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Definición
La diabetes tipo II o no dependiente tiene bases genéticas que se expresan por una mayor
ocurrencia familiar, los factores ambientales y el estilo de vida influyen con fuerza en su
desencadenamiento y evolución. Generalmente los pacientes con este padecimiento tienden a
tener sobrepeso se subclasifica como obesos. La obesidad cursa además con resistencia a la
insulina, un factor importante en la patogenia de la mayoría de los pacientes con este tipo de
diabetes. La hiperglucemia en ayunas y la curva de tolerancia a la glucosa suelen mejorar al
corregir el peso.
Hay tres maneras posibles de diagnosticar diabetes; cada una debe confirmarse un paciente
con síntomas clásicos y una elevación casual de la glucosa plasmática de 200 mg/100 ml o más,
debe someterse a estudio y confirmarse la glucemia al día siguiente con glucosa plasmática en
ayunas ≥ 126 mg/100 mi o curva de tolerancia oral con carga de 75 g de glucosa y ci-fras ≥ 200
mg/100 mi a las 2 horas.
Los estudios epidemiológicos cuyos fines sean calcular la prevalencia e incidencia de diabetes
pueden basarse en una glucosa plasmática en ayunas ≥ 126 mg/100 mí. Esta recomendación la
formula el Comité de Expertos con el interés de estandarizar criterios y facilitar el campo de
trabajo, en especial para disminuir costos y tiempo, lo que permitiría realizar un mayor
número de estudios en grandes grupos poblacionales sin tener que efectuarle a toda la curva
de tolerancia a la glucosa.
Con objeto de definir el mejor factor de predicción de diabetes mellitus tipo 2, además de la
curva de tolerancia a la glucosa oral se valoraron las diferentes definiciones de resistencia a la
insulina, ya que esta entidad a menudo se asocia con el inicio de diabetes mellitus tipo 2. Para
lo anterior se consideraron dos definiciones: la del National Education for Cholesterol Program
(NECP) y la versión modificada de la OMS de 1999 para el diagnóstico de diabetes mellitus tipo
2, intolerancia a la glucosa e intolerancia a la glucosa en ayunas. La definición del NECP
necesita al menos tres de los siguientes criterios:
Los factores relacionados con la ocurrencia de diabetes son aquellos que incrementan
(factores de riesgo) o reducen su presencia. Los factores de riesgo son aquellas características
del individuo o del ambiente que incrementan la probabilidad de enfermar. En la diabetes, los
principales factores de riesgo tienen que ver con la carga genética y con los estilos de vida.
Se ha observado que existe una fuerte predisposición genética, de forma que la ocurrencia de
diabetes se incrementa si los padres padecen la enfermedad. En la población mexicana se ha
observado que la prevalencia de diabetes es de 5.9% si ninguno de los padres la padece, de
10.2% si uno de ellos está enfermo y de 19.5% si ambos progenitores son o fueron diabéticos.
La edad es otro factor de riesgo conocido; a mayor edad, mayor la probabilidad de desarrollar
diabetes. En cuanto al sexo, los datos disponibles son discordantes. En algunos países, la
enfermedad puede predominar en algún sexo, pero en México, por ejemplo, la ocurrencia es
similar en varones y mujeres.
Otros factores relacionados con un mayor riesgo de diabetes son los niveles elevados en
ayunas de ácidos grasos libres, una menor condición física (capacidad cardiopulmonar), la
depresión, la grasa visceral, el roncar y el consumir agua con niveles elevados de arsénico
inorgánico.
Los cónyuges de los pacientes con diabetes también tienen mayor riesgo de enfermar y la
escolaridad está igualmente relacionada con su ocurrencia.
Insulina
Transportador de glucosa
El transporte facilitado de glucosa al interior de las células P lo realizan transportadores
constitutivos de glucosa denominados GLUT2 (cuadro 3-1), seguido por la fosforilación de la
glucosa mediante glucocinasa. Las características de este tipo de glucocinasa parecen indicar
que su distribución está limitada a pocos tejidos y que su cantidad es restringida, pero que
tiene alta afinidad por su sustrato. Esta glucocinasa es diferente de la hexocinasa, que también
se encuentra en las células de los islotes, aunque la primera tiene una mayor afinidad por su
sustrato y se encuentra en menor concentración.
En conclusión, el incremento de la glucólisis eleva los niveles de ATP, reduce los de ADP y
cierra el canal KATP, lo que se traduce en la liberación de insulina inducida por glucosa. Debido
a que KATP consiste en una proteína específica que se asocia con una proteína receptora de
sulfonilurea, que también une trifosfato de adenosina y Mg-difosfato de adenosina, el cierre
del canal está íntimamente relacionado con la respuesta de las células p ante el efecto de
secretagogos, como las sulfonilureas.
