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Tema 36

El discurso literario. La teoría de los géneros

Introducción
1.Géneros literarios
2.Historia de los géneros literarios
2.1.Época clásica: criterio formal-expresivo
2.1.1.Grecia y Roma: los comienzos
2.1.2.Edad Media: conflicto entre práctica literaria y teoría de los géneros
2.1.3. Siglos XVI y XVII: consolidación del modelo poético antiguo
2.1.4. Siglo XVIII: del normativismo neoclásico al sistema romántico
2.2.Época romántica: criterio simbólico-referencial
2.2.1. Siglo XIX: Hegel y sus modalidades de representación referencial literaria
2.2.2. Siglo XX: ecos hegelianos en Formalismo, Estructuralismo y Semiótica
2.3. Síntesis: revolución lingüística de la mano de Batjín
3.Tipología actual de los géneros literarios
-Géneros líricos
-Géneros épico-narravitos
-Géneros dramáticos
-Géneros didáctico-ensayísticos
4.Conclusiones y aplicaciones didácticas

Introducción
"Me propongo tratar de la Poesía en sí misma y de sus tipos diversos”, decía Aristóteles al
comienzo de su Poética. Esta frase dio lugar a una interesante observación por parte del estudioso
Miguel Gomes, quien advirtió que "En efecto, aunque la formulación de Aristóteles ofrece un
quehacer dual, sabemos que en las páginas siguientes no existe tal deslinde y, forzosa,
obstinadamente, la `Poesía en sí misma' parece asequible sólo mediante `los tipos', la pluralidad que
en el fondo signa a toda esencia reconocible".

Para Garrido, lo único claro en la cuestión de los géneros es la empírica movilidad de los mismos,
sus continuas sustituciones y sus diferencias en el espacio y en el tiempo. En algún momento de esa
línea temporal de la historia, los géneros fueron entendidos y explicados como instituciones fijas y
cerradas, regidas por leyes inamovibles, en virtud de las cuales la creación individual era sometida a
un juicio tan severo como infundado. Bajo esta tradición preceptista subyacía un propósito
jerarquizador, fruto en ocasiones de una mentalidad aristocrática reacia a las novedades artísticas,
como bien reflejan las poéticas de Boileau o Luzán.

La historia de la teoría genérica en Occidente puede dividirse en dos grandes etapas, según el
criterio conceptual que se ha venido utilizando para clasificar los géneros literarios. La primera
etapa, que podemos llamar clásica, se basa en un criterio de orden formal expresiva. La segunda,
identificable con el Romanticismo y los comienzos de la modernidad, parte de un criterio
simbólico-referencial. Como síntesis de las dos etapas podría entenderse una tercera ya en el s. XX.
Cada uno de estos períodos está vinculado a la actividad especulativa de un gran pensador literario:
Aristóteles, Hegel y Bajtín, respectivamente.

Hoy en día, parece que el consenso al que han llegado la mayoría de estudiosos teóricos es que los
géneros literarios son productos culturales que poseen un sentido puramente instrumental y pueden
variar en el transcurso histórico-cultural, tanto en sus concepciones como en sus clasificaciones. No
obstante la historia de los géneros ha dado pie a numerosas teorías y estudios en torno a los mismos,
que nos proponemos recorrer de la manera más precisa que nos permita la limitación espacial en
estas líneas.
1.Géneros literarios

Wellen y Warrek en su Teoría literaria afirmaban que “La teoría es imposible si no se asienta
sobre la base del estudio de obras literarias concretas (...). Pero, a la inversa, no es posible la crítica
ni la historia sin un conjunto de cuestiones, sin un sistema de conceptos, sin puntos de referencia,
sin generalizaciones. Huelga advertir que esto no entraña un dilema insuperable: siempre leemos
con algunas concepciones previas y siempre cambiamos o modificamos estas concepciones previas
con la mayor experiencia de obras literarias. El proceso es dialéctico: una interpretación mutua de
teoría y práctica.”.

Hoy entendemos por género literario el modelo estructural que permite clasificar los textos según
sus rasgos comunes de forma y contenido y que actúa como marco de referencia para escritores y
público; es decir, en su definición se aúnan criterios formales (referentes a la “dispositio” y a la
“elocutio”) y temáticos (la “inventio”). Sin embargo el concepto de género literario ha
experimentado diversos cambios a lo largo de la historia en función de los distintos acercamientos
que se han realizado a los textos literarios.

Desde la época clásica y hasta el Romanticismo se hablaba de género como de algo marcado por
la propia naturaleza literaria, mostrando una actitud normativa, y tomando como base lo que se
conoce como los géneros naturales (épica, lírica y dramática). Pero a partir de entonces, los
géneros pierden su carácter prescriptivo y pasan a ser analizados e incluso a ser puestos en
entredicho. Ferdinand Brunetière los estudia desde una perspectiva biológica, que considera que
los géneros nacen, se desarrollan y posteriormente desaparecen. A este hipótesis se opone
Benedetto Croce, atacando los preceptos rígidos y arbitrarios a los que se someten. No niega la
noción de género, pero sí señala la peligrosidad de utilizar elementos extrínsecos a la esencia de lo
literario.

