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La capacidad de derecho
El artículo 22 del CCyC admite que la regla general es la de la capacidad de derecho de la persona humana.
En ese sentido, establece que la capacidad de derecho es la aptitud para ser titular de derechos y deberes
jurídicos.
Siendo la regla la capacidad, sus limitaciones deben estar expresamente previstas por la ley y sólo para
situaciones excepcionales.
Incapacidades de ejercicio
En principio el nuevo código abandona la clasificación entre incapacidad de hecho absoluta y relativa.
Las incapacidades de ejercicio están taxativamente enumeradas en el art. 24 del Código Civil. En razón de lo
cual, ostentan incapacidad de ejercicio:
a) las personas por nacer (art. 19);
b) la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente (incluye a las personas menores de
edad, en los términos del art. 26 y concordantes) y
c) la personas declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión dispuesta en esa decisión
En este inciso se incluyen las personas a quienes se declaró la incapacidad del art. 32 párrafo 4°; situación que en
la actual legislación se presenta como un supuesto excepcional y que procede solamente en los casos en que la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada para interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por
cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz. En estas circunstancias el
juez puede declarar su incapacidad y designarle un curador.
El inciso también incluye a las personas a quienes se les restringió su capacidad conforme art. 32, párrafo 1° del
CCyC. En estos casos el juez deber designar el o los apoyos necesarios que prevé el art. 43 especificando las
funciones que se limitan a la persona.
Se abandona el término demente del lenguaje jurídico contenido en el Código.
Los menores
En el nuevo Código se abandona la categoría del menor impúber, menor adulto.
Conforme lo dispuesto por el art. 25 del CCyC menor de edad es la persona que no ha cumplido dieciocho años.
Denomina genéricamente “menor de edad” a las personas desde el nacimiento hasta lo dieciocho años.
A su vez, dentro de la categoría de personas menores de edad se incluye a los adolescentes: desde lo trece años
hasta la mayoría de edad.
En lo que respecta a la capacidad de los menores, la actual legislación recoge las directivas de la CDN
disponiendo la capacidad progresiva del niño/a en consonancia con la evolución de sus facultades (art. 24).
En principio, el CCy C determina que la persona menor de edad es incapaz de ejercicio y ejerce sus derechos a
través de sus representantes legales (art. 26).
Ahora bien, el ordenamiento jurídico prevé, según pautas de edad y grado de madurez, que pueden realizar, a
través de sus representantes legales algunos actos, otros por sí mismos bajo un régimen de asistencia y por
último algunos actos los pueden ejercer libremente en virtud de la capacidad de ejercicio que el Código les
reconoce (arts. 26 y concs.). Incluso prescribe que, en algunas cuestiones, los menores deben tener participación
en las cuatro etapas del proceso decisorio: ser informado, derecho a ser oído y de expresar una opinión formada,
lograr que dicha opinión sea tomada en cuenta y ser el principal responsable o corresponsable de la toma de
decisiones.
Por lo tanto, a mayor autonomía, disminuye la representación de los progenitores en el ejercicio de los derechos
de los hijos (art. 639 inc. b). Incluso habiendo conflicto de interés con los representantes legales, lo hijos podrán
intervenir por derecho propio y con asistencia letrada, sin perjuicio de los demás supuestos específicos donde
también se les reconoce expresamente su actuación con asistencia letrada (arts. 109 inc. a, 596, 608 inc. a, 617
inc. a, 661 inc. b, 677, 678 y 679).
El discernimiento para los actos voluntarios lícitos ahora se adquiere, en general, a partir de los trece años (arts.
260 y 261 inc. c); en tanto el discernimiento para los actos voluntarios ilícitos se sigue adquiriendo a los diez
años (art. 261 inc. b).
La mayoría de edad se adquiere de pleno derecho el día en que la persona cumple los dieciocho años de edad.
A partir de allí, la persona adquiere la plena capacidad de ejercicio por haber cesado el supuesto –la menor edad-
del que se deriva la incapacidad.
Se extingue la responsabilidad parental (arts. 638 y 699 inc. c) y, con ello, la representación legal que ejercían los
padres (art. 101 inc. b). Asimismo, es causal de cese de la tutela (arts. 104 y 135).
Ello, sin perjuicio de lo dispuesto para los casos de las personas menores de edad emancipadas (arts. 27, 28 y 29).
