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Gaitán, Perelman y la retórica

Sebastián Rueda, 2115497


Jeisson Andrés Aguasaco, 211558

El abordaje conceptual de la retórica trasciende las meras técnicas de la comunicación oral.


Un examen minucioso de aquella supone una revisión de sus postulados clásicos y de su
relación con la dialéctica, para lo cual puede dar algunas luces el estudio de la teoría de la
argumentación jurídica.
En la actualidad, el término retórica arrastra una carga semántica peyorativa. Se confunde
su andamiaje teórico con su práctica, y se asocia al discurso demagógico, gracias a la
herencia platónica en Occidente, y a la simplificación reduccionista que padeció la
disciplina durante la edad media y la modernidad.
En su perenne discusión con los sofistas, Sócrates sostenía que la retórica era un mero
recurso de adulación para convencer a la contraparte y a los oyentes, sin tener en cuenta la
búsqueda de la verdad, que, según él, era lo más importante de la dialéctica. Con todo, en
una sociedad democrática como la ateniense, la retórica revestía una importancia mayor,
pues esta era, en la práctica, la única vía de la actividad política; en efecto, “nadie que no
estuviera capacitado para hablar en público podía dedicarse a los asuntos de la polis” 1. Un
amplio conocimiento y práctica de la retórica, pues, constituía en la antigua Grecia, al
menos en Atenas, casi que la principal fuente de poder político.
El presente documento es una reflexión sobre el papel de la retórica en las sociedades
democráticas, para lo cual se realiza un análisis discursivo, lingüístico y retórico de un
discurso del político liberal colombiano de mediados del siglo XX que fuera conocido
como el tribuno del pueblo, y cuyo asesinato partiría entonces y para siempre la historia
política de Colombia en dos.
A continuación, pues, dos fragmentos discursivos del político y abogado Jorge Eliécer
Gaitán Ayala:

Se equivocan si creen que a esta raza colombiana la pueden barrer. Que nos hablen de esto
los candidatos de la oligarquía. A los pueblos no se les puede robar el sentido de su
nacionalismo. En cuanto el nacionalismo no sea agresivo ni sea repulsión del elemento
extranjero, que debe ser fraternalmente acogido entre nosotros en cuanto venga a prestar un
beneficio; en cuanto no sea agresión al extranjero, que afortunadamente nosotros no
podemos realizar; pero en cuanto sea estímulo de nuestra propia razón de ser, orgullo de
nuestra propia raza, veneración a nuestras tumbas, porque eso no es lenguaje ni demagogo
ni retórico, que los hombres que hemos cruzado universidades sabemos que el hombre es

