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... “el teatro de calle implica la alteración de casi todas las reglas, porque
estamos saliendo del palacio de la ficción para darnos un baño de realidad
¡y crear ficción al interior de la misma!” (Bert, 2003, p. 18)
Elegir un espacio abierto para representar una obra teatral significa un reto para el
creador, pues implica imponerse a los distractores que conlleva el movimiento
natural de nuestras calles, con los ruidos de camiones, ambulancias, silbatos de
agentes, bullicio, gritos de vendedores y más; así como el permanente riesgo por
las inclemencias del clima.
Contemos también las ocasiones en que presentan imprevistos y tienen que ser
resueltos de manera ingeniosa. En cada función pueden aparecer situaciones
extrañas y hasta peligrosas. No falta el perro callejero que cruzaz la escena, o el
borracho impertinente que quiere lucir sus dotes de artista aprovechando al
público ya reunido. Estas situaciones deben sortearse utilizando la improvisación
para hacerlas parte de la obra.
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que nos referimos específicamente, pueden seguir la representación o
abandonarla, soberanos de sus decisiones más sinceras. Y aquí, quizá
por primera vez, amplios estratos del ghetto de las butacas frente a la
televisión privada, tendrán un encuentro con un fenómeno ‘teatral’: actores
que tocan música desde los campanarios, otros que chocan subidos en
zancos; otros en procesión pasan en bandas bajo las ventanas abiertas,
se escapan de improviso seguidos rápidamente por los espectadores (...)”
(Crucciani, 1992, p. 15).
También existen otro tipo de tensiones para los artistas; como cuando las
autoridades tratan de evitar la representación y entonces los actores deben
manejar la situación en forma adecuada, casi siempre con la ventaja de tener al
público de su parte.
Todos estos factores dan al teatro de calle un sabor especial, que no se borra con
el paso del tiempo, al contrario, se va transformando y logra en el actor de la calle
la experiencia que se percibe fácilmente y que motiva al espectador a regalar su
tiempo y prestar su atención; a veces, incluso se recompensa con una moneda
más grande a la hora de pasar el sombrero.
El actor callejero
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El actor de la calle se debe preparar de manera especial, el teatro en estas
condiciones exige un desgaste mayor, sin dudas, pero no debe ser nocivo para la
salud ni la dignidad del ejecutante, por lo contrario, le ayuda de muchas maneras a
mejorar su salud física y emocional. Todos los actores hemos experimentado el
beneficio de la disciplina actoral. Los efectos en el cuerpo se sienten cuando se
hace conciencia del trabajo con el cuerpo.
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Dentro de las técnicas que tomamos en cuenta para una mejor expresión se
encuentran las siguientes:
“tener la escena” es realizar la acción que debe ser vista por el espectador.
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La frecuente interacción con el público: Hacer participar a personas de la
audiencia en el desarrollo mismo de la acción estrecha los lazos que el espectador
encuentra con el tema, pues lo hace representar una parte protagonista. El
cuidado que se debe tener es de no poner en situación incómoda al espontáneo y
siempre cobijarlo con ayuda de los demás personajes. Así, cuando la obra marque
la aparición del pueblo, los presentes actúan en su representación y enriquecen el
momento con inesperadas reacciones. Dependiendo las costumbres de cada
población, esta interacción puede surgir con menor o mayor frecuencia, pues la
práctica nos ha mostrado que hay públicos más tímidos o con más disposición.
La itinerancia
La mayor parte del público que asiste a las funciones callejeras no ha sido invitado
con anticipación. Al ir transitando por las plazas o andadores, se encuentra de
repente con un grupo extra cotidiano de personajes que asaltan su rutina y tratan
de captar su atención. El convite (o comparsa) con que inicia nuestra obra tiene
como fin invitar a los vecinos o visitantes a ocupar un lugar en el escenario central.
Se les pide regalarnos un poco de su tiempo para darle vida a una ficción que
intenta simpatizar con su ideología. Este desfile arranca desde una distancia
calculada según la afluencia de las personas. Los colores vistosos y la música
ejecutada por el equipo actoral aprovechan la curiosidad natural del individuo y
abrir el camino que le indique el área reservada para observar el hecho teatral.
