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1. Introducción.

Nada pudo haber sido más acertado por parte de quienes estuvieron encargados
de seleccionar la temática de este concurso que la elección adoptada. Ello por tres
razones: primero, porque el año próximo se cumple el cincuentenario de la reforma que
incorporó el instituto de la lesión al articulado de nuestro código civil; segundo, porque
nada podría homenajear mejor a nuestro Maestro (“héroe civil”, en la feliz expresión de
Jorge Carranza en su prólogo a La lesión y el nuevo art. 954) que, precisamente, la
materia que nos ocupa, un tema tan caro a sus afectos y que cualquier jurista de
América y Europa asocia de manera inmediata a su persona; y tercero, porque en
tiempos en que los principios morales aparentan encontrarse fragilizados, el fundamento
ético que preside el funcionamiento de este instituto representa la expresión más cabal
de aquella regla moral tan magistralmente perfilada por Georges Ripert: “esa ley que
rige las sociedades occidentales modernas y que es respetada porque es impuesta por la
fe, la razón, la consciencia, o simplemente seguida por el hábito o por el respeto
humano.”1
El instituto de la lesión se encuentra íntimamente relacionado a la noción del
rompimiento del sinalagma genético del contrato.2 Ello es así, en la medida en que éste
consiste en la reciprocidad existente entre prestación y contraprestación en el momento
de la formación del contrato y en la lesión, justamente lo que ocurre es la desproporción
entre las prestaciones al momento de su formación. Así lo afirma Antunes Varela, para
quien el sinalagma genético significa que, en el nacimiento del contrato, la obligación
asumida por cada uno de los contratantes constituye la razón de ser de la obligación
contraída por el otro.3
Esa idea de intercambio, de reciprocidad de obligaciones y derechos es útil
justamente para resaltar que es inherente a la noción de contrato, la existencia de un
equilibrio mínimo entre las prestaciones, una armonía o proporción razonable de
derechos y deberes.4 5

1
RIPERT, Georges. La regle morale dans les obligations civiles. Paris, 1927, p. 13.
2
FRANTZ, Laura Coradini. A Revisão do Contrato: a lesão como quebra do sinalagma genético. Cadernos
do Programa de Pós-raduacão, Universidade Federal de Rio Grande do Sul, 2004, p. 48.
3
ANTUNES VARELA, João de Matos. Das Obrigacões em Geral. Coimbra: Almedina, 1991, p. 378.
4
MARQUES, Claudia Lima. Contratos no Código de Defesa do Consumidor. São Paulo: Revista dos
Tribunais, 2002, p. 38.
5
En tal sentido, el derecho civil chino, con sus últimas reformas, podría estar señalizando el
futuro del instituto de la lesión. En efecto, la Ley de Principios Generales del Derecho Civil del
año 1987, establece en su art. 59 que se podrá pedir la modificación o rescisión de los actos
“that are obviously unfair”, es decir, “obviamente injustos”. Ello se complementa con la Ley de Contratos

1
Esa preocupación por el equilibrio en los intercambios, en modo alguno, es
reciente y puede remontarse a los tiempos de Aristóteles y su noción de justicia
conmutativa. En términos similares, modernamente Karl Larenz ha hecho referencia al
principio de la justicia contractual compensatoria, en virtud del cual, en los contratos
sinalagmáticos, cada parte debe obtener por su propia prestación, una contraprestación
adecuada, correspondiente al valor de aquella (principio objetivo de equivalencia)6
Asimismo, señala que la autonomía privada y la justicia contractual compensatoria
deberían considerarse, no como principios contrapuestos, sino mutuamente
complementarios. Para él, la libertad contractual necesita de la justicia contractual en
cuanto correctivo, y ésta, a su vez, presupone la libertad contractual.7
2. La cuestión topográfica.
Una cuestión preliminar se hace necesaria y es la censura que merece la
ubicación dada al instituto de la lesión en el nuevo código civil y comercial. No hay
dudas que, desde ese punto de vista, la figura está mal localizada. En efecto, la misma
ha sido concebida (en el capítulo 6, del Título 4: Hechos y actos jurídicos), como un
vicio más de los actos jurídicos en general, sin reparar en la circunstancia de que la
lesión sólo puede darse en los contratos. Podrá discutirse a qué tipo de contratos se
aplica, si apenas a los conmutativos o también a los aleatorios, si exclusivamente a los
bilaterales o también a los unilaterales, pero no cabe argumentación posible en relación
a los actos unilaterales. Ese aspecto es absolutamente pacífico y surge del propio texto
de la norma que, aun cuando haga mención a “los actos jurídicos”, al mismo tiempo
hace referencia a “las partes” y “las prestaciones,” en clara alusión a la necesaria
pluralidad de partes.8
El código civil alemán (§ 138), así como el de Portugal (art. 282) tratan de la
lesión en la Parte General, pero para ello hay una justificativa: en ambos ordenamientos
se señala que todo acto contrario a las buenas costumbres es nulo, para posteriormente
hacer referencia especial a un caso en particular, cual es el de la lesión. Por lo tanto, al
hacer de la lesión, apenas uno de los casos particulares de actos contrarios a las buenas

del año 1999 que, en su art. 54, señala que el contrato podrá ser modificado o rescindido si éste “was
grossly unconscionable at the time of its conclusión”, es decir, si fuese notoriamente irrazonable al
momento de su celebración. Como se observa, no existen elementos subjetivos y el elemento objetivo
es de una extensión, plasticidad y flexibilidad inusual.
6
LARENZ, Karl. Derecho Civil. Parte General. Madrid: Revista de Derecho Privado, 1978, p. 61.
7
Id.ibidem, p. 65.
8
Cf. MOISSET de ESPANÉS, Luis. La lesión y el nuevo art. 954. Buenos Aires: Zavalía, 1976, p. 114.

