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Tema 3

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad


(TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta

Tema 3. Trastorno
negativista-desafiante (I)
Índice
Esquema

Ideas clave

3.1. Introducción y objetivos

3.2. Aproximación a los problemas de conducta

3.3. Desarrollo y evolución del respeto a las normas

3.4. Desarrollo emocional: la regulación de la ira

3.5. Trastorno oposicionista desafiante o negativista-


desafiante (TOD, TND)

3.6. Prevalencia

3.7. Características clínicas

3.8. Referencias bibliográficas

A fondo

Trastorno negativista-desafiante en los niños

Artículos sobre el trastorno negativista-desafiante

Test
Esquema

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Ideas clave

3.1. Introducción y objetivos

En un primer momento se realizará una aproximación teórica de los problemas de

conducta y, posteriormente, nos centraremos en las clasificaciones diagnósticas.

Asimismo, veremos la importancia de la socialización de los niños. Esto es, que sus

padres les inculquen el respeto por las normas sociales del grupo, lo que les facilitará

ser competentes socialmente y establecer relaciones sociales. Además, es

importante conocer cómo es el desarrollo emocional de los menores.

En última instancia, profundizaremos en el concepto de trastorno oposicionista

desafiante o negativista-desafiante, conociendo, para ello, su prevalencia y las

características clínicas de dicho trastorno.

De la misma forma, a continuación, se detallan los objetivos que se pretenden

conseguir:

▸ Se realizará una aproximación teórica de los problemas de conducta.

▸ Estudiaremos las clasificaciones diagnósticas.

▸ Analizaremos la importancia de la socialización de los niños.

▸ Conoceremos la importancia de la transmisión del respeto de las normas por parte

de los padres.

▸ Estudiaremos el desarrollo emocional de los menores.

▸ Profundizaremos en el concepto de trastorno oposicionista desafiante o negativista-

desafiante.

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3.2. Aproximación a los problemas de conducta

En 1859, la publicación de El origen de las especies, de Charles Darwin, se

consideró una revolución. En la primera mitad del siglo XX, en los países

imperialistas dominó el llamado darwinismo social. Dicho enfoque daba más

privilegios a las personas que eran genéticamente más fuertes o aptas, lo que

provocó ciertas injusticias a nivel social. A raíz de esto, la genética humana, como

ciencia, terminó desprestigiada.

En lo que se refiere a la ley del péndulo, tras esta gran genetización de la sociedad

surgieron teorías opuestas, cuyo fin era proporcionar explicaciones a aquellos

fenómenos psíquicos y conductuales. En esta línea, las teorías del conductismo o el

psicoanálisis priorizaban la causalidad ambiental. En 1990 surgió la revolución

tecnológica, produciéndose un avance en la investigación y el conocimiento del

genoma humano y las neurociencias, que favorablemente nos desvía de las teorías

radicales previas.

En la actualidad, la conducta se considera el resultado de una compleja

interacción entre los genes y el ambiente. La conducta hace referencia a un

conjunto de acciones y reacciones de la persona ante el medio, que adquieren

unidad y sentido por su inclusión en un fin.

La conducta disruptiva es un concepto que hace referencia a un comportamiento

antinormativo en una persona y que conlleva una ruptura respecto a las pautas de

conducta socialmente aceptadas. Se presenta a través de acciones hostiles que

generan desorganización de las actividades interpersonales y grupales.

En este sentido, no todas las conductas disruptivas se consideran patológicas.

Algunas conductas oposicionistas y desafiantes en los menores se consideran

normales cuando nos fijamos en el contexto en el que se presentan y la etapa

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evolutiva del menor. Así, por ejemplo, las respuestas de desacuerdo con los adultos

las podemos ver como conductas normales en las rabietas de los niños de dos o tres

años, así como las conductas de oposicionismo en los adolescentes.

De esta manera, para que los síntomas conductuales se consideren un trastorno,

tienen que presentarse con una determinada intensidad y duración, y tienen que

provocar una consecuencia significativa en el funcionamiento y la calidad de vida del

niño o del adolescente.

En los últimos años se han elaborado clasificaciones diagnósticas y guías clínicas

realizadas por comités de expertos. En este sentido, la Organización Mundial de la

Salud creó la décima versión de su clasificación en 1992. Su traducción al español es

CIE-10 (Clasificación mundial de las enfermedades, décima edición).

