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TEMA 43
EL MESTER DE CLERECÍA.
GONZALO DE BERCEO Y EL ARCIPRESTE DE HITA
GUIÓN
0. INTRODUCCIÓN
1. EL MESTER DE CLERECÍA
1.1. DEFINICIÓN.
1.2. CARACTERÍSTICAS GENERALES
1.3. EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA DEL MESTER DE CLERECÍA
2. GONZALO DE BERCEO
2.1. CLASIFICACIÓN DE LA OBRA DE GONZALO DE BERCEO
2.1.1. Obras hagiográficas
2.1.2. Obras doctrinales
2.1.3. Obras marianas
2.2. LA POÉTICA DE BERCEO
2.3. INTENCIONALIDAD DE LA OBRA
3. JUAN RUIZ: ARCIPRESTE DE HITA
3.1. EL LIBRO DE BUEN AMOR. TÍTULO Y TEXTO
3.2. CUESTIÓN AUTOBIOGRÁFICA
3.3. ESTRUCTURA
3.4. INTENCIONALIDAD DE LA OBRA
3.5. EL ARTE DEL ARCIPRESTE
3.6. ESTILO Y MÉTRICA
4. CONCLUSIÓN
5. BIBLIOGRAFÍA
0. INTRODUCCIÓN
Con el reinado de Fernando III, que logra la unificación definitiva de Castilla y
León, La Reconquista avanza a un ritmo muy rápido, seguido de sus sucesores Alfonso
X y Sancho IV.
Las sucesivas conquistas y repoblaciones durante el siglo XIII conllevan una
difusión del castellano que, favorecido desde el trono como lengua oficial, va a
convertirse en la primera lengua de expresión literaria en la Península.
El pueblo, analfabeto, precisa de una formación que solo puede recibir de los
clérigos, ya que la cultura, transmitida en latín, se había refugiado principalmente en los
monasterios. El clérigo, por tanto, se convierte en un puente de transferencia de la
antigua cultura clásica, con cuyo traslado al romance la hará accesible a un público más
extenso.
De esta forma, el clérigo será el factor humano del movimiento literario conocido
con el nombre de Mester de Clerecía y, que pasamos a explicar a continuación.
1. EL MESTER DE CLERECÍA
1.1. DEFINICIÓN.
Didactismo: Los autores del Mester de Clerecía carecen de una concepción del
arte por el arte, por lo que su fin principal es enseñar al público al que dirigen sus
obras. No debe confundirse con moralización, ya que solo aparece en obras de
naturaleza religiosa.
Deyermond cree que la escuela sólo engloba a los poemas del s. XIII que nacen en
torno a los monasterios de Castilla, sin embargo, la crítica actual considera que no se
puede negar la existencia de unos rasgos caracterizadores y de una actitud que configura
la personalidad del grupo que incluye también obras del s. XIV. De esta manera,
podemos hablar de dos grandes etapas:
- La primera etapa la integran textos escritos en el siglo XIII. Presentan las
características generales y se caracterizan por su gran amplitud y su carácter
épico. A esta fase pertenecen:
2. GONZALO DE BERCEO
Hay muy pocos datos sobre su vida, a pesar de su importancia: fue el primer
poeta español de nombre conocido. Lo poco que sabemos procede de su propia obra.
Se educó en el Monasterio de San Millán, al que estuvo ligada toda su vida,
aunque no se sabe qué cargo ocupaba. Nació a finales del siglo XII y en 1221 firma
documentos del Monasterio en calidad de diácono.
Brian Dutton asegura que el título de maestro que Berceo se atribuye, pudo
obtenerlo en la universidad de Palencia, centro en el que recibiría una doble formación,
literaria y teológica, entre 1223 y 1236.
La obra de Berceo suele clasificarse, según Brian Dutton, en tres grupos: poemas
hagiográficos, doctrinales y marianos. Son un total de nueve aunque también se le
atribuyen tres himnos traducidos del latín, otros libros perdidos, entre ellos, la traslación
de San Millán, además del Libro de Aleixandre (ms.de París).
Se incluyen aquí:
Todas tienen como protagonista a un Santo y tienen una misma estructura dividida
en tres partes:
1. Vida del Santo
2. Milagros del Santo en Vida
3. Milagros del Santo después de haber muerto.
Forman este apartado dos poemas de tono didáctico: Del Sacrificio de la misa, en
donde explica las partes de la misa y De los Signos que aparesçeran antes del juicio
final, en el que Berceo ofrece su versión acerca de las visiones apocalípticas de Zacarías
e Isaías.
Es los Milagros de Nuestra Señora la obra cumbre de este autor y la que mejor
ejemplifica este tipo.
A partir de la Edad Media el culto a la Virgen se hace constante. Juan Manuel
Rozas atribuye este hecho al desarrollo del culto literario a la mujer que encontramos en
la literatura gallega y occitana. De esta manera, se ha considerado que la obra
entroncaba con el fervor mariano propio del Medioevo, aunque Dutton afirma que tenía
una finalidad propagandística, relacionada con el culto mariano del monasterio San
Millán de Yuso. Así, Berceo explotaría la devoción mariana propia del momento a favor
del convento.
Su fuente más directa son Les miracles de Sainte Vierge de Coincy, aunque M.
Pelayo afirman que ambos proceden de una fuente latina común y que sería similar a la
descubierta por R. Bécker en la Biblioteca de Copenhague.
La obra consta de una introducción alegórica y de 25 milagros independientes
pero unidos por el hecho de que la Virgen interviniera en todos ellos para ayudar, salvar
o premiar a algún devoto suyo.
