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El cantar de
Mio Cid
1. Introducción
2. Orígenes de la épica europea
2.1. Ámbito alemán.
2.2. Ámbito francés.
2.3. Península Ibérica
3. Problema con los orígenes de la épica medieval
4. Elementos característicos de la épica
5. La épica medieval castellana
5.1. Los cantares de gesta
5.2. La figura del juglar
5.3. Formación de los cantares
6. El Cantar de Mio Cid
6.1. Fecha de composición, cronología y autoría
6.2. Forma y metro: lenguaje y estilo
6.3. Temas y estructura
7. Propuesta didáctica
8. Bibliografía
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1. INTRODUCCIÓN
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fundamentalmente con la Eneida de Virgilio. En la Edad Media, la épica culta, se nos
presenta compuesta generalmente en latín, aunque haya algunos importantes poemas en
romance, como el castellano Libro de Alexandre; mientras que en el Renacimiento la
épica prefiere las lenguas vulgares.
La épica comparte algunas características narrativas con la poesía heroica; pocos son, en
cambio, los rasgos estilísticos comunes y escasa la dependencia consciente de aquella
con respecto a la tradición literaria, lo que, unido al refinamiento de su público, la aleja
de los poemas que despliegan para el pueblo las hazañas de sus héroes reales o
imaginarios. Autores cultos, sin embargo, componían a veces —como ocurrió en
España— poemas épico-heroicos para ser ejecutados por juglares ante un público que
los escuchaba con entusiasmo, rasgo cuya importancia examinaremos más adelante en
el presente capítulo. La diferencia esencial, pues, entre la épica literaria y la heroica, no
se sitúa de parte del autor o del tema (aunque pueda haber una diferencia en casos
particulares), sino que hay que buscarla, más bien, por lo que atañe al público y a la
tradición en que los poetas se hallan inmersos. La épica mejor conocida y estimada de
muchos pueblos sitúa la narración en una edad heroica, quizá muy remota, en la que los
héroes desbordaron la vida misma: una época capaz de incitar a los coetáneos a la
emulación de las glorias de sus antepasados4, aunque quepa pensar que la edad de
ciertos poemas se remonte —tal vez— a la propia edad heroica. Ahora bien, ¿cuándo se
dio —si de veras existió— la edad heroica de España? Cuatro etapas que van desde el
siglo v al xi se nos presentan como posibles: la conquista de los visigodos; los primeros
impulsos de resistencia contra los invasores árabes; el período en que Castilla se debatía
por emanciparse de León, y, finalmente, la vida del Cid. Ningún argumento serio se ha
elaborado en favor del primero de los factores señalados, como punto de partida de la
épica castellana. La épica germánica de los visigodos —se ha afirmado con frecuencia
— dio origen a una tradición hispánica, pero este pueblo cruzó los Pirineos ya
latinizado, y carecemos de prueba alguna en que basar la creencia en una epopeya de su
conquista de España. Contamos con alguna luz para creer que la invasión árabe y los
primeros estadios de la Reconquista inspiraron una épica contemporánea de los hechos,
pero no hay tampoco base suficiente para acreditar tal teoría. Sólo, en cambio, a
comienzos de la independencia de Castilla hallamos evidentes pruebas de una edad
heroica.
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2. ORÍGENES Y CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPICA MEDIEVAL
Es poesía heroica aquella que canta las proezas bélicas o cinegéticas de una figura
dotada de extraordinario valor o un grupo de ellos, los héroes. Esta poesía heroica podía
darse bien en forma de panegírico, bien de épica, en la que se refiere por extenso a las
acciones del héroe. Ya Aristóteles incluía la épica dentro de los tres modos privilegiados
de literatura, junto con la tragedia y la comedia, y la definía como la “narración verista
de hechos nobles por personajes elevados en verso”. Sin embargo, la épica medieval
tiene rasgos que la diferencian de la grecolatina y de los poemas renacentistas,
fundamentalmente el hecho de que su autor sea desconocido, puesto que estaban
concebidos para recitaciones juglarescas en público, por lo que muchos de sus rasgos
característicos provienen de esta relación de oralidad. El centro europeo de la épica
medieval es, indiscutiblemente, el francés, con la Chanson de Roland a la cabeza, pero
ello no quita que hubiera en otros países germánicos y románicos, como veremos a
continuación. En el caso español, se conservan únicamente cuatro textos fragmentados,
de los que el más completo e importante es, como analizaremos más adelante, el Cantar
de mio Cid.
