Trastornos del control de

impulsos y de la conducta
Psicopatología en la infancia
y la adolescencia II
CONTENIDO
1. Introducción

2. Trastorno negativista desafiante hipersomnia

Curso y diagnóstico infantil
Factores de riesgo
Diagnóstico diferencial
3. Trastorno explosivo intermitente
Manifestaciones clínicas asociadas al trastorno
Factores de riesgo
Diagnóstico diferencial
4. Trastorno de la conducta
Factores familiares
Manifestaciones clínicas
Pautas para el diagnóstico
5. Piromanía
Factores individuales y ambientales
Pautas para el diagnóstico
6. Cleptomanía
Síntomas
Psicopatología y tratamiento de la cleptomanía
Pautas para el diagnóstico
7. Bibliografía

Introducción
Los trastornos disruptivos del control de impulsos
y de la conducta incluye aquellas afecciones que
manifiestan problemas y dificultades en la autorregulación
emocional y comportamental. Obviamente, tal descripción
incluiría la gran mayoría de trastornos mentales, ya que
es fácil asociar capacidad de autorregulación emocional
y comportamental con la salud mental. Sin embargo,
los trastornos del control de impulsos y la conducta,
incluyen para su diagnóstico el hecho de que, fruto de esa
falta de capacidad en la regulación, incurra en conductas
que violan los derechos de los demás y que no respetan
las normas, límites ni leyes.
Los trastornos del control de los impulsos y la conducta
son variados, y tal variación está en función de si el
problema del control de impulsos afecta más al plano
comportamental o al emocional, y por otro lado la manera
en que se manifiesta el problema de control.
El trastorno del control de los impulsos y la conducta
incluye varios trastornos, de entre los cuales se encontrara
el de la conducta, que se centra en el deficiente control
de las conductas que violan los derechos de otros o las
normas sociales fundamentales y en el que muchos de los
síntomas conductuales, como la agresión, son el resultado
de un control deficiente de las emociones, como la ira.
Por otro lado -y en el otro extremo- está el trastorno
explosivo intermitente, cuya característica principal es la
presencia de problemas en el control de las emociones,
con arrebatos de ira desproporcionados a causa de una
provocación interpersonal o ante cualquier factor social
de estrés.
A caballo entre estos dos trastornos se encuentra
el trastorno negativista desafiante, con unas
características de problemas en el control más
distribuidas entre lo emocional (arrebatos de ira,
enfado, etc.) y lo comportamental (discusión y desafío).
La piromanía y la cleptomanía se caracterizan por
el control deficiente de los impulsos relacionados con
conductas especificas (provocar un incendio o robar),
y en base a las cuales reciben su denominación.
La infancia es la etapa de inicio típica en los
trastornos del control de impulsos y conducta.
Es muy poco habitual encontrar un adulto que inaugure,
por ejemplo, un trastorno negativista desafiante.
Al iniciarse en la infancia, estos trastornos están
sujetos a cambios, transformaciones y metamorfosis
durante su evolución. Esto se ve en la relación evolutiva
que hay entre el trastorno negativista desafiante
y el trastorno de conducta. Generalmente, los trastornos
de conducta tienen su caldo de cultivo en el trastorno
negativista, excepto cuando el trastorno de conducta
comienza antes de la llegada de la adolescencia.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 3
No quiere decir que la evolución normal del trastorno
negativista desafiante sea hacia el de conducta,
ya que en la mayoría de los casos no ocurre así.
Sin embargo, los niños con trastorno negativista
desafiante tienen mayor riesgo de desarrollar otro tipo
de problemas como el trastorno depresivo o de ansiedad.
Los trastornos del control de impulsos y de la conducta
comparten una serie de comportamientos con aquellas
dimensiones de personalidad etiquetadas como
desinhibición y restricción. Quizá sea éste el motivo
que explique la alta comorbilidad entre estos trastornos,
así como su frecuente concurrencia con el trastorno
por consumo de sustancias y el trastorno de la
personalidad antisocial.
Trastorno negativista
desafiante
El Trastorno Negativista Desafiante (TND) se caracteriza
por un patrón recurrente de conductas no cooperativas,
desafiantes, negativas, irritables y hostiles hacia los padres,
compañeros, profesores y otras figuras de autoridad.
Son niños y adolescentes discutidores, desafiantes
y provocadores que se enojan y pierden el control
con facilidad. A diferencia del Trastorno de conducta,
no hay violaciones de las leyes ni de los derechos
básicos de los demás.
