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1. Introducción.
2. Al-Andalus (711-1492).
2.1. Conquista musulmana de la Península Ibérica.
2.2. Evolución política de Al-Andalus.
2.3. Organización estatal.
2.4. Economía y sociedad.
2.5. Religión, cultura y arte.
3. Los reinos cristianos medievales (711-1474).
3.1. Formación y evolución de los reinos cristianos hasta el siglo XIII.
3.2. Proceso de reconquista y repoblación.
3.3. Evolución económica.
3.4. Régimen señorial y sociedad estamental.
3.5. Organización política de los reinos cristianos.
3.6. Los reinos cristianos en la Baja Edad Media.
3.7. Cultura y arte.
1. INTRODUCCIÓN
Entre los siglos VIII y XV la población hispana estuvo distribuida en tres grandes grupos:
musulmanes, cristianos y judíos, entre los que la convivencia no siempre fue fácil, pero sus
contactos mutuos resultaron muy enriquecedores para la cultura peninsular y para la europea.
En una primera etapa, entre los siglos VIII-X (Alta Edad Media), el poder musulmán
abarcó la mayor parte de la Península. En una segunda etapa, siglos XII-XIII (Plena Edad Media),
la situación se invierte y la España islámica se disgrega frente a la expansión de los reinos
cristianos. Por último, los siglos XIV y XV (Baja Edad Media) cerraron la Edad Media con una
crisis general que afectó a toda Europa.
2. AL-ANDALUS (711-1492)
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La rapidez de la conquista se debió a diversos factores: los musulmanes apenas
encontraron resistencia debido al desinterés de la población por defender una monarquía con
la que no se identificaban, el carácter monoteísta de la religión islámica fácilmente asumible
para los conversos, la posibilidad de pactar la capitulación que se ofreció a los señores godos,
que pudieron conservar su poder y sus tierras a cambio de tributos, y la tolerancia con los
cristianos y judíos que caracterizó a esta primera oleada de musulmanes, que pudieron seguir
practicando su religión a cambio de un tributo.
Los musulmanes que se asentaron en Al-Ándalus constituían una población muy
heterogénea desde el punto de vista étnico – sirios, árabes, bereberes-, con acusadas
rivalidades, fundamentalmente por las diferencias que desde el principio se establecen entre
la élite de origen árabe y el grueso del ejército, de origen bereber, a la hora del reparto de las
tierras conquistadas, lo que supondrá un periodo de intensos enfrentamientos internos entre
los conquistadores.
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con menor poder económico y militar, y frecuentemente enfrentados entre sí. Eso favoreció
el avance de los reinos cristianos (Reconquista). La amenaza militar y la imposición de parias
por parte de los reinos cristianos acentuaron su debilidad política.
Tras la conquista de Toledo (1085) por parte de Alfonso VI de Castilla y León, los
reinos taifas pidieron ayuda a un poder norteafricano, los almorávides.
e) Almorávides (1090-1145). Los almorávides llegaron a la península en 1086. Se
trataba de una agrupación de tribus bereberes dedicadas a la ganadería, que poco antes
habían creado un imperio en el norte de África. Su característica principal era el rigor religioso.
Acabaron con las taifas, unificaron el poder político en al-Andalus y lograron contener el
avance de los cristianos hacia el sur. Pero su poder duró pocos años debido a la corrupción, el
fanatismo religioso, el aumento de impuestos, el avance cristiano y la conquista del Magreb
por nuevas tribus bereberes, los almohades. El vacío de poder dejado por los almorávides en la
Península Ibérica dio paso a unas segundas taifas.
f) Almohades (1146-1232). La invasión almohade comenzó en 1146, pero no
consiguieron reunificar Al-Andalus hasta 1172, convirtiendo a Sevilla en la capital de su
imperio hispano. Sus sucesivas victorias sobre los reinos cristianos (batalla de Alarcos, 1195)
llevó a estos a unirse y a derrotarlos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), tras lo cual el
imperio almohade se desmoronó por una crisis interna (descontento popular, aumento de la
presión fiscal, falta de soldados), dando lugar al surgimiento de unas terceras taifas, que
sucesivamente fueron siendo conquistadas por los reinos cristianos, con excepción del reino
de Granada, que logró sobrevivir sometido al vasallaje de Castilla.
g) Reino nazarí de Granada (1237-1492). Comprendía las actuales provincias de
Granada, Málaga y Almería, más algo de Jaén y Cádiz. Fue fundado por Mohamed ben Naser,
que inicia la dinastía que da nombre al reino (nasríes o nazaríes). Para mantener su
independencia, aceptó convertirse en reino vasallo de Castilla y pagarle parias. La crisis
política castellana del siglo XIV les permitió alargar su vida hasta que los Reyes Católicos, al
proponerse poner fin a la Reconquista, conquistaron todo el territorio y pactaron con el rey
Boabdil la rendición de Granada en 1492.
