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Desequilibrios contractuales

Desequilibrios contractuales
Los desequilibrios contractuales tienen lugar cuando los derechos de una de las partes se encuentran
ampliados en detrimento de la otra parte.

Debemos diferenciar las situaciones en que se altera el equilibrio contractual en los contratos
paritarios, en los celebrados por adhesión a condiciones generales de contratación y en los contratos de
consumo.

Los contratos paritarios

Estos contratos celebrados entre partes con igual poder de negociación están regulados por la
autonomía privada por lo tanto se protege lo pactado libremente por las partes.

Conforme lo establece el art. 958 del CCyC, las partes son libres para celebrar el contrato y determinar
su contenido dentro de los límites impuestos por la ley, la moral, las buenas costumbres y el orden
público.

En estos contratos las partes se encuentran sometidas al efecto vinculante del contrato, ya que el
contrato válidamente celebrado es obligatorio para las partes. Su contenido solo puede modificarse por
acuerdo de partes o en los supuestos que la ley prevé (art. 959).

Los jueces no tienen facultades para modificar lo estipulado por las partes excepto que sea a pedido de
una de ellas cuando lo autoriza la ley, o de oficio cuando se afecta, de modo manifiesto, el orden
público (art. 960).

De modo que, los desequilibrios que pueden ocurrir en los contratos paritarios se resuelven a través
del orden público de coordinación.

El CCyC establece como principio, el deber de actuar de buena fe y prevé también mecanismos para
resolver los conflictos contractuales, ellos son: la teoría del abuso del derecho y la teoría de la lesión.

La buena fe

Se encuentra regulada en el Título Preliminar del CCyC, en el Capítulo 3 Titulado Ejercicio de los
Derechos.

En este capítulo se establece como principio general que los derechos deben ejercerse de buena fe (art.
9).
En materia de contratos, este principio tiene su aplicación específica en el Capítulo 1, de las
disposiciones generales, en el art. 961 que expresa que los contratos deben celebrarse, interpretarse y
ejercutarse de buena fe. Obligan no solo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las
consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que
razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y previsor.

La buena fe considerada en la norma es la buena fe-confianza o buena fe- lealtad, que debe ser
evaluada según el estándar objetivo medio expresado en el art. 961: el de “un contratante cuidadoso y
previsor”, que debe ser evaluado en cada caso concreto, según las circunstancias.

De modo que, entre las partes existe un deber básico de actuar de buena fe, en todas las etapas de la
contratación. Ello implica el deber de colaboración y de no defraudar la confianza entre las partes.

El abuso del derecho

También en el Título Preliminar del Código Civil y Comercial, a continuación del principio de buena
fe, se regula en el art. 10, el abuso del derecho.

Dicho art. Establece el concepto primitivo del instituto, que se encontraba en el art. 1071 del Código
Civil de Vélez Sarsfield, y que se manifiesta a través de las siguientes reglas:

-El ejercicio regular de un derecho o el cumplimiento de una obligación legal no puede constituir
como ilícito ningún acto.

- La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Esta situación se configura cuando el ejercicio
del derecho contraría los fines del ordenamiento jurídico o cuando excede los límites impuestos por la
buena fe, la moral o las buenas costumbres.

La referencia a “los fines del ordenamiento jurídico”, tiene el propósito de evitar la contextualización
histórica del derecho.

Carga de la prueba

La prueba incumbe a quien alegue el ejercicio abusivo, es decir a quien pretende que se sancione a la
otra parte por haber ejercido en forma abusiva su derecho. A su vez, debe probar los elementos que
configuran el abuso del derecho.

Modo de invocarlo

Por medio de una demanda judicial, o al contestar la demanda de la otra parte por medio de una
defensa.
Efectos de la sentencia

Una novedad interesante que trae el CCYC, es la incorporación no solo del ejercicio abusivo del
derecho, en una situación particular, sino también aquel que se manifiesta a través de las denominadas
situaciones jurídicas abusivas.

En tales casos, el abuso es el resultado del ejercicio de una pluralidad de derechos que, considerados
aisladamente, podrían no ser calificados como tales, pero tomados en su conjunto, generan una
situación de abuso.