2
costumbres, era natural que lo que debía prevalecer a la hora de definir el aspecto
topográfico fuese la regla general, es decir la de “todo acto”.
Nuestro ordenamiento, por el contrario, optó por no vincular específicamente la
lesión, ni a la moral, ni a las buenas costumbres, ni a la buena fe, con lo que se eliminó
toda tentativa de justificación para no localizar el instituto de la lesión en su ámbito
propio, es decir, el de los contratos. Si alguna duda se podría suscitar en relación al
antiguo art. 954, por su inmediatez con el art 953, que declaraba la nulidad de los actos
contrarios a las buenas costumbres, ella se despeja al constatar que la nulidad de los
actos contrarios a la moral y las buenas costumbres (art. 386) aparece ahora enunciada
en capítulo completamente independiente y en lugar claramente distante al de la lesión
Con sano criterio, en Europa el código civil suizo (art. 21) y el italiano
(art.1448), y en Latinoamérica los códigos civiles de Bolivia (art. 561) y Paraguay (art.
671), así como el excelente código civil peruano (art. 1447) siguen la metodología
indicada.9
3. Los elementos subjetivos.
3.1 Situaciones en que debe encontrarse la víctima.
Al tiempo de la sanción de la ley 17.711, los antecedentes nacionales más
significativos relacionados con la lesión eran tres: el art. 156 del Proyecto Bibiloni; el
art. 159 del Anteproyecto Llambías y, muy especialmente, la Recomendación 14 del
Tercer Congreso Nacional de Derecho Civil del año 1961, auspiciado por la
Universidad Nacional de Córdoba y que estuvo presidido por el maestro Pedro León. El
primero de ellos hacía referencia a “la necesidad, la ligereza o la inexperiencia ajenas”;
el segundo a “la desgracia, ligereza o inexperiencia del lesionado”, en cuanto que el
último señalaba “la necesidad, penuria o inexperiencia extremas de otro”. Existía por
tanto, coincidencia absoluta en cuanto a la conveniencia del abandono definitivo del
sistema objetivo que aún perdura en numerosas legislaciones, al mismo tiempo que una
aproximación importante en cuanto a los estados de inferioridad que deberían viabilizar
la aplicación del instituto.
Por otro lado, los tres modelos señeros del derecho comparado con los que
contaban los legisladores en 1968 eran: el §138 del BGB alemán, el art. 21 del código
de las obligaciones suizo y el art. 1448 del código civil italiano. El primero de ellos, fue

9
Ya en el Tercer Congreso de Derecho Civil, el Dr. Moisset de Espanés, al igual que los doctores Mosset
Iturraspe, Sandler, Oliva Vélez y Cardini, habían postulado la inclusión de la lesión como causa de
impugnación contractual. Ver actas del Congreso: http://www.acaderc.org.ar/biblioteca/biblioteca-
virtual/actatercercongresodsciviltomodos2.pdf

3
reproducido casi textualmente por el Proyecto Bibiloni;10 el segundo hacía referencia a
la “penuria, ligereza o inexperiencia” y el tercero señalaba el aprovechamiento del
“estado de necesidad” como elemento caracterizador del instituto.
Finalmente, optaron los legisladores del 68 por las tres situaciones desfavorables
indicadas por el código civil alemán: la necesidad, la ligereza y la inexperiencia. Con
buen criterio, no se consideró necesario adjetivar tales circunstancias con la indicación
de que las mismas deberían ser “extremas” como señalaba la Recomendación del Tercer
Congreso de Derecho Civil.
Al parecer, algunos integrantes de la Comisión como Barcia López, Sandler y
hasta el propio Spota, habían manifestado una cierta preocupación por la seguridad
negocial, que según su interpretación, sólo no se encontraría en riesgo si se reforzasen
las exigencias para la legitimación de la anulabilidad.11 De hecho, un modelo en la
legislación comparada aparentaba darles la razón: el art. 33 del Código Civil de la
antigua URSS que autorizaba la declaración de nulidad cuando, “bajo la influencia de
necesidad extrema, una persona realiza un acto jurídico manifiestamente perjudicial
para ella…” El maestro Moisset, con la agudeza que lo caracterizaba, se ocupó en
señalar que en aquel ordenamiento, el mayor rigor en la apreciación de la situación del
que sufre el perjuicio era congruente porque en él no se consideraba en absoluto la
actitud de la otra parte. En otras palabras, como no era necesario el aprovechamiento,
parecía natural imponer una mayor severidad en la situación en que se debía encontrar
la víctima, para evitar que cualquier necesidad, inexperiencia o ligereza pudiesen ser
motivo suficiente para promover la nulidad.12
Otro código que más recientemente también rigoriza el estado de inferioridad en
que se debe encontrar el perjudicado es el nuevo CC brasileño. En efecto, el art. 157 del
referido ordenamiento establece la posibilidad de anular los negocios celebrados con
manifiesta desproporción si realizados bajo “premente necessidade” (necesidad
apremiante). La expresión utilizada fue objeto de censura de sectores de la doctrina, que
consideran que la misma hace referencia a la imposibilidad de dilación de la
satisfacción de la necesidad, pero que en modo alguno indica su grado de intensidad,
por lo que no estarían excluidas las necesidades triviales o secundarias que podrían, sin

10
La fórmula fue incorporada por la Comisión Revisora, ya que Bibiloni entendía innecesaria una norma
expresa para poder anular las contrataciones realizadas en situación de desventaja. Por el contrario,
tenía la convicción de que era suficiente la existencia del art. 953 como instrumento para combatirlas.
11
MOISSET DE ESPANÉS, Luis. La lesión en los actos jurídicos. Zavalía Editor, 1979, p. 182.
12
Ibid., p. 181.

