uno se orienta. Sobre todo, concibe una sospecha: cuanto
estorbe proseguir la cura puede ser la exteriorización de una resistencia.
Es que desde hacía tiempo uno había observado en la paciente los signos de una
trasferencia tierna, y con acierto pudo imputar a esa actitud frente al médico su docilidad, su
favorable acogida a las explicaciones del análisis, su notable comprensión y la elevada
inteligencia que así demostraba. Todo ello ha desaparecido como por encanto: la enferma
ya no intelige nada, parece absorta en su enamoramiento, y semejante mudanza
sobreviene con toda regularidad en un punto temporal en que fue preciso alentarla a admitir
o recordar un fragmento muy penoso y fuertemente reprimido de su biografía. Vale decir, el
enamoramiento existía desde mucho antes, pero ahora la resistencia empieza a servirse de
él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del trabajo todo interés y sumir al médico
analista en un penoso desconcierto, uno tiene la impresión de que la resistencia, como
agent provocateur, acrecienta el enamoramiento y exagera la buena disposición a la entrega
sexual a fin de justificar, invocando los peligros de semejante desenfreno, la acción eficaz
de la represión. En este punto me resultaría fácil postular, por expresa insistencia en la
moral universalmente válida, que el analista jamás tiene derecho a aceptar la ternura que se
le ofrece ni a responder a ella. Y que, al contrario, debería considerar llegado el momento
de abogar ante la mujer enamorada por el reclamo ético y la necesidad de la renuncia,
conseguir que abandone su apetencia y, venciendo la parte animal de su yo, prosiga el
trabajo analítico.
¿Qué sucedería si el médico obrara de otro modo y, por ejemplo, aprovechara la libertad
dada a ambas partes para corresponder al amor de la paciente y saciar su necesidad de
ternura?
Simplemente habría vuelto a desarrollarse, entre médico y paciente, lo que una divertida
historia narra sobre el pastor y el agente de seguros. Este es un incrédulo; gravemente
enfermo, sus diligentes allegados le traen a un hombre piadoso para que lo convierta a la fe
antes de morir. Y la plática entre ambos se prolonga tanto que hace concebir esperanzas a
quienes aguardan el resultado. Al fin, la puerta de la habitación del enfermo se abre. El
incrédulo no había sido convertido, pero el pastor salía con un seguro de vida.
Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total
derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en
el análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material
psíquico y conservar en un ámbito psíquico. En la ulterior trayectoria de la relación de amor
ella sacaría a relucir todas las inhibiciones y reacciones patológicas de su vida amorosa sin
que fuera posible rectificarlas en algo, y esta vivencia penosa concluiría en el
arrepentimiento y en un gran refuerzo de su inclinación represora. Es que la relación de
amor pone término a la posibilidad de influir mediante el tratamiento analítico; una
combinación de ambos es una quimera.
Esta idea también la plantea en el texto “recordar, repetir y reelaborar” en hoja 21 ¿Qué
repite? todo cuanto desde las fuentes de lo reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser
manifiesto: sus inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter.
Uno retiene la trasferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por
la que se atraviesa en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconcientes y
ayudará a llevar a la conciencia lo más escondido de la vida amorosa de la enferma, para
así gobernarlo
De cualquier modo, se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular
posición:
Al respecto Hector Lopez en “La resistencia como guía en el análisis” (ficha 3359) dice que
la transferencia no se limita en su condición de resistencia, estuve hablando no de
transferencia, sino de ciertos efectos de la transferencia, que se pueden
ordenar como
a) resistencia b) sugestión y c) repetición.
Ninguno de ellos es la transferencia, pero los tres están implicados en la transferencia como
observables clínicos. ¿Qué repite? aquello que no puede ser simbolizado por la palabra, es
decir lo que no se somete al significante. Repite con el analista las relaciones con el objeto
incestuoso, lo que pertenece al ello como carga filogenética, y actualiza la estructura
edípica. A partir de esa transferencia de cargas, donde el analista queda ubicado como
“resto diurno”, se constituye un objeto que recibe esas cargas edípicas y toda la
organización de la sexualidad infantil del paciente. El analista condensa al objeto libidinal,
objeto (a) de cargas pulsionales, que no tienen una traducción verbal, y que no se articulan
sino como repetición en la transferencia.
En recordar, repetir y reelaborar Freud dice ¿que repite? sus inhibiciones, actitudes
inviables, sus rasgos patológicos de carácter. Y durante el tratamiento repite todos sus
síntomas.