Los propios Wellek y Warren consideran los géneros un principio de orden no estricto, no fijado,
en el que puede insertarse toda obra literaria. Hablan de género como “institución”: “cabe trabajar,
expresarse a través de instituciones existentes, crear obras nuevas […], cabe también adherirse a
instituciones para luego reformarlas”.

La teoría moderna presenta unos planteamientos descriptivos, pues no limita el número de los
posibles géneros ni impone restricciones a los autores. Considera que cualquier género puede tratar
cualquier tema y que pueden mezclarse para producir nuevos géneros.

Por su parte, García Berrio supone que la plasmación del género, como estructura comunicativa, se
produce en el entrecruzamiento de las unidades de contenido temático y las modalidades de
realización expresiva que se seleccionan. La historicidad de esta relación permite dar cuenta de las
transformaciones que se producen: por hibridación, contaminación o sustitución. García Berrio
sostiene que un ajustado tanto como adecuado planteo de una teoría de los géneros literarios
consiste en observar la articulación y actualización histórica de las clases expresivas fundadas en
presupuestos de universalidad natural genérica. Sin embargo, el criterio de la "universalidad
natural genérica" lejos está de ser admitido pacíficamente por las más recientes teorías sobre el
género.

2.Historia de los géneros literarios

Como hemos indicado en la introducción, la teoría de los géneros literarios se desarrolla en tres
etapas:
Etapa clásica: desde Platón y Aristóteles hasta el neoclasicismo del XVIII
Etapa de oposición crítica al neoclasicismo: surge a partir de la teoría romántica de los géneros
(Estética de Hegel)
Etapa de reelaboración: a partir del formalismo ruso.

2.1.Etapa clásica: criterio formal-expresivo


2.1.1.Grecia y Roma: los comienzos
La tipología de base trimembre, lírica, épica y dramática, que constituye el fundamento del sistema
genérico más aceptado en Occidente, se encuentra ya esbozada en las breves reflexiones que Platón
dedica al asunto en La República. El filósofo griego distingue las «ficciones poéticas que se
desarrollan enteramente por imitación», tragedia y comedia, de aquellas que emplean «la narración
hecha por el propio poeta», ditirambo, y de una tercera especie que «reúne ambos sistemas y se
encuentra en las epopeyas y otras poesías».

Desecha el género teatral, de carácter imitativo, pues las obras dramáticas implican la aparición de
caracteres indignos como «mujeres jóvenes o viejas que insultan a sus maridos», u «hombres que se
insultan y burlan unos de otros», lo cual sería un mal ejemplo para los jóvenes. También tiene un
concepto negativo de los poemas épicos que en el caso de ser cultivados en la ciudad utópica
inducirían al «reinado del placer y el dolor en vez de la ley y de aquel razonamiento que en cada
caso parezca mejor a la comunidad».

En lo relativo a la poesía, concluye Platón que no han de admitirse en la ciudad más que los himnos
a los dioses y los encomios a los héroes, es decir, sólo acepta la expresión del poeta mismo en
tercera persona, esto es, la lírica.

Aristóteles, por su parte, tiene en consideración únicamente los géneros miméticos (entendiéndose
por mimesis la imitación de una acción o de hombres que actúan) y, excluyendo también la lírica,
realiza una clasificación en base a tres criterios:
-Por el objeto imitado (personajes): podemos diferenciar entre los géneros mejores o nobles
(tragedia y épica) y los peores o inferiores (comedia y poema burlesco).
-Por los medios de imitación (ritmo, canto y verso): la clasificación, en este caso, se basa en que
se den por separados (como en la tragedia y la comedia) o en que se den al mismo tiempo (epopeya,
ditirambo).
-Por el modo de imitación (quién habla): distingue entre los géneros en los que lo hace el
narrador (épico – narrativos) y aquellos en los que lo hacen los personajes (los dramáticos).

Los preceptos de Horacio, encauzados en la Epístola ad Pisones, y a través de su mezcla con los de
Aristóteles originaron siglos después una concepción de los géneros en exceso normativista, que no
se avenía con la realidad de las ideas horacianas, bastante flexibles y tolerantes. Según Menéndez
Pelayo, Horacio no es partidario de los géneros acotados y cerrados sobre sí, y prueba de ellos es
que hable de la invasión de unos géneros en otros.

Será el propio Horacio quien, en el siglo I a.C., va a establecer la primera división tripartita de los
géneros,definiendo cada uno en función de la métrica empleada:
· Hexámetro para los géneros narrativos (epopeya)
· Yambo para los dramáticos (tragedia y comedia)
· Lira para los himnos a los dioses, las odas a los deportistas y vencedores y las anacreónticas
(amorosas y báquicas). Es la primera referencia explícita a la lírica.