4
mayores consecuencias permanecer insatisfechas.13 La expresión utilizada,
diversamente de lo que podría parecer, en modo alguno puede ser considerada
equivalente a la extrema necesidad del código soviético ya que en éste, la locución
empleada transmite con nitidez la idea de la intensidad, importancia o gravedad que la
angustia de la víctima debe alcanzar. De cualquier manera, la omisión de la exigencia
del dolo de aprovechamiento también parecería ser la razón que justifica la rigurosidad
en el estado de inferioridad.14
Igualmente exige necesidad apremiante el art. 1447 del Código Civil peruano de
1984 que, al igual que el modelo italiano, establece un parámetro objetivo en cuanto a la
desproporción (mayor de las dos quintas partes).
El art. 17 del C.C. de México, a nuestro entender, comete un doble desacierto al
exigir “extrema miseria”. Por un lado, al circunscribir la situación de inferioridad a una
circunstancia económica excluyendo otras circunstancias de necesidad ajenas a la
miseria y que podrían generar, naturalmente, idéntico estado de angustia o desasosiego.
Por otro lado, el excesivo rigor, torna poco probable o muy reducido el campo de
aplicación del instituto que nos ocupa.15
3.2 El carácter de la enumeración.
BORDA sostenía que la enumeración de los distintos estados que señalaba el art.
954 no era taxativa sino meramente enunciativa. Para el distinguido jurista, lo que
interesaba era que hubiese mediado el aprovechamiento de una situación de inferioridad
que, según señalaba, podía surgir también de la prodigalidad, la debilidad mental, la
grave disminución de las facultades físicas, etc.16
MOISSET de ESPANÉS censuró tempranamente esta posición que atribuía al
hecho de que, como BORDA había desde siempre bregado por la indirecta introducción
de la lesión, desde la jurisprudencia y a través del art. 953, ello provocaba un instintivo

13
DIAZ, Julio Alberto. A lesão no direito civil. Passo Fundo: UPF Editora, 2000, p.78.
14
SILVA PEIXOTO, Eduardo. Lesão e revisão do contrato. Tesis, Universidade de São Paulo, 2009, p. 116 e
sgtes. Otros autores, en tanto, interpretan que el aprovechamiento resultaría presumido precisamente
de la necesidad apremiante. Cf. DOS SANTOS, Antonio Jeová. Função social do contrato. São Paulo:
Método, 2004, p. 171.
15
VEGA CORONA, Emma. Evolución doctrinal del concepto de la lesión en el derecho mexicano. Tesis de
Doctorado, Mexico D.F., 1961, p. 64 En ese sentido es iluminadora la enseñanza de MESSINEO, para
quien, el estado de necesidad ha de entenderse como una situación que disminuya la libertad de
elección y que induzca al sujeto a concluir el contrato; no es necesario que el sujeto esté en estado de
indigencia ni tampoco es relevante la escasa potencialidad económica del deudor que se dice lesionado.
Ob. cit., p. 292.
16
BORDA, Guillermo A. La reforma de 1968 al Código Civil. Buenos Aires: Editorial Perrot, p.142.

5
desvío de perspectiva al dejar de lado los límites impuestos por el legislador al señalar
expresamente tres estados concretos en que se debía encontrar la víctima.
En el derecho alemán, ENNECCERUS afirmaba que nada se opondría a que un
contrato en que la prestación y la contraprestación fuesen extraordinariamente
desproporcionadas, según la opinión general y en conformidad con un espíritu de
equidad y justicia, se lo tuviese por contrario a la moral y por tanto nulo, en
conformidad con el §138, ap.1, aun cuando no mediase explotación de la situación de
necesidad, ligereza o inexperiencia.17 Pero es que en el BGB, la propia redacción del
parágrafo referido conduce a esa interpretación. En efecto, señala esa norma: “Es nulo
todo acto jurídico contrario a las buenas costumbres.” Y seguidamente agrega: “En
particular será nulo el acto jurídico por el cual alguien, explotando la necesidad, etc.
etc. Como claramente se puede apreciar, la norma comienza señalando que todo acto
contrario a las buenas costumbres es nulo, para posteriormente señalar lo que,
nítidamente, son apenas casos particulares que, por su importancia, el legislador decidió
singularizar, pero en modo alguno significa que un negocio al que le falten las notas
distintivas de esos casos particulares no pueda ser, a pesar de ello, inmoral y nulo
conforme al §138.
Nada de ello se presenta en nuestra codificación, que optó por no vincular
directamente el acto lesivo ni a la moral ni a las buenas costumbres como sí lo hizo el
BGB. En consecuencia, nos adherimos a la corriente que entiende que los estados
deficitarios son de enumeración taxativa por lo que no sería posible extender la
aplicación del instituto a supuestos no contemplados expresamente en la ley. 18
3.3 La necesidad.
A pesar de la equivocidad del vocablo, oportunamente denunciada por Moisset
de Espanés19, que da lugar a confusión con el llamado “estado de necesidad", el mismo
continúa siendo usado.20 De hecho, existe una tendencia cada vez más acentuada a la
asimilación de ambos conceptos, al extremo que puede decirse que hoy se usan casi

17
ENNECCERUS, ob. Cit., p. 645.
18
Cf. BREBBIA, Roberto H. Hechos y actos jurídicos, Tomo 2. Buenos Aires: Astrea, 1995, p. 245.
19
Aut. Cit. La lesión y el nuevo art. 954. Buenos Aires, Zavalía Editor, 1976, p. 90.
20
MARIENHOFF sostiene que si bien necesidad y estado de necesidad no son lo mismo, a los efectos de
la lesión que contempla el art. 954, ambos términos son sinónimos. La necesidad a que se refiere dicho
texto legal se encuentra incluida en el estado de necesidad. MARIENHOFF, Miguel S. La lesión en el
derecho administrativo Revista de Derecho Píblico, Universidad de Chile, p. 100.