Entre los efectos de la sentencia se establece que:

-El juez debe ordenar los necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la situación
abusiva; y si correspondiere,

-Debe procurar la reposición al estado de hecho anterior y fijar una indemnización.

EL ABUSO DE LA POSICIÓN DOMINANTE

El art. 11 del CCyCN considera que el ejercicio abusivo de un derecho incluye la posición
dominante, pero ha estimado oportuno aclarar que el concepto se restringe a la posición en el
mercado.
Así, la norma considera que las disposiciones contenidas en los arts. 9 y 10 (referidas a la
buena fe y al abuso del derecho) resultan aplicables cuando se abuse de una posición
dominante en el mercado, sin perjuicio de las disposiciones específicas contempladas en leyes
especiales; entre las cuales reviste especial importancia la ley 25.156 de Defensa de la
Competencia, la que en sus arts. 4 y 5 señala que:
-A los efectos de dicha ley se entiende que una o más personas gozan de posición dominante
cuando para un determinado tipo de producto o servicio es la única oferente o demandante
dentro del mercado nacional o en una o varias partes del mundo o, cuando, sin ser única, no
está expuesta a una competencia sustancial o, cuando por el grado de integración vertical u
horizontal está en condiciones de determinar la viabilidad económica de un competidor
participante en el mercado, en perjuicio de éste; y

-A fin de establecer la existencia de posición dominante en un mercado, deberán considerarse


las siguientes circunstancias:
1) El grado en que el bien o servicio de que se trate es sustituible por otros, ya sea de origen
nacional o extranjero, las condiciones de tal sustitución y el tiempo requerido para la misma;
2) El grado en que las restricciones normativas limiten el acceso de productos u oferentes o
demandantes al mercado de que se trate; y

3)El grado en que el presunto responsable pueda influir unilateralmente en la formación de


precios o restringir el abastecimiento o la demanda en el mercado y el grado en que sus
competidores puedan contrarrestar dicho poder.

LESIÓN

El tratamiento de la figura en el Código Civil de Vélez Sarsfield

Vélez Sarsfield con sus ideas liberales e individualistas justificó la no inclusión de la lesión al
Código Civil anterior, en la nota final al Título I, de la Sección II, del Libro II, conocida como
nota al art. 943.

En dicha nota, Vélez demostró un conocimiento amplio de la institución, sobre su regulación


en el derecho comparado y manifestó las razones por las cuáles prefirió no incluirla en el
derecho argentino.

Es claro que el rechazo de Vélez era hacia la lesión enorme o lesión objetiva.

Sostuvo que en las legislaciones estudiadas no había un principio uniforme lo cual revelaba la
inconsistencia del instituto por lo cual expresó en la citada nota: “Finalmente dejaríamos de
ser responsables de nuestras acciones si la ley nos permitiera enmendar nuestros errores o
todas nuestras imprudencias. El consentimiento libre, prestado sin dolo, error ni violencia y
con las solemnidades requeridas por las leyes, debe hacer irrevocables los contratos”.

De manera que, sostenía que no cabía demandar la anulación de los contratos celebrados con
el vicio de lesión.

Esta idea la vuelve a plasmar en la nota al art. 58 al sostener “la lesión no puede admitirse en
los contratos”.

El repudio manifestado por Vélez y la ausencia de una norma que consagrara la lesión fue la
barrera que impidió durante mucho tiempo que la jurisprudencia rectificara los contratos en
los que surgiera una acentuada desproporción en las prestaciones asumidas por las partes.

A partir de mediados del siglo XX algunos fallos admitieron la nulidad de los actos jurídicos
por vía de la aplicación del art. 953 que establecía que el objeto de los actos jurídicos no podía
ser hechos contrarios a la moral y a las buenas costumbres.
La reforma de la ley 17.711

En 1968 con la reforma de la ley 17.711 se introdujo en el segundo párrafo del art. 954 la
lesión con carácter subjetivo-objetivo. Este es el último grado de evolución de esta figura.

Por la metodología empleada se demuestra que se la emparentó con los vicios del
consentimiento, al incorporarla a continuación del error, dolo, violencia e intimidación.