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Frente al ruralismo del norte cristiano, con una agricultura poco productiva y de
autoconsumo, Al-Andalus tuvo un alto grado de urbanización y una agricultura orientada en
buena medida al mercado.
Los grandes latifundios de origen romano o visigodo siguieron subsistiendo e incluso
en algunas zonas surgieron otros nuevos. En ellos se siguió con la producción de la tradicional
trilogía mediterránea (cereal, vid y olivo), cuyo objetivo era su venta en el mercado urbano.
Además, los musulmanes desarrollaron una agricultura de regadío muy eficaz gracias a la
introducción de nuevas técnicas (norias, canales, acequias) y nuevos cultivos como la naranja,
el arroz, el algodón, la caña de azúcar y algunas especies (azafrán).
La artesanía adquirió una importancia excepcional en el mundo urbano. Destacó la
artesanía textil (seda, bordados, lino, algodón, etc.) para el consumo interno y, sobre todo, la
de productos de lujo para la exportación a Europa y Oriente. Asimismo, se desarrollaron
importantes talleres de orfebrería, de cueros, taraceas, papel, pergamino o armas. La mayor
parte de las actividades artesanales estaban en manos privadas, pero existieron también
manufacturas estatales como el tiraz de Córdoba, un taller textil donde se elaboraba y tintaba
la seda bajo supervisión califal.
En cuanto al comercio, durante gran parte de su existencia Al-Andalus controló las
rutas de oro del Sudán y este oro sería la base de un sólido sistema monetario basado en el
dinar de oro y el dirhem de plata, equivalente a la décima parte del dinar.
Los andalusíes comerciaban con los restantes países islámicos y con la Europa cristiana.
Se exportaban productos agrícolas (aceite, azúcar, higos, uvas), minerales y tejidos, y se
importaban especias y productos de lujo del Próximo Oriente; pieles, metales, armas y
esclavos de la Europa cristiana; y oro y esclavos negros procedentes de Sudán.
El comercio local se desarrollaba en las ciudades, por lo que en Al-Andalus se
desarrolló una extensa red urbana cuyo origen fue doble: antiguas ciudades romanas (Sevilla,
Córdoba, Zaragoza, Mérida…), que se revitalizaron y mejoraron, y ciudades de nueva creación
(Almería, Madrid…). Todas ellas se convirtieron en importantes centros industriales y
comerciales, donde se ubicaban los talleres artesanales y los zocos (mercados), en los que
abundaban los comercios al por menor.
Desde el punto de vista urbanístico, en las ciudades andalusíes predominaban los
planos irregulares y las calles estrechas para garantizar la defensa contra el calor, y solían
estar amuralladas en sus partes principales. Concebidas para la vida privada, en ellas
encontraremos pocos espacios públicos, que se situaban en la parte antigua, la medina, que
estaba presidida por la mezquita aljama (mezquita mayor), alrededor de la cual se establecía
el zoco o mercado y los baños públicos. Más allá de las murallas estaban los arrabales (barrios
extramuros de la ciudad).
La estructura social de Al-Andalus estaba determinada por criterios religiosos
(musulmanes y no musulmanes), pero sobre todo por la diferenciación étnica.
Entre los musulmanes podemos distinguir diferentes grupos según su poder: los
árabes y sirios, que ocupaban los altos cargos de la administración y el ejército, y poseían las
tierras más fértiles; los bereberes, los más numerosos, que ocuparon tierras y cargos de menor
entidad que los árabes; y los muladíes, población hispana que se convirtió al Islam, apartada
del poder y de situación humilde, que protagonizó muchas revueltas por los aumentos de
impuestos a que fueron sometidos y por su discriminación frente a los árabes.
