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TEMA:

Como educar en inteligencia emocional


ASIGNATURA:

Psicología general

SECCION:

Aula 191

NOMBRE:

Yoeni Paredes Peguero

MATRICULA:

23-EPSS-2-015

MAESTRO:

Reyna Altagracia Sepúlveda Bravo


INDICE

INTRODUCCION ............................................................................................................ 2
EDUCAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL ............................................................. 3
DESTREZAS POR ETAPAS........................................................................................... 8
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y SUS COMPORNENTES ................................. 8
LA FAMILIA, LUGAR PRIVILEGIADO PARA EDUCAR LA INTELIGENCIA
EMOCIONAL ................................................................................................................ 11
LA ESCUELA ................................................................................................................ 13
EDUCAR LAS EMOCIONES ....................................................................................... 15
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS .................. 17
COMPETENCIAS PARA UN MUNDO CAMBIANTE .............................................. 18
CONSLUSION ............................................................................................................... 19

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INTRODUCCION

Para educar en inteligencia emocional es necesario mantener una comunicación segura


y madura, en la cual el niño pueda aplicar la empatía y hablar de sus propios
sentimientos para defenderse. Es vital que nuestros hijos aprendan a ser asertivos.

Cuando hablamos de inteligencia emocional, nos referimos a la habilidad de entender,


usar y administrar nuestras propias emociones en formas que reduzcan el estrés, ayuden
a comunicar efectivamente, empatizar con otras personas, superar desafíos y aminorar
conflictos.

La intención de todos los padres es conseguir que sus hijos e hijas sean adultos sensatos
y buenas personas. Pero para ello hay que trabajar en su educación personal y
emocional desde el principio. Ya que lo que aprendan esos primeros años de su vida
será la base sobre la que se moldeará su carácter y la que servirá de esqueleto a ese
proceso de formación de su personalidad.

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EDUCAR LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

La Inteligencia Emocional es una competencia que nos puede abrir muchas puertas en el
marco de las relaciones interpersonales y, sin duda alguna, favorece nuestro equilibrio
psicológico.

También desempeña un papel crucial en el éxito, sobre todo en el ámbito laboral. Así lo
demuestran varias investigaciones realizadas a lo largo y ancho de todo el mundo en las
cuales se han analizado diferentes profesiones.

La importancia de la Inteligencia Emocional

Un estudio desarrollado en Oriente Medio analizó a 418 directivos de diferente nivel


que trabajaban en varias empresas y organizaciones. Estos psicólogos descubrieron que
la inteligencia Emocional era uno de los principales factores para predecir si la persona
tendría una carrera en ascenso o no. Al comparar a quienes habían llegado más alto con
aquellos que se encontraban en niveles inferiores en la cadena de mando, se halló que la
Inteligencia Emocional era la responsable del 58% de las variaciones.

Otro estudio, esta vez realizado en Estados Unidos, analizó a 30 jugadores de fútbol
retirados. En este caso la investigación no se centró en sus logros profesionales sino más
bien en el éxito en su vida personal (compréndase: tener buena salud, no haber recurrido
a las drogas y mantener buenas relaciones interpersonales). De nuevo, se pudo apreciar
que la Inteligencia Emocional podía explicar el 62% de las variaciones.

Obviamente, la Inteligencia Emocional no es una varita mágica que asegura el éxito y


una vida más equilibrada y plena, pero no hay dudas de que es un factor importantísimo
y que contribuye a desarrollar una sana autoestima.Por eso creo que es fundamental que
los padres le enseñen a sus hijos a reconocer y manejar asertivamente sus emociones.

Cómo educar con inteligencia emocional

Educar con inteligencia emocional requiere tener en cuenta las siguientes premisas:

Reconocer las emociones. El primer paso para desarrollar la Inteligencia Emocional


consiste en aprender a identificar las emociones. A partir de los dos años los pequeños
ya han madurado lo suficiente como para reconocer los estados emocionales básicos,
como la alegría, el miedo, la tristeza y la rabia. Cada vez que notes que está enfadado,

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triste o contento, házselo notar, igualmente puedes expresarle verbalmente tus
emociones o las de otras personas, por un ejemplo, cuando veáis a otro niño está
llorando dicirle “ese niño está triste”. También puedes apoyarte en algunos dibujos
animados y preguntarle cómo cree que se siente el personaje, de esta manera estarás
sentando las primeras bases para desarrollar la empatía.