Su ubicación en el CCyC

La lesión actualmente se ubica en el CCyC en el Libro I- Parte General- Título IV De los


Hechos y Actos Jurídicos, en el Capítulo 6 de los Vicios de los Actos Jurídicos, Sección 1ª.
art. 332.

La lesión es un vicio del acto jurídico que atenta contra la buena fe lealtad.

El acto viciado con lesión es un acto realizado con discernimiento, intención y libertad, es
decir que todos los elementos internos de la voluntad se encuentran sanos.

Sin embargo, en el acto jurídico existe una anomalía que se produce porque una de las partes
explota, es decir se aprovecha de la necesidad, debilidad psíquica o inexperiencia de la otra y
como consecuencia de ello obtiene una ventaja patrimonial desproporcionada e injustificada.

Elementos de la Lesión

En la conformación de este vicio se exige la concurrencia de tres elementos: dos subjetivos y


uno objetivo.

Elementos subjetivos

1)La explotación o aprovechamiento

Se necesita de un sujeto que se aproveche de la situación de inferioridad del otro sujeto.

Es necesario que el sujeto explotador conozca la situación de inferioridad de la víctima y en


base a ello obtiene ventajas. Es aquí donde se produce el atentado contra la buena fe que debe
imperar en los actos jurídicos.
El aprovechamiento es una nota caracterizante de este instituto y que nos permite
diferenciarlo del vicio de dolo.

En el dolo hay un sujeto que maquina activa o negativamente para influir en la voluntad del
otro sujeto.

En cambio en la lesión no genera la situación de inferioridad sino que se aprovecha de esa


condición anormal de la otra parte.

Es un obrar contrario a la buena fe, porque aun cuando no maquina ni oculta el estado de las
cosas para que otro incurra en error ni engaña a la víctima, maneja las condiciones del
negocio sabiendo que la otra parte no tiene herramientas o cualidades personales para
protegerse de la desventaja.

2)La necesidad, debilidad psíquica o inexperiencia de la otra parte

El otro sujeto debe atravesar un estado de inferioridad que se traduce en:

Necesidad

Es entendida como un estado de carencia material o espiritual.

La necesidad produce en el sujeto que la padece una situación de agobio y angustia que lo
obliga a consentir con una solución que, de no mediar tal estado, no hubiera admitido.

El sujeto obra presionado por circunstancias que afectan su poder de decisión, puesto que
celebra un acto jurídico desventajoso para evitar un daño a la vida, a la salud, el honor, la
libertad o por una necesidad material.

Debilidad Psíquica

Este término reemplaza al de “ligereza” que utilizaba el art. 954 del Código civil derogado.

La ligereza era un término impreciso conceptualmente que fue tomado del Código Civil
Alemán que sirvió de fuente al art. 954 del Código derogado.

Aun cuando todos los autores coincidían que no podía vincularse a la ligereza con un obrar
irreflexivo o negligente de la víctima, sino que debía asociarse a una situación patológica de
debilidad mental, en su mayoría propiciaban el reemplazo del término por “debilidad
psíquica”.
La debilidad psíquica, término empleado en la actualidad por el art.332, se vincula con un
estado patológico en que se halla la víctima de lesión que le impide tener una dimensión plena
o cabal de las consecuencias del acto que realiza.

Inexperiencia

Es la falta de conocimientos que se adquieren con el uso y la práctica.

Se lo asocia con el estado propio de las personas de escasa cultura, que obran con
desconocimiento de aspectos técnicos o profesionales de los negocios y que por ello celebran
actos desventajosos que no hubieran consentido de tener conocimientos sobre los mismos.

3)El elemento objetivo

Esta dado por la desproporción de las prestaciones que tiene lugar por la obtención de una
ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada y sin justificación.

Evidente quiere decir, patente, clara, cierta, sin la menor duda. La desproporción se
caracteriza por ser grave, grosera, considerable. Además no debe tener justificación.

El Código no adopta un criterio matemático para delimitar la desproporción.

Le atribuye al Juez la ponderación sobre si la desproporción es evidente o no lo es, o si es


notable y si está justificada o no.