Por otro lado, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, de la

American Psychriatric Association, en su cuarta edición revisada (DSM-IV-TR) incluía

los trastornos de conducta.

E l DSM-5 agrupa bajo el nombre de trastornos disruptivos del control de los

impulsos y de la conducta a:

▸ El trastorno negativista-desafiante.

▸ El trastorno explosivo intermitente.

▸ El trastorno de conducta (o trastorno disocial en el DSM-IV-TR).

▸ El trastorno de personalidad antisocial, la piromanía y la cleptomanía.

El TDAH se clasifica en el DSM-5 dentro de los trastornos del neurodesarrollo y no

junto con los trastornos del comportamiento perturbador, como ocurría en las

ediciones anteriores.

Como hemos mencionado anteriormente, las conductas de oposición, desobedientes

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y desafiantes se encuentran a menudo relacionadas con el curso del desarrollo

normal, pero frecuentemente como síntomas de trastornos clínicos.

Barkley (1997) identificó tres categorías que estarían comprendidas en la

descripción general de comportamiento desobediente:

▸ En primera instancia, los niños no inician las acciones pedidas por un adulto dentro

de un período razonable de tiempo después de ser presentada la orden. Por


ejemplo, una respuesta desobediente podría ser la de aquel niño que no inició los
deberes en casa veinte segundos después de que su madre presentara la orden.

▸ El segundo tipo de desobediencia se daría cuando los niños responden de forma

adecuada a una petición dentro de un período aceptable de tiempo pero


posteriormente no mantienen esa conducta. En esta ocasión parece haber una
escasa atención y persistencia hacia la actividad o tareas solicitadas.

▸ En tercer lugar, Barkley (1997) indica una manera de desobediencia que se

caracteriza por el fracaso de los niños para seguir reglas de conducta, anteriormente
indicadas, que se aplican a situaciones específicas. Por ejemplo, llevarse objetos de
alguien sin permiso.

La conducta de oposición y desobediencia puede ser pasiva, en el sentido de que un

niño puede no responder, sino permanecer inactivo, tranquilo y sumiso. Por el

contrario, conductas más desafiantes incluyen verbalizaciones negativas, hostilidad

y resistencia física, que tienen lugar al mismo tiempo que la desobediencia. Dichas

consideraciones y las descripciones anteriores muestran que la conducta de

oposición puede tomar diversas formas.

En lo que se refiere a la conducta desafiante y de oposición de inicio temprano y

persistente, se encuentra asociada a diversos tipos de patología infantil, adolescente

y de la etapa adulta. En esta línea, la investigación hace referencia a que la conducta

perturbadora, antisocial, coercitiva y delictiva es una secuela frecuente cuando se

remite a tratamiento a los niños a causa de una desobediencia extrema (Barkley et

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al., 1990).

La presencia de conducta desafiante por oposición, o agresión social, en niños es la

más estable de las psicopatologías infantiles a lo largo del desarrollo y representa el

elemento predictor más significativo de un amplio conjunto de riesgos académicos y

sociales negativos que el resto de otras formas de comportamiento infantil desviado

(Barkley, 1997).

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3.3. Desarrollo y evolución del respeto a las


normas

El objetivo primordial de los progenitores en el desarrollo de sus hijos es

socializarlos. Esto es, educarlos en el respeto de las normas sociales del grupo en

el que viven.

Para ello, es necesario que los progenitores comuniquen las normas, los valores de

grupo y el respeto a los demás. Además, es necesario que el menor los cumpla.

Obedecer dichas normas por parte del niño proporciona el desarrollo de la

moralidad (que el niño entienda qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, el
comportamiento prosocial, entre otros) y la autorregulación (regular las emociones

en las interacciones, regular el propio comportamiento con el de los demás, entre

otros). Dicha habilidad surge a lo largo del segundo año, y se observa que el intento

de control por parte de los progenitores va en paralelo con el deseo de autonomía

por parte del menor.

En este sentido, la reacción al control parental depende de dos procesos (Ezpeleta y

Toro, 2020):

▸ La motivación para cooperar: tiene lugar cuando el niño ha establecido un apego

seguro con un cuidador afectuoso que responde a sus necesidades (apego seguro).