Entre los no musulmanes nos encontramos con los judíos, minoría urbana que se
dedicaba al comercio, a la medicina y a la usura; y con los mozárabes, cristianos que residían
en territorio musulmán. A los dos grupos se les permitían sus prácticas religiosas y costumbres
a cambio del pago de un tributo especial. La tolerancia hacia ambos fue disminuyendo con el
paso del tiempo y muchos mozárabes acabaron emigrando a territorio cristiano con la llegada
de almorávides y almohades.
Los esclavos constituían el escalón social más bajo. La mayoría eran extranjeros y
fueron importantes en el ejército (eslavos) y en el servicio doméstico (negros).
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2.5. RELIGIÓN, CULTURA Y ARTE
La religión islámica es monoteísta y según la tradición fue revelada directamente por
el arcángel Gabriel a Mahoma. El libro que recoge esa revelación es el Corán, de donde se
desprende que Alá (Dios) es el centro absoluto del universo y en torno a él deben girar tanto el
comportamiento individual como la organización de la sociedad. Todo musulmán debe seguir
los cinco pilares del Islam y la sociedad debe regirse por la sharia (ley islámica). Esta fusión
entre lo religioso y lo social hace que todo el poder se concentre en el califa.
A pesar de esto, la aplicación de la ley islámica en Al-Andalus no tuvo siempre el
mismo rigor, pues durante el periodo del califato de Córdoba y los primeros taifas dominó la
tolerancia religiosa, no siendo así con el rigorismo de almorávides y almohades.
Culturalmente, Al-Ándalus mantuvo un estrecho contacto con el resto del mundo
musulmán basado en el idioma común, el árabe, lo que le permitió actuar como intermediario
entre Oriente y Occidente, participando de la recopilación de textos literarios, filosóficos y
científicos que los estudiosos islámicos fueron recogiendo del mundo griego, persa e indio.
Será durante el periodo califal cuando se alcance un mayor desarrollo cultural gracias
a la prosperidad económica y a una cierta tolerancia intelectual. Con Abd-al-Rahman III y Al-
Hakam II se fundaron importantes bibliotecas, y Córdoba se convirtió en uno de los referentes
culturales y científicos del siglo X.
Destacaron especialmente en el género poético, la filosofía y la historia, con autores
como Ibn Hazm (El collar de la paloma), los filósofos Averroes (Comentarios a la obra de
Aristóteles) y el judío Maimónides, o los historiadores Ahmad al-Razi e Ibn Jaldun.
En el campo científico proliferaron los estudios de astronomía, matemáticas (difusión
de la numeración de origen indio) y medicina (Abulcasis).
El arte andalusí tenía una fuerte inspiración religiosa y se dio poca importancia a las
artes figurativas, por lo que el principal impulso artístico se dio en la arquitectura, siendo los
edificios más representativos la mezquita y el palacio.
La mezquita era el principal edificio religioso y se organizaba en torno a la quibla,
donde se localizaba el mihrab. La más sobresaliente es la mezquita de Córdoba. El palacio y la
alcazaba constituían los principales edificios de la arquitectura civil y militar. Entre los palacios
destacan el de Medina Azahara o la Aljafería de Zaragoza; entre las alcazabas las de Málaga,
Almería o Badajoz. Por último, en el arte nazarí destaca la Alhambra de Granada, un
conjunto compuesto por palacio, jardines y fortaleza, que servía como alojamiento al sultán y a
la corte.
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la frontera hasta el Duero. Para controlar mejor las nuevas tierras, Ordoño II (914-924)
trasladó la capital a León y el reino asturleonés pasó a denominarse Reino de León.
Para defender el este de la Meseta se creó el Condado de Castilla, gobernado por
condes nombrados por el rey leonés. Uno de estos condes, Fernán González, se declaró
independiente del reino de León en la segunda mitad del siglo X.
b) Condados pirenaicos.
Carlomagno, emperador franco, quiso proteger su imperio de los musulmanes y
estableció una franja fortificada al sur de los Pirineos, la Marca Hispánica que fue dividida en
condados y gobernada por condes dependientes del emperador. Estos territorios fueron
independizándose en los siglos IX y X dando lugar a:
Reino de Pamplona. Tras la batalla de Roncesvalles (778) se impuso en lo que se
denominó Reino de Pamplona la dinastía Íñiga, que expulsó a los nobles carolingios
hacia el 830 y cuyo primer representante fue Íñigo Arista. Este reino, origen del futuro
reino de Navarra, se fue ampliando con tierras de La Rioja y Aragón, y llegó a su
apogeo con Sancho III el Mayor (1000-1035) que extendió su poder a Aragón y
Castilla.