Comprender las emociones. Entender la causa de las emociones es tan importante como
reconocerlas, de hecho, es el segundo pilar de la Inteligencia Emocional. A partir de los
cinco años, aproximadamente, el niño ya es capaz de comprender a la perfección las
relaciones causa-efecto por lo que ha llegado el momento de buscar los orígenes de sus
estados emocionales. Cuando le notes enfadado, frustrado o con miedo, pregúntale qué
le ha sucedido. Intenta que el niño comprenda que sus emociones son una reacción ante
un estímulo del medio.

Expresar asertivamente las emociones. Es importante que el niño comprenda que no


siempre puede controlar lo que siente, pero sí cómo reacciona ante las diferentes
situaciones. Partiendo de esta idea, enséñale a canalizar sus emociones negativas y a
expresar con palabras lo que experimenta. A esta edad ya pueden aprender estrategias
fáciles y simples, como contar hasta diez antes de responder cuando esté enfadado,
sencillas técnicas de respiración, o dar un paseo y después regresar para abordar el
problema con la mente más despejada. También te recomiendo que le motives a
practicar algún tipo de actividad física, ya que así descargará la tensión cotidiana.

Desarrollar la empatía. Aproximadamente a los cuatro años el niño comienza a


apropiarse de la Teoría de la Mente; es decir, es capaz de ponerse en el lugar del otro,
comprender cómo piensa y lo que siente. Aprovecha este momento para estimular la
empatía. Cuando haga o diga algo inadecuado que pueda lastimar a alguien, en vez de
regañarlo, pregúntale cómo cree que se siente la otra persona. La idea es que le hagas
reflexionar y ponerse en el lugar del otro. Si es necesario, explícale que debe asumir la
responsabilidad por el daño que ha causado y que debe pedir disculpas.

5. Saber escuchar. No se trata simplemente de enseñarle al niño a que espere su turno en


la conversación, sino a que aprenda a escuchar lo que dicen los demás. Preocúpate por
estimular la escucha activa y, si notas que no ha comprendido algo, explícaselo. Lo
ideal es que fomentes un diálogo entre iguales, donde su opinión también cuente. Si lo
notas demasiado callado, pregúntale qué piensa sobre el tema o qué desearía hacer.

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Aunque su visión del mundo aún sea restringida, este modelo de comunicación le
enseña al niño a respetar los criterios de las otras personas y a expresar sus ideas
libremente.

Hablar de educación nos lleva a recordar qué es lo que significa educar y las
implicaciones que tiene este término. Según la segunda acepción de la Real Academia
de la Lengua Española, educar significa «desarrollar o perfeccionar las facultades
intelectuales y morales del niño o joven por medio de preceptos, ejercicios y ejemplos».
En otra de sus acepciones, concretamente en la quinta, educar se dice que consiste en
«enseñar los buenos usos de la urbanidad y cortesía». Y en todas ellas se sobreentiende
que:

•Primero, quien educa es un adulto experto en algo, encargado de dirigir y encaminar al


educando hacia el conocimiento.

•Segundo, el educando es un niño, un adolescente o un joven que sigue el camino


marcado hasta alcanzar un determinado nivel de conocimiento.

•Tercero, que el proceso de enseñar implica recurrir a contenidos teóricos y prácticos.

•Cuarto, y último, educar no solo implica conocimientos teóricos y morales, sino


habilidades sociales que demuestran un saber ser y estar en sociedad.

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La Pirámide de Maslow es una teoría motivacional que explica las necesidades humanas
a través de una jerarquía en forma de pirámide. A medida que el ser humano va
satisfaciendo las necesidades que están abajo, es decir, las necesidades básicas, se van
desarrollando nuevas necesidades y deseos.

