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Textos:
Freud, S. (1914). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. [Volumen XII. pp. 159- 176]. Buenos
Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia. [Volumen XII. pp. 93-106]. Buenos Aires:
Amorrortu editores.
Freud, S. (1915-1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. [Conferencia 27: La transferencia.
Parte III. pp. 392-407. Volumen XVI]. Buenos Aires: Amorrortu editores. –
Freud, S. (1915-1916). Conferencias de Introducción al psicoanálisis. [Conferencia 28: La terapia
analítica. Parte III. pp.408-422]. Buenos Aires: Amorrortu editores.
En el caso de que el médico y la paciente se alejen, el estado del paciente hace necesario una segunda consulta
con otro profesional, dice Freud, y se repite la misma situación, se vuelve a enamorar, se interrumpe y
recomienza, y así.
Entonces propone aquí como central, un esclarecimiento valioso en función de la contratransferencia que
puede despertarse en el analista: “tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto
por la situación analítica y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias de su persona; que, por tanto, no
hay razón para que se enorgullezca de semejante conquista, como se lo llamaría fuera del análisis”.
Por lo tanto propone poder ubicar en qué momento del análisis aparece este amor tan intenso por el
analista, y es ahí donde Freud afirma que semejante mudanza sobreviene con toda regularidad en un punto
temporal en que es necesario motivarla a recordar o admitir un fragmento muy doloroso y fuertemente
reprimido de su historia.
Entonces podemos decir que el enamoramiento existía desde mucho antes, pero es ahora cuando la
resistencia empieza a servirse de él para inhibir la continuación de la cura. “La enferma ya no intelige nada,
parece absorta en su enamoramiento)
¿De qué modo debe comportarse el analista para no fracasar en esta situación, si es cosa para él decidida
que la cura tiene que abrirse paso a pesar de esta transferencia amorosa y a través de ella?
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no puede bajo ningún punto de vista aceptar la ternura que le es ofrecida, ni responder a ella,
y que además cuando sea oportuno deberá solicitarle que consiga renunciar y abandonar a su
apetencia
Pero lo que va a plantear Freud es que exhortar a la paciente a sofocar lo pulsional, a la renuncia y a la
sublimación, no sería un obrar analítico, sino un obrar sin sentido, ya que entonces uno habría convocado
a la reprimido a la conciencia para después volverlo a reprimir.
Entonces propone que la cura debe ser realizada en la abstinencia, imponiendo el mandamiento de denegar
a la paciente "menesterosa de amor" la satisfacción apetecida.
Dice que hay que dejar subsistir en el enfermo necesidad y añoranza, como fuerzas pulsionantes del trabajo
y la alteración, y guardarse de apaciguarlas frente a subrogados.
Consentir la apetencia amorosa de la paciente es entonces tan funesto para el análisis como sofocarla. Uno
retiene la transferencia de amor, pero la trata como algo no real, como una situación por la que se atraviesa
en la cura, que debe ser reorientada hacia sus orígenes inconscientes y ayudará a llevar a la conciencia lo más
escindido de la vida amorosa de la enferma, para así gobernarlo.
No hay ningún derecho a negar el carácter de amor genuino al enamoramiento que sobreviene dentro del
tratamiento analítico. De cualquier modo, se singulariza por algunos rasgos que le aseguran una particular
posición:
No todas las mociones pulsionales hicieron el recorrido completo del desarrollo psíquico (todos los puntos
libidinales) y están disponibles para la consciencia, ya que hay otras mociones que no han recorrido todo el
desarrollo, que han quedado fijadas y permanecen inconscientes.
Ambas mociones, las que han realizado todo el recorrido y aquellas detenidas que permanecen en lo
inconsciente, se van a volcar hacia cada persona nueva que aparezca en el horizonte, si sus necesidades de
amor no están satisfechas. Es decir, si ponemos al analista, ambas mociones de libido, las conscientes y las
inconscientes, se van a volcar sobre la persona del analista.
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Freud dice que no podemos pensar en una transferencia a secas. A la transferencia hay que dividirla en
diferentes maneras, como transferencia positiva o transferencia negativa. Positiva o negativa no tiene que
ver con algo bueno o malo en relación a la cura. Es positiva o negativa en relación al tinte del sentimiento; no
están calificadas desde el punto de vista del tratamiento analítico. La resistencia erótica (positiva) y la
transferencia negativa (hostil) son resistencias al tratamiento.
Transferencia positiva:
Tierna: de mociones tiernas. Es la que se considera el motor del tratamiento analítico. Si bien tiene
una raíz en la sexualidad, ha devenido transferencia tierna porque se le ha cambiado su meta sexual
hacia fines de otro tipo. Se trata, de alguna manera, de mociones pulsionales de meta sexual
sublimada. Esta transferencia jamás la va a tocar o interpretar. Son mociones conscientes. Con ella
contamos durante todo el tratamiento.
Transferencia negativa:
Mientras el paciente asocia libremente, tenemos la transferencia como motor. A medida que se acerca a
ciertos contenidos inconscientes, se penetran capas de resistencias y “estalla la transferencia” como
resistencia/obstáculo, lo que significa que, en lugar de recordarlo en palabras, el paciente lo actúa.
La transferencia como obstáculo (positiva erótica y negativa) que estalla como resistencia marca la
proximidad del conflicto inconsciente. Sin que estalle la transferencia tampoco hay análisis; se trata de un
fenómeno que se repite en incontables ocasiones.
La transferencia sobre el médico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas positivas.