Condado de Aragón. Los condados aragoneses (Aragón, Sobrarbe y Ribagorza)
estuvieron primero bajo la influencia de los carolingios y después de los navarros. A la
muerte de Sancho III el Mayor, el territorio se separó y se convirtió en reino.
Condados catalanes. En la zona oriental de la Marca Hispánica existían varios
condados bajo dominio carolingio, entre los que el Condado de Barcelona predominó
sobre los demás. Wilfredo el Velloso reconquistó algunos territorios e inició un
proceso de independencia respecto al debilitado reino franco. Ya en el s. X, su sucesor
Borrell II dejó de prestar homenaje feudal al monarca francés y el Condado de
Barcelona pasó a ser un ente político independiente.
B. Consolidación de los reinos cristianos (siglos XI-XIII). Esta etapa se inicia con la
crisis del califato cordobés (1008) y el comienzo de los avances cristianos a mediados del siglo
XI. En ese momento la máxima autoridad era el monarca navarro Sancho III, el Mayor (1000-
1035). A su muerte (1035) su gran reino se repartió entre sus hijos y Aragón y Castilla se
convirtieron en reinos. Fernando I fue rey de Castilla, Ramiro I lo fue de Aragón (que acabará
absorbiendo los condados de Sobrarbe y Ribagorza que habían correspondido a su hermano
Gonzalo) y el reino de Navarra quedará para García de Nájera.
Reino de Castilla. Surgió como tal con Fernando I, que consiguió también el título de
rey de León, pero a su muerte el reino se volvió a dividir, y no se unió de manera
definitiva hasta 1230 con Fernando III el Santo, exceptuando Portugal, que se había
independizado y convertido en reino en el siglo XI.
Reino de Aragón. Tras la muerte de Alfonso I, se va a producir la unidad de Aragón y
Cataluña, cuando el nuevo rey Ramiro II case a su hija Petronila con el conde de
Barcelona, Ramón Berenguer IV, en 1137.
Reino de Navarra. El reino de Pamplona, que fue anexionado temporalmente a
Aragón, volvió a ser independiente con Sancho VI (1150-1194) y pasó a llamarse reino
de Navarra.
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Siglos VIII-X. Son siglos de superioridad de Al-Ándalus, pero la ocupación no era de
toda la Península, faltaba la zona al norte del Sistema Central y el valle del Ebro y la
cuenca del Duero, que era tierra de nadie. Lentamente los núcleos cristianos del norte
consolidaron su territorio y avanzaron tímidamente hacia el sur hasta que en el año
910 el reino asturiano alcanzó la línea del Duero.
Siglo XI- primera mitad s. XII. Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del
califato y la disgregación en los reinos de Taifas, León y Castilla rebasan la Cordillera
Central y ocupan la cuenca del Tajo. Toledo cae en manos cristianas en 1085 y con ella
todo el territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo. Tras el freno impuesto a
la Reconquista por la invasión almorávide, el avance hacia el sur se reactivó en los
reinos orientales cuando Alfonso I de Aragón reconquistó Zaragoza (1118) y Ramón
Berenguer IV, conde de Barcelona, conquistó Tortosa (1148) y Lérida (1149).
Mientras, Portugal conquistaba Lisboa (1147).
Segunda mitad del siglo XII. Tras la interrupción del avance con la llegada de los
almohades, poco a poco Castilla y León consiguió dominar el valle del Guadiana y los
pasos de Sierra Morena. En esta etapa se crean las Órdenes Militares de Calatrava,
Santiago o Alcántara integradas por soldados permanentes.
Siglo XIII-siglo XV. Ante el creciente poder almohade los cristianos forman un
numeroso ejército dirigido por los reyes de Castilla, Aragón y Navarra y las Órdenes
Militares. El resultado fue la victoria en las Navas de Tolosa (1212) que supuso el
declive almohade y abrió definitivamente el avance cristiano hacia el valle del
Guadalquivir y Valencia. Portugal fue la primera en acabar su reconquista con la
conquista del Algarve (1239), Fernando III el Santo toma Córdoba y Sevilla (1252) y
Jaime I el Conquistador, rey de Aragón, conquista Valencia y las Baleares (1276). Ya
sólo quedará en manos musulmanas el reino nazarí de Granada, que caerá en manos
de los Reyes Católicos en 1492.
