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V R B E
V R B E
SU P E R - P O E M A
B O L C H E V I Q U E
EN 5 C A N T O S DE
MANUEL MAPLES ARCE

- - - 1 9 2 4 - -

ANDRES BOTAS E HIJO, SUCR.


1 A D E B O L I V A R 9

M E X I C O , D F
/
D E L A U T O R :

R A G. - 1920.

MANIFIESTO A LOS POETAS,

PINTORES Y ESCULTORES
MEXICANOS DE LA NUEVA
G E N E R A C I O N . — 1 92 1 . - - -

ANDAMIOS I N T E R I O R E S — 1922
~ ~ --------- --

M A P L E S 'A R C E
A los obreros de Mé x i c o .
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L

'
He aquí mi poema

brutal

y multánime

a la nueva ciudad.

Oh ciudad toda tensa

de cables y de esfuerzos,

sonora toda

de motores y de alas.
Explosión simultánea

de las nuevas teorías,

un poco más allá


En el plano espacial H
de Witman y de Turner

y un poco más acá

de Maples Arce.

Los pulmones de Rusia

soplan hacia nosotros

el viento de la revolución social.

Los asalta braguetas literarios

nada comprenderán

de esta nueva belleza

sudorosa del siglo,

y las lunas

maduras

que cayeron,
son esta podredumbre

que nos llega

de las atarjeas intelectuales.

He aquí mi poema:

Oh ciudad fuerte

y múltiple,

hecha toda de hierro y de acero.

Los muelles. Las dársenas.

Las grúas.

Y la fiebre sexual

de las fábricas.

Vrbe:

Escoltas de tranvías

que recorren las calles subversistas.

Los escaparates asaltan las aceras,

y el sol, saquea las avenidas.


Al márgen de los días

tarifados de postes telefónicos

desfilan paisajes momentáneos

por sistemas de tubos ascensores.

Súbitamente,

oh el fogonazo

verde de sus ojos,

Bajo las persianas ingénuas de la hora

pasan los batallones rojos.

El romanticismo caníbal de la música yanke

ha ido haciendo sus nidos en los mástiles.

Oh ciudad internacional,

¿hacia qué remoto meridiano

cortó aquel trasatlántico?

Yo siento que se aleja todo.

Los crepúsculos ajados


flotan entre la manipostería del panorama.

Trenes espectrales que van

hacia allá

lejos, jadeantes de civilizaciones.

La multitud desencajada

chapotea musicalmente en las calles.

Y ahora, los burgueses ladrones, se echarán a temblar

por los caudales

que robaron al pueblo,

pero alguien ocultó bajo sus sueños

el pentagrama espiritual del explosivo.

He aquí mi poema:

Gallardetes de hurras al viento,

cabelleras incendiadas

y mañanas cautivas en los ojos.


Oh ciudad

musical

hecha toda de ritmos mecánicos.

Mañana, quizás,

sólo la lumbre viva de mis versos

alumbrará los horizontes humillados.


..
Esta nueva profundidad del panorama

es una proyección hacia los espejismos interiores

La muchedumbre sonora

hoy rebasa las plazas comunales

y los hurras triunfales

del obregonísmo

reverberan al sol de las fachadas.

Oh muchacha romántica

flamarazo de oro.
Tal vez entre mis manos

sólo quedaron los momentos vivos.

Los paisajes vestidos de amarillo

se durmieron detras de los cristales,

y la ciudad, arrebatada,

se ha quedado temblando en los cordajes.

Los aplausos son aquella muralla.

—Dios mío!

—No temas, es la ola romántica de las multitudes.

Después, sobre los desbordes del silencio,

la noche tarahumara irá creciendo.

Apaga tus vidrieras.

Entre la maquinaria del insomnio

la lujuria, son millones de ojos

que se untan en la carne.

Un pájaro de acero
ha emprorado su norte hacia una estrella.

El puerto:

lejanías incendiadas,

el humo de las fábricas.