El cantar épico más antiguo de héroes (Heldenepos) está escrito en alto alemán antiguo,
en el S. VIII, dedicado al caudillo ostrogodo Teodorico (Hildebrandslied). La creación
más poderosa de la épica germánica está relacionada con la leyenda de los nibelungos y
Sigfrido, esbozada durante los siglos VIII-IX y puestos por escrito, posteriormente, en
los siglos XII- XIII. El tema de Sigfrido se fundió con leyendas del Rhin para unirse
luego al de los nibelungos. El poema culto Nibelungslied fue escrito hacia 1200 por un
caballero-poeta austríaco, con la figura de Crimilda como centro, que pasa de ser una
mujer joven y delicada a alguien cruel y vengativa.
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2) Garin de Monglane: se pretende restaurar el poder real tras la muerte de Carlomagno:
Chaçun de Willelme.
En todas estas obras europeas que hemos ido anotando encontramos una serie de rasgos
comunes que definen la épica y de los que podemos destacar los siguientes:
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o El héroe épico suele ser un individuo en comunión con Dios, hecho que añade a
la narración de sus hazañas un matiz de causa sobrenatural.
o Los poemas épicos transcurren en escenarios bélicos en los que se lucha contra
enemigos históricos para restituir la paz quebrada.
o El tono de la narración épica es elevado, se rige por un código militar que no da
lugar a delicadezas cortesanas y muy ligado a la masculinidad, estableciendo
una relación directa con la actitud sobria y moralizante de poeta.
o Pese a que el punto de partida del héroe es siempre una situación de injusticia
ante la que este se encuentra, al final termina triunfando la justicia.
2) Tesis individualista: Bédier (Les légendes épiques) y sus seguidores sostienen que los
cantares se componen después de los hechos que se narran, están escritos por poetas
cultos que toman datos de fuentes escritas; se componen hasta los siglos XII y XIII.
Según él, los monjes letrados, especialmente los cistercienses, vinculados a santuarios
de peregrinaciones del héroe, aportaban materiales para la creación de los cantares
épicos. Pauphilet, sin embargo, a subrayado que los santuarios estaban desiertos sobre
1100, y es la divulgación de las gestas la que vitaliza estos centros. Curtius abona esta
postura con los topoi procedentes de la retórica latina en los cantares de gesta. Peter
Russel (Temas de «La Celestina» y otros estudios, 1978), señaló el papel del monasterio
de Cerdeña y el culto al sepulcro del Cid como origen del CMC, alumbrando asuntos
legales en el seno del poema, lo que implicaba un clérigo letrado capaz de acceder a
archivos.
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Menéndez Pidal recupera esta teoría para subrayar la cercanía de los juglares a los
hechos históricos, por lo que la difusión sería mixta, oral y escrita, aunque
esencialmente oral. Esto implica que los orígenes de la épica son muy anteriores a las
versiones que se conservan.
4) Épica oralista viva: El estudio de la épica oral aún viva en las montañas adriáticas de
los Balcanes permitió explicar de modo satisfactorio recursos estéticos de aquellas
arcaicas narraciones heroicas, escritas alguna vez pero sobre todo memorizadas y
recitadas. Milman Parry y Albert B. Lord pusieron de manifiesto la existencia de un
lenguaje formular y la reiteración de motivos como recursos básicos. En 1963, Harvey
mostró que el CMC procede de un texto dictado de juglar a copista y, por tanto, que se
había compuesto oralmente.
Hemos visto que las tradiciones épicas son comunes a la cultura occidental. Después de
los poemas grecolatinos el género épico queda instaurado en Europa con La Chanson
de Roland (1100) poema épico francés que inicia el género y fija las normas. Sin
embargo la épica hispánica pronto mostró su propia originalidad distinguiéndose del
resto de tradiciones épicas románicas puesto que la mayor parte de los poemas
españoles no se han conservado, pero por el contrario presentan una extraordinaria
pervivencia a través de las crónicas, los romances y el teatro del siglo XII hasta la
actualidad, en los que se recogen palabras textuales de poemas perdidos. La épica
hispánica muestra además un acusado realismo manifestado en la sobriedad y la mesura
de un héroe distinto del resto de héroes de la literatura europea que en ocasiones que,
gracias a no desarrollar un tono demasiado elevado, configura héroes más cercanos y
más humanos. Todo ello, en un tono popular que lo aleja un poco más de las corrientes
europeas.