B. Repoblación.
La repoblación es un proceso estrechamente unido a la Reconquista, mediante el cual
los reinos cristianos de la península Ibérica asientan a pobladores en las tierras ganadas a los
musulmanes, asegurándose así los territorios conquistados. Los monarcas podían llevar a
cabo esta tarea directamente (tierras de realengo) o delegarla en otras instituciones, como los
monasterios (tierras de abadengo) o la aristocracia (repoblación nobiliar). El proceso varió a lo
largo de los siglos, utilizándose distintos modelos:
Repoblación por presura (s. VIII-X). El sistema de presura consistía en la simple
ocupación de tierras sin dueño por campesinos libres, a los que se les concedía la
tierra que cultivasen. Las zonas cultivadas con este sistema dieron lugar a la aparición
de pequeños y medianos propietarios, y a pueblos de realengo. Se aplicó a las tierras
al norte del Duero y zonas próximas a los Pirineos, donde los territorios estaban casi
despoblados.
Repoblación concejil (s. XI y XII): el territorio era dividido en concejos o alfoces,
regidos por una ciudad o villa, en la que se instalaba un representante del rey y un
grupo de caballeros para su defensa. Una vez constituido el concejo, el rey otorgaba
un Fuero, Carta de población o Carta puebla que concedía libertades y privilegios a
sus habitantes para atraer a la población a una zona peligrosa de frontera. A los
nuevos pobladores se les concedía un solar para levantar su casa y tierras de cultivo. El
resultado fue el predominio de la propiedad mediana libre y la abundancia de tierras
comunales. Se llevó a cabo en las tierras entre el Duero y los Montes de Toledo y el
valle del Ebro.
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Repoblación de las Órdenes Militares (primera mitad s. XIII). Se trataba de zonas
extensas y poco pobladas, en cuya conquista habían destacado las Órdenes Militares y
por ello, estas recibieron grandes extensiones de tierra que dividieron en
encomiendas, al frente de las cuales estaba un comendador. El resultado fue el
predominio de los latifundios, dedicados a la explotación ganadera y cerealística. Se
llevó a cabo en el valle del Guadiana (La Mancha y Extremadura) y la provincia de
Teruel y el norte de Castellón.
Repoblación por repartimientos (segunda mitad s. XIII). Tras la ocupación de una
ciudad los oficiales hacían inventario y repartían entre quienes habían participado en
la conquista viviendas dentro de las murallas y las tierras circundantes, que dividían en
lotes, donadíos. El resultado fue la creación de grandes latifundios en poder de la
nobleza, las Órdenes Militares y la Iglesia. Esto se aplicó al valle del Guadalquivir y al
litoral levantino de Castellón a Murcia.
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ejercían derechos jurisdiccionales, mientras los campesinos disponían del dominio útil de la
tierra pero estaban sometidos a la jurisdicción señorial.
La sociedad feudo-vasallática estaba basada en la existencia de unos vínculos de
dependencia hacia un señor a cambio de un beneficio. La debilidad económica de los reyes en
esta época, los llevó a conceder a nobles y eclesiásticos señoríos territoriales (feudos) para su
explotación económica, que podían llevar aparejado unos derechos jurisdiccionales sobre la
población allí asentada (señorío jurisdiccional), con el fin de que éstos ejercieran el control
del territorio en su nombre. Por otra parte, con el avance de la reconquista, los campesinos
libres poco a poco vieron la necesidad de ponerse bajo la protección de los señores a cambio
de entregarles sus tierras, convirtiéndose así en siervos.
Por otra parte, la sociedad feudal era una sociedad fuertemente jerarquizada,
dividida en estamentos y de estructura piramidal. Así, en la cúspide estaba el rey, y a
continuación los estamentos privilegiados, nobleza y clero, que eran los propietarios de la
mayor parte de las tierras, estaban exentos del pago de impuestos y gozaban de leyes
especiales. Dentro de la nobleza podemos diferenciar entre la alta nobleza, propietaria de
grandes propiedades, y la baja nobleza (hidalgos, infanzones, caballeros…) que sufrió un
proceso de empobrecimiento paulatino al final de la reconquista. A partir del siglo XIV la
nobleza consiguió consolidar su posición social y económica al implantarse el mayorazgo. Por
su parte, el clero que poseía igualmente tierras y recibía el pago del diezmo, y también estaba
dividido en alto (obispos, abades…) y bajo clero (sacerdotes, monjes…).
