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TEMA 43

EL MESTER DE CLERECÍA. GONZALO DE BERCEO Y EL ARCIPRESTE


DE HITA.

I. INTRODUCCIÓN
II. EL MESTER DE CLERECÍA.

II.1. Características generales


II.2. El Libro de Apolonio.
II.3. El Libro de Alexandre..
II.4. El Poema de Fernán González.
II.5. Rimado de Palacio de Pedro López de Ayala

III. EL MESTER DE CLERECÍA EN EL SIGLO XIII: GONZALO DE BERCEO.

III.1. Datos biográficos


III.2. Características generales de su obra
III.3. Clasificación de la obra de Berceo
III.4. Milagros de Nuestra Señora
III.5. La renovación del lenguaje literario de Berceo

IV. EL ARCIPRESTE DE HITA

IV.1. Vida
IV.2. El Libro del Buen Amor
IV.2.1. Manuscritos y datación de la obra
IV.2.2. Teorías sobre el posible autobiografismo de la obra
IV.2.3. Estructura, temática y unidad de la obra
IV.2.4. Intención y sentido de la obra

I. INTRODUCCIÓN
El siglo XIII ve surgir, junto al espontáneo y popular arte juglaresco, un nuevo estilo de más
cultivada perfección: el Mester de Clerecía. Los clérigos se incorporan a la literatura en romance y
siguiendo las huellas de los juglares, que desde hacía siglos venían dirigiéndose al pueblo en lengua
vulgar, inician una amplia producción encaminada a difundir entre los iletrados una cultura que hasta
este momento había permanecido encerrada en las silenciosas bibliotecas monacales. El poeta del
mester de clerecía es lo que hoy entendemos por un graduado, claro que en el siglo XIII-XIV esta
categoría correspondía a los clérigos, de ahí la clerecía. El mester es la ciencia que posee un
hombre. Los poemas del mester de clerecía tienen su propia identidad y características, pero se
acercan a la juglaría en ciertas técnicas y recursos que hacen que no sólo corran paralelos en el
tiempo y, porqué no, en el espacio, sino también en la consecución de unos fines, aquellos por los
que se crea la literatura y el arte.
En el presente tema se hará un recorrido general por el Mester de Clerecía y se hará
especial mención de los dos poetas más importantes de los siglos XIII y XIV: Gonzalo de Berceo y
Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y sus obras más representativas: Milagros de Nuestra Señora y El
Libro del Buen Amor.
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II. EL MESTER DE CLERECÍA.