Seminario 5: Nos dicen “vamos a analizar la transferencia eso hace que se desvanezca por
completo” vamos a analizar este efecto de poder y si el paciente acepta sigue siendo
sugestión entonces no hay manera de salir de ella.
Lacan en cuatro conceptos fundamentales. Presencia del analista- ficha 20332 en hoja 4
Si seguimos las enseñanzas de Freud, corremos el peligro de un deslizamiento que no
podemos imputarle -no ver en el concepto de transferencia sino el propio concepto de
repetición. No olvidemos que, cuando Freud no lo presenta, nos dice “lo que no puede ser
rememorado se repite en la conducta. Esta conducta, para revelar lo que repite, se ofrece a
la reconstrucción del analista. La transferencia es el medio por el cual se interrumpe la
comunicación del inconsciente, por el que el inconsciente se vuelve a cerrar. Lejos de ser el
momento de la transmisión de poderes al inconsciente, la transferencia es al contrario el
cierre del inconsciente.
Existe una concepción que cuando se la formula no puede dejar de contaminar la práctica
-pues pretende que el análisis de la transferencia opera sobre la base de una alianza con la
parte sana del yo del sujeto, y consiste en invocar su sensatez para hacer notar el carácter
ilusorio de algunas de sus conductas en el ámbito de la relación con el analista. Recurrir a
una parte sana del sujeto,que se da por presente en lo real y apta para juzgar conel analista
lo que sucede en la transferencia, es desconocer, de hecho, que ésa es precisamente la
parte involucrada en la transferencia, que ella es quien cierra lapuerta, la ventana o
postigos.
Esto lo digo yo: que Lacan dice que hay otra coordenada para hablar de transferencia, que
no es solamente repetición del mismo malogro y que la otra coordenada el sujeto supuesto
saber.
Sobre la regla analítica y la libertad para hablar coinciden Lacan (en dirección de la cura) y
Freud en “recordar, repetir y reelaborar” en que hay dificultades. Freud dice en hoja 152 “a
menudo tras comunicar a cierto paciente de variada biografía y prolongado historial clínico
la regla fundamental del psicoanálisis, y exhortarlo luego a decir todo cuanto se le ocurra,
uno espera que sus comunicaciones afluyan en torrente, pero experimenta, al principio, que
no sabe decir palabra. Calla, y afirma que no se le ocurre nada. Esta no es, desde luego,
sino la repetición de una actitud homosexual que se esfuerza hacia el primer plano como
resistencia a todo recordar. Compulsión a repetir en transferencia solo una pieza de la
repetición y la repetición es la transferencia del pasado olvidado.
Lacan por su parte dice en punto 7: el sujeto invitado a hablar no muestra en lo que dice, a
decir verdad, una gran libertad. No es que esté encadenado por rigor de las asociaciones:
sin duda lo oprimen, sino que más bien en una palabra libre, que le sería penosa. Nada más
temible que decir algo que podría ser verdad.
En cambio Lacan dice: La transferencia -tal como nos la presentan, o sea, como modo de
acceso a lo que se esconde en el inconsciente -sólo puede ser una vía muy precaria. Si la
transferencia no es más que repetición, será repetición del mismo malogro. Si la
transferencia pretende, mediante esta repetición, restituir la continuidad de una historia, sólo
lo logrará provocando el resurgimiento de una relación que, por su naturaleza, es
sincopada. Vemos por tanto que la transferencia no es por sí sola un modo operatorio
suficiente si se la confunde con eficacia de repetición, con la restauración de lo que está
escondido en el inconsciente, y aún con la catarsis de los elementos inconscientes (hoja 4)
(esto lo digo yo: porque dice que hay otra coordenada y que tiene que ver con el sujeto
supuesto saber).
Lacan dice algo parecido en el punto 8 de dirección de la cura respecto a no ceder a las
demandas en estos términos “el analista es aquel que resiste la demanda, no como suele
decirse para frustrar al sujeto, sino para que reaparezcan los significantes en los que su
frustración está retenida.
“Un investigador muy meritorio, a quien le estoy siempre agradecido por haber tratado con
equidad al psicoanálisis en una época en la que la mayoría de los otros no sentían el deber
de hacerlo, manifestó cierta vez, a pesar de ello, una apreciación “Head I win, tails you lose”
siguiendo el desacreditado principio “si es cara yo gano, si es seca tu pierdes”. O sea, si él
nos da su aquiescencia, todo es correcto; pero si nos contradice, entonces no es más que
un signo de resistencia, y por lo tanto igualmente es correcto. De esta manera siempre
tenemos la razón contra el pobre diablo inerme a quien analizamos.