En Retórica a Cayo Herennio, Cicerón expone los tres tipos de narración que, en su opinión,
existen: una primera en que se expone el hecho del modo que más nos favorezca, lo cual acontece
en las causas judiciales; una segunda en que intervine algún juramento o recriminación, o
transición, o alabanza o vituperio; y una tercera que nada tiene que ver con las causas civiles, pero
conviene ejercitarse para tratar mejor las narraciones anteriores. Este tercer tipo se subdivide en dos
modalidades: cuando versa sobre los negocios, y cuando versa sobre las personas. Es el primero que
toca a lo literario y se divide en tres categorías:
Fábula: «la que no contiene cosas verdaderas ni verosímiles», como acontece en la tragedia.
Historia: «hechos verdaderos, pero lejanos de nuestra edad».
Argumento: «hecho fingido pero verosímil», como ocurre en la comedia.

El itinerario de Quintiliano por las lecturas modélicas comienza por la épica, con Homero, pues su
autoridad obliga a partir de él. Al poema épico de Homero subordina el poema didáctico y el lírico,
al que llama «musa rustica et pastoralis» y cita a varios autores: Píndaro a la cabeza, y después
Estesícoro y, por último, Simónides de Ceos, compositor de epigramas, epinicios y poesía coral.

En el género dramático valora la importancia de la comedia antigua por la libertad del lenguaje de
que hace gala en la persecución de los vicios, después de la épica lo considera el género más
provechoso para los oradores, lo mismo que la tragedia, beneficiosa también para los practicantes
de la oratoria por la densidad conceptual propia de las máximas y sentencias que contiene.

2.1.2. Edad Media: conflicto entre práctica literaria y teoría de géneros

En la Edad Media, la creación de nuevos géneros (cantares de gesta, teatro, predicación, lírica
popular) rompe la clasificación de los clásicos. Por eso surge gran variedad de nombres sin
distinciones nítidas: lais, nouvelle, fábula, fabliella, enxiemplo, apólogo, proverbio, castigo,
milagro, misterio, auto, farsa, juegos de escarnio…Esta época se caracteriza por la gran cantidad de
novedades formales en lo literario y por la escasez teorizadora en torno a los géneros propiamente
dichos.

En todo caso, las teoría clásica de los tres estilos de Cicerón será retomada en esta época, que van a
desembocar en la llamada Rueda de Virgilio, en la que se ejemplifica con las obras mayores de este
poeta las tres grandes posibilidades temáticas y estilísticas:
-Estilo sublime y personajes elevados para la epopeya (tomando como
modelo La Eneida).
-Estilo humilde y personajes humildes para la lírica (basándose en Las
Bucólicas).
-Fórmulas intermedias para el poema didáctico (siguiendo Las geórgicas).

Según Curtius, durante la Alta Edad Media, la doctrina de los géneros tenía el mismo rango que la
de las partes del discurso; se convirtió en tosco sistema de cajones en el cual se hacían caber
contenidos dispares; en él había que incorporar, además, géneros que ni Platón ni Aristóteles habían
conocido, ante todo, el poema didáctico y la poesía pastoril, convertida por Virgilio en género
clásico.

La redistribución de los grupos genéricos en la temprana Edad Media se percibe al examinar las
opiniones al respecto de san Isidoro de Sevilla en sus Etimologías. Subraya la primacía de la Biblia
sobre los autores de la Antigüedad. Para los primitivos autores cristianos la Biblia fue un medio de
asegurar la preeminencia israelí y sagrada sobre la cultura pagana de la Antigüedad.

En la poesía lírica, establece una tipología de poemas conforme a un criterio temático:


Heroicos: «el poema que narra las gestas y hazañas de los grandes hombres».
Elegíacos: «porque la modulación de este verso se adapta muy bien a las tristezas».
Bucólicos: «el metro bucólico, esto es, la poesía pastoril, opinan muchos que fue
compuesto por primera vez por los pastores en Siracusa [...]. Toman el nombre de
bucólicos por la gente que en mayor cantidad los utiliza».
En cuanto al teatro, distingue dos genera comicorum: vetere (Plauto y Terencio) y novi o satyrici
(Flaco, Persio, Juvenal). Esta consideración de poetas líricos satíricos dentro del teatro demuestra
que san Isidoro habla de oídas. Según Menéndez Pelayo, las tradicionales definiciones de la
comedia y la tragedia toman en san Isidoro un carácter arqueológico, como de cosa ya pasada y que
el autor sólo conocía por los libros.

Uno de los pocos autores que demuestra una clara conciencia genérica, aunque limitada a la poesía
de tipo narrativo, es J. BODEL, quien a primeros del siglo XIII distingue tres tipos de géneros
narrativos de acuerdo con su asunto a materia:
La materia de Francia, correspondiente a las chansons de geste.
La materia de Bretaña, que corresponde a contes y romans.
La materia de Roma, o de obras asentadas en la tradición latina.