II.1. Características generales


Mester de Clerecía significa "oficio propio de clérigos", teniendo en cuenta que por
clérigo hay que entender también al hombre culto que ha recibido educación latino-
eclesiástica, ya que el saber se había refugiado en los monasterios. En este sentido, clérigo
se oponía a caballero. Se define esta escuela como un movimiento literario de poesía
narrativa, de carácter culto e intención, a la par, didáctica y amena, que se desarrolla en
España, aunque localizada fundamentalmente en el reino castellano, desde el siglo XIII
hasta comienzos del XV, y que, si coexiste cierto tiempo con el mester de juglaría, presenta,
no obstante, características concretas y propias.
Una de las notas caracterizadoras y esenciales del mester de clerecía es el apego a
las fuentes escritas, aunque se citan constantemente como autoridad.. En cuento a la
utilización que se hace de estas fuentes, a veces el autor se sirve de un solo texto como
base, pero otras veces reelabora diversas obras. El lugar preferente entre estas obras que
utilizan los clérigos, lo ocupa la Biblia, pero también se basan en textos latinos, y a veces en
fuentes romances, especialmente francesas y españolas. Al ceñirse a un texto erudito, los
temas carecían de originalidad, que trataba de suplirse a través de los recursos retóricos
que se encontraban enumerándose las "Artes poéticas" de la época.
Precisamente la temática constituye un elemento de diferenciación con respecto al
mester de juglaría pues la épica sólo desarrollaba temas de tipo histórico, mientras que los
poemas de clerecía responden a una temática más variada, que va desde los temas
religiosos -litúrgicos, hagiográficos, doctrinales, marianos-, ascéticos y didácticos, a los
legendarios e incluso amorosos.
La métrica constituye también uno de los elementos caracterizadores de la clerecía.
La estrofa que se usa es la cuaderna vía o tetrástofo monorrimo, que está compuesta por
cuatro versos alejandrinos -catorce sílabas- monorrimos, con rima consonante y divididos
en dos hemistiquios. Se ha discutido mucho sobre el origen francés del verso alejandrino, a
lo que Deyermond añade elementos lingüísticos y conceptuales, y llega a apuntar que cabe
la posibilidad de pensar que la poesía del mester de clerecía surgiera en la Universidad de
Palencia, donde había maestros franceses. De cualquier forma, aparecen bastantes
irregularidades métricas en los poemas, y en ellos se apoyan Menéndez Pidal y Henríquez
Ureña para aproximar el mester de clerecía al de juglaría. Sin embargo, estos fallos también
pueden explicarse por la descuidada transmisión juglaresca, ya que no se nos ha
conservado ni un sólo manuscrito autógrafo.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias expuestas, clerecía y juglaría no son dos
mesteres tan opuestos como se pensó durante mucho tiempo, pies ya Menéndez Pidal en
1924 había señalado ciertas analogías entre ambos movimientos, como las llamadas de
atención a los oyentes, el tono narrativo-oral o la utilización por parte de los clérigos de
epítetos épicos, semejanzas que explica por el largo período de tiempo durante el cual
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convivieron ambos mesteres o también por el público al que iba dirigido: esencialmente el
público de Berceo y de los juglares era el mismo.
En cuanto al lenguaje pretende ser más cuidado y selecto que el de los juglares,
pero con el fin de acercarse a la mentalidad del pueblo, el poeta utiliza con bastante
frecuencia expresiones sencillas y familiares, e incluso a veces vulgares, aunque como nos
recuerda Lapesa, los poetas del mester de clerecía, aunque componían sus obras en
roman paladino para que las entendiera el público no letrado, eran hombres doctos, con
saber suficiente para tomar de textos latinos los asuntos de sus poemas, ya fueran
leyendas piadosas, y narraciones relativas a la antigüedad pagana. Es natural que en sus
escritos se refleje el conocimiento del latín en abundantes cultismos. Por otra parte, al ser la
temática más variada, también el léxico era más amplio que el de los juglares épicos, y en
las descripciones aparecen escenas vivas y concretas de la realidad con abundancia de
comparaciones. Otro elemento que distingue clerecía y juglaría es el de la diferente
intencionalidad, pues la del mester de clerecía es ante todo didáctico-moral, aunque sin
excluir por completo el entretenimiento.

II.2. El Libro de Apolonio es un obra que relata las peripecias y aventuras del rey
Apolonio de Tiro, en la línea de la novela bizantina. La letra del manuscrito es del siglo XIV,
aunque la datación de la obra se considera de hacia la mitad del siglo XIII. Se desconoce el
nombre de autor, pero se piensa en un clérigo por el carácter culto de la obra y su espíritu
moralizador, ya que el poema muestra la recompensa de la virtud, y el desenlace constituye
para el héroe y su familia un premio no a su fuerza e inteligencia, sino a su constante virtud
y confianza en Dios. La originalidad del poeta radica en haber incorporado un asunto de la
novelística oriental con elementos folclóricos a los habituales temas religiosos, aunque
sobre el motivo oriental imponga la cristianización y moralización, de acuerdo con las
características de la escuela. El poeta tiende a hacer los hechos más familiares al público
de la época y a veces crea animados cuadros de costumbres medievales castellanas.