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El juglar recorría pueblos y castillos recitados relatos de varia índole, que acompañaba
con instrumentos musicales. El juglar era a la vez la información y el espectáculo. El
juglar, que se gana la vida con el público, tiene que complacerlo. La tensión que resulta
de su relación profesional con sus oyentes sensibiliza su gusto, al tono de éstos,
determinando que se ha de quitar, añadir o cambiar. Hay que tener en cuenta, pues, al
juglar individual, que, a pesar de su actitud impersonal, es un artista consciente de su
arte.
El oficio de los juglares se conoce con el nombre de “mester” (ministerio, oficio) “de
juglaría
S. VII: jocularis o joculator que divertía al rey o al pueblo, descendiente del espectáculo
popular romano, de los escopas nórdicos y emparentado con los cantores musulmanes.
En España hay noticias de ellos desde 1116-36 en la corte de León.
Podemos entender en el caso de los cantares de gesta al juglar como aquel que cantaba
acompañado o no de instrumentos musicales, o recitaba de memoria ante un público
diverso.
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trovador quien sabe hacer buenos versos. En el XIV el juglar cortesano ha decaído y se
sustituye la palabra por “menestrel” o “ministril”.
Edmund de Chasca (El arte juglaresco en el CMC) estudia la aptitud creadora del juglar,
que junto a sus dotes histriónicas le permite sobrevivir a pesar de ser analfabeto.
- Los que tenían sueldos permanentes en concejos para actuar allí y para los grandes
señores.
- Una clase intermedia que tiene residencia fija y actúa por encargo.
Son afines al juglar los goliardos (clérigos vagabundos) que contribuyen a la decadencia
de la juglaría. También hubo juglaresas, así como soldaderas (que actúan por un sueldo
al lado del juglar o trovador, muchas veces de instrumentista) y las cantaderas, que
aparecen en el LBA.
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Con el pasar del tiempo estas producciones orales, llamadas cantar de gesta, se
convirtieron en un género literario histórico inserto dentro de la épica.
§ La figura del juglar: La poesía épica primitiva española (cantada o recitada) no
puede entenderse sin la figura del artífice de su difusión: el juglar.
El juglar recorría pueblos y castillos recitados relatos de varia índole, que acompañaba
con instrumentos musicales. El juglar era a la vez la información y el espectáculo. El
juglar, que se gana la vida con el público, tiene que complacerlo. La tensión que resulta
de su relación profesional con sus oyentes sensibiliza su gusto, al tono de éstos,
determinando que se ha de quitar, añadir o cambiar. Hay que tener en cuenta, pues, al
juglar individual, que, a pesar de su actitud impersonal, es un artista consciente de su
arte.
El oficio de los juglares se conoce con el nombre de “mester” (ministerio, oficio) “de
juglaría”.
– Mocedades de Rodrigo, que se conserva también completo, pero es muy tardío (s.
XIV). Representa la degeneración de este modo épico (por ejemplo, los elementos
fantásticos lo inundan).
– Cantar de Roncesvalles, se conserva poco texto y debió ser traducción del francés.
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El resto de los cantares de gesta que han llegado a nuestros días lo han hecho a través de
las crónicas. Éstas, aunque eran documentos históricos introducían en sus páginas los
cantares de gesta por su indudable valor testimonial. El cronista prosifica el primitivo
cantar, pero respetaba su línea argumental, por lo que ha sido posible su reconstrucción
los principales cantares exhumados de las crónicas son: La condesa traidora, Sancho II
y el cerco de Zamora, La Mora Zaida, Bernardo del Carpio, etc.
la idiosincrasia de los cantares es el que hace referencia a su formación. Hay tres teorías
principales sobre este tema:
Aún por esclarecer, existen dos teorías que informan sobre la posible filiación de
nuestra épica:
– El origen germánico: teoría defendida por Menéndez Pidal, aduce que los germanos
versificaban las hazañas de su pueblo y las recitaban con acompañamiento musical,
semejanza con la épica castellana a la que acompañan otras como la resolución de los
pleitos mediante el combate, la costumbre de bautizar las espadas o la fidelidad con la
que el vasallo sigue a su señor.
