Está en la página 1de 8

APELA HONORARIOS.

Sr. Juez,

               Julio Alberto Díaz, por la representación que tengo acordada en estos
autos caratulados Aráoz Farajet, Julio César y otro c/Tabares Rodolfo.
Desalojo-Comodato-Tenencia Precaria (Expte. 8359791), ante V.S.
respetuosamente comparezco y digo:

Que vengo, en tiempo y forma, en obediencia al art 121 del CA y por las
razones que a seguir expongo, a interponer formal Recurso de Apelación en
contra del Auto Interlocutorio nº 333 del 12/10/2021 que regula mis honorarios
profesionales oportunamente solicitados.

I) La falsa “actualización” del tribunal.

Que la regulación fijada no actualiza, como ordena la ley, la base sobre


la cual deberán determinarse los honorarios solicitados. En efecto,
equivocadamente el auto parte de la cifra de $ 9.500,00 y va incorporando
adicionales semestrales hasta completar el plazo de 2 años, como si se tratase
de un contrato que se fue cumpliendo y abonando en un pasado idealizado al
momento de la determinación de la base regulatoria. Naturalmente, se trata de
un desacertado abordaje matemático de la cuestión que, da como resultado el
incumplimiento del art. 30 de la ley 9459 que obliga a los tribunales a actualizar
las cifras ordenadas pagar en concepto de honorarios.

Actualizar significa “traer al presente un capital”, o hacer que dos


capitales distintos situados en momentos diversos tengan idéntico valor. En el
presente caso, sería determinar qué cifra representaría, al presente, idéntico
valor al que poseían los $9500 iniciales indicados en la demanda.

Como se puede apreciar, bajo el manto de una aparente “actualización”


el tribunal mantiene exactamente el mismo valor inicial ($ 9.500,00) del
momento de la demanda de hace más de dos años atrás al cual comienza a
aplicar el reajuste previsto de 15% semestral. El desacierto es tan
absolutamente irrebatible como lo es la ciencia matemática: ¿quién podría
discutir que $ 9.500,00 del 03/06/2019 no son lo mismo que $ 9.500, de
noviembre de 2021? El camino iniciado por el tribunal para arribar a la
inexactitud a la que llegó, en realidad, tuvo un origen acertado que consistió en
partir del valor inicial de 9.500 e ir actualizando semestralmente. Pero lo que
representaba apenas el iter obligado para arribar a la determinación de a
cuánto equivalía en valores actuales aquellos 9.500, (es decir establecer el
valor INICIAL) se transformó en la idealización de un contrato que comenzó a
tener vigencia en el día de la demanda y fue siendo abonado mes a mes hasta
su conclusión (que decide establecer en el día 30/05/2019, momento en el cual,
directamente abandona toda tentativa de continuidad de la “actualización”). El
desacierto se evidencia tan mayúsculo que, imaginando que el pleito hubiese
proseguido dos o tres años más en sucesivas instancias, la base señalada por
el tribunal continuaría siendo la misma.

Evidentemente, el cálculo aritmético que debía haber sido realizado es el


de la obtención, en primer lugar, de a cuánto equivaldrían esos $ 9500 iniciales
para, posteriormente, una vez alcanzada esa cifra, aplicar los reajustes
semestrales hasta completar los meses (24 o 36) de la determinación final. Con
ese procedimiento, tenemos que los accionantes reclamarían al 1º de
noviembre de 2021 un valor inicial de $16.258,97, siendo que el valor total de
ese “contrato” sería de $ 853.705,20.

Art 63 de la ley 9459: “el monto de los alquileres por el plazo contractual,
o legal, si fuese mayor, en base al precio inicial, actualizado a la fecha de la
regulación.”