6
indistintamente con el mismo significado.21 Quizás por esa razón la permanencia del
vocablo necesidad tampoco fue objeto de reparos por parte del legislador nacional en la
enumeración de los estados previstos en el nuevo art. 332.
En el estado de necesidad, el daño es causado a un tercero (para salvarse de un
peligro que amenaza a su persona o la de su familia). Pero también existe el estado de
necesidad, no ya en el ámbito de la responsabilidad extracontractual, sino en el campo
contractual cuando un sujeto celebra un contrato asumiendo obligaciones contrarias a la
equidad motivado por la urgencia de salvarse a sí mismo o a un tercero de grave daño
(el ejemplo típico de quien paga una suma exorbitante para salvarse de morir ahogado).
El código civil italiano lo denomina estado de peligro y lo contempla en el art. 1447,
dejando reservado el art. 1448 para la lesión, autorizando la rescisión cuando existiere
una desproporción en las prestaciones de más de la mitad y ésta hubiese sido como
consecuencia del estado de necesidad del perjudicado (stato di bisogno). A rigor, ambas
figuras persiguen objetivos teleológicamente diferentes, en el estado de peligro se
protege la libertad de consentimiento, pero, en esos casos, no es necesaria la
desproporción objetiva de las prestaciones exigida en el art. 1448, siendo suficiente la
existencia del acto no querido en las condiciones de inequidad en que fuera celebrado.
En la lesión, por el contrario, se sanciona el aprovechamiento, la violación de la buena
fe siendo, en consecuencia, imprescindible la desproporción referida en las prestaciones.
En la doctrina extranjera, existen dos posiciones respecto a la necesidad. Para
algunos, por ejemplo, se trata de una urgencia extraordinaria, una premura psicológica,
tan estrecha que disminuye angustiosamente el número de los elegibles hasta reducir la
elección a una simple alternativa. La voluntad aún puede elegir, pero su elección es tan
mísera, es tan necesitada, que no puede menos que constituir un problema la
determinación del valor que debe atribuírsele.22 En opinión más moderada, Messineo
entiende el estado de necesidad como una situación que disminuye la libertad de
elección y que induce al sujeto a concluir el contrato, no siendo necesario que el sujeto
se encuentre en estado de indigencia.23
Es importante destacar que la necesidad de la cual habla nuestro código no se
encuentra vinculada directamente a la situación económica del perjudicado ya que la

21
DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El contrato en general, Tomo V. Lima: PUC Fondo Editorial, 1996, p.
250
22
LA ORDEN, Ernesto. El estado de necesidad en el derecho privado, Murcia: Ed. Giménez, 1933, p. 17.
23
MESSINEO, Francesco. Doctrina General del Contrato, Buenos Aires: Ediciones Jurídicas Europa-
América, Tomo II, 1986, p. 292.

7
lesión no fue instituida para corregir desigualdades sociales. La lesión tiene como
finalidad garantizar la justicia conmutativa del contrato, la equivalencia de las
prestaciones, el restablecimiento de una equiparación de los beneficios de una y otra
parte en las convenciones bilaterales, no la justicia distributiva.24
Como el instituto de la lesión, (asociado a la justicia conmutativa), no tiene por
objetivo el auxilio a los pobres o la corrección de las desigualdades sociales (objeto de
la justicia distributiva), para el reconocimiento del requisito de la necesidad, no resulta
imprescindible, ni tampoco suficiente, la demostración de que el perjudicado vive en la
pobreza. La necesidad de que se trata no es la miseria o insuficiencia habitual de medios
para proveer a su subsistencia o la de los suyos.25 Se trata de la imposibilidad de evitar
el contrato que, insistimos, no decorre de la capacidad económica o financiera del
perjudicado, sino de la circunstancia de que no puede dejar de realizar el negocio en la
ocasión en que se lo celebra. En otras palabras, no se trata de una necesidad abstracta,
sino de la imposibilidad de privación de ese negocio en particular. El sujeto carece de
alternativas entre las cuales podría optar, ya que, de ser así, naturalmente elegiría otra
que le resultase más favorable o, al menos, aplazaría o diferiría la celebración del
contrato en la esperanza de que mejorarse su situación. No existe incapacidad ni falta de
discernimiento, pero la necesidad obliga a optar por una solución que puede no ser
querida y que, valorada en su justa dimensión, de haber sido posible, habría sido
rechazada. Pero la cuestión es que no se está en condiciones de optar por el rechazo, por
el contrario, se está compelido a aceptarlo, aunque de él resulte un perjuicio grave e
importante.26 Se podría afirmar en consecuencia, que la necesidad presupuesta por la ley
no es un estado (con el grado de mayor o menor permanencia o durabilidad que este
implica o conlleva), sino que es más bien una situación (con toda la carga de
transitoriedad que una única negociación en particular representa)
Por esa razón, no es preciso que la necesidad sea permanente, puede
perfectamente tratarse de una necesidad transitoria. De hecho, resulta difícil pensar en
una situación de permanente necesidad en un contratante. La vida está llena de altos y
bajos, con oscilaciones de bonanzas y desventuras. El verdadero criterio de la necesidad

24
ARANHA, Bruno Caldas. O instituto da lesão no Código Civil de 2002. Revista da Faculdade de Direito
de Campos, Ano VII, Nº 8 - Junho de 2006, p.86.
25
“…el elemento subjetivo del estado de necesidad no tiene por qué ser confundido con la condición de
indigencia y, especialmente con la necesidad urgente de obtener dinero (la acción corresponde también
al comprador)…” SCONAMIGLIO, Renato. Teoría General del Contrato.
26
CIFUENTES, Santos. Negocio Jurídico. Buenos Aires: Astrea, 1994, p. 478.

