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CÓMO CONVERSAR POR LA PAZ

Presentación de EBT en un chat de médicos egresados de la U.


Nacional

I.

Dice un aforismo italiano: “cuando el alma calla, el cuerpo habla”.


En realidad, me siento acosado por el título que se le ha dado a esta
presentación, es decir, me perturba porque hace creer que existe
una especie de llave y que yo la conozco, en lo concerniente a
hablar de la paz. Se muy bien que la intención del titulador no ha
sido la de acosar sino la de preguntar y, en tal sentido, comparto
plenamente esta invitación a hacer de este título una pregunta para
la cual no existen fórmulas predeterminadas.

Yo me he propuesto mantenerla abierta, o sea, vigente, a lo largo


de buena parte de mi vida y créanme, cuando he desconfiado de
ella es cuando me he visto en las peores situaciones. ¿Y cuándo he
desconfiado de ella? Cuando he creído tener una respuesta
supuestamente esclarecedora, definitiva, tajante.

La sequedad del cuerpo, cuando se atraviesa el desierto, nos hace


ver espejismos. La necesidad se hace imperio y la imaginación
brota como encanto, como realidad y como promesa. El
encantamiento nos lleva a sentirnos tomados por la seguridad, la
realidad nos merma la angustia y la promesa nos hace llevadera
toda dificultad.

Suspender la pregunta e instalarse en la creencia de haber


conseguido una respuesta, seca la diáspora multiplicadora de
aquello que está más allá de nuestro precario yo, la diáspora del ser
puesto en cuestión.

Sin mantener viva la pregunta me habría sido imposible ligarme a la


creencia realista de que tenía algo por ofrecer tanto en mi trabajo
con personas en el consultorio como en mi participación de las
llamadas intervenciones psicosociales con poblaciones afectadas
por la violencia. Pero no era el único modo de sostener la
pregunta. Al mismo tiempo yo llevaba a cabo mi psicoanálisis, esa
experiencia que invita a hablar de tal modo que se practica el des-
pensamiento (“hable, no importa qué”) que es una manera de
realizar una especie de salto al vacío mediante el cual todas las
certezas en las que estaba instalado son puestas en cuestión a
partir de ese ejercicio basado en hacer de ese modo de hablar la
fabricación de un destinatario a quien se atribuye un cierto poder
que no es otro que el de impedir el cierre del no pensamiento en
nuevas certezas proveedoras de encanto, realidad y promesa.

Salto al vacío. La expresión la tomo de Salvador Dalí en sus


consejos a García Lorca, para dilucidar acerca del innegable poder
de la intuición y del éxtasis en la fabricación de una poesía genuina.
Saltar al vacío significa entonces atreverse a pensar de otro modo
las cosas pasando por la experiencia del des-pensamiento que en
psicoanálisis toma el nombre de asociación libre de ideas y que se
produce frente a otro entablando una relación que en psicoanálisis
denominamos transferencia.
II.

He empleado las palabras “intuición” y “éxtasis”, palabras


excesivamente lejanas de la concepción científica y materialista del
mundo. Aunque hoy las neurociencias acuerdan concederle nuevo
estatuto a la intuición todavía el concepto de éxtasis remite a una
experiencia que en la edad media se denominaba brujería y en la
moderna, histeria.

Una experiencia expuesta al no saber es el tema de la paz. Y más


inefable aun, por cuanto la guerra tiende a multiplicar como
sobrevivientes a los padres de los hijos que mueren en ella bien que
sea porque eligen participar de la misma o porque son presentados
como guerrilleros para conseguir ascensos, permisos y otros
cachivaches de la vida militar. Sabemos que existe nominación
para los hijos de los padres fallecidos y para los cónyuges, pero no
para los padres sobrevivientes a la muerte de los hijos.

Y si al mismo tiempo constatamos que la guerra es una actividad


dirigida y arengada por los viejos, pero en la que quienes mueren
son los jóvenes, el duelo, al carecer de nominación para quien lo
sufre, resuena con el carácter inefable de la paz, que insiste en no
existir mientras el conflicto continúa produciendo muerte no
solamente de seres queridos sino también de proyectos de vida, de
empeños en gestación, de propósitos de vivir más allá de la simple
supervivencia.