Luego continúa diciendo “el peligro es descaminar al paciente por sugestión “apalabrándole”
cosas en las que uno mismo cree, pero él no habría admitido nunca, se ha exagerado sin
duda por encima de toda medida. El analista tendría que haberse comportado muy
incorrectamente para que pudiera incurrir en semejante torpeza; sobre todo, tendría que
reprocharse no haber concedido la palabra al paciente, puede afirmar, sin jactancia, que un
abuso así de la “sugestión” nunca ha sobrevenido en mi actividad.
En ese sentido, Hector López en “La resistencia, guía en el análisis” (ficha 3359) hoja 6.
“Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos
en búsqueda de auxilio un patrimonio personal, a plasmar por él su destino, a imponerle
nuestros ideales y, con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra luego de
haberlo formado a nuestra imagen y semejanza”.
Hector Lopez en ficha 3359 dice “si el analista pone ej juego sus identificaciones a la
demanda del Otro, inevitablemente se convierte en su representante frente al paciente, y el
análisis entra en una vertiente moralista, educativa, donde se privilegian los logros a
alcanzar. Es el desvío que tomó el psicoanálisis del yo norteamericano, y en general toda la
psicoterapia dinámica llamada de inspiración psicoanalítica. En ella, la meta está fijada de
antemano, es exterior y casi siempre contradictoria con la enseñanza del psicoanálisis, es
general, válida por igual para todos porque sirviendo a los ideales, resiste a la emergencia
de lo particular del deseo.
Sobre esto encontré un contrapunto con Lacan en el seminario de angustia ficha 6949
página 141. Se hacen muchas cosas, evidentemente, para evitar los acting out en sesión.
Además, también se les dice a los pacientes que no tomen decisiones esenciales para su
existencia durante el análisis.
La cuestión de saber cómo actuar frente al acting out. Hay tres posibilidades dice Phyllis Greenacre
a) Interpretarlo, ella no se hace muchas ilusiones. Está destinado a tener pocos efectos, aunque
sólo fuese porque está hecho para eso, el acting out, cuando examinen la cosa de cerca, la
mayoría de las veces advertirán que el sujeto sabe perfectamente que lo que hace en el
acting out es para ofrecerse a la interpretación de ustedes
b) Prohibirlo, hace sonreír, hasta a la propia autora, que dice -de todas formas, se pueden hacer
muchas cosas, pero decirle al sujeto, nada de acting out, he aquí algo bien difícil. A nadie se
le ocurre, por otra parte. Sea como sea, se observa a este respecto que siempre hay
prohibiciones perjudiciales en el análisis. De hecho, se prohíbe mucho más de lo que se
cree. Se hacen muchas cosas, evidentemente, para evitar lo acting out en sesión. Además,
también se les dice a los pacientes que no tomen decisiones esenciales para su existencia
durante el análisis. Es un hecho que, allí donde tenemos influencia, existe cierta relación con
lo que se puede llamar peligro, ya sea para el sujeto, ya sea para el analista. ¿Por qué hace
todo esto? Esencialmente -para ilustrar lo que digo -porque somos médicos y porque somos
buenos. Uno no quiere que el paciente que se ponga en nuestras manos se haga pupa. Y lo
más fuerte de todo es que a veces lo conseguimos.
c) No voy a preguntarme qué hizo para que se decantara hacia un reforzamiento del yo-tercera
hipótesis- la cuestión de cómo domesticamos la transferencia. No se trata de una
identificación con la imagen como reflejo del yo ideal en el Otro, sino con el yo del analista,
con el resultado que señala Balint -la crisis verdaderamente maníaca que nos describió como
la del fin de un análisis caracterizado de ese modo.
Seminario 5: Nos dicen “vamos a analizar la transferencia eso hace que se desvanezca por
completo” vamos a analizar este efecto de poder y si el paciente acepta sigue siendo
sugestión entonces no hay manera de salir de ella.
Seminario 5:
La transferencia es un campo abierto, la posibilidad de una articulación distinta de la que
encierra al sujeto en la demanda. Por eso es legítimo, cualquiera que sea su contenido,
poner el horizonte en esta línea. La línea de la transferencia.
