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FORMA

Existen dos sentidos de la palabra forma.

En sentido amplio, también denominado forma esencial, es la manera como se exterioriza la voluntad
del sujeto del acto.

El art. 260 del CCyC establece que el acto voluntario se debe de manifestar por un hecho exterior.

Por lo tanto, para que el estado de conciencia se concrete en un acto humano, es indispensable que salga
del fuero interno de la persona y que se exteriorice mediante un modo adecuado cualquiera.

De manera que conforme lo dispuesto por el art. 262 los actos pueden exteriorizarse oralmente, por
escrito, por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho material.

En este sentido, no es concebible ningún acto sin alguna forma, cualquiera sea ella.

También, el art. 288 incorpora los denominados “documentos electrónicos”, incluso la posibilidad de su
autenticación mediante el proceso de “firma digital”

En sentido estricto, también denominada forma legal o impuesta, alude a cierta forma determinada en
que deben celebrarse algunos actos jurídicos.

Aquí no cualquier modo es trascendente para que la manifestación consiga su efecto, sino uno particular,
más o menos riguroso que debe asumir la declaración para que consiga un cierto efecto. A esta forma
exigida para ciertos actos se la denomina también forma impuesta.

La función de este sentido de la palabra forma es legitimar la existencia del acto o facilitar su prueba.

La forma es la representación externa del acto. El contenido es el negocio jurídico celebrado por las
partes.

En el CCyC la forma se encuentra regulada en la parte general del acto jurídico (Capítulo 5 del Titulo
IV) y en la parte general del contrato (Capítulo 7 del Titulo II), sin perjuicio de las disposiciones
especiales que regulan de manera particular la forma de cada uno de los contratos típicos.

Los principales aspectos vinculados con la forma del contrato se encuentran previstos en los arts. 969,
1015 y 1016 del CCyC

Principio general: la libertad de formas

ARTICULO 1015.- Libertad de formas. Sólo son formales los contratos a los cuales la ley les
impone una forma determinada.

El Código reitera en materia contractual el principio de libertad de formas consagrado en la Parte General
en el artículo 284.

En consonancia con el principio de la autonomía de la voluntad, la regla es que para la validez de un


contrato no resulta necesario cumplir con formalidad alguna, bastando solo la manifestación de voluntad
con los requisitos establecidos para la formación del consentimiento.
De la misma manera que el principio de autonomía de la voluntad nos permite elegir libremente al
contratante con quien se quiere celebrar el acto como así también el contenido del acuerdo, también rige
la regla de que no es necesario que la manifestación de voluntad tenga que adecuarse al cumplimiento de
solemnidades.

Por ello, el criterio general del código es que los contratos no son formales como regla y sólo deben
cumplir exigencias de forma por excepción, cuando ellas surgen impuestas por la ley o por el acuerdo de
las partes.

Clasificación de las formas

Desde el punto de vista de la forma los contratos se clasifican en tres categorías, según sean las
consecuencias que deriven del incumplimiento de la solemnidad impuesta por la ley o el acuerdo de
partes.

Esta clasificación se desprende de lo establecido por el art. 969 del CCyC que se refiere a los contratos
formales.

a)Contratos formales solemnes absolutos (“ad solemnitatem” absolutos). En esta categoría de


contratos la forma está impuesta para la validez del acto. El no otorgamiento de la formalidad causa la
nulidad. El criterio legal establece ahora que el modo de determinar si una forma es exigida con carácter
ad solemnitatem absoluto reside en que ella sea impuesta bajo pena de nulidad (art. 969).

Son contratos que integran esta categoría: las donaciones de bienes inmuebles, de cosas muebles
registrables y las prestaciones periódicas o vitalicias (art. 1552)

b)Contratos formales solemnes relativos (“ad solemnitatem” relativos) en esta categoría el no


cumplimiento de la formalidad determina que el acto no produce sus efectos propios, no quedando
concluidos como tales mientras no se otorgue el instrumento previsto, pero valen como contratos en los
que las partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad (art. 969). Esta categoría de contratos
tiene lugar cuando se impone una forma para la obtención de los efectos propios del acto, es decir para su
eficacia, no sancionándose con la nulidad la falta de cumplimiento de la solemnidad exigida.

En caso de no cumplirse con la formalidad requerida estos contratos no quedan concluidos como tales
mientras no se otorgue el instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se
obligaron a cumplir con la expresada formalidad (art. 969).