Lo que hermana la intuición con el éxtasis es justamente el paso


por el no-pensamiento o, si se quiere, por el des-pensamiento.
Aquello que es inefable, experiencia mística, epifanía, trance,
arrebato, impulso, salto al vacío en tres palabras. Proceder que
exige renunciar a las concepciones con respecto de las cuales
hemos pensado la guerra y la paz, viéndonos llevados a confiar más
en el arte que en los métodos de una terapéutica determinada.

Esto se ha traducido en crear nuevos modos de proceder con


respecto de lo que se ha traducido como patología de la violencia a
través del diagnóstico más socorrido para estos casos, el de
trastorno por estrés postraumático.

III.

Las intervenciones psicosociales entre nosotros no las hemos


concebido como extensiones, en el campo social, de las
intervenciones médicas en el campo individual.

Nos preguntamos qué sucede cuando nos negamos a comparar los


efectos psicosociales del conflicto armado con una enfermedad
como lo es por ejemplo el Trastorno por Estrés Postraumático,
diagnóstico bastante socorrido para efectos de cuantificar efectos,
pero absolutamente estorboso para comprender la dinámica del
conflicto tanto en sus expresiones individuales como sociales.
Más allá de lo que aseguran quienes justifican la violencia, se sabe
que en todas las guerras el mayor número de víctimas procede de
la población civil a la que se supone no-inocente dentro del
conflicto armado por parte de los que lo mantienen.

Necesitábamos entonces hacernos a un modo de atender la


situación que pusiera límites a la reproducción del disenso en el
seno de una comunidad a la que en lugar de denominar enferma
preferíamos denominar comunidad terapéutica.

En primer lugar, Tom Main (1946), señalaba que el término


comunidad terapéutica, implicaba un cambio en la concepción que
el personal asistencial tenía de los pacientes (“niños cautivos del
médico, obedientes a la hora de realizar tareas similares a las de
una guardería”), en tanto que debía ofrecerse a estos el
desempeño de roles propios de adultos: contar con sus opiniones
acerca de la comunidad a la que pertenecen, tener libertad para
planificar y organizar actividades dentro del hospital y afrontar los
problemas relacionados con su situación social inmediata. De este
modo, los problemas organizativos, la apatía, la inseguridad y la
hostilidad, al igual que las dificultades ordinarias, debían ser
solventados por el foro de la comunidad, lugar propicio para
discutir todo lo relacionado con los problemas de la comunidad
misma.
Esto implicaba considerar que en lugar de postular la desaparición
del conflicto como meta a conseguir, de lo que se trataba era de
conseguir un estado de madurez necesario para abordar lo
conflictivo inevitable en la vida de una comunidad, sobre todo si
esta ha sido afectada por la violencia.

Las tareas para seguir darían los elementos necesarios para


considerar el grado de superación de los efectos aniquiladores de la
violencia, por parte de la comunidad.

A diferencia de Freud, Lacan piensa que hace falta tomar en serio el discurso místico porque nos
enseña, particularmente porque habla de lo que es imposible de decir. La mística es una
experiencia radical de aquello que falta al lenguaje y que hace hablar, es decir lo que Lacan
denomina como lo “real”. Si Lacan evoca frecuentemente ciertas figuras de la mística es sobre
todo al final de sus lecciones, en particular entre los años 1974-1975 con el Seminario XX. Encore,
donde se encuentra un verdadero trabajo de conceptualización. Por otro lado, Michel de Certeau
hará aquí su aparición más relevante. Acordémonos de que Certeau es historiador, filósofo,
miembro de la orden de los Jesuitas a la que se mantendrá siempre fiel, a pesar de que vaya
evolucionando en sus márgenes. Sin ser psicoanalista, Certeau mantiene con el campo freudiano
una relación continua. La influencia del psicoanálisis es permanente en su obra historiográfica y
fue, de hecho, cofundador en 1964, con Lacan, de la Escuela Freudiana de París, a la cual quedará
ligado hasta su disolución. A diferencia de Lacan, Certeau es un verdadero especialista de la
mística cristiana. Se le puede incluso considerar, ante todo, como un historiador de la mística, a la
cual consagró numerosos trabajos, en particular la obra clave que es el primer volumen de La
fábula mística, publicado en 1982.

Jean-Daniel Causse. El cuerpo y la experiencia mística

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