Pero lo que está es lo que produce la demanda en cuanto tal, a saber la simbolización del
Otro, y la demanda incondicional de amor. Aquí es donde va a alojarse ulteriormente el
objeto pero como objeto erótico, buscado por el sujeto. Cuando Freud nos dice que la
identificación que viene después de esta búsqueda del objeto amado y la reemplaza por
una regresión, de lo que se trata es de la ambigüedad entre la línea de la demanda y la
línea de la sugestión.
Para Lacan la transferencia es algo distinto del uso de un poder, porque en sí misma: ya
implica una apertura a un campo diferente del circuito de la demanda, es decir, a un más
allá de lo que el sujeto dice y de lo que manifiestamente está en juego. Para distinguir el
“oro del análisis" del "cobre de la sugestión" es necesario tener presente la diferencia entre
el circuito de la demanda y el circuito del deseo. Barros luego da un ejemplo sobre este
tema: La demanda de ayuda inicial es la de ser curada de la fobia. La escena temida es la
de la extracción de sangre, inhibición para atravesar instancias que tienen un valor iniciático
y que constituyen pasajes de una posición social a otra, de una identificación a otra: la
entrada en la Universidad, la adquisición de un puesto de trabajo, la iniciación sexual y el
noviazgo-matrimonio. Se trata, entonces, de instancias de separación. Las agujas temidas
no son solo las que hieren, sino también las del reloj que marcan el paso del tiempo, etc.
Otro caso: complejo anal relativo al dinero encubre una angustia vinculada a lo genital. Si
para él es imposible confrontarse con un analista de honorarios "abultados", el impedimento
no está en la falta de dinero sino en la necesidad de "esquivar el bulto" que es el deseo y la
inminencia de goce del Otro. Como en tantos otros pacientes obsesivos, la verdad de la
posición del sujeto no reside en la falta como en la retención. Pero no se trata del dinero. No
es eso, precisamente, lo que el sujeto retiene y debería ceder. En todo caso, junto con el
dinero retiene algo más importante que es el signo del deseo, de la propia castración.
Identificación:
En el seminario 10 sobre angustia (página 141) se opone en el manejo de la transferencia a
conducir al sujeto a la identificación. No se trata de una identificación con la imagen como
reflejo del yo ideal en el Otro, sino con el yo del analista, con el resultado que señala Balint-
la crisis verdaderamente maníaca que nos describió como la del fin del análisis
caracterizado de ese modo.
Ficha 3321 seminario 5 Lacan, página 437. En la línea de la sugestión es donde se produce
la identificación en su forma primaria: identificación con las insignias del Otro en cuanto
sujeto de la demanda, el que tiene el poder de satisfacerla o no satisfacerla y marca en todo
momento esta satisfacción con algo que es, ante todo su lenguaje, su palabra. La
pantomima de la madre se articula en términos significantes que cristalizan en en carácter
convencional de aquellas mímicas supuestamente emocionales con las que la madre se
comunica con el niño.
La identificación es regresiva porque la ambigüedad entre la línea de la transferencia y la
línea de la sugestión es permanente. Si hay transferencia es para que esta línea superior se
mantenga en un plano distinto. ¿Cuál es la operación que las hace distintas?
Nuestra operación es abstinente, consiste en no ratificar nunca la demanda en cuanto tal.
Por ejemplo: una técnica que presta a confusión entre estas líneas sería “pedirle al paciente
que se siente, decirle cosas amables, mostrarle que ahí afuera es todo muy bonito y decirle
que se vaya, franqueando la puerta pasito a pasito para no levantar polvo.
Es algo tan evidente que los hipnotizadores saben perfectamente que ninguna
sugestión-por muy lograda que sea- se apodera totalmente del sujeto.¿Qué es lo que
resiste? el deseo.
El síntoma es primero, en la vida psíquica, un huésped mal recibido; lo tiene todo en contra
y por eso se desvanece tan fácilmente; en apariencia por sí solo, bajo la influencia del
tiempo. El síntoma al comienzo no cumple ningún cometido útil dentro de la economía
psíquica, pero muy a menudo lo obtiene secundariamente; una corriente psíquica cualquiera
halla cómodo servirse del síntoma, y entonces este alcanza una función secundaria y queda
corno anclado en la vida anímica.
