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REFLEXOLA 75

EBT

31-01-2023

DE BIENES TERRENALES

De un tiempo para acá parece que la llamada izquierda, seguramente que beneficiaria de alguna
de las bondades del capitalismo, se ha desencantado de su vocación, la de imitar pesebres, y ha
convertido su trasegar por este mundo dando muestras de un apego a poseer los bienes
terrenales del hombre.

Tal vez quiera repetir la historia de conversión de una religión del pesebre a una del Imperio. Tal
vez, al igual que estas líneas, sea estúpido abordar este tema.

Pero como hay placer también en la estupidez (más de tres días seguidos de felicidad solamente le
son posibles a los idiotas y por eso La Felicidad, con mayúsculas, tiene esa sonrisa propia del
bobalicón) lo que resulta interesante es la reacción que ha suscitado tal transformación en la
contraparte, en miembros de la contraparte, hijos del privilegio y herederos del poder que
sostiene al primero.

En lugar de ver en ello la prueba de que el capitalismo, agenciado por estos últimos, es capaz de
conceder al disidente beneficios materiales semejantes a los del privilegiado por la fortuna y el
destino, lo que ve es otra cosa: convierte al acusado en objeto de reproche, de crítica feraz,
olvidándose de que fácilmente la envidia aparece como trasfondo de su crítica severa. Tú, que
predicas en favor de los más pobres, eres rico. Es decir, por tu dinero, pareces de los nuestros:
pero el cupo está lleno, la torta ya está repartida.

Por supuesto que la critica la realizan desde una superioridad moral a prueba de todo: les critican
a los izquierdistas acomodados contradecir su bienestar con la causa popular que invocan y por la
que luchan. Como si esto fuera exclusivo del izquierdismo, apelar a un bien superior para justificar
lo propio, lo singular. Como si los que hacen la crítica no cimentaran su poder en la convicción de
que son los más calificados para conducir a los pueblos al bienestar para todos.

Desde algún lugar de la constelación cultural que les agrupa, debe proceder la idea de creerse los
únicos con derecho a tener dinero de sobra. Y ese lugar no puede ser otro sino el de la creerse
privilegiados representantes de Dios sobre la tierra. Y su malestar es la pérdida cada vez más
acelerada de una feligresía dispuesta a lamerles la zuela de los zapatos con el fin de recibir sobras
de lo que consumen.

El arrogante, pues, allí está denunciado en los límites para que su arrogancia permanezca invicta
por más dioses que invoque en su apoyo. Y se negará a diferenciar la legitimidad de un dinero
adquirido fruto del trabajo del dinero obtenido de la explotación de otros, de la corrupción y del
lavado de activos. Sobre todo en tiempos en que los maleantes quieren reubicarse en la sociedad
delatando a sus protectores, determinadores de crímenes cometidos.

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