En el ámbito hispánico, destaca el Proemio e carta del Marqués de Santillana que se trata de un
breve compendio histórico de las literaturas románicas, fundamentalmente referida a la poesía lírica,
que sólo muy tangencialmente se ocupa del problema de los géneros. Intenta una pequeña
sistematización del corpus lírico de su tiempo, centrado para él en el grado mediocre, aquel que
viene señalado por el uso de la lengua vulgar por parte de poetas provenzales, franceses e italianos.
El talante aristocrático del Marqués no le permite conceder el lugar que le corresponde en una
Poética a las formas populares y tradicionales de la lírica: romances y cantares.

2.1.3. Siglos XVI y XVII: consolidación del modelo poético antiguo

Durante el Renacimiento, la teórica genérica recupera las coordenadas de la poética clásica y la


clasificación más común sigue el consabido orden tripartito. Minturno introduce la lírica como
miembro de pleno derecho y se hace eco de la aparición de la literatura en lengua romance (prosa
narrativa incluida en la épica: la “novella” italiana), distinguiendo así tres géneros:
o Épica: en prosa, verso o mixta.
o Escénica: tragedia, comedia, y comedia satírica.
o Lírica: cajón de sastre donde engloba todo lo que no cabe en las anteriores.

En España, Francisco de Cascales supondrá la aceptación por primera vez en nuestro país del
esquema tripartito, a principios del siglo XVII. Para él, también la lírica tiene una fábula (historia)
y, por tanto, también es mimesis. Siguiendo también a Aristóteles, da una clasificación genérica
tripartita basada en el modo:
o Géneros exegemáticos (líricos): en los que el poeta habla en nombre propio.
o Géneros dramáticos: en los que hablan los personajes,
o Genéros mixtos: en los que participan ambos.

Sus ideas de la lírica como ficción serán retomadas en el XVIII por autores como Batteaux, a pesar
de las objeciones que propuso Juan Ginés de Sepúlveda y López Pinciano quienes afirmaban que
las especies trágica y cómica se distinguían como el blanco y el negro, y, por tanto, habría que
hablar de cuatro géneros: épico, lírico, trágico y cómico. Sin embargo, acabará imponiéndose la
unión de comedia y tragedia en un solo género literario como drama o imitación de una acción.

El propio Pinciano opta por introducir un nuevo criterio de división porque son muchas las especies
que quedan fuera del cuadro clasificador: el de regularidad e irregularidad, de modo que el
poema lírico puede ser de dos clases: enunciativo o enarrativo. Acoge formas de la literatura
contemporánea, algunas de muy reciente creación: mimo, apólogo, parodia, o jeroglífico.

Pese al carácter mimético de la Poética renacentista respecto de la antigua, es en esta época cuando
se producen profundas transformaciones, especialmente en el género más sometido a variaciones: la
tragedia. A los cambios introducidos en la práctica escénica por la Commedia dell’arte, hay que
unir la teorización dramática llevada a cabo por Lope en el Arte nuevo de hacer comedias, en la
que fija la nueva formulación de la comedia, opuesta a la establecida en la Antigüedad. La comedia
nueva se caracteriza por canonizar el principio de mezclar lo trágico y lo cómico, y romper con las
unidades clásicas. En esta mixtura radica el inicio del teatro moderno.

2.1.4.Siglo XVIII: del normativismo neoclásico al sistema romántico

Durante la primera mitad del siglo XVIII la doctrina clasicista de los géneros literarios halló
muchos defensores. Sin embargo, ese panorama habría de cambiar cuando el movimiento
prerromántico alemán, el Sturm und Drang manifestara la negativa a estos preceptos, esgrimiendo
argumentos basados en la individualidad y en la libertad, como más adelante se haría con el
Romanticismo.

Además hay que tener presente que, en esta época, surgen nuevos géneros. En el XVIII, se inaugura
en España el ensayo con los nueve volúmenes del Teatro crítico universal (en el que el término
“teatro” se interpreta como panorama general) y los cinco de las Cartas eruditas y curiosas del
padre Benito Jerónimo Feijoo (1676‐1764). No obstante, con anterioridad ya habían sentado las
bases fray Antonio de Guevara, en el siglo XVI, y el ya mencionado Francisco Cascales en el
XVII.

Como decíamos al principio de este epígrafe, la aceptación incondicional del sistema aristotélico-
horaciano condujo en el s. XVIII a entender el género literario como una especie de esencia eterna,
fija e inmutable, gobernada por reglas específicas y también inmutables, de manera que se entendía
como un mundo cerrado que no admitía nuevos desarrollos. Se hace imperiosa la necesidad de
acabar con el hibridismo y la impureza de los géneros históricos volviendo los ojos a los preceptos
de Aristóteles y Horacio.

Boileau representa este espíritu de sujeción a las normas, codificadas en su Arte poética, de acuerdo
con la tríada genérica, en el cual es el género dramático el que resulta el mejor asegurado en razón
del respeto a la regla de las tres unidades y la verosimilitud como categoría inexcusable en la
imitación de las acciones.

Por lo que hace al más importante teórico español del s. XVIII, Ignacio de Luzán, su mérito estriba
en sentar definiciones rotundas de los géneros, como la siguiente sobre la poesía: «imitación de la
naturaleza en lo universal o en lo particular, hecha con versos, para utilidad o para deleite de los
hombres, o para uno y otro juntamente». En cuanto a las formas teatrales trata también de las
modalidades genuinamente españolas como la tragicomedia, la égloga, el drama pastoril y el auto
sacramental.