Además, los seres humanos tenemos diferentes dimensiones. Todas ellas son
indispensables para vivir en equilibrio y por lo tanto también deben ser educadas. En
total son cinco:

Dimensión física

Dimensión cognitiva

Dimensión emocional

Dimensión social

Dimensión trascendental

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Una educación integral

El objetivo ideal a la hora de educar es abarcar todas las dimensiones del ser humano,
conseguir que sea un desarrollo integral de la persona. Esto ha llevado a filósofos e
investigadores a debatir qué dimensiones y qué valores han de priorizarse, y cómo
trabajar su potencial.

Dimensión física

La dimensión física abarca todo lo relativo al conocimiento, cuidado y desarrollo del


cuerpo. Supone aprender a querer y cuidar nuestro físico sin caer en el culto al cuerpo.

Dimensión cognitiva

La dimensión cognitiva engloba todos los procesos mentales que nos permiten recibir,
analizar, seleccionar, transformar, elaborar, almacenar y recuperar la información que
recibimos.

Dimensión emocional

La dimensión emocional hace referencia a que somos seres afectivos. Expresado de


forma más técnica, un estímulo externo hace que se desate un proceso neuroquímico
que produce una emoción, y dicha emoción pretende asegurar nuestra supervivencia.
Las emociones tienen un fin adaptativo, pero no podemos reducirlas únicamente a esa
función, porque las emociones le dan color a nuestra vida.

Dimensión social

La dimensión social hace alusión a que los humanos somos seres en relación. Esto
quiere decir que formamos parte de la sociedad y a lo largo de la vida vamos
perteneciendo a diferentes grupos: la familia, el vecindario, el centro educativo, el
trabajo, los amigos, etc.

Dimensión trascendental

La dimensión trascendental es la que permite dotar de sentido a nuestra existencia.


Percibir que todo aquello que vivimos nos permite marcarnos metas y alcanzar
objetivos más allá de nosotros mismos depende de ella.

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DESTREZAS POR ETAPAS
Primera etapa. Del nacimiento a los tres años

En esta etapa lo más importante es el vínculo emocional que se produzca con los padres,
ya que influirá de gran manera en su desarrollo afectivo. La comunicación del bebé se
basa en el llanto, la sonrisa y la mirada.

Segunda etapa. De los tres a los seis años

La etapa de preescolar está marcada por una tremenda energía y ganas de conocer el
mundo, preguntar el porqué de todo y explorar su entorno, sumado a unas cantidades
ingentes de fantasía.

Tercera etapa. De los seis a los 12 años

A partir de los seis años las capacidades cognitivas, afectivas y sociales se van haciendo
más complejas, debido al desarrollo del córtex cerebral. Van teniendo mayor autonomía
y son capaces de ir asumiendo más responsabilidades. En esta etapa es especialmente
importante trabajar la confianza padres-hijos, buscar espacios donde hablar con
franqueza de lo que es importante para cada uno, tener momentos de ocio compartido,
mostrar el afecto y la preocupación y conocer sus inquietudes.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y SUS COMPORNENTES


Goleman identifica cinco aspectos principales de la inteligencia emocional:
autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidad social.

Auto-conciencia

La autoconciencia es la capacidad para identificar las propias fortalezas y debilidades, y


de comportarse en el lugar de trabajo de manera de capitalizar las primeras y minimizar
las segundas. Franqueza acerca de las áreas de debilidad, comodidad con uno mismo y
"un sentido fuerte y positivo de autoestima" caracterizan a las personas que son
conscientes de sí mismas. Parte de la autoestima es la voluntad de escucharse a uno
mismo antes que nadie. De acuerdo a las observaciones de Goleman y Malcolm
Gladwell, la conciencia de sí mismo va más allá de la auto-evaluación conciente de un
individuo, y más profundamente involucra la capacidad innata de una persona para la
toma de decisiones, influyendo así en todos los aspectos del desempeño

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Autorregulación

La autorregulación se relaciona con la conciencia de sí mismo, pero describe más


específicamente la capacidad de controlar las emociones, ya sean negativas o positivas,
con el fin de mantener un comportamiento más adecuado a la práctica profesional y la
actividad. Goleman escribe acerca de la auto-regulación no sólo como un enfoque
reaccionario ante escenarios que pueden empujar, movilizar y distraer, sino también
como el impacto constante y deliberado de un ejecutivo en la cultura organizacional

¿Por qué la autorregulación es tan importante para los líderes? Las personas que tienen
control de sus sentimientos e impulsos -es decir, las personas que son razonables - son
capaces de crear un ambiente de confianza y equidad. En tal ambiente, la política y las
luchas internas se reducen drásticamente. Las personas con talento fluyen hacia la
organización. Menos mal humor en la parte superior significa menos en toda la
organización.

