RESEÑA DE JEAN GRONDIN, ¿QUÉ ES LA HERMENÉUTICA? (TRAD. ANTONIO MARTÍNEZ RIU).
HERDER, BARCELONA, 2006.
Graciela Solórzano Castillo En este libro, Jean Grondin abarca un panorama histórico de la hermenéutica que nos permite visualizar los cambios paradigmáticos que ha sufrido con el transcurso de los años, a través de nueve capítulos. En la introducción comienza contando la anécdota de Alan Sokal, quien escribe un artículo en forma de parodia que pone en duda la veracidad de la física cuántica, la cual afirma que puede ser explicada realmente como un “texto social”. Esto emerge como una crítica hacia el peligro al que el relativismo de ciertos pensamientos posmodernistas puede conducir. Interesa de este artículo su título e intención, pues emplea la palabra “hermenéutica” como sostén, lo que pone de manifiesto su reciente popularización en estas corrientes que plantean un equivocismo desenfrenado dirigido hacia el nihilismo. Así, Grondin busca explicar cómo fue el nacimiento de la hermenéutica y qué factores son los que permitieron que llegara a significar lo que actualmente es. Distingue, principalmente, tres concepciones: (1) aquella que nace como una ciencia auxiliar para la interpretación de textos en la antigüedad, utilizando prescripciones que generalmente provenían de la retórica (2) otra en la que se propone como una metodología que permita interpretar las ciencias del espíritu, buscando acercarlas a la verdad de la misma forma que las ciencias puras (3) y finalmente aquella que sugiere que la hermenéutica es una “filosofía universal de la interpretación”, en la que no solo los textos eran su objeto, sino cualquier hecho existencial. Es esta tríada en las que se sostendrán los nueve capítulos. CAPÍTULO 1: LA CONCEPCIÓN CLÁSICA DE LA HERMENÉUTICA Grondin comienza mostrando el origen del término “Hermenéutica”. Este aparece por primera vez en Hermeneutica sacra sive methodus exponendarum sacrarum litterarum, escrito por Dannhauer, y que claramente tiene como propósito llegar a la correcta interpretación de los textos sagrados. Así, el contexto de la concepción clásica de nuestra disciplina está estrechamente ligada a tres clases de textos: los religiosos, los jurídicos y los profanos. Esto resaltaba que no siempre se gozó de una claridad absoluta y debido a ello resulta necesario auxiliarse de una serie de reglas que permitan una aproximación a la verdad. Para ello, la retórica da las bases que conducen a una labor filológica con el principal objetivo de hacer claro lo que por diversas causas no lo es, a través de dos direcciones: la verbalización del pensamiento y el desciframiento de la verbalización para volver a ese mismo pensamiento. Considero esto como algo fundamental en la hermenéutica porque encontrar las palabras para expresar cualquier cosa sí sugiere también una labor interpretativa y eso es algo que la retórica siempre identificó, un proceso hermenéutico en cada una de sus fases: inventio, dispositio, elocutio y actio. De este modo, se debe tener conciencia de que todo discurso tiene una intención desde su nacimiento y es a través de la hermenéutica que trataremos de llegar a ella. Menciona Grondin que los grandes representantes de esta etapa conocían perfectamente la tradición retórica. Entre ellos, cuenta al miembro de la patrística, San Agustín, quien se inspiraba en los trabajos de Cicerón. Como es de imaginar, el objeto de estudio del cristiano son las Santas Escrituras. Su labor consiste en interpretarlas encontrando en ellas cosas eternas insinuadas en las palabras sagradas, la narrativa de los hechos, las predicciones del futuro y finalmente, los preceptos que mandan y debemos obedecer. Esto solo es posible tomando en consideración las reglas a seguir, asimismo, entender la prioridad que tiene la res sobre el signa, la cosa sobre la palabra que sirve para nombrarla. Agustín identifica en su De doctrina christiana dos tipos de cosas: las que dan deleite y las que sirven para otro fin. Pero el verdadero gozo solo está en las cosas eternas, y son estas las que debemos reconocer en los textos sagrados. También en la vertiente clásica resultaba importante identificar que cada