Son contratos de esta categoría: los contratos enumerados en el art. 1017 (contratos que deben ser
otorgados en escritura pública), entre los que se destacan: los que tengan por objeto la adquisición,
modificación o extinción de derechos reales sobre inmuebles. Quedan exceptuados los casos en que el
acto es realizado mediante subasta proveniente de ejecución judicial o administrativa; los contratos que
tienen por objeto derechos dudosos o litigiosos sobre inmuebles; todos los actos que sean accesorios de
otros contratos otorgados en escritura pública; los demás contratos que, por acuerdo de partes o
disposición de la ley, deben ser otorgados en escritura pública; el leasing (art. 1234); el contrato oneroso
de renta vitalicia (art. 1601); la cesión en general y la derechos hereditarios, litigiosos o de derechos que
constan en escritura pública (art. 1618); la transacción (art. 1643); el fideicomiso (art. 1669); la hipoteca
(art. 2208).
c)Contratos con forma exigida “ad probationem”: En esta categoría la forma es requerida únicamente
a los fines probatorios. Ni la validez ni los efectos del negocio aparecen condicionados por el
cumplimiento de la solemnidad requerida por la ley.

La existencia de contratos con formas requeridas ad probationem deriva expresamente de lo establecido


por el art. 1020.

Según el art. 1020 los contratos en los cuales la formalidad es requerida a los fines probatorios pueden
ser probados por otros medios, inclusive por testigos, si hay imposibilidad de obtener la prueba de haber
sido cumplida la formalidad o si existiese principio de prueba instrumental, o comienzo de ejecución. Se
considera principio de prueba instrumental cualquier instrumento que emane de la otra parte, de su
causante o de parte interesada en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato.

Son contratos que integran esta categoría: el contrato de locación de inmueble o mueble registrable (art.
1188); los contratos bancarios (arts. 1380 y 1386); las agrupaciones de colaboración (art. 1455) y las
uniones transitorias (art. 1464); el contrato de agencia (art. 1479) y la fianza (art. 1579).

Extensión de los efectos de la forma a las modificaciones del contrato

ARTICULO 1016.- Modificaciones al contrato. La formalidad exigida para la celebración del


contrato rige también para las modificaciones ulteriores que le sean introducidas, excepto que ellas
versen solamente sobre estipulaciones accesorias o secundarias, o que exista disposición legal en
contrario.

Los acuerdos modificativos de un contrato ya concluido deben ajustarse a las mismas exigencias de
forma que rigen para su celebración. Es una derivación de la regla de paralelismo de formas. Esta regla
está consagrada expresamente respecto del contrato de locación (art. 1188)

La expresión “modificaciones” tiene que ser entendida comprendiendo también a los acuerdos que
extinguen el contrato a través de la rescisión o distracto (art. 1076), siendo formales estos acuerdos
extintivos si la celebración del contrato lo era.

Queda exceptuada de esta regla la modificación de un aspecto accesorio del contrato para lo cual habrá
de tratarse de algún elemento que no sea de los esenciales particulares que constituyen las obligaciones
nucleares. También las previsiones legales pueden exonerar de la celebración de la modificación con
carácter formal.

Contratos en los que se impone la celebración por escritura pública

ARTICULO 1017.- Escritura pública. Deben ser otorgados por escritura pública:

a) los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos reales
sobre inmuebles. Quedan exceptuados los casos en que el acto es realizado mediante subasta
proveniente de ejecución judicial o administrativa;

b) los contratos que tienen por objeto derechos dudosos o litigiosos sobre inmuebles;

c) todos los actos que sean accesorios de otros contratos otorgados en escritura pública;
d) los demás contratos que, por acuerdo de partes o disposición de la ley, deben ser otorgados en
escritura pública.

El art. 1017 contiene una enumeración enunciativa.

Se enumeran en esta disposición aquellos actos que en cumplimiento de una formalidad solemne relativa
deben ser otorgados a través de escritura pública.

Las consecuencias de no otorgar el acto en la forma prescripta por la ley están establecidas por los
artículos 285 y 969. En consecuencia el acto que no se otorga en la forma exigida por la ley no queda
concluido como tal mientras no se haya otorgado el instrumento previsto, pero vale como acto en el que
las partes se han obligado a cumplir con la expresada formalidad, excepto que ella se exija bajo sanción
de nulidad.

En cuanto a los contratos que tienen por objeto la adquisición, modificación o extinción de derechos
reales sobre inmuebles, se desprende en primer término que quedan alcanzados todos aquellos actos que
permiten la adquisición del derecho de dominio (compraventa, leasing, fideicomiso). En el código la
adquisición de derechos de tiempo compartido sobre un inmueble constituye un derecho real a favor de
su titular (arts. 2087 y 2101). Para la constitución del derecho real de superficie, uso o habitación se
requiere la escritura pública. Para el otorgamiento de la hipoteca se exige la escritura pública (art. 2208).

