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Resumen

Francisco Letizia, El problema de la moral profesional. 1980

Prologo

El hombre de hoy esta penetrando en el misterio de los mundos y parece dominarlo todo; pero se
está extraviando en su propio misterio. A medida que se extiende su dominio en el mundo de las
cosas, se pierde en su universo íntimo y empieza a sentirse sumergido en una inmensa soledad. Sus
continuas transgresiones a las normas de naturaleza humana, sus descontrolados impulsos, sus
posturas desacertadas y aberrantes lo están transformando en un pobre desequilibrado.

La Filosofía Moral

Pág. 10. Ha habido algunos filósofos, como por ejemplo Hegel, que distinguen la moral de la ética.
Este pensador afirma en su Fenomenologia del Espíritu que los tres momentos del espíritu objetivo
son el derecho, la moralidad y la eticidad. De ahí que lo ético seria la síntesis de lo jurídico y lo
moral. (…) El derecho regula la conducta exterior de los individuos, pero no puede penetrar en su
interioridad para dominar sus intenciones. La moral, en cambio, si puede hacerlo, y si el Derecho es
el mundo de las acciones externas, la moral es el de las intenciones. De la síntesis del derecho y de
la moral, nace la ética, que es la unidad de intención y de acción.

Pero, generalmente y siguiendo a los filósofos clásicos, no existe ninguna diferencia substancial
entre moral y ética y por eso se considera estos términos como sinónimos. Solo distinguiremos
diciendo que el termino ética se refiere a los problemas filosóficos derivados de los actos morales,
incluyéndose en la idea de ciencia, con todos sus principios, mientras que, en la palabra moral, está
la idea de procedimiento practico.

Pág. 11. Las costumbres no son el objeto de la moral, sino de la sociología.

…las leyes químicas, físicas o biológicas enuncian solo hechos generales y constantes, mientras que
las leyes morales dicen lo que debe ser.

De acuerdo con la filosofía escolástica, definiremos a la ética como la ciencia de la recta


ordenación de los actos humanos en vista a los supremos fines establecidos por la razón.
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a) Es una ciencia porque es un conocimiento cierto que se obtiene por medio de las causas.
b) Es ciencia de la recta ordenación, o sea que esa ordenación no obedece a un capricho
momentáneo o a un sentimiento pasajero y voluble, sino que se refiere a un orden racional
que debe regir todos los actos humanos.
c) La expresión actos humanos esta indicando el objeto material, mientras que la recta razón
enuncia el objeto formal.

Pág. 12. Siguiendo a Letizia los actos pueden ser:

1.- Actos naturales (naturalis): son los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas,
sobre las cuales el hombre no tiene control alguno: la nutrición, la digestión, el sentir dolor y la
circulación de la sangre, etc.

2.- Actos del hombre (hominis): son los actos del hombre puesto que es él quien lo realiza, pero lo
lleva a cabo sin ninguna deliberación e involuntariamente. Es la acción que realiza el hombre
inconsciente o distraídamente sin saber o sin querer hacer lo que hace: un homicidio involuntario
(culposo), debido a un accidente de automóvil, o cometido por un niño, o por un demente, etc.
Todos estos actos no afectan la moralidad. Se incluyen también aquí los que el hombre realiza bajo
fuerte coacción externa: el cajero de un banco, que amenazado por un delincuente abre la caja fuerte
para salvar la vida; el sabe lo que esta haciendo, pero lo hace sometido a una coacción, que inhibe,
debilita o anula su libertad interior.

3.- Actos humanos (humanus): son los actos humanos propiamente, es decir, los que son
realizados con plena advertencia, plena voluntad y plena libertad.

Los supremos fines establecidos por la razón, distinguen la moral de otras ciencias que pueden tener
fines más inmediatos o utilitarios.

La expresión de la razón esta indicando la distinción entre filosofía moral y la teología moral.
Sabemos, en efecto, que la filosofía moral es coincidente, por su objeto material, con la teología
moral, pero se distingue esencialmente de ella por su objeto formal y por su fin. Las dos tratan de
los actos humanos, pero la ética los considera únicamente desde el punto de vista racional, y en
orden a un fin honesto puramente natural; en cambio, la teología moral se apoya en los principios

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de la divina revelación, los considera a la luz de la razón iluminada por la fe y encamina los actos
humanos al fin ultimo sobrenatural.

Pág. 13. La filosofía moral o ética es la ciencia que estudia el recto uso de los actos humanos
establecidos por la razón.

El objeto material está dado por el acto humano, que es ese acto realizado con plena advertencia,
voluntad y libertad. Así que todo lo que se encuentra excluido del dominio de la libertad esta
también fuera del campo moral

El objeto formal está dado por la moralidad y es la recta ordenación de los actos humanos.
Entonces, la filosofía moral estudia los actos humanos no en sus consecuencias sociales ni en su
origen psicológico, sino desde el punto de vista de la moralidad, es decir, desde el punto de vista de
su conformidad o disconformidad con una regla ideal de la conducta humana.

El gran principio moral

Toda la moral se fundamenta en el grande y antiguo principio que afirma: hay que hacer el bien y
evitar el mal. Por bien se entiende lo que conviene a la naturaleza humana y por mal lo
inconveniente a la misma.

Este principio proviene de la conciencia moral, de nuestra naturaleza racional. La ley moral es
necesariamente una función de la naturaleza del hombre porque el fin y el bien del hombre se
determinan solo por referencia a la naturaleza humana. Por lo tanto, hay que seguir a la naturaleza
guiada por la razón.

Los filósofos positivistas y materialistas sostienen que la moral es un producto de las leyes sociales
y del avance cultural. Esta corriente, conocida como positivismo moral (Hobbes, Comte, Spencer,
Durkheim, etc.) considera que el hombre primitivo y el hombre actual obedecen a las coacciones
sociales venidas del clan o la tribu o de los códigos de nuestros días. Es decir, que el positivismo
moral sostiene que el orden moral no se impone al hombre desde lo íntimo de su propia conciencia,
sino desde fuera. La fuente del orden ético es la sociedad humana. Por su parte, el comunismo
considera a la ética como dependiente de la política. Ejemplo: para Lenin era moral toda actuación
que favorece al partido, mientras que es inmoral lo que le perjudica.

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Pág. 14. Para el positivismo moral, las normas morales provienen de las leyes civiles, de las
costumbres sociales o de la opinión pública, que progresa de acuerdo con la evolución del espíritu
humano. De ahí que la moral se reduce a un conjunto de normas que cambian de acuerdo al
progreso científico, cayendo, de esta manera, en un peligrosísimo relativismo. En efecto, si cambian
las costumbres sociales cambian también las leyes morales y lo que era bueno antes pasa a ser malo
en nuestros días.

Filosofía moral cristiana

En neta oposición a esta tesis, la filosofía moral cristiana sostiene que la moralidad no cambia junto
con la costumbre social y la moda, sino que su esencia es universal.