Una vez verificada la desproporción incumbe al demandado probar que se encuentra


justificada por lo cual debe descartarse la lesión.

¿Cuándo debe estimarse la desproporción?

El tercer párrafo del art. 932 establece que “los cálculos deben hacerse según valores al
tiempo del acto y la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda”.

Es decir que, la desproporción debe verificarse en el momento de celebrarse el acto y subsistir


hasta la interposición de la demanda.

Por ende, el juez deberá desestimar la demanda en el caso de que al momento de iniciarse el
juicio, la transacción se haya equilibrado.
Actos susceptibles de aplicar la lesión

La lesión se aplica a los actos jurídicos bilaterales conmutativos y onerosos. También a los
unilaterales oneroso.

Están excluidos los actos jurídicos a título gratuito.

También se aplica a los aleatorios cuando la lesión es extraña al álea propia del contrato, o sea
se produce desde el inicio del negocio.

Acciones que puede intentar la víctima de lesión

Puede plantear la nulidad del acto o el reajuste equitativo del convenio.

El demandado puede ofrecer el reajuste al contestar la demanda. En ese caso, si el actor


planteó la nulidad del acto la acción se transforma en acción de reajuste.

Legitimación

La acción solo puede ser intentada por el lesionado o sus herederos. De modo que no pueden
promover la acción los acreedores por vía de la acción subrogatoria.

Prueba

El actor o sus herederos deben probar el elemento objetivo (la desproporción de las
prestaciones, en el momento de la celebración del acto. De allí que se requiera que los
cálculos deberán hacer según valores al tiempo del acto lesivo.

También debe probar que la desproporción se mantuvo desde la celebración del acto y la
subsistencia de la misma al momento de la demanda.

Debe también probar su situación de necesidad, debilidad psíquica o inexperiencia.

También debe probar el aprovechamiento por parte del lesionante.

El Demandado debe acreditar que desconocía el estado de inferioridad del perjudicado, o


bien que éste no existía, o que la desproporción era justificada, o bien que las prestaciones que
empezaron siendo desiguales se equilibraron antes de la demanda.
Presunción de la explotación

El art. 332 mantiene en el 2° párrafo la presunción del art. 954 del Código derogado.

Establece que “Se presume, excepto prueba en contrario, que existe tal explotación en caso de
notable desproporción de las prestaciones”.

Notable quiere decir que salta a la vista, que se ve inmediatamente y que no requiere de
comprobación. Notable es más que evidente que es el término que se utiliza en el primer
párrafo del artículo.

Frente a la presunción legal se han esbozado dos posiciones doctrinarias:

a)Una parte de la doctrina entiende que la víctima debe probar la existencia de desproporción
y ello hace presumir el aprovechamiento por parte del lesionante.
b)Otros autores entienden que aun cuando se pruebe la desproporción la víctima debe probar
también su situación subjetiva (necesidad, debilidad psíquica o inexperiencia).

La ley, ante lo incontrovertible de la desproporción (la presunción establece que esta debe ser
notable), ha querido facilitarle a la víctima la prueba de la existencia del vicio de lesión.

En consecuencia, ante esta circunstancia se invierte la carga probatoria y el demandado que


sacó la ventaja con el acto, deberá probar que no hubo explotación suya del estado de
necesidad, debilidad psíquica o inexperiencia del lesionado o que la desproporción se
encuentra justificada.

Irrenunciabilidad de la acción

La acción para reclamar la nulidad o el reajuste por lesión es irrenunciable antes del acto,
durante el acto, y mientras dure la inferioridad de la víctima. No es válida la renuncia
anticipada a invocar la lesión.

Esto quiere significar que no es válida la renuncia a la acción de nulidad o reajuste en la etapa
precontractual, ni en el mismo momento en que celebra el contrato. La cláusula que
establezca la renuncia a invocarla en el contrato mismo es inválida y podría ser declarada
abusiva.
Efecto de la sentencia

Si la víctima demandó la nulidad y la otra parte no ofreció el reajuste, la demanda, en caso de


proceder, ordenará volver las cosas al estado anterior por efecto de la nulidad.