II.3. El Libro de Alexandre narra la historia de Alejandro de Macedonia, siendo el núcleo


central de la obra las hazañas bélicas del protagonista después de su coronación, con una
gran insistencia en el ansia de saber de Alexandre. La autoría por parte de un clérigo
vendría demostrada por el manejo de fuentes latinas y francesas, y el deseo de mostrar
cultura por su conciencia de dignidad literaria. En cuanto a la lengua, la opinión más
generalizada opina que es el castellano, aunque hay investigadores, como Menéndez Pidal
y Corominas, que piensan que la lengua originaria fue el leonés. Emilio Alarcos atribuye
los dialectalismos a los copistas y a arcaísmos castellanos. Alexandre es presentado como
paradigma del caballero perfecto, y el saber es componente básico de su personalidad y
elemento estructural, lo cual supone una unión de caballería y clerecía, armas y letras.
Como en todas las obras del género hay un sentido didáctico-moral, pero no sólo religioso,
sino también profano, que se basa en las digresiones ilustradoras para los oyentes. En
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cuanto a la métrica, Alarcos considera que las irregularidades se deben a errores de los
copistas, mientras que Henríquez Ureña dice que se deben al octosílabo que ya entonces
comenzaba a hacer sentir su influjo.

II.4. El Poema de Fernán González se trata de la única obra de clerecía que se ocupa
de un tema épico con un héroe nacional. Precisamente la combinación de técnica y espíritu
de clerecía con el tema épico, al lado de fórmulas y recursos propios de la épica popular
hacen de esta obra un caso de especial interés como fusión de ambos mesteres. Su
finalidad es la de lograr que otros emulen la generosidad del conde castellano, y de atraer
asimismo peregrinos al monasterio de Arlanza. La parte que falta del códice original se
completado con las crónicas, y el posible autor se supone que es un monje de San Pedro
de Arlanza. En el poema se mezclan datos históricos, elementos novelescos y fabulosos. El
ensamblaje de lo literario y lo histórico confluyó en el ambiente novelesco del poema, en el
que los anacronismos y elementos fabulosos y folclóricos se mezclan con los datos
históricos, originando una atmósfera cuya impresión de realidad desmiente la investigación
erudita. Es probable que la unión de historia y leyenda pueda provenir en parte del origen
épico del tema unido a una intencionalidad poética que es parecida a la finalidad épica: lo
que el autor pretende es exaltar al héroe de la independencia castellana y cantar a Castilla
como núcleo central y originario de España. Además, el ser el Conde prototipo de Castilla
debe reunir las cualidades típicas de un héroe castellano: es religioso, gran guerrero,
amante de la justicia y de la igualdad, generoso, etc..

II.5. Rimado de Palacio de Pedro López de Ayala puede fecharse su redacción entre
1378 y 1403. Esta lenta elaboración se manifiesta en algunos pasajes que producen la
impresión de haber sido escritos en momentos muy diversos. Se puede dividir en tres
partes: invocación de la ayuda divina y confesión de los pecados del autor, diatriba contra la
sociedad de la época, tanto de la iglesia como de la civil -la mejor y más original-, y glosa de
los morales de San Gregorio. En cuanto a la métrica, hasta la estrofa 705 utiliza la cuaderna
vía, y partir de ella se vale de diversas formas estróficas, ligeras y cantables,
preferentemente canciones a la Virgen, otras veces pareados con rima interior u final, o
sextinas de alejandrino; en la parte final vuelve a la cuaderna vía. La finalidad primaria de la
obra es didáctico-moral entremezclándose la moralidad de tipo religioso y los consejos
políticos sobre la forma de gobernar dando soluciones concretas, aflorando en estos
momentos el realismo, el sarcasmo, la ironía y el humor. Ayala se sirve de un vocabulario
directo y reiterativo sin importarle la variación, pero cuando lo considera necesario se sirve
de un vocabulario especialista, de términos concretos del lenguaje jurídico, teológico y
filosófico, lo que demuestra su enorme cultura.
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III. EL MESTER DE CLERECÍA EN EL SIGLO XIII: GONZALO DE BERCEO.