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– Etapa de formación, datada entre el siglo VIII y el año 1140 ó 1207, según fechemos
el Poema de Mío Cid: Tenemos aquí cantares breves de unos 500 a 600 versos con
temas como la leyenda de Fernán González o la del Infante García.
– Etapa de decadencia, entre 1350 y 1480: En ella la épica cede su virtud verista en pro
de los elementos fantásticos. Destacan Las mocedades de Rodrigo de finales del siglo
XIV.
El primer relato histórico, al parecer escrito por algún testigo presencial de varios de los
acontecimientos, es la Historia Roderici (h. 1110). No obstante, antes de su muerte,
Rodrigo había figurado como tema de un panegírico latino conocido con el título
de Carmen Campidoctoris (1093). Los demás relatos históricos sólo se encuentran en
las historias árabes de Ibn Alcama (1116) e Ibn Bassam (1109), las cuales tenían un
tono anticidiano.
El autor y la fecha son dos aspectos fundamentales del Poema de mio Cid, pero poco
claros aún y muy discutidos por la crítica.
La opinión más plausible parece ser la de Colin Smith, que afirma que es inútil todo
intento encaminado a dilucidar el nombre del autor del poema, debido a que en la Edad
Media el individuo rara vez pensada en reafirmar su personalidad. Colin Smith dice que
el autor n pudo haber sido otro que un jurista, o al menos una persona que había
estudiado leyes y que tenía un considerable conocimiento técnico de ellas. Los críticos
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han reconocido que el Poema de mio Cid da cuenta exacta de muchos aspectos sociales
y legales de su época.
Si el poeta era un experto legal, queda resuelto por sí mismo un problema importante.
Que la épica fue precedida de una larga tradición oral parece probable; que una
tradición oral pudiera transmitir, durante un siglo, tanto detalle histórico exacto sobre
personas, lugares y conquistas como encontramos en el Poema de mio Cid parece
improbable. Un poeta familiarizado con la ley y con acceso a los archivos pudo haber
ido a ellos en busca de la información que necesitaba. Lo habría hecho no como
historiador que quiere escribir una crónica versificada, sino como un artista que busca
estos detalles para conferir a su obra una aureola de verdad, un aire de verosimilitud.
Aunque el Poema de mio Cid es el primer texto épico que se ha conservado y el poema
extenso más antiguo escrito en español, no es fácil que fuera en realidad el primero de
esta clase. La prueba de ello está en que bajo algunos conceptos el poema es tan
perfecto que sólo puede explicarse dentro de una tradición establecida. Esta tradición
establecida no pudo ser la francesa, pues de haber sido así la dependencia del francés
hubiera sido mayor. La única solución posible es abogar por una tradición oral de verso
épico que precedió a la aparición de la épica como forma escrita de arte en Francia, en
España y en otros países.
Lo que podemos suponer para el caso de España y Francia en la Edad Media es una
tradición épica oral, en la cual se interesaron, en un momento determinado, individuos
más cultos y artísticos que estaban acostumbrados a expresarse por escrito. Este
momento debió tener lugar en Francia a finales del siglo XI, y en España a principios
del XIII (o algo antes, si se acepta la opinión de Pidal, que da como fecha de la
redacción definitiva del cantar el año 1140).
No podemos estar seguros de si el Poema de mio Cid, tal como nos ha llegado, estaba
destinado a la representación oral o si fue representado alguna vez; todo lo que podemos
decir es que el poema deriva su carácter general, algunos de sus materiales y gran parte
de su estilo de antecedentes orales y que en su forma actual se acomoda muy bien para
la representación oral.