Motivación

El principio de la motivación representa la voluntad de logro - entusiasmo, empuje,


ambición - independientemente de los obstáculos, y es otro tema constantemente
reforzado por los líderes analizados. Los líderes motivados son competitivos - con ellos
mismos y con sus pares por igual. Se fijan metas y emplean métodos de medición para
cuantificar qué tan bien se han cumplido esos objetivos, si se ha hecho. No cuesta
imaginar lo fácil que este rasgo, si no se controla o no está lo suficientemente
equilibrado con otras características como la auto-conciencia y la autorregulación,
puede socavar un perfil de liderazgo. Sin embargo, Goleman sostiene que un líder
potencial no se materializará en uno real sin una motivación suficiente: "Si hay un rasgo
que casi todos los líderes tienen, es la motivación". El líder más fuerte ve oportunidades
donde otros no pueden y asume que todos los problemas se pueden resolver, y, más
importante, está motivado para aprovechar esas oportunidades y buscar la resolución.

Empatía

La empatía es el cuarto pilar de Goleman de la inteligencia emocional y es quizás el más


propenso a la mal interpretación. Pero la empatía tiene un propósito profesional, claro y
concreto, y según Goleman "no significa adoptar las emociones de otras personas como
propias y tratar de complacer a todo el mundo". Describe la comprensión intuitiva del

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líder de las necesidades no- técnicas del personal y la capacidad de comunicar esa
comprensión efectiva. Como se indica más adelante, la importancia de la satisfacción
del personal, sintiéndose respetado y escuchado, no puede ser subestimada. La moral
del personal y la satisfacción en el trabajo tienen un impacto enorme en cómo los demás
en la organización se sienten acerca de sus trabajos y cómo la totalidad de la
organización se desempeña.

Observa Goleman: "La empatía es un antídoto. Las personas que la tienen están en
sintonía con sutilezas en el lenguaje corporal; pueden escuchar el mensaje detrás de las
palabras que se pronuncian. Más allá de eso, tienen una profunda comprensión de la
existencia e importancia de las diferencias culturales y étnicas". La empatía también
mejora la capacidad del líder para hacer que el personal se sienta respetado, por lo que
este puede, a su vez, respetar a otros, fortaleciendo los esfuerzos constantes hacia la
retención. Este tipo de líder puede por lo tanto desarrollar equipos fuertes que trabajan
juntos de manera efectiva para animarse recíprocamente y realizar con éxito la misión
de la organización.

Habilidad social

Habilidad social, el quinto componente de la inteligencia emocional, es, como la


empatía, el reflejo de la interacción de un líder con el mundo, en contraste con los tres
primeros factores, que ponen de relieve características más internas. Es la capacidad de
un líder de aprovechar las relaciones para promover sus ideas, a través de la simpatía,
confianza y respeto. Pero así como la línea no es clara entre la auto-conciencia, la
autorregulación, la motivación y la empatía, la habilidad social representa también
matices de los otros cuatro. Sin habilidades sociales, los otros cuatro componentes de la
inteligencia emocional pueden caer por el piso.

Goleman señala también que, debido a que la habilidad social se basa en relaciones
positivas, los líderes más exitosos pueden "parecer no estar trabajando cuando están en
el trabajo" y, por tanto, la habilidad social puede ser el área más difícil de cuantificar.
Goleman reconoce, de hecho, que la inteligencia emocional en general no siempre es
propicia para la medición.

