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ECLESIASTÉS / CANTARES

Eclesiastés es un libro que nos genera muchas preguntas. A veces parece que le lleva la
contraria a Proverbios. Dicho de una manera sencilla, Proverbios nos plantea que dos
más dos son cuatro. Nos viene a decir que, si haces algo de manera correcta, el resultado
será el correcto. Eso puede generar una falsa seguridad. Como que siempre que
introduzcas una moneda en una máquina expendedora, saldrá automáticamente una
bebida. Pero en Eclesiastés no siempre pasa esto. La vida está llena de situaciones que
no comprendemos: Al justo no siempre le pasa lo bueno y al injusto muchas veces le va
bien. ¿Tiene esto sentido? Este libro va de esta reflexión del “predicador”, Eclesiastés
(derivado del griego “ekklesia”, “el que convoca”; en hebreo “Qohelet”, el maestro).

Tradicionalmente el libro de Eclesiastés se le ha atribuido a Salomón debido al primer


versículo que dice: “hijo de David, rey de Jerusalén”, aunque algunas marcas internas nos
indican que puede haber más de una voz en un diálogo interno. Es Improbablemente que
fuera otro descendiente de David, pero el propio texto no termina de aclarárnoslo. También
hay algunos conceptos de una época un poco más tardía. En cualquier caso, lo importante
es que este predicador, o maestro, va tratando tema tras tema, visitando distintas
filosofías, a las que la Biblia no les niega el diálogo.

Se hace las grandes preguntas de la vida. ¿Por qué nos pasa lo que nos pasa?
(Problema del sufrimiento que vimos en el libro de Job) ¿Qué sentido tiene el trabajo, las
relaciones, el placer, el conocimiento mismo…? Desde este punto de vista es una reflexión
filosófica con la eternidad como horizonte, aunque en aquel momento todavía no tenían
muy claro eso del más allá. Él mismo se plantea en 3:21: “¿Quién sabe si el espíritu de los
hijos de los hombres sube a lo alto, y el espíritu del animal baja a lo hondo de la tierra?

En el capítulo 12, al final, llegará a una conclusión que en realidad es el principio de


Proverbios, recorriendo el camino a la inversa. Como si el anciano Salomón, que ha
probado y experimentado todo, quizá cansado tanto de la sabiduría como de los desvaríos
y de la necedad, anda aún buscando estrategias vitales para darle sentido a su
existencia. Me recuerda el diálogo entre Platón y Aristóteles en el cuadro de Rafael “La
escuela de Atenas”. El primero señala hacia arriba como diciendo que lo importante son
las ideas por las que se comprende todo lo demás; mientras que el segundo señala hacia
abajo afirmando que lo importante es lo concreto, a partir de lo que experimentamos para
sacar conclusiones. De alguna manera el “Qohelet” representa este diálogo.
Capítulo 1. Lo primero que vamos a ver es un planteamiento de la existencia, contando
con Dios pero sin tenerlo muy claro: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de
vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que
se afana debajo del sol? Generación va y generación viene. pero la tierra siempre
permanece”. Ecl 1:2-4. La palabra que utiliza es “Hevel”, que significa “vapor”, como en
Stg 4:14 “neblina”, sin esencia, sin contenido. Así como Cantar de los cantares significa la
canción más increíble del mundo, así como Rey de reyes el supremo Rey, vanidad de
vanidades significaría que la propia vida es el sin sentido más absoluto (nihilismo).
Todo es vanidad.

En el capítulo 2 plantea la estrategia del hedonismo, el placer, el “carpe diem” (aprovecha


el presente), vamos a disfrutar al máximo posible la vida, que son dos días. “Comamos
y bebamos que mañana moriremos” (Is 22:13. 1Cor 15:32) ¿Qué sacamos de esta filosofía?
Al final lo importante será la sabiduría. Capítulo 3. Todo tiene su tiempo. Estoicismo. Es
decir, asumo la realidad y vivo cada día como viene. Sigo el orden del que formo parte; lo
que tenga que ser será, si viene dolor lo asumo, si viene placer lo asumo. Reflexiona,
dialoga internamente, se pregunta a sí mismo el sentido de la existencia, y se responde sin
conclusión, como vimos en 3:21 “¿Quién sabe…?” Si la tumba tiene la última palabra,
todo es “hebel”, todo es vanidad.

Habla del hombre que trabaja mucho pero no tiene hijo, hermano, ni sucesor (4:4). De la
insensatez de hacer votos a la ligera (Ecl 5). En definitiva, la falta de propósito, esfuerzos
humanos intentando dar cierto sentido a la vida. En pleno siglo XXI nos vemos
reflejados en esta filosofía nihilista de que “nada” tiene sentido. Y entonces se plantea el
existencialismo. Voy a crearme un propósito, voy a inventarme un sentido de la vida
a sabiendas de que al final no lo tiene y todo es “vapor”. En el capítulo 6 se pregunta:
¿Qué es el hombre? La respuesta va a ser muy interesante. El hombre es un ser limitado.
Limitado en el espacio, limitado en el tiempo.