Si este comportamiento se presenta por un periodo
mayor a seis meses y con más intensidad que en
otros niños o adolescentes de su misma edad,
se considera que el niño o adolescente posee el TND.
Este trastorno interfiere casi siempre en sus relaciones
interpersonales, su vida familiar y su rendimiento escolar.
Como consecuencias secundarias a estas dificultades,
los niños suelen tener baja autoestima, escasa tolerancia
a las frustraciones y depresión.
En niños o adolescentes con TND, los síntomas giran
en torno a tres focos: enfado e irritabilidad; discusiones
y actitud desafiante; y un carácter vengativo.
La manifestación de al menos cuatro de las características
sintomáticas reunidas en estos tres focos supone el
criterio central para su diagnóstico. Así, en los sujetos con
TND se puede observar como a menudo pierden la calma,
se molestan con facilidad o con frecuencia están
enfadados o resentidos (Foco “enfado e irritabilidad” como
Criterios diagnósticos A1, A2, A3).
Las constantes discusiones y enfrentamientos con
figuras de autoridad, como profesores o padres;
sus rechazos y negativas activas y explícitas a satisfacer
las peticiones de los adultos o figuras de autoridad
o a respetar las normas; su frecuente conducta
deliberadamente molesta hacia los demás y su forma
de culpabilizar y responsabilizar a los demás por sus
propios errores o mal comportamiento, conforman
el área sobre “discusiones y actitud desafiante” de los
Criterios diagnósticos A4, 5, 6, y A7.

Por último, el marcado carácter “vengativo” completa
el cuadro diagnóstico del TND con manifestaciones
de conducta vengativa y rencorosa al menos dos veces
en los últimos seis meses.
Curso y diagnóstico infantil
Para diagnosticar el TDN en niños y adolescentes,
es necesario considerar la gravedad en cuanto
a frecuencia y persistencia de estos comportamientos,
para distinguirlos de los que se consideran dentro
de los límites normales de los que no.
En niños menores de 5 años, el comportamiento debe
aparecer caso todos los días durante al menos seis
meses. La frecuencia y persistencia del comportamiento
disruptivo a estas edades es fundamental a la hora
de diferenciar el TND del comportamiento normal.
Por ejemplo, es habitual ver berrinches semanales por
parte de un niño en preescolar, pero solo si ocurre casi
todos los días durante seis meses consecutivos es posible
hipotetizar con la existencia del trastorno. Con 5 años
o más, el comportamiento debe aparecer por lo menos
una vez por semana durante al menos seis meses.
Estas medidas en las frecuencias del comportamiento
son orientativas, y se consideran un grado mínimo de
aparición para definir los síntomas. Se deben tener
en cuenta otros factores que determinen el carácter
disruptivo de la conducta del sujeto, como el hecho
de que la frecuencia e intensidad del comportamiento
impulsivo rebase los límites de lo normal para el grado
de desarrollo del individuo y su contexto socio-cultural.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 4
Todos los niños en ciertas ocasiones se pueden mostrar
desafiantes o desobedientes con sus padres, sus
profesores o con otros adultos, principalmente cuando
se encuentran cansados, con hambre, estresados,
preocupados o indispuestos. Esta conducta se observa
de manera frecuente en los niños con edades de entre
2 y 3 años como parte normal de su desarrollo, ya que
comienzan a formar su propia identidad, establecer
su autonomía y a imponerse normas y controles.
Otro período en el cual es probable observar este
comportamiento es la adolescencia, como expresión
de la necesidad de independizarse de los padres
y desarrollar su propia personalidad.
No es inusual que los sujetos con TND muestren
los síntomas únicamente en casa y solo con los
miembros de su familia. Cuando el comportamiento
tiene lugar además fuera de casa, la gravedad del
trastorno es mayor. Es por ello que es fundamental
evaluar el comportamiento del sujeto en los diferentes
entornos y relaciones, y con personas que no sean
sus propios hermanos, ya que entre éstos es normal
la existencia de discusiones constantes.
Los síntomas del sujeto suelen formar parte de un patrón
de interacciones problemáticas con otros caracterizados
por no considerarse a sí mismos como enfadados,
negativistas o desafiantes y suelen justificar su
comportamiento como respuesta a las circunstancias
o exigencias poco razonables. Si, por ejemplo,
se le pide en el colegio que abandone el aula, puede
provocar daños en el inmobiliario llevado por el
arrebato, y justificarlo en base a lo injusto o malévolo
de la exigencia del profesor.

