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DE OSCUROS Y PROFUNDOS SIMBOLISMOS EN LA PESTE

Me encuentro con esto en Lacan, EL TRIUNFO DE LA RELIGIÓN: «Supónganse que un día,


después que las hayamos convertido en un instrumento sublime de destrucción de la vida,
viene un tipo y saca del laboratorio todas estas bacterias con las que hacemos cosas tan
maravillosas». Todavía no ocurrió. No lo lograron. Pero comienzan a tener una leve idea
de que podrían fabricarse bacterias resistentes a todo, que ya no se podrían detener, y
que probablemente limpiarían de la faz de la Tierra todas esas porquerías, en particular
humanas, que la habitan. Entonces, de pronto experimentaron una crisis de
responsabilidad y embargaron cierto número de investigaciones. ( El triunfo de la religión,
1974)

De esta pandemia podemos decir lo mismo que dice Lacan del síntoma como aquello
que revela que hay algo en el sujeto que no anda. Esta pandemia revela que algo en el
mundo no anda: oportunidad para que podamos sobrevivir a condición de que no
añoremos las cadenas y abracemos la libertad con todo el fervor de quien quiere
aprovechar esta posibilidad que nos brinda la peste para intentar salir al otro lado en
condiciones bien diferentes a las que nos trajeron a la tragedia.

“El lenguaje es un virus del espacio exterior”, canta Laurie Anderson tomando prestada
una idea de William Burroughs. Y si nos detenemos un segundo a contemplar la
estructura del significante, que por sí mismo carece de cualquier significado, que
depende siempre del contexto para entrar en acción y producir efectos de significación,
que funciona como una especie de vacío central, unidad mínima del decir y el no decir, y
que es por definición “meaningless”, quizá nos estremezca constatar cuánto se parecen
esas estructuras elementales del lenguaje a un virus (lo que se viraliza en realidad son
los significantes, más que los significados). https://elpais.com/sociedad/2020-03-
20/estupidez.html?
ssm=FB_CC&fbclid=IwAR2j8xwLOiHrfRNLYZo_JzX063KTnfg_51ozegj0ej1LJV6jP_J9iD5QEF
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