▸ Deseo de autonomía: aparece hacia los dieciocho meses y se consolida hacia los

36 meses, y facilita que el niño aprenda a ser autosuficiente para proveer sus
necesidades, que aprenda a controlar los acontecimientos, a persistir ante los
obstáculos y a tener sentido de autoeficacia.

Como se ha mencionado, la desobediencia forma parte del desarrollo de la


autonomía. Para poder responder al control parental de forma madura (por ejemplo,

negociando, sin enfadarse y con una conducta asertiva), se requiere contar con

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ciertas habilidades cognitivas (por ejemplo, representar mentalmente las

prohibiciones y entender las órdenes, saber cómo inhibir la respuesta dominante y

demorar la gratificación, entre otros). Dicho proceso finaliza con la capacidad para

interiorizar las normas, cumplir las normas no depende de los padres (control

externo), sino de mecanismos internos del menor (por ejemplo, sentir

remordimientos, felicidad, entre otros).

Así, el estilo educativo de los progenitores debe orientarse a que el niño

obedezca e interiorice las normas y los valores morales.

La capacidad para poder interiorizar las normas conlleva evitar los comportamientos

antisociales y facilita el funcionamiento del niño en diversos contextos.

En este sentido, las conductas desobedientes y desafiantes frecuentes,

posteriores a los dos años y medio, se asocian con mala competencia social y
malas relaciones entre los progenitores y el niño.

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3.4. Desarrollo emocional: la regulación de la ira

Las emociones son fundamentales para la supervivencia porque facilitan expresar,

de manera precoz, las necesidades que se tienen que satisfacer.

Cuando un bebé tiene hambre demuestra disgusto (llora) y su madre lo alimenta;

cuando a un niño le han quitado la mochila demuestra enfado (llora e insulta) y, con

esta conducta que exhibe, el niño pretende que le devuelvan su mochila. Por otro

lado, cuando un niño sonríe a otro niño en el recreo (le demuestra felicidad),

posiblemente, le hace entender que le gustaría relacionarse y jugar con él.

Por tanto, para lograr un funcionamiento sano y competente, dichas emociones

deben estar bien reguladas; que tengan un coste negativo para la persona indica que

están mal reguladas.

Así, la regulación emocional es la capacidad de controlar los estados de

activación para facilitar el funcionamiento adaptativo o la realización de una

actividad dirigida a un objetivo.

Consta de dos procesos que interactúan a nivel conductual (Ezpeleta y Toro, 2020):

▸ La emoción: que puede ser positiva o negativa.

▸ La regulación: control autorregulado y reactivo.

La capacidad para regular los propios estados emocionales se desarrolla en los dos

primeros años, y hacia los cuatro o cinco años ya se dispone de habilidades de

autorregulación. No obstante, el desarrollo continúa hasta la etapa adulta.

La capacidad de regulación está influida prenatalmente (hay diferencias individuales

en la tasa cardiaca o cantidad de movimiento fetal que predicen temperamento

después de nacer) por factores genéticos, por factores ambientales in utero (por

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ejemplo, tabaquismo, ansiedad o depresión en la madre) y por factores ambientales

posnatales (por ejemplo, el estilo educativo).

En esta línea, la sensibilidad de los cuidadores al responder a las necesidades del

niño ayudará a modelar su capacidad de regulación durante los primeros años, hasta

que ya no dependa de sus cuidadores para equilibrar su nivel de activación y sea

capaz de identificar las fuentes de malestar por sí mismo y de realizar las acciones

necesarias para corregirlo (Ezpeleta y Toro, 2020).

Una adecuada autorregulación emocional va unida a los progresos que se dan en

otras áreas como la mejora en el cumplimiento de las normas, la disminución de la

agresividad reactiva y un mejor funcionamiento cognitivo y social.

La ira o el enfado son unas de las emociones básicas. Se activan ante el peligro o

ante las dificultades, facilitando la defensa, la superación de los obstáculos o la

persistencia en la consecución de objetivos (del Barrio, 2002).

Por tanto, la ira forma parte de la emotividad negativa, junto al miedo y la

tristeza, y está presente desde el nacimiento.