De esta forma, puede resultar difícil separar la
relativa contribución del individuo a las interacciones
problemáticas. Por ejemplo, el niño puede haber tenido
una historia parental hostil, lo que hace difícil determinar
qué ha causado qué, si es la hostilidad de los padres la que
ha derivado en el comportamiento hostil del niño, o al revés,
la conducta desafiante y disruptiva ha sido la que ha
generado un ambiente parentofilial cargado de hostilidad.
No obstante, para realizar el diagnóstico ha de bastar
con que el niño presente en la actualidad dichos
comportamientos y actitudes típicas del TND.
Sin embargo, a la hora de tratar al chico, habrá que hacer
un profundo análisis de los factores que han precipitado
su comportamiento y desregulación emocional.
El TND sigue un curso y pronóstico diferente si el
énfasis del trastorno se manifiesta con síntomas del
foco “desafío y discusión” y “venganza”, o lo hace con
síntomas del grupo “enfado e irritabilidad”. Mientras que
los del primer tipo tienen mayor riesgo de desarrollar
un trastorno de conducta, los segundos tienen mayor
riesgo de trastornos emocionales.
En general, las manifestaciones del trastorno a lo largo
del desarrollo parecen bastante uniformes. Los niños
y adolescentes con TND presentan mayor riesgo de
problemas de adaptación en etapas adultas, así como
de conducta antisocial, problemas de control de
impulsos, abuso de sustancias, ansiedad y depresión.
Factores de riesgo
Los factores temperamentales relacionados con
problemas de la regulación emocional predicen
el trastorno, como por ejemplo baja tolerancia a la
frustración o altos niveles de reactividad emocional.
El trato severo, inconstante o negligente en la crianza
de los niños es frecuente en familias con niños
y adolescentes con TND. Muchos estudios apuntan
a estas prácticas parentales como factor causante
directo del trastorno.
Diagnóstico diferencial
Los comportamientos del trastorno de conducta son de
carácter más grave que los que presentan sujetos con TND,
ya que éstos últimos no incluyen la agresión a personas
o animales, la destrucción de la propiedad ni un patrón
de robos y engaños, típicos del trastorno de conducta.
Además, en el TND se observan problemas en la
regulación emocional como enfado e irritabilidad que no
se incluyen en la definición del trastorno de conducta.
En el caso del trastorno explosivo intermitente,
que también conlleva un alto grado de ira, se observa
un nivel de agresividad hacia los demás notablemente
más elevado que en el caso del TND.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 5
Trastorno explosivo
intermitente
La característica principal del trastorno explosivo
intermitente es la recurrencia de arrebatos
comportamentales que reflejan una falta de control
de los impulsos de agresividad. La agresión
verbal (berrinches, disputas o peleas) o física
contra la propiedad, animales o personas, sin que
lleguen a provocar lesiones físicas o destrucción,
es persistente, ocurriendo un promedio de dos
veces por semana durante un período de tres meses
(Criterio A1). Los arrebatos suelen durar menos
de 30 minutos aproximadamente, y son agresiones
predominantemente verbales como respuesta a una
pequeña provocación por parte de un amigo íntimo
o una persona cercana.
Cuando, sin embargo, las agresiones provocan
destrucción de las propiedades o pertenencias,
o lesiones y daños en las personas o animales,
basta con que se dé tres veces durante el último
año para tomar como válido el Criterio A2 para
el diagnóstico de trastorno explosivo intermitente.
Pese a la naturaleza de los arrebatos agresivos
impulsivos, la característica principal del trastorno
(falta de control de los impulsos de agresividad)
incluye el hecho de que tales arrebatos se den en
respuesta a una provocación experimentada a nivel
subjetivo, ya que la supuesta provocación no produciría
normalmente un arrebato agresivo en la mayoría de las
personas (Criterio B). Los arrebatos basados en la ira
no son premeditados. Surgen en el preciso momento
en que el individuo experimenta subjetivamente una
provocación, con lo que la explosión agresiva es de
naturaleza impulsiva (Criterio C). Producen un grave
deterioro psicosocial y un grave malestar (Criterio D).
