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REFLEXOLA 91

EBT
9-07-2023

EL HIJO: LA PELÍCULA.

Ya tuvimos oportunidad de asistir a la película EL PADRE, con la gran


actuación de Antony Hopkins y Olivia Colman. Ahora, recién, la de EL HIJO.
Quedamos a la espera de LA MADRE, que completa la trilogía dirigida por
Florian Zeller, con guiones escritos por este con Christopher Hampton. A las
dos las anteceden las obras de teatro escritas y dirigidas por Zeller.
Estos comentarios apenas son aproximaciones a la segunda de las dos
películas, EL HIJO.
Ahorro la presentación de la sinopsis. En realidad, en la película, son tres los
hijos que participan: Peter, Nicholas y Theo. De lo materno: la madre del
primero, traída por la reclamación de Peter cuando visita a su padre y repite el
reproche que le hace desde cuando tenía 17 años; Kate, madre de Nicholas,
primera esposa de Peter y Beth, segunda esposa de Peter y madre de Theo que
cuenta con apenas 4 meses.
Y dos padres: el de Peter y este.
Nicholas tiene 17 años, la misma edad que el padre le recuerda a Peter, es en
la que este quedó atado, antes de incitarlo con vehemencia a que madure. No
es un dato menor: Nicholas, el hijo de Peter, le reprocha a este con tanta o
igual vehemencia de la de su abuelo, el haber roto el matrimonio con su madre
y haberlos “botado como una mierda”.
Por lo menos en cuatro momentos Nicholas expresa el motivo al que adjudica
ser la causa de su malestar: el primero, ante Kate, cuando le expresa su deseo
de ir a vivir con su padre: el segundo, ante Beth, a quien le refiere haber sido
dejado por su padre justo cuando más lo quería y cuando su madre no dejaba
de hablar mal de Peter; el tercero, ante Peter, después de que Beth le haya
contado a este haber encontrado un cuchillo bajo el colchón de la cama de
Nicholas (“esa que tu no tiendes”)y, finalmente, el cuarto: cuando Peter se
entera de que Nicholas no asiste a la nueva escuela y habla a este “igual como
me hablaba mi padre” según le manifiesta a Beth poco después.
El hijo, Peter, ahora padre de dos hijos uno con el nombre de Nicholas el otro
con el nombre de Theo, nombres que remiten a los propios de dos personajes
fundamentales de la mitología infantil, el de dispensador de regalos en
navidad y el de la omnipotencia y la omnisapiencia absolutas.
Mientras su madre moría, Peter le recuerda a su padre cuando lo visita en
Washington, él se encontraba ausente. Su padre le interrumpe con una
precisión sin fintas: “¡Trabajando!”. Esta interrupción se incluye dentro de la
respuesta que irónicamente el padre le repite a Peter: si le va a reprochar el
hecho de haber cumplido con su deber de padre, ya es tiempo de que madure
el hijo y deje de lloriquear.
Este es un momento cumbre dentro de la historia que se toma un poco más de
cuatro años, que es el tiempo transcurrido entre la separación de la pareja y el
tiempo en que Peter alucina la llegada desde el Canadá, de su hijo, a visitarle,
cuando ya Theo tiene 4 años y “habla con orgullo a los demás, de su hermano
mayor”.
Peter, el hijo que ahora es padre, nos revela su drama personal en tres
momentos particulares: uno cuando justifica la tenencia de una escopeta de
casa detrás de la lavadora; dos, cuando visita a su padre; y, tres: cuando le
cuenta a Beth haber abordado a Nicholas hablándole de la misma manera que
su padre le hablaba a él.
El otro hijo, Nicholas: clama contra su padre por haber sido abandonado,
cuando en realidad no lo fue pues Peter jamás dejo de cumplir con su función
de padre. Tanto es así que cuando su madre se entera por el colegio de que
lleva un mes de no asistir, es porque ninguno de los dos ha cesado de asumir
sus funciones. Tomado presa del afecto por su padre y la maledicencia de la
madre contra su marido, cree encontrar en la convivencia con este último,
satisfacción a un deseo que, progresivamente, se revela como deseo de insistir
en el reproche contra Peter. Su deseo se traduce rápidamente en incumplir el
deseo de sus padres de asistir a la escuela. Divagar, sin rumbo, por las calles,
desde que sale de casa simulando dirigirse a la escuela hasta que calcula el
tiempo de terminación del horario escolar para regresar a casa y así aparentar
que cumple con el deseo de sus padres.
Y aquí nos encontramos de nuevo con esa otra ilusión contemporánea según la
