Está en la página 1de 4

TEMA 2

SOMOS CRIATURAS DE DIOS

[…]

1. LA CREACIÓN EN LA SAGRADA ESCRITURA

La Biblia da testimonio de la fe en la creación, que se fraguó en la


experiencia de Israel y que recibe su máxima luz del misterio de Jesucristo1.

1.1 La creación en el Antiguo Testamento


Los textos más antiguos ya muestran un Dios de la historia que
despliega su poder sobre la naturaleza, favoreciendo la liberación de su
pueblo2. Se trata de un poder que no se limita a una u otra de las fuerzas
naturales, como era habitual en las mitologías antiguas. Es un poder que
actúa como signo de la bondad de un Dios que va cumpliendo su promesa.
De este modo, la idea de creación, aún germinal, está implicada en la relación
de Alianza que Dios ha establecido con Israel.
La fe en que la realidad entera es creación de Dios se hace explícita
tardíamente. La prueba del exilio de Babilonia (s. VI a.C.) y el contacto con
cosmogonías paganas hará que los israelitas lleguen a confesar al Señor
como el único y todopoderoso3. Así aparece en los textos de los profetas del
exilio (Amós, Jeremías, segundo Isaías): pueden invocar confiadamente a
Yahveh, pues a Él hay que atribuir el origen del cosmos, las intervenciones
salvadoras en favor de su pueblo y el cumplimiento futuro de sus promesas4.
En este mismo contexto hay que situar el relato de los orígenes atribuido a
la corriente sacerdotal (Gn 1,1-2,4).
Tomando elementos de cosmogonías entonces extendidas, el relato de
Gn 1 las desprovee de entidad propia y las transforma para transmitir un
mensaje religioso de gran fuerza y novedad. Bereshit, primera palabra de
toda la Biblia, puede entenderse de diversos modos: «en principio», es decir,
se nos describe el designio original de Dios, que el pecado del hombre iba a
trastocar; «en el principio», esto es, el mito deja de ser intemporal y queda
1
Este apartado es básicamente resumen de J.L. RUIZ DE LA PEÑA, Teología de la creación,
21-87.
2
Dt 26, 5ss.; Jos 10,5ss.; Jue 4-5; Ex 15.
3
El relato mitológico Enuma elish, uno de los más conocidos, era proclamado cada inicio
de año en Babilonia. Narra el origen intemporal del mundo a través de la lucha de Marduk
con los dioses y monstruos vinculados a Tiamat, deidad del mar.
4
Por ejemplo, cf. Is 51,9-11.
historizado, presentando la creación como el inicio de la historia de
salvación5. La obra creadora es descrita usando la repetición de fórmulas,
que destacan la concordancia del mundo con un plan bien trazado por Dios
y realizado a lo largo de seis «días». Primero, partiendo de una visión plástica
de la nada (tohú bohú: caos, desolación absoluta), se realiza la obra de
separación que prepara el cuadro de todo el universo visible6: 1) luz y
tinieblas; 2) aguas superiores e inferiores, separadas por la bóveda celeste;
3) mar y tierra con la vegetación. Después, se puebla este escenario con los
elementos correspondientes: 4) luminarias del cielo, que señalan el paso de
los días y las estaciones; 5) animales del cielo y del agua; 6) animales
terrestres, el hombre y su alimento (vegetal). Dios crea fundamentalmente
por su palabra: «Dijo Dios: ... y así fue»7. Dios «dice» y, seguidamente, actúa
según su designio: realiza la separación de luz y tinieblas, la bóveda del cielo;
en el caso de los vivientes, efectúa una acción particular, que resulta
especialísima en el caso del ser humano, creado a su «imagen y semejanza»8.
Tras la acción de cada día, Dios comprueba y declara la bondad de su obra:
«Y vio Dios que era bueno». La distribución de la obra creadora en seis días
justifica el ritmo semanal judío que culmina en el Sabbat, día propicio para
alabar a Dios y para afianzar la esperanza en sus promesas. Protología y
escatología se encuentran así estrechamente ligados: el inicio encierra el
anuncio de la plenitud futura.
En los Salmos, se recurre a menudo al tema de la creación, para alentar
la contemplación y la alabanza (104) y para destacar sus diversas
implicaciones: es fundamento para la obra salvadora de Dios (136), en ella
resuena su gloria (148; 19), es garantía de esperanza (33), tiene al hombre
como su culmen (8), se refleja en el cuidado continuo de Dios por sus
criaturas (136; 145; 147).
La literatura sapiencial también anima a la alabanza, la acción de
gracias, la confianza en el Creador (Si 1,1ss.; 3,21ss.; 16,26ss.; 42,15-43,33).