Pág. 16. El gran principio moral no depende ni puede depender de las costumbres o coacciones
sociales, sino que brota espontáneamente desde lo más íntimo y profundo de nuestra conciencia
moral. El imperativo de hacer el bien y evitar el mal está grabado en la misma naturaleza racional
de todos los hombres de todos los tiempos.

Conciencia y sindéresis. Pág. 17

“La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien” expresión de José de San Martín

El término conciencia proviene de latín conscientia, que está formado por dos palabras: cum (con) y
scientia (ciencia), que literalmente significa “Ciencia compartida con el otro”. Es decir que la
conciencia, en este sentido etimológico, está indicando un testigo.

En su acepción más amplia, la conciencia es la facultad que tiene el hombre de conocer


inmediatamente sus estados o actos interiores, así como el valor moral de estos.

Nuestra conciencia es una, pero para mayor claridad del desarrollo de este problema recordaremos
que en filosofía, distinguimos una conciencia psicológica y una conciencia moral.

La conciencia psicológica es la facultad que el hombre tiene de conocer inmediatamente sus estados
o actos internos; es, por lo tanto, una intuición más o menos clara de lo que pasa en nosotros.
Podríamos decir que esta conciencia es un estar presente en uno mismo y que implica la distinción
entre un sujeto consciente y objeto conocido que es el mismo yo.
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Pág. 18. La conciencia moral es el juicio del entendimiento práctico acerca del valor moral de los
actos humanos que vamos a realizar o hemos realizado. Decimos que es un juicio porque la
conciencia dicta lo que hay que hacer o dejar de hacer en un caso determinado. La conciencia es un
dictamen o juicio del entendimiento practico.

En filosofía distinguimos entre entendimiento práctico y entendimiento especulativo. Este último


es la facultad de entender y captar los primeros principios evidentes, logrando las conclusiones por
medio de los raciocinios. El práctico, en cambio, delibera y juzga lo que resulta conveniente hacer
en una determinada circunstancia.

En otras palabras, la conciencia no es un acto del entendimiento especulativo o teórico, ni un acto


de la voluntad, sino del entendimiento práctico, que dicta lo que hay que hacer en cada caso
concreto e individualmente considerado. El sentido de la expresión conciencia moral ha sido
popularizado en las frases “llamado de la conciencia” y “voz de la conciencia”.

Para Santo Tomás la conciencia moral es un espíritu que corrige y guía al hombre y le indica si un
acto es justo o injusto.

Pág. 19. Los filósofos positivistas y materialistas han acentuado el carácter social de la conciencia
moral.

Los filósofos cristianos sostienen que la conciencia moral es el sello característico que ha grabado
Dios en el corazón del hombre. Es Dios el que, al crear el hombre, ha dejado en lo más íntimo de su
ser esa conciencia por medio de la cual se descubre si un acto es bueno o malo.

En el acto moral interviene el entendimiento y la voluntad. Gracias al entendimiento el sujeto


primeramente observa, estudia y delibera acerca de un acto a realizar. Luego el entendimiento emite
el último juicio práctico por el cual le indica a la voluntad cuál es el medio mejor a elegir para
realizar ese determinado acto. Por fin, tenemos el imperio de la razón práctica, que intima la
realización de ese acto a la voluntad.

La conciencia, a diferencia de la sindéresis, puede estar equivocada, debido a diversos factores. En


efecto, decimo s que es recta, si se ajusta al dictamen de la propia razón; torcida, si no se ajusta al
dictamen de la razón; cierta, si da su dictamen con seguridad y sin miedo a equivocarse; dudosa, si
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vacila sobre la licitud o ilicitud de una acción; perpleja, si le parece que se equivoca en cualquier
sentido o acción que tome; delicada, si juzga rectamente hasta de los menores detalles; laxa, si se
inclina a la inobservancia por fútiles (insignificantes) motivos; cauterizada, si no le preocupan ni los
mayores crímenes. La conciencia se equivoca a veces, la sindéresis nunca yerra o se equivoca.

Sindéresis

Etimológicamente sindéresis proviene del latín Synderesis, que significa el acto de observar, vigilar
o conservar. Es lo que se conoce como “chispa de la conciencia”, cuya misión es corregir los
errores de la razón y dominar los apetitos sensibles. Según San Jerónimo, nos muestra lo que
debemos hacer, impulsándonos al bien y retrayéndonos del mal.

Pág. 20. La definición conceptual de sindéresis la ha dado claramente Santo Tomás, quien dice que
es el hábito de los primeros principios prácticos, o sea que es un hábito que contiene las normas de
la ley natural.

La sindéresis es un hábito natural (cualidad adquirida o innata) que procede de los principios
prácticos impreso por la naturaleza en el alma humana con la misma intensidad que los principios
especulativos.

Pág. 21. La conciencia moral puede estar equivocada, mientras que la sindéresis nunca yerra,
porque encierra el gran principio de la ley moral, que dice: hay que hacer el bien y evitar el mal.
Este principio es infalible porque el hombre si quiere vivir moralmente, siempre tiene que obrar el
bien y evitar el mal.

Este principio es realmente primero, porque procede de los primeros principios conceptos de orden
práctico, que son los del bien y del mal, ya que el bien es aquello a lo cual tiende la actividad
práctica y el mal es aquello que se opone al bien.

Pág. 22. El primer principio del orden práctico consiste en “hacer el bien y evitar el mal”. Este
juicio es infalible y esta infalibilidad radica en la misma naturaleza de la inteligencia. En realidad,
enuncia una verdad absolutamente evidente por sí misma y, en segundo lugar, está conforme con la
tendencia hacia el bien que se expresa en la naturaleza humana.

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División de la Moral

La Moral constituye un tipo de ciencia que es especulativa y práctica al mismo tiempo.

Las ciencias especulativas tienden a conocer por conocer, haciendo abstracción de toda existencia
concreta. Las ciencias prácticas, en cambio, buscan conocer el fin primordial de obrar. Entre las
ciencias especulativas tenemos, por ejemplo: las matemáticas, la teología, etc.; y como prácticas la
química, la medicina entre otras. La ética no es, en rigor, ni una ciencia pura especulativa ni una
ciencia práctica pura, sino una ciencia especulativamente práctica.

La Moral no se limita a conocer por el solo hecho de conocer, sino que quiere conocer para dirigir
la acción. Es especulativa porque se refiere a conocer los actos humanos, y práctica porque busca
guiarlos y dirigirlos.

Pág. 23. La Moral por ser una ciencia especulativa y práctica a la vez, debe recurrir a un método
que no es exclusivamente experimental ni exclusivamente apriorístico. Es indudable, que por ser la
ciencia de las reglas que dirigen al hombre hacia su último fin debe forzosamente recurrir a la
experiencia.

Para Letizia el método que debe recurrir la Moral es la experiencia y la deducción. Una vez
conocidas las operaciones y las tendencias del hombre mediante la experiencia subjetiva y la de sus
semejantes, se deduce su naturaleza y las leyes que se deben observar.