8
no está en su duración, sino en su intensidad y deberá ser inferido de las circunstancias
que rodearon la celebración del contrato.
La expresión necesidad es omnicomprensiva de un estado carencial que tanto
puede ser de orden material cuanto espiritual, pero que se traduce en una verdadera
situación de angustia o desasosiego.27 Explotar la angustia moral o física de un sujeto es
tan condenable cuanto explotar sus necesidades económicas.28 Nuestra jurisprudencia,
en general, ha concedido una gran amplitud al concepto de necesidad, lo que le ha
permitido abarcar no sólo a la penuria económica sino también a las situaciones de
angustia moral o de peligro.
La necesidad podría ser de un tercero y no deberá, imperiosamente, tratarse de la
del propio contratante, como sería el caso de la madre que celebra un negocio en
condiciones inicuas como resultado de la necesidad de su hijo.
Por otra parte, creemos, aun cuando no encontramos respaldo en la doctrina, que
no se ha ocupado del asunto, que la necesidad no debe necesariamente ser objetiva o
real, siendo suficiente que el sujeto crea en su existencia. Se trataría de lo que nos
atrevemos a denominar una necesidad putativa, porque lo que interesa es la
configuración mental que conduce al sujeto a la situación de angustia que lo impulsa a
la contratación desventajosa (el sujeto cree que el remedio que procura obtener es el
único que lo puede salvar de sufrir un ataque al corazón, sin saber que existe un remedio
genérico por un décimo del valor, con idénticos poderes curativos) Lo importante es
analizar la posición de quien se aprovecha de su situación. Si éste, aun cuando sea
consciente de que se trata de una necesidad imaginaria, pero si también es sabedor de la
fuerte presión que ella provoca en el ánimo del perjudicado, de modo que esa necesidad,
imaginaria, pero sólidamente instalada en la psiquis del sujeto, lo fuerza a contratar,
conservará aquél, su derecho a rescindir el negocio.
Desde otro ángulo, cabría preguntarse cuál habrá de ser la reacción de la ley en
el caso en que la víctima haya caído en la situación de necesidad por su propia
negligencia. ¿Conservaría aun así su derecho a rescindir el contrato? Un sector de la
doctrina parece inclinarse por sostener que la necesidad será tal, independientemente de
las razones que hayan conducido a ella, aun cuando provenga de culpa del lesionado.29

27
ZAGO, Jorge Alberto. El consentimiento en los contratos y la teoría de la lesión. Buenos Aires: Editorial
Universidad, 1981, p. 182.
28
En idéntico sentido VON THUR. Tratado de las obligaciones. Madrid:Ed. Rues, 1934.
29
LOPEZ de ZAVALÍA, ob. Cit. P. 440.

9
En realidad, las coincidencias de opiniones parecieran existir para el caso en que
se llega a la situación de necesidad como consecuencia de intencionalidad del agente, de
provocación consciente, es decir, cuando no fueren apenas el resultado de un proceder
negligente o imprudente. Pero las concordancias se agotan por ahí.
A riesgo de una merecida censura del Dr. Palmero, quien advierte sobre el
peligro de realizar fusiones sobre criterios muy generalizantes, por las que se unifiquen
situaciones que pertenecen a campos independientes, procederemos a algunas
consideraciones. El referido autor afirma que el alerta es válido aun cuando pueda
reconocerse que se trate de circunstancias donde, de alguna manera se ha visto afectada
la libertad de las personas por diversos motivos.30 Dicho esto, se nos ocurre pensar, que
hay una exigencia de la ley en cuanto a la inexistencia de reprochabilidad de la
causación de la necesidad posteriormente invocada. Actúa en estado de necesidad, dice
ZAVALA de GONZÁLEZ, quien quiso el hecho que creó el riesgo, con tal que el
riesgo mismo no haya sido querido ni asumido con indiferencia.31 Más concretamente,
en el ámbito Penal, SOLER señala que no rige el estado de necesidad si era
representado o representable el estado de necesidad en que aquél (el sujeto) se hallaría
ulteriormente.32
La unidad del ordenamiento jurídico impone la consideración panorámica y
armónica de institutos que guardan una cierta identidad en su concepción. El sujeto que
se gasta, negligentemente, hasta el último centavo en juegos de azar, ¿conserva el
derecho a la protección de la ley contra el usurero que lo aguarda en la puerta del casino
para ofrecerle un préstamo a intereses exagerados?
La sistemática del ordenamiento es la de siempre exigir de las personas
comportamientos responsables como condicionamiento necesario para el ofrecimiento
de su protección. El error de hecho, decía el antiguo art. 929 no perjudica “cuando ha
habido razón para errar, pero no podrá alegarse cuando la ignorancia del verdadero
estado de las cosas proviene de una negligencia culpable.” Y en nota, el codificador
agregaba “este favor no debe concederse al que es culpable de una gran negligencia.”
Es verdad que el nuevo código modificó el sistema, pero no alteró, en lo sustancial, la
atribución de una consecuencia al obrar negligente: el error, dice el nuevo art. 266, “es
reconocible cuando el destinatario de la declaración lo pudo conocer según la

30
PALMERO, Juan Carlos. El daño involuntario. Buenos Aires:Astrea, 1973, p.59.
31
ZAVALA de GONZÁLEZ, Matilde. Responsabilidad por el daño necesario. Buenos Aires: Astrea, 1985, p.
20.
32
SOLER, Sebastián. Derecho Penal Argentino Tomo I. Buenos Aires: TEA, 1953, p.425.