El poema, en su estado actual, consta de 3730 versos. Se sabe que faltan uno o dos
folios al principio del manuscrito, y uno o dos en el interior, por lo que podemos
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suponer que cuando estaba completo tenía poco menos de 4000 versos. El texto del
poema en el manuscrito es continuo y no hay pausa o espacio entre las diferentes
tiradas. Como le falta la primera hoja, no sabemos si el poeta le dio título ni si había una
introducción, pero probablemente lo llamó cantar de gesta, expresión que usaron los
cronistas para referirse a los poemas épicos.
Los editores tuvieron razón al dividir el texto en tres partes principales, a la vista de las
pausas señaladas después de los versos 1084 y 2277. A las tres partes las llamó
Menéndez Pidal “Cantar del destierro”, “Cantar de las bodas de las hijas del Cid” y
“Cantar de la afrenta de Corpes”.
La longitud del verso plantea uno de los problemas fundamentales del Poema de mio
Cid. En épocas anteriores los críticos estaban ofuscados por sus prejuicios neoclásicos
de que el verso debía ser regular y el siglo XIX presenció numerosos casos de intentos
de restaurar en el poema la regularidad del verso que, según se creía, había destruido un
copista descuidado. Pero ahora podemos ver que esa regularidad no es parte necesaria
de la poesía. Además, el hallazgo de otros fragmentos de poemas españoles ha mostrado
que era normal una gran irregularidad en el cómputo de las sílabas. Pidal estableció la
irregularidad básica de estos versos épicos y descartó todo intento de enmendar el
manuscrito del Poema solo por razones métricas.
El verso tiene una cesura bien marcada, que sirve con frecuencia para equilibrar o
contrastar los dos hemistiquios aunque estos tienen realmente una misma longitud.
La épica francesa tuvo un verso de diez sílabas absolutamente regular. El hecho de que
a ningún poeta español se le ocurriera imitar esto confirma la opinión de que todo el
sistema español fue independiente del francés.
En el Poema de mio Cid el elemento teatral es tan fuerte como, por ejemplo en La
Celestina, o quizás más, porque en el Poema tenemos además la tensión que
proporciona el verso. El impacto del poema quedaría reforzado por la técnica oral, que
además nos recuerda que no se trata de historia o de una crónica versificada, sino de una
creación literaria.
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Es importante considerar las fórmulas que el poeta adoptó de la tradición oral (ingenio
vivo y una gran reserva de episodios, elementos consagrados por el uso y frases
repetidas, aunque variables). La clase de fórmula más evidente en el Poema de mio
Cid es el epíteto épico. Existen en él dos categorías de epítetos épicos:
Estas fórmulas de un número de sílabas fijo eran muy adecuadas para rellenar posibles
vacíos de memoria del poeta en su recitación. Aunque es posible presentar toda una
teoría sobre le valor literario de estos epítetos, y sobre el uso dramático que hace el
poeta de ellos, con frecuencia parecen tener solo la función de llenar un verso o
proporcionar una rima fácil. No obstante, el sistema de fórmulas es mucho más amplio.
Las fórmulas no existen aisladas, sino que se utilizan para expresar lo que los oralistas
llaman un “motivo”, es decir, una unidad descriptiva de pequeñas dimensiones; estos
motivos, a su vez, forman un “tema”. Los ejemplos de temas recurrentes son las batallas
y los viajes, los encuentros, las descripciones de vestiduras, las plegarias breves, etc.
Una de las razones más fuertes para defender la unidad de autor en el poema es la
manera constante, y constantemente variada, con que aparecen los motivos y las
fórmulas en el texto.
El Cid del Poema es poco común entre los héroes de la epopeya medieval a causa de su
motivación práctica y su humanidad realista. Mucho más insólita por su edad. El poeta
decidió relatar solamente los últimos diez años de su vida, y le presentó poseedor de una
augusta gravedad. No obstante, nos ofrece vislumbres de hechos descabellados de sus
mocedades, como el golpe que dio al sobrino del conde de Barcelona en la corte de éste.
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Es curioso que el carácter poético del Cid resulte ser como una amalgama de la
temeridad juvenil del Roldán poético y la cautela del viejo Carlomagno.
E. PERSONAJES
Los personajes que pueblan las páginas del Poema de mio Cid son una de las mejores
bazas para explicar la singularidad pervivencia del tema cidiano. Aunque no sean
personajes redondos, tienen mayor profundidad psicológica de los esquemáticos
personajes de otras épicas.