El esquema clásico parecía funcionar bien en relación con unos cuantos géneros asegurados en la
tradición, pero, como señala Wellek, lo que socavaba este esquema era el éxito conseguido por
géneros con los que poco o nada tenían que ver sus preceptos: la novela, el ensayo periodístico...

Ante esta situación, los críticos del Siglo XIX rompen con el concepto de universalidad de los
géneros y elaboran una nueva teoría apoyada en la semejanza con las especies biológicas; es una
teoría evolutiva que hace primar la aparición de unos géneros sobre otros. Donde más claramente se
encuentra expuesta esta teoría evolucionista es en el Prefacio a Cromwell de Víctor Hugo, obra en
que van indicándose las analogías genérico-cronológicas: la lírica se correspondería con una fase
primigenia de la Humanidad; la épica con una segunda más desarrollada; y la dramática con el
período de madurez, simbolizado por la cumbre de Shakespeare. La confusión de géneros se
entiende en Hugo positiva y revitalizadora y dentro de ella el drama ocupa el lugar esencial.

Goethe matiza la tríada genérica en su trabajo sobre formas naturales de poesía: la que narra
claramente (épica), la inflamada por el entusiasmo (lírica), y la que actúa personalmente
(dramática). Aunque reprueba la mezcla de formas, reconoce que el proceso de disolución de la
categorías genéricas es imparable. En esta disolución de los géneros tiene mucho que ver la
progresiva importancia que en la reflexión genérica obtiene la novela, a la que SCHELLING
reconoce la mayor capacidad globalizadora y el mayor grado de madurez, por encima del drama, en
la evolución de las edades, según demuestran los casos señeros del Quijote y el Wilhelm Meister de
Goethe, y la radical individualidad de ciertas obras como la Divina Comedia.

2.2.Etapa romántica: criterio simbólico-referencial

2.2.1.Siglo XIX: Hegel y sus modalidades de representación referencial litearia


Probablemente la sistematización genológica más importante es la que proporcionan las Lecciones
de Estética de Hegel, que a la definición de los géneros naturales añade una descripción de sus
realizaciones a lo largo de la historia.

Hegel forzó así la taxonomía ternaria tradicional, intentando universalizar una tipología de las
modalidades de representación referencial literaria de la realidad: subjetiva (tesis lírica), objetiva
(antítesis épica) y mixta (síntesis dramática). La voluntad dialéctica de Hegel se manifiesta al
definir la lírica frente a la épica. Empieza definiéndola como «el otro aspecto opuesto de la poesía
épica», cuyo contenido es «lo subjetivo, el mundo interno». El ánimo no progresa hacia la acción,
sino que «se detiene ante sí como interioridad». La subjetividad se convierte en objeto y contenido.
Mediante la autoexpresión lírica se conseguiría una suerte de catarsis personal, una liberación en el
autodespliegue del yo y en su proposición por medio del lenguaje.

En cuanto al drama, la acción de los personajes dramáticos aparece como un proceso exterior
objetivo, como ocurre en la épica, pero la expresión conflictiva de los mismos personajes a través
del discurso mimético de sus voces ficcionales representa un proceso de descubrimiento íntimo y
subjetivo, semejante al de la voz lírica. En base a esto, considera el drama como el grado más
elevado de la poesía y del arte porque se desarrolla en la totalidad más completa. El rasgo
característico sería su necesario recurso de la representación.

Croce somete a una revisión crítica la validez de los géneros comenzando por trazar una breve
historia de los mismos. Abomina de la tradición preceptista vigente en las Poéticas occidentales de
inspiración aristotélica y horaciana, ofreciendo como desviación ejemplar, por su heterodoxia, la del
Medievo frente al Renacimiento, que dio en establecer «una numerosa serie de géneros y
subgéneros poéticos, rígidamente definidos y dependientes de leyes inexorables». Estas leyes
fueron invalidadas cuando aparecen géneros nuevos como la poesía caballeresca, la Comedia
dell’arte o la comedia española, entre otros.

Por su parte, el evolucionismo, que fue planteado por primera vez por Ferdinand Brunetière , se
erigió en una de las teorías decimonónicas que más perduraron y prolongaron su huella hasta el
siglo XX. Se trata de aplicar, a las humanidades el rigor de las ciencias naturales, descubriendo en
ellas una evolución de especies, semejante a la que Darwin vio en la Biología, y fundando una
ciencia de la literatura que ve la obra como un organismo vivo y la historia de la cultura como una
evolución natural. Estas teorías que vuelven al dogmatismo y a la defensa de los géneros literarios
es resultado del positivismo imperante en el momento. No obstante, como hemos dicho
anteriormente, surgieron voces en contra, como la de Croce. quien negó la aplicación de los
géneros, aduciendo que cada obra es única e irrepetible. Además, consideraba reprobable supeditar
la expresión de la individualidad artística a una teoría genérica.