Los emancipados
Otro de los supuestos por los cuales los menores de edad adquieren capacidad de ejercicio es a través de la
emancipación.
La emancipación, confiere la capacidad con algunas limitaciones.
Es a su vez causal de extinción de la responsabilidad parental (arts. 638 y 699) y, con ello, cesa la representación
legal que ejercían los padres a la luz del art. 101 inc. b). Asimismo, hace cesar la tutela (arts. 104 y 135 inc. a).
Sólo está prevista la emancipación por matrimonio, la cual es irrevocable.
Si bien, en principio, la persona menor de edad que contrae matrimonio queda emancipada y pasa a gozar de
plena capacidad de ejercicio (art. 27), se establecen una serie de prohibiciones no dispensables por autorización
judicial y se prevé la necesidad de autorización judicial para la realización de otros actos.
El art. 29 reconoce como antecedente lo dispuesto por el art. 135 del Código anterior.
Conforme ello, los emancipados para disponer de sus bienes recibidos a título gratuito requieren de autorización
judicial.
Se ha eliminado la posibilidad de que la autorización pudiera ser dada por el cónyuge mayor de edad prevista en
el anterior art. 135.
La autorización para disponer en forma onerosa de los bienes recibidos a título gratuito, deberá ser otorgada de
acuerdo a dos posibilidades: cuando el acto sea de toda necesidad, o bien cuando de él resulte una ventaja
evidente. El Código no prevé el requisito de que la venta deba hacerse en pública subasta.
El sistema de Apoyos
El sistema de apoyos para la toma de decisiones es una institución que el Código regula a la luz de la CDPD.
Se denomina apoyo a cualquier medida de carácter judicial o extrajudicial que facilite a la persona la toma de
decisiones para dirigir su persona, administrar sus bienes y celebrar actos jurídicos en general. Estas medidas
tienen por finalidad promover la autonomía y facilitar la comunicación, la comprensión y la manifestación de
voluntad de la persona para el ejercicio de sus derechos (art. 43 párr. 1° y 2°, CCyC).
Esta medida de protección se diseña a partir de las necesidades y circunstancias concretas de la persona para
hacer efectivo el ejercicio de sus derechos, por lo que no resulta sustitutiva de la voluntad de la persona.
La iniciativa para la designación de una o más personas que presten el apoyo nace del mismo sujeto protegido;
será el juez quien determine las condiciones y alcances de la designación, y la calidad de las medidas, teniendo
especial precaución de que no se generen conflictos de intereses o influencia indebida (art. 43, párr. 3° CCyC).
Este sistema de protección puede conformarse a través de un asistente personal, un familiar o red de familiares,
un allegado o red de allegados, una asociación, una institución oficial (La Defensoría General de la Nación,
dentro del ámbito del Ministerio Público de la Defensa, ha previsto para los curadores la función y las medidas
de apoyo, distinguiéndola de la función de la curatela representativa y de la asistencia, conf. Resolución DGN
1045/2012).
El modelo de apoyos, a diferencia del modelo tutelar-sustitutivo, no tiene como principal objetivo la “protección”
de la persona, sino “reconocer y garantizar” sus derechos. Esto tiene profundas consecuencias para el Derecho,
puesto que el foco ya no se centra en procurar tomar la mejor decisión para proteger a la persona desde
parámetros externos u objetivos, sino en dotarle de las herramientas y los apoyos necesarios para que ella misma
pueda tomar la decisión y ejercer sus derechos desde parámetros propios (Cuenca Gómez, Patricia, “La
capacidad jurídica de las personas con discapacidad: el artículo 12 de la Convención de la ONU y su impacto en
el ordenamiento jurídico español”, Revista de Derechos y Libertades, N° 24, Época II, enero de 2011, ps. 221-
255).
En la sentencia se establecerá la condición y la calidad de las medidas de apoyo y se inscribirá en el Registro de
Estado Civil y Capacidad de las Personas (arts. 38 y 43, in fine CCCN).
Estas medidas de apoyo podrán consistir en: a) una voluntad integradora para la celebración de determinados
actos jurídicos; b) para otro tipo de actos, se puede determinar que el apoyo asista a la persona en la
manifestación de su voluntad, a partir de la utilización de formatos alternativos de comunicación y de toda la
información necesaria para la conclusión del acto jurídico; c) excepcionalmente, también es posible que el apoyo
realice una acción de representación de la persona para un acto puntualmente determinado en un momento
determinado (art. 101, inc. c), CCCN). (Lorenzetti, Ricardo Luis. Código civil y Comercial de la Nación
Comentado. T. I. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe. 1ª. Edición. Año 2014, p. 255).