Leptina
La leptina es una proteína difusible, denominada así porque su función es mantener delgado al
organismo; ejerce su función al reducir la ingestión de alimento y promover la liberación de
energía mediante la activación de su receptor, particularmente en hipotálamo. La falla en su
secreción o en la activación del receptor resulta en una falta de inhibición de la ingestión de
calorías, en una ausencia de gasto de energía y por lo tanto en el desarrollo de obesidad.
La obesidad no puede separarse fácilmente de la diabetes tipo 2, pues la frecuencia con que se
presentan ambos trastornos sugiere que forman parte de una sola enfermedad. La obesidad se
caracteriza también por ser un estado de resistencia a la insulina; el riesgo de que se
manifieste diabetes tipo 2 en un individuo obeso disminuye cuando éste logra reducir su peso
corporal. No obstante, el aumento solitario de peso en individuos que no parecen presentar
predisposición genética a la diabetes, aunque disminuye la tolerancia a la glucosa, no propicia
una disminución de la secreción de insulina en su fase temprana, al menos durante periodos
no muy largos.
La diabetes tipo 2 muestra tanto un defecto en la secreción de insulina como una deficiente
acción de la hormona a nivel hístico. La definición de una de estas dos anormalidades como el
defecto básico es tema de una polémica todavía no resuelta. El problema no es tan simple; con
resolver la controversia no se aclararía todo lo referente a la patogenia de la enfermedad, pues
una serie de trastornos concurrentes hasta ahora no puede explicarse únicamente por alguna
de estas dos anormalidades.
RESISTENCIA A LA INSULINA
Una característica de la diabetes tipo 2 es que, a pesar de que con frecuencia evoluciona con
niveles normales o elevados de insulina plasmática, sus efectos a nivel celular no se
manifiestan en forma proporcional, lo cual se conoce como resistencia a la insulina.
En los pacientes con diabetes tipo 2, la sensibilidad a la insulina disminuye de manera franca al
momento del diagnóstico, más allá del grado de hiperglucemia. Se ha propuesto que en las
etapas clínicas que preceden a la diabetes, la sensibilidad a la insulina disminuye en forma
progresiva y que esta resistencia a la insulina no se manifiesta como hiperglucemia ni como
intolerancia a la glucosa mientras las células insulares mantengan la capacidad de
compensarla.
La insulina ejerce su efecto sobre el transporte de glucosa al interior de la célula a través del
receptor de la hormona, que está compuesto por una subunidad alfa, localizada en el exterior
de la membrana y unida por puentes disulfuro a la subunidad beta, una proteína
transmembranal. La insulina se une a la subunidad alfa y esto propicia una autofosforilación
inmediata de la subunidad beta, que tiene lugar en los residuos de tirosina y serina, de modo
que se considera que la subunidad beta tiene una función de cinasa de tirosina. La
autofosforilación de la tirosina parece encontrarse en estrecha relación con el transporte de
glucosa hacia las células. Se ha demostrado que los adipocitos de diabéticos tipo 2 tienen una
reducción de 50 a 80% en la actividad de la cinasa de tirosina en comparación con los
individuos normales. Este defecto parece ser bastante específico del diabético, ya que no se
observa en la resistencia a la insulina del obeso no diabético.
TRATAMIENTO
La parte más importante del tratamiento debe tener como objetivo la reducción del peso y la
promoción de la actividad física cotidiana. Para lograr estos objetivos se requiere la
participación de un equipo experimentado para que el consejo de dieta se traduzca en
cambios permanentes en el hábito de la alimentación. La participación de la familia es de igual
importancia para apoyar el nuevo estilo de alimentación recomendado; en condiciones
ideales, se requiere que la familia adopte dichos cambios. De la misma manera, en condiciones
de falta de espacio e inseguridad, la recomendación para realizar actividad física puede
fracasar. En este caso sería recomendable que en las instituciones educativas se enfatizaran los
programas de educación física, para que el alumno realice al menos cinco sesiones de ejercicio
de por lo menos 30 min a la semana. Los aspectos relativos a los cambios en el estilo de vida
constituyen la piedra angular en el tratamiento, por lo que el clínico no debe de escatimar
esfuerzos para lograr que el paciente y su familia adopten de manera permanente los cambios
necesarios en sus patrones de alimentación y ejercicio.
La insulina puede utilizarse para lograr un control adecuado. Sin embargo, debido al bajo
riesgo de desarrollar cetoacidosis, a los problemas de aceptación por parte de los niños y
adolescentes para utilizar insulina y al riesgo de hipoglucemia, esta opción terapéutica no está
recomendada como primera opción de tratamiento.
Finalmente, y teniendo en cuenta que en la mayor parte de los casos los jóvenes con diabetes
tipo 2 tienen sobrepeso u obesidad, la primera opción terapéutica son las biguanidas. A este
respecto, no hay una dosis recomendable o preestablecida de metformina, la que debe
individualizarse para cada paciente. Será recomendable, sin embargo, iniciar con dosis bajas y
fraccionadas de metformina y adaptar la dosis de acuerdo con la respuesta en la glucemia
según sea necesario.
RESUMEN