1
Diálogos de Platón II, Introducción al Gorgias. Editorial Gredos.
como las plantas, que la planta da fruto y florece no es por la planta misma sino por el surco
y la tierra donde ha prendido, y que el hombre y un pueblo no pueden ser grandes y fuertes,
sino en razón de las tumbas donde tiene el alimento para su futuro.
No nos roban nuestra fisionomía, no nos roban nuestro propio aliento de ayer, nuestras
madres y nuestras tumbas, de nuestras madres y nuestros abuelos, son el altar donde
llegamos a abrevar nuestras energías para el mañana. Nos sentimos muy orgullosos de esta
vieja raza indígena, y odiamos estas oligarquías que nos ignoran, y detestamos a esta gente
que odia al pueblo y cree que a la raza colombiana se le pueden volver las espaldas, y que el
país político puede jugar con los dados de su habilidad sobre las túnicas* de nuestro
patriotismo.
Estamos defendiendo cosas, como lo veis, demasiado grandes, y nos hablan de
personalismo. No nos hablen mañana de candidatos a los cuales nos van inventar sobre el
pretexto del pánico liberal. Nada de pánico, el pánico se lo dejamos a la gente cobarde que
no sabe sentir como nosotros los de esta raza nuestra sentimos. Nada de conspiraciones. Nos
reímos de las habilidades. Flexible he sido, pero inflexible en la defensa del procedimiento y
de la doctrina. Flexible para todo lo que se diga salvar al partido liberal, pero no al partido
liberal como un desprecio a la voluntad popular, sino al Partido Liberal como un sentido de
transformación, que haga la nueva república que Colombia necesita.
La plutocracia conservadora, que veía la transformación de las masas conservadoras hacia
esta gran nación de una república nueva, ha querido con su dinero oponerse y habla de
unión nacional. Qué nos dirán ahora los que ayer nos trataban de conservadores, qué nos
dirán ahora los que ayer nos ultrajaban y nos ignoraban, qué nos dicen ahora los que están
provocando en forma que ellos no pueden seguir utilizando la rabia popular; qué nos pueden
decir cuando estamos librando la batalla de una nueva expresión y de una nueva realidad
nacional, que tienen los ….
Yo me siento y sé que estoy preparado, pero si no lo estuviera tengo que repetir aquí la
frase, más vale una bandera limpia solitaria sobre una cumbre, que cien banderas tendidas
sobre el lodo.
Entonces lo único que le pido al pueblo es que él decida, pero que decida no solamente en
este ambiente y en esta (inaudible), que, dentro del orden, porque os van a provocar el
desorden, y porque va a haber saboteadores de violencia a los cuales debéis castigar
violentamente2.

En otro momento, tras la victoria del conservador Mariano Ospina Pérez, por la división
del Partido Liberal, en 1946, pronunció las siguientes palabras, en el marco de un
discurso en el auditorio del actual Teatro Gaitán, entonces teatro municipal, sobre las
recién celebradas elecciones y la posición de su movimiento en el escenario político del
momento. Con un frente en el que confluían sectores sociales diversos, Gaitán logró reunir
entorno suyo un enorme capital político gracias a su disciplina, su compromiso, y especialmente
a su asombrosa capacidad retórica y discursiva.
A continuación, el segundo fragmento:
2
https://www.youtube.com/watch?v=kS3wTZ6WpL8
Ruego el favor de guardar silencio, porque se trata de obtener tiempo para decir las cosas
que tengo que decir… y ese sí que es cuadro que ha conmovido a la opinión publica en
Bogotá y va a conmoverla en Colombia. Porque ya no se trata del afecto, porque ya no se
trata de imponer un candidato a quien se quiere. Porque ya la razón es otra, la de imponer
por sí y por propia voluntad la de un candidato a quien se odia. Entonces si no es el amor, si
no es el interés de tener peleles en el palacio de la carrera para mandar a través de los
peleles, porque el doctor Santos no lo es. Entonces hay otra razón distinta. Es la repetición
de un hecho histórico que Colombia ya conoce. Colombia conoce que, por razón de
temperamentos y de distinto orden, hay dos jefes que se odian y se abominan. Lo que
Colombia no quiere seguir sabiendo es que la República tenga que estar orientada por esos
odios o por esa abominación. El país recuerda que cuando Arango Vélez saltó a la arena,
saltó como he saltado yo, en contra de lo que yo llamo el régimen oligárquico, que no es
precisamente tener dinero ni tener posiciones, sino manejar el país con el criterio con que
nos están manejando y nos pretenden manejar, a la espalda de la opinión pública.
Y entonces, los odios se suturaron en lo externo. Y ante el peligro de que el sistema
oligárquico se cayera, se silenciaron las baterías, acostumbradas a odiar tan amorosamente.
Y ahora tenemos el fenómeno a la inversa, ya no es la personalidad ilustre de Eduardo
Santos abriéndole el paso al entonces candidato popular, el doctor López. Ahora es al revés,
pero ante el mismo peligro. Ante el agrietamiento de la oligarquía. Ante el hecho de no
haber podido imponer los candidatos contra la opinión pública, ante el hecho de haber
fracasado con la intransigencia y haber fracasado con la transigencia, ante el hecho de haber
puesto al partido Conservador a decidir de la suerte del candidato liberal y no haberlo
logrado, hemos llegado ya entonces, ante el peligro de esta avalancha humana, que no en mi
nombre sino en el de la restauración moral y democrática de la República, libra una batalla,
librará una batalla, vencerá a la oligarquía liberal y aplastará a la oligarquía conservadora 3.

