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La percepción del crítico, del investigador y del teórico de las artes escénicas
también está determinada por su biografía como espectador. A partir de esta
convicción, empezaré por señalar mi propio manifiesto de la crítica teatral y
dancística, mis campos de acción.
Transitar del caos a la organización parece ser el mayor reto del espectador
contemporáneo. Y, en esta empresa, se encuentra solo.
La presencia del crítico dentro del proceso creativo de un país ha sido mínima.
Su existencia depende, más bien, de la obra del artista, no en términos de
percepción creadora, sino en su condición de parásito.
¿Cuál debe ser, por tanto, la naturaleza del lenguaje escrito que permita al
crítico traducir su vivencia y lealtad hacia el espectáculo, permitiéndole
convertirse en un transmisor clave de la memoria del teatro y de la danza?
Así, los críticos y teóricos de las artes escénicas dejaremos una memoria, no
del teatro y de la danza, sino de la incapacidad creativa-crítica; es una suerte
de impotencia que se enmascara tras la grandilocuencia, la prepotencia de
desmenuzar aquello que no se ha vivido. La palabra de un individuo que no
practica la acción no puede conmover ni transformar la vida de nadie. Es una
palabra carente de energía psicoemocional. Es una palabra que no ha nacido
aún; tampoco tiene la garantía de la operatividad.
Artistas y críticos pueden confrontar sus conocimientos. Un laboratorio
escénico permitiría el intercambio de información. Comprobaría la eficacia de
las ideas. No se trata de hacer del crítico un dramaturgo o coreógrafo, ni de
convertir al bailarín/actor en escritor. Propongo algo más urgente: enseñar a
ambos a aterrizar las ideas sin que éstas se pierdan a la mitad del proceso
creativo.
Para aterrizar las ideas sin que éstas se pierden en el Olimpo intelectual o por
falta de artesanía escénica, es imprescindible un acercamiento entre los dos
polos del mismo fenómeno. Si es cierto que el crítico conoce los principios del
oficio que hacen efectiva una obra, que diga cómo y por qué. Con esto se
matan dos pájaros de una sola vez: ofrece un servicio útil y deja de ser un
parásito de la obra ajena.