Por último, en la base de la sociedad se encontraba el llamado estado llano formado
por campesinos, (la mayor parte de la población), libres en la mayor parte del norte peninsular
y sometidos a servidumbre en Cataluña y los latifundios del sur; y la incipiente burguesía de
las ciudades (artesanos, mercaderes…). Todos ellos pagaban impuestos (pecheros) y estaban
sometidos por relaciones de dependencia al rey o a los señores.
Al margen de esta sociedad existían dos minorías que a menudo fueron perseguidas:
los judíos y los mudéjares. Los primeros vivían preferentemente en las ciudades, en unos
barrios específicos (juderías o aljamas) y se dedicaban a la artesanía y al préstamo. Los
mudéjares, musulmanes en territorio cristiano, se dedicaban a la agricultura y se localizaban
principalmente en Navarra y la Corona de Aragón.
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En torno a cada monarca surgió una corte de consejeros que le ayudaban en las tareas
de gobierno, lo que acabó convirtiéndose en el Consejo Real. Además, se crearon otras
instituciones para ayudar a la gestión del reino: la Curia (tribunal de justicia), la Cancillería
(órgano administrativo) y la Tesorería (encargada de las finanzas).
A partir del siglo XIII surgieron los Parlamentos o las Cortes, institución cuyo origen
eran las reuniones extraordinarias de la curia regia, en las que se integró el grupo de
ciudadanos, miembros de las diferentes oligarquías urbanas, junto a la nobleza y al clero. El
rey podía convocar reuniones a Cortes ante situaciones graves, pero el principal cometido de
esta institución era discutir y votar las peticiones económicas (subsidios) que realizaba el rey
para financiar sus campañas militares, a cambio de lo cual este se comprometía a tener en
cuenta las peticiones de los estamentos.
Las primeras Cortes creadas fueron las de de León en 1188 y las de Castilla en 1217,
que comenzaron a convocarse de manera conjunta tras la unión de ambos reinos. Las Cortes
castellanas siempre tuvieron un carácter consultivo y de aprobación de subsidios.
En la Corona de Aragón, cada reino (Aragón, Cataluña y Valencia) tenía sus propias
Cortes que además de votar impuestos tenían algunas funciones legislativas. En el siglo XIV
en Cataluña se creó una delegación permanente de las Cortes, la Generalitat, que se
encargaba de recaudar los impuestos y velar por el cumplimiento de las leyes.
En el reino de Navarra, la existencia de fueros limitaba el poder del monarca, al
obligarle a consultar algunas decisiones a las Cortes.
En cuanto a la administración local, la gestión recaía en manos de la oligarquía urbana,
formada por la pequeña nobleza y la burguesía enriquecida. En la Corona de Castilla, el órgano
municipal más importante era el concejo, que incluía a todos los vecinos, aunque el gobierno
recaía en los regidores. A finales del siglo XIV surgió la figura del corregidor, cuya función era
representar a la corona en los municipios, y tenía funciones judiciales y militares.
En la Corona de Aragón el gobierno de la mayoría de los municipios recaía en un
cabildo, presidido por un justicia o alcalde nombrado por el rey. Pero en Barcelona el
gobierno lo ostentaba el Consell de Cent (Consejo de Ciento), una asamblea electiva formada
por cien ciudadanos.
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La situación de descontento generalizado de la población desembocó en el estallido de
numerosos conflictos entre grupos sociales: rebeliones campesinas de carácter anti-señorial
(revuelta Irmandiña en Galicia y movimiento remensa en Cataluña), enfrentamientos
urbanos (entre la Biga u oligarquía comercial, y la Busca, que representaba a los artesanos, en
Barcelona) y pogromos contra los judíos, a los que el pueblo llano odiaba por su prosperidad
económica.
B. Evolución política. La crisis económica y social que se inicia en el siglo XIV tuvo
también su expresión política en la pugna entre los monarcas y la nobleza por el poder, lo que
desembocó en enfrentamientos políticos y guerras civiles.