III.1. Datos biográficos


Gonzalo de Berceo es el primer poeta castellano de nombre conocido, pero son muy
pocos los datos que tenemos sobre su vida. Nació en los últimos años del siglo XII,
probablemente hacia 1198 en Berceo -Rioja Alta-, lugar cercano al Monasterio de San
Millán de la Cogolla, donde se educó. Desde el año 1220 hay documentos en los que
aparece su nombre. Sobre la fecha de su muerte no tenemos datos concretos, aunque
sabemos que vivía todavía en 1252. De los documentos se deduce que fue clérigo y que
estuvo muy relacionado con el mencionado monasterio, donde debió de ejercer un cargo de
índole administrativo-legal.

III.2. Características generales de su obra


Toda la obra de Berceo gira alrededor de la temática religiosa, aunque con una
cierta variedad: liturgia, culto mariano, leyendas e historias piadosas.
Su lengua es la común de la Rioja Alta, relacionada con el navarro-aragonés y el
castellano del norte. También recoge formas arcaicas y vulgares, catalanismos,
provenzalismos, cultismos y frases latinas. Precisamente por el uso que hace del habla
familiar y locuciones vulgares siempre se ha considerado su lenguaje como prosaico,
aunque precisamente su encanto está en haber elevado lo cotidiano y vulgar al grado de
poesía.
Berceo manifiesta un gran interés por ceñirse a las fuentes, sin embargo a pesar de
esta sumisión, añade y suprime elementos y utiliza una serie de recursos literarios dentro de
los "topoi" medievales, aunque otras veces incorpora elementos que ha observado en la
realidad.
Otra cuestión interesante es la de la intencionalidad de su obra, sobre todo las
obras hagiográficas, de propaganda de los monasterios de San Millán de Silos para
producirles beneficios.
En cuanto a la métrica, dentro de las características generales de la cuaderna vía,
Berceo tiene un sentido exacto de la medida de los versos, asombrando la firmeza del
alejandrino. Usa la rima interna en los primeros hemistiquios de muchos versos,
encontrándose también rimas en esdrújulas. Los diversos tipos de paralelismo denotan un
buscado artificio, un propósito estético; también se dan abundantes versos de estructura
bimembre, expresiones binarias y bifurcaciones. Una de las principales innovaciones de
Berceo es el empleo de la aliteración, tanto por su musicalidad como atendiendo también al
sentido.
En cuanto al estilo, Berceo es un poeta de doble vertiente: popular y culta. La
primera constituye la entraña misma de su obra, abundando los refranes, modismos,
expresiones y palabras sacadas del mismo hondón del pueblo. Pero también es culto, pues
por su obra discurre un enorme caudal de artificios literarios. Aldeano y juglar está, al mismo
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tiempo, preocupado por las formas, por instinto o por educación, pero con un desvelo y una
inquietud estética indudable.
En cuanto al arte literario de Berceo, señala Deyermond que la autodeprecación
que hace el poeta es falsa, pues se trata de un falsa modestia que recomendaban los
manuales de retórica al uso para captar la benevolencia del público, y además la pericia de
Berceo se advierte al analizar detalladamente sus obras.
El realismo de Berceo no hay que buscarlo en episodios macabros, sino en la vida
sencilla de los conventos y en ese abigarrado mundo religioso que desfila por sus obras.
Menéndez Pelayo afirma que el humor es una constante en las vidas de santos
durante la Edad Media: en Berceo hay ciertas socarronerías e ingenuidades.
Menéndez Pidal sostiene que el público de Berceo era el mismo que el del Mester
de Juglaría: gente humilde, pobre, de su propio pueblo, amigos, compañeros y en gran
medida gentes incultas.
La naturaleza de Berceo está en función de algo: los astros se aúnan con perfecta
ordenación a las distintas situaciones de gozo o tristeza de la narración del texto, la nómina
de animales es abundante y variada, hay un trasfondo agrario y campesino que no se da en
otros poetas del mismo tiempo.