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“En ese tránsito campirano, los pastores se deleitaban con los facedores
de juegos de escarnio, remedadores, troteras y danzeras (sic); bululúes y
ñaques de la legua, para deleitar a los pastores con jocosos sainetes que
el teatro “convencional” recogería más tarde en entremeses (…)
Agregamos como nueva razón de por qué hacer teatro en la calle, las
circunstancias que se originan de la actual política del gobierno, que pretende
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privatizar a toda costa todo tipo de conceptos y desobligarse de la manera más
cómoda de sus deberes.
Sabemos que el teatro en Aguascalientes sufre por la poca asistencia del público
a las salas2. Por ello se deduce que la mayoría de las personas que son
sorprendidas por el teatro callejero al caminar por la ciudad no acostumbran rentar
una butaca para presenciar una obra.
La mucha o poca actividad teatral en las calles obedece a factores que no son
completamente controlables pero sí pueden ser reconocidos: la tradición, las
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En el Plan Desarrollo para el Estado de Aguascalientes 2004 -2010 se diagnostica un preocupante
decremento en la asistencia del público a los eventos culturales, razón por la que uno de los ejes rectores de
dicho plan fue el fomento de las actividades culturales en todos los sectores de la sociedad, en especial el de
las comunidades apartadas.
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políticas culturales, la identidad y actualmente la rutina que llevan la mayoría de
las personas en una ciudad o incluso en las comunidades.
“En nuestro país las artes de la calle no han logrado alcanzar el nivel de
desarrollo que observamos en países como Francia, Italia, o incluso
Canadá. Los esfuerzos de los artistas en México enfrentan obstáculos
estructurales que no permiten la evolución de estas formas de arte que
aún conservan su carácter popular.” (...) (Morales, 2003, p. 31)
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origen al grupo Cultural “Ricardo Flores Magón” En Aguascalientes, Ags.
En el mes de febrero de 1984” ... (Guerra, p. 29)
Después de este caso, pocos han sido los grupos que se han enfrentado con el
público de las plazas y los andadores en nuestra ciudad. La mayoría han
reconocido la dificultad que representa hacer teatro en estas condiciones y han
decidido regresar a la comodidad de los foros.
La experiencia que vivió el grupo “Flores Magón” nos da bases para afirmar que la
sociedad hidrocálida, como todas, tiene también la necesidad de hacerse
escuchar a través del teatro popular. Misma tesis de algunos estudiosos del arte
teatral latinoamericano.
Otros, como Augusto Boal, que defiende el teatro como herramienta de cambio y
sentir social, también le dan al teatro hecho para el pueblo un sentido
revolucionario y hasta ritual que perdura desde los años setentas.
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las formas que ese público posiblemente ya conozca: cine y TV”... (Boal,
2001, p. 13)
El actor de hoy en día no profundiza sobre la mística que puede germinar con su
sola presencia en la vida teatral de la sociedad a la que pertenece. Su paso por
los escenarios parece ser efímero, como el teatro mismo, en la mayoría de los
casos. Pocos son los que perduran y muchos, en cambio, los que desertan en
esta actualidad muy distinta a la de hace 30 o 40 años, cuando pertenecer a un
grupo de teatro era como adoptar otra familia.
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Vázquez, Roberto (2000). Utopía Urbana; una experiencia en el teatro
popular. México: Utopía Urbana Ediciones.
Barba, Eugenio (1986). Más allá de las islas flotantes. México: Escenología.
Perez-Quitt, Ricardo. (s/f. Año III. Número 11) Teatro trashumante. Revista
Autores. México:
Guerra, Rogelio. (15 de marzo de 1988). Nuestro grupos hablan Revista Tía
Cleta, Ediciones CLETA. México.
Boal, Augusto (2001). 200 ejercicios y juegos para el actor y el no actor con
ganas de decir algo a través del teatro. México: Colectivo Editorial Vanegas
Arroyo.
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