Este enfrentamiento es de lo que estamos enterados no solamente en Colombia. El descubrimiento compartido por partidarios de la JEP y por enemigos es el poder performativo de las palabras, esto es, la capacidad que tiene el lenguaje para crear realidades. De un lado: la apelación al testimonio de victimarios y de víctimas, cada uno dando su versión de lo acontecido. Del otro, los que enfatizan en denunciar los resultados, es decir, esos testimonios como objeto de su desautorización. Mientras la Comisión de la Verdad se entrega a la corajuda misión de promover públicamente los resultados de su gestión, los enemigos hacen uso de su especial capacidad para producir toda clase de denuncias acerca del carácter supuesto por ellos sesgado, de las verdades establecidas. A la par que se producen las verdades, la mentira se incremente en su afán por desmentirlas. Sucede siempre, desde los ámbitos más íntimos hasta los escenarios más extensos. No solo porque la verdad duele, como suele decirse, sino porque la verdad implica: implica inclusive a aquel ciudadano o a aquella ciudadana, que a sabiendas de que las cosas más horripilantes estaban ocurriendo o bien se encargaban de justificarlas o bien optaban por un silencio propio de quien decidía desviar la mirada hacia otro lado. Pareciera más fácil, en determinado momento, dividir el mundo entre buenos y malos y postularse miembro de los primeros para justificar las ordalías contra los declarados blanco legítimo de ataque. Como en toda campaña de ese tipo (llámese cruzada, inquisición o purga…) las cosas fueron de menos a más y luego, de más a menos. Lo que en un principio consiguió convencer a amplias capas de la población de la justeza de sus acciones, progresivamente fue diluyéndose en la medida en que los determinadores y perpetradores de los crímenes de lesa humanidad fueron mostrando su verdadero rostro. Y una vez se conforma un Tribunal que promueve el establecimiento de la Verdad acerca de lo acontecido, en un contexto que ha variado significativamente con la elección de un gobierno propicio para avanzar en los acuerdos de paz, las fake news no necesitarán de bodega alguna para que los simpatizantes de la causa criminal usen la tecnología en beneficio propio buscando que sus palabras restituyan la realidad que por un tiempo lograron imponer. Al perder cierto poder que encarnaban en la hegemonía gubernamental, la derrota los hace más capaces de cualquier cosa, incluso de usar los valores más sagrados de la religión para intentar restablecer lo que consideran su verdad… 2. *TOMADOS POR SORPRESA AFILAN SUS PUÑALES* Contra todo lo que se había dicho acerca del candidato que triunfó, legítimamente, en las elecciones, este se dejó venir con una propuesta de “acuerdo en lo fundamental” o de establecimiento de una nueva “unidad nacional”, que tomó por sorpresa a quienes habían pronosticado todo lo contrario respecto de su modo de gobernar. ¿Estaban preparados para eso? No. Y la impreparación se tradujo en lo que todos hemos visto: una crisis total en el pacto existente entre los enemigos de la paz. Fue más que un simple llamado a la paz, el lenguaje se hizo acto al realizar lo impensable, esto es, la conversación civilizada con el más destacado jefe de la derecha y la invitación a otros, anteriormente cercanos a este, a hacer parte de un pacto de gobernabilidad respaldado por diversos acuerdos en el ámbito legislativo. Nadie que se proponga un acuerdo así exigirá que los llamados a la alianza den pruebas de absoluta inocencia, tal y como en el pasado reciente, la derecha fue capaz de hacer pactos con las peores y más sanguinarias versiones del lumpen, sin que apareciera asomo alguno de sonrojo por dichas alianzas. Alianzas que hoy son probadas por la Comisión de la Verdad y con las cuales los acusados buscan refugiarse declarando que los crímenes cometidos lo fueron por parte de elementos descarriados y no fruto de una estrategia calculada traducida en organización operante, al tiempo que buscan, por todos los medios, desmentir esa verdad probada. Con la Comisión de la Verdad no se establece conductas de tipo indiciario sino pruebas incontrovertibles que, se espera, se traduzcan en la penalización que contempla la Justicia Transicional. Los horrorosos testimonios que hoy escuchamos de boca de sus perpetradores eran ya bien conocidos no solo por sus víctimas sino también por diversas investigaciones que, a la postre, fueron reconocidas como serias y concluyentes. En este nuevo contexto, la negación deliberada no tiene otro fundamento que la opinión exaltada de determinadores y cómplices y la carencia de argumentos probatorios se traducirá en estridencia, insulto y provocaciones de todo tipo. ¿De qué otros modos pueden explicarse las reacciones a una propuesta gubernamental inesperada y que les ha tomado por sorpresa? 3. *DE NUEVAS FORMAS DE SIGNIFICAR LO QUE ES DESEO DE TODES* El significante “vivir sabroso” parece haber tocado, de diverso modo, puntos de inhibición entre los amigos de la solución armada del conflicto. No de otra manera se explican sus burlas. Se puede considerar que ese significante es metáfora de otro, de origen Spinoziano, el de la “buena vida buena”, es decir, de la vida bondadosa y placentera. Ambos significantes se topan con la idea prevaleciente que se representa el mundo como un valle de lágrimas a cuya “realidad” debemos someternos para merecer la felicidad en la otra vida, es decir, después de la muerte. “Buena (bondadosa) vida buena (placentera). A sabiendas de límites y de obstáculos, trasladar la preocupación por la otra vida a la preocupación por *esta* vida: cambiar radicalmente el énfasis en que haya vida después de la muerte por el que haya vida *antes de la muerte*. Es como si algunos partidarios del énfasis en que hay vida después de la muerte, sintieran amenazados ni más ni menos que uno de los cimientos que ha hecho fecunda una organización social inequitativa y autoritaria. Con lo cual tienen mucha razón: porque efectivamente quien se preocupa porque haya vida antes de la muerte, se preocupa por cuidar los beneficios que se derivan de ello, entre otros, la renuncia a continuar con una servidumbre voluntaria cuyos amos asientan en la convicción de que todo asunto humano negativo para el buen vivir es imposible de superar. Al declarar su status quo como irremediable, al considerar que es la divinidad o la buena suerte o el destino que, supuestamente, han producido la ineludible realidad de la inequidad y de la opresión, ipsofacto se declaran únicos autorizados para decidir quién merece vivir y quién no, colocándose por encima de toda divinidad, de todo azar y del mismo destino. El “Soy porque Somos” sería completamente compatible con todos los códigos de organización social, si no fuera porque algunos (con la anuencia de muchos) imponen la ley según la cual “Soy porque así nos tocó ser (por suerte, por voluntad divina o por destino manifiesto).