2.2.2.Siglo XX: ecos hegelianos en Formalismo, Estructuralismo y Semiótica

En el siglo XX tiene lugar una revisión de las ideas hegelianas. El principal problema era salvar la
distancia entre los grandes conceptos abstractos y la exuberante variedad de modalidades literarias.
Problemas que serán abordados desde tres corrientes principales: el Formalismo ruso, el
Estructuralismo y la Semiótica.

Los formalistas rusos acogen favorablemente la noción de género; para ellos, los rasgos de un
género varían según el sistema literario en el que tal género se inscribe y lo conciben como una
entidad con implicaciones sociológicas (géneros altos, socialmente prestigiosos y géneros bajos) y
como fenómenos que se repiten a lo largo de la historia y resultan manipulados por creadores
geniales que realizan innovaciones.

Jakobson estableció una relación entre los géneros y las funciones del lenguaje: el género épico
corresponde a la función referencial, el lírico a la emotiva y el dramático a la incitativa (por ser
básica en él la segunda persona).

El estructuralismo ha primado el concepto de discurso sobre el de género; su principal aportación


se debe a Ducrot y Todorov, quienes distinguen entre género histórico (resultado de la observación
de un período determinado) y género teórico (deducible a partir de una teoría del discurso literario)
y defienden la posibilidad de incluir una obra en distintos géneros, según se conceda mayor o menor
importancia a determinados rasgos de su estructura.

La Semiótica ha relegado la noción del género en beneficio de la de código cultural, estableciendo


su relación con los actos comunicativos normales y encuadrando la cuestión en el ámbito de las
relaciones semióticas. En dicho código cultural estarían inscritos los fenómenos de originalidad y de
repetición, en el sentido de que los sistemas artísticos que relacionan valor estético y originalidad
son más bien la excepción de la regla, según Lotman.

Julia Kristeva propone desplazar la antigua división retórica de los géneros por una tipología de
los textos. En esta nueva visión los géneros aparecerían como organizaciones textuales situadas en
el texto general de la cultura. Pero la misma autora recupera la validez del concepto después de
haber asumido al respecto las ideas de Bajtín.

Corrientes muy avanzadas de la teoría lingüística, como la Lingüística del texto en sus
aplicaciones literarias, parecían desdeñar la noción de género de sus planteamientos críticos
prefiriendo la noción de discurso. Walter Mignolo habla de universos literarios, constituidos por un
vocabulario específico, una recurrencia de estructuras particulares que los diferencian de otros y una
metalengua.

En un sistema teórico claramente opuesto, el Marximo considera de los géneros como instituciones
socioliterarias, inseparables de los cambios propios del proceso dialéctico de la historia, constituye
la premisa fundamental de la crítica del tal signo. Para Lukács, «la determinación histórico-social
es tan intensa que puede llevar a la extinción de determinados géneros (la épica clásica) o al
nacimiento de otros (la novela)». No en vano será el género novelesco al que mayor atención
conceda la crítica marxista, en cuanto modalidad más vinculada a las transformaciones económicas
y sociales del s. XX, frente a la epopeya, que sería el género por excelencia de la sociedad antigua.

La Sociología literaria, creada a la sombra del Marxismo, ha incidido en los aspectos sociales e,
incluso, económicos que la actuación de los géneros conlleva en la sociedad; todo ello relegando de
sus análisis los géneros considerados serios o prestigiosos, tales como la novela histórica o el drama
clásico, y optando por los marginales o de condición inferior: el folletín, la literatura de cordel, la
novela popular o el melodrama, entre otros.

2.3. Síntesis: revolución lingüística de la mano de Batjín

El restablecimiento definitivo de la importancia del género en el siglo XX se debe a Bajtín, que lo


considera el objeto central de la Poética: afirma que una obra solamente es real en la forma de un
género definido, de manera que el estudio de un texto resulta imposible si no están claras sus claves
genéricas, pues el género literario fija un modelo del mundo y delimita la totalidad dentro de unas
coordenadas espaciotemporales a lo que el autor ruso llamada cronotopo.

Para la caracterización de los géneros, Bajtín introduce un nuevo criterio: el de voz ideológica, de
acuerdo con el cual habría géneros monológicos y dialógicos. Entre los primeros estaría la poesía
lírica y, a pesar de su apariencia, el teatro. Entre los segundos, la novela polifónica, por la que
muestra un gran entusiasmo, que le hace olvidar los demás, al considerarlos representativos de la
visión monológica del mundo, del Yo-poderoso, frente al Otro, categoría antropológica a la que
daría cauce la novela como género dialógico por excelencia.

Otro concepto que nos remite al célebre crítico literario ruso es el de polifonía textual. Batjín ya
empezó a publicar estudios sobre dicho término a partir de 1919. Estos trabajos fueron
complementados por otros que realizó el mismo autor en los años 70 con otra noción relacionada, la
de dialogismo, que incluyó en sus obras Teoría y estética de la novela y Estética de la creación
verbal. Con ellas el autor se refiere a “la capacidad de los enunciados de uno mismo para
relacionarse en una red de múltiples enunciados de los otros, entre los cuales se establece un
diálogo, una polifonía discursiva”. En otras palabras, la polifonía alude a la presencia de distintas
voces discursivas, reflejo de la heterología o diversidad de tipos de discurso en un texto.

