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Los trabajadores: empleos inseguros y precarios

Muchos y muchas inmigrantes encontraron trabajo en las fábricas, en el ferrocarril, en el puerto, en la construcción o como
carpinteros, zapateros, panaderos, herreros, mecánicos, costureras, mo distas, sirvientes, lavanderas, planchadoras, nodrizas, entre
otros oficios.
En las fábricas, los obreros y obreras, extranjeros o nativos, debían trabajar diez o más horas por día. A esta situación, se
sumaba la falta de descanso los fines de semana y los intensos ritmos de trabajo. Además, como muchas veces las tareas estaban
muy mal organizadas y no se respetaban las mínimas normas de seguridad, los trabajadores sufrían accidentes muy serios. Los
patrones no se hacían cargo y los accidentados, además de lesionados, se quedaban sin trabajo. Las actividades donde se producía
la mayor cantidad de accidentes de trabajo eran la construcción y el transporte. No había ninguna ley que protegiera a los
trabajadores de estas y otras injusticias.
El trabajo no era bien pago y tampoco estable. Cuando la economía del país entraba en crisis, muchos quedaban desocupados y
otros vivían con temor a perder el empleo.

Vivir en los conventillos

Los gobiernos de la época no brindaron protección a los trabajadores y tampoco se preocuparon por el tema de la vivienda. ¿Cómo
se resolvió este problema? ¿Dónde fueron a vivir los nuevos habitantes de la ciudad?
Algunos empresarios encontraron una precaria solución a este problema. En el barrio porteño de San Telmo, transformaron unas
grandes y viejas casas abandonadas en viviendas colectivas, más conocidas como conventillos. Luego, como siguieron llegando más
inmigrantes, se construyeron nuevas viviendas colectivas. Sin embargo, en estas viviendas no se vivía mejor que en los primeros
conventillos. También se ocuparon fondas o bodegones, hoteles y casas de pensión, que sirvieron de primeras viviendas a los traba-
jadores extranjeros, tanto en Buenos Aires como en otras ciudades de la Argentina.
Motivados por las duras condiciones de trabajo, los bajos salarios y las incomodidades del conventillo, muchos trabajadores co-
menzaron a unirse y organizarse para luchar por mejoras en las condiciones laborales.

Conozcamos un poco más lo que es un conventillo


Mira las referencias para comprender mejor la estructura y la vida dentro de estas grandes viviendas:

1) Piezas: Las habitaciones tenían de tres a cuatro metros de 4) Brasero: En algunos conventillos se cocinaba en braseros
altura y las más grandes, una superficie de 20 metros. que se ubicaban a la salida de las piezas o en los pasillos.
Estaban ocupadas por familias obreras con tres, cuatro, En otros, cada inquilino cocinaba en su cuarto, con
cinco y hasta seis hijos; o por tres o cuatro hombres solos. calentador de alcohol o aceite.
Contaban con dos o tres camas de hierro o simples catres y 5) Patio: El patio era el espacio común para casi todas las
con muy poco espacio para poder pasar. actividades. Muchas veces, los inquilinos peleaban por las
2) Baños: Los baños eran comunes. Algunos conventillos incomodidades que provocaban el uso en común del agua,
contaban con un baño por cada diez cuartos. las sogas para colgar la ropa y los baños, y los ruidosos
3) Piletón: Para tener agua, los inquilinos debían ir al Piletón juegos de los chicos. Pero el patio también fue un lugar de
o al aljibe común. Durante mucho tiempo, el agua fue fiesta colectiva, donde hombres y mujeres cantaban y
aprovisionada por aguateros. bailaban y mezclaban sus diversas culturas.
Del conventillo a la casa propia
Entre 1900 y 1910 muchos trabajadores inmigrantes pudieron dejar el conventillo y comprar lotes alejados del centro de la
ciudad, a bajos precios y gracias a buenas facilidades de pago. Allí, poco a poco, fueron construyendo sus casas ayudados por
sus hijos, parientes y vecinos. Las casas, muchas de madera y chapa, estaban separadas de las de los vecinos por tejidos de
alambre.

En los barrios nuevos se podía vivir mejor que en el conventillo. Sin embargo, la vida no era muy sencilla, sobre todo en los
barrios que se edificaban sobre terrenos bajos e inundables. En la mayoría de ellos, no había cloacas, ni aguas corrientes, ni
electricidad. Las calles, salvo las principales, eran de tierra, estaban mal iluminadas y tenían zanjas a los costados por donde
corrían las aguas pluviales y algunos desechos.

Comerciantes y artesanos
La mayoría de los trabajadores extranjeros y sus familias llevaban una vida muy sacrificada. Todos trabajaban mucho.
Sabían cómo producir sus alimentos y dónde conseguir más barato lo que les faltaba. Por ejemplo, para proveerse gratis de leña o
carbón, era común que los niños juntaran los restos de esos materiales que quedaban en los trenes de carga. De este modo,
muchos lograron reunir ciertos ahorros y abrir sus talleres o comercios. Para 1895, la mayoría de los comerciantes y los artesanos de
Buenos Aires eran extranjeros.

Por otra parte, muchos de los hijos de estos extranjeros pudieron incorporarse a la educación pública. Gracias a eso, accedieron
a tareas hasta entonces realizadas por nativos, es decir, habitantes na cidos en el país: empleos en la administración pública, la
justicia, el ejército, la educación y profesiones tales como médicos o abogados.

Esto comenzó a preocupar a los grupos más ricos y poderosos de la Argentina. Temían que los denominados "gringos"
pudieran desplazarlos del lugar de privilegio que ocupaban en la sociedad.

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