Generalmente, la ciencia Moral se divide en general y especial. La primera trata del fin último de
los seres humanos, de los actos humanos y de sus reglas o leyes. Tiene por objeto determinar las
condiciones generales de la rectitud moral de los actos humanos. La primera condición de esta
rectitud es que tales actos estén ordenados en relación al último fin del hombre. En cambio, la moral
especial aplica los principios universales de la moralidad a las distintas actividades humanas. Es
decir que determina los deberes individuales y sociales del hombre. Esta moral especial comprende:

1- Una moralidad individual. Trata de los derechos y deberes de los individuos como personas
privadas, es decir, en sí mismas e independientemente de sus relaciones con los diversos grupos
sociales.

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2- Una moralidad social. Trata de los deberes y derechos del hombre considerado como un miembro
de la sociedad, y se subdivide, según los diversos grados de la vida social, en moral: moral familiar,
moral civil y moral internacional.

Elementos constitutivos del acto moral. Pág. 24

Todo hecho moral revela tres elementos constitutivos, que son el entendimiento, la voluntad y
la ejecución.

1- El entendimiento es uno, pero en él distinguimos según lo hace Aristóteles, un entendimiento


especulativo y un entendimiento práctico.

El entendimiento especulativo se relaciona con las cosas universales y necesarias y su objeto es la


verdad. Es la facultad de entender y captar los primeros principios evidentes, logrando las
conclusiones por medio del raciocinio.

El entendimiento práctico considera las cosas particulares y su objeto es el modo de actuar en


determinadas circunstancias. Este entendimiento delibera y juzga lo que convienen hacer en ciertas
circunstancias bien determinadas.

El primer elemento constitutivo de todo acto moral debe ser forzosamente el entendimiento o el
conocimiento de lo que se hace.

2- El segundo elemento es la voluntad, que se puede definir como la facultad de determinarse hacia
objetos previamente conocidos. Es la facultad de autodeterminarse por motivos o razones. En este
sentido se distingue de las fuerzas impulsivas o móviles que son irracionales (tendencias, deseos o
pasiones). Constituye el elemento decisivo de la moralidad. Es un acto que brota del sujeto que
realiza la acción sin ningún tipo de coacción, ni interna ni externa, siendo esta acción realizada con
plena advertencia y pleno conocimiento de fin.

3- El tercer elemento es la ejecución, que consiste en la realización o efectivización de ese acto.


Moralmente hablando, si una persona ha decidido realizar un acto y no puede ejecutarlo por
cualquier circunstancia imprevista, ese acto ya está esencialmente constituido por la advertencia del
entendimiento y por el consentimiento de la voluntad. La ejecución solo le añade un complemento
accidental que, además de intensificar el acto interno puede afectar una ley civil.
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Pág. 25. Al hablar de un acto voluntario debe hacerse referencia al tema de la libertad, puesto que
todo acto voluntario es libre.

El término acto proviene del vocablo en latín actus, cuya noción se encuentra vinculada la acción,
entendida como la posibilidad o el resultado de hacer algo. Un acto jurídico, en este sentido,
constituye una acción que se produce de manera consciente y de forma voluntaria con el fin de
producir consecuencias jurídicas, es decir, estableciendo vínculos jurídicos entre varias personas,
creando, modificando o extinguiendo ciertos derechos. El acto jurídico es una manifestación de la
voluntad que provoca consecuencias de derecho, cuyos resultados son reconocidos por el
ordenamiento jurídico vigente.

La libertad

Concepto

Capacidad de actuar sin impedimentos ni trabas, de autodeterminarse, lo que supone la posibilidad


de escoger los fines como los medios necesarios para alcanzar una determinada finalidad.

La libertad se define como la propiedad de la voluntad de obrar o no obrar, de elegir o no elegir una
cosa, con preferencia a otras.

Clases de libertad. La libertad, según Letizia, puede ser:

a)- Física. Que es la simple capacidad de hacer o de no hacer una cosa. Agregamos además la
circunstancia de dejar de hacer una cosa.

b)- Moral. Es la capacidad de realizar un acto que no está prohibido por ninguna ley o
mandamiento divino o humano. Existe libertad moral cuando no media prohibición para realizar un
determinado acto.

c)- Ab extrínseco o libertad de coacción externa. Es la ausencia de toda fuerza coactiva exterior.
Se llama también libertad de hacer y comprende: la libertad civil, política, de expresión, etc.

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d)- Ab intrínseco o libertad psicológica o libre albedrío. Consiste en la ausencia de toda clase de
fuerzas internas coactivas. Es la verdadera libertad, que reside en la ausencia de todo automatismo
mecánico o determinismo interior.

Libre albedrío

El libre albedrío es la verdadera libertad; en efecto, pueden faltar todas las clases de libertad, sin
que desaparezca esta libertad de querer que procede de un sujeto que es dueño de sí mismo. Se
presenta en las siguientes formas:

• Libertad de ejercicio: de obrar o no obrar.


• Libertad de especificación: de elegir un medio o un bien en lugar de otro, de elegir entre
distintos bienes.
• Libertad de contrariedad: elegir entre el bien y el mal.

Pág. 27. Si el hombre no fuese libre no podría ser responsable de sus acciones.

Pág. 28. El hombre obra por un juicio racional, es decir, por una comparación hecha por la razón, y
de ahí se sigue que obra con un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas.

La libertad es una propiedad de la voluntad, pero el hombre es libre porque es inteligente. Es decir
que la libertad tiene su causa, presupuesto en el entendimiento que le propone esos objetos a través
de un juicio indiferente.

Pág. 30. Antes de realizar cualquier acto pensamos, meditamos, reflexionamos. Todos tenemos
conciencia de esta libertad y por eso, dice Descartes, esta libertad se conoce sin pruebas y por la
sola experiencia que de ella tenemos. Entonces ser libre significa producir un acto motivado, es
decir, autodeterminarse, y autodeterminarse significa que el sujeto inteligente tiene el poder de ser
lo que quiere ser.

Sin libertad no puede haber moralidad y, por tanto, tampoco responsabilidad. En consecuencia,
sería injusto el premio o castigo y no tendrían ningún sentido las leyes divinas y humanas que nos
obligan a cumplir nuestros deberes exigiendo obediencia a las normas.

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Para llevar a cabo mi destino de hombre yo debo optar y elegir un camino u otro, pero una vez que
yo haya elegido, mi elección me determina, es decir, me crea obligaciones y fija mi conducta. De
esta manera de mis libres opciones resultan mis deberes profesionales.

La libertad es la libre elección de una ley a la cual amamos y nos sometemos.

Los impedimentos del acto humano. Pág. 31

Los impedimentos son causas que modifican el acto humano en cuanto a su advertencia,
voluntariedad y libertad. Algunas de estas causas afectan al elemento cognoscitivo, otras al volitivo
y otras al ejecutivo.

1) Del elemento cognoscitivo: ignorancia, inadvertencia, olvido, error.