Por otro lado, la persona plenamente capaz puede anticipar directivas referidas a su salud y en previsión de su
propia incapacidad. Entre ellas se incluye la facultad de designar a la o las personas que ejercerán la curatela
(Ver. Fallo “R., G. O. s/ curatela”. Trib. de Familia n° 1, Mar del Plata del 2/10/2012, en el que el causante
expresó directivas anticipadas para el caso de descompensación psiquiátrica, dejando expresamente previsto en
autos que lo atienda su médico de cabecera y que sólo en caso de que dicho profesional no se encontrara o
existiera situación de urgencia, deberán llevarlo al domicilio de su madre y para el caso de requerir internación,
la misma debe ser realizada en una clínica determinada).
Esta elección puede ser libremente revocada (arts. 60 y 139 CCyC) y debe ser aprobada judicialmente.
Las Salvaguardias
El CCyC solo se refiere a los apoyos, no obstante, la CDPD introduce también la expresión salvaguardia como
mecanismo de tutela de las personas con discapacidad.
El término salvaguardia, alude a custodia, amparo, garantía, a él se refiere el art. 12, inc. 4 de la CDPD.
El precepto, en efecto, obliga a revisar los sistemas legales vigentes a los efectos de asegurar que en todas las
medidas relativas al ejercicio de la capacidad jurídica se adopten salvaguardas, como garantía para un
funcionamiento regular de los mecanismos de apoyo, basadas siempre en el respeto a la voluntad y las
preferencias de la persona.
Las salvaguardias han de ser proporcionales y adaptadas a las circunstancias, y han de estar sujetas al control de
una autoridad o un órgano judicial competente, independiente e imparcial.
De allí que, teniendo en cuenta las exigencias del Código y de la CDPD, al establecer las salvaguardias el juez
garantizará: a) La inexistencia de abuso, conflicto de intereses ni influencia indebida por parte de la persona o
personas designadas para brindar apoyo en la toma de decisiones y en caso de que ello ocurra, la persona deje de
prestar dicho apoyo; b) Que se respeten los derechos, la voluntad y las preferencias de la persona; c) La
proporcionalidad, revisión de las medidas de apoyo, su aplicación por el plazo más corto posible y mientras
hagan falta.
En todos los casos, la obligación general de salvaguardar el buen funcionamiento del sistema de apoyos recae en
el juez y en el Ministerio Público.
El Curador
En el caso de que la persona se encuentre “absolutamente imposibilitada” de expresar su voluntad por cualquier
modo y el sistema de apoyos resulte ineficaz, procede la declaración de incapacidad y la designación de un
curador que la represente (art. 32, último párrafo).
Se trata de una medida excepcional, en la que la función del curador será representativa y por ende sustitutiva de
la voluntad de la persona.
No obstante, el juez deberá determinar en la sentencia la extensión de la declaración de incapacidad, y por tanto
la función representativa del curador también será proporcional a dicho alcance (arts. 24, inc. c. y 38 del CCyC).
La función principal del curador es la de cuidar a la persona y los bienes del incapaz, y tratar de que recupere su
salud a cuyo fin deben ser destinadas las rentas de los bienes de la persona protegida (art. 138 CCyC).
La designación puede recaer en el cónyuge no separado de hecho, el conviviente, los hijos, padres o hermanos de
la persona a proteger, de acuerdo a quien tenga mayor aptitud, teniéndose en cuenta la idoneidad moral y
económica de la persona designada para ejercer la curatela (art. 139, in fine).
Los padres también tienen la facultad de elegir los curadores y apoyos de sus hijos incapaces o con capacidad
restringida (art. 139, 2° párrafo, CCyC).
La curatela puede ser ejercida por una o más personas, en éste último caso, las diferencias de criterio deben ser
dirimidas ante el juez que haya designado al curador, con la intervención del Ministerio Público.
De acuerdo a lo establecido en el art. 118 del CCyC, el curador es responsable del daño causado a su
representado por su culpa, por acción u omisión, en el ejercicio o con ocasión de sus funciones. La persona
declarada incapaz, cualquiera de sus parientes, o el Ministerio Público pueden solicitar judicialmente las
providencias necesarias para remediarlo, sin perjuicio de las que sean adoptadas de oficio.