10
naturaleza del acto.” En otras palabras, si por negligencia no lo conoció, la ley
igualmente lo considerará como conocido atribuyéndole las consecuencias de ello.
Pareciera razonable sostener que el milenar adagio nemo auditur propriam
turpitudem alegans, de existencia indubitable en el código de Vélez, conserva todo su
vigor en la novel legislación (los arts. 272, 387, 1799, inc. c, son apenas algunos
ejemplos). El sabio brocardo romano configura un principio general receptado en todo
el derecho occidental, ya que constituye uno de los derivativos necesarios de la vigencia
del principio de la culpa. “El demandante no será escuchado por el juez, porque no es
digno de ser oído,” decía Ripert.33 No parece razonable que quien atentó contra las
normas reguladoras de la conducta humana, se presente a solicitar la protección del
ordenamiento jurídico, queriendo hacer surgir una pretensión legítima del fondo mismo
de su inconducta. En tal sentido, señala LEÓN que un factor indiscutible de
desmoralización, y antijurídico a todas luces, sería el hecho de que el contratante que
obró de un modo irreprochable llegue a convencerse de que su lealtad, su rectitud de
miras, su respeto a la palabra empeñada, su fidelidad a las normas preestablecidas, le
hacen merecer igual acogida que la brindada al que entabla una acción invocando su
propia torpeza. 34
Cabría indagar, finalmente, si pueden las personas jurídicas, y particularmente el
Estado, encontrarse en una situación de necesidad de modo a legitimar la invocación de
la lesión. MARIENHOFF es concluyente al afirmar que “por su estructura y
características el Estado nunca podrá aducir que contrató por necesidad, pues nunca
podrá alegar haberse hallado en inferioridad económica o material y menos en
situación de angustia moral o peligro”. Agrega el reputado comentarista que ello es así
aun en los supuestos de calamidades o desastres públicos (guerras terremotos, etc.) ya
que para satisfacer estas necesidades el Estado no necesita contratar, pues dispone de
otros medios más idóneos y céleres para satisfacerlas, como la expropiación, ocupación
temporaria anormal, o la requisición.35
MOISSET de ESPANÉS rebatió la opinión del renombrado tratadista aduciendo
que no había que perder de vista que los bienes o servicios que necesita el Estado con
urgencia pueden no encontrarse en su territorio, ni en poder de sus administrados, lo que
impediría recurrir a la expropiación, o a las otras vías excepcionales que apuntaba
33
RIPERT, ob.cit., nº 105.
34
LEÓN, Pedro. La regla nemo auditur propriam turpitudem alegans en el Proyecto de Reforma.
http://www.acaderc.org.ar/doctrina/articulos/la-regla-nemo-auditur-propriam-turpitudinem
35
Aut. cit., p. 104.

11
MARIENHOFF. En esas hipótesis, cuando el Estado debe contratar con súbditos de
otros países, o con sociedades multinacionales, desaparece su preeminencia y, en
muchos casos, podría encontrarse en verdadera situación de inferioridad, sea por
"necesidad", sea por "inexperiencia o ligereza"36.
MOSSET ITURRASPE, también interpreta que una persona jurídica, para evitar
incurrir en una cesación de pagos que pueda conducir a la quiebra pueda contratar en
desequilibrio.37
En la doctrina extranjera la cuestión también se presenta polémica. Así, se
sostiene que si bien los requisitos de ligereza e inexperiencia son incompatibles con el
órgano estatal por presuponer la existencia de persona física que se encuentre en tan
precaria situación, lo mismo no ocurre con la necesidad, la que puede ocurrir cuando
fuere menester adquirir alguna cosa sin demora para algún emprendimiento
indispensable o absolutamente necesario. En Brasil, por ejemplo, la cuestión fue
debatida en dos oportunidades en el Supremo Tribunal Federal, con fallos divididos en
ambas ocasiones, resultando vencedora la opinión que acabamos de referir.38
Por nuestra parte, creemos que la propia ratio juris del instituto, destinado a
proteger al débil, al necesitado, al que se encuentra en situación de inferioridad
económica o psíquica, dificulta, sino imposibilita de modo absoluto, una posible
invocación del Estado de la protección del pretorio alegando el vicio de lesión. Para el
improbable caso de que éste se presentase, no dudamos en que la procedencia de la
misma deberá estar condicionada a un juicio mucho más restrictivo que respecto al de
una persona física en cuanto a la demostración del requisito subjetivo.
3.4 De la ligereza del art. 954 a la debilidad síquica del art. 332.
La ligereza ha sido, desde los orígenes de su consideración como potencial
estado de inferioridad en la lesión, elemento de tortura permanente de legisladores y
académicos del Derecho. Lo ha sido en el extranjero y particularmente, en nuestro país
al igual que todos los de habla hispana. Por tal razón, en tempranas discusiones, como
por ejemplo las que se desarrollaron en 1961, durante el Tercer Congreso de Derecho
Civil que tuvo lugar en la UNC, la comisión, concienzudamente había optado por no
incluirlo entre las circunstancias de inferioridad. Los motivos fueron explicitados por el
Dr. Sandler, en su Despacho como miembro informante, al afirmar que la comisión

36
MOISSET de ESPANÉS, Luis. La lesión y el Derecho Administrativo, p. 5.
http://www.acaderc.org.ar/doctrina/articulos/artlesionderechoadministrativo
37
Aut. cit., ob.cit., p. 186.
38
Cf. SILVA PEREIRA, Caio Mário da. Lesão nos contratos. Rio de Janeiro: Editora Forense, 1997, p. 166.

12
había entendido que la voz "ligereza" no era lo suficientemente clara en nuestro idioma,
como para denotar un estado de necesidad que diera la hipótesis del aprovechamiento
que caracteriza a la lesión subjetiva y que quien actúa con ligereza caía dentro de la
órbita de su propia culpa.39 En ese sentido, parecía haberse seguido el prudente consejo
que impone al legislador que, “antes de utilizar una palabra debe percatarse de su exacto
significado, a fin de que la idea que pretende expresarse con ella pueda ser evocada con
precisión.”40 Los antecedentes históricos de la antigua legislación española ya daban
cuenta de ello: “las palabras de las leyes han de ser claras para que todo hombre las
entienda y guarde en su memoria.” (Partida Primera, Ley 8)41
El legislador del 68 optó por desoír el consejo. Habría sido más sensato obedecer
aquel principio. Después de todo, de quien procedía la recomendación era nada menos
que de Alfonso…el Sabio… Invocando equivocadamente una prosapia que se afirmaba
el vocablo tenía en el código alemán, se acabó contemplando la ligereza entre los
estados de inferioridad. Era un error, el BGB jamás incluyó el término ligereza en el
texto del §138. Desconocemos el origen del equívoco, pero todo parece indicar que el
mismo tuvo sus raíces en la traducción que Blas Pérez González (quien fuera Ministro
de Franco por 15 años) y Jose Alguer, catedrático de las universidades de Murcia y
Barcelona, hacen de la obra de Enneccerus. Entre 1933 y 1951 los referidos catedráticos
se ocuparon de verter al castellano los 11 volúmenes (más de seis mil páginas) del
Tratado de Derecho Civil del conocido civilista. En esa obra, efectivamente, los
traductores referidos hacen alusión a la ligereza. En 1955, Carlos Melon Infante traduce
al español el BGB, produciendo lo que habría de ser la primera y única versión en
nuestra lengua por más de cuarenta años. En él, no sabemos si por una necesidad de
adecuación a la prestigiosa obra anterior, o si por alguna otra razón, lo cierto es que
también él traduce des Mangels an Urteilsvermögen oder der erheblichen
Willensschwäche como ligereza.
El Código de las Obligaciones Suizo se refiere sí a la Leichtsinns que,
efectivamente, es la ligereza. Para no dudarlo tenemos la versión oficial en francés (los