2) Del elemento volitivo: concupiscencia, miedo, emociones, pasiones, hábitos.
3) Del elemento ejecutivo: violencia física, violencia moral.

La ley. Pág. 41

En su definición conceptual de la ley positiva humana seguiremos a Santo Tomás, para el cual esta
ley es “una ordenación de la razón, promulgada para el bien común, por aquel que tiene el cuidado
de la comunidad”. La ley es la norma de la razón que tiene por finalidad el bien común de todos.

Condiciones de la ley

La ley debe reunir las siguientes condiciones: debe ser posible, honesta, útil, justa y promulgada.
Pág. 42.

• Posible. El legislador debe tener en cuenta las fuerzas morales y físicas humanas para
cumplimentarlas.
• Honesta. No debe oponerse a las normas o principios de orden superior.
• Útil. Debe tener en cuenta el bien común.
• Justa. Conforme a la Justicia conmutativa (que regula las relaciones entre personas
privadas) y la Justicia distributiva (que regula las relaciones entre la sociedad y cada uno de
sus miembros).
• Promulgada. Por autoridad competente, puesto que en caso contrario no podría obligar.
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La ley puede ser:

A)- Eterna o Divina. Es el plan divino que se refleja en cada ser y se adapta a su propia naturaleza,
de suerte que cada ser lleva dentro de sí una inclinación a lo divino. Según Santo Tomás es “el plan
de la divina sabiduría que rige el universo”.

B)- Natural. Pág. 43. Es la que se expresa en y por la naturaleza misma del sujeto de la ley. Esto
puede hacerse tanto material como formalmente. Materialmente, cuando la ley natural gobierna
materialmente a los seres mediante las leyes físicas o químicas o biológicas, o bien mediante el
instinto. Esta ley material gobierna el mundo de los seres minerales, vegetales y animales.

Formalmente, cuando la ley natural gobierna a los seres inteligentes por el conocimiento que tienen
de lo que está o no está conforme con su naturaleza. La ley natural humana es definida por Santo
Tomás como “una participación de la ley eterna adecuada a la criatura racional y que la razón da a
conocer”.

La ley se llama natural por dos razones: primero porque abarca los preceptos que se deducen de la
misma naturaleza del hombre, obligando así a todos los hombres de todos los tiempos; segundo
porque puede conocerse con el solo uso de la razón, sin necesidad de la fe divina. El principio
fundamental de la ley natural es hay que hacer el bien y evitar el mal. Este principio es evidente de
por sí y es el constitutivo de lo que se llama sentido moral, al que los filósofos escolásticos dieron el
nombre de sindéresis. Es el primer principio de la ley moral, porque expresa la noción más
universal del orden práctico y porque es el principio más cognoscible y no reducible a ningún otro,
debido a que todos los demás se fundamentan en él.

C)- Positiva. Es la que promulga el legislador, especialmente para explicar o determinar la ley
natural. La ley positiva humana debe fundamentarse siempre en la ley natural. No debe contradecir,
además, la naturaleza racional del hombre.

En cuanto al hombre, la ley es moral: obliga su voluntad, pero lo deja libre para que elija entre el
bien y el mal.

Tener en cuenta el Art. 5 CADH (en adelante Convención Americana de Derechos Humanos).

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Derecho a la Integridad Personal

1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.

Los deberes y los derechos. Pág. 44

De la ley derivan los deberes y los derechos.

El deber indica la obligación o necesidad moral de hacer o no hacer una cosa.

División de los deberes. Generalmente se dividen en:

A- Por su forma.

• Positivos: cuando obligan.


• Negativos: cuando prohíben.

B- Por su término.

• Con Dios.
• Con el prójimo.
• Consigo mismo.

A veces, debido a ciertas circunstancias especiales, el deber a cumplir puede obligarnos a


transgredir otras exigencias, presentándose, el así llamado conflicto de deberes. Pero este principio
sólo lo es en apariencia.

Pág. 45. El deber tiene como fundamento el orden esencial de las cosas en virtud del cual existe una
conexión necesaria entre un determinado acto y el último fin. Claro está que el fundamento último
de la obligación moral es Dios. Para Kant, en neta contraposición con esta afirmación, sostiene la
existencia de la autonomía moral. La fuente del orden ético no es Dios, sino la razón universal,
estimando que la razón humana es suficiente por sí misma para fundar la obligación moral.

Tener en cuenta el Art. 32 CADH

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Correlación entre Deberes y Derechos

1. Toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad y la humanidad.


2. Los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de
todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática.

El Derecho es el camino que, sin desviarse, conduce al hombre a su último fin. En un sentido
técnico, el término Derecho encierra la idea de dirección, comprendida como una orden de la razón.
Indica lo que está mandado por la razón, lo que está conforme a la ley, y se refiere a aquello que por
justicia nos pertenece.

Según Jolivet el Derecho se define como “el poder que tiene cada uno sobre lo que le pertenece, ya
sea que lo posea legítimamente o que de algún modo pueda exigirlo”. Es la facultad de hacer o
exigir todo lo que en nuestro favor establecen las leyes. El derecho es lo que funda la justicia y es,
por eso, el objeto propio de ella. En efecto, es la justicia la que obliga a dar a cada uno lo suyo, es
decir, a lo que tiene derecho.

Pág. 46. Ulpiano define a la justicia como “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo
suyo”.

Solo la persona es sujeto de Derecho.

Tener en cuenta la definición propiciada por el Art.1 CADH 2. Para los efectos de esta Convención,
persona es todo ser humano.

Pág. 47. El fundamento del derecho, es decir, la fuente de la cual el derecho saca su valor
obligatorio es, según la moral cristiana, la ley positiva en cuanto deriva directa o indirectamente de
la ley natural, y esta, de la ley eterna. Es decir, que la fuente es, en última instancia, Dios.

La Moral general. Pág. 41

La moral comprende dos partes principales: la moral General y la Moral Especial. La primera
establece los principios generales de la moralidad, vale decir que trata de los actos humanos, de las
leyes de la actividad humana, de los deberes, de los derechos y del fin último del hombre. La

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segunda, en cambio, aplica estos principios generales a las diferentes formas de la actividad del
hombre, determinando sus deberes individuales y sociales.

Moralidad objetiva y subjetiva

Pág. 36. Los actos humanos no solo se revelan como voluntarios y libres, sino también como
morales, es decir, como afectados de una propiedad que los hace buenos o malos.

La moralidad, en general es la conformidad o no del acto humano con la regla de la recta razón.

Moralidad objetiva (moralidad material)

• Califica el acto en sí mismo, que será objetivamente bueno o malo.


• Será bueno o malo, según sea conforme o no, respectivamente, al fin último y con la ley
moral.

Moralidad subjetiva (moralidad formal)

• Califica al acto no es sí mismo, sino en cuanto procede de la voluntad libre.


• El acto humano es calificado en cuanto a la rectitud o la falta e rectitud de la voluntad del
sujeto que lo realiza.

