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REFLEXOLA 81

EBT
22-02-2023

¿A-PARTE DEL TODO?

“Es notable que, teniendo tan escasas posibilidades de existir aislados, los seres humanos sientan
como gravosa opresión los sacrificios a que los insta la cultura a fin de permitir una convivencia.
Por eso la cultura debe ser protegida contra los individuos, y sus normas, instituciones y
mandamientos cumplen esa tarea; no sólo persiguen el fin de establecer cierta distribución de los
bienes, sino el de conservarlos; y en verdad deben preservar de las mociones hostiles de los
hombres todo cuanto sirve al dominio sobre la naturaleza y a la producción de bienes. Las
creaciones de los hombres son frágiles, y la ciencia y la técnica que han edificado pueden emplearse
también en su aniquilamiento.”
Sigmund Freud
EL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN

Instalados en la distopía que la formación social, en su devenir, ha logrado


conseguir con el resquebrajamiento de las formas de relación social para las
cuales era necesario poner bajo control toda pulsión destructiva individual
contra el valor de lo colectivo, las bondades de lo gregario parecieran haber
mutado en creación frágil en la que ciencia y técnica conseguidas se
estuvieran empleando favorablemente para su aniquilación.
Es necio suponer que a ella nos condujera el llamado neoliberalismo sin el
concurso de los mismos que han sufrido las consecuencias de este y creyendo
que el mismo cesara con la afirmación según la cual a donde el capitalismo
llega lo hace derramando sangre por todos sus poros. Margaret Thatcher lo
anunció: "La economía es el método, el objetivo es cambiar el corazón y el
alma".
Lo dicho fue en medio del derrumbe del socialismo real arrasando con el
proyecto soviético y, más adelante, la conversión de la RP China de forjar una
economía de mercado regida por partido único. ¿La muerte de una ilusión?
La muerte de una, sí, pero ferozmente ampliada por su multiplicación a lo
largo y ancho del planeta. ¿Victoria de las mociones pulsionales de los
hombres contra el predominio del interés colectivo sobre los deseos
individuales?
Si así pensáramos quiere decir entonces que venimos de una verdadera
revolución social del capitalismo en el seno del capitalismo. Lo que era
supuesto poder en dos países importantes del planeta, era oposición en los
demás países. Entonces se trataba de una mentalidad universal (“corazón y
alma”) que progresivamente afectaba la formación social que, al grito del
desarrollo inevitable y progresivo de la historia, (en espiral, al decir de
Federico Engels…), nunca regresivo. La vida colectiva como ideal
amenazaba con completar la revolución que marchaba de manera ascendente,
e inevitable, al decir y pensar de sus gestores. Una utopía -y no cualquiera-
sucumbía, de manera impensada, ante el avance del método que conseguía
conquistar el corazón y el alma de las masas… ofrecidos y aceptados.
Tal vez habremos llegado al océano de las incertidumbres todas y habiendo
quemado las naves de la memoria, sintamos equivocadamente que somos los
primeros, en toda la historia de la humanidad, a quienes sorprende la
adversidad y toma nuestros cuerpos desnudos. Cadaverizar prontamente los
encuentros amorosos, ultrajar con muecas de fingida superioridad toda
tentación cooperante con los demás, infatuarnos por alguna baratija cuyo
brillo encandile las miradas puestas sobre nosotros, enaltecer la procacidad
como signo de libertad suprema, vituperar como idealistas estorbosos a
quienes claman con llamados a la obligatoriedad y al deseo de la acción
mancomunada, fingir que proclamamos la unidad mientras nuestras
verdaderas vidas aprovechan el estado de descuido generalizado para crear
nuestras propias arcas en nombre de los demás, combinar con el oxígeno la
inspiración infecunda de que solo nos queda por vivir tiempos más difíciles,
satisfacernos, sin sonrojarnos, y estallar a carcajada batiente cuando el otro
tropieza con la acera y cae al suelo embotado por la vergüenza, esa otra
manera de esconder los dolores…
La distopía del colapso nos hace ignorar que hemos quedado anhedónicos ante
la inminencia del derrumbe, creyendo estar vivos. Nos tocará, tal vez,
aprender del voyerista, a mirar por las hendijas de este encierro etéreo y
sangrante, quizás nos topemos con anuncios de probables amaneceres,
eludiendo el anestésico efecto de la esperanza y sabiendo que toda Utopía es
promesa de aquello que ella misma niega al momento de comenzar a
realizarse. Huérfanos de toda ilusión, sobre todo de esa que nos hizo creer que
valía la pena renunciar a lo mejor de cada uno para adaptarse a ese mundo
sacralizado por quienes encontraron en nuestros hombros los peldaños para
ascender y asegurarnos de que eran ellos -y solo ellos- los que encarnaban la
esperanza, que los muertos que asesinaban apenas eran daños colaterales en el
camino de la gloria, o seres poco resilientes vulnerables a cualquier torbellino,
o cuota obligatoria en el camino a la felicidad perfecta.
Tal vez por esas hendijas reconozcamos el valor de haber sido leales y
coherentes en la cotidianidad de nuestras vidas y en la vida pública sin
negarnos el derecho a una inevitable contradicción ocasional. Restituir, hoy,
desde ya, no mañana, el camino del cuidado del otro cuando el otro nos
reclama cuidado; el apego indispensable cuando desfallezcamos y se nos haya
ofrecido un hombro, un abrazo, una sonrisa o una palabra de aliento que haga
más difícil desfallecer; ser con los demás sin dejar de ser quien se es aunque la
locura resuene en nuestra declaración: estoy en lo que he sido y en lo que seré,
declaración que no significa negativa a la transformación de lo que se ha
coagulado en nosotros como prejuicio sino que es celebración de habernos
licuado para oxidar y debilitar con la herrumbre las cadenas que nos
aprisionan e inmovilizan.
El mañana tiene que ser hoy. Engolosínense los siervos vocacionales de
cualquiera de las haciendas del conocimiento, del trabajo o de la diversión que
hoy se infatúan como eternas. Oxídense con ellas. Sin agua, el ser humano no
podrá sobrevivir. La liquidez amenaza solamente a quienes añoran algún
dogma y se resisten a aceptar su podredumbre.
La revolución capitalista dentro del capitalismo también ha fracasado.
Dolientes de esa y de la otra utopía hoy se enfrentan a muerte queriendo
prometer que pueden lograr aquello en lo que ya fracasaron tal vez, y entre
otras cosas, porque en el fondo era a lo mismo a lo que verdaderamente
aspiraban. Freud lo dijo: no hay afrodisíaco más poderoso que el poder. Su
moción pulsional logró imponerse sobre la cultura, la economía apenas era el
método, el objetivo era el corazón y las almas. Quizás tengamos que crear
apenas los espermatozoides y los óvulos de una nueva Ilustración. Quizás
estemos todavía a la altura de simples cromosomas, ya no simples moléculas.
Escribo lo anterior y me digo: En verdad ¿yo creo en esto que he escrito? Y
procedo.

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