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LA FAMILIA, LUGAR PRIVILEGIADO PARA EDUCAR LA INTELIGENCIA
EMOCIONAL
La familia es la célula más importante de la sociedad, lugar donde cada miembro recibe
protección, alimento, amor y cuidado, brindándole una educación basada en valores,
costumbres y tradiciones que nos permiten vivir en grupos sociales, de forma tal, que,
cuando uno de sus miembros sale de este núcleo para enfrentar la vida social
(escolaridad) puede ser capaz de hacerlo mediante el apoyo y motivación de su grupo
afectivo. Los padres acompañan a los niños a descubrir su propia personalidad, a
interiorizar quienes son y que buscan en la vida; a desarrollarse y perfeccionarse
mediante la educación y finalmente, a alcanzar sus metas profesionales y de vocación.
La familia deja sentadas las bases que nos permiten autorrealizarnos y volver a formar
un nuevo núcleo familiar.

El autoconocimiento como madres y padres

Una buena educación comienza por conocernos a nosotros mismos, y esto implica
tomar consciencia de lo que nos gusta de nosotros mismos, de lo que no nos gusta
tanto... Y de lo que no queremos ver. En ocasiones tenemos patrones inconscientes que
repetimos sin darnos cuenta, y que afectan a nuestra vida diaria y a nuestras relaciones.
Pueden ser creencias, vivencias o sentimientos que no queremos (o no podemos)
elaborar y que terminan quedando en la sombra, pero que tienen un reflejo en nuestra
forma de comportarnos y en nuestro estilo de crianza. Algunas serán positivas y
ayudarán en el momento actual a ejercer la tarea como padres y madres, pero otras, las
más desagradables o traumáticas, podrían ser contraproducentes porque se terminaría
transmitiendo lo contrario a lo que realmente se quiere enseñar o nos dejaríamos llevar
por respuestas desproporcionadas.

Importancia del apego

Durante su desarrollo, el apego brinda a niñas y niños seguridad, confianza, refuerza su


autoestima, promueve su autonomía progresiva y efectividad para enfrentar el mundo.
Es decir, el apego se convierte en ese espacio seguro y reconfortante para el crecimiento
de todas las niñas y los niños.

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Los estilos educativos

El estilo educativo es la forma en la que educamos a los niños en función de nuestra


forma de pensar. Es el conjunto de actitudes que se tienen hacia los hijos y la tendencia
que tenemos a utilizar determinadas estrategias cuando hay que dar solución a las
diferentes situaciones que nos plantea la vida cotidiana. Es decir, en función de lo que
esperamos de nuestros hijos, y de lo que consideremos que es importante enseñarles,
tenderemos a actuar de una forma u otra con ellos a la hora de enseñarles algo,
corregirles, y marcar las normas de la casa. Estos estilos son estables a lo largo del
tiempo, por lo que marcan un determinado clima emocional en el hogar.

Autoritario. Los padres autoritarios establecen una disciplina severa, como si fuese
militar, donde no hay espacio para la negociación. Los padres establecen las normas y
los hijos las obedecen. Las normas en casa son férreas y se cumplen a rajatabla, pero
implica que los padres sean controladores, que sean propensos al castigo más que al
refuerzo, y que en consecuencia no sean un apoyo emocional para sus hijos, sino que
sean una figura de autoridad que inspira temor. Mientras que académicamente sí que
pueden obtener resultados positivos, a nivel emocional los niños crecen con una baja
autoestima porque sus padres no han sido capaces de reconocer y contener sus
emociones.

Permisivo. En este grupo se encontrarían los padres que se consideran «amigos» o


«colegas» de sus hijos. No quieren problemas con los hijos, por lo que no marcan unos
límites o directrices a seguir porque consideran que esa es la forma de ser tolerantes.

Negligente. Este estilo educativo está marcado por el desinterés. Los padres que
pertenecen a este grupo no están implicados en la crianza de sus hijos, por lo que
directamente están desatendiendo a sus obligaciones como padres y madres. Puede que
se preocupen de cubrir sus necesidades básicas (alimento, comida, vestido, higiene, etc.)