III.3. Clasificación de la obra de Berceo


La producción de Berceo está compuesta por nueve obras que pueden clasificarse:

- Obras doctrinales: - Del sacrificio de la misa


- De los signos que aparecerán antes del juicio.
Tienen un tono didáctico y muestran las partes de la misa, la interpretación alegórica
de las escrituras y el simbolismo de las fuentes.

- Obras hagiográficas: - Vida de San Millán de la Cogolla


- Vida de Santo Domingo de Silos
- Vida de Santa Oria
- Martirio de San Lorenzo
Cuentan la vida de distintos santos utilizando elementos épicos, imágenes de
naturaleza militar, campesina y poética. Se dividen en tres partes: la vida del santo, sus
milagros y sus intercesiones después de muerto. También tienen un carácter didáctico y
propagandístico de los monasterios a los que pertenecen los santos.

- Obras marianas: -Loores de la Virgen


- Duelo que hizo la Virgen María el día de la pasión de su hijo Jesucristo
- Milagros de Nuestra Señora
También tienen una intención didáctica, pero con una aplicación más práctica. Su
principal fuente es la Biblia y se centra en la vida de la Virgen.
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III.4. Milagros de Nuestra Señora

Se trata de una colección de 25 milagros, precedidos de una introducción alegórica,


y que tiene como finalidad demostrar que María ayuda y protege constantemente a sus
devotos. Su versión definitiva se sitúa en una etapa tardía de la vida del poeta y es en
donde alcanza su máximo momento creador. Se inscriben dentro de una corriente de
devoción mariana que se manifiesta en toda Europa a partir del siglo XI, en colecciones de
milagros marianos en latín, que muy pronto se divulgaron dando origen a obras romances y
que entre los siglos XII y XIV tienen su época de máximo esplendor.
Partiendo de la relación María-Hombre puede hacerse una clasificación funcional de
los milagros en tres grupos:
- Milagros en los que María premia y castiga a los hombres.
- Milagros del perdón, en los que María logra salvar a sus devotos de la
condenación.
- Milagros de conversión o de crisis en los que María ayuda a superar el conflicto
existencial por el que atraviesan sus devotos.
A pesar de la sumisión a las fuentes, Berceo amplía y suprime elementos y también
añade comentarios personales. En realidad lo que Berceo ha hecho es una adaptación
poética de las fuentes, convirtiendo en poesía lo que en las fuentes es árida prosa. Además,
muestra una evidente intención de dar carácter popular y gráfico a todo el libro tomando
frases y comparaciones de la lengua familiar y de las costumbres de los labriegos, dando
importancia muchas veces a lo que en el texto latino es puramente accidental y
extendiéndose minuciosamente en ciertos detalles. Mientras que la fuente latina registra los
hechos de una manera impersonal, Berceo hace constante hincapié en el tema central de
su obra: el amor, un amor que redime.
En cuanto a los "topoi" se trata de tópicos que Berceo heredó de las fuentes, salvo
algunas fórmulas de devoción o de modestia en las que se siente más su personalidad. El
tópico de mayor interés es el del "locus amoenus" que aparece en la pradera mística de la
introducción. También el tópico de la "fama" y de la "muerte feliz" como principio de la vida
gloriosa.
Berceo tiene una visión de la divinidad muy humanizada y cotidiana, casi
antropomórfica, concepción que refleja en muchos aspectos la corte monárquica medieval.
De esta manera la virgen cobra más vida gracias a la variedad de actitudes humanas que
van de lo amenazador a lo material.