Así, los niños sienten enfado ante la frustración, cuando interrumpen una tarea

agradable o cuando no obtienen lo deseado. Un episodio de ira en la infancia se

manifiesta por comportamientos como, por ejemplo, tirar o romper objetos, dar

patadas, pegar (esto es lo que se conoce como una rabieta). La mayor incidencia de

rabietas se da entre los tres y los cinco años. En estas edades, aproximadamente el

75 % de los niños las presentan.

En niños sin otros problemas de salud pueden tener una duración media de

alrededor de diez minutos. Una alta frecuencia de rabietas, su larga duración,

dificultades para recuperarse de ellas o que incluyan comportamientos autolesivos

son marcadores de gravedad y de la probabilidad de asociación con otros trastornos

mentales importantes. De esta manera, cuanto mayor es la experiencia de enfado,

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más le cuesta al niño controlarla, porque se dificulta la aplicación de procesos

cognitivos superiores (por ejemplo, solución de problemas, pensamiento estratégico,

atención, entre otros), y se incrementan las dificultades en las relaciones

interpersonales (Ezpeleta y Toro, 2020).

A continuación, puedes acceder al vídeo Trastorno negativista-desafiante. TDAH .

Rocío Romero es psicóloga de la Asociación de Familias y Niños con Trastorno por

Déficit de Atención e Hiperactividad, FEAFES-CALMA. Rocío compartirá con


nosotros su experiencia con el trastorno negativista-desafiante.

Accede al vídeo:

https://unir.cloud.panopto.eu/Panopto/Pages/Embed.aspx?id=7766dc48-63bd-
47ec-892a-ad980074d14b

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3.5. Trastorno oposicionista desafiante o


negativista-desafiante (TOD, TND)

El TOD se refiere a un patrón recurrente de conducta negativista, desafiante,

desobediente y hostil contra las figuras de autoridad (CHADD, 2005).

Los menores que lo presentan son conflictivos, discutidores, tercos, no aceptan

órdenes, muestran una actitud desafiante y hacen con frecuencia lo contrario de lo

que se les pide, pero sin llegar a violaciones serias de los derechos de otros ni de las
normas sociales. No ceden ni negocian con adultos y compañeros, ignoran órdenes,

se muestran hostiles con ellos, hasta el punto de llegar a agredir verbalmente

mediante insultos, normalmente en el ambiente familiar y escolar, a las personas

más conocidas y cercanas (DSM-IV-TR).

En relación con este tipo de problemas de no aceptación de normas, es habitual que

este comportamiento oposicionista se mantenga, aunque sea en perjuicio propio (por

ejemplo, prefieren salir perdiendo a ceder o pedir perdón). Estos menores tienen

enfados explosivos, riñas frecuentes con adultos (no solo con familiares, también con

profesores u otros adultos), desafían las reglas, molestan a los demás

intencionadamente, culpan a los otros de sus errores, son muy sensibles a los

comentarios ajenos y pueden ser muy resentidos, rencorosos y vengativos (Soutullo,

2004).

Habría que diferenciar este tipo de comportamiento del TND de síntomas similares

presentes en el TDAH, en el cual el menor no obedece porque no recuerda las

órdenes recibidas, se despista o se encuentra demasiado hiperactivo para escuchar

o terminar la tarea. Asimismo, algunos de estos comportamientos oposicionistas o

negativista son normales en niños de edades comprendidas entre un año y medio y

tres años (López-Soler y Romero-Media, 2013).

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Durante la etapa adolescente son habituales varias de estas conductas, siendo

normales los conflictos con los progenitores sobre la forma de vestir, la hora que se

fija para regresar a casa, las amistades con las que se sale, entre otros. En los casos

menos conflictivos, dichas actitudes rebeldes tienen más que ver con la afirmación

de su identidad personal que con rasgos psicopatológicos.

Por otro lado, en la pubertad y en la adolescencia, dichos problemas oposicionistas

están relacionados con el abuso de alcohol o drogas, principalmente marihuana. Los

problemas de respeto a las normas y a las figuras de autoridad suelen empeorar.

Esto se refleja por medio de un rechazo al cumplimiento de los horarios, la búsqueda

de iguales con sus mismas actitudes o que le apoyen incondicionalmente (López-

Soler y Romero-Media, 2013).