3.Tipología actual de los géneros literarios

Un género literario es una institución social que se configura como un modelo de escritura para el
autor, un horizonte de expectación para el lector y una señal para la sociedad. G. Genette señala
que los géneros literarios son agrupaciones de textos obtenidas mediante la combinación de rasgos
temáticos, discursivos y formales. Esta descripción fundamenta un inventario abierto que engloba
las obras realmente existentes y puede avanzar géneros todavía por explotar. Spang, por su parte,
sistematiza los caracteres generales que pueden considerarse típicos de los tres grandes géneros: la
lírica, la épica y la literatura dramática.

Las formas de cada uno de estos géneros, o lo que es lo mismo, los subgéneros, han ido variando a
lo largo de la historia. Y es que, como señala Fernando Gómez Redondo en El lenguaje literario
“Cada género se crea porque hay una realidad extratextual que precisa una serie de respuestas; esta
necesidad es la que condiciona la construcción de un conjunto sígnico (la obra) que, si acierta con
esas “expectativas” antes señaladas, será aceptado de inmediato, imitado con prontitud y mantendrá
su vigencia hasta que no se modifiquen sustancialmente los componentes de esa realidad
extratextual”.

Por su parte, Claudio Guillén en su obra Entre lo uno y lo diverso justifica la división en grupos
genéricos en el sentido genettiano y distingue cuatro conceptos básicos para describir las distintas
modalidades: cauces de representación (narración, actuación, enunciación...), géneros
propiamente dichos (epopeya, égloga, tragedia, ensayo), modalidades (sátira, parodia, alegoría) y
formas (convenciones de versificación, divisiones en capítulos, escenas, estrofas...), a los que
García Berrio añadió un quinto elemento: los subgéneros.
Siguiendo la clasificación que proponen García Berrio y Huerta Calvo (Los géneros literarios:
sistema e historia, 1992) vamos a realizar una división tripartita tradicional, utilizando el término en
plural porque se ajusta más a la enorme diversidad estructural, tomando los términos de uso más
común, y añadiendo los géneros didáctico-ensayísticos, que incluye la prosa no ficcional, aunque no
tenga una evidente voluntad artística.

En los géneros líricos, lo que aparece es la perspectiva íntima y personal de quien habla, la cual
revela el sentimiento, el estado de ánimo y las vivencias. Domina en ella la función emotiva, la
expresión del yo, incluso cuando aparentemente se está representando una realidad exterior,
objetiva. En la lírica, la descripción de los elementos reales o la narración de hechos sirven siempre
para evocar el estado emocional del poeta. Por eso puede relacionarse la lírica con la descripción: el
propósito último de toda composición lírica es retratar esa realidad interior. Ello no implica, por
supuesto, que todo texto lírico utilice la variedad de discurso descriptiva: la forma externa puede ser
narrativa, dialogada, etc., pero aun así la finalidad esencial sigue siendo describir la intimidad del
escritor. La clasificación que establecen García Berrio y Huerta Calvo parte de criterios
cronológicos, lo que les permite hablar de formas líricas primitivas (himno, ditirambo, epitalamio),
clásicas (epigrama, oda, elegía, anacreóntica, cansó, sirventés y disputa), populares (canción,
jarcha, villancico, romance, seguidilla...) y renacentistas (canción petrarquista, trovadoresca,
soneto, égogla lírica epístola).

En los géneros épico‐narrativos las dos formas básicas de los géneros épico‐narrativos son la
epopeya y la novela. Entre ellos, existen otros géneros como los romans medievales, la narración en
prosa, la novela corta y el cuento, que a su vez se pueden subdividir en numerosos subgéneros. No
obstante, no todos los estudiosos están de acuerdo en vincular epopeya y novela, pero en cualquier
caso, lo que está claro es que la evolución de la narrativa marchó por derroteros muy distintos desde
sus orígenes hasta constituirse ya en el siglo XX el género literario por antonomasia.

En los géneros dramáticos, diferenciamos entre naturales o teóricos y son dos: la tragedia y la
comedia, a los que se les sumará el drama. Estos se caracterizan por la desaparición por completo
del yo del emisor (que ocupa el primer plano en la lírica y se traspone en la figura del narrador en la
épica), con lo que se crea en el lector la ilusión de asistir a unos sucesos que, supuestamente,
ocurren en su presencia, en el mismo momento de la lectura (o representación). Este hecho, que es
con toda claridad una convención literaria que autor y receptor aceptan -como aceptan las
convenciones implícitas en las otras categorías genéricas-, se percibe sin ninguna dificultad cuando
la obra es representada en un escenario: los personajes sienten, actúan y hablan entre sí ante los ojos
del receptor de la obra, espectador directo de los acontecimientos; pero sucede también así para el
lector de la obra dramática escrita, pues asistimos a los diálogos de los personajes directamente, sin
ninguna intermediación, como si se estuvieran produciendo ante nosotros. La forma de discurso que
corresponde a la dramática es, por tanto, el diálogo. Como subgéneros dramáticos, se suelen mostrar
a los alumnos los siguientes: tragedia, comedia, farsa, sainete, astracán, esperpento, parodia,
comedia del arte, teatro épico, happening y teatro en la calle.