La Asistencia
La asistencia constituye una forma distinta de protección, pues en ella no hay sustitución de voluntad sino que la
misma debe ser “completada” por la voluntad del asistente.
Mientras que la representación prescinde de la voluntad del sujeto representado, la asistencia da lugar a una
actividad compleja cuyo elemento voluntario está integrado por la voluntad del titular de los derechos ejercidos,
completada por la voluntad de la persona que desempeña la función de contralor (LLAMBIAS, Jorge Joaquín.
Ob. Cit., p. 377, n°610 II).
El régimen de asistencia se establece para las personas con capacidad restringida y para aquellas personas
inhabilitadas por prodigalidad (art. 102 CCyC).
La capacidad restringida parte de la consideración de que la persona conserva su capacidad, la cual es restringida
para uno o determinados actos.
De modo que, para aquellos actos para los cuales necesita la asistencia, el Código prevé un acompañamiento para
la toma de decisiones con relación a dichos actos, mediante un sistema de apoyos (Art. 43 CCyC).
Es así que, para el supuesto de las personas mayores de 13 años con capacidad restringida a causa de una
adicción o de una alteración mental permanente y prolongada, de suficiente gravedad, se instituyen los apoyos
con facultades representativas.
El sistema de apoyos también está previsto para los inhabilitados a quienes se imponen ciertas restricciones para
la realización de uno o varios actos jurídicos.
El apoyo debe asistirlo en el otorgamiento de actos de disposición entre vivos y en los demás actos que fije el
juez en la sentencia (art. 49 CCCN).
Inhabilitados Artículo 48.- Pródigos. Pueden ser inhabilitados quienes por la prodigalidad en la gestión de sus
bienes expongan a su cónyuge, conviviente o a sus hijos menores de edad o con discapacidad a la pérdida del
patrimonio. A estos fines, se considera persona con discapacidad, a toda persona que padece una alteración
funcional permanente o prolongada, física o mental, que en relación a su edad y medio social implica
desventajas considerables para su integración familiar, social, educacional o laboral. La acción sólo
corresponde al cónyuge, conviviente y a los ascendientes y descendientes.
En la legislación actual el instituto de la inhabilitación queda limitado exclusivamente para los pródigos.
En virtud del nuevo régimen implementado de restricción a la capacidad, ya no procede la inhabilitación en
relación a las personas con trastornos derivados del consumo de alcohol o del uso de estupefacientes, ni de
aquellas disminuidas en sus facultades mentales que consignaba el art. 152 bis del Código Civil.
Estas situaciones se encuentran contempladas en el sistema general previsto en el art. 32 del CCyC bajo la
fórmula de quienes padecen una “adicción o una alteración mental permanente o prolongada de suficiente
gravedad…” y constituyen supuestos de la restricción a la capacidad de ejercicio.
El mantenimiento en el Código de este único supuesto de inhabilitación, nos lleva a esbozar una primera
apreciación: si los pródigos tienen una regulación específica y diferenciada de las conductas descriptas en el
párrafo anterior, es porque no se reconoce a la prodigalidad como problema mental de base, sino como una
conducta antisocial de la persona, basada en la exposición a reiterados actos de dilapidación en su patrimonio.
La técnica legislativa adoptada, aborda el tratamiento de la institución a lo largo de tres (3) artículos dedicados al
concepto (art. 48), los efectos (art. 49) y el cese de la restricción (art.50).
Efectos
Artículo 49.- Efectos. La declaración de inhabilitación importa la designación de un apoyo, que debe
asistir al inhabilitado en el otorgamiento de actos de disposición entre vivos y en los demás actos que le
juez fije en la sentencia.
El art. 49 señala los efectos de la declaración de inhabilitación, siguiendo la redacción del art. 152 bis del Código
anterior.
La declaración de inhabilitación no modifica la condición de sujeto capaz de la persona. Rigen en el caso los
principios consagrados por los arts. 22 y 23 del CCyC, según los cuales en las personas humanas la regla es la
capacidad de derecho y de ejercicio, por lo que gozan de la aptitud para ser titulares de derechos y deberes
jurídicos con las limitaciones establecidas por la ley o en una sentencia judicial, respecto de hechos, simples
actos, o actos jurídicos determinados.