Entonces, para su asombro, el que pretenda sanar al enfermo tropieza con una gran
resistencia, que le enseña que el propósito del enfermo de abandonar la enfermedad no es
tan cabal ni tan serio. Imagínese a un trabajador, por ejemplo a un albañil, que ha quedado
inválido por un accidente y ahora se gana la vida mendigando en una esquina. Un
taumaturgo llega a él y le promete sanar la pierna inválida y devolverle la marcha. No debe
esperarse, yo creo, que se pinte en su rostro una particular alegría. Sin duda alguna, se
sintió en extremo desdichado cuando sufrió la mutilación, advirtió que nunca más podría
trabajar y moriría de hambre o se vería forzado a vivir de la limosna. Pero desde entonces,
lo que antes lo dejó sin la posibilidad de ganarse el pan se ha transformado en la fuente de
su sustento: vive de su invalidez. Si se le quita esta, quizá se lo deje totalmente inerme;
entretanto ha olvidado su oficio, ha perdido sus hábitos de trabajo y se ha acostumbrado a
la holgazanería, quizá también a la bebida.
Cuando la niña se ha hecho mujer y, en total contradicción con los reclamos de su infancia.
se ha casado con un hombre desconsiderado, que sofoca su· voluntad, explota sin
contemplaciones su capacidad de trabajo y no le brinda ternura ni le da dinero, la única
arma que le queda para afirmarse en la vida es la enfermedad. Esta le procura la anhelada
consideración, obliga a su marido a hacer sacrificios pecuniarios y a usar miramientos que
no habría tenido de estar ella sana, y, en caso de que se cure, lo fuerza a tratarla con
precaución, pues de lo contrario amenaza tener una recaída. El carácter en apariencia
objetivo e involuntario del estado patológico, que el médico que la trata no puede menos
que refrendar, le posibilita el uso conforme a fines, y sin reproches candentes, de un medio
que probó su eficacia en los años de la infancia.
Siguiendo con Danielle Silvestre, otra cosa es evaluar lo que empuja al sujeto a entrar en el
proceso, a saber, la suposición que funda su demanda. Esta suposición es la de un saber,
aún indeterminado. Lacan lo articula muy precisamente como aquello que define la entrada
en el análisis: al comienzo del psicoanálisis está la transferencia. En efecto, lo que el
analista tendrá que evaluar frente a la demanda, cualquiera sea en su formulación: cura del
síntoma, ayuda psicológica, etc es la parte de significación, de mensaje que la demanda
supone de lo que conforma su queja, o sea el saber que lleva en su opinión esa queja.
“En algunos casos es preciso con pacientes a tal punto desorientados e ineptos para la
existencia aunar el influjo analítico con el pedagógico. Es probable que nuestra aplicación
de nuestra terapia a las masas nos veamos precisados a alear el oro puro del análisis con el
cobre de la sugestión directa, y quizá el influjo hipnótico vuelva a hallar cabida, como ha
ocurrido en el tratamiento de los neuróticos de guerra. Pero cualquiera que sea la forma
futura de esta psicoterapia para el pueblo, no cabe duda que sus ingredientes eficaces
siguen siendo los que ella toma del psicoanálisis riguroso.
Lacan-ficha 6928
La transferencia no es la puesta en acto de una ilusión que, según se supone, nos lleva a
esa identificación alienante que es la de cualquier conformización, así fuera un modelo
ideal, modelo al que ningún caso, además, puede servir de soporte al analista- la
transferencia es una puesta en acto de una realidad del inconsciente (hoja 5)
El concepto de transferencia en Freud no es simplemente el momento límite a lo que
designé como momento de cierre del inconsciente, cuando Freud introduce la función de
la transferencia se esmera en señalar ese momento como causa de lo que llamamos
transferencia (ficha 20332)
Lacan plantea en seminario 13 “del sujeto al que se supone saber” ficha 20332 libro 11- Que
la transferencia es un fenómeno esencial, ligado al deseo como fenómeno nodal del ser
humano y que fue descubierto antes que Freud. La transferencia quedó perfectamente
articulada y con extremado rigor, en un texto donde se discute sobre el amor. El banquete
de Platón y dediqué gran parte de un año en que hablé de transferencia para demostrarlo.
En el seminario sobre “la angustia” expresa que a quienes escucharon mi discurso sobre el
banquete, el texto de Dora -por supuesto, conviene que primero se familiaricen con él-
puede recordarles siempre la dimensión siempre eludida cuando se trata de la
transferencia, a saber que la transferencia no es simplemente lo que reproduce y repite una
situación, una acción, una actitud, un traumatismo antiguo. Siempre hay otra coordenada,
que he destacado a propósito de la intervención analítica de Sócrates, a saber, en particular,
en los casos que evoco, un amor presente el lo real. No podemos comprender nada de la
transferencia si no sabemos que es también es la consecuencia de este amor, de este amor
presente, y los analistas deben recordarlo a lo largo del análisis. Este amor está presente de
diversas formas, pero al menos hay que pedirles que lo recuerden cuando está ahí, visible.