una de las partes que conformaba un escrito debían ser interpretadas por medio del conjunto al que pertenecían, es decir, la idea general, el todo. En la época clásica hay, principalmente, una práctica prescriptiva que se conformaba por la promulgación de reglas para descifrar el significado. Y prescriptivas también son dos de las tres áreas a las que se dirigían sus leyes: la religión y lo jurídico. En la época en la que aparece el protestantismo y la reforma, nace una necesidad de renovación por medio de la escritura de la Rhetorica (1519) de Melanchton. Pero será con el teólogo Friedrich Schleiermacher en el que la retórica entre a un nuevo paradigma. Así termina el primer capítulo de Grondin. CAPÍTULO 2: LA APARICIÓN DE UNA HERMENÉUTICA MÁS UNIVERSAL EN EL SIGLO XIX 1. SCHLEIERMACHER El fundador que daría origen a un nuevo paradigma de la hermenéutica es el filósofo y teólogo Schleiermacher en el siglo XVIII, conocido principalmente por ser el traductor de los diálogos platónicos al alemán y ofrecer su interpretación de los textos del pensador griego, la cual sería muy importante para la tradición occidental. Como muchos de los filósofos a través de los años, gran parte de su pensamiento relacionado con nuestra disciplina fue rescatado por uno de sus discípulos: Friedrich Lúcke. Ciertamente, la influencia de la tradición clásica fue muy fuerte aún en el alemán que llegó a dar clases en Halle y la Academia de Berlín. También sabía la importancia que tenía regresar al pensar anterior que precede al texto: una inversión retórica. Aunque para este autor la gramática tuviera un papel fundamental para la interpretación de los textos, uno de sus aportes más importantes fue la perspectiva psicológica, pues esta le daría una individualidad al sujeto y una cierta esencia: aunque todos compartamos las palabras, no siempre queremos decir lo mismo, aunque usemos las mismas. Como paréntesis, se puede recordar que la pragmática en la lingüística muchos años después explicaría esta situación de cierto modo. Otra de las cosas que propone el alemán consiste en buscar reglas universales del arte hermenéutico, ya que anteriormente se tenían hermenéuticas especiales. Así, el propósito sería llegar a una comprensión, este sería su fin. Así debemos identificar la interpretación desde dos categorías: la laxa y la estricta. La primera es aquella que considera que hay que remediar el error en pasajes ambiguos cuando sea necesario. La segunda asume una incomprensión por naturaleza que nos obliga a pasar por el proceso hermenéutico inevitablemente: “El trabajo de la hermenéutica no debe intervenir únicamente cuando la inteligencia se ve insegura, sino ya en los primeros comienzos de toda empresa que pretenda comprender un discurso” (32). También nos dice que la interpretación invita a una reconstrucción de la génesis, como si nosotros fuéramos el mismo autor, o incluso ir más allá de lo que conoce sobre su propia obra. Esto, resalta Grondin, proviene del idealismo alemán del que alcanza a ser influenciado Schleiermacher. Son tres las universalidades que aparecen en su propuesta. La primera es la generalización de la hermenéutica que hasta entonces estaba fragmentada en especializaciones. La segunda es la idea de que somos seres que siempre estamos propensos a la incomprensión y debemos buscar remedio a ello. La tercera y la que daría nacimiento al nuevo paradigma es la idea de que no solo los escritos son proclives a ser interpretados sino también cualquier fenómeno de comprensión. 2. Wilhelm Dilthey A mediados del siglo XVIII, Dilthey identifica la necesidad que existe de dar una perspectiva más metodológica a la hermenéutica y considerará importante que al igual que las ciencias puras, las ciencias del espíritu se vean sustentadas por pasos que puedan explicarlas. Si a partir de la obra de Kant, las ciencias exactas habían alcanzado un auge, una hermenéutica dirigida a la filología y a la historia, podría provocar también un efecto analógico. De forma paralela al autor de Crítica de la razón pura, Dilthey escribió su Crítica de la razón histórica que fue un antecedente y una representación de lo que quería lograr. Ofrece