En ese sentido, la sentencia limita el poder de disposición del inhabilitado en sus actos entre vivos y “en los
demás actos que el juez fije en la sentencia”, para los que designará un “apoyo” para asistirlo en el otorgamiento
de dichos actos. En el primer caso no existe innovación con respecto a la anterior previsión normativa.
En relación a la alusión a “los demás actos que el juez fije en la sentencia”, una primera interpretación haría
suponer que el artículo se refiere, por oposición, a los actos de administración. No obstante, coincidimos con la
interpretación que resalta que los lineamientos de la inhabilitación, en cierto modo, han sido concebidos
injustificadamente de manera más rígida que los demás supuestos de restricción a la capacidad de ejercicio, en
tanto y en cuento las facultades judiciales se presentan más limitadas (en razón de que el amplio criterio que
otorgan al juez los arts. 32, 37 y 38 del CCyC se restringe en el caso de los inhabilitados por prodigalidad, atento
a que necesariamente no puede prescindir “de la designación de un apoyo, que debe asistir al inhabilitado en el
otorgamiento de actos de disposición entre vivos”.
El solo hecho de incluir toda una “clase” de actos, en los cuales el individuo debe integrar su voluntad con la de
un asistente o de un “apoyo”, supone un recorte muy importante a su autogestión patrimonial y si a ello se suman
“otros actos” que se puedan individualizar en la sentencia, la situación parece agravarse y acercarse cada vez más
al supuesto de “capacidad restringida” y aún, llegar a superarlo en orden a la extensión de los actos excluidos
Como consecuencia del dictado de la sentencia de inhabilitación, se impone la designación de un “curador-
asistente” o “apoyo”, que complemente su actuación en la celebración de los actos de disposición de bienes y
demás actos que el juez fije en la sentencia.
El contenido de la figura del “apoyo” lo encontramos en el art. 43 del CCyC, en dicho artículo también se define
su función y quienes pueden ser considerados como tales.
Así, “se entiende por apoyo cualquier medida de carácter judicial o extrajudicial que facilite a la persona que lo
necesite la toma de decisiones para dirigir su persona, administrar sus bienes y celebrar actos jurídicos en
general…”.
La función de las medidas de apoyo es “promover la autonomía y facilitar la comunicación, la comprensión y la
manifestación de voluntad de la persona para el ejercicio de sus derechos…”.
Respecto de quienes son llamados a cubrir esa función, la norma citada establece que “El interesado puede
proponer al juez la designación de una o más personas de su confianza para que le presten apoyo. El juez debe
evaluar los alcances de la designación y procurar la protección de la persona respecto de eventuales conflictos
de intereses o influencia indebida. La resolución debe establecer la condición y la calidad de las medidas de
apoyo y, de ser necesario, ser inscripta en el Registro de Estado Civil Capacidad de las Personas”.
En este aspecto, cabe detenerse en el análisis de los sujetos llamados a ejercer la función de apoyos.
ii
iii
Creo conveniente que, en ciertas condiciones, el curador-asistente o apoyo no sea alguno de los sujetos tutelados
por el art. 48 del CCyC, ello en orden a evitar posibles persecuciones familiares con fines especulativos.
Asimismo, esto resultaría congruente con la finalidad prevista en el art. 43 de proteger al inhabilitado respecto de
eventuales conflictos de intereses o influencia indebida.
Los actos realizados luego de que la sentencia disponga la inhabilitación, y que contravengan el régimen de
asistencia dispuesto, padecen de nulidad relativa y pueden ser confirmados, conforme la previsión del art. 388
CCyC.
Los realizados antes de la iniciación del juicio de inhabilitación no pueden ser anulados so pretexto de que la
prodigalidad era notoria, dado que los arts. 45 y 46 CCyC no resultan de aplicación a los inhabilitados.
Cese de la restricción
Art. 50. Cese de la inhabilitación. El cese de la inhabilitación se decreta por el juez que la declaró, previo
examen interdisciplinario que dictamine sobre el restablecimiento de la persona.
Si el restablecimiento no es total, el juez puede ampliar la nómina de actos que la persona puede realizar
por sí o con apoyo.
El art. 50 del CCyCN, regula el cese de la inhabilitación que se produce por intervención judicial.
El primer párrafo del artículo aludido requiere el “restablecimiento” de la persona inhabilitada, dictaminado por
un “equipo interdisciplinario”.