En cambio, si la actora solicitó directamente el reajuste o lo hizo la demandada frente al


planteo de nulidad, el juez resolverá, previa producción de la prueba, el reajuste razonable y
mandará a pagarlo en el plazo que fije para ello.

Carácter de la nulidad

El acto viciado de lesión es de nulidad relativa porque ésta sanción esta instituida en beneficio
del lesionado

Prescripción

El art. 332 no establece plazo de prescripción por lo que debemos remitirnos a lo dispuesto en
el Libro IV, Capítulo 2, Sección 2.

El art. 2562 inc. a) establece que el pedido de declaración de nulidad relativa y de revisión de
los actos jurídicos prescribe a los 2 años.

Por su parte, el art. 2563 inc. e) establece que en el caso de la lesión el plazo comienza a
correr desde la fecha en que la obligación a cargo del lesionado debía ser cumplida.

Es necesario recordar que, el art. 954 del Código derogado establecía un plazo de prescripción
de 5 años a contar desde el momento de la celebración del acto.
Los contratos celebrados por adhesión a condiciones generales de contratación

La regulación de estos contratos se ubica en el Título II del libro Tercero, Capítulo 3, Sección
2ª. (arts. 984 a 989).

Los desequilibrios contractuales en estos contractos se resuelven a través de la aplicación del


principio general contra el predisponente (art. 987) y las reglas sobre cláusulas abusivas
(art. 988) y el control judicial de las cláusulas abusivas (art. 989).

A diferencia de los contratos paritarios se aplica aquí un orden público de protección sólo
basado en la adhesión y no tan intenso como en los contratos de consumo.

Contrato de adhesión. concepto

El contrato de adhesión es aquel mediante el cual uno de los contratantes adhiere a cláusulas
generales predispuestas unilateralmente por la otra parte o por un tercero, sin que el adherente
haya participado en la redacción (art. 984).

La predisposición es una técnica del oferente y la adhesión es una característica del acto del
aceptante.

El adherente no está en libertad para configurar el contenido del contrato, solo se limita a
tomar o dejar las cláusulas prerredactadas sin poder modificarlas.

Requisitos de las cláusulas generales predispuestas

El art. 985 señala los requisitos que deben cumplir las cláusulas predispuestas. Así establece
que: deben ser comprensibles y autosuficientes.

La redacción debe ser clara, completa y fácilmente legible.

Se tendrán por no convenidas aquellas que efectúen reenvío a textos o documentos que no se
facilitan a la contraparte del predisponente, previa o simultáneamente a la conclusión del
contrato.

Esta normativa se aplica a la contratación telefónica, electrónica o similares.


Cláusulas particulares

Las cláusulas particulares son aquellas individualmente negociadas por las partes que
amplían, limitan, suprimen o interpretan una cláusula general.

En caso de incompatibilidad entre cláusulas generales y particulares, prevalecen las


particulares (art. 986).

Cláusulas abusivas en los contratos celebrados de adhesión

Se establece un mecanismo especial de control de abusividad específico para estos contratos


(art. 988) mediante el cual el juez puede avanzar sobre el control del contenido del contrato y
tener por no escritas:

a) Las cláusulas que desnaturalicen las obligaciones

b) Las que importen renuncia o restricción de los derechos del adherente, o amplíen los
derechos del predisponente que resultan de normas supletorias

c) Las que por su contenido, redacción o presentación no son razonablemente previsibles


(cláusulas sorpresivas).

Una vez que el juez declara abusiva la cláusula declarando la nulidad parcial, debe
simultáneamente integrar el contrato “si no puede subsistir sin comprometer su finalidad”.

Contratos de Consumo

Actualmente, el derecho del consumidor en Argentina resulta de la ley 24.240 LDC reformada
por la ley 26.361 y del CCyC.

En el CCyC se encuentran regulados en el Título III de la parte general del Código,


denominado “Contratos de Consumo” que se extiende desde el art. 1092 al 1122.

En el CCyC se encuentra el núcleo duro de las instituciones relacionadas con el contrato de


consumo como tipo general y también se sistematiza lo relacionado con la relación de
consumo.

Estas disposiciones deben complementarse necesariamente con la legislación especial.