Llega luego al pragmatismo. Vive y deja vivir, no busques profundizar tanto, solo hazlo de
la mejor manera. “Todo lo que te venga a mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (9:10).
Es interesante que en la oda a la sabiduría del capítulo 7 también nos advierte del exceso
de teoría. Dirá al final: “El mucho estudio es fatiga para el cuerpo” (12:12). Eclesiastés es
una advertencia a estas personas que sólo están dándole vueltas a la cabeza, pero que no
terminan de aterrizar. Y a veces el mucho estudio te vuelve loco.

Aun así, celebra: “¿Quién como el sabio?” (8:1). Pero observa las desigualdades de la vida,
y hace las grandes preguntas que la gente no creyente se hace: ¿Por qué hay
injusticias? ¿Por qué hay dolor? La Biblia no niega ese diálogo, lo invita en su mismo
centro, en los libros sapienciales del Antiguo Testamento, para que nos sintamos incómodos
y no nos quedemos en el automático de Proverbios, para que también tengamos una
mirada más crítica de la vida y de las creencias de las personas.

“Goza de la vida con la mujer que amas” (Ecl 9:9). Aun siendo muy sabios, no manejamos
muy bien nuestras emociones (inteligencia emocional). No sabemos qué es amor o qué
es odio, así que cuidado con las locuras. Y hacia el final nos plantea hasta cierto cinismo,
ya está de vuelta de todo. Esa actitud de ¡qué más da!, ya sé que nada tiene sentido, así
que me dejo llevar, me rindo.
Aun así, da consejos a la juventud para que aproveche el tiempo, con esas vívidas
imágenes (12:3) de los dientes (molineras), las ventanas (ojos), etc, que nos hablan del ir
envejeciendo. Hay mucha sabiduría en saber vas a envejecer y te vas a morir (Ecl 12).
Y termina de nuevo con la misma idea: “Vanidad de vanidades, dijo el predicador. Todo es
vanidad” (12:8).

Y acaba con una conclusión que no es el predicador, sino que lo dice una tercera
persona. Es muy interesante. No solemos darnos cuenta: “Cuanto más sabio fue el
predicador… (lo está diciendo alguien que no es el predicador)… tanto más enseñó
sabiduría a su pueblo. Escuchó, escudriñó y compuso muchos proverbios. Procuró el
Predicador hallar palabras agradables y escribir rectamente palabras de verdad. Las
palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados las de los maestros de
las congregaciones, pronunciadas por un pastor. Ahora, hijo, a más de esto acepta ser
amonestado. No tiene objeto escribir muchos libros; el mucho estudio es fatiga para el
cuerpo. El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus
mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio,
juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala.

Aunque todavía no hay una noción teológica desarrollada del más allá, de lo que va a pasar,
si tienen la intuición de que Dios va a traer todo a juicio. Y, ¿cuál es el final del
discurso?: “Temer a Dios y guardar sus mandamientos”. ¡El final de este discurso es el
principio de Proverbios! ¿Recuerdas…? “El principio de la sabiduría es el temor del
Señor”. ¡Qué bien que podamos dialogar con todos estos enfoques de vida! Aunque al
final, ser humano es vivir hacia Dios, desde el respeto a su enseñanza.

Pasamos página y entramos en Cantar de los cantares. Una colección de seis preciosas
canciones estructuradas de manera hermosa, preciosa, con cierta estructura quiástica
sin llegar a serlo del todo. La primera canción rima con la última, la segunda con la cuarta,
y la tercera con la quinta. Por mucho que se les ha querido dar un sentido único, más bien
parecen ser una colección de canciones pastoriles con una gran protagonista: “La voz
de la esposa”. Es interesante como se acerca a la “eroticidad” (sensualidad) desde el
punto de vista femenino. Aparece un coro, y un esposo, y algunos ven a otro personaje que
pudiera ser Salomón. El Cantar de los cantares “de Salomón” puede significar que lo
escribió Salomón, pero también dedicado a Salomón, en nombre de Salomón, en honor
a Salomón, o para Salomón.

Es relativamente breve. 117 versículos en ocho capítulos con seis canciones. Un texto con
una característica peculiar, el “Hapax legómena”. 49 palabras únicas que no aparecen en
ningún otro libro del Antiguo Testamento. 49 son muchas palabras, es decir, nos
encontramos en un universo de palabras diferente, con una poesía que enfatiza la
relación hombre mujer. Lo cual puede sorprender a algunos, y por eso, a lo largo de la
historia, se ha intentado “alegorizar”. Orígenes decía que había que tener cuidado,
y primero leer el resto de la Biblia para comprender la alegoría. Los hebreos lo interpretaban
como la relación de Dios con su pueblo, o de Dios con la Tora, o de Salomón con la
“Sabiduría” personificada… Los cristianos hemos dicho la relación de Cristo y la iglesia,
o Jesús y el alma individual, hasta Jesús y María.