Esto suma una nueva imprecisión en la regulación de la inhabilitación, en este caso, situada en la complejidad de
definir los contornos de la actuación del equipo interdisciplinario.
En las XXV Jornadas Nacionales de Derecho Civil se concluyó por unanimidad que no es claro cuál es el rol del
equipo interdisciplinario.
En efecto, si sostenemos que el enfoque de la figura se centra en un actuar objetivo: el despilfarro o la
dilapidación, con resultado económico disvalioso para el patrimonio familiar, sin aludir a una causa patológica de
base, ¿cómo puede ponderarse tal comportamiento sobre la base de un examen interdisciplinario?
Ello implicaría el reconocimiento de la presencia de algún desarreglo en la psiquis del individuo que lo lleva al
dispendio de sus bienes.
Asimismo, me pregunto ¿En qué se basa la evaluación interdisciplinaria? ¿sólo es puramente económica?
Si es así, las respuestas a estas preguntas condicionan la calificación técnica del equipo interviniente y el criterio
de valoración aplicable a esta especial restricción a la capacidad de ejercicio.
Por otro lado, tampoco se prevé un plazo de revisión periódica de la sentencia, mientras que en los casos de
declaración de incapacidad o de restricción a la capacidad se establece expresamente en el art. 40 CCyC, la
obligación de revisar cada tres años la sentencia.
También se resalta la omisión sobre la inscripción de la sentencia, por lo que entendemos que resulta aplicable el
párrafo último del art. 637 quáter, del CPCCN, y sus concordantes de los Códigos de Procedimientos
provinciales, en cuanto ordenan inscribir la sentencia en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas.
Se reitera en este punto, la misma omisión en que incurriera el art. 152 bis del Código anterior y que
oportunamente fuera advertida por la doctrina, a fin de proteger el derecho de terceros.
Ambos extremos han sido considerados en las XXV Jornadas Nacionales de Derecho Civil en las que se
concluyó que deben aplicarse los mismos principios de registración y revisión previstos para la restricción de la
capacidad.
En primer lugar, cabe destacar que el Código innova respecto del título del capítulo, ya que lo denomina
“Incapacidad e inhabilidad para contratar” en lugar de “De los que pueden contratar” que fue el título con que
Vélez encabezó esa parte de su obra.
Se han suprimido las reiteraciones contenidas en el art. 1160 del Código Civil anterior, referidas a las
incapacidades de ejercicio absolutas y relativas y las incapacidades de derecho, todas ellas tratadas en los
principios generales sobre la capacidad civil. También se ha obviado toda referencia a los religiosos profesos y a
los comerciantes fallidos.
La norma resulta aplicable a las incapacidades y restricciones a la capacidad de ejercicio.
Las incapacidades para contratar con personas determinadas son tratadas en el art. 1001 como inhabilidades para
contratar.
Las inhabilidades especiales son detalladas en el art. 1002.
De este modo, se supera la dispersión del tratamiento de la capacidad civil.
Para la generalidad de los actos jurídicos, y el contrato lo es, el nuevo Código dispone en la sección 4ª. (efectos
de la nulidad), del Capítulo 9 (ineficacia de los actos jurídicos), del Título IV (hechos y actos jurídicos), del
Libro Primero (parte general), una norma general, reguladora de los efectos de la nulidad para todo acto jurídico,
el art. 390.
La solución allí adoptada es diferente a la que establece el art. 1000, toda vez que se dispone que pronunciada la
nulidad por los jueces, las partes quedan obligadas a restituirse mutuamente lo que han recibido, restituciones que
se regirán por las disposiciones relativas a la buena o mala fe según sea el caso.
Contrariamente en el supuesto contemplado en el art. 1000, se establece que la parte capaz del contrato nulo
tiene derecho a este reclamo reembolso sólo si el contrato enriqueció a la parte incapaz o de capacidad restringida
y hasta el monto que se haya enriquecido, jugando esto como tope máximo.
Se ha mantenido el esquema del código derogado, que tenía una norma general ubicada en el art. 1052 aplicable
a los efectos de las nulidades del acto jurídico, norma similar a la del art. 390 del CCyC, y en el art. 1165 tenía
una disposición específica referida a las nulidades derivadas de un contrato celebrado por un incapaz, similar al
art. 1000 que estamos analizando.
