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ESCUELA SUPERIOR DE ARTE DRAMÁTICO “VIRGILIO

RODRIGUEZ NACHE”

TEMA: La Paradoja del Actor/Comediante

ALUMNA: Campos Rebaza, Rosa.


Garrido Enco Claudia
DOCENTE: Carlos Olea Zapata
CICLO: V
Educación Artística – Teatro
2022 – I
Contenido

Introducción ........................................................................................................................................... 3

Denis Diderot ......................................................................................................................................... 4

La Paradoja del Comediante .................................................................................................................. 5

Conclusiones .......................................................................................................................................... 8
Introducción

La paradoja del comediante se escribió en 1773 y publicada en 1830 por Denis Diderot.

En donde se desarrolla un dialogo entre un “primero” y un “segundo” personaje, los cuales tiene

dos posiciones de vista distinta acerca del arte dramático. Aquí se plantea por primera vez el

trabajo del actor como el resultado de técnicas y un proceso racional, más que solo arte

exagerado e intuitivo.

El primero nos habla que el “comediante” es un ser iluminado, capaz de sentir e

interiorizar su personaje más allá que cualquier otra persona cotidiana.

En cambio, el segundo pone en duda dichas teorías, colocándolo en una situación de

vulnerabilidad y ridiculizándolo puesto que la emocionalidad no garantiza su calidad de trabajo

como actor, sino que esto hace que sea más inestable y poco profesional. Diderot se inclina por

la segunda perspectiva.

La finalidad de este trabajo es poder darle una nueva representación, aclarar ciertas dudas

sin que se pierda la esencia de lo que trasmitió Diderot.


Denis Diderot

Nación en el año 1713 en Langres, Francia. Estudio con los jesuitas para luego formarse

en la Universidad de Paris. En sus escritos expreso su ideología deísta, compartiéndolo con

filosóficos y pensadores, repartiendo así sus objetivos en formas de críticas hacia; la autoridad

eclesiástica, la superstición, el conservadurismo y la organización así feudal de la sociedad.

Muriendo en 1787.
La Paradoja del Comediante

Diderot muestra que el mejor actor no es el que se deja llevar por sus emociones e

impulsos en ciertas situaciones para lograr grandes actuaciones, en ciertos casos. Sino que debe

ser metódico y frio para que así la razón permita crear un sistema intrínseco que se pueda ir

mejorando en cada ensayo y en el propio escenario. En otras palabras, la razón debe estar por

encima de la sensibilidad con el único fin que es conmover al espectador.

Siendo esta la gran paradoja del actor, ya que debe provocar que el público se emocione,

pero él debe tener un total control de las suyas. Puesto que el buen artista no imita, sino que

interpreta distinguiendo así el mundo de la sociedad que es la realidad, al mundo del arte que está

en el escenario.

Además, nos hace hincapié que el actor “emocionado” no tiene constancia en los buenos

resultados al no tener una buena organización ni control. No se deja de lado que la explosión de

sentimientos llega a que el actor se desenvuelva mejor pero su rendimiento nunca asciende, sino

que es una tormenta de posibilidades positivas y negativas.


En palabras de Diderot, el entusiasmo tiene su desenvolvimiento, sus ímpetus, sus

remisiones, su comienzo, su medio, su extremo. Son los mismos acentos, las mismas actitudes,

los mismos gestos. El actor metódico y racional, por el contrario, no será nunca voluble o

inconstante: “es un espejo siempre dispuesto a mostrar los objetos y a mostrarlos con la misma

precisión, la misma fuerza y la misma verdad. Como el poeta, va siempre a buscar al fondo

inagotable de la Naturaleza, en lugar de acudir a su propia riqueza, cuyo término no tardaría en

ver”.

Siendo así que el filósofo aclara que el papel de cualquier personaje tiene que ser

representado desde la racionalidad, que este trabajo no puede ser tratado a partir de la indagación

emocional sino mediante estudios metodológicos.

Ahora, Diderot menciona, que el actor debe recurrir a su imaginación y a su memoria,

todos estos elementos han de ser procesados y ordenados racionalmente. Imaginación y memoria

son las dos facultades con las que debe contar necesariamente el actor; la representación mental

de una circunstancia pasada, el recuerdo, es la forma más elemental de la imaginación. Sobre

este material, el actor no debe sentir, sino representar los signos externos del sentimiento; gestos,
palabras, voz, ritmo, todo forma parte de la imitación que se forma a partir de la memoria. El

actor no puede padecer dolor, ni melancolía, no puede estar alterado, sino utilizando lo trabajado

en los ensayos como una técnica, de lo cual se libera después de su representación. La paradoja

del comediante consiste precisamente en esto: el actor suscita emociones o sentimientos sin

sentirlos él mismo, sino que deben ser los espectadores los que reciban la emoción. El actor

concibe su personaje como una ficción, una ilusión, un recuerdo que no le condiciona

afectivamente, en tanto que los espectadores identifican al actor con el personaje. El mejor actor

es el que es capaz de olvidarse por completo de sí mismo para aplicar solamente una técnica.

Él aquí propone una naturalidad a la que llama escénica; tiene que mantener la

credibilidad sin ser vulgar, para lo cual, el comediante debe imitar fielmente las manifestaciones

externas de los afectos, con los cuales todo el mundo se siente identificado. El verdadero talento

del actor estaría en el conocimiento profundo de los afectos y sus manifestaciones exteriores, en

la capacidad de imitarlos y hacerlos creíbles ante el público.

Por ello aquí se pierde la vaga idea de que el actor solo hace una buena representación si

se desborda de emociones, tomándose en cuenta el valor de su proceso. Al mismo tiempo se


reconoce el trabajo del actor, no como una inspiración azarosa que puede aparecer en momentos

determinados y no en otros, sino como un trabajo constante y disciplinado en el estudio del alma

humana, en el conocimiento de sí mismo y en la ejercitación de todos sus recursos.

Conclusiones

Podemos decir que Diderot fue un revolucionario en el teatro, mostrando al actor y su

proceso como un sistema complejo, sin perfiles superficiales que solo desvalorizan esta carrera.

También podemos agregar que sus aportes fueron pensados en el ayer, hoy y el mañana, porque

aun vemos una sociedad envuelta en la primitiva idea que el teatro es solo un conjunto de

acciones y palabras movidas por un sentimiento, pero es más que eso, es todo un desarrollo y

proceso tan particular que ahora debería ser tratada como una ciencia.

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