39
Ver actas, Despacho de Comisión nº55.
http://www.acaderc.org.ar/biblioteca/bibliotecavirtual/actatercercongresodsciviltomodos2.pdf
40
TAPIA VALDÉS, Jorge A. La técnica legislativa. Santiago de Chile: Editorial Jurídica de Chile, 1960, p. 72.
41
O, si por mayor autoridad resultare del lenguaje original del Fuero Juzgo: “El fazedor de las leyes debe
fablar pouco e bien; e non debe dar uiyzio dubdoso mas lano e aberto, que todo lo que saliere de la ley,
que lo entiendan todos los que lo oyeren e que lo sepan, sin toda dubda e sin nenguna gravedumbre.”
(Libro I, Títvlo I, VIII Cuemo debe fablar el fazedor de las leyes.)
http://www.cervantesvirtual.com/obra/fuero-juzgo-en-latin-y-castellano--0/

13
idiomas oficiales en Suiza son el francés, el alemán, el italiano y el retorrománico) que
alude a la légèreté, pero el BGB no era ésa la expresión que empleaba, sino que hacía
referencia a des Mangels an Urteilsvermögen oder der erheblichen Willensschwäche
que jamás podría haber sido traducida como ligereza, sino como la falta de juicio o
considerable debilidad de la voluntad.
El BGB enumera la Zwangslage que sería una situación de aprieto o dificultad
(admitamos, necesidad), Unerfahrenheit, es decir inexperiencia y, solo en tercer lugar a
des Mangels an Urteilsvermögen oder der erheblichen Willensschwäche. ¿Porqué razón
habría Melon Infante alterado el orden de las circunstancias enumeradas? A nuestro
juicio porque en realidad, para facilitar su tarea, tomó del código suizo los requisitos
que, efectivamente, hacen referencia a l'exploitation de sa gêne, de sa légèreté ou de
son inexpérience, en ese orden.42
La versión en inglés, suministrada por el Ministerio de Justicia alemán, hace
referencia a lack of sound judgement or considerable weakness of will of another, que
es, exactamente, la ausencia de juicio razonable o considerable debilidad de la voluntad
a la que hacíamos referencia.43 Ninguna expresión que pueda siquiera aproximarse a la
empleada por Melon Infante en su difundidísima versión al español. 44
Lo cierto es que, de ser exacta nuestra presunción, el perjuicio provocado por
los referidos juristas a toda la comunidad de habla hispana fue mayúsculo45, aun cuando
quepa un humano sentimiento de comprensión para un error en la traducción de las
miles de páginas a las que se abocaron con esfuerzo que, seguramente, debió haber sido
extenuante.
Con posterioridad al año 1968, existía una cierta coincidencia en la doctrina en
el sentido de que debía ser excluido el significado que el Diccionario de la Real
Academia atribuía al vocablo ligereza, considerado como acto irreflexivo, realizado sin
la debida cautela o con precipitación, lo que conllevaba a una especie de laissez faire,
laissez passer que toleraba la manutención de la expresión, con la salvedad de que debía
ser interpretada como una situación patológica de debilidad mental. La voz más

42
La versión en italiano reza:…”abusando dei bisogni, della inesperienza o della leggerezza dell’altra…”
43
Cf. https://www.gesetze-im-internet.de/englisch_bgb/
44
En la actualidad existen en el mundo dos traducciones más a nuestra lengua del BGB, una, de 1998
realizada por Emilio Eiranova Encinas y que emplea la expresión “falta de sentido común”; la otra,
dirigida por Albert Lamarca Marquès realizada en 2008, motivada por la necesidad de incorporar las
numerosas reformas habidas, particularmente en materia de obligaciones, traduce como “la falta de
juicio o un vicio de la voluntad notable de otro.”
45
Además del nuestro, el art. 561 del código civil de Bolivia y el art. 671 del código civil de Paraguay
emplean la expresión “ligereza”.

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vigorosa y enfática que se levantó en contra de ello fue la de BREBBIA quien ya en el
Cuarto Congreso de Derecho Civil, afirma que, de ser así, correspondía decirlo en forma
expresa y sin ambages y propone, por tanto, se suplante en el texto del art. 954 el
término "ligereza" por el de "estado psicológico o psíquico de inferioridad mental.”46
Con mayor énfasis y en tono admonitorio que evocan las palabras de Alfonso el Sabio,
en su más prestigiosa obra, el referido autor afirma que “las leyes se dictan para ser
comprendidas por todos los ciudadanos que son sus destinatarios y no sólo para ser
captadas por un grupo de iniciados que se reservan la facultad de desvirtuar el lenguaje
asignándole a ciertos vocablos un contenido esotérico que difiere del que el ciudadano
común utiliza, conforme a la gramática castellana en la vida de relación.”47
En coincidencia con ese pensamiento, la nueva legislación, acertadamente
sustituye la expresión ligereza, pretendiendo adecuarse ahora sí, a su antecedente
germánico, omitiendo apenas la adjetivación existente en aquel ordenamiento en el
sentido de que la debilidad deba ser “considerable.”
Finalmente, cabe acotar que interpretamos que la adecuación al modelo alemán
no fue total ya que en éste, la referencia es a dos estados, uno, des Mangels an
Urteilsvermögen que hace referencia a un estado patológico de insuficiencia mental y el
otro, der erheblichen Willensschwäche que es la debilidad del espíritu o de la voluntad,
que viabilizaría, a nuestro entender, la rescisión de los actos practicados por aquéllos
que, en momentos de profunda depresión, por desapego a la vida, indiferencia con la
continuidad de la propia existencia, o cualquier otro desánimo o apatía existencial
semejante, contrataran en forma desventajosa. En otras palabras, la primera expresión se
ocuparía de los males del cuerpo (incluyendo la mente) y la segunda, los del alma. En
nuestro sistema, dudosamente tales actos podrían ser abarcados por la expresión
debilidad síquica que señaliza, creemos, un sentido claramente patológico.