16.254,34 x 6= $ 97.526,04
18.692,49 x 6= $ 112.154,94 (16.254,34+2.438,15=18.692,49)
21.495,96 x 6= $ 128.975,76 (18.692,49+2.803,47=21.495,96)
24.720,35 x 6 = $ 148.322,10 (21.495,96+3.224,39=24.720,35)
28.428,40 x 6 = $ 170.570,40 (24.720,35+3.708,05=28.428,40)
32.692,66 x 6 = $ 196.155,96 (28.428,40+4.264,26=32.692,66)
$ 853.705,20
II) La “falsa retroactividad.”

El auto regulatorio también interpreta desacertadamente el art. 7º del


nuevo CC y C en relación a la eficacia temporal de la nueva normativa (o de las
leyes en general). En efecto, sin mayor esfuerzo interpretativo, la decisión
aporta una incorrecta referencia a la irretroactividad de la ley y una indebida
omisión a la primera parte del referido artículo que, precisamente, trata de la
aplicación inmediata a “las consecuencias de las relaciones y situaciones
jurídicas existentes”.

En efecto, no se puede dejar de lado que la “situación jurídica existente”,


base del presente litigio, era la posesión del demandado del inmueble en
discusión.

La acción era de desalojo y la “situación jurídica” base del conflicto era


una posesión que no se encontraba, ni se encuentra agotada. Cabría
preguntar, ¿qué ha cambiado?, ¿cuál es el elemento que se ha agotado en esa
posesión? Naturalmente, ninguno.

El desacierto del tribunal consiste en imaginar un contrato existente y


agotado, sobre el cual se pretende aplicar la nueva ley y a eso denomina
aplicación retroactiva de la misma. No apenas la figura del contrato es una
ficción establecida por la ley para determinar una base regulatoria sino que,
tampoco advierte el tribunal que la obligación de que se trata es la derivada de
las costas impuestas por la derrota en la acción intentada. Como es natural,
ésta solo comienza a existir a partir de la sentencia que no hace lugar a la
misma. Siendo ello así, es decir, si la obligación solo existe a partir del
27/04/2021 (fecha de la sentencia), ¿cómo es posible hablar de aplicación
retroactiva de la ley para una obligación que ni siquiera existía al tiempo de la
reforma de la ley 27.551? De lo que se trata es de determinar a cuánto
asciende la deuda de honorarios del demandado y, en cuanto a ello, las nuevas
disposiciones ni se proyectan atrás en el tiempo, ni alteran el alcance jurídico
de las situaciones y las consecuencias de los hechos y actos realizados
agotados en su momento bajo el dispositivo legal pre-existente. En otras
palabras, no hay aplicación retroactiva alguna.
El auto atacado enuncia como fundamento de su decisión el principio de
la irretroactividad de las leyes, lo que no tiene nada de censurable ya que el
mismo constituye criterio basilar para el intérprete en la determinación de la
aplicabilidad de las normas. No obstante, si bien, la referencia es correcta, el
desacierto en la exégesis y hermenéutica del mencionado principio es
mayúsculo.

En efecto, en primer lugar, el tribunal se limita a hacer enunciado del


principio sin la menor referencia a la significación que a la misma le atribuye, ni
a los límites del mencionado principio, es decir, cuándo cesa la virtualidad de
su directiva. El auto censurado, sin mayor reflexión, señala como mojón
substancial el día de la presentación de la demanda, es decir, un momento, un
instante detenido en el tiempo, como si absolutamente toda la cuestión pudiese
ser reducida a esa fugaz contingencia temporal.

La circunstancia de señalar como elemento evaluador de la


“retroactividad” (y de la ley aplicable) un momento detenido en el tiempo revela
una notoria pereza intelectual del tribunal, como lo sería, por parte de este
litigante el afirmar, por el contrario, que el momento preciso determinador de
ello debe ser el día en que se regulan los honorarios.