Dado el nivel de desarrollo madurativo necesario para
poder ejercer un mínimo control de los impulsos, no se
debería realizar el diagnóstico de trastorno explosivo
intermitente a niños menores de 6 años. Desde los 6
a los 18 años, tampoco se debería explicar la patología
presentada en el marco del trastorno explosivo
intermitente si los arrebatos de agresividad impulsiva
se dan en el contexto de un trastorno de adaptación.

Manifestaciones clínicas
asociadas al trastorno
Los trastornos del estado de ánimo unipolares,
trastornos de ansiedad y trastorno por consumo
de sustancias, se asocian frecuentemente al trastorno
explosivo intermitente, aunque su inicio se da más tarde
y durante el curso del trastorno explosivo intermitente.
La edad de inicio típica del trastorno corresponde
a sujetos menores de 30 años, siendo frecuente que
se inaugure el trastorno en sujetos con estudios de
secundaria e inferiores.
A menudo, el niño o adolescente con el trastorno,
se ha visto inmiscuido en problemas sociales,
como la pérdida de amigos o la enemistad con familiares;
académicos como frecuentes castigos o expulsiones
del centro escolar; económicos como consecuencia
de los daños producidos a los objetos de valor y legales
como resultado de su comportamiento violento contra
personas o propiedades ajenas.
Factores de riesgo
Los sujetos con trastorno explosivo intermitente suelen
haber tenido antecedentes de trauma emocional
y físico durante el período anterior a su aparición.
De igual modo, los factores estresantes y traumatizantes
pueden seguir presentes en el niño o adolescente
con el trastorno.
Numerosos estudios revelan la presencia de
anormalidades serotoninérgicas, especialmente en
áreas del sistema límbico y el córtex orbitofrontal.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 6
La respuesta amigdalar a los estímulos visuales de ira
durante la resonancia magnética funcional es mayor
en sujetos con trastorno explosivo intermitente que
en personas sanas.
Diagnóstico diferencial
El trastorno de desregulación disruptiva del estado de
ánimo se caracteriza, a diferencia del trastorno explosivo
intermitente, por la persistencia del estado de ánimo
negativo. Están continuamente irritables o iracundos
-la mayor parte del día, casi todos los días- entre los
episodios de arrebatos agresivos impulsivos. Por otra
parte, la edad tope para realizar el diagnóstico es de 10
años, mientras que el trastorno explosivo intermitente
se puede manifestar tanto en la pubertad como en
la adolescencia y la edad adulta, aunque con menos
frecuencia a partir de los 30 años.
Por su parte, el trastorno de personalidad antisocial
o el trastorno de personalidad límite, también manifiesta
arrebatos agresivos impulsivos, problemáticos
y recurrentes, aunque el nivel de agresividad impulsiva
es siempre de menor gravedad que en sujetos con
trastorno explosivo intermitente.
Los individuos con trastorno de conducta refieren cuadros
agresivos, al igual que los que padecen trastorno explosivo
intermitente, pero su principal diferencia reside en el
carácter proactivo y predador del sujeto con trastorno
de conducta.
Los niños y adolescentes con trastorno negativista
desafiante suelen tener berrinches y discusiones verbales
con figuras de autoridad, mientras que los arrebatos
agresivos impulsivos del trastorno explosivo intermitente
se producen en respuesta a un abanico más amplio de
provocaciones y, sobre todo, incluyen la agresión física.

Trastorno de la conducta
La característica esencial del TC es un patrón de
comportamiento, repetitivo y persistente, en el que
se violan derechos básicos de otras personas o normas
sociales que se consideran inadecuadas para la edad
del individuo.
La agresividad contra personas y animales, la destrucción
y provocación de daños contra la propiedad ajena, el déficit
en el control de impulsos, las violaciones de las normas
de forma repetitiva con el consecuente deterioro de la
actividad relacional y académica, el engaño, robo o violación
de la intimidad, el escaparse de casa o el ausentismo escolar
son algunas de las manifestaciones comportamentales
que se pueden encontrar en niños o adolescentes con
trastorno de la conducta.
Al igual que ocurre en los demás trastornos del control
de impulsos y de la conducta, los límites entre lo normal
y lo patológico resultan difíciles de establecer. Se debe
concebir el trastorno de conducta como algo diferente
a una mera presencia de los síntomas que lo conforman,
ya que, si se analizan de manera aislada, cada síntoma
puede ser entendido como una sola conducta social
desviada que no se distingue en su estructura profunda
de los demás síntomas del cuadro.