Sin embargo, respecto de la compraventa habrá de plantearse si la exigencia tiene virtualidad como
requerimiento de forma para la celebración del acto o como exigencia necesaria para la constitución del
derecho real de dominio.

El estatus del boleto de compraventa inmobiliaria llevó a reconocer que debía entenderse a este particular
instrumento privado como el contrato definitivo de compraventa sin que corresponda entender, como
derivaría de la estricta aplicación del art. 969, que no ha quedado concluido como tal y que sólo valdría
como contrato en que las partes se obligaron a cumplir con la formalidad.

Se considera que el boleto de compraventa, de uso cotidiano, y basado en la eficacia que se le reconoce
en otras disposiciones del Código, no debe ser equiparada a la promesa de venta, siendo plenamente
exigible la totalidad de sus efectos.

En los supuestos del inciso a, del art. 1017, quedan exceptuados los casos en que la enajenación proceda
de subasta judicial o administrativa, en los que no será necesario el otorgamiento de escritura pública.
Estos supuestos no están alcanzados dada la intervención en las subastas de funcionarios con
competencia para conformar actas que constituyen instrumentos públicos. A través de ellas, de modo
equivalente a las escrituras públicas, se determinan las condiciones dominiales de los inmuebles y demás
antecedentes del título.

También deben celebrarse por escritura pública aquellos contratos que tienen por objeto derechos
litigiosos o dudosos sobre inmuebles. Esta regla tiene aplicación tradicional en el contrato de cesión, en
que se exige la escritura pública para los derechos litigiosos (art. 1618, inc. b). Se extiende la exigencia al
caso de los derechos dudosos. El alcance de esta norma se proyecta a la transacción, contrato para el cual
el art. 1643 exige únicamente la forma escrita, pero que deberá celebrase por escritura pública si los
derechos transados refieren a un inmueble.

La misma exigencia se expande a los actos que sean accesorios de otros celebrados en escritura pública,
como por ejemplo, los pagos que corresponda hacer en cumplimiento de lo pactado.
Por último, la imposición de la escritura pública puede provenir del acuerdo de partes o también de otras
disposiciones contenidas en el Código o en leyes especiales. En estos casos, salvo que se prevea como
efecto la nulidad, la exigencia de forma es solemne relativa.

Efectos de la falta de otorgamiento del instrumento

ARTICULO 1018.- Otorgamiento pendiente del instrumento. El otorgamiento pendiente de un


instrumento previsto constituye una obligación de hacer si el futuro contrato no requiere una
forma bajo sanción de nulidad. Si la parte condenada a otorgarlo es remisa, el juez lo hace en su
representación, siempre que las contraprestaciones estén cumplidas, o sea asegurado su
cumplimiento.

En los casos en que no se cumplió con la formalidad prevista por la ley, siendo ella exigida con carácter
solemne relativo, el contrato no queda concluido como tal pero vale como contrato en que las partes se
obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Esta exigencia de cumplir con la formalidad es
considerada como una obligación de hacer.

El cumplimiento de la obligación de escriturar es susceptible de ser exigido judicialmente a través de un


proceso en el que se pretende la escrituración. Los procesos de escrituración son de naturaleza
declarativa, encontrándose en algunos supuestos prevista la vía ejecutiva si el instrumento del que surge
la obligación de escriturar reúne tales exigencias de ejecutividad. La sentencia de condena a escriturar
fija un plazo al demandado para cumplir con el hacer debido que consiste en la suscripción de la escritura
que tiene que ser confeccionada por el escribano designado.

En caso de falta de cumplimiento en el plazo fijado en la sentencia con la firma de la escritura, se abre
paso la aplicación del mecanismo de la suscripción por parte del juez de la escritura en nombre del
demandado condenado renuente. En las sentencias condenatorias de escrituración es usual incluir en la
propia condena el apercibimiento de suscribirla el juez para el caso de que el condenado no lo haga. Esto
hace posible que el contrato otorgado sin cumplirse con la forma exigida por la ley adquiera plena
eficacia quedando concluido como tal.

Para que la escrituración judicial pueda concretarse el art. 1018 exige como requisito que las
obligaciones que surgen de él estén cumplidas o que se asegure su cumplimiento.

Cuando por razones de imposibilidad material o jurídica no sea factible el otorgamiento de la escritura
por parte del juez, la obligación se resolverá en el pago de daños y perjuicios. Esta alternativa no está
expresamente considerada en el art. 1018 pero tiene sustento en la aplicación de las disposiciones
generales (art. 777, inc. c).

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