Democrático. Es el estilo educativo más equilibrado. Los padres que educan de esta
forma son capaces de mantener unos límites firmes, pero siendo afectivos. Son capaces
de saber cuándo una norma debe ser mantenida consecuentemente, y cuándo se puede
negociar para adaptarlas a lo que el niño necesita (pero no a lo que al niño le apetece).

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LA ESCUELA
El primer hogar es la familia, pero sin lugar a dudas el segundo es la escuela. Allí los
niños y niñas pasan bastantes horas al día, durante muchos años, según sean las leyes de
enseñanza obligatoria en cada país, compartiendo momentos de aprendizaje, trabajo,
ejercicio, juego y esfuerzo con compañeros y con docentes, se fraguan las primeras
amistades y se aprenden a gestionar las habilidades sociales y la solución de conflictos
más allá del núcleo familiar. Cada escuela varía mucho en cada sociedad y tiene
características diferentes de un país a otro en función de cómo esté organizado el
sistema educativo correspondiente, pero todas ellas tienen una función educadora en el
ámbito del aprendizaje académico: todas las personas tienen derecho a una educación
básica que le permita adquirir un nivel mínimo de conocimiento para vivir en sociedad y
ejercer una ciudadanía adulta, así como más adelante existe la oportunidad de seguir
aprendiendo y especializarse en una determinada rama de conocimiento.

El infinito mundo de las competencias

Podemos definir competencia como la capacidad para llevar a cabo algo, saber poner en
práctica un determinado conocimiento. En el mundo educativo cada aprendizaje
conlleva una determinada competencia.

Aprender a conocer abarca el aprendizaje teórico, y para llevarlo a cabo es necesario


gestionar la atención, automotivarse en el aprendizaje, establecerse metas y desarrollar
un plan de trabajo, gestionar la pereza, la ansiedad o los nervios en las evaluaciones, etc.

Aprender a hacer supone llevar a la práctica lo aprendido, sabiendo dar rienda suelta a la
creatividad para conseguir adaptarnos a lo que la vida nos demande en ese momento.

Aprender a ser necesita del autoconocimiento personal, saber mirar dentro de nosotros
mismos, descubrir y valorar lo que pensamos y las emociones que tenemos, así como
gestionarlas y saber orientarnos hacia nuestras metas.

Por último, aprender a vivir en sociedad engloba todo lo anterior junto con el desarrollo
de las habilidades sociales.

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El aprendizaje cognitivo sería aquel que podemos definir como «académico» o
intelectual. Para facilitar este tipo de aprendizaje es necesario presentar los contenidos
de forma comprensible, y en la medida de lo posible, también de una forma atractiva.

El aprendizaje emocional se realiza sin ningún tipo de esfuerzo, es rápido y tiene mucha
fuerza, por lo que pasa a la memoria a largo plazo con facilidad. Una experiencia
emocional intensa y lo que razonemos sobre ella, se convertirá en un aprendizaje
inmediato, precisamente porque es importante para nuestra supervivencia.

El aprendizaje profundo, que está orientado al significado. Se pone en práctica cuando


se quieren aprender unos determinados contenidos, para lo cual hay que entender y
comprender la información. Implica relacionar los conocimientos nuevos con las ideas
previas y requiere una actitud activa hacia el aprendizaje y una motivación intrínseca, es
decir, el alumno se interesa por aprender porque se siente bien consigo mismo al
hacerlo.

El aprendizaje estratégico está orientado al rendimiento o al logro. Se produce cuando la


motivación para el aprendizaje es competir por una buena calificación que supere a la de
los demás. Requiere buscar estrategias para alcanzar ese objetivo, ya sea
comprendiendo los contenidos o simplemente memorizándolos.

El aprendizaje superficial está orientado a la reproducción o la repetición para evitar


problemas (una llamada de atención o un suspenso). No hay prácticamente implicación
en este tipo de aprendizaje y tampoco se realizan asociaciones con los conocimientos
previos, por lo que desaparece con rapidez.