así, una fundamentación “lógica, epistemológica y metodológica”. Esta surge o se desarrolla a partir de los signos fenomenológicos exteriores que se convierten en síntoma de una realidad histórica: “Al proceso por el cual, partiendo de signos que se nos dan por fuera sensiblemente, conocemos una interioridad, lo denominamos comprensión” (apud. Grondin 40). La hermenéutica de Dilthey intenta buscar un punto entre dos paradigmas vigentes en torno a lo que es posible conocer. Por una parte, tenemos el positivismo de Hume que negaba una posibilidad de metodología para las ciencias del espíritu y por la otra, el idealismo de Hegel que propone una interpretación de la historia a priori. De este modo, el trabajo de Dilthey se presentaba como una verdadera revolución. Luego, nos convertimos en testigos de cómo en el transcurso de los años aparecieron teorías igualmente mediadoras, pienso en la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot, que se pone entre el positivismo de la época moderna y el equivocismo del modernismo, sin caer en el extremo de uno u otro. Siguiendo la distinción que el historiador Droysen realiza sobre “explicar” y “comprender”, Dilthey llega a la conclusión de que las ciencias del espíritu necesitan una hermenéutica de la comprensión de la individualidad histórica a través de los fenómenos exteriores. Así, Grondin destaca que el valor de este término está heredado de cierta manera por la influencia que tenían las lecturas de Schleiermacher en Dilthey. De este modo, por medio de lo sensiblemente dado, se busca encontrar la verdad y la comprensión de un espíritu individual, en este caso el del autor: ¿qué sentía este cuando escribió lo que escribió? ¿Es posible ello, recrear el sentimiento de un o una autora? Dilthey creía que sí. Finalmente, la última etapa de Dilthey giró a una mayor universalidad, puesto que afirmó que lo que ahora identificamos como una metodología para las ciencias del espíritu, también es una metodología que rige a la vida misma: “Asentada sobre una filosofía universal de la vida histórica, la intuición de fondo de Dilthey, cargada de consecuencias, es que la comprensión y la interpretación no son solamente «métodos» propios de las ciencias del espíritu, sino que traducen una búsqueda de sentido y de expresión, más originaria aún, de la vida misma” (42). Y es en esta dirección en la que girarán las próximas reflexiones de la hermenéutica. CAPÍTULO 3: EL GIRO EXISTENCIAL DE LA HERMENÉUTICA EN HEIDEGGER Como vimos en el capítulo anterior, Dilthey fue un parteaguas para el cambio de paradigma hermenéutico hacia un universalismo en el que todo acto humano se transforma en un hecho digno de interpretación. Es así que comienzan a aparecer discípulos suyos que avanzan en ese giro, por ejemplo, Georg Misch, quien identifica un paralelismo entre la lógica y la ciencia en la comprensión de la vida, siendo un comienzo de la transición. Así, el término hermenéutica en el siglo XX se convierte en un concepto recurrente. Heidegger aparece como uno de los representantes más celebres de la tradición a la que daría origen Dilthey. Es un cambio de objeto (todo acto de la existencia en lugar de los textos o ciencias del espíritu), vocación (ya no será normativa sino destructora) y estatuto (ya no se identifica solo como una interpretación, sino que es un proceso para llegar a ella) lo que distinguirá la hermenéutica heideggeriana. Debo confesar que esta concepción de la hermenéutica es la que despierta mayor interés en mí. Aunque las otras dos tradiciones son fundamentales para poder llegar a esta tercera, como Heidegger lo aceptaría al final de su pensamiento. No es una ruptura sino una continuidad. 