La introducción es una aportación personal para engarzar el conjunto de los
milagros, situando la obra en un locus amoenus, donde el hombre peregrino consigue
siempre albergue y descanso. Sus símbolos son el prado (la Virgen), las cuatro fuentes
(los evangelios), la sombra (las oraciones que la Virgen hace por los pecadores)...
La estructura de los milagros es bastante parecida: se presenta un personaje muy
devoto a la Virgen (aunque a veces sea pecador), le sobreviene un daño que puede ser
incluso la condenación eterna pero es salvado por María y el poeta acaba alabándola.
Rozas propone una clasificación que se basa en las relaciones entre María y el hombre:
- Milagros de premio o castigo: Son milagros en los que la Virgen premia a los
devotos: entre ellos, El clérigo y la flor o El pobre caritativo.
- Milagros de salvación: en los que María salva las almas de sus devotos después
de la muerte aunque hayan pecado: El ladrón devoto, El romero de Santiago.
Era anteriormente conocido como el Libro de los Cantares del Arcipreste de Hita o
Libro del Arcipreste de Hita. Fue M. Pidal quien la tituló de forma definitiva, en 1898,
basándose en diversos pasajes en los que el autor llama de buen amor a su obra.
La obra nos ha llegado a través de tres manuscritos:
Los estudiosos del Libro se han preguntado por qué Juan Ruiz escogió el vehículo
autobiográfico para su obra. Veamos las distintas teorías:
Lapesa cree que la influencia podría venir de la costumbre que tenían los juglares de
presentarse así mismos como testigos de los hechos para hacer más viva y animada su
narración.
Michalsky, que opina que sería una parodia hagiográfica, cuya base principal está en
las confesiones de San Agustín.
Felix Lecoy, por su parte, organizó el Libro de Buen Amor en torno a dos
núcleos, alrededor de los cuales se agrupan otros episodios satélites:
a) Introducción
b) Cuerpo Narrativo
c) Conclusión
VITALISMO
OTROS AUTORES
Díez Borque afirma que el Arcipreste plantea que su libro tenga como fin principal
el delectare, además de tener una función didáctica. Por lo tanto, importa tanto la
enseñanza moral como el entretenimiento y diversión.
Nicasio Salvador considera que todos los críticos tienen su parte de razón, pero no
hay que olvidar las características de la época en que el libro se escribió. Para él, el
poema resume las notas distintivas del siglo XIV, que coloca al hombre en la
continua disyuntiva entre el sentimiento religioso y el profano.
REALISMO
Lo más destacado es la captación que hace Juan Ruiz del mundo que le rodea.
Recoge elementos de la vida cotidiana que hace que el libro tenga valor de documento.
Nos hace conocer los usos de la ciudad y el campo, las costumbres de los clérigos, los
adornos de las mujeres, incluso las costumbres de los judíos o árabes en una sociedad en
la que conviven tres castas distintas.
Criado de Val ha comparado la realidad de los lugares históricos o actuales con
los que aparece en el libro y ha constatado su autenticidad.
HUMOR E IRONÍA
Son dos los estilos que Mª Rosa Lida de Malquiel distingue en el Libro de
Buen Amor:
Igual variedad ofrece la métrica: junto a la estrofa culta conocida como cuaderna
vía, apareen metros populares de estructura zajelesca. Incluso la propia cuaderna vía
será manejada con entera flexibilidad, alternando las combinaciones de versos de
catorce o dieciséis sílabas. El cambio de verso se usa para subrayar o encuadrar el
discurso entero en un personaje.
4. CONCLUSIÓN
Toda obra de arte es, en cierta medida, el resultado de la acción que ejerce el
medio cultural y sociopolítico que predomina en la sociedad en que los hombres y los
artistas conviven. Por tanto, el arte en general y, en este caso, la literatura en particular,
sirve como sustrato para observar las huellas que en él dejan los acontecimientos de la
historia y la cultura en una determinada época.
Así, la literatura de la Edad Media, ya sea con el Mester de Juglaría visto en
el tema anterior, como con el Mester de Clerecía que hemos tratado en el presente tema,
refleja una estructura social teocéntrica donde el desarrollo de la literatura sirve como
salvación del alma humana.
Un sociólogo podría trazar en el Poema de Mío Cid y en el Libro de Buen Amor
los rasgos esenciales del Medievo en España. Los versos solemnes del Cid darían
cuenta del respeto de las jerarquías, la supravaloración del honor y el
ensoberbecimiento; las estrofas burlonas de Buen Amor, de la perspicacia y la
sensualidad.
5. BIBLIOGRAFÍA
.- ALVAR, M., (ed.), El libro de Apolonio, Madrid, Castalia, 1976.
.- BENITO, J., (ed.), Milagros de Nuestra Señora, Zaragoza, Aubí, 1978.
.- DEYERMOND, A., Historia de la literatura española, I, La Edad Media , Barcelona,
Ariel, 1971.
.- ------------------, Historia crítica de la Literatura Española, Tomo 1, La Edad
Media, F. Rico (dir.), Barcelona, Crítica, 1980.
.- KELLER, E., Gonzalo de Berceo, Boston, Twayne, 1972.
.- LIDA, Mª. R., Juan Ruiz. Selección del “Libro de Buen Amor” y estudios críticos ,
Buenos Aires, Eudeba, 1973.
.- LÓPEZ ESTRADA, F., Introducción a la literatura medieval española, Madrid,
Gredos, 19835.
.- RAMONEDA, A., La lírica medieval, Madrid, La Muralla, 1973.
.- SALVADOR, N., El Mester de Clerecía, Madrid, La Muralla, 1973.
.- WILLIS, R., “Mester de Clerecía. A definition of the Libro de Alexandre”, Romance
Philology, X, 1956-1957, pp. 212-224.