En el siguiente cuadro podemos observar una síntesis de las características

conductuales de este trastorno:

Figura 1. Características del trastorno negativista-desafiante. Fuente: CHADD (2005).

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3.6. Prevalencia

En los países occidentales se ha apreciado un incremento de los trastornos que

conllevan comportamientos antisociales y falta de respeto a las normas, lo que

podría reflejar que, como grupo social, los padres están teniendo dificultades para

socializar a sus hijos. En este sentido, el TND es uno de estos trastornos y es uno

de los trastornos más prevalentes en la infancia.

De esta manera, a lo largo de los primeros años de vida, cuando se están afianzando

los aprendizajes, cabe esperar que puedan aparecer más dificultades con respecto a

las normas. Así, en los niños preescolares de edades comprendidas entre los dos y

los cinco años, la prevalencia del TND se sitúa entre el 6,6 % y el 13,4 % (6,9 % en

España a los tres años; 7,2 % en niños y 6,7 % en niñas) (Ezpeleta et al., 2014). En

esta etapa no se aprecian discrepancias de prevalencia entre niños y niñas.

En la infancia y la adolescencia, entre las edades de los cuatro y los diecisiete años,

un metaanálisis de veinticinco estudios realizados en población general, usando

criterios DSM-III-R y DSM-IV, sitúa la prevalencia en un 33 % (Canino et al., 2010).

No se encontraron diferencias entre Norteamérica y Europa. El TND aparece con

más frecuencia en los niños que en las niñas (razón de 1,4:1).

En adultos americanos de la población general de dieciocho a 44 años, la

prevalencia se sitúa en el 10,2 %. No se encontraron diferencias entre hombres (11,2


%) y mujeres (9,2 %) (Nock et al., 2007).

La media de edad de inicio del trastorno fue doce años, y la media de duración seis

años. El 30 % de los afectados continuaba mostrando síntomas en la edad adulta. La

persistencia del cuadro era mayor en los varones, en los casos de inicio temprano

(antes de los ocho años) y en presencia de trastornos comórbidos.

Así, estas elevadas cifras reflejan que el TND es un problema de salud de relevancia

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social. Esto, unido a la alta continuidad que han mostrado los trastornos

exteriorizados desde la infancia hasta la edad adulta, hace que la detección precoz

sea una prioridad para prevenir la evolución del trastorno y sus condiciones

asociadas.

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3.7. Características clínicas

Los menores con TND reflejan un comportamiento en su día a día que, por su

frecuencia, duración e intensidad, resulta inaceptable a nivel social (por ejemplo,

negarse, discutir, estar de mal humor, molestarse fácilmente, culpar a otros, entre

otros). Sin lugar a dudas, estas conductas resultan molestas y agotan al entorno del

niño, especialmente a las figuras de autoridad. Además, estas conductas conllevan

que se produzca un deterioro en las relaciones con los demás. Estos menores se

conocen como niños difíciles, con mala disciplina, molestos, y se consideran un

problema para los adultos que están a cargo de ellos.

En esta línea, podemos decir que el TND se caracteriza por episodios de mal genio

o disgusto que se pueden manifestar sin violencia (por ejemplo, insultando o

llorando) o con violencia (por ejemplo, pataletas), tratando de hacer daño a otra

persona (por ejemplo, pegando) o, incluso, pueden manifestarlo dañando las

propiedades de los demás (por ejemplo, estropeando o rompiendo objetos ajenos).

Igualmente, son habituales los desacuerdos con las figuras de autoridad. Dichos

desacuerdos suelen terminar en una disputa, insultando, gritando o, incluso,

agrediendo de forma física. En este sentido, el menor desobedece a menudo, de

forma activa, cuando se le dan órdenes directamente, ignorándolas, retrasando su

realización o, incluso, rompiendo las normas que conoce bien y están establecidas
de forma permanente. Asimismo, lleva a cabo, de forma intencional, conductas que

molestan a los demás, cuya finalidad puede ser la de enfadar a la otra persona. Así,

manifiestan una tendencia estable a tener sentimientos de enfado, de temperamento

explosivo, resentimiento o de evitarse a la mínima, entre otros. Es habitual que

culpen a las otras personas de sus propios errores. Responden a la frustración con

rencor y venganza, realizando acciones deliberadas para causar aflicción o malestar

a otro niño o a un adulto (Ezpeleta y Toro, 2020).