Sin embargo, en el régimen del art. 1165 el contratante capaz además de la acción de enriquecimiento sin causa,
tenía a su disposición la posibilidad de reclamar la restitución o el reembolso de todo lo que había entregado y sin
el límite del enriquecimiento, si probaba que existe lo que dio, opción que no se le otorga en el nuevo Código, en
el cual el quantum del enriquecimiento sin causa será la medida y el tope máximo de lo que está legitimado a
solicitar como restitución.
Art. 1001.-Inhabilidades para contratar. No pueden contratar, en interés propio o ajeno, según sea el caso, los
que están impedidos para hacerlo conforme a disposiciones especiales. Los contratos cuya celebración está
prohibida a determinados sujetos tampoco pueden ser otorgados por interpósita persona.
Se mencionan con la expresión inhabilidades para contratar a las comprendidas en el concepto amplio que
habitualmente denominó a las “incapacidades de derecho”.
Según menciona el artículo, las prohibiciones de contratar rigen aun para los supuestos en que la contratación sea
hecha concurriendo en carácter propio o mediante la utilización de interpósita persona.
El código no expresa una enumeración taxativa de las inhabilidades para contratar.
La disposición legal prohíbe así en forma expresa la posibilidad de autocontratación en aquellos casos en que la
inhabilidad tiene su causa en el ejercicio de funciones de representación legal provenientes de la responsabilidad
parental, de la tutela o de la curatela.
Tienen inhabilidad para contratar:
a)Los progenitores no pueden celebrar contrato alguno con el hijo que está bajo su responsabilidad, excepto las
donaciones mencionadas en el art. 1549 (art. 689).
No pueden comprar bienes de su hijo ni constituirse en cesionarios de sus créditos, derechos o acciones contra su
hijo ni obligarlo como fiadores de ellos o de terceros.
b)Los tutores no pueden celebrar con su tutelado los actos prohibidos a los padres respecto de sus hijos menores
de edad (art. 120), igualmente antes de la aprobación de las cuentas de la tutela el tutor no puede celebrar
contrato alguno con el pupilo aunque haya cesado la incapacidad.
c)Igual prohibición rige para los curadores respecto de los bienes de la persona incapaz (art. 138).
d)Los tutores, curadores y apoyos respecto de los bienes de las personas incapaces o con capacidad restringida
bajo su representación para celebrar contrato de comodato (art. 1535). Tampoco pueden celebrarlo los
administradores de bienes ajenos, públicos o privados, excepto que tengan facultades expresas para ello.
e)Los tutores y curadores para ser donatarios de quienes han estado bajo su tutela o curatela antes de la rendición
de cuentas y pago de cualquier suma que hayan quedado adeudándoles (art. 1550).
f)Los padres, tutores o curadores no pueden realizar transacción respecto de las cuentas de su gestión ni siquiera
con autorización judicial (art.1646). Tampoco pueden realizar transacción los albaceas en cuanto a los derechos y
obligaciones que confiere el testamento sin autorización del juez de la sucesión.
g)El fallido para realizar actos de administración o de disposición sobre los bienes de la quiebra que son objeto
de desapoderamiento resultando ineficaces los que celebre en contravención de esta prohibición (art. 109 LCQ).
h)Los directores de la sociedad anónima no pueden celebrar con la sociedad contratos que no sean de la actividad
en que ésta opere ni tampoco aquellos que aun siendo de la actividad de la sociedad no se concierten en
condiciones de mercado. Si no se obtiene la aprobación del directorio o la conformidad de la sindicatura, los
contratos son nulos (art. 271 Ley de Sociedades).
En definitiva, la norma tiene como finalidad evitar que determinados sujetos, que se encuentran en una posición
que les da alguna ventaja concreta frente a otros intereses con los que se encuentran vinculados o por los que
deben velar, se aprovechen de la situación para obtener una ventaja particular.
En este artículo se tratan las incapacidades especiales para contratar respecto de bienes determinados.
Las inhabilidades especiales para contratar habían sido tratadas por el Código derogado al regularse la
compraventa, bajo la denominación de incapacidades de derecho.
Resulta importante la inclusión dentro de los sujetos comprendidos en las incapacidades de derecho, a los
árbitros, mediadores y sus auxiliares, quienes por su novedad fueron omitidos en el Proyecto de Código Civil
Unificado con el Comercio de 1998.