En función de este amor, digamos real, se instituye lo que es la cuestión central de la
transferencia, la que plantea el sujeto a propósito del ágalma, a saber, lo que le falta, pues
es con esta falta con lo que ama. “No sin motivo, desde siempre, les repito
machaconamente que el amor es dar lo que no se tiene. Es incluso el principio del complejo
de castración. Para tener el falo, para poder usarlo, es preciso, precisamente, no serlo.
En ficha 20332 (presencia del analista) desmiente que tengamos que considerar una
posición dual de dos sujetos, con una supuesta objetividad y dice que es preciso considerar
la dimensión del engaño, por ejemplo como ocurre en el amor “persuadiendo al otro de que
tiene lo que puede completarnos, nos aseguramos precisamente de que podemos ignorar
que nos falta”. Lacan plantea un círculo del engaño, en tanto que hace surgir el amor en el
momento preciso.
En el texto “la dirección de la cura” dice que “si el amor es dar lo que no se tiene, es bien
cierto que el sujeto puede esperar que se le dé, puesto que el psicoanalista no tiene otra
cosa que darle. Pero incluso esa nada, no se la da, y más vale así: y por esa nada se la
pagan, y preferiblemente de manera generosa, para mostrar bien que de otra manera no
tendría mucho valor.
https://www.youtube.com/watch?v=BhVROouFb_E “competencia de discursos de quien
hace el mejor elogio del amor, entonces por eso Lacan elige ese texto porque es el texto
inaugural en occidente como las primeras teorías y veremos la vigencia que hoy tiene para
lo que es el amor para Lacan ir pensando la transferencia como un amor ¿qué tipo de
amor? y cómo se caracterizaría a partir de este diálogo inaugural. “Hombre borracho: no voy
a hacer un elogio al amor, voy a elogiar a Socrates como un hombre amado” y eso rompe
todo el diálogo incluso y algunos comentadores dicen que esa parte la suprimieron. Luego
la recuperaron y para Lacan es absolutamente importante que la hayan recuperado porque
le sirve para pensar la transferencia
La transferencia -tal como nos la presentan, o sea, como modo de acceso a lo que se
esconde en el inconsciente -sólo puede ser una vía muy precaria. Si la transferencia no es
más que repetición, será repetición del mismo malogro. Si la transferencia pretende,
mediante esta repetición, restituir la continuidad de una historia, sólo lo logrará provocando
el resurgimiento de una relación que, por su naturaleza, es sincopada. Vemos por tanto que
la transferencia no es por sí sola un modo operatorio suficiente si se la confunde con
eficacia de repetición, con la restauración de lo que está escondido en el inconsciente, y
aún con la catarsis de los elementos inconscientes (hoja 4)
Si bien Freud dice En el caso Dora, hoja 21 de fotocopia sobre los motivos para sostener
enfermedad
Respecto a esto Lombardi en “rectificación y destitución del sujeto dice "a menudo vemos al
analista, aún si se reclama de formación lacaniana tratando de convencerlo de la
responsabilidad del asunto porque la rectificación lacaniana no puede ser rectificación a la
fuerza"
En ficha 20332 discute la idea de Szasz de que la transferencia no puede concebirse como
un asentimiento con la parte sana del yo, con esa parte apta para juzgar la realidad y
acabar con la ilusión y con el planteo de que en consecuencia la relación entre el analista y
el analizado: el analista es aquí un juez sin apelación y sin recurso, como un campo de puro
riesgo, sin control. Como así también (FICHA 20332)cuando habla de la transferencia
desmiente que tengamos que considerar una posición dual de dos sujetos, con una
supuesta objetividad y dice que es preciso considerar la dimensión del engaño, por ejemplo
como ocurre en el amor “persuadiendo al otro de que tiene lo que puede completarnos, nos
aseguramos precisamente de que podemos ignorar que nos falta”. Lacan plantea un círculo
del engaño, en tanto que hace surgir el amor en el momento preciso.
Lacan plantea en 4 conceptos fundamentales (hoja 73) un ejemplo de los absurdos del
pensamiento lógico demasiado formal, dice que “el yo te engaño proviene del punto donde
el analista espera al sujeto y le devuelve según la fórmula su propio mensaje.
Cuento judío del tren: ¿por que me dices que vas a Lemberg cuando de verdad vas a
Lemberg y si me lo dices es para que crea que vas a Cracovia? División
enunciado-enunciación.