cual la escolarización es síntoma de una buena adaptación a la vida, ilusión en
tanto que escamotea el hecho de no considerar que la educación misma, tal y
como está prevista entre nosotros, revela una sintomatología que se
corresponde con los modos como en la actualidad, los jóvenes se están
relacionando con el futuro.
Inmerso en su reproche sin fisuras, Nicholas representa al hijo cuyo acto es el
síntoma mismo: el acto, el hecho de no asistir a la escuela, representa la
negativa a admitir que allí pueda encontrar alivio o sosiego para su gran
malestar. El otro acto, el de dejar la convivencia con la madre y pasar a
tenerla con el padre en el nuevo rumbo de vida que ha tomado este, revela el
llamado a una presencia del padre que este no está en condiciones de ofrecer
toda vez que en ese llamado subyace la demanda de satisfacción imposible
como es la de pedir que la relación entre sus padres vuelva a ser la misma de
antes.
Peter cree comprender la razón por la que Nicholas ha dejado de asistir a la
escuela. En esto Peter es fiel reflejo de un padre contemporáneo: algo debió
suceder en la escuela, y que Nicholas calla, para “explicar” su ausentismo y su
estado de ánimo. Insiste hasta la desesperación para que su hijo revele el
suceso que Peter supone que haría comprensible el comportamiento actual de
Nicholas.
Hasta que llega y se produce otro acto, ya advertido por Beth cuando descubre
el cuchillo bajo el colchón de la cama de Nicholas: el intento suicida mediante
la profundización de la herida en su brazo. Acto que congrega, de nuevo, a
sus dos padres, que visitan el hospital a donde reciben como consejo estar
alejados del hijo dada la relación entre el intento suicida y las razones que
Nicholas ha invocado a los profesionales.
Pero entonces aquí encontramos otro elemento esencial: el fracaso del
dispositivo institucional para conseguir el beneplácito del paciente y el de sus
padres para someterse al mismo. La firmeza con la que el psiquiatra tratante
intenta convencer a sus padres de que la continuación de la hospitalización es
necesaria, firmeza que toma nota de una práctica basada en la experiencia y,
simultáneamente, adscrita a las supuestas bondades derivadas del dispositivo
de encierro, se parece a la firmeza con la que el padre de Peter presentó de
manera irónica en la conversación con este días antes de que se presentara el
intento suicidad. Firmeza: es decir, convicción de que al desborde de la
pulsión no queda otro recurso que la firmeza en la imposición de límites no
solo al paciente sino a los padres mismos.
Nicholas logra impedir esos límites de consuno con la vacilación de sus padres
para seguir al pie de la letra el dispositivo médico: a los gritos de
desesperación de Nicholas los padres responden firmando el alta voluntaria,
dirigiéndose con el hijo no a cualquier lugar, sino al actual espacio habitado
por Peter, aprovechando la ausencia de Beth.
El momento de la conversación con el psiquiatra muestra nítidamente los
términos de comunicación entre Peter y Kate: un padre impresionado por los
gritos del hijo y lo que dice acerca del trato que recibe allí y una madre que
solamente expresa el nombre de su ex – marido, dirigiéndose a este,
implorando que haga algo al respecto. Peter no está convencido de las
bondades que se derivarían de dejarlo hospitalizado, no obstante acepta
inicialmente que se continúe con el tratamiento. Sin embargo, minutos
después, cede y vuelve con Kate para firmar el alta voluntaria.
Volvamos al hijo, Peter: ¿existe una correspondencia nítida entre dos
relaciones: la de Peter con su padre y la de Peter con el dispositivo
psiquiátrico? Claro que sí, es prácticamente la misma. No me detendré en
juzgar si hay o no bondad y justicia en las recomendaciones del psiquiatra,
vocero más que autorizado entre el dispositivo y el paciente y los padres de
este. Señalaré si, que es la forma como Peter da trámite a la culpa, valido,
además, de su negativa a aceptar los señalamientos tanto de Kate como de
Beth de que con Nicholas existe un problema más grave que el del mero
ausentismo escolar.
A qué nos remite esto sino a ese fenómeno tan extendido entre nosotros, el de
padres contemporáneos que se proponen deliberada y voluntariamente “no
