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REFLEXOLA 76

EBT
6-02-2023

¿EXISTE EN EL PROGRESISMO ACTUAL VISOS DE UNA DERECHA


ANTIGUA?
Siguiendo el rastro de la Leyenda Negra contra España y sus conquistas aquende los mares,
ahora que resulta sospechosa cualquier opinión que contradiga postulados de diversa clase
que coinciden en parecer progresistas, y cuando a cualquier ciudadano de a pie se le facilita
averiguar su composición genética y, por tanto, sus verdaderos ancestros, la mente tiende a
obnubilarse al descubrir que en su viaje a América, el Barón Von Humboldt se maravilló
observando la cantidad de indios que vio estos lados, al tiempo que se declaró sorprendido
por no ver ninguno a su paso por Boston.
Lo sabemos por la historia que la Leyenda Negra comenzó a divulgarse por parte de las
clases dominantes criollas, embriagadas de triunfo por los beneficios obtenidos de sus
alianzas con Inglaterra (presta siempre a cobrar bien cara su colaboración), declaró
genocidio el supuesto exterminio de las tribus nativas, guardando colaboracionista silencio
con ese sí, verdadero exterminio de las culturas nativas en los territorios conquistados y
colonizados por los ingleses en el Norte de América.
Como por arte de birlibirloque los verdaderos exterminadores auparon el coro de sus
aliados a cambio de beneficios económicos y colaboración para la creación de estas
repúblicas que aun siguen sufriendo el colmo de estar tomadas por el odio y la creciente
frontera entre un puñado de ricos y el grueso de pobres que alimenta al anterior.
Como el refinado y experimentado ladrón callejero que, luego de arrancar la pieza del
desprevenido peatón, corre al tiempo que grita ¡Cójanlo! ¡Cójanlo! proceder mediante el
cual logra abrirse camino entre los peatones, obnubilados por su grito y convencidos de que
quien grita es un espontáneo ciudadano honrado corriendo tras la presa del ladrón.
Y como acrobacia trágica de la historia, hoy, quienes se declaran progres sientan sus reales
intelectuales en la complacencia interesada de los descendientes de las tribus indígenas que
no sufrieron exterminio, para beneficio de sus respectivas empresas humanitarias y su
caudal político.
Más que un viso: existe en el progresismo actual una curiosa complicidad con la mirada
abyecta y codiciosa de las clases oligárquicas que fundaron estas naciones. Es una
magnífica muestra de estupidez confundir este modo de proceder con un discurso como el
marxista. Pero la extrema derecha no cesará de hacerlo toda vez que se siente estorbada
por los mismos que ella ha fabricado. Es que en ese ámbito desde hace rato todos los hijos
dejaron de ser deseados.
Y uno se autoriza a preguntarse cuánto de la memoria que nos narra un analizante acerca de
su historia personal puede estar tomado por esa tendencia a fabricar leyendas convenientes
con los intereses de sus antecesores y que él, acríticamente, ha tomado para sí.
La prudencia es el acto por excelencia del buen psicoanalista que escucha esa historia y la
somete a la criba de un pensamiento que calla pero que mentalmente somete a
confrontaciones con otros momentos de las sesiones, cuando el inconsciente piola denuncia
la malhadada porfía en la que el sujeto introdujo su modo de gozar en este mundo apelando
a la versión recibida la condición de verdad revelada e incuestionable.
Ya buena parte de la izquierda ha quedado huérfana de un discurso mediante el cual
articulaba sus luchas a la transformación radical de la sociedad y la conversión de esta en
un paraíso terrenal en el que desaparecería totalmente esa frontera entre ricos y pobres para
emerger el amor universal como canción schilleriana himno universal de la alegría.
Resistiéndose a aceptar, es decir, a proceder elaborando pensamiento crítico y autocrítico al
respecto, lo que fabrica es una práctica y una teoría serviles con prácticas y teorías de
antiguos amos de quienes se pretende diferenciar mientras que vergonzantemente es
complaciente con su ideología. Es por tanto una izquierda menesterosa, mendiga, que no
esconde sino que renuncia a sus orígenes para ser reconocida como políticamente correcta,
con sus imposiciones inquisitoriales en el campo del lenguaje, de la acción política y de la
vida de las personas.
Si han de temer a alguien, nos decía un profesor de psiquiatría en el pregrado, teman
aquellos que disimulan ser lo que en verdad no son, o en términos hegelianos, al que se
toma por lo que cree ser y no por lo que es.
En su sueño eterno, las clases oligárquicas fundadoras de estas repúblicas, se complacerán
viendo que su descendencia ha provenido de diversas partes. Como el sujeto que se instala
en su modo de gozar la vida, gritando a los cuatro vientos que mientras más prohibido es
mejor. Esa artimaña del buen superyó consistente en cobrarse con autorreproches el sábado
las balandronadas del viernes.

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