Incluso algunos piensan que podría ser una crítica velada. Porque Salomón tuvo mil
mujeres y este pastor le estaría diciendo que no cometiese el abuso de quitarle la suya,
como podría sugerir Cnt 8:12: “¡Mi viña, la mía, está delante de mí! ¡Que las mil monedas
sean para ti, Salomón, y doscientas para los que guardan el fruto!”.

Pero lo que percibimos de inmediato es que se trata de una canción de amor, con un
lenguaje pastoril, en el contexto de un jardín precioso que recuerda el Edén. En un
mundo donde, por exceso o por defecto, la sexualidad está tan distorsionada, volver a estas
seis canciones que celebran el encuentro de la exclusividad del esposo y la esposa, es
digno de admirar. Luego podremos alegorizar, pero el sentido directo tiene que ver con
una muy gráfica relación de pareja.

Vivimos en un mundo donde todo está hiper sexualizado, o es un tema tabú, o está
distorsionado. Creo que debemos volver a poner en valor la relación de pareja que Dios
mismo creó en aquel jardín de Gn 1 y2. Parece ser que la última gran creación de Dios
implica la sexualidad. Porque crea a la mujer como ser humano diferente al hombre (Gn
1-2) con esa diferenciación sexual.

La primera canción la tenemos de Cnt 1:1 a 2:7, que termina con el esposo: “¡Yo os
conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y las ciervas del campo, que no despertéis a mi
amor! ¡Dejadla dormir mientras quiera! Todo muy pastoril, alternándose: “¡Qué hermosa
eres, amada mía, qué hermosa eres! ¡Tus ojos son como palomas! ¡Qué hermoso eres,
amado mío, qué dulce eres!” Y el coro celebrando. Hay cumplidos para también para el
esposo. Esto es algo extraordinario.

De Cnt 2:8 a 3:5 la segunda canción. El encuentro. Luego la tristeza de la separación,


y habrá un volver a encontrarse. Otra canción del cortejo de Cnt 3:6 a 5:1. El esposo le
dice: “Me robaste el corazón, hermana, esposa mía; me robaste el corazón con una mirada
tuya, con una gargantilla de tu cuello”.

Cuarta canción, Cnt 5:2 a 6:10. Se habla mucho de la pertenencia mutua. “¡Yo soy de mi
amado, y mi amado es mío!” (6:3). Esa pertenencia mutua, ese baile incomparable que creo
que debemos recuperar. Termina con un versículo que me encanta: “¿Quién es esta, que se
muestra como el alba, hermosa como la luna, radiante como el sol, imponente como
ejércitos en orden de batalla?” (6:10).

Siguiente canción, Cnt 6:11 a 8:4. “Bajé al huerto de los nogales a ver los frutos del valle,
a ver si brotaban las vides y florecían los granados”. Todo muy campestre hasta el final.
“¡Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, que no despertéis a mi amor! Todo el tiempo va a estar
hablando de la exclusividad del amor entre ellos de guardarse, como cuando en 2:15
mencionaron las zorras pequeñas.

En la última sección, Cant 8:5-14, está el que, quizás, es el versículo más conocido por ser
muy leído en las bodas: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu
brazo; porque fuerte como la muerte es el amor y duros como el Seol los celos. Sus brasas
son brasas de fuego, potente llama. Las muchas aguas no podrán apagar el amor ni lo
ahogarán los ríos. (8:6-7). Y también habla en el epílogo (8-14) de los tiempos del amor:
“Tenemos una hermana pequeña que no tiene pechos”. Es decir, no despertéis al amor
antes de tiempo.

Recupero algunas ideas extraordinarias: La demanda de exclusividad del amor. La


entrega mutua. El compromiso (“Ponme como un sello”). El disfrute mutuo. El mirarse
y el reencontrarse para volver a la historia del jardín.

En este mundo donde hay tantas canciones, estas del Cantar de los cantares deberían
marcar nuestra sensualidad y sexualidad. Démonos cuenta de que el mundo nos quiere
discipular y explicárnoslo a su modo. Pero ya en la Biblia, desde hace miles de años,
tenemos las canciones más bonitas del mundo, que nos explican cómo ama de verdad un
hombre a una mujer, una mujer a un hombre.

Espero que hayas disfrutado de esta lección de la Biblia en 40 días, y que aprendamos
a conectar con nuestra realidad, tanto por medio de Eclesiastés como con el Cantar de los
cantares.

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