5
Un dato interesante al respecto: como en el resto del libro del Génesis, también en este
cuadro inicial se habla de «generaciones» (Gn 2,4: toledoth), referidas a la creación de
todo cuanto existe.
6
Una alusión más explícita a la creación «de la nada» la tenemos en 2Mc 7 (ouk ex ónton).
Se usa como argumento en favor de la fidelidad de Dios en la prueba del justo. De nuevo,
la creación aparece como argumento para reafirmar la fe en la salvación.
7
En total, son diez las introducciones narrativas de este tipo, que remiten sin duda a la
radicación del Decálogo (los «Diez mandamientos») en la voluntad originaria de Dios al
crear. De algún modo, se fundamenta así religiosamente la existencia de una ley natural.
Dios (Yhwh) es el que hace a todo ser (hyh). El verbo hyh aparece 26 veces en el relato,
justo el resultado de sumar las cifras del tetragrama sagrado: en todo cuanto existe puede
descubrirse la huella de su Creador. La creación tiene carácter de revelación.
8
En el caso de los vivientes, no se añade la repetición de «y así fue». Dios realiza una
acción creadora peculiar (bará) a la que sigue una bendición (barak).
La creación es usada como argumento para afirmar un orden moral querido
por Dios como reflejo de su misma bondad y sabiduría (Prov 3, 19ss.; 8,22-
23.32ss.). El orden del cosmos conduce al conocimiento del Creador «por
analogía» (Sab 13,1-5). Incluso la experiencia de la limitación y del mal
remiten a un Dios cuya omnipotencia tiene caminos que el hombre no
comprende (Jb, Ecl).

1.2 La creación en el Nuevo Testamento


En el Nuevo Testamento, la creación es una verdad ya asentada, pero
que se ilumina de forma nueva y radical: la última palabra de la creación la
pronuncia Dios en Cristo, Verbo encarnado. Afirmar la creación, desde la fe
en Jesucristo, es afirmar la intención primigenia de Dios de que su Hijo
pudiera hacerse criatura.
En los sinópticos, la creación aparece en la predicación de Jesús de
manera circunstancial o como argumento para otras cuestiones: apela al
«principio» de todo como manifestación del designio de Dios que ahora
queda plenamente revelado en Jesucristo9; todos los alimentos son puros10;
Jesús cura en sábado porque el sábado, memoria de la culminación de la obra
creadora de Dios, es signo de la alianza; debemos confiar en la providencia11;
acumular bienes no nos hace felices, pues de ellos no depende nuestra vida,
que está en manos de Dios12.
Pablo alude a veces al origen de todas las cosas en Dios, que sostiene
todo en el ser13. La creación es reveladora: es posible conocer al Creador «a
partir de la creación del mundo», a pesar de la situación en que le tiene
sumido el pecado14. Junto al Padre, Pablo sitúa a Cristo, mediador de la
salvación, también como mediador en la obra de la creación15. Al final de la
historia, Cristo consumará su obra entregando al Padre toda la creación ya
transformada16. Los himnos cristológicos de las cartas a los colosenses y a
los efesios muestran en toda su profundidad la significación salvífica de la
fe en la creación17. Pablo proclama el señorío de Cristo: él preexiste a todo,
todas las cosas fueron creadas «en él, por él y para él» y «todo tiene en él su
consistencia». La sabiduría divina (cf. Pr 8,22-31) es personalmente Cristo,
arquetipo de toda la creación donde el Padre contempla su plan, centro de
9
Cf. Mt 19,4; 13,35.
10
Cf. Mc 7,14-20; He 10,9-16.
11
Cf. Mt 6,25-34; 10,29.
12
Cf. Lc 12,13-21.
13
Cf. 1Co 11,12; 10,26; 2Co 4,6; Rm 15,28.
14
Cf. Rm 1,19ss.
15
Cf. 1Co 8,4-6.
16
Cf. 1Co 15,28.
17
Cf. Col 1,15-20; Ef 1,3-14.
unidad y meta de todo el universo. Por eso ha sido Cristo el que ha podido
llevar a cabo la obra de reconciliación universal; porque desde la eternidad
Dios ha querido la recapitulación de todo en Cristo, que en él confluyera
todo lo creado18. Ha podido ser el «primogénito de entre los muertos» por su
resurrección porque, desde antes de la creación, él es el Verbo que había de
encarnarse, el «primogénito de toda criatura».
El prólogo al evangelio de Juan parece una relectura cristocéntrica del
relato de la creación de Gn 119: comienza con las mismas palabras («en el
principio»), habla de la creación por la Palabra, la relación entre luz y
tinieblas; le sigue la narración de una semana inaugural, que culmina con la
manifestación de la gloria de Cristo y la fe de los discípulos (Jn 2,11). El
principio de todo cuanto existe se sitúa en la eternidad de Dios. A partir de
ahí, sigue un recorrido simétrico, descendente y ascendente, que tiene por
vértice la encarnación del Verbo o Logos20. Como Pablo, también Juan
subraya el papel de Cristo en la creación como implicación necesaria de su
papel como mediador de la salvación: el Verbo encarnado, el salvador de
quien hemos recibido «gracia tras gracia», de quien nos viene «la gracia y la
verdad» y que nos revela a Dios (Jn 1,16-18) es sin duda también el Logos
creador. De este Logos, preexistente a la creación y divino, se dice: «todo
fue hecho por él, y sin él nada fue hecho» (Jn 1,3). De este modo se expresa
el carácter universal y exclusivo de la intervención del Verbo en la creación,
casi formulando cristocéntricamente la fe en la creación desde la nada.

18
De esta reconciliación y recapitulación es signo e instrumento la Iglesia, de la cual
Cristo es cabeza.
19
Jn 1,1-18.
20
Cf. Jn 16,28: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y
voy al Padre.»

También podría gustarte