Asimismo, se unifican en un solo artículo las prohibiciones de contratar en interés propio de los funcionarios
públicos, jueces, funcionarios de justicia, árbitros, mediadores y finalmente a los abogados y procuradores ya que
en el Código Civil anterior la cuestión era tratada en dos contratos distintos: la compraventa y la cesión.
La norma tiende a evitar que los sujetos mencionados puedan influir en el litigio o en el precio resultante,
garantizando la independencia de los mismos respecto de los intereses en juego.
En el caso del abogado a quien se veda la posibilidad de convertirse en dueño de los bienes de su cliente, la
incapacidad de derecho se impone con la finalidad de proteger el buen manejo de los intereses ajenos, cuya
defensa se le ha encomendado.
Respecto de la prohibición que involucra a los jueces, funcionarios y auxiliares de justicia se limita a vedar la
contratación de bienes que se hallen en litigio en procesos en los intervienen o han intervenido.
Borda interpretando el artículo 1361, inc. 6° del Código anterior, que regulaba el supuesto en estudio, entendió
que los jueces no tenían ningún obstáculo para comprar bienes comprendidos en pleitos que tramitaran ante otros
juzgados, aunque fueran de la misma jurisdicción.
En el caso de los funcionarios públicos la incapacidad de derecho se extiende a la enajenación de los bienes que
administran o han administrado en algún momento de su carrera, por lo que debe interpretarse en sentido lato,
incluye a ministros, secretarios y subsecretarios del gobierno nacional, provincial y municipal y también a los
empleados públicos y debe interpretarse en el sentido de alejar el peligro que implica que ellos puedan utilizar su
influencia para obtener beneficios en perjuicio de los intereses públicos.
La inobservancia de las inhabilidades de los jueces, funcionario y auxiliares de justicia, árbitros y mediadores y
de los funcionarios públicos en general dan lugar a la nulidad absoluta del acto otorgado.
De conformidad con lo previsto en el artículo 446, antes de la celebración del matrimonio los futuros cónyuges
pueden hacer convenciones respecto del régimen patrimonial al que habrá de sujetarse su matrimonio. A falta de
tal opción, los cónyuges quedan sometidos desde la celebración del matrimonio al régimen de comunidad de
ganancias.
En la comunidad de ganancias se consideran bienes gananciales, entre otros, a aquellos adquiridos a título
oneroso o comenzados a poseer durante la comunidad por uno y otro de los cónyuges, o por ambos en conjunto.
La administración y disposición de los bienes adquiridos por uno de los cónyuges le corresponden y la de los
adquiridos conjuntamente por los esposos corresponde en conjunto a ambos.
No obstante, en el primer caso, es necesario el asentimiento del otro para enajenar o gravar los bienes
registrables, acciones nominativas no endosables y las no cartulares, participaciones en sociedades,
establecimientos comerciales, industriales o agropecuarios, etc.
El artículo en análisis establece como incapacidad de derecho que los cónyuges sometidos al régimen de la
comunidad contraten en interés propio. Dicho impedimento estaba consagrado también en el art. 1358 del
Código Civil según ley 17.711.
La prohibición que los cónyuges tenían para celebrar contrato de compraventa y donación se hizo extensiva a
otros contratos tales como: el usufructo sobre cosa no fungible, uso y habitación, servidumbres, permuta, cesión
de créditos, renta vitalicia mediante entrega de cosa, dación en pago de una cosa, de un crédito; fianza constituida
por un cónyuge garantizando la deuda de un tercero hacia el otro consorte, fideicomiso entre un cónyuge
fiduciante y el otro beneficiario excepto ausencia de gratuidad, cesión de herencia, cesión de cuotas sociales,
leasing, etc.
La finalidad de la prohibición de celebrar los contratos que apunten a la transmisión de un bien de un cónyuge al
otro, se centra en evitar la creación de intereses contrapuestos e incompatibles o bien que sirvan para burlar a
terceros.
La nulidad generada por la transgresión de esta inhabilidad será de carácter absoluto (art. 387).
De optar los cónyuges por el régimen de separación de bienes (conf, art. 463 CCyC) no tienen el impedimento
para celebrar contratos entre sí.
En el caso de los albaceas, la prohibición de celebrar contrato de compraventa en interés propio no rige cuando
además de ser albacea sea heredero. Ello en virtud de que, se trata de lograr que desempeñe su función conforme
a rígidos principios éticos.