Sobre los tendederos de la música

se asolea su recuerdo.

Un adiós trasatlántico saltó desde la borda.

Los motores cantan

sobre el panorama muerto.


I
La tarde, acribillada de ventanas

flota sobre los hilos del teléfono,

y entre los atravesaños

inversos de la hora

se cuelgan los adioses de las máquinas.

Su juventud maravillosa

estalló una mañana

entre mis dedos,


y en el agua, vacía,

de los espejos,

naufragaron los rostros olvidados.

Oh la pobre ciudad sindicalista

andamiada

de hurras y de gritos.

Los obreros,

son rojos

y amarillos.

Hay un florecimiento de pistolas

después del trampolín de los discursos,


i
y mientras los pulmones

del viento,

se supuran,

perdida en los obscuros pasillos de la música


alguna novia blanca

se deshoja.
4
IV

Entre los matorrales del silencio

la obscuridad lame la sangre del crepúsculo.

Las estrellas caídas,

son pájaros muertos

en el agua sin sueño

del espejo.

Y las artillerías

sonoras del atlántico


se apagaron,

al fin,

en la distancia.

Sobre la arboladura del otoño,

sopla un viento nocturno:

es el viento de Rusia,

de las grandes tragedias,

y el jardín,

amarillo,

se va a pique en la sombra,

Súbito, su recuerdo,

chisporrotea en los interiores apagados.

Sus palabras de oro

criban en mi memoria.

Los ríos de blusas azules

desbordan las esclusas de las fábricas,


y los árboles agitadores

manotean sus discursos en la acera.

Los huelguistas se arrojan

pedradas y denuestos,

y la vida, es una tumultuosa

conversión hacia la izquierda.

Al márgen de la almohada,

la noche, es un despeñadero;

y el insomnio,

se ha quedado escarbando en mi cerebro.

¿De quién son esas voces

que sobre nadan en la sombra?

Y estos trenes que aullan

hacia los horizontes devastados

Los soldados.

dormirán esta noche en el infierno


Dios mío,

y de todo este desastre

sólo unos cuantos pedazos

blancos,

de su recuerdo,

se me han quedado entre las manos.


5
Las hordas salvajes de la noche

se hecharon sobre la ciudad amedrentada.

La bahía

florecida,

de mástiles y lunas,

se derrama

sobre la partitura

ingenua de sus manos,


y el grito, lejano

de un vapor,

hacia los mares nórdicos;

Adiós

al continente naufragado.

Entre los hilos de su nombre

se quedaron las plumas de los pájaros.

Pobre Celia María Dolores;

el panorama esta dentro de nosotros.

Bajo los hachazos del silencio

las arquitecturas de hierro se devastan.


Hay oleadas de sangre y nubarrones de odio.

Desolación.

Los discursos marihuanos

de los diputados

salpicaron de mierda su recuerdo,

pero,

sobre las multitudes de mi alma,

se ha despeñado su ternura.

Ocotlán

allá lejos.

Voces
las trincheras.

La lujuria, apedreó toda la noche,

los balcones a obscuras de una virginidad.

La metralla

hace saltar pedazos del silencio.

Las calles

sonoras y desiertas,

son ríos de sombra

que van a dar al mar,


y el cielo, deshilacliado,

es la nueva

bandera,

que flamea,

sobre la ciudad.
E ST E LIBRO SE ACABO
DE IM PR IM IR EN L A IM­
PRENTA POLITECNICA,
TALLERES G R A F I C O S
DE LA L IB R E R IA Y CA­
SA ED ITO R IA L ANDRES
BOTAS E H IJO , SUCR., E L
D IA 24 DE JU L IO DE 1924.
— LA CA RA TU LA Y LOS
GRABADOS EN M ADERA
FU ERO N HECHOS POR
E L PIN TO R FR A N CES
JEAN CHARLOT.

ES PR O PIED A D
D E L EDITO R

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