repetir con sus hijos la experiencia de la crianza recibida de sus padres”, bajo
el supuesto (¿seguiremos negándonos a considerarlo como tal?) de que de
dicho modo protegeríamos a nuestros hijos de los malestares que suponemos
derivamos de la crianza recibida de nuestros padres.
NO se nos olvide: se trata de una elección. Elegimos modificar los términos
de un tipo de crianza por otro. Supusimos resultados significativamente
diferentes, pero la realidad, monda y lironda, vuelve a revelarnos el imposible
de la educación…
Toda elección trae consecuencias.
¿Por qué no LA HIJA? No entraré en mayores disquisiciones acerca del
género aquí. Pero la referencia a la madre, en esta película, vincula tres
sentimientos femeninos: la madre enferma (marido ausente), la madre
engañada (marido infiel) y la madre novata (marido viejo).
Nicholas lo dice: el padre los abandona en el momento en el que él, Nicholas,
más lo quería quedando a merced de la maledicencia constante de Kate contra
Peter.
¿De qué da cuenta el síntoma de Nicholas? Claramente se insinúa en la
película: del deseo materno de recuperar la unidad familiar perdida,
desestimando que Peter mantuvo su promesa de adhesión a la pareja valido del
afán de no hacer daño a Nicholas. Dejar de ser amada por Peter y que
Nicholas considere haber sido abandonado junto con su madre por este, no
hacen más que articular el deseo del hijo por el padre: las reminiscencias del
tiempo de vacaciones pasado, muestran siempre a padre e hijo en constante
relación afectuosa al mismo tiempo que muestran a una Kate distante. En la
reminiscencia de Peter jamás aparece aquello que después, cuando su hijo se
suicida, será evocado por la madre: la escena de la familia que observa la tele
justo en un día de semana.
Después de firmada el alta voluntaria, estando en el apartamento de Peter y
Beth (repito: aprovechando la ausencia de esta), la escena lacrimosa de una
familia feliz momentáneamente, revela la realización de un verdadero sabotaje
a la elección que realizó Peter: no bastó con que su hijo quisiera vivir con él,
era necesario que ese hijo allí se matara. Al festejo por el nacimiento de Theo,
se atravesó la irrupción del hijo suicidado en el mismo espacio.
¿Por qué no LA HIJA? Un fantasma recorrió el nuevo espacio de Peter, el
fantasma de la retaliación. Un hijo al que se dejó llegar a donde llegó
(ausentismo escolar), un padre que es buscado desesperadamente para que le
acoja y ayude, una madre que solamente expresa el nombre de su ex marido
justo cuando el hijo clama por volver a un imposible como es el
restablecimiento de la unidad familiar perdida y que existió mientras Peter se
mantuvo fiel al deseo de no hacer daño a su hijo, un hijo que daña aquello que
lo hizo existir, su propio cuerpo…
La escena del suicidio es clara: la ilusión de la unidad perdida es denunciada
por el hijo mediante el uso de la escopeta que su padre, Peter, había recibido
con menosprecio del suyo. Pareciera una especie de respuesta a esa
reclamación aparentemente anodina del hijo que reprocha a sus padres
“haberlo tenido”.
Un fantasma que será parte de ese real que se tornará alucinación en Peter,
precisamente cuando Theo tendrá más de cuatro años. Peter alucina la llegada
de Nicholas como visitante invitado por él y por Beth. Esta otra hija, Beth,
ahora, cuenta con un hijo y un marido padre revelado como limitado para
cumplir con el mandato tribal de crecer y multiplicarse.
Transitoriamente pasa por nuestra mente la ilusión de que no se trata de una
alucinación, es decir, que el disparo y los gritos que vimos y escuchamos en
aquella escena bobalicona de la familia “feliz”, no terminó con la vida de
Nicholas. Pero pronto descubrimos, gracias a Beth, que no ha sido así, que
efectivamente Nicholas realizó el deseo de otro que no era otra cosa que el
sabotaje contra un Peter que eligió dejar una familia para construir otra.
Desde el principio de los tiempos no está en los padres la capacidad absoluta
de impedir o el fratricidio o el suicidio… La expulsión del Paraíso no
significó, solamente, la obligación de trabajar para conseguir el sustento.
Significó, también, que ni el padre omnipotente ni el padre transgresor están
en condiciones de impedir consecuencias negativas para su creación o su
descendencia.

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