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SALMOS

El libro de los Salmos es un libro precioso, y muy visitado. Se encuentra, más o menos, en
el centro de nuestras Biblias. Es un libro expresivo, lleno de canciones. Es como el
himnario de los judíos. Pertenece a la sección de los libros poéticos y sapienciales. Y es
el libro favorito de Jesús, el que más pronunciaron sus labios en los Evangelios. La razón,
probablemente, es que era el libro que más memorizado tenía; 150 canciones que todo
niño judío se sabía de memoria. Sus madres se los cantaban, los cantaban en las calles
cuando jugaban y cuando estaban en casa, o cuando celebraban algún tipo de festividad
o fecha concreta. Eran las canciones culturales, las canciones del folclore. Todo el mundo
se las sabía, pero contenían una teología extremadamente profunda.

Es el libro más influyente de la historia de occidente. Es decir, trasciende las barreras


de la religión y de la teología. Y ha influenciado, no solamente en el pensamiento, sino
también en la manera de hacer canciones. La palabra Salmos viene del griego “psalmói”,
referente a los “instrumentos de cuerda”; pero en hebreo era “Tehilim”, alabanzas. Aunque
el libro de los Salmos no solamente contiene alabanzas. De hecho, hay muchas canciones
que no tienen nada que ver con una alabanza. Y si comparamos canciones de lamento, con
canciones de alabanza nos llevaremos una sorpresa, porque ganan las canciones de
lamento. En los Salmos hay más canciones de tristeza, queja, o preocupación, que
alegres de gozo y alabanza. Lo que ocurre es que, a medida que vamos avanzando, van
ganando las canciones de alabanza, y recordamos, sobre todo, las últimas partes.

La vida está llena de emociones, de sensaciones, de expresiones, y la Biblia responde


a ellas. No es escapista. Animaría a muchos grupos de alabanza a que intentasen hacer
canciones de algunos salmos muy crudos; porque de lo que se trata aquí es de la
experiencia humana delante de Dios. Martin Lutero decía que los Salmos son “la
respuesta humana al encuentro divino”. No es una fe escapista, hay un componente
expresivo y sanador en el hecho de decir lo que te pasa, lo que sientes, y la Biblia no deja
de lado las emociones humanas.

Además, estamos en un libro fantástico, que recorre 1000 años de tradición, donde
vamos a ver distintas épocas, situaciones, y autores. Hay Salmos de la época de
Moisés, y de la época de David; y del exilio, cuando lloraban por Jerusalén, y del post exilio,
en la época de Esdras y Nehemías. De algunos podemos saber, más o menos, cuando se
compusieron, porque describen guerras, batallas, o situaciones muy concretas. No todos
los salmos son de David. A David se le atribuyen 73. Al famoso Asaf 12. Luego tenemos
a los hijos de Coré, con unos 11. Incluso tenemos 2 del sabio Salomón, 1 de Hemán, Etán,
y Jedutún, respectivamente. A Moisés también se le atribuye alguno, y otros son de autores
desconocidos.

Y, como os decía, han trascendido a la religión y a la teología. Como prueba de ello puedo
mencionaros a Bono, el líder del grupo U2, que es un ferviente creyente en Jesús, conoce
mucho de la Palabra, y tiene algunas canciones inspiradas en los Salmos (incluso los recita
en sus conciertos). También os animo a que veáis en YouTube, o donde consideres, una
entrevista que Bono le hace a Eugene Peterson, un teólogo y exegeta extraordinario muy
influyente, que ha compuesto una paráfrasis dinámica de la Biblia al inglés que se conoce
como “The Message”. Bono, como hijo de Dios, y Eugene Peterson, se unen en una
preciosa conversación en mitad del campo, hablando concretamente de los Salmos,
y diciendo que hemos perdido la esencia expresiva de este texto tan genial, y que nos
hemos vuelto reduccionistas y triunfalistas al alabar a Dios, cuando la vida es mucho
más compleja y complicada.

Y fijaos ahora en la variedad de géneros musicales y literarios que encontramos. Puede


haber más o menos, pero los podemos organizar en siete. Tres géneros mayores: Himno,
lamento, y acción de gracias. Y cuatro menores: De confianza, recordatorio, sapiencial,
y de realeza.

En cuanto a los mayores, el himno de alabanza exalta a Dios por lo que ha hecho,
recordando sus portentos y maravillas. Luego tenemos el lamento, una canción en la que el
salmista rinde su tristeza, incomprensión, o dudas, delante del Señor. Y la acción de
gracias, por algo que el Señor ha hecho en un momento determinado.

Y en cuanto a los menores, el de confianza (de fe) pidiendo la ayuda de Dios, pero
confiando en Él en medio de las circunstancias. El recordatorio, donde se narran hechos
donde Dios fue fiel y esto nos activa la fe. Los sapienciales, que nos instruyen, muy
pedagógicos, casi podríamos decir que contienen proverbios. Y, por último, los de realeza.
Canciones que se cantaban, por ejemplo, cuando se coronaba a un nuevo rey, o cuando un
rey entraba triunfante a la ciudad.

También podría haber otras categorías de salmos, como los de peregrinaje, del 120 al
134, que se cantaban por Judea o por Galilea rumbo a Jerusalén. O el 119, uno de los más
conocido, el más largo, una oda a la Ley de Dios, que en realidad es un acróstico del
“alefato”, el alfabeto hebreo. Y, por ejemplo, otro detalle, el 9 y el 10 juntos también son un
acróstico.