Contexto histórico
Después de la independencia de España, la estabilidad política de Colombia quedó en el
limbo. Centralistas y federalistas se enfrascaron en una constante y sangrienta discusión
respecto del papel del gobierno central frente a las provincias. No podía esperarse que tras
la expulsión de los españoles corrieran ríos de leche y miel en jardines de paz en la nueva
nación, finalmente el conflicto es inmanente a la vida social y a la política. Sin embargo, las
élites económicas y políticas que asumieron la conducción del naciente Estado fueron
incapaces de alcanzar algunos acuerdos mínimos que le evitaran al país una sucesión
incontable de guerras cada vez más cruentas y fratricidas. Con el tiempo, el conflicto entre
los partidarios del poder central y los de la descentralización del mismo evolucionó para
convertirse en un conflicto partidista que no se resolvía a través de la democracia sino de
las armas. Entonces, las élites liberales y conservadoras, en su disputa por el control del
aparato estatal, se transaron en una guerra permanente con escasos periodos de paz. Más
aún, lo que en principio y en teoría era una disputa ideológica se libraba en los campos
mediante el uso de la violencia. Miles de campesinos pobres se mataban con odio unos con

3
https://www.youtube.com/watch?v=oyJ-_UcNscc. Minutos: 03:30 - 08:10.
otros por el color de un trapo, mientras los dirigentes de uno y otro partido mandaban desde
la comodidad de sus casas periódicos y oficinas en Bogotá u otras ciudades.
En guerra terminó el siglo XIX y empezó el XX, cuyo primer tercio estuvo marcado por el
derramamiento de sangre e incontables episodios de violencia en el campo colombiano. El
devenir histórico del país oscilaba entre los polos del conservatismo y el liberalismo. Así,
por ejemplo, tras un largo periodo de liberalismo radical que inició con la Constitución
federal de 1863 de los Estados Unidos de Colombia y se extendió hasta 1885, siguió un
largo periodo de hegemonía conservadora que inició con la Constitución confesional de
1886 y culminó casi medio siglo después con el triunfo del liberal Enrique Olaya Herrera
en 1930, al que siguió una nueva etapa de liberalismo radical, hasta 1946, cuando en una
división de los liberales entre Gabriel Turbay y el Negro Gaitán. Con todo, el país logró
avances en en varios campos. En los periodos liberales, especialmente, se alcanzaron
grandes hitos en materia social y educativa, como la formación de fuertes movimientos
sindicales y la creación de varias y fuertes escuelas públicas, así como la creación de una
universidad pública que estuviera a la vanguardia del conocimiento, que fuera de carácter
público y nacional, y que fuera la cuna de movimientos políticos, desarrollos científicos y
una trinchera del pensamiento liberal: la Universidad Nacional de Colombia. Justamente de
este centro de estudios se graduó como doctor en derecho y ciencias políticas el bogotano
Jorge Eliécer Gaitán Ayala, quien, tras cursar estudios de derecho penal en Roma, Italia,
regresó al país para ocupar varios cargos públicos, como senador, ministro y alcalde de
Bogotá.
Hombre estudioso, disciplinado y de extracción humilde, rápidamente Gaitán identificó una
gran escisión en la vida sociopolítica del país. Mientras las élites gobernantes se criaban, se
educaban, se divertían y gobernaban a espaldas de la mayor parte de la población, grandes
masas de colombianos pobres vivían en la miseria sin beneficiarse apenas de los recursos
de la cosa pública. Hábil orador y agudo intérprete del acontecer político, Jorge Eliécer
Gaitán se abrió paso rápidamente en los juzgados como abogado defensor y en las plazas de
Bogotá y de todo el país como político popular, al punto de convertirse en un candidato con
una opción real de poder en 1946, y un augurado ganador en la futura contienda de 1950.