El CCyC regula los contratos de consumo considerándolos como una fragmentación del tipo
general de los contratos que influye sobre los tipos especiales (ej: compraventa, suministro,
etc).
Es un microsistema con principios propios y hasta derogativos del derecho privado
tradicional.

Contrato de consumo. Concepto

El art. 1093 establece que el contrato de consumo es el celebrado entre un consumidor o


usuario final con una persona humana o jurídica que actúe profesional u ocasionalmente o con
una empresa productora de bienes o prestadora de servicios, pública o privada, que tenga por
objeto la adquisición, uso o goce de los bienes y servicios por parte de los consumidores o
usuarios, para su uso privado, familiar o social.

El consumidor puede ser una persona humana o jurídica que adquiere o utiliza, en forma
gratuita u onerosa, bienes o servicios como destinatario final, en beneficio propio o de su
grupo familiar.

Proveedor es la persona humana o jurídica que actúa profesional u ocasionalmente o como


una empresa productora de bienes o servicios, pública o privada.

El objeto del contrato es la adquisición, uso o goce de bienes o servicios.

El Código Civil y Comercial establece normas protectoras para el consumidor y el


consumidor equiparado, que es quien, sin ser parte de una relación de consumo, como
consecuencia o en ocasión de ella, adquiere o utiliza bienes o servicios, en forma gratuita u
onerosa, como destinatario final, en beneficio propio o de su grupo familiar o social (art.
1092).

Los consumidores equiparados pueden ser:

-El usuario, quien usa, no contrata, puede ser un invitado, un familiar, un tercero ajeno.

-La víctima de un daño causado por un producto o servicio.

-El afectado o expuesto a prácticas comerciales, que es quien está en contacto con la
publicidad abusiva, engañosa, fraudulenta, está sometido a ofertas que condicionan la compra
del producto, puede ser afectado por situaciones monopólicas, tratado discriminatoriamente,
etc.
Interpretación de los contratos de consumo

En los contratos de consumo predomina el principio protectorio e intervencionista que se


manifiesta en el art. 1094 que establece que las normas que regulan las relaciones de consumo
deben ser aplicadas e interpretadas conforme con el principio de protección al consumidor y
el acceso al consumo sustentable.

En caso de duda sobre la interpretación del Código o las leyes especiales, prevalece la más
favorable al consumidor.

Cuando existan dudas sobre los alcances de su obligación, se adopta la que sea menos
gravosa.

Esta regla también está contemplada en los arts. 3 y 37 de la LDC.

De modo que, se establece una cláusula general de interpretación favorable al consumidor,


siempre hay que interpretar el contrato en beneficio del consumidor.

Asimismo, cuando hubiere dudas sobre los alcances de la obligación del consumidor, debe
estarse en favor de su liberación.

Cláusulas abusivas

El art. 1117 del CCyC establece la aplicación al contrato de consumo de lo dispuesto por las
leyes especiales y los arts. 985, 986, 987 y 988, existan o no cláusulas generales predispuestas
por una de las partes.

Por su parte, el art. 1119 considera como abusiva a la cláusula que, habiendo sido o no
negociada individualmente, tiene por objeto o por efecto provocar un desequilibrio
significativo entre los derechos y las obligaciones de las partes, en perjuicio del consumidor.

El control de abusividad lo realiza el juez o la administración.

Los parámetros que suministran el CCyC y la ley 24.240 (art. 37) para saber cuándo una
cláusula es abusiva es amplio. Son aquellas que:

-Desnaturalizan las obligaciones (art. 988 inc. A) del CCyC y art. 37, inc. a) Ley 24.240.

-Las que importen renuncia o restricción de derechos del consumidor o amplíen los derechos
de la otra parte (art. 988, inc. b) CCyC y art. 37, inc. b) ley 24.240.
-Cláusulas que eximan o limiten la responsabilidad por daños (arts. 1743 CCyC y art. 37 inc.
a) Ley 24.240

-Cláusulas que contengan cualquier precepto que imponga la inversión de la carga de la


prueba, art. 37, inc. c) ley 24.240.

Noción de cláusula abusiva

El Código utiliza como criterio general la palabra “desnaturalización” y en los contratos de


consumo menciona “desequilibrio”.