En efecto, como puede apreciarse, el fallo criticado, lejos de resolver el


problema, rehúye al mismo, transformando lo que es una relación o situación
jurídica que permanece y se extiende en el tiempo (abarcando dos períodos de
vigencia de leyes diferentes) para reducirla a un instante fugaz que, con total
arbitrariedad, determina haber ocurrido el día 03/06/2019 (día de la
presentación de la demanda). Con idéntica arbitrariedad nosotros podríamos
sostener que esa fecha debe ser el día de la regulación de los honorarios.

Al establecer que esa es la fecha clave, naturalmente considera que


en ese día se agotaron los efectos de la situación jurídica y, en consecuencia,
juzga que aplicar la nueva ley sería arremeter retroactivamente contra un
hecho pasado. La realidad es que de lo que se trata es de una situación
jurídica que permanece, se extiende o se renueva día a día con la continuidad
y permanencia en el ejercicio de la posesión por el demandado (y a cuya
privación apuntaba la demanda).

En segundo lugar, en su distorsionada visión de lo que significa


retroactividad de la ley, el auto reprochado omite toda referencia a otra noción
inescindible de aquélla, cual es la del derecho adquirido o, si se prefiere
adoptar criterios más modernos, “hechos definitivamente agotados o
consumidos”. Ya nuestro antiguo codificador señalizaba que una ley es
retroactiva cuando afecta “derechos adquiridos” y no lo es cuando priva al
sujeto de “derechos en expectativa” o de “meras facultades”. Y así doctrinaba
Vélez en aquella siempre recordada nota al art. 4044 “Entendemos por derechos
adquiridos los que están irrevocable y definitivamente adquiridos antes del hecho, del acto o de
la ley que se les quiere oponer para impedir su pleno y entero goce.”

Tampoco analiza (ni siquiera cita vagamente) el principio de la


“aplicación inmediata de las leyes”, que, lejos de contradecirse con el anterior,
se complementa con éste. (Cf. Moisset de Espanes, Irretroactividad de la ley y
el nuevo art. 3º del C.C., p. 16)

Con estas referencias en consideración, cabría preguntarse ¿cuál es el


derecho adquirido de los actores que estaría siendo violentado y cuya presunta
existencia estaría determinando la inaplicabilidad de la nueva ley? ¿Cuál sería
el hecho definitivamente agotado o consumido que estaría vedando la
aplicación de una nueva ley? El fallo censurado no responde a ello (ni podría
hacerlo en razón de su inexistencia)

Desde otra perspectiva, también resulta a todas luces inaceptable


considerar a la situación jurídica derivada de la posesión como un auténtico
contrato efectivamente celebrado entre las partes, en virtud del cual se generó
el derecho adquirido a que el plazo de vigencia de ese “contrato” fuese de dos
años y que, habiendo alcanzado intangibilidad constitucional deba ahora ser
respetado. Ese contrato es una pura ficción del legislador, apenas utilizada
para representar un valor, ¡jamás estuvo en la imaginación del legislador
considerarla como un contrato real generador de derechos adquiridos! Como
se puede apreciar, el salto argumental es gigantesco, ni se trata de un contrato
en ejecución, sino que es un instrumento ideal (sin existencia tangible) para
determinar las costas, ni podría haber derecho adquirido sobre una obligación
inexistente al tiempo de la reforma.

Otra alternativa hermenéutica, tampoco explorada por el tribunal en su


superficial apreciación, es la de considerar como situación jurídica existente (y
en desarrollo), no al hecho de la posesión, sino al desarrollo de la actividad
profesional cuya valoración económica precisamente se trata de determinar.
Vista desde esta óptica, también queda alejada toda y cualquier eventual
alegación de la contraparte en el sentido de que se trata de un hecho agotado
o consumido.

Naturalmente, la actividad profesional desplegada, cuya continuidad


hasta el presente resulta más que evidente, contrasta del modo más ostensible
con la noción de hecho definitivamente agotado, ingrediente fundamental, sin
cuya verificación de existencia, jamás podría afirmarse la retroactividad de una
norma.