El ser humano es sociable por naturaleza y todo lo que favorece a la sociabilidad como la: honradez,
las buenas costumbres, la fidelidad conyugal, etc., será naturalmente bueno, mientras que las
acciones que perturban la sociabilidad, tales como los adulterios, el incumplimiento de los contratos
comerciales, los robos, y cualquier otro acto perturbador de la tranquilidad social será naturalmente
malo, independientemente de las intenciones o fines de los sujetos.

El acto humano es intrínsecamente bueno o malo según se oriente a no hacia el fin último de la
naturaleza humana.

Fuentes de la moralidad. Pág. 37

Los elementos que hay necesariamente que examinar para saber si un determinado acto humano es
conforme o no a la norma de la moralidad son tres:
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a)- Objeto. Es aquello a lo que tiende el acto humano, por su propia naturaleza. Ejemplo: el objeto
del robo es hacerse dueño de lo ajeno.

En razón de su moralidad el objeto puede ser:

1- Bueno.
2- Malo. Es decir, cuando no concuerda.
3- Indiferente. Cando nada tiene que ver con la moralidad.

b)- Fin o intención. Es lo que se propone una persona que realiza una determinada acción.

Aquí se considera el fin que el sujeto persigue en su interior (su intención).

Finis operatis. Es el fin que quiere lograr el sujeto que obra.

Pág. 38. El fin subjetivo puede ser distinto del fin objetivo.

Ejemplo: El fin operis (objetivo) de una donación es ayudar a una institución económicamente. En
cambio, el finis operantis del agente que hace la donación puede ser distinto del fin objetivo: ofrecer
la donación por simple ostentación, aparentando una virtud que no se tiene.

Sin intención no hay acto moral. La moralidad depende de la intención.

c)- Circunstancias. Son todos aquellos elementos accidentales del acto. Generalmente se
consideran divididas en dos clases:

Las agravantes. Como robar a un necesitado o a un ciego, insultar gravemente a personas que no
pueden defenderse.

Las atenuantes. Como robar para comer o para adquirir alimentos para los necesitados.

Concluyendo: para que un acto sea moralmente bueno deben ser buenos el objeto, la intención y la
circunstancia.

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Nunca se debe obrar contra la conciencia cierta, aunque sea errónea, si bien el sujeto corre el riesgo
de equivocarse, se equivocará siempre de buena fe. Habrá actuado con recta conciencia, es decir,
con buena intención. Su acción podrá ser juzgada legalmente mala por el tribunal, pero el acto es
moralmente bueno.

Cuando hay dudas, y hasta que ellas persistan hay que obrar siguiendo el camino que parece ser,
honestamente, el más recto. El sujeto debe seguir la norma más prudente. Si es imposible saber que
es lo más prudente, entonces hay plena o completa libertad y desaparece toda obligación. “En la
duda existe libertad de elección”.

El concepto de fin. Pág. 47

En sentido amplio, el fin significa “el término de una cosa”.

El fin representa aquello cuya consecución hace cesar la actividad del agente; es lo último que se
consigue, pero también es lo primero que se intenta. Todo acto humano supone el conocimiento y la
intención de algún fin determinado.

Todos los actos humanos están necesariamente ordenados a un fin.

Con respecto al fin, podemos establecer la siguiente división:

1- En razón del sujeto:

a)- Finis operis (fin de la obra)

• Es un fin propio o intrínseco.


• Es aquel a que se dirige la obra por su misma naturaleza independientemente, de la voluntad
del agente.

Ejemplo: transfusión de sangre para ayudar a un enfermo.

b)- Finis operantis (fin del sujeto)

• Es un fin extrínseco o accidental.


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• Es aquel que elige el agente y que pude o no coincidir con la finalidad intrínseca de la obra.

Ejemplo: transfusión de sangre para ganar dinero.

2- En razón del término:

• Próximo.
• Remoto.
• Ultimo.
No se subordina a ningún otro, porque representa el término de todas las aspiraciones. Se divide en:

• Absolutamente último.
• Relativamente último.

Fin subjetivo o felicidad

El fin último tiene dos aspectos:

a- Subjetivo. Que consiste en la felicidad general. El hombre no puede renunciar a la felicidad.

b- Objetivo. Que consiste en el bien concreto, en cuya posesión el hombre puede encontrar la
felicidad a la que aspira.

Felicidad: “Es el estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien que le llena de dicha y
de paz”. Solo logrando el bien se alcanza la felicidad.

Fin objetivo o bien supremo

1) No puede consistir en un bien relativo.


2) Debe ser un bien absoluto.
3) Debe excluir toda especie de mal.
4) Debe ser inamisible (una vez adquirido no puede perderse).
5) Debe ser estable y accesible a todos.

18
Ética profesional

La Ética profesional es la aplicación de los principios universales de la moralidad al ejercicio de las


distintas profesiones.

Moral profesional

Concepto. Pág. 163

La Moral Profesional es la aplicación de las normas morales al profesional que tiene una función
que cumplir en la comunidad y que ejerce una profesión.

La profesión, en un sentido amplio, consiste en el ejercicio de alguna facultad humana tendiente a


fines concretos y específicos

El término profesión indica el empleo u oficio que cada uno elige y ejerce públicamente, es decir,
que se limita a señalar la ocupación o el quehacer habitual de una persona. En rigor, no todas las
ocupaciones humanas son verdaderas profesiones. Quien, por ejemplo, hace mercancía de su
cuerpo, o se dedica a explotar la buena fe, la debilidad o los bajos instintos de la masa, vendiendo
drogas, o quien emplea su ingenio para el fraude comercial y dedica sus energías a actos
antisociales, no es un profesional, ya que no sirve los intereses verdaderamente humanos.

Toda profesión debe ser un ejercicio ordenado y racional debido a que el conocimiento previo de
los fines y la luz de la verdad debe iluminarnos en la elección de los medios para lograr esos fines
ordenadamente, evitando todo obstáculo.

Pág. 164. Se han distinguido dos clases de profesiones: las manuales o mecánicas y las liberales.
Predomina en las primeras, llamadas oficios, el trabajo manual, y en las segundas, el intelectual.

Se prefiere utilizar el término profesión para indicar toda verdadera actividad humana por el cual se
logra una vida social ordenada.

Es profesional cualquier persona que trabaja en toda actividad pública para el bien común. Sin
embargo, muchos siguen usando el término profesional para indicar solamente a los que ejercen una
actividad que ha requerido, previamente, una formación universitaria.
19
Es mayor la responsabilidad de un profesional universitario, y por eso la sociedad misma exige que
demuestre un comportamiento determinado, que no puede exigírsele a una persona que ejerce un
oficio. Sin embargo, y en rigor de los términos, tanto el profesional universitario como el que
realiza un oficio, como por ejemplo un albañil, ejercen una profesión, es decir, una actividad
pública y ambos se encuentran en un mismo plano moral.

Elementos esenciales de la profesión

Toda profesión implica, forzosamente, tres notas o características esenciales:

1) La vocación.
2) La actividad propia.
3) La intención de servir a los demás.