En Castilla los nobles quisieron afianzar su predominio social e imponer su voluntad a
los monarcas, por eso se opusieron a Pedro I (1350-1369) que quiso someterlos y apoyaron a
su hermano Enrique de Trastámara. Tras una guerra civil (1366-1369), el bando nobiliario
venció y proclamó rey a Enrique II, iniciándose la dinastía Trastámara en Castilla. El nuevo
rey, en agradecimiento a los nobles por su apoyo, les concedió importantes privilegios.
Además, para reforzar el poder real, limitó las funciones de las Cortes, creó la Audiencia
(máximo órgano judicial) y reformó el Consejo Real.
Los conflictos se sucedieron durante los reinados de Juan II (1406-1454) y Enrique IV
(1454-1474), y finalizaron con la guerra civil que enfrentó a Isabel de Castilla y su sobrina
Juana (1474-1479).
También en la Corona de Aragón los problemas políticos se centraron en los
enfrentamientos entre el monarca y la nobleza. En esta lucha, el rey acabó imponiéndose con
el apoyo de la burguesía catalana.
Al morir sin descendencia el monarca aragonés Martín el Humano (1410), se produjo
una grave crisis política que se resolvió en el llamado Compromiso de Caspe (1412), un
acuerdo entre los representantes de cada uno de los reinos que componían la corona, que
eligieron rey a Fernando I de Antequera, de la familia Trastámara, la misma que reinaba en
Castilla.
A mediados del siglo XV Cataluña se vio sacudida por una guerra civil que enfrentó a
la monarquía con la nobleza y las clases dirigentes, y en la que participaron también los
payeses de remensa y grupos urbanos de Barcelona, agrupados en la Busca y la Biga. El
bando real se impuso tras diez años de guerra (1462-1472), pero no se solucionaron los
problemas que originaron el conflicto. La pacificación total del campo no se produjo hasta que,
en la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486), Fernando el Católico abolió la remensa y los
malos usos, aunque mantuvo el régimen señorial.
Por último, Navarra afectada por la crisis demográfica y económica, conoció
disensiones políticas que derivaron en una guerra civil en 1447, motivada por el
enfrentamiento entre Juan II (rey de Aragón), casado con Blanca de Navarra, y su hijo Carlos
de Viana. Los navarros se dividieron en dos bandos: los beaumonteses que apoyaban a Carlos
y los agramonteses que apoyaban a Juan II. El conflicto se prolongó hasta la intervención de
Fernando el Católico (hijo también de Juan II) que estableció un protectorado sobre el reino
que, finalmente, incorporó a Castilla en 1515.
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A partir del siglo XIII, el relevo de los monasterios lo tomaron las ciudades, donde se
crearon las escuelas catedralicias y las universidades, fundaciones regias pero con
autorización papal. La primera universidad creada en la península fue la de Palencia (1212).
Por otra parte, en la península hubo un contacto fluido entre intelectuales cristianos,
musulmanes y judíos, relación que quedó plasmada en la creación de distintos centros de
traducción, entre los que destacó, a partir del siglo XIII, la escuela de traducción de Toledo,
que permitió que llegara a Europa buena parte del saber clásico y oriental.
Otro fenómeno cultural de gran importancia fue la aparición de la literatura en
lenguas vernáculas provenientes del latín: castellano, gallego y catalán. Destacaron obras
como el “Cantar del Mío Cid en castellano, las Cantigas de Santa María en gallego, o las obras
de Ausiàs March o Joannot Martorell en catalán.
Pero el hecho cultural más sobresaliente del periodo fue el surgimiento del Camino de
Santiago tras el descubrimiento de la tumba del apóstol y la construcción, dos siglos después,
de la Catedral de Santiago de Compostela. La llamada ruta jacobea se convirtió en el principal
vehículo de difusión cultural a través del cual penetraron modelos literarios (cantares de gesta)
y artísticos (arte románico y gótico) al tiempo que, en sentido inverso, la cultura hispano-
musulmana llegaba a Europa.
En cuanto al arte de los territorios cristianos, desde el siglo VIII hasta el XV fue casi
exclusivamente religioso y experimentó grandes cambios. Se puede clasificar en cinco grandes
estilos:
Arte asturiano (mediados del siglo IX). Aportó innovaciones como la bóveda de medio
cañón, los arcos fajones (de refuerzo) y los contrafuertes. La obra cumbre es Santa
María del Naranco (Oviedo).
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geométrica, etc. Ejemplos reseñables de este estilo son los Reales Alcázares de Sevilla
o la Iglesia de San Tirso en Sahagún (León).
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