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Cristo, la palabra eterna

Serie «Dios y Hombre»

Texto bíblico: Juan 1:1-5


Tema: La deidad del Hijo.

INTRODUCCIÓN
La semana pasada iniciamos una serie basada en el evangelio de Juan que hemos
titulado “Dios y Hombre”. Allí vimos una introducción a todo el libro y
exploramos de manera general cuál es el propósito de Juan al escribir, a saber,
que Jesús es el Hijo de Dios y todo el que crea en él tiene vida eterna. En estas
primeras semanas estaremos considerando el prólogo del libro que va desde el
vs.1 hasta el vs. 18 el cuál describe de manera resumida muchos de los temas
que veremos a lo largo de todo el libro. Hoy consideraremos los vss. 1-5 donde
Juan inicia enfatizando la deidad del Hijo en su actividad creadora y en su
encarnación.
LA DEIDAD DE JESÚS
«En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.» (vss. 1-2)
Estos dos versículos dan inicio a todo el libro y de entrada se nos declara de
manera clara la naturaleza del Hijo. En estos versículos algunos aspectos de la
naturaleza divina de Jesús como su preexistencia y su coexistencia.
¿Qué significa el verbo?
En el vs. 1 se nos repite tres veces la palabra verbo. Esta palabra viene del gr.
logos que se traduce como “la palabra”. Se usa en el AT. para referirse a la
palabra de Dios a través de la cual creó todas las cosas. Por otro lado, los griegos
entendían que el logos era ese principio originador del universo, aunque
impersonal. Juan identifica este verbo con Jesús indicando así que él es la
revelación y encarnación de Dios mismo.
• La preexistencia de Cristo. «En el principio era el verbo». O como lo
traduce la NTV “En el principio la Palabra ya existía”. Aquí Juan alude
a la preexistencia del Hijo. Jesús es eterno porque ha estado presente aun
antes de la creación de todas las cosas. La expresión «era» establece la
existencia pasada y continua de Cristo. Jesús es aquel que ha existido
desde antes de todas las cosas.
Los primeros tres versículos de Juan son paralelos con Ge. 1:1 «En el
principio, Dios creó los cielos y la tierra.».
• La coexistencia de Cristo. «y el Verbo era con Dios» también traducido
«La Palabra estaba con Dios». Esta expresión indica que Cristo no solo
existía desde antes del principio, sino que, además, estaba con Dios. Esta
palabra «con» es importante porque implica no solo que Cristo ya estaba
en la eternidad con el Padre, sino que también enfatiza que Jesús, además,
está unido y es igual al Padre.
• La auto existencia de Cristo. «y el Verbo era Dios». En esta tercera
declaración se reafirma la divinidad de Jesús. Si Jesús ha estado desde
antes del principio en una eterna y perfecta comunión con el Padre,
entonces él es Dios. Esta frase describe la plena deidad de Cristo porque
asume que Jesús existe desde antes y ya en el principio era Dios. El texto
pudiera traducirse como “y el Verbo ya era Dios”. Cristo es autoexistente
porque no ha sido creado, ni llegó a ser Dios con el tiempo, sino que él
ha sido Dios desde la eternidad.
Mientras que unos afirman que Jesús fue creado por Dios y otros que llegó a ser
Dios, Juan declara con gran énfasis que este verbo que es Jesús, es el Dios
eterno.
El vs. 2 resume y enfatiza nuevamente lo dicho en el vs. 1. «Este era en el
principio con Dios». Es decir, Jesús ya desde la eternidad estaba en una relación
perfecta con el Padre, siendo distinto, pero igual en esencia.
JESÚS COMO EL AGENTE DE LA CREACIÓN
«Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho,
fue hecho.» (vs. 4)
• Jesucristo es Aquel a través del cual todas las cosas han sido creadas.
«Todas las cosas por él fueron hechas».
«Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y
las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios,
sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y
para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten;» (Col. 1:15-17)
«el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su
sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder,
habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí
mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,» (Heb. 1:3)
«Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra
de tus manos.» (Heb. 1:10)
«Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de
ellos por el aliento de su boca.» (Sal. 33:6)
• Jesucristo es Dios por cuanto toda creación depende de él. «y sin él
nada de lo que ha sido hecho, fue hecho». Puesto que todo lo creado, sin
excepción provino de él, es claro que él no pudo haber sido creado,
porque también sería una criatura que, a su vez, él mismo ha creado. Este
texto enfatiza aun más la eternidad del Hijo, nada de lo creado en el
universo existe aparte de él.
Este pasaje nos apunta a que la vida de todo hombre depende de Jesús. Nuestra
existencia como seres humanos y nuestra subsistencia en el mundo depende de
Aquel que es el autor de todas las cosas. No adorar a Cristo es revelarnos contra
aquel por quien somos y nos movemos.
«Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de
vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.»
(Hch. 17:28)
JESÚS COMO EL AGENTE DE SALVACIÓN DEL HOMBRE
«En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.» (vss.
4-5)
Pero Jesús no solo es el autor de toda la vida en el universo, sino también el
autor de la vida espiritual y la luz que alumbra las tinieblas del hombre. En su
encarnación, Jesús vino a traer vida y luz sobre todos los que crean en él.
• Jesús es la vida y luz que provee salvación a los hombres. «En él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». Jesús es el autor de
la vida tanto biológica como espiritual. Él vino a traer vida y a alumbrar
a aquellos que estaban muertos y en las tinieblas de su pecado.
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene
al Padre, sino por mí.» (Jn. 14:6)
«Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el
que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida.» (Jn. 8:12)
• Jesús disipa las tinieblas del hombre. «La luz en las tinieblas
resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella». Este texto
describe la condición de la humanidad caída. El hombre incrédulo está
en tinieblas por cuando su pecado le ha cegado y no le ha permitido
conocer la verdad. Cristo, quien es la luz, ha venido a alumbrar las
tinieblas del hombre. Él es el único que puede disipar las tinieblas del
hombre y su luz es eficaz para guiar a todo hombre a la vida eterna. Aun
las más densas tinieblas del hombre no pueden resistir a la luz que provee
Cristo en el corazón del pecador arrepentido.
«Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la
luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para
iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de
Jesucristo.» (2Co. 4:6)
El evangelio es el poder suficiente de Dios para alumbrar las tinieblas de
los hombres. Esto nos enseña al menos dos verdades:
1. Que solo el evangelio ha disipado nuestras tinieblas. No somos
salvos ni perseveramos en la fe por nuestra destreza o resistencia.
Fuimos salvos y estamos siendo santificados por la obra de Cristo
que nos resucitó por medio de su obra en la cruz. Alabemos a Dios
por cuando él ha disipado nuestra ceguera y nos alumbrado con su
luz.
2. Que solo el evangelio puede alumbrar los corazones que están en
tinieblas. Si queremos ver personas transformadas y redimidas,
debemos comunicar con precisión el evangelio. El evangelio no
necesita ser adornado, modernizado o complementado con
cualquiera otra práctica. Su solo mensaje es suficiente para
transformar y salvar. Puedes reclamar a las almas para Cristo,
declarar salvación, “adornar” el evangelio con psicología y
metafísica. Ningunas de estas cosas son necesarias ni útiles para
hacer que el evangelio sea efectivo, porque la luz que provee Cristo
por medio de él es suficiente para rescatar a los hombres de su
maldad. Predica solo el evangelio y ten por seguro que cuando
Cristo alumbra ese corazón en tinieblas, ni las tinieblas más densas
podrán disipar su luz.

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