1. Una hermenéutica de la facticidad Heidegger, nos dice Grondin, es quien planteó una hermenéutica de la facticidad que consiste en la existencia misma y esboza que hemos sido arrojados con miras de tomarla en cuenta o no. Así hay en ella un doble sentido, para lo cual nos muestra una analogía con el caso del genitivo, que tiene un sentido objetivo y otro subjetivo. En el sentido objetivo de la hermenéutica de la factibilidad se afirma que su objeto es la existencia humana a través de tres influencias: Dilthey, Husserl y Kierkegaard. Por otra parte, el sentido subjetivo propone que el ser mismo es el que está destinado a esta reflexión sobre el propio ser. Es decir, a la existencia es a la que lo toca la responsabilidad de fijar la interpretación de sus propios límites. De este modo, nace el tan célebre concepto de Dasein, que implica una autorrelación, distinguido del concepto “ente”, que puede carecer de ello o no. La facticidad, entonces, es susceptible de interpretación, hay una relación de necesidad de esta y su vida está dada como una constante. Sin embargo, la facticidad muchas veces se olvida de sí y es justo lo que ocurre de forma recurrente. En Ser y Tiempo, Heidegger justamente comienza su texto planteando que la pregunta del “ser” se ha desplazado por considerarse obvia, cuanto que es nuestra esencia, sin embargo, ese es un error garrafal que en su propuesta busca combatir. 2. El estatuto de la hermenéutica en Ser y tiempo Es justamente la reflexión anterior la que da nacimiento al libro más conocido del filósofo alemán, insertado en la línea ontológica. En este texto, se propone que para alcanzar el “ser” es necesario un método fenomenológico, sin embargo, nos enfrentamos a un terrible problema: el ser no se muestra. Entonces la primera labor de esta metodología es hacer visible lo invisible y solo será posible por medio de la universalidad de la hermenéutica. Una de las causas por las que el ser se encubre radica en que justamente este ser busca huir de lo finito que tiene. De este modo, retomar y volver visible lo esencial es imprescindible para retomar un sentido. Así, por medio de la hermenéutica y la fenomenología se busca alcanzar dos objetivos: el autentico sentido del ser y las estructuras que lo constituyen. 3. Una nueva hermenéutica del comprender En esta sección, Grondin nos comparte el concepto o la idea que tiene Heidegger del término “comprender”. Este es visto como la capacidad de hacer algo, el poder. Y lo que se puede hacer con este es justamente lo que se ha planteado antes: un conocimiento siempre sobre sí mismo. Así, la interpretación es entendida como un proyecto, sobre todo un proyecto eyecto, al cual podemos enfrentarnos por medio de una apropiación. Así aparece uno de los conceptos fundamentales de Heidegger: Auslegung, una explicitación de la comprensión. Tenemos aquí tres partes previas que constituyen su estructura: un previo hacer, una manera previa de ver y una manera previa de entender. Nuestra labor es explicitar a qué se debe esta preconcepción. Hay así también dos tipos de anticipaciones que se deben visibilizar o corregir: la anticipación del ser y de la existencia, en formas determinadas. La labor hermenéutica es preguntarnos: ¿de dónde viene todo ello? 4. Sobre el círculo de la comprensión En esta sección se manifiesta el concepto de “círculo de comprensión” que nace de la idea de Heidegger de que hay una preconcepción de la existencia, una serie de prejuicios que anteceden este proceso. De cierto modo, la hermenéutica de Dilthey rompía con esta subjetividad para llegar a una metodología de las ciencias del espíritu. Pero que Heidegger no concibiera una tabula rasa no significaba que no estuviera a favor de la búsqueda de la verdad, sin embargo; lo que sí sostiene es que debemos considerar nuestros prejuicios para a partir de eso desprendernos de ellos si es necesario hacerlo: entrar al círculo de una forma indicada en la que no quedemos atrapados en la infinitud. 5. La última hermenéutica de Heidegger Esta es una de las partes que me parece más interesante, puesto que Grondin nos habla de la faceta última del filósofo alemán de Ser y tiempo. Este Heidegger comprende que la metafísica ha insertado una forma racionalista de concebir el ser, pero él intuye que hay algo previo a esta forma de adquirir el conocimiento. Esto se encuentra en el lenguaje, es por ello por lo que, al final de su vida, la poesía tendría un valor fundamental. Y aunque mantiene presente lo que heredaría de Schleiermacher y Dilthey, está claro que su destino fue darle una nueva dirección a la hermenéutica en otros discípulos como Gadamer, por ejemplo.