El maestro como guía

Un maestro, profesor o educador es el encargado de guiar el proceso de enseñanza y


aprendizaje, establece metas individuales y de grupo, detecta necesidades y les busca
soluciones, evalúa y reorienta lo aprendido, y a la vez guía y orienta a los alumnos para
que vayan desarrollando habilidades intelectuales, académicas y personales. Al igual
que en la familia los padres, el docente debe ser el primero en conocer sus emociones y
en saber gestionarlas.

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EDUCAR LAS EMOCIONES
Las emociones determinan nuestra relación con el mundo. Nuestra salud mental y
bienestar personal se influyen mutuamente, dependiendo en gran medida de cómo nos
relacionamos con el mundo, así de las emociones que se generan.

Al nacer no tenemos desarrollados el pensamiento, ni el lenguaje, ni siquiera podemos


planificar lo que hacemos, sin embargo, nuestras emociones nos permiten comunicarnos
e identificar aquello que es bueno y malo para nosotros.

Emociones básicas

Las emociones básicas son aquellas que evolucionaron para dar respuesta a necesidades
de supervivencia concretas, generando una red neuronal que produzca una reacción
instintiva que permita salvarnos la vida. Si vemos una serpiente en nuestro camino,
pararnos a observarla con calma para saber si es peligrosa o no podría hacernos perder
un tiempo muy valioso para escapar, por eso en ese momento aparece la emoción miedo
y nos mueve a salir corriendo de allí para ponernos a salvo. Esto mismo sucede con
cada una de las emociones básicas.

1) Sorpresa

La sorpresa es la reacción instintiva ante lo inesperado. A nivel facial, la reconocemos


sobre todo por los ojos muy abiertos, hasta el punto de que se ve la parte blanca por
encima del iris, y por la boca abierta.

La razón de ser de esta expresión es ser capaces de entender y reaccionar a lo que


sucede, ya que se centra en ampliar el campo visual y el procesamiento cognitivo.
Utilizar a personas sorprendidas en nuestra comunicación de marketing da a entender al
espectador que se encuentra ante algo nuevo y poco predecible, lo que puede ayudar a
que preste atención a lo que queremos contarle.

2) Tristeza

La tristeza se manifiesta facialmente a través de los labios, que se curvan hacia abajo, y
de las cejas, que suben hacia el interior y forman unas características arrugas en la
frente.

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Se trata de una emoción con muy mala prensa pero, como sabrás si has visto la película
de Píxar del revés, también tiene su utilidad. La tristeza nos ayuda a desahogarnos y a
superar el dolor de una pérdida, pero sobre todo, de cara a los demás, es una llamada de
auxilio que despierta rápidamente el contagio emocional y la empatía. En definitiva, un
recurso muy potente para tu comunicación de marketing.

3) Desprecio

El desprecio es una emoción peculiar a nivel expresivo, ya que la característica más


determinante que nos permite identificarla es la asimetría. Los labios se retraen hacia un
lado de la cara y forman un hoyuelo característico en un solo lado.

El desprecio es una emoción relacionada con el poder y el estatus: quien expresa


desprecio se siente superior y no quiere formar parte de algo. Enfrentarnos al desprecio
puede generar una fuerte respuesta emocional, ya que somos seres sociales y
necesitamos sentirnos adaptados.

4) Miedo

El truco para reconocer el miedo está en los ojos, ya que se desorbitan al igual que en la
sorpresa, pero en este caso las cejas no suben. También podemos fijarnos en los labios,
que se retraen hacia atrás.

El miedo es una emoción muy potente, ya que está directamente ligada a nuestra
supervivencia. Ante algo que nos da miedo, solemos sentirnos paralizados primero y
huir o atacar después. Se trata, por tanto, de un potente motivador emocional para
llamar a la acción.

5) Ira

El primer rasgo facial que nos ayuda a identificar la ira es el ceño fruncido, esto es, las
arrugas que se forman al juntar y bajar las cejas. Otras señales son la tensión en los
párpados inferiores y la mandíbula, la dilatación de las fosas nasales y la intensidad en
la mirada.

La ira es una emoción explosiva, que llama a actuar de maneras impetuosas.


Reconocerla en sus fases tempranas es muy útil para poder aplacar la amenaza. En

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comunicación de marketing, hacer que la gente se indigne ante una situación es un
motivador muy poderoso para el cambio y la acción.