Las verdaderas sutilezas del Cid están en su comportamiento de los infantes. Aunque
desde el principio se observan presagios desfavorables a la celebración del matrimonio,
el héroe no se deja guiar por el prejuicio.
La cualidad personal que el poeta ensalza del Cid es precisamente una cualidad que no
es épica: la mesura. Se trata de una actitud más cívica que militar.
De los otros personajes, ofrece interés el relato de los infantes. Se los ve casi siempre
juntos, el poeta los considera una sola personalidad. El poeta intenta hacer un contraste
dramático entre éstos y el Cid. Los infantes son cobardes, carecen de madurez y
dependen el uno del otro de forma siniestra.
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hecho geminadas). Como dice Luckács, puesto que en la épica lo que importa es la
comunidad, ningún personaje aparece con personalidad propia.
Mª Eugenia Lacarra divide a sus vasallos así: la mayoría son de criazón, es decir,
criados para él. Los de soldada, es decir, pagados, se dividen a su vez en peones, que
iban a pie; villanos, que no son caballeros, pero tienen caballos y espada, y otros
caballeros que no son de criazón y que forman una minoría. Lo que sí es cierto es que
todos son dignos de su señor porque la bondad del señorío, según el tópico medieval, es
comunicable. Álvar Fáñez, Minaya, no acompañó realmente al Cid: su presencia la
explica Sáinz Moreno: el autor del poema es un personaje que se autorretrató, Don
Jerónimo Visqué de Perigord, quien dio importancia a Álvar Fáñez porque la diócesis
de Valencia se debe a su familia. Martín Antolinez tiene cierto espíritu burgués y se
encarga del dinero; Nuño Gustioz y Félix Muñoz son familiares del Cid.
Los moros aparecen como dignos enemigos, además se les presenta con cotidianidad: él
es admirado por los musulmanes, conoce el árabe e incluso sus hijas son acogidas por
Abén Galvón tras la afrenta de Corpes.
F. TEMA Y ESTRUCTURA
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representante directo de Dios. Por este motivo el destierro es considerado la
expulsión de la pirámide feudal. El dinero también se interrelaciona con esta
temática. Se aprecia en el poema, así mismo, un cierto sentimiento de lucha
entre los infanzones que acompañan al Cid y los nobles de mayor alcurnia. El
poeta quiere demostrar que aunque el Cid le falta categoría social, posee el
vigor y las cualidades morales, mientras que la alta nobleza puede tener clase
pero es estúpida.
2. El honor tiene varios planos, por un lado el honor personal, el individual, pero
otro el de la colectividad, la mesnada. Sin embargo se trata de un concepto de
honor menos específico que el que aparece en el código calderoniano. La
recuperación del honor perdido a causa de la ira regis está estrechamente
vinculada a la consecución de otros fines de carácter diverso como el
económico, el feudal y el social. Se presenta el tema del honor con más
humanismo que en el Siglo de oro.
3. El tema del buen soldado es el tercer tema que vemos aparecer en la obra. El
poeta sabe que el deber del Cid así como el de la clase social que éste
representa es la guerra. Por este motivo exhibe un buen conocimiento de la
temática bélica. El poeta es capaz de sentir y expresar toda la emoción de la
batalla y la vida militar. Entre los mejores parlamentos del Cid están las
arengas prebatalla. En el poema se da por presupuesta la existencia de un
código militar.
4. La integridad es el cuarto tema capital del poema. El Cid se merece el poder,
el honor, la justicia y las victorias militares, porque es íntegro en un sentido
cristiano, feudal y social. El tratamiento de los personajes femeninos son, así
mismo, un buen acicate para demostrar las cualidades morales de nuestro
héroe.
8. CONCLUSIÓN
No queremos terminar sin volver a recordar la importancia de un tema como este en una
historia de la literatura, no sólo por su carácter fundacional, sino por el hecho de haber
sido un texto maestro de nuestras letras. Menéndez Pidal afirmó en su día que el tema
del Cid es la presencia más reiterada en la literatura española.
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a la implantación del sentimiento de colectividad, tan importante para el desarrollo de
las sociedades.
BIBLIOGRAFÍA
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