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El documento resume la película "El Hijo" dirigida por Florian Zeller. Explora la compleja relación entre Peter, ahora padre de dos hijos, y su hijo adolescente Nicholas. Nicholas culpa a Peter de haberlo abandonado cuando se separó de su madre años atrás. La película también examina las dinámicas entre los padres, hijos y el sistema de salud mental.
El documento resume la película "El Hijo" dirigida por Florian Zeller. Explora la compleja relación entre Peter, ahora padre de dos hijos, y su hijo adolescente Nicholas. Nicholas culpa a Peter de haberlo abandonado cuando se separó de su madre años atrás. La película también examina las dinámicas entre los padres, hijos y el sistema de salud mental.
El documento resume la película "El Hijo" dirigida por Florian Zeller. Explora la compleja relación entre Peter, ahora padre de dos hijos, y su hijo adolescente Nicholas. Nicholas culpa a Peter de haberlo abandonado cuando se separó de su madre años atrás. La película también examina las dinámicas entre los padres, hijos y el sistema de salud mental.
Ya tuvimos oportunidad de asistir a la película EL PADRE, con la gran
actuación de Antony Hopkins y Olivia Colman. Ahora, recién, la de EL HIJO. Quedamos a la espera de LA MADRE, que completa la trilogía dirigida por Florian Zeller, con guiones escritos por este con Christopher Hampton. A las dos las anteceden las obras de teatro escritas y dirigidas por Zeller. Estos comentarios apenas son aproximaciones a la segunda de las dos películas, EL HIJO. Ahorro la presentación de la sinopsis. En realidad, en la película, son tres los hijos que participan: Peter, Nicholas y Theo. De lo materno: la madre del primero, traída por la reclamación de Peter cuando visita a su padre y repite el reproche que le hace desde cuando tenía 17 años; Kate, madre de Nicholas, primera esposa de Peter y Beth, segunda esposa de Peter y madre de Theo que cuenta con apenas 4 meses. Y dos padres: el de Peter y este. Nicholas tiene 17 años, la misma edad que el padre le recuerda a Peter, es en la que este quedó atado, antes de incitarlo con vehemencia a que madure. No es un dato menor: Nicholas, el hijo de Peter, le reprocha a este con tanta o igual vehemencia de la de su abuelo, el haber roto el matrimonio con su madre y haberlos “botado como una mierda”. Por lo menos en cuatro momentos Nicholas expresa el motivo al que adjudica ser la causa de su malestar: el primero, ante Kate, cuando le expresa su deseo de ir a vivir con su padre: el segundo, ante Beth, a quien le refiere haber sido dejado por su padre justo cuando más lo quería y cuando su madre no dejaba de hablar mal de Peter; el tercero, ante Peter, después de que Beth le haya contado a este haber encontrado un cuchillo bajo el colchón de la cama de Nicholas (“esa que tu no tiendes”)y, finalmente, el cuarto: cuando Peter se entera de que Nicholas no asiste a la nueva escuela y habla a este “igual como me hablaba mi padre” según le manifiesta a Beth poco después. El hijo, Peter, ahora padre de dos hijos uno con el nombre de Nicholas el otro con el nombre de Theo, nombres que remiten a los propios de dos personajes fundamentales de la mitología infantil, el de dispensador de regalos en navidad y el de la omnipotencia y la omnisapiencia absolutas. Mientras su madre moría, Peter le recuerda a su padre cuando lo visita en Washington, él se encontraba ausente. Su padre le interrumpe con una precisión sin fintas: “¡Trabajando!”. Esta interrupción se incluye dentro de la respuesta que irónicamente el padre le repite a Peter: si le va a reprochar el hecho de haber cumplido con su deber de padre, ya es tiempo de que madure el hijo y deje de lloriquear. Este es un momento cumbre dentro de la historia que se toma un poco más de cuatro años, que es el tiempo transcurrido entre la separación de la pareja y el tiempo en que Peter alucina la llegada desde el Canadá, de su hijo, a visitarle, cuando ya Theo tiene 4 años y “habla con orgullo a los demás, de su hermano mayor”. Peter, el hijo que ahora es padre, nos revela su drama personal en tres momentos particulares: uno cuando justifica la tenencia de una escopeta de casa detrás de la lavadora; dos, cuando visita a su padre; y, tres: cuando le cuenta a Beth haber abordado a Nicholas hablándole de la misma manera que su padre le hablaba a él. El otro hijo, Nicholas: clama contra su padre por haber sido abandonado, cuando en realidad no lo fue pues Peter jamás dejo de cumplir con su función de padre. Tanto es así que cuando su madre se entera por el colegio de que lleva un mes de no asistir, es porque ninguno de los dos ha cesado de asumir