Las cláusulas abusivas son aquellas que establecen un desequilibrio significativo entre los
derechos y obligaciones de las partes, en perjuicio del consumidor.

Puede darse por ejemplo: cuando las cláusulas del contrato de medicina prepaga establecen la
facultad unilateral de la empresa de modificar el importe de la cuota sin informar al consumidor
con suficiente antelación la cuantía del aumento.

Este desequilibrio significativo, debe determinarse a partir del cotejo “contextual” de los
derechos y obligaciones de ambas partes, teniendo en cuenta la naturaleza y la finalidad del
contrato en cuestión (arts. 1065 y 1095).

El control de las cláusulas abusivas

El CCyC establece, sin perjuicio de lo dispuesto en la ley especial, un doble control de la


incorporación de las cláusulas abusivas en los contratos de consumo. El administrativo y el
judicial.

a)Así, la aprobación administrativa de los contratos o de sus cláusulas no obsta el


control judicial.

Existen muchos contratos en los cuales se le atribuye a la autoridad administrativa el control


de las cláusulas general de contratación referidas a las relaciones de consumo. Ello ocurre con
el contrato de seguros según facultades reconocidas por la ley 20.091 a la Superintendencia de
Seguros de la Nación; en el contrato de ahorro previo en donde se hace lo propio con la
Inspección General de Justicia, de acuerdo a la resolución 10/89, y principalmente por la
LDC, cuyo art. 38 dispone que las autoridades de aplicación vigilarán que los contratos de
adhesión o similares, no contengan cláusulas de las previstas en el art. 37.
Además rigen las siguientes reglas:

b)Las cláusulas abusivas se tienen por no convenidas.

Son nulas de nulidad absoluta por violar el orden público, por lo tanto, no prescriben, ni son
confirmables. Podemos citar como ejemplo de este tipo de cláusulas abusivas las que implican
para el consumidor la prórroga de la jurisdicción en la contratación por medios electrónicos.

c)Declarada la ineficacia de la cláusula abusiva, el juez debe integrar el contrato con


normas de derecho positivo.

Como criterio para la integración, el Juez tiene que seguir el mantenimiento del propósito
práctico, de la finalidad subjetiva perseguida.

En los contratos de consumo, la ineficacia parcial de las cláusulas abusivas, tiene como
finalidad la de preservar el contrato y permitir que el consumidor obtenga el bien o servicio
requerido.

Al mismo tiempo se trata de evitar que el empresario diseñe un contrato de modo que la
nulidad de alguna cláusula haga caer toda la contratación, porque ello colocaría al consumidor
en la alternativa de aceptar la cláusula abusiva o perder el propósito práctico.

d)Cuando se pruebe una situación jurídica abusiva derivada de contratos conexos, el


juez debe aplicar lo dispuesto en el art. 1075.
La situación jurídica abusiva se configura cuando existe predisposición de una pluralidad de
actos jurídicos conexos que persiguen en su conjunto provocar un desequilibrio significativo
en los derechos y obligaciones de las partes en perjuicio del consumidor.
El art. 1073 define al contrato conexo al establecer que hay conexidad cuando dos o más
contratos autónomos se hallan vinculados entre sí por una finalidad económica común
previamente establecida, de modo que uno de ellos ha sido determinante del otro para el logro
del resultado perseguido. Esta finalidad puede ser establecida por la ley, expresamente
pactada, o derivada de la imposición, conforme con lo que se dispone en el art. 1074.
El art. 1074 establece que los contratos conexos deben ser interpretados los unos por medio de
los otros, atribuyéndoles el sentido apropiado que surge del grupo de contratos, su función
económica y el resultado perseguido.
Aunque no se precise se remite al último párrafo del art. 1075 que autoriza la extinción por la
frustración de la finalidad económica común de los contratos conexos.

Por último, el art. 1121 establece los límites a las posibilidades de declaración de abusividad,
al señalar que: No pueden ser declaradas abusivas:

a) Las cláusulas relativas a la relación entre el precio y el bien o el servicio procurado

b) Las que reflejan disposiciones vigentes en tratados internacionales o en normas legales


imperativas.

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