Factores familiares
Lo habitual en niños y adolescentes con trastorno de
conducta, es encontrar una amalgama de factores
psicosociales adversos en el ámbito familiar. Abandono,
constantes disputas familiares, discordia marital,
hacinamiento, alcoholismo, delincuencia generalmente
paterna, dificultades económicas, elevado número
de hijos que, a menudo, son fruto del descuido,
tanto para concebirlos como para criarlos. Los estudios
realizados con niños adoptados arrojan datos a favor
de una gran correlación entre el trastorno de conducta
del niño y la patología antisocial del padre biológico,
siendo este el mayor predictor del trastorno en el niño,
cuando a la pareja de padres adoptivos se les añade las
constantes disputas agresivas entre ellos.
El estilo educativo incorpora una ausencia total de
límites junto con una perseverante política de castigos
y patrones coercitivos y autoritarios en la educación
del chico.
El maltrato, los abusos físicos y emocionales y el
vínculo colérico-hostil son factores muy presentes en la
etiopatogenia del trastorno de conducta infantojuvenil.
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Manifestaciones clínicas
Tanto la sintomatología como el curso del trastorno de
conducta está muy ligado a la edad de inicio. Para la
realización del diagnóstico en aras de su tratamiento, el
trastorno se manifiesta de una manera específica si da
comienzo antes de los 10 años o durante la adolescencia.
En el trastorno de conducta de inicio infantil, los niños
muestran agresividad física hacia los demás y tienen
relaciones alteradas con los compañeros. Pueden haber
tenido un trastorno negativista desafiante durante la
infancia temprana y muestran síntomas que cumplen
criterios diagnósticos para el trastorno de conducta antes
de la llegada a la pubertad. Las disfunciones cognitivas
son más graves cuanto más precoz sea la aparición del
trastorno. Muchos de los niños con el trastorno de inicio
temprano tienen también un TDAH concurrente con otros
problemas del neurodesarrollo. La probabilidad de que
el trastorno persista en la edad adulta es notablemente
mayor en niños de inicio temprano del trastorno que
cuando este se inicia en la adolescencia.
• Trastorno de conducta de inicio adolescente:
la conducta disruptiva es de carácter más violento
cuando el inicio es en la infancia que cuando ocurre
en la adolescencia. A pesar de que estos son más
tendentes a tener relaciones más normalizadas con
compañeros, no faltan los problemas de conducta
en compañía de otras personas.
La asociación de síntomas disruptivos típicos
del trastorno de conducta con otras patologías
configura unas formas mixtas que no están
contempladas aún en las clasificaciones
diagnósticas, pero cuyo conocimiento es de gran
utilidad clínica.
• La forma mixta hipercinética contempla el
frecuente solapamiento de ambos cuadros:
el trastorno de conducta y el TDAH. Es frecuente
la evolución de cuadros hiperactivos hacia el
trastorno de conducta, lo que no ocurre en el
caso contrario.
• Por otro lado, la forma mixta emocional es
una categoría que abarca ambos cuadros:
el depresivo y el de conducta, siendo considerada
como unidad nosológica concurrente de dos áreas
psicopatológicas. Es el denominado “trastorno de
desregulación disruptiva del estado de ánimo”.
• Por último, la presencia de un trastorno de ansiedad
comórbido con el trastorno de conducta intensifica
la gravedad del trastorno en el adolescente y puede
considerarse como un marcador de continuidad
psicopatológica en el adulto.
Pautas para el diagnóstico
Para realizar el diagnóstico de trastorno de conducta
deben manifestarse durante los últimos 12 meses al
menos tres de las siguientes características, que se
encuentran agrupadas en 4 áreas:

1. Agresión a personas y animales: a menudo intimida,
amenaza o acosa a otros, inicia peleas y/o ha usado
un arma (piedra, cuchillo, palo, botella, arma) que
puede provocar serios daños a terceros (Criterio A1,
A2 y A3). Ha ejercido crueldad física contra personas,
contra animales, ha cometido robos con intimidación
(atraco, robo de un monedero, atraco con arma)
o ha violado sexualmente a alguien (Criterios A4, A5,
A6 y A7).
2. Destrucción de la propiedad: ha prendido fuego
con la intención de provocar daños graves
(Criterio A8), y/o ha destruido deliberadamente
la propiedad de alguien (A9).
3. Engaño o robo: ha invadido la casa, automóvil o
edificio de alguien (A10), miente a menudo para
obtener objetos, favores o evitar obligaciones (A11)
o ha robado objetos de cierto valor sin enfrentarse
a la víctima (A12).