Tanto la transferencia erótica como la transferencia hostil son los dos polos de lo que Freud llamará neurosis
de transferencia. Es una neurosis que se crea en un tratamiento analítico, artificial, que reproduce de alguna
manera, punto por punto, la neurosis del paciente. Solucionando la neurosis de transferencia se solucionará
la neurosis infantil del paciente.
La transferencia – Conferencia 27
Aquello de lo cual nos valemos es la sustitución de lo inconsciente por lo consciente, la traducción de lo
inconsciente a lo consciente. Justo, eso es. Al hacer que lo inconsciente prosiga hasta lo consciente,
cancelamos las represiones, eliminamos las condiciones para la formación de síntoma y mudamos el conflicto
patógeno en un conflicto normal que tiene que hallar de alguna manera su solución.
“la transferencia surge en el paciente desde el comienzo y durante un tiempo constituye el más poderoso
resorte impulsor del trabajo. Nada se registra de ella y tampoco hace falta tomarla en cuenta, mientras
opera a favor del análisis”.
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Freud ubica que ahí estará ubicado una empatía o buen rapport con la figura del médico, que será muy
estimada por quién le consulta, ya que este depositará toda su confianza en el analista para poder sortear las
complicaciones de su neurosis.
“Notamos que el paciente, al que no le interesaría sino encontrar una salida para sus conflictos patológicos,
desarrolla un interés particular hacia la persona del médico”
Llamamos transferencia a este nuevo hecho que tan a regañadientes admitimos. Creemos que se trata de una
transferencia de sentimientos sobre la persona del médico (...) conjeturamos que toda esa proclividad del
afecto viene de otra parte, estaba ya preparada en la enferma (paciente) y con oportunidad del tratamiento
se transfirió sobre la persona del médico.
La transferencia hace que ciertos conflictos inconscientes se actualicen sobre la figura del analista y esto es
lo que hace posible su abordaje. Por eso es tan importante el concepto de transferencia. Sin ella, nada
podríamos saber sobre los conflictos infantiles, inconscientes, etcétera
Durante el análisis, nos vamos a encontrar con ciertas dificultades y obstáculos. Nos vamos a encontrar con
que el paciente en un momento determinado, se queda en silencio, o dice que nada se le ocurre, se detienen
sus asociaciones. Puede molestarse o sentirse incómodo con las intervenciones del analista, y expresarle su
malestar al respecto.
Entonces Freud va a preguntarse: ¿por qué en el análisis la transferencia nos sale al paso como la más fuerte
resistencia?
Para que tengamos una neurosis es necesario que suceda un proceso de introversión de la libido, y esto
implica que disminuya un sector de la libido consciente, vuelta hacia la realidad y en esa misma medida se
incremente el extrañamiento de la realidad objetiva, por lo tanto, aumenta una porción de libido
inconsciente, que puede hacerse presente por medio de la fantasía.
La libido entonces comienza a realizar un camino inverso, vía la regresión y reanima las imagos infantiles. La
cura analítica, irá tras ella, la perseguirá y buscará encontrarla, y será justamente en ese momento en que
estallará un combate, en el que dos fuerzas opuestas se van a encontrar:
Un punto importante es que esa libido disponible para la personalidad siempre estuvo atraída por los
complejos inconscientes y para poder liberarlos, es preciso vencer esa atracción de lo inconsciente, es decir
cancelar la represión (esfuerzo de desalojo) de las pulsiones inconscientes, pero esto da por resultado más
resistencia, incrementando la enfermedad muchas veces.
Entonces puede darse que, en medio de este combate, en el que el analista persigue la raíz inconsciente de
un complejo patógeno, se produzca la transferencia: “algo del material del complejo (o sea, de su contenido)
es apropiado para ser transferido sobre la persona del médico”, por lo tanto, la resistencia se sirve de la
transferencia y la capitaliza a su favor, por eso Freud la plantea como una de las armas más poderosas que
tiene la resistencia. (LA TRANSFERENCIA ES UNA RESISTENCIA DEL YO)
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Si la transferencia aparece como una resistencia, se detendrán las asociaciones; es un obstáculo a las
asociaciones. Sin transferencia no hay posibilidad de que un paciente despliegue sus cuestiones. Cuando la
transferencia aparece como resistencia, señala la proximidad del conflicto inconsciente.
Freud piensa que la neurosis de transferencia de un paciente reproduce punto por punto la neurosis infantil
del paciente, y que resolviendo la neurosis de transferencia/actual se resolvería la neurosis infantil. La única
forma en la que podamos entender o captar algunos de los elementos que están reprimidos es por vía de la
transferencia.
Decir que es motor, es decir que sin transferencia no hay tratamiento analítico.
Una de las cuestiones fundamentales a la hora de recibir un paciente, no es que a alguien le pase algo o sufra
por algo que le pasa; con eso solo no se instaura un tratamiento analítico. Habrá que ver si de alguna manera
eso entra en relación con el analista. Si no se establece una relación con el analista (transferencia) no hay
posibilidad de instaurar un tratamiento analítico.
Mientras el paciente asocia libremente, tenemos la transferencia como motor. Para que alguien pueda ir
desplegando su discurso y diciendo todo lo que se ocurre, es porque algo de la transferencia se puso en
marcha. Mientras el paciente asocia libremente y no se detenga en las asociaciones, hablamos de
transferencia como motor.
“Si después se muda en resistencia, es preciso prestarle atención y reconocer que modifica su relación con la
cura bajo dos condiciones diferentes y contrapuestas: en primer lugar, cuando en calidad de inclinación tierna
se ha vuelto tan fuerte, que ha dejado ver claramente los signos de su procedencia de la necesidad sexual, que
no puede menos que suscitar una resistencia interior contra ella; y, en segundo lugar, cuando consiste en
mociones hostiles en vez de mociones tiernas”