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Por otro lado, la edad media de inicio del trastorno es anterior en los niños (dos años

y medio) que en las niñas (cinco años y medio).

El inicio temprano (antes de los ocho años) y la comorbilidad se asocian con

mayores dificultades de recuperación. A mayor gravedad de los síntomas, mayor

probabilidad de que el cuadro sea estable.

El TND se entiende como el resultado de una interacción entre las características del

niño y su contexto. En esta línea, a continuación detallaremos las características del

niño, de los padres y la interacción entre ambos.

Características del niño

Los niños con TND se caracterizan por mostrar un temperamento con alta

emotividad negativa. La emoción principal es el enfado, que se refleja como un

patrón intenso, dominante y persistente (disregulación emocional). Para adaptarse a

las circunstancias y a los desafíos que le presenta el contexto, el menor con TDN

responde con enfado como forma de superar las dificultades. Dicha tendencia a

superar así las dificultades se ve favorecida por cómo procesa e interpreta la

información social, basándose, para ello, en escasas evidencias, percibiendo de

forma incorrecta las emociones de los demás y atendiendo de forma sesgada a

estímulos que facilitan el mantenimiento del enfado (sesgo hostil), lo que conlleva

que se establezcan objetivos equivocados (dominancia, venganza) y respuestas

inapropiadas (oposición, agresividad), que considera moralmente aceptables (falta de

empatía, ausencia de culpa).

De esta manera, la respuesta dominante de enfado se emite, no se inhibe (tal y como

indicarían las normas sociales), y tampoco es sustituida por otra respuesta más

idónea, que podría implicar dejar de fijarse en los aspectos reforzadores que tiene

desobedecer o distraer la atención hacia otros estímulos no relacionados con el

enfado (dificultades en el control autorregulado). Así, a estos niños disregulados les

resulta difícil aprender a contener los comportamientos inadecuados (dificultades

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en el procesamiento del castigo) y aprender los comportamientos apropiados

(dificultades en el procesamiento de la recompensa).

Características del entorno

Es habitual que los padres y los adultos, que son responsables del menor, tengan la

sensación de que no son capaces de controlar el comportamiento del niño. En estos

casos, dichos adultos pueden estar utilizando un estilo educativo inadecuado.

Las conductas oposicionistas pueden aparecer en un contexto en el cual no se ha

exigido un adecuado control y no se han fijado límites, o se han intentado fijar pero

no se ha logrado. Lo que está claro es que existe una falta de disciplina o la

disciplina se establece de manera inconsistente. Si una disciplina se aplica de forma

inconsistente, se dificulta la capacidad para poder aprender conductas adecuadas.

Por otro lado, los progenitores o los adultos responsables del menor, a menudo,

premian conductas inadecuadas e ignoran los comportamientos adecuados, es decir,

se produce una ausencia de estilo educativo positivo. En algunos casos, el beneficio

que obtiene el niño por el desafío es captar la atención de sus padres.

Deterioro funcional

Tanto el deterioro funcional como el malestar son aspectos que ayudan a valorar
el impacto que los trastornos psicológicos producen en el día a día de las personas.

Ambos son indicadores de gravedad y de significación clínica que están dentro, en

muchos casos, de la propia definición de los trastornos. Además, facilitan la

evaluación para conocer si el problema se considera o no clínicamente significativo.

Esto es, ayudan a evaluar si dicho problema afecta a la vida de la persona y si,

además, necesita ayuda o no para el tratamiento de dicho trastorno o problema.

▸ De esta manera, el deterioro funcional hace referencia a las consecuencias que

tienen los trastornos en el desempeño de las actividades diarias del niño en la vida
familiar, escolar o social.

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▸ Por otro lado, la aflicción o malestar hace referencia a cómo el trastorno afecta al

bienestar psicológico de una persona. En relación con esto, un concepto paralelo


sería el de carga familiar, el cual se refiere a las consecuencias que el trastorno
tiene para los distintos miembros de la familia. El deterioro, el malestar y la vivencia
del problema como una carga pueden motivar la búsqueda de ayuda y una mayor
probabilidad de recibir tratamiento.