4. Incumplimiento grave de las normas: desde antes
de los trece años, sale por las noches de casa
a pesar de la prohibición de sus padres (A13),
o ha pasado una noche fuera de casa o de un hogar
de acogida (A14) o falta a menudo a la escuela,
empezando su absentismo antes de los trece
años (A15).
Se debe especificar si la edad de inicio es antes
o después de los 10 años, y además si se da alguna
de las siguientes características: Falta de remordimientos
o culpabilidad; insensibilidad o ausencia de empatía;
despreocupado por su rendimiento escolar o laboral;
afecto superficial o deficiente.
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Piromanía
Es un trastorno del control de impulsos y de la conducta
caracterizado por el impulso de iniciar incendios.
El sujeto, al que se le denomina comúnmente
piromaníaco o pirómano, suele sentir un gran placer
y sensación de relajación al incendiar algo. Siente
además un gran interés y curiosidad por todo
lo relacionado con el fuego, como camiones de
bomberos, petardos, fuegos artificiales, chimeneas
del hogar, cerillas, mecheros, etc.
La piromanía en niños es responsable de un pequeño
porcentaje de casos de incendios en los que el niño
o el adolescente sean los sospechosos. Sin embargo,
es muy probable que los niños hayan sido también los
causantes de muchos de los incendios producidos
en los hogares.
Para realizar el diagnóstico de piromanía en un niño,
debe tener un amplio historial de incendios deliberados
y además se debe descartar que la intención del
incendio sea una cuestión de venganza, o de intento
de hacer daño, además de que no exista daño cerebral.
El fuego es un fenómeno realmente atractivo para
el ser humano, y más para los niños a quienes,
en su descubrimiento, les provoca gran curiosidad.
El hecho en sí de provocar fuego se puede considerar
un acto instrumental con el que el niño se divierte
comprobando los efectos que él mismo es capaz de
producir en el mundo, tal y como arrojar al suelo una
y otra vez un objeto para que suene o se aleje,
o golpearlo o chuparlo. Sin embargo, en el caso del fuego,
el niño puede desarrollar hasta límites peligrosos su
curiosidad, sobre todo cuando éste no es supervisado
o limitado y enseñado en su comportamiento.

La fascinación por el fuego no es una patología en sí,
pero el hecho de no haber sido enseñado y limitado
puede provocar que “lo que se hace con el fuego”
si sea patológico.
Factores individuales y ambientales
Aunque la prevalencia de sujetos con piromanía es muy
reducida, en torno a un 1,13%, más de la mitad de los
incendios producidos se han achacado a adolescentes
menores de 18 años. Además, casi ninguno de ellos, es
decir, de los que han sido llevados ante el juez por el delito,
cumplía con los criterios diagnósticos de piromanía
“pura”, ya que la mayoría de los casos, el trastorno convive
o concurre con trastorno de la personalidad antisocial,
trastorno por consumo de sustancias, trastorno bipolar,
ludopatía y otros trastornos disruptivos, del control de
los impulsos y de la conducta.
La piromanía es un trastorno cuya edad de inicio no es
muy conocida, ya que realizar el diagnóstico presenta
la dificultad de atribuir intencionalidad por parte del
niño de provocar el incendio, y no simplemente del
gusto por jugar con mecheros o cerillas provocando
incendios por accidente. Se complica aún más
atribuir al niño sentimientos de gratificación y alivio al
provocar incendios y participar de sus consecuencias,
cuando lo más común es que al ser reprendido por
los padres muestre sentimientos de miedo y culpa,
aunque bajo estos sentimientos se escondiese el placer
de constatar la devastación producida, por ejemplo,
en el hogar.
La piromanía es un trastorno que muy rara vez se
manifiesta en la niñez, aunque es esta etapa del
desarrollo pueda haber comenzado a fraguarse. Además,
es un trastorno casi exclusivo del género masculino.
Los factores individuales que contribuyen a la conducta
incendiaria con más frecuencia son:
• Comportamientos y actitudes antisociales:
los adolescentes pirómanos han cometido con
antelación delitos como vandalismo, violación
u otros delitos no violentos.
• Búsqueda de sensaciones: que junto al factor
“falta de habilidades sociales”, forman un compendio
perfecto para encontrar en el fuego y el incendio
una vía de entretenimiento y de recreación. Muchos
adolescentes detenidos por haber provocado un
incendio son descritos como “solitarios”, “raros”
y tienen pocos amigos. Pasan desapercibidos.