Entonación, recursos y figuras retóricas


Las habilidades comunicativas, discursivas y argumentativas del caudillo analizado son
palpables. Usa una entonación acorde a la fase de su mensaje y al sentimiento que quiere
imprimir en su auditorio: suave y empático (pathos) en la introducción; casi solemne
durante el argumento, y vehemente y enfático en la conclusión y en las frases con las que
pretende marcar un campo de unidad y fraternidad con su auditorio y/o de animadversión
contra su oponente -la oligarquía, para el caso- para establecer una escisión clara que
establezca un límite se separación entre dos bandos encontrados.
En cuanto al uso de figuras retóricas, es notoria la influencia grecolatina en el discurso
gaitanista y el uso de herramientas como el símil.
En el primer discurso, por ejemplo, llama la atención el recurso comparativo que utiliza
para asemejar el crecimiento del ser humano al de las plantas para sostener la importancia
de los antepasados y de la historia de un pueblo, pero con miras a defender la validez de su
idea de nacionalismo, con el fin de establecer un parámetro de unión e identidad cultural en
torno al pasado ancestral indígena de la Colombia mestiza. Finalmente, los pocos blancos
descendientes de “españoles puros” que quedan en el territorio son las élites que controlan
el Estado. Se evidencia, pues, un primer tropo, un símil utilizado con el fin de destacar la
relevancia del pasado, la validez del nacionalismo entorno a este, y la diferenciación
estética, práctica y política respecto del oponente, razón por la que dice: “nos sentimos muy
orgullosos de esta vieja raza indígena, y odiamos estas oligarquías que nos ignoran”.
Otro de los aspectos que llama la atención del discurso son las variedades lingüísticas
evidenciadas, en sus niveles diacrónico y diastrático. Me explico: el uso del español, si bien
se entiende a la perfección, pues se trata de la misma lengua en el mismo territorio, sí
muestra algunos cambios respecto al uso del español en la Bogotá de 2020. Ejemplo de ello
es el uso del voseo peninsular en conjugaciones verbales como debéis, tenéis, veis, etc.
Respecto de la segunda variedad de la lengua, es un hecho notorio que requiere una
contextualización más amplia la marcada diferencia en la acentuación de Gaitán comparado
con los aristócratas políticos bogotanos de la época, los conocidos cachacos. El indio, como
también llamaban al caudillo, hablaba como los bogotanos de los barrios humildes, con una
“voz de trueno y con el acento de los gamines de Bogotá” 4, para usar las palabras de Gabo.

A manera de conclusión

Con su discurso, enmarcado en la influencia de su época y la interpretación que hiciera de


su tiempo, Gaitán organizó el movimiento popular más grande que hubiera conocido
Colombia hasta entonces. Incluso en nuestros días es poco probable que alguien haya
logado algo semejante. Pero no fue solo por hablar bonito y seducir a su audiencia que
pudo llevar a cabo empresa semejante. El recurso de las técnicas de expresión oral fue
apenas una herramienta del ejercicio retórico no solo de Gaitán sino de la política
deliberativa en general.
Así pues, si, como sostiene Chaim Perelman, resulta imposible establecer juicios de valor
sustentados en la lógica5, solo le queda a la democracia un camino para ponderar valores
éticos, políticos y legales supremos: la retórica, entendida esta como el ejercicio
deliberativo y la búsqueda de acuerdos, y no solo como una práctica de adulación y técnicas
de entonación y expresión oral y corporal, si bien son estas herramientas básicas del
ejercicio retórico.

4
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Vivir para contarla. Grupo Editorial Norma. 2002. P. 251.
5
PERELMAN, Chaïm. El Imperio Retórico. Grupo Editorial Norma.

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