sus funciones. Tomado presa del afecto por su padre y la maledicencia de la madre contra su marido, cree encontrar en la convivencia con este último, satisfacción a un deseo que, progresivamente, se revela como deseo de insistir en el reproche contra Peter. Su deseo se traduce rápidamente en incumplir el deseo de sus padres de asistir a la escuela. Divagar, sin rumbo, por las calles, desde que sale de casa simulando dirigirse a la escuela hasta que calcula el tiempo de terminación del horario escolar para regresar a casa y así aparentar que cumple con el deseo de sus padres. Y aquí nos encontramos de nuevo con esa otra ilusión contemporánea según la cual la escolarización es síntoma de una buena adaptación a la vida, ilusión en tanto que escamotea el hecho de no considerar que la educación misma, tal y como está prevista entre nosotros, revela una sintomatología que se corresponde con los modos como en la actualidad, los jóvenes se están relacionando con el futuro. Inmerso en su reproche sin fisuras, Nicholas representa al hijo cuyo acto es el síntoma mismo: el acto, el hecho de no asistir a la escuela, representa la negativa a admitir que allí pueda encontrar alivio o sosiego para su gran malestar. El otro acto, el de dejar la convivencia con la madre y pasar a tenerla con el padre en el nuevo rumbo de vida que ha tomado este, revela el llamado a una presencia del padre que este no está en condiciones de ofrecer toda vez que en ese llamado subyace la demanda de satisfacción imposible como es la de pedir que la relación entre sus padres vuelva a ser la misma de antes. Peter cree comprender la razón por la que Nicholas ha dejado de asistir a la escuela. En esto Peter es fiel reflejo de un padre contemporáneo: algo debió suceder en la escuela, y que Nicholas calla, para “explicar” su ausentismo y su estado de ánimo. Insiste hasta la desesperación para que su hijo revele el suceso que Peter supone que haría comprensible el comportamiento actual de Nicholas. Hasta que llega y se produce otro acto, ya advertido por Beth cuando descubre el cuchillo bajo el colchón de la cama de Nicholas: el intento suicida mediante la profundización de la herida en su brazo. Acto que congrega, de nuevo, a sus dos padres, que visitan el hospital a donde reciben como consejo estar alejados del hijo dada la relación entre el intento suicida y las razones que Nicholas ha invocado a los profesionales. Pero entonces aquí encontramos otro elemento esencial: el fracaso del dispositivo institucional para conseguir el beneplácito del paciente y el de sus padres para someterse al mismo. La firmeza con la que el psiquiatra tratante intenta convencer a sus padres de que la continuación de la hospitalización es necesaria, firmeza que toma nota de una práctica basada en la experiencia y, simultáneamente, adscrita a las supuestas bondades derivadas del dispositivo de encierro, se parece a la firmeza con la que el padre de Peter presentó de manera irónica en la conversación con este días antes de que se presentara el intento suicidad. Firmeza: es decir, convicción de que al desborde de la pulsión no queda otro recurso que la firmeza en la imposición de límites no solo al paciente sino a los padres mismos. Nicholas logra impedir esos límites de consuno con la vacilación de sus padres para seguir al pie de la letra el dispositivo médico: a los gritos de desesperación de Nicholas los padres responden firmando el alta voluntaria, dirigiéndose con el hijo no a cualquier lugar, sino al actual espacio habitado por Peter, aprovechando la ausencia de Beth. El momento de la conversación con el psiquiatra muestra nítidamente los términos de comunicación entre Peter y Kate: un padre impresionado por los gritos del hijo y lo que dice acerca del trato que recibe allí y una madre que solamente expresa el nombre de su ex – marido, dirigiéndose a este, implorando que haga algo al respecto. Peter no está convencido de las bondades que se derivarían de dejarlo hospitalizado, no obstante acepta inicialmente que se continúe con el tratamiento. Sin embargo, minutos después, cede y vuelve con Kate para firmar el alta voluntaria. Volvamos al hijo, Peter: ¿existe una correspondencia nítida entre dos relaciones: la de Peter con su padre y la de Peter con el dispositivo psiquiátrico? Claro que sí, es prácticamente la misma. No me detendré en juzgar si hay o no bondad y justicia en las recomendaciones del psiquiatra, vocero más que autorizado entre el dispositivo y el paciente y los padres de este. Señalaré si, que es la forma como Peter da trámite a la culpa, valido, además, de su negativa a aceptar los señalamientos tanto de Kate como de Beth de que con