III.5. La renovación del lenguaje literario de Berceo

Frente a las vulgaridades acerca del sencillo autor que pedía un vaso de buen vino a
la puerta de su convento, la crítica ha ofrecido una imagen mucho menos ingenua. El mejor
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estudio estilístico ha partido de un poeta como Jorge Guillén, del que vamos a seleccionar
sus más sólidas tesis.
Las estrofas de Berceo van asentando una visión del mundo sobre cimientos firmes,
seguros, y ese ritmo contribuye a transmitir lo que están manifestando las palabras. De esa
suerte, el orden tan obvio de la cuaderna vía refleja el orden de la Creación, pero con buen
cuitado de que al ser imaginado este orden celestial se construya con elementos del mundo
material: de este modo la blancura irreal y evanescente es imaginada con referencia
terrestre, casi cotidiana: este es uno de los secretos estilísticos del lenguaje de Berceo. Por
ello Rafael Lapesa ha dicho que este lenguaje causa sensación de inmediatez.
Se ha dicho que la lengua de Berceo adolece de prosaísmo, pero no debemos
dejarnos arrastrar por prejuicios: escribe en el lenguaje de todos dirigido a todos, es decir, a
los oyentes que en aquellos lugares de la Rioja se paran a seguir la recitación del clérigo o
el juglar. Estamos en el amanecer de la poesía castellana y el idioma es común pero
también fiel a la esencia poética. Sus maestros, los monjes de San Millán a quienes rinde
homenaje, pusieron en su mente una doctrina que fue para el autor muy provechosa, y de
ahí su sencillez: tiene siempre ese algo de divino y transparente que la parta de la
vulgaridad, aunque pertenezca con pleno derecho a un mundo de rugosidad y aroma
cotidianas.
Por otra parte María Rosa Lida de Malkiel observa el poderoso efecto cultista de
Berceo, pero sin desvirtuar el análisis estilístico de Guillén, ya que sostiene que si no
impresiona el fondo latinizante de Berceo es porque no latiniza la sintaxis, sino el
vocabulario, lo cual para nuestra perspectiva idiomática, heredera de siglos de trasvases
latinizantes, resulta imperceptible. Escribir en román paladino, pues, no es escribir
vulgarmente.
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IV. EL ARCIPRESTE DE HITA

IV.1. Vida

Pocos son los datos que acerca de la vida de Juan Ruiz nos han llegado. Es posible
que naciera en Alcalá de Henares o que viviera en esta ciudad. Era eclesiástico, Arcipreste
de Hita, vivió en la primera mitad del siglo XIV y era persona de amplia cultura y formación,
con conocimientos literarios, jurídicos y eclesiásticos. Se desconoce en qué año murió. En
el explícit final del manuscrito de Salamanca del Libro del Buen Amor el copista dice que
compuso el poema estando prisionero. Se ha tratado de identificar a este autor con varios
Juan Ruiz o Rodríguez que vivieron en la segunda mitad del siglo XIV, incluso algunos
críticos han sostenido que tanto el nombre como el cargo pudieran ser meras ficciones
literarias. En el I Congreso Internacional sobre el Arcipreste de Hita, Madrid 1972, Sáez y
Trenchs, basándose en documentos identificaron al Arcipreste con un clérigo muy
relacionado con el cardenal don Gil de Albornoz -único personaje real que se cita en la
obra-. Se trataría de Juan Rodríguez Cisneros, hijo ilegítimo de una pareja de cristianos
cautivos en territorio musulmán. Pero la carrera eclesiástica de este personaje es bien
conocida y sin embargo no se han encontrado pruebas de que hubiera ejercido el cargo de
Arcipreste de Hita.
La vida del Arcipreste debió de ser muy desenvuelta y estuvo relacionado con
juglares de diverso tipo, pues en el "Libro" informa de que compuso muchos cantares para
ellos. Podemos decir que es un clérigo ajuglarado producto típico de una época
desmoralizada.

IV.2. El Libro del Buen Amor

El siglo XIV representa el inicio de una crisis que atañe a todos los aspectos de la vida y la
cultura y que provoca el giro decisivo hacia una nueva sociedad. Van a empezar a caducar
muchos valores que antes se consideraban inconmovibles, y el ascenso de la burguesía
supone una ruptura con las instituciones y fórmulas consagradas por la tradición. También
con la burguesía aparece una nueva literatura de tono realista y satírico en la que la astucia
y el dinero reemplazarían a los ideales caballerescos y religiosos de épocas anteriores. Y es
precisamente en esta época de cambios cuando ve la luz el Libro del Buen Amor.