6) Asco

A nivel facial, el asco se identifica fácilmente porque el labio superior sube y la nariz se
arruga. Es una emoción muy física y difícil de contener, así que lo normal en este caso
es que el rostro nos traicione.

La utilidad del asco es apartarnos de algo que nos produce repulsión, ya sea a nivel
físico o emocional. Por el lado contrario, el asco se anula cuando hay conexión e
intimidad, por ejemplo, con parejas y seres queridos.

7) Alegría

¿Has oído hablar de "sonreír con los ojos"? Pues ese es el truco para distinguir la
auténtica alegría. Una sonrisa se percibe como forzada a menos que se acompañe de
unas características arrugas en el contorno exterior de los ojos.

La alegría es la única emoción básica que es completamente positiva, y como tal, es un


recurso muy interesante en la comunicación de marketing. La alegría facilita la
conexión con los demás y nos lleva a acercarnos unos a otros. Si combinamos
expresiones alegres con contacto visual, estaremos abriendo canales para comunicarnos
más y mejor con nuestra audiencia.

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS


Las nuevas tecnologías están creando la tendencia de dejar a un lado la cultura
emocional y relaciones personales. No hay formación completa sin el dominio de las
interrelaciones, puesto que no hay negocio que no vaya dirigido a las personas, sean
proyectos online o no la virtualización de sus procesos es inherente a la sociedad de
hoy.

Incluso los comercios más sencillos no son sino una conexión social, tanto en el one to
one básico de toda la vida, como en el mínimo contexto publicitario están incluidos los
accesos desde Internet.

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Desde las políticas de marketing más avanzadas hasta la panadería de abajo necesitan
conocer la sensibilidad humana para llegar a la gente.

Nadie puede creer que sin un retorno satisfactorio alguien volverá a escoger nuestro
producto o negocio, la calidad y valor añadido se fundamentan en el trato y relaciones
que establezcamos.

Antes que saber leer y escribir ya sería necesaria la formación en inteligencia


emocional. Los niños conocen las redes sociales antes que los libros, manejan mucho
mejor un «wasap» antes que descubrir lo que era enviar una postal.

COMPETENCIAS PARA UN MUNDO CAMBIANTE


Es un hecho de que la forma de vivir, las costumbres y el desarrollo social cambien a
un ritmo vertiginoso, pone de manifiesto la necesidad de desarrollar determinadas
competencias que resultan clave para poder adaptarse al mundo en el que vivimos. Esas
competencias deben servir como herramientas básicas para regular los estados de
ánimo, ser capaces de sobreponerse a las dificultades, disfrutar de la vida y no perder de
vista el rumbo.

Los pensamientos automáticos negativos

Todos nosotros tenemos un diálogo interno, una conversación con nosotros mismos que
nos ayuda a dar sentido a lo que vivimos a lo largo de nuestra vida, y está presente
desde la infancia. Como seres racionales, necesitamos explicar lo que observamos, lo
que nos rodea, darle sentido a todas aquellas variables que nos afectan e hipotetizar
sobre las que están por descubrir. Además, necesitamos dar sentido a la historia de
nuestra vida, ir desarrollando una narración de todo aquello que vivimos y que
conforma nuestra personalidad.

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CONSLUSION

Una educación emocional adecuada le permite al menor aprender a ser asertivo, es


decir, a comunicarse de tal manera que pueda expresar sus emociones, tomando en
cuenta los sentimientos y las emociones de los demás.

Educar con inteligencia emocional requiere tener en cuenta las siguientes premisas:

Reconocer las emociones. El primer paso para desarrollar la Inteligencia


Emocional consiste en aprender a identificar las emociones.

Comprender las emociones.

Expresar las emociones.

Desarrollar la empatía.

La gestión emocional les ayuda a ser conscientes de que no están solos en ese camino
hacia la edad adulta. Comprender el mundo en el que viven no es únicamente
experimentar el entorno, sino también entender que el resto de personas que viven con
ellos, que comparten el colegio o los momentos de juego, son individuos que pueden
tener necesidades y actitudes diferentes.

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