• Búsqueda de atención: sobre todo en niños
menores de 10 años, comenzar el fuego se
convierte en una manera de provocar reacciones
de los padres.
• Falta de conocimientos respecto a las
consecuencias y peligros que conlleva el hecho
de “jugar con fuego”.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 9
Los factores ambientales que rodean al adolescente
pirómano son:
• Mala supervisión de los padres.
• Psicopatología de los padres: los niños y
adolescentes pirómanos han sido con más
frecuencia víctimas de abusos físicos o sexuales,
o maltrato por abandono. También han sido con
más frecuencia que los niños no pirómanos,
testigos de abuso de drogas por parte de los
padres o de violencia entre ellos.
• Acontecimientos vitales estresantes:
algunos niños y adolescentes comienzan
a manifestar síntomas de piromanía como una
forma de hacer frente a las crisis en sus vidas
cuando, además, tienen poco o ningún apoyo
familiar para hacer frente a la crisis.
Pautas para el diagnóstico
El DSM-5 distribuye los Criterios diagnósticos para la
piromanía en seis apartados. Mientras que el último
(Criterio F) es un criterio de exclusión del trastorno
por la presencia de otro trastorno que explique mejor
la provocación de incendios (trastorno de conducta,
episodio maníaco o trastorno de la personalidad
antisocial), los cinco primeros desglosan la principal
característica de la piromanía, que es (Criterio A) la
provocación deliberada de incendios, (Criterio B)
antes de la cual ha habido una gran excitación
afectiva, (Criterio D) durante el acto se produce una
gran gratificación y placer al presenciarlo y (Criterio E)
el objetivo de la provocación del incendio es en
sí mismo, el incendio. No se persigue beneficio
económico, ocultación de delito, intención de hacer
daño por rabia, no hay venganza, no es en respuesta
a un delirio o alucinación, ni es el resultado de
una alteración del juicio. Por eso el Criterio C,
incluye el hecho de que haya una gran fascinación,
curiosidad y atracción por el fuego y todo lo relacionado
con su contexto.
Cleptomanía
Los sujetos con cleptomanía no pueden evitar el
impulso de apropiarse mediante el hurto de objetos,
con independencia del valor o de la necesidad real
del objeto robado. El acto del robo se precede de
una gran tensión y ansiedad creciente, que se alivia
tras la obtención del objeto robado. Es un trastorno
disruptivo del control de los impulsos y la conducta.
El cleptómano se comporta como un adicto.
La motivación para robar no es la de un ladrón
común, que lo hace por diversión, por cuestiones
económicas, por necesidad o por ser una conducta
culturalmente aceptada. El cleptómano roba para
satisfacer un impulso del que no tiene control.

Síntomas
Los síntomas de la cleptomanía siguen un orden, un
patrón, y se estructuran de la siguiente manera:
• Potente impulso de robar algún objeto, sobre todo
cuando lo tienen delante.
• Sensación creciente de ansiedad y tensión que
conduce al robo.
• Placer y gratificación durante el robo, sobre todo
cuando sienten que “todo va bien”.
• Sensación de culpa o vergüenza después del robo,
sobre todo en adultos. En niños y adolescentes
no se da este sentimiento si no son “pillados”.
Los episodios de cleptomanía ocurren por lo
general de manera espontánea. No son planificados,
sino que ocurren por la activación de algún estimulo
u objeto que ven en tiendas, centros comerciales, etc.
Entonces comienza el proceso sintomatológico hasta
su culminación.
En el caso de los adultos con conocimiento
de enfermedad o un determinado nivel de desarrollo
psicosocial, El sentimiento de culpa y vergüenza,
junto al miedo de ser perseguidos por la ley, provoca
un estado anímico disfórico, que, al cabo del tiempo,
se alivia volviendo a satisfacer el impulso de robar.
En el caso de niños y adolescentes, el hecho de que
el robo culmine “con éxito”, facilita la persistencia del robo
y rebaja la motivación por controlar el impulso de robar.
Se produce lo que se podría denominar una “tolerancia
a la droga”, en la que hace falta robar cada vez más
para sentir la satisfacción del acto a la vez que cada
vez se siente menos tensión antes de cometer el acto.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 10
El objetivo del cleptómano no es provocar daño.