Por último, los géneros didáctico-ensayísticos están dedicados a los géneros de exposición de
ideas (a pesar de no ser ficcionales), uniendo el concepto más tradicional de didáctica al más
moderno de ensayo. García Berrio y Huerta Calvo incluyen aquí aquellas formas que no tienen
cabida comúnmente en las poéticas. En ellas el propósito estético queda subordinado a la
transmisión de unos determinados contenidos, que pueden ser religiosos, ideológicos, filosóficos,
científicos, etc.

Se pueden subdividir en función de la perspectiva que asuman. Así se hablará de subgéneros de


tipo objetivo en los que prima la exposición de las ideas en tercera persona y son de tipo narrativo.
Subgéneros de tipo subjetivo, en los que se adopta la primera persona, como sucede con la
autobiografía. Y subgéneros en los que se mezclan esas perspectivas de una manera dramática.
En ellos desaparece el autor para ceder la palabra a otros personajes, tal y como sucede en el
diálogo.

4.Conclusiones y aplicaciones didácticas

Aunque Lukács afirmaba que “La expresión y representación de la conciencia humana, como
necesidad comunicativa, no tiene cabida en la poética tradicional (épica, lírica, dramática)”, los
géneros literarios han sido objeto de teorización y aplicación desde la Antigüedad, ya que afectan a
cuestiones tan fundamentales como la relación entre el valor universal e individual de la obra, la
cual siempre se ajusta a una tensión entre lo general (la pertenencia a un determinado género) y lo
individual (el valor de la propia obra).

Al estudiar dichas obras literarias individualmente, el concepto de género se hace imprescindible.


Tal tarea ha sido desde los comienzos de la teorización de los géneros una tarea complicada y
controvertida, tal y como indicaba Schaeffer: «La dificultad del problema de la identidad genérica
de las obras literarias no se debe únicamente al hecho de que los textos sean actos semióticamente
complejos; va también ligada al hecho de que las obras, tanto orales como escritas, tienen un modo
de ser histórico».

No obstante, hoy en día todo el mundo parece admitir una clasificación, a excepción de contados
estudiosos como Croce. Actualmente se habla de género o de géneros (aunque sea por convención),
e incluso se ha llegado a asociar este concepto con el de norma lingüística, como en el caso de
Stempel, que aborda el problema de los géneros literarios desde la Estética de la Recepción. Parece
que hacia estos derroteros se dirige la teoría de los géneros, la cual considera el carácter
institucional de la literatura y la importancia del lector dentro del fenómeno literario; también
defiende que  la conformación de los géneros también responde a factores sociales y que los gustos
del público afianzan y hacen surgir géneros.“El género […] tiene que ver a la vez con el sistema y
con el habla, estatuto que corresponde a lo que Coseriu ha llamado “norma”.”(Pour une description
des genres littéraires, 1971).

Platón fue el primero en tratar de clasificar los géneros en función del contenido y de la forma.
Siglo a siglo, numerosos teóricos siguieron sus pasos,introduciendo variaciones o volviendo a viejas
teorías clasicistas, con el afán de adaptar la teoría de los géneros a la época y las obras con las que
convivieron. Así hasta llegar a nuestros días en que, como bien apuntó Claudio Guillén en su
célebre Entre lo uno y lo diverso, los géneros se han erigido en “modelos convencionales cuyo
examen requiere un esfuerzo de observación, tanto temática como formal”.

Por último, este es un tema que permite variadas aplicaciones didácticas, ya que dichos géneros
están presentes en todos los niveles y en diferentes unidades temáticas. Lo ideal sería llevarlos a la
clase con métodos motivadores que permitan a los alumnos no solo conocer e identificar los
géneros literarios a través de la lectura e interpretación de textos, sino también por medio de
secuencias de actividades que permitan desarrollar las destrezas orales o escritas del alumnado,
explotando materiales reales de los medios o del campo cultural. Por ejemplo, se podría realizar un
ejercicio práctico a partir de obras visuales o sonoras (un cortometraje, una historieta de cómic, una
canción) como material de base para transformarlo en textos de diferente género, adaptándolos a las
características de los mismos, para después, en una presentación por grupos discutir si se ha
conseguido adoptar el texto creado al género en cuestión. Otra idea de más sencilla ejecución y
eficaz consiste en relacionar los propios textos literarios narrativos, líricos y dramáticos a través de
la transformación de unos en otros. En todo caso, consideramos importante incidir en el cariz
motivador y práctico del planteamiento didáctico para que el alumno sea consciente de la
importancia del género en la plasmación de realidades literarias.

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