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Domingo de
Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T4E5.
Esta es la Palabra del Señor. [Sal. 98; Is. 52: 7-10; Hb. 1:1-6; Jn. 1: 1-14].
esta intención bajo ninguna sustitución ofrecida por el hombre o nuevas alternativas que nos
distancie o desplace a D por las tenues y propósitos meramente humanos. En el otro sentido,
dice también Calvino que el significado de LOGOS como Verbo aplica de manera menos precisa;
en este caso la voz apela a “Definición, razonamiento y cálculo” en este caso hay que pensar
en el hecho de convertirnos en vehículo del abstraccionismo filosófico griego más allá de la
medida de la fe, y somos conscientes que por muchos siglos la teología cristiana fue guiada por
las ideas de Platón y Aristóteles hasta su desafío durante la reforma del Siglo XVI. Este delicado
preludio expresado por el Apóstol es una aclaración, que su discurso divino es de procedencia
celestial, confirma su naturaleza divina y su resolución en el cumplimiento de los propósitos
eternos y salvíficos: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y rescatar lo que se había
perdido” [Lc.19:10]. 2
2. “Jesús: la luz eterna que ilumina a los hombres…” Este mensaje ilumina la inmensa grandeza
de la revelación de D en su naturaleza; “D es luz y en Él no hay tinieblas; de tal manera que
somos también convocados a vivir en estado de luz, esta condición determina la comunión con
D y nos induce por camino de verdad…” [[I Jn. 1:5-7]. Antes de reordenamiento del mundo, en
el principio había oscuridad y la nada se imponía como absoluto que imperaba en la creación,
dice el profeta: “la tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto
de oscuridad, y el Espíritu de D se movía sobre el agua. Así que dijo D: ¡Que haya luz! Y hubo
luz” [Gn. 1:2-3]. Sólo la luz haría posible un mundo capaz de ser comprendido en su carácter y
competente de alcanzar la naturaleza racional del hombre. Lo claro es que el origen de esa luz
no podría estar sino en la naturaleza inherente de D creador del universo. El Discurso o LOGOS
es el portador de la luz; por eso el Apóstol subraya que Juan no era luz, pero si el Hijo de D, el
salvador Jesús, es la luz verdadera. Si la luz pertenece a la naturaleza divina, el profeta anuncia
apropiadamente el mensaje para toda la humanidad, “El Señor es mi luz y mi salvación ¿De
quién podré tener miedo? El Señor es la fuerza de mi vida ¿A quién habré de temer?” [Sal.
27:1]. Jesús es verdadera luz que vino para iluminar el corazón de los hombres; es la verdad que
alumbra el sendero transitado de los extraviados, así como el camino de los justos; con una
magistral expresión el escritor dice: “El camino de los justos es como la luz del nuevo día: va
en aumento hasta brillar en todo su esplendor” [Prv. 4:18]; de la manera que sin luz sería
imposible la vida en la creación, en la flora, fauna, el hombre, o los microorganismos, el alma
nuestra requiere ser visitada por esa luz que es vida pura, plena, abundante, esta misma vida
tiene su origen en el VERBO encarnado. Dice el Evangelio de Jesús: “…Yo soy la luz del mundo;
el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” [Jn. 8:12] este don
es otorgado a todo hombre por voluntad del Hijo de D. Somos llamados a adherirnos a esta vida
ofrecida por D, también a ocuparnos a proclamar su mensaje de vida y luz como lo escribe el
Apóstol: “Ustedes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor, habitan en la
Luz. Pórtense como quienes pertenecen a la LUZ, pues la LUZ produce toda una cosecha de
bondad, integridad, rectitud y verdad” [Ef.5:8-9]. Quizá suene demasiado el contexto, pero al
notar una sola de las luces de nuestra bonita época, imaginemos que es una invitación para
venir a la luz genuina, a la luz de D.
3. “Jesús y el propósito de la natividad…”. Este día el mundo cristiano celebra el nacimiento de su
redentor en la festividad de la Navidad, propios y extraños reconocen el enorme despliegue de
fervor al conmemorar la solemnidad del nacimiento del redentor JESUCRISTO. Este hecho está
inmerso en la fibra de la cultura del mundo occidental, y quienes viven en otra órbita cultural
aprecian con respeto este acontecimiento de magnitudes universales; para testimonio del
mundo, guste o disguste, se trata de la celebración más importante en el mundo. 2000 años
después de su nacimiento, más culturas se adhieren al evento de su primera venida, sea por
conocimiento, tradición, cultura, religión, celebración o diversión; lo cierto es que JESÚS es el
HOMILÍA DOMINICAL: “JESÚS: EL MENSAJE DE LA NATIVIDAD PARA EL MUNDO” [Jn. 1: 1-14]. Domingo de
Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T4E5.
más vigente y activo ser que haya venido al mundo para intervenir en la historia del hombre con
el fin de redimirlo. Aquel dador de la vida eterna, y a consecuencia de los efectos vergonzosos
de la caída, sujetó su obra a las terribles consecuencias que la decisión humana y decidió
subordinarla para no causar desigualdad entre la perfección de su obra y la vanidad del hombre
en estado de separación. Todo el Evangelio proyecta la vida preciosa, explicando el tejido
perfecto gestado en los recintos eternos para beneficio del hombre sin luz y de todo aquél que
crea en Él y anhele la vida perdurable; en otras palabras, D todopoderoso no cesa de convocar
al hombre para encontrarse con su eterno Salvador; Juan afirma: “Porque de tal manera amó
D al mundo que dio a su unigénito Hijo para que todo aquél que en Él crea, no se pierda sino
tenga vida eterna” [Jn. 3:16]. La labor de Juan es presentar este Evangelio en un lenguaje que
se pueda comprender y apreciar. El texto aclara la existencia eterna de la Palabra; también la 3
enseñanza mística y poderosa del D verbo - Padre y el Hijo presentándoles como uno y a la vez
distintos; también afirma la deidad del Hijo y centro de toda la vida y la Luz para la creación. Su
venida, nacimiento o natividad de nuestro Señor, enciende para todos su Luz, porque a las
naciones nos anuncia: “Levántate y resplandece, porque tu Luz ha llegado, y la gloria del Señor
brilla en ti. La oscuridad cubre la tierra, la noche envuelve a las naciones, pero el Señor brillará
en ti y sobre ti aparecerá su gloria” [Is. 60:1-2].
Oremos: Poderoso Señor, tú nos alegras anualmente con la festividad del nacimiento de
tu Único Hijo Jesucristo: Concédenos que, así como le recibimos con júbilo como Redentor,
de la misma manera le contemplemos con segura confianza cuando venga a ser nuestro
Juez; quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo D, ahora y por siempre. AMÉN.
“Y… QUE EL SEÑOR OMNIPOTENTE Y MISERICORDIOSO: PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO NOS
BENDIGA Y NOS GUARDE SIEMPRE. AMÉN.