Los menores con TND presentan unas características clínicas que afectan, en primer

lugar, al funcionamiento familiar. En esta línea, es difícil lograr que el menor

obedezca. Es habitual que los padres reduzcan sus contactos sociales por miedo a la
mala conducta de su hijo. Este tipo de comportamientos representan una carga para

la familia, debido a que deben emplear más tiempo del esperado para llevar a cabo

cualquier tarea o actividad, y se sienten estresados y sobrepasados por la situación.

Es necesario indicar que este problema se va extendiendo poco a poco a otros

contextos y puede afectar al entorno escolar. En el colegio, las normas están

claramente establecidas y son iguales para todos los alumnos. Los niños con TND

son identificados como niños difíciles, que molestan y dificultan el funcionamiento de

la clase.

Pero no solo se resienten las relaciones con los adultos. Sus compañeros (sus

iguales) los describen como niños difíciles que perturban el funcionamiento en clase,

que gastan bromas pesadas, se enfadan con facilidad o culpan a los demás de sus

propios errores, lo que conlleva que los niños con TND sean rechazados por parte de

sus iguales.

Accede al vídeo Trastorno negativista-desafiante. La doctora Pilar Tirado es

neuróloga pediátrica en el Hospital La Paz de Madrid y nos va a hablar sobre las

generalidades del trastorno negativista-desafiante.

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3.8. Referencias bibliográficas

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CHADD (Children and Adults with Attention-Deficit/hiperactivity Disorder). (2005). El

TDAH y los trastornos del comportamiento perturbador. National Resource Center on

AD/HD Children and Adults with Attention Deficit/Hiperactivity Disorder. El TDAH y

los trastornos del comportamiento perturbador.

Ezpeleta, L., de la Osa, N., Júdez, J., Doménech, J. M., Navarro, J. B. y Losilla, J. M.

(2014). Diagnostic agreement between clinician and the diagnostic Interview for

children and adolescent-DI-CA in a Spanish outpatient simple. Journal of Child


Psychology and Psychiatry, 38, 431-440.

Ezpeleta, L. y Toro, J. (2020). Psicopatología del desarrollo. Pirámide.

López-Soler, C. y Romero-Media, A. (2013). TDAH y trastornos del comportamiento

en la infancia y la adolescencia. Clínica, diagnóstico, evaluación y tratamiento.

Pirámide.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 23


Tema 3. Ideas clave
© Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)
Ideas clave

Nock, M. K., Kazdin, A. E., Hiripi, E. y Kessler, R. C. (2007). Lifetime prevalence,

correates, and persistence of oppositional defiant disorder: Results from the National

Comorbidity Survey Replication. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 48, 703-

713.

Soutullo, C. (2004). Atención a la comorbilidad del TDAH por el pediatra de atención

primaria. Bases de la entrevista psiquiátrica. En Curso de actualización pediatría (pp.

133-152). Exlibris Ediciones.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 24


Tema 3. Ideas clave
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A fondo

Trastorno negativista-desafiante en los niños

El Prado Psicólogos Madrid. (2017, marzo 21). Trastorno negativista desafiante

[Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=oOfzoB-tzzI

Pieza del documental que nos explica el trastorno negativista-desafiante.

Accede al vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=oOfzoB-tzzI

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 25


Tema 3. A fondo
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A fondo

Artículos sobre el trastorno negativista-desafiante

Torales, J., Barrios, I., Arce, A. y Viola, L. (2018). Trastorno negativista desafiante:

una puesta al día para pediatras y psiquiatras infantiles. Pediatría (Asunción): Órgano

Oficial de la Sociedad Paraguaya de Pediatría, 45(1), 65-73.


https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6958335

Monsalve, A., Mora, L. F., Ramírez, L. C., Rozo, V. y Rojas, D. M. (2017). Estrategias

de intervención dirigidas a niños con trastorno negativista desafiante, una revisión de

la literatura. Revista Ciencia Salud, 15(1), 105-127.

https://revistas.urosario.edu.co/index.php/revsalud/article/view/5384

Accede a estos dos artículos para ampliar tu conocimiento sobre el trastorno

negativo-desafiante.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 26


Tema 3. A fondo
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Test

1. A continuación, indica cuál sería la alternativa correcta en relación con los

comportamientos disruptivos:

A. No todos los comportamientos disruptivos se consideran patológicos.

B. Todos los comportamientos disruptivos se consideran patológicos.

C. Todos los comportamientos disruptivos se consideran patológicos en niños

de seis años.