En ese sentido, cabe recordar iluminado fallo de la Suprema Corte


donde, en prieta síntesis, sostuvo que “esta Corte ha expresado con particular
énfasis que ni el legislador ni el juez podrían, en virtud de una ley nueva o de
su interpretación, arrebatar o alterar un derecho patrimonial adquirido al
amparo de la legislación anterior, pues en este caso el principio de la no
retroactividad deja de ser una norma infraconstitucional para confundirse con la
garantía de la inviolabilidad de la propiedad reconocida por la Ley Suprema.”
Francisco Costa e Hijos Agropecuaria c/ Buenos Aires, Provincia de s/daños y
perjuicios. Para inmediatamente sostener que “el legislador o el juez, en sus
respectivas esferas, podrán establecer o resolver que la ley nueva destruya o
modifique un mero interés, una simple facultad o un derecho en expectativa ya
existente”. Como se puede apreciar, en el presente caso ni siquiera ese umbral
mínimo de la simple facultad o expectativa de derecho llegó a existir.

Al mismo tiempo, el citado fallo afirma que “la compensación económica


debe determinarse conforme a la ley vigente cuando ese derecho se concreta,
lo que ocurre en el momento en que se integra el presupuesto fáctico previsto
en la norma para obtener el resarcimiento, con independencia de la efectiva
promoción del pleito.” Traducido al presente caso, sin alternativas
interpretativas posibles, la regulación de honorarios debe determinarse
conforme a la ley vigente al momento en que se integra el presupuesto fáctico
previsto en la norma para su obtención (el momento de la condenación en
costas, que es cuando nace la obligación), con independencia de la fecha de la
presentación de la demanda.

Finalmente, existe una tercera alternativa hermenéutica (nuestra


preferida) y que consiste en analizar la relación o situación jurídica existente
como un vínculo exclusivamente procesal. Ese ligamen actores-demandado,
efectivamente, nace el día de la interposición de la demanda y permanece
hasta el presente. De esa relación jurídica existente (Primera Parte del art. 7º
del CCyC) surge una consecuencia (Primera Parte del art. 7º del CCyC) que es
la sanción en costas como resultado de la derrota. Para esa consecuencia
derivada de la sentencia, al contrario de lo afirmado desacertadamente por el
tribunal, no hay cómo eludir la aplicación inmediata de la ley:
ART. 7°.- Eficacia temporal. A partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican a las
consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes.

III) El art. 66 del CA y las leyes incompletas o de reenvío.

El art. 66 de la ley 9459 constituye un tipo singular de norma. Se trata de


una expresión de las llamadas normas incompletas o de reenvío. En éstas el
precepto debe ordinariamente ser llenado por otra disposición legal o por
decretos o reglamentos a los cuales remite. En efecto, no puede apartarse del
análisis la circunstancia de que la norma que se continúa aplicando para la
regulación de honorarios (antes y después de la interposición de la demanda)
es la misma: el art. 66 del CA y en ésta la referencia a “el plazo mínimo legal
que correspondiere” representa el complemento de la descripción originaria y,
en modo alguno describe hecho diverso del anterior sino apenas un valor
diferente. La “duración del contrato” o el “plazo mínimo legal” representan la
idealización de un valor, como podría ser 1 jus o 20 jus. La circunstancia de
que un día el valor del jus sea uno y tiempo después sea otro, no significa que
la aplicación del nuevo valor a una situación existente sea “retroactiva.” Afirmar
que lo que se está aplicando es la ley 27.551 es una falacia, lo que se está
aplicando es el art. 66 de la ley 9459, cuya descripción permanece idéntica
apenas habiéndose modificado el elemento valor de la misma.

Por las razones expuestas, a V.S. solicito;

Eleve los presentes autos a la Cámara que por sorteo informático


corresponda y, oportunamente, tras los trámites de ley, se revoque la decisión
atacada, con costas.

SERÁ JUSTICIA.

También podría gustarte