IV.2.1. Manuscritos y datación de la obra


En lo que se refiere a la transmisión de la obra y de su datación tenemos que no
existe un texto autógrafo de Juan Ruiz y que han llegado hasta nosotros tres manuscritos
de la obra: dos de 1330, de Toledo, y uno de 1334, de Salamanca. Los tres están
incompletos por lo que no puede hacerse una lectura total de la obra. La tercera edición
(1334) sería la definitiva y presenta una serie de adiciones con respecto a la anterior: una
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oración inicial, un prólogo en prosa, unas coplas en loor de a Virgen y dos episodios de
Trotaconventos.

IV.2.2. Teorías sobre el posible autobiografismo de la obra


El marco narrativo de la primera persona parece obedecer a la tradición ovidiana, y
según esta, el narrador-protagonista se esfuerza inútilmente por seducir a una mujer, pero
la variabilidad, desproporción y heterogeneidad de los componentes, hacen que el conjunto
sea irreductible a este patrón.
La ausencia de documentos sobre el Arcipreste contribuye a que sea imposible
deslindar en su obra lo ficticio de lo que pudo haber sucedido, si es que hay algo de real en
el poema. El "Libro" está escrito en forma autobiográfica, y presisamente la posible realidad
o la ficción de los diversos episodios que el poema narra ha dividido a diferentes críticos en
dos posturas encontradas: las de aquellos que identifican al Arcipreste con el protagonista
de su obra y la de aquellos que piensan que son dos personas diferentes. En líneas
generales, la mayoría de los críticos admite que no hay que confundir al autor del "Libro"
con el protagonista: se trataría de una autobiografía literaria, y las aventuras que en el
poema se narran le sucederían al protagonista, no al Arcipreste.
Cejador, Amador de los Ríos, Menéndez Pelayo y Azorín propugnaron una
interpretación del "Libro" como una autobiografía real en líneas generales, aunque
poéticamente idealizada. Alfonso Reyes da un paso adelante y lo considera una
autobiografía ficticia.
Vicente Gaos dice que hay sin duda algo del personaje en la obra, pero no más de
lo que pueda haber en cualquier otra obra, y añade la visión simpática con que está tratado
el personaje por su creador. Para Leo Spitzer, defensor acérrimo de que nada hay de
realidad en el poema, el hecho de que la narración esté en primera persona, no implica que
el autor haya vivido personalmente todo cuanto se narra.
Gybbon-Monypenny, buscando una fuente para este motivo, ha individualizado un
género cortesano, la pseudoautobiografía erótica, y dice que el "Libro" es una parodia de
dicho género, cuyos métodos imita el autor.
Otra tradición medieval que confluiría en el carácter autobiográfico del poema es la
de los predicadores medievales que frecuentemente ponían la narración en primera
persona para lograr más eficacia desde el punto de vista didáctico. Deyermond piensa que
quizá el Arcipreste usara esta técnica en sus sermones.
Lapesa señala que la influencia podía venirle de la costumbre que tenían los
juglares de presentarse a sí mismos como testigos de los hechos para hacer más viva y
animada su narración.
Pero el caballo de batalla del autobiografismo del poema es la prisión, a la que el
propio Arcipreste alude en varios pasajes de la obra. Gonzalo Menéndez Pidal, Joan
Corominas, Dámaso Alonso y Lapesa sostienen la realidad de este hecho, mientras que
Spitzer, Lida de Malkiel, Otis H. Green y Battaglian se han esforzado en probar que se
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trata de una prisión alegórica, la cárcel terrenal, la del pecado.