En cuanto a su estructura, son un conjunto de canciones que se fueron agrupando en


cinco grandes secciones, emulando, nada más y nada menos, que al Pentateuco. Es
decir, de la misma manera que tenemos cinco libros de la Ley, también tenemos cinco libros
de los Salmos. Del 1 al 41, del 42 al 72, del 73 al 89, del 90 al 106, y del 107 al 150. Y todos
terminan con un himno de alabanza (lo que permite dividirlos de maneras tan concretas).
Son interesantes también algunas diferencias internas. Por ejemplo, el libro I menciona
a Yahvé 272 veces, y a Elohim (el Dios Altísimo) 15 veces nada más. En cambio, el libro II
menciona a Yahvé solo 74 veces, pero a Elohim 207 (seguramente debido a que son de
épocas diferentes). También decir que el Salmo 1 es como una especie de salmo sapiencial
introductorio: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos” ¡Qué
importante la pedagogía de las canciones que cantamos!
En cuanto a la metáfora favorita de la relación con Dios, de este encuentro cercano, de la
respuesta humana al encuentro divino, es la metáfora del Pacto, de la Alianza. Una
relación de amor pactada, de alianza con un Dios que está por nosotros. Y en cuanto a las
rimas, cuando uno canta en un idioma (español, inglés …) la rima siempre es una rima
sonora; pero claro, a la hora de traducir se pierde. Lo interesante los Salmos judíos es
que no estaban tan preocupados porque rimasen los sonidos (que también), sino, sobre
todo, que rimasen las ideas a través de distintos paralelismos.

Es decir, repetían una idea de maneras distintas: “Dios, acuérdate de mí, Dios no te
olvides de mí”. Está diciendo lo mismo de dos maneras contrarias, un “paralelismo
antitético”. O: “Dios es grande en misericordia, tardo para la ira”. Y como estos, otros
muchos detalles y complejidades mayores, pero quédate sobre todo con esta idea maestra:
En el mundo hebreo no riman tanto las palabras en cuanto a sonidos, sino las ideas.
Y ¿qué se consigue con esto? Que, al traducir los Salmos al resto de idiomas, las ideas
siguen rimando y no pierdenn su sentido artístico y poético. ¡Es fantástico! Porque
entonces puedes traducir la idea y puedes disfrutar su belleza, no solamente del contenido
verdadero, sino de la belleza de la poesía hebrea.

Y para terminar quiero dejaros con una idea muy bonita: Incluso dentro de la estructura
podríamos encontrar “quiasmos”. Por ejemplo, si estudias con detenimiento los salmos
del 15 al 24. son un quiasmo con su centro en el 19. Si nos vamos a los extremos, el salmo
15 y el 24 son salmos de entrada, la entrada triunfal del Rey. Y entonces vienen los salmos
16 y el 23, que son de confianza. Luego nos acercamos al 17 y al 22, salmos de lamento;
porque en la vida, a pesar de que confiamos en el Señor, también se nos presenta la
tristeza, aunque siempre terminan con esperanza. Y luego pasamos al 18 y 20-21 que son
salmos reales de acción de gracias. A pesar del lamento, al final triunfa la acción de gracias.

Por tanto, teníamos salmos de entrada, de entrada a la vida, de entrada triunfal;


y confiamos en el Señor; también hay momentos de franca expresividad; pero terminamos
con acción de gracias. Llegamos entonces al núcleo, al corazón del quiasmo, que es el
salmo 19. Un salmo de alabanza por las obras y la Palabra de Dios: “Los cielos cuentan la
gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro
día y una noche a otra noche declara sabiduría ... La ley de Jehová es perfecta: convierte el
alma; el testimonio de Jehová es fiel: hace sabio al sencillo”.

Los Salmos trascienden las culturas, trascienden la fe judía (y la fe cristiana). Y llegaron


hasta Jesús. En Mc 14:26, después de la última cena: “Después de haber cantado el himno,
salieron al Monte de los Olivos”. Jesús cantó el himno con sus apóstoles, y se sabe qué
canciones cantó Jesús aquella última noche: El “himno”. El himno eran los salmos 113
a 118. Y te invito a que los leas a la luz de saber el contexto en el que Jesús los cantó.

El último de esos salmos, el 118 dice entre otras cosas: “Alabad a Jehová, porque él es
bueno, porque para siempre es su misericordia… Desde la angustia invoqué a Jah, y me
respondió Jah, poniéndome en lugar espacioso. Jehová está conmigo; no temeré lo que
me pueda hacer el hombre… Me empujaste con violencia para que cayera, pero me ayudó
Jehová. Mi fortaleza y mi cántico es Jah, y él me ha sido por salvación… ¡No moriré,
sino que viviré y contaré las obras de Jah! Me castigó gravemente Jah, pero no me
entregó a la muerte. ¡Abridme las puertas de la justicia; entraré por ellas, alabaré a Jah;
esta es la puerta de Jehová; por ella entrarán los justos!... La piedra que desecharon los
edificadores ha venido a ser la cabeza del ángulo. De parte de Jehová es esto y es cosa
maravillosa a nuestros ojos.
Aquella noche, Jesús está afirmándose. Sabe que va a morir… Pero canta. Canta estas
canciones, se nutre de la Palabra de Dios, de los salmos que había memorizado cuando era
niño. Y recuerda que el Señor, en medio de todo esto, es fiel. ¡Qué importante es el libro
de los Salmos! ¡Cuánto ha afectado a las culturas, y cuánto puede seguir afectándonos
a nosotros! Cuando nos sepas como orar, o qué orar, recita los Salmos. Así lo hizo Jesús.

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