D. Todos los comportamientos disruptivos se consideran patológicos en niños

de tres años.

2. En cuanto al inicio del trastorno de comportamiento:

A. La edad media de inicio del trastorno es anterior en los niños (dos años y

medio) que en las niñas (cinco años y medio).

B. La edad media de inicio del trastorno es anterior en las niñas (dos años y

medio) que en los niños (cinco años y medio).

C. No hay diferencia en cuanto a la edad media entre sexos.

D. Todas las alternativas son incorrectas.

3. El trastorno negativista-desafiante:

A. Es uno de los trastornos más prevalentes en la infancia.

B. Es uno de los trastornos menos prevalentes en la infancia.

C. Es uno de los trastornos menos conocidos en la infancia.

D. No se conoce la comorbilidad.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 27


Tema 3. Test
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Test

4. Los niños con trastorno negativista-desafiante se caracterizan por:

A. Mostrar un temperamento con alta emotividad negativa.

B. La emoción principal que manifiestan los niños es el enfado.

C. Para adaptarse a las circunstancias, a los retos que le presenta el

ambiente, el menor con trastorno negativista-desafiante responde

mayormente con enfado como forma de superar los obstáculos.

D. Todas las alternativas son ciertas.

5. Señala la alternativa incorrecta. El entorno de los niños con trastorno negativista-

desafiante se caracteriza por:

A. Es habitual que los padres y los adultos tengan la sensación de que no son

capaces de controlar el comportamiento del niño y se sientan impotentes.

B. Las conductas oposicionistas pueden aparecer en un ambiente en el cual

no se ha exigido el suficiente control y no se han establecido límites.

C. No existe una falta de disciplina.

D. El temperamento de los padres puede tender a expresar hostilidad y

enfado, como el niño.

6. Señala la alternativa incorrecta en relación con el trastorno negativista-

desafiante:

A. El trastorno negativista-desafiante es un problema de salud de relevancia

social.

B. La detección precoz es una prioridad para prevenir la evolución del


trastorno y sus condiciones asociadas.

C. Es uno de los trastornos menos conocidos en la infancia.

D. Se conoce la comorbilidad, entre otros, el TDAH.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 28


Tema 3. Test
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Test

7. Señala la alternativa correcta en relación con la aflicción o malestar:

A. La aflicción o malestar hace referencia a cómo el trastorno afecta al

bienestar psicológico de una persona.

B. La carga familiar no se considera un concepto paralelo al concepto de

aflicción y malestar.

C. El deterioro, el malestar y la vivencia del problema como una carga pueden

no motivar la búsqueda de ayuda y la probabilidad de recibir tratamiento.

D. Todas las alternativas son incorrectas.

8. Señala la alternativa correcta sobre el trastorno negativista-desafiante en la

adolescencia:

A. Durante la etapa adolescente son habituales los conflictos con los

progenitores sobre, por ejemplo, la forma de vestir.

B. Las actitudes rebeldes no están relacionadas con la afirmación de la

identidad.

C. Las actitudes rebeldes están más relacionadas con los rasgos de la

personalidad.

D. Todas las alternativas son correctas.

9. La ira o el enfado:

A. La ira o el enfado son unas de las emociones básicas.

B. Se activan ante el peligro o ante las dificultades.


C. La ira o el enfado facilitan la defensa, la superación de los obstáculos o la

persistencia en la consecución de objetivos.

D. Todas las alternativas son correctas.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 29


Tema 3. Test
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Test

10. Señala la alternativa correcta sobre las conductas de oposición y

desobediencia:

A. La conducta de oposición y desobediencia puede ser pasiva, en el sentido

de que un niño puede no responder.

B. La conducta de oposición y desobediencia no puede ser considerada

pasiva.

C. La conducta desafiante y de oposición de inicio temprano y persistente no


se encuentra asociada a diversos tipos de patología infantil, adolescente y

etapa adulta.

D. La conducta perturbadora, antisocial, coercitiva y delictiva no es una

secuela frecuente cuando se remite a tratamiento a los niños a causa de una

desobediencia extrema.

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Trastornos Negativista-Desafiante y de Conducta 30


Tema 3. Test
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