“aprovechamiento” significa saber de la situación de inferioridad del otro, pero que


ocurre, si no lo sabe por una negligencia culpable? Es decir, cuando el beneficiado

46 Cf. Actas del Congreso, Ponencia de Brebbia, p. 686.


http://www.acaderc.org.ar/biblioteca/biblioteca-virtual/actacuartocongresodsciviltomodos.pdf/view
47
BREBBIA, Roberto H. Hechos y actos jurídicos. Tomo 2. Buenos Aires: Astrea, 1995, p. 249.
Posteriormente, en las V Jornadas de Derecho Civil propone como fórmula substitutiva debilidad
mental, más concisa que la de MOISSET de ESPANÉS y MOSSET ITURRASPE, (estado patológico de
debilidad mental) al entender que un estado psíquico de debilidad mental era forzosamente patológico.
Cf. Ob. cit. nota 38, p. 248.

15
habría podido conocer la reprochabilidad de su conducta si hubiese actuado con la
diligencia exigible.

Aprovecharse, es tener conciencia de la inferioridad del otro (no es necesaria la


intención)

“obtuviera por medio de ellos” quiere decir que la obligación debe haber sido cumplida?

Art. 2253 desde que la obligación debía ser cumplida” Quiere decir que solo funciona
cuando no se cumplio?

El momento de la desproporción: se obriga CCB

Recomendación Nº 14: "Podrá demandarse la nulidad o modificación de todoacto


jurídico bilateral oneroso, en el cual alguien aprovechando la necesidad,penuria o
inexperiencia extremas de otro, se hiciere prometer u otorgar para sí o para un tercero,
ventajas patrimoniales en evidente desproporción a su prestación.
La lesión deberá subsistir al momento de deducirse la acción, cuyo plazo de caducidad
será de un año contado desde la fecha en que deba ser cumplida la prestación a cargo
del lesionado. La acción será irrenunciable al momento de la celebración del acto.
La parte contra la cual se pida la nulidad, podrá evitarla si ofrece modificar el acto de
modo tal que el juez lo considere equitativo, por haber desaparecido la notoria
desproporción entre las prestaciones".

"Podrá demandarse la rescisión o modificación de todo acto jurídico bilateral oneroso,


por el cual alguien, aprovechando la necesidad, inexperiencia o ligereza notorias de
otro, se hiciere prometer u otorgar para sí o un tercero, ventajas patrimoniales en
evidente desproporción a su prestación.
La parte contra la cual se pida la rescisión podrá evitarla si ofrece
modificar el acto de modo tal que el juez lo considere equitativo, por haber
desaparecido la desproporción entre las prestaciones.
La rescisión o modificación del acto no puede perjudicar a terceros de buena fe.
El plazo de caducidad de la acción será de un año, contado desde la fecha en que deba
ser cumplida la prestación a cargo del lesionado". (Moisset en su obra)

Se podría anular por lesión por desproporcion por abuso de género?

CCQuebec, Portugués 1968, Peruano 1984, Paraguay, Holanda (1992),

Después de enumerar los vicios del acto jecia el art.954

This limitation of the grounds for legal relief has longbeen criticized in the Netherlands.
Many authors insistedupon the necessity of introducing a form of legal relief in the case
of undue influence. Responding to this appeal, the draft

16
of Book 3 of 1954, in accordance with the affirmative Conclusion of the Second
Chamber, 6" contained a provision which recognizes "abuse of circumstances" as a
ground for annulment if somebody has been induced by
these circumstances to perform a disadvantageous juristic act.
A number of relevant circumstances was enumerated in the draft: a situation of
necessity, dependence, levity, abnormal state of mind, lack of experience.
These examples make clear that the circumstances which may be taken advantage of not
only include economic or factual necessity, but also a particular state of mind of the
injured party.6 1 (Civil Code Revision in the Netherlands: A Survey of Its System and
Contents, and Its Influence on Dutch Legal Practice. Arthur S. Hartkamp)

Un solo Título tanto a los "vicios de la voluntad" como a los "vicios propios de los actos
jurídicos", pensamos que de modo alguno se modifica el régimen del Código vigente en
lo atinente al ámbito de aplicación de los mismos, por cuanto el único propósito del
reformador ha sido reordenar las normas del Código de Vélez, abordando de modo
autónomo –aunque en un mismoTítulo-,a los "vicios de los actos voluntarios" y a los
"vicios de los negocios jurídicos".

BECKER, Anelise. Teoria geral da lesão nos contratos

Ley de Principios Generales del Derecho Civil. Article 59 A party shall have the right to request a
people's court or an arbitration agency to alter or rescind the following civil acts: (1) those performed by an actor
who seriously misunderstood the contents of the acts; and

(2) those that are obviously unfair

CONTRACT LAW OF THE PEOPLE'S REPUBLIC OF CHINA


(Adopted and Promulgated by the Second Session of the Ninth National
People's
Congress March 15, 1999)
Article 54 Contract Subject to Amendment or Cancellation
Either of the parties may pe
tition the People's Court or an
arbitration institution for
amendment or cancellati
on of a contract if:
(i) the contract was concluded due to a material mistake;
(ii) the contract was grossly unconscionable at the time of its conclusion.
If a party induced the other part
y to enter into a contract agai
nst its true intention by fraud
or duress, or by taking advantage of the othe
r party's hardship, the aggrieved party is
entitled to petition the People's Court or an
arbitration institution for amendment or
cancellation of the contract.

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