IV.2.3. Estructura, temática y unidad de la obra


Desde el punto de vista de la técnica del poema pueden distinguirse dos partes: una
en que se amolda al tipo del Mester de Clerecía, aunque con más libertad de forma, y otra
de carácter juglaresco integrada por las formas líricas destinadas al canto. Atendiendo a los
diversos elementos que componen la obra, podríamos estructurarla de la siguiente manera:
1. Una novela amorosa narrada en forma autobiográfica y que cuenta las aventuras
amorosas de Juan Ruiz. Este es el eje central de la obra y la que mantiene su
unidad. Esta narración se continúa a lo largo del "Libro" y en ella inciden los
otros elementos.
2. Colección de enxiemplos formada por una serie de cuentos y fábulas y que se
insertan como ilustración o conclusión de una aventura, como elemento didáctico
o como argumento de discusión entre los personajes.
3. Una serie de sátiras.
4. Un conjunto de disquisiciones de tipo didáctico y moral sobre el derecho civil y
canónico, los sacramentos y los pecados, las armas del cristianismo, etc..
5. Un relato típico de tono alegórico y paródico: la batalla de Don Carnal y Doña
Cuaresma apoyado en la tradición europea de poemas sobre el Carnaval y la
Cuaresma.
6. Una paráfrasis del Pamphilus de amore, comedia latina del siglo XII cuyo texto
es reelaborado por el Arcipreste: el episodio de Don Melón y Doña Endrina.
7. Una colección de poesías líricas profanas -canciones, serranas, cantigas- y
religiosas -gozos y loores de la Virgen, canciones a la pasión de Jesucristo-.
Estas piezas líricas constituyen un amplio repertorio de formas métricas y
géneros líricos de una riqueza y variedad sorprendentes para esta época en que
las canciones populares en castellano no se consignaban por escrito.
8. Prólogo en prosa, bastante ambiguo, donde expone la intencionalidad de la obra
y que está relacionado con el tipo de sermones cultos dirigidos a los clérigos,
aunque aquí está puesto en tono paródico.
Como vemos el "Libro" es un conglomerado de muy diversos elementos, lo cual
podría llevarnos a pensar que carece de una estructuración unitaria. Sin embargo la obra
está perfectamente estructurada y su unidad se testimonia por una serie de elementos que
manifiestan la conciencia que de ella tiene el autor. Desde el prólogo el Arcipreste se refiere
en diversas ocasiones a la redacción de su obra, a la intencionalidad y la interpretación.
Pero sobre todo, el elemento de unión de os heterogéneos componentes es la
autobiografía.
Partiendo de esta unidad podemos decir que el Arcipreste desarrolla la obra
alrededor de tres planos de interés: Los elementos didácticos que enlazan el "Libro" con el
Mester de Clerecía, los elementos cómicos y paródicos y los elementos líricos.
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IV.2.4. Intención y sentido de la obra


La respuesta a estas cuestiones se halla en el prólogo de la obra. Se piensa que existe una
doble intención contradictoria en la obra pues, por un lado, se intenta moralizar, enseñar las
consecuencias negativas del “loco amor” y, por otro, se incita claramente al disfrute de la
vida como premisa de la nueva mentalidad burguesa emergente con la que se identifica el
arcipreste.

CONCLUSIÓN
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El Mester de clerecía surge en el siglo XIII y supone un cambio total con respecto al Mester
de juglaría o épica castellana pues ahora, por primera vez, los autores se identifican y son
personas cultas, instruidas en diversas ramas de conocimiento, los clérigos. La intención de
esta literatura es también novedosa: divertir y, al mismo tiempo, moralizar al pueblo iletrado
que asiste a las recitaciones de estas obras. Se trata de un nuevo concepto de literatura,
formalmente más técnico (métrica regular, influencias grecolatinas) y con una intención
clara: la literatura se pone al servicio de la Iglesia y de su misión evangelizadora.

Destacan, como era de esperar, clérigos como Berceo (el primer autor español de nombre
conocido) en el siglo XIII y, fundamentalmente, Juan Ruíz, Arcipreste de Hita, que supone
ya una evolución del Mester de Clerecía en relación con la nueva mentalidad burguesa
emergente en la Baja Edad Media. El Libro del Buen Amor es ya un claro ejemplo de este
nuevo espíritu urbano y burgués que aspira al disfrute de la vida, al antropocentrismo, en
detrimento de teocentrismo de la Alta Edad Media.

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