La vocación. Pág. 165. El problema de la vocación es fundamental no sólo en la elección de una


carrera, sino también en la elección de una actividad como por ejemplo la del tornero, la del
conductor de micros, la del carpintero, etc.

“Toda la psicología actual… está orientada en descubrir la vocación del individuo para llevarlo a
una profesión idónea o, si fuera posible, a su verdadera y auténtica profesión, en la que pusiera en
juego todas sus posibilidades y sus más profundos afectos. Este capítulo lo lleva a cabo la
psicología, tratando de descubrir las inclinaciones naturales del individuo. La vocación, en último
término, no es más que una natural inclinación a un trabajo determinado. Descubrir por todos los
medios esta inclinación es la tarea de la orientación profesional”. (Todoli, P., “Principios de
Moral Profesional”, Madrid, BAC, 1954, pág. 6, citado por Letizia)

Esta inclinación natural no se confunde, ni se debe confundir nunca con el interés. Si alguien elige
una carrera en contra de su voz interior, nunca logrará ser un excelente profesional y, casi
seguramente, nunca será planamente feliz en el desempeño de esa actividad. Por eso “la recta
intención” junto a la inclinación natural constituye el elemento fundamental psicológico de la
vocación. Si desgraciadamente la vocación no coincide con la profesión, tendremos un desequilibrio
psicológico en el sujeto, que será fuente de malestar en el mismo individuo y fuente de muchos
perjuicios para los demás.

20
La vocación del latín vocatio (llamada) es el llamamiento, la voz interior, la voz de la naturaleza
que invita a entregarse a una actividad con empeño y amor.

La vocación puede ser temprana o tardía.

También puede darse el caso de que la vocación sea provocada, aunque parezca contradictorio
hablar de una vocación provocada. Todo dependerá de las satisfacciones o de los éxitos logrados en
el desempeño de esas tareas.

2- La actividad propia. Toda profesión requiere una determina actividad del sujeto; si por ejemplo,
un dueño de un taller mecánico no ejerce la correspondiente actividad, no puede llamarse mecánico,
aunque sea su propietario. La profesión de propietario no existe, como no existe la profesión de no
hacer nada. Los que viven no haciendo nada no ocupan un lugar en la sociedad y, por ende, no se
justifica su presencia en la misma.

3- La intención de servir a los demás (Pág. 167): toda profesión tiene siempre el carácter de
actividad social. En efecto, la profesión supone una organización social dentro de la cual los
distintos trabajos se distribuyen entre los hombres para lograr el bien común. Claro está que esta
función social de la profesión está en concordancia con el bien particular del que la ejerce.

Todo trabajo merece su recompensa, que es la ganancia honesta mediante la cual los hombres se
proporcionan los medios de su propia subsistencia. La honradez es una consecuencia obligada de la
función social de la profesión, que tiene por objeto el bien común.

La profesión es, por su propia definición, una contribución al bien común; de ahí que si una persona
busca exclusivamente su propio bien individual, sin importarle los procedimientos, las injusticias,
los agravios ni los daños que produce o puede producir a sus semejantes, esa persona será un
profesional del crimen, pero nunca un verdadero profesional en el justo y pleno sentido de la
palabra.

El espíritu de servicio, pues, es esencial a toda profesión y constituye una exigencia fundamental.

Ejemplo: si el licenciado en criminalística o perito en una actividad forense recurre a la mentira


para fundamentar sus aseveraciones, o acepta coimas para tergiversar el contenido de un dictamen

21
pericial, o de cualquier modo influye obstaculizando una investigación, en principio, no podrían
llamarse profesionales, a pesar de su título académico y su aspecto superficial admirable.

Asimismo, si un profesional no pone todo su esfuerzo y talento al servicio de los demás y si en el


desempeño de sus funciones se interesa exclusivamente del aspecto remunerativo, no ejerce con
dignidad y no actúa con verdadera conciencia profesional, a pesar de no cometer ninguna injusticia.

Elementos secundarios de la profesión

La estabilidad

Acepciones

1) Que se mantiene sin peligro de cambiar, caer o desaparecer.


2) Que permanece en un lugar durante mucho tiempo.
3) Que mantiene o recupera el equilibrio.

Art. 14 bis. CN- El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que
asegurarán al trabajador: … estabilidad del empleado público...

Según Gordillo, el art. 14 bis de la Constitución que garantiza la estabilidad de los empleados
públicos, habiéndose entendido que dicha norma es operativa, es decir, rige aun en ausencia de ley
reglamentaria.

Se entendía que la estabilidad del empleado público era impropia, es decir, un derecho cuya tutela
no requería “la preservación en especie de las situaciones existentes,” sino que “se satisface con el
reconocimiento de derecho a indemnización por los eventuales perjuicios derivados de una cesantía
discrecional.” Por ello, según esta vieja postura, la ley podía disponer que en caso de cesantía
injustificada el empleado sólo tuviera derecho a indemnización. La CSJN revirtió dicho concepto,
afirmando el carácter propio del derecho a la estabilidad en el empleo público.

La honradez

Cicerón: “La honradez es siempre digna de elogio, aun cuando no reporte utilidad, ni recompensa,
ni provecho”.
22
Según la Real Academia Española, la honradez es la “rectitud de ánimo, integridad en el obrar”. De
igual modo define la honra como: “Estima y respeto de la dignidad propia. Buena opinión y fama,
adquirida por la virtud y el mérito. Demostración de aprecio que se hace de alguien por su virtud y
mérito”.

El profesional que es honrado es una persona recta y justa, que sigue el camino que le dicta su
conciencia, y que su accionar, por ende, no es pasible de reproches. La familia es la que debe
enseñar a sus miembros, que la honradez es una de las características más importantes en las
relaciones interpersonales. Además, debemos tener en cuenta que la honradez se relaciona con la
transparencia y la sinceridad, entendida esta última, como la inclinación natural hacia la verdad y
sin fingir situaciones, independientemente de cualquier circunstancia externa o interna del sujeto.
En síntesis, un profesional honrado es una persona que no miente, que no engaña, que no
desnaturaliza, que no falsea; en otras palabras, que no obtiene ningún tipo de ventaja o provecho de
una injusticia.

El espíritu de servicio

El servicio debe partir de la conciencia de lo que uno le debe a la sociedad. El nombre y la


reputación, todas las comodidades que uno disfruta provienen de la sociedad. En ella uno encuentra
satisfacción. Siendo así, si uno no sirve a la sociedad, ¿a quién puede servir? La simple gratitud
exige que uno sirva a la sociedad, que es la fuente de todos los beneficios que el hombre disfruta.
Los deberes y el servicio

Alegar que uno no dispone de tiempo para llevar a cabo actividades de servicio por tener
obligaciones con el Estado o por otras ocupaciones no es una excusa válida. Hasta en el trabajo que
realizan pueden prestar un servicio. No es necesario ir a los mercados a limpiar la calle. Ese no es el
único modo de servir a la gente. Cualesquiera sean sus obligaciones con el Estado, su profesión u
ocupación, si cumplen con su deber correcta y eficientemente, eso también es servicio social.