Nicholas existe un problema más grave que el del mero ausentismo escolar. A qué nos remite esto sino a ese fenómeno tan extendido entre nosotros, el de padres contemporáneos que se proponen deliberada y voluntariamente “no repetir con sus hijos la experiencia de la crianza recibida de sus padres”, bajo el supuesto (¿seguiremos negándonos a considerarlo como tal?) de que de dicho modo protegeríamos a nuestros hijos de los malestares que suponemos derivamos de la crianza recibida de nuestros padres. NO se nos olvide: se trata de una elección. Elegimos modificar los términos de un tipo de crianza por otro. Supusimos resultados significativamente diferentes, pero la realidad, monda y lironda, vuelve a revelarnos el imposible de la educación… Toda elección trae consecuencias. ¿Por qué no LA HIJA? No entraré en mayores disquisiciones acerca del género aquí. Pero la referencia a la madre, en esta película, vincula tres sentimientos femeninos: la madre enferma (marido ausente), la madre engañada (marido infiel) y la madre novata (marido viejo). Nicholas lo dice: el padre los abandona en el momento en el que él, Nicholas, más lo quería quedando a merced de la maledicencia constante de Kate contra Peter. ¿De qué da cuenta el síntoma de Nicholas? Claramente se insinúa en la película: del deseo materno de recuperar la unidad familiar perdida, desestimando que Peter mantuvo su promesa de adhesión a la pareja valido del afán de no hacer daño a Nicholas. Dejar de ser amada por Peter y que Nicholas considere haber sido abandonado junto con su madre por este, no hacen más que articular el deseo del hijo por el padre: las reminiscencias del tiempo de vacaciones pasado, muestran siempre a padre e hijo en constante relación afectuosa al mismo tiempo que muestran a una Kate distante. En la reminiscencia de Peter jamás aparece aquello que después, cuando su hijo se suicida, será evocado por la madre: la escena de la familia que observa la tele justo en un día de semana. Después de firmada el alta voluntaria, estando en el apartamento de Peter y Beth (repito: aprovechando la ausencia de esta), la escena lacrimosa de una familia feliz momentáneamente, revela la realización de un verdadero sabotaje a la elección que realizó Peter: no bastó con que su hijo quisiera vivir con él, era necesario que ese hijo allí se matara. Al festejo por el nacimiento de Theo, se atravesó la irrupción del hijo suicidado en el mismo espacio. ¿Por qué no LA HIJA? Un fantasma recorrió el nuevo espacio de Peter, el fantasma de la retaliación. Un hijo al que se dejó llegar a donde llegó (ausentismo escolar), un padre que es buscado desesperadamente para que le acoja y ayude, una madre que solamente expresa el nombre de su ex marido justo cuando el hijo clama por volver a un imposible como es el restablecimiento de la unidad familiar perdida y que existió mientras Peter se mantuvo fiel al deseo de no hacer daño a su hijo, un hijo que daña aquello que lo hizo existir, su propio cuerpo… La escena del suicidio es clara: la ilusión de la unidad perdida es denunciada por el hijo mediante el uso de la escopeta que su padre, Peter, había recibido con menosprecio del suyo. Pareciera una especie de respuesta a esa reclamación aparentemente anodina del hijo que reprocha a sus padres “haberlo tenido”. Un fantasma que será parte de ese real que se tornará alucinación en Peter, precisamente cuando Theo tendrá más de cuatro años. Peter alucina la llegada de Nicholas como visitante invitado por él y por Beth. Esta otra hija, Beth, ahora, cuenta con un hijo y un marido padre revelado como limitado para cumplir con el mandato tribal de crecer y multiplicarse. Transitoriamente pasa por nuestra mente la ilusión de que no se trata de una alucinación, es decir, que el disparo y los gritos que vimos y escuchamos en aquella escena bobalicona de la familia “feliz”, no terminó con la vida de Nicholas. Pero pronto descubrimos, gracias a Beth, que no ha sido así, que efectivamente Nicholas realizó el deseo de otro que no era otra cosa que el sabotaje contra un Peter que eligió dejar una familia para construir otra. Desde el principio de los tiempos no está en los padres la capacidad absoluta de impedir o el fratricidio o el suicidio… La expulsión del Paraíso no significó, solamente, la obligación de trabajar para conseguir el sustento. Significó, también, que ni el padre omnipotente ni el padre transgresor están en condiciones de impedir consecuencias negativas para su creación o su descendencia.
El Sacerdote Sanado en La Misericordia de Cristo. Sus Heridas Nos Curaron P. Elías Royón S.J. Ponencia Presentada en El Encuentro de Delegados y Vicarios Del Clero Madrid, 28