La satisfacción del acto está más relacionada con
el hecho de haber conseguido un reto personal,
pero nunca con la consecución de sufrimiento por
parte de la víctima. Por eso suelen cometer los
robos en centros comerciales, ya que son menos
personificados en alguien en concreto. No obstante,
pueden llegar a cometer robos a familiares o amigos
cercanos, lo que les da la posibilidad de poder
justificar el acto en caso de ser descubiertos de
muchas maneras: “te iba a decir que lo había cogido”,
“lo necesitaba, pero me daba vergüenza pedírtelo”,
“te lo iba a reponer”, etc.
Psicopatología y tratamiento
de la cleptomanía
La cleptomanía es un trastorno cuya psicopatología
se basa en el deseo endógeno de incorporación.
El cleptómano no roba para “tener”, sino para
incorporar. No existe ninguna necesidad que no sea
“básica” cuyos mecanismos reguladores pongan en
marcha el sistema para que los impulsos lleguen
a su objetivo, que es ser satisfechos, y que una vez
satisfechos, disparen un reguero de dopamina en el
circuito mesolímbico, que es donde residen los centros
de recompensa, aprendizaje y asimilación de todas
aquellas conductas que hayan servido al impulso para
llegar a buen puerto: su satisfacción.
Por tanto, dado que la cleptomanía es un trastorno del
“control de los impulsos y la conducta”, ha de buscar
su etiología en la carencia de alguna necesidad básica
que ponga en marcha el sistema regulador relacionado
con el deseo de supervivencia y conservación.

“Tener” o “robar”, no es una necesidad básica, pero es
la expresión psicológica que manifiesta la carencia
que de fondo está en juego.
La incorporación de los deseos básicos psicológicos
de valoración suele estar carenciada en las adicciones,
así como en la anorexia nerviosa o bulimia.
Comen o se drogan a escondidas, se dan “atracones”
desde lo simbólico de la expresión. En su autoconcepto
está grabado que no merecen eso que necesitan,
pero sin embargo lo necesitan, y terminan por
escoger vías sucedáneas o secundarias para acallar
el sentimiento de tensión provocado por la carencia.
Roban, se drogan o “se dan atracones”, y todo
ello lo hacen a solas, y consiguen así el “chute”
dopaminérgico que se dispara cuando realmente
has conseguido satisfacer la necesidad. Engañan al
sistema químicamente, pero el sentimiento de carencia
permanece y aumenta.
En la cleptomanía, al igual que ocurre en las adicciones con
sustancia, lo que graban los sistemas mesolímbicos de
recompensa, es la consolidación del comportamiento que
ha llevado a la satisfacción del impulso, es decir, el robo;
la diferencia con las adicciones con sustancia es que, en
éstas, además del comportamiento, también se asocia a la
consolidación del aprendizaje la sustancia empleada, la cual
queda grabada en el sistema de supervivencia como una
sustancia esencial para la vida.
El cleptómano roba, porque en el comportamiento
de robar, encuentra el alivio momentáneo del sistema,
como le ocurre al TOC. De igual modo, el control
de los impulsos no se puede ejercer desde la voluntad,
ya que el robo es el disfraz de una necesidad básica
como puede ser la leche o el oxígeno. Sólo trabajando
el conflicto básico en que el sujeto se encuentra
circunscrito a la carencia emocional y afectiva, puede
recuperar el verdadero control de su vida, en el que
la voluntad, la planificación y la acción, no están
secuestradas y gobernadas por el sistema subcortical.
Pautas para el diagnóstico
Los criterios para realizar el diagnóstico de cleptomanía
según el DSM-5 son los siguientes:
• Fracaso recurrente para resistir el impulso de robar
objetos que no son necesarios para uso personal
ni por su valor monetario.
• Se da un aumento de la sensación de tensión justo
antes de cometer el robo.
• Placer, gratificación o alivio en el momento
de cometerlo.
• El objetivo del robo no es la expresión de rabia
o venganza ni la manifestación de un deliro
o alucinación.
• El robo no se explica mejor por un trastorno de
conducta, episodio hipomaníaco o trastorno de la
personalidad antisocial.
Trastornos del control de impulsos y de la conducta | 11
La edad de inicio de la cleptomanía es variable,
aunque a menudo comienza en la adolescencia.
Sin embargo, el trastorno puede empezar en la infancia,
pese a que en estos casos es difícil detectar el cuadro
ya que se camufla con conductas típicas del niño,
aunque en el caso de que se dé el cuadro completo,
no lo sea.
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