Con respecto al servicio, los funcionarios que ocupan cargos altos deberían preguntarse si los
servicios que prestan son proporcionales a los salarios que reciben. Entre los empleados o
funcionarios, muy pocas veces se ve a alguien que realice la cantidad de trabajo que justifique el
salario que recibe. Todos quieren ganar más, pero no están preparados para trabajar más. Deberían

23
comprender que esta clase de actitud implica una traición a la nación. ¿Qué dinero reciben como
salario? El dinero público.

No cumplir con los deberes hacia el público es una falta grave. Si un maestro da sus clases
correctamente, está prestando un verdadero servicio a la nación. Del mismo modo, si un
comerciante maneja su negocio pensando en ganar sólo lo suficiente para hacer frente a sus
necesidades razonables, estará prestando un servicio público. Cuando esta es la actitud que
prevalece, no es necesario alegar que uno se dedica a hacer servicio. El hombre debería contentarse
con seguir los dictados de su conciencia.

El profesional criminalístico cuando desarrolla su actividad particular, necesariamente, debe tener


siempre presente las características positivas del espíritu de servicio.

Respeto a la dignidad humana

La declaración universal de los derechos humanos (1948) consagra el respeto por la dignidad
humana. El hombre merece respeto a su dignidad, sin importar cualidades, solo por el hecho de ser
persona. Ya en el preámbulo de dicha declaración tenemos que: “Considerando que la libertad, la
justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los
derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

En el Art.° 1 Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados
como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Ya en el Art.° 23 inc. 3 dice: “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración
equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la
dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de
protección social.”

Y la Convención Americana sobre Derechos Humanos Art.° 11 que trata sobre la protección de la
honra y de la dignidad:

1. Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad.


2. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su
familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación.
24
3. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques”.

Relación de la profesión con la moral

El ejercicio de la actividad criminalística, entendida esta como una profesión noble, ya que sus
principios son la verdad y la justicia, debe ceñirse de valores morales en todo momento.
En este particular, toma importancia la idea de los Códigos Deontológicos, que deberán ser
aplicados e interpretados por el tribunal de ética y disciplina, según la forma que tome la asociación
de profesionales (por ejemplo, simple asociación o asociación de hecho, asociación regular o de
derecho, colegio profesional, etc.) ante la presencia de un caso concreto que merezca ser resuelto a
la luz de la moralidad y la eticidad profesional.

La conciencia profesional. Pág. 168.

La profesión y la moral tienen que ir siempre de la mano. Toda actividad práctica, por consiguiente,
para que sea buena, debe estar regulada por una norma ética.

En este aspecto social, el acto profesional puede ofender a la justicia conmutativa o puede ir en
contra de la justicia distributiva, o más bien, lesionar la justicia social. Ofende a la justicia
conmutativa si no se cumple lo estipulado previamente o si se exigen honorarios exorbitantes, que
no están legitimados y que exceden mucho de las normas comunes.

Va contra la justicia distributiva si, tratándose de cargos públicos, esos actos favorecen los intereses
individuales, familiares o de pequeños grupos. Se lesiona la justicia social si se defrauda a la
sociedad por el trabajo no realizado o realizado a medias o deficientemente.

La función social de la profesión… está ligada con la moralidad y si una profesión no se realiza
según las normas de la moral individual y social, es evidente que el sujeto no cumple con sus
deberes.

Toda profesión tiene una función social ineludible y la moralidad profesional pide que el afán del
propio provecho ceda al espíritu de servicio. Decía Bernanos que todos los profesionales alaban las
virtudes y todos, luego, sirven a los vicios y ello se debe a la falta de una conciencia profesional.
Las causas principales que han determinado esta falta de conciencia profesional, según Menéndez
Reigada, arzobispo de Córdoba (España), son las siguientes: el aflojamiento de la conciencia moral,
25
la falsa doctrina acerca de los contratos, el olvido del bien común, el desprestigio de las leyes, la
poca retribución o beneficio, las necesidades de la vida contemporánea, el mal ejemplo, etc., pero,
en modo particular, la deshumanización de las relaciones humanas.

“Antiguamente un médico, un boticario, un sastre, un zapatero… conocía a todos y a cada uno de


sus clientes y, más o menos, convivía con ellos. Eran relaciones de hombre a hombre, de persona a
persona. Hoy no; la persona ha desaparecido y ha quedado confundida con la masa. Hoy se ve
únicamente al cliente, al que da unas pesetas, que es lo que queda en la caja y que se anota en los
libros y que es, en definitiva, lo único que se busca. Prácticamente ya no hay relaciones de hombre
a hombre, ni se siente uno parte de la sociedad ni se sabe lo que es el bien común, como lo saben
los vecinos de una aldea cuando arreglan entre todos una fuente o un camino”. (Royo Marín, pág.
731 citado por Letizia).

Pág. 169. Se impone, por lo tanto, una recta formación de una conciencia profesional. El hombre es
esencialmente sociable y ello no sólo porque sin la ayuda de los demás no puede valerse a sí mismo.
Este carácter social de la persona humana impone deberes en el trato con sus semejantes.

Cada profesional tiene la impostergable obligación de formar su propia conciencia profesional, que
no es otra cosa que un aspecto parcial de la moralidad personal. Si una persona es moral en su
conducta privada, seguramente lo será también en su conducta profesional. Es falsa la gratuita
afirmación de que el negocio es el negocio, y que pude realizarse a expensas de la moral.

No hay ninguna actividad profesional cuyo ejercicio exija ir en contra de las leyes morales, porque
sería una profesión ilícita, y una profesión cuyo ejercicio fuera incompatible con la moral, no podría
ejercerse por dos razones: en primer lugar, por ser indigna de la persona humana, y en segundo, por
ser perniciosa para la sociedad.

La profesión es un servicio brindado a la comunidad y es evidente que, si un profesional ha de vivir


para su profesión, habrá también de vivir de su profesión.

Normas generales de la moral profesional

Pág. 171. Nuestras obligaciones morales, en el trato profesional con nuestros semejantes, se reducen
a decir la verdad, mantener el secreto profesional, ser corteses, respetar el honor ajeno y evitar todo
lo que pueda quebrantar la confianza mutua y la convivencia pacífica.
26
La veracidad

Es una de las virtudes sociales, con un amplio campo de aplicación dentro de la norma profesional.
Puede definirse como la virtud que inclina a decir siempre la verdad y a manifestarse al exterior tal
como somos interiormente.

La verdad es la realidad de las cosas, y por lo tanto, es una. Pero desde el punto de vista filosófico,
distinguimos tres clases de verdad: la ontológica, la lógica y la moral. La ontológica o metafísica
consiste en la conformidad de las cosas con el entendimiento divino que las ha creado o con el
entendimiento humano del cual dependen.

Pág. 172 La verdad lógica consiste, como dice Santo Tomás, en la conformidad del entendimiento
con la cosa conocida. Y la verdad moral es la conformidad de la palabra con lo que se piensa.

Puede darse el caso de que una persona diga una falsedad lógica que sea una verdad moral. Por
ejemplo, si una persona, al responder a una pregunta, afirma que hoy es jueves, mientras en realidad
es viernes, está diciendo una falsedad lógica pero una verdad moral, debido a que, a pesar de estar
equivocada, su intención no es la de engañar o falsear la realidad.

La práctica de la veracidad es obligatoria en el campo moral y ello se debe a muchas razones. En


primer lugar, la finalidad de todas las palabras es la de manifestar a los demás nuestros
pensamientos. Toda palabra, en realidad, no es sino la manifestación de la idea mediante un signo y,
como todos saben, el signo debe adecuarse a la cosa significada. En caso contrario, se procede a
violentar el orden natural.

En segundo lugar, la verdad es una condición indispensable para la vida social.

Si todos recurriesen a la mentira, la vida social sería imposible.

Pág. 173. La veracidad, por lo tanto, es uno de los pilares en que se sostienen las relaciones
interpersonales.

Más valdría callar que perjudicar al prójimo injustamente. Una verdad dicha en mal momento o de
mala manera puede causar efectos desastrosos. Este tipo de veracidad es perjudicial e incluso,
destructivo. Es cierto que, llegado el momento, hay que proclamar la vedad sin titubeos y sin
27
miramiento para nadie. Pero, normalmente, en las actividades de nuestra vida cotidiana, cuenta
también la atención a las demás personas.

Pág. 174. Si no decimos con respeto puede suceder que la verdad sea rechazada. Por eso es
indispensable tener presentes dos cosas, dice Guardini: “la precaución respecto a quien oye y el
valor cuando el decirla es difícil”.

La verdad hay que decirla, pero siempre adecuadamente y de acuerdo con las circunstancias: gran
firmeza en algunos casos; con delicadeza y cortesía en otros.
En la lealtad a la verdad se apoyan todas las relaciones de los hombres entre sí, la vida entera de la
comunidad.

La verdad da al hombre firmeza. Es cierto que la vida es lucha y que siempre nos acechan las
suspicacias, las envidias, los celos y los odios. En esta lucha diaria la mentira y el engaño parecen
ser útiles. Pero la experiencia enseña que la verdad, a la larga, siempre prevalece y que solo la
honradez y la lealtad dan solidez a la vida.

Hemos dicho que siempre debe decirse la verdad; sin embargo, hay circunstancias especiales en que
no es obligatorio decirla a cualquiera que se nos acerque. En efecto, existe… un secreto mío
exclusivamente para mí. Ninguno de nosotros tiene la obligación de difamarse a sí mismo.
Por otra parte, es moralmente lícito ocultar la verdad de acontecimientos íntimos, o de familiares o
de amigos a personas curiosas, chismosas, charlatanas o desvergonzadas. A sus preguntas capciosas
o mal intencionadas o indiscretas, se puede responder con el silencio o con algunas expresiones
vagas o imprecisas.

La mentira. Pág. 175

A la veracidad se opone la mentira, juntamente con la hipocresía y la simulación, que atentan


directamente contra las exigencias de la convivencia social.

Se la define como la locución contra la propia mente. Aquí por locución no se entiende solamente la
palabra, sino cualquier otro signo externo que manifieste la idea. Para mentir no es necesario hablar,
porque a veces un gesto, una mirada, una sonrisa a flor de labios es más elocuente que muchas
palabras. Así que la mentira es una locución contra la propia mente y es precisamente esto que

28
constituye lo formal de este vicio. En realidad, si se dijera lo falso de buena fe, ya sea por
ignorancia o por error, no habría propiamente mentira, sino una mera equivocación.

La hipocresía, en cambio, consiste en aparentar exteriormente lo que no se es realmente. La


simulación, en cambio, no se verifica con las palabras sino con los hechos; por ejemplo: el
empleado de oficina que simula o finge trabajar ante la mirada del jefe.

Para que haya mentira se requieren dos condiciones:

a) En primer lugar, la voluntad de decir lo que es falso; en efecto, si alguien no quiere falsear la
realidad, no tendríamos una mentira en sentido formal, sino una equivocación. Pero si alguien tiene
la voluntad de engañar y dice la verdad por equivocación, entonces ha mentido moralmente.

b) En segundo lugar, la palabra expresada no debe traslucir ni representar el pensamiento interior,


de tal manera que la persona que la escucha caiga en el engaño.

Pág. 176. La mentira, produce siempre algún daño al prójimo, por lo menos de orden intelectual,
puesto que lo induce a tomar lo falso como verdadero y también porque perturba el orden social y la
convivencia pacífica.

Frases hiperbólicas “en ese lugar no cabía un alfiler, o nadie respiraba”.

A veces, en la vida diaria se falta a la verdad no con el fin de engañar a los demás, sino por otras
razones y de ahí que debemos distinguir tres clases de mentiras: las perniciosas, las jocosas y las
oficiosas.

La mentira jocosa, no es una verdadera mentira, porque la persona que oye la broma o que lee el
chiste, entiende perfectamente el significado preciso que el bromista ha querido dar a su palabra, sin
ofender a nadie.

Pág. 177. La mentira oficiosa tiende a la utilidad del que la profiere o tiende a beneficiar a algún
amigo, pero sin perjudicar a nadie, así que tampoco es una mentira plena y formal. (Empleada
doméstica “el señor no ha llegado”)

29
La mentira perniciosa, que atenta directa y gravemente contra la verdad y produce siempre un daño
a los demás. Este tipo de mentira pone en peligro la mutua confianza, de la que necesitamos todos
para entendernos y para poder convivir pacíficamente.

El secreto profesional. Pág. 178

Por secreto se entiende, generalmente, lo que cuidadosamente se tiene oculto. El término tiene un
doble significado: objetivamente considerado, indica la cosa misma que debe permanecer oculta,
mientras que subjetivamente significa la obligación de no revelar a nadie la noticia de esa cosa
oculta.

Pág. 179. Todo secreto puede ser natural, prometido o confiado.

a) Secreto natural: su divulgación está vedada por la ley natural, por cuanto ello entrañaría un
daño injusto. La obligación de guardarlo proviene de la misma ley natural: por ejemplo, un defecto
íntimo, las relaciones conyugales, los proyectos profesionales, etc., que son cosas que pertenecen al
individuo, al ingenio propio y son intransferibles por derecho natural.

Ninguno de nosotros tiene la obligación de manifestar a los demás las propias intimidades, los
proyectos o los derechos íntimos de sus familiares. El mantenimiento de este secreto no falta a la
justicia y no perjudica a nadie; por el contrario, su manifestación causaría un daño a sí mismo y a
otros. Nadie está obligado a difamarse a sí mismo.

b) Secreto prometido: habiendo conocido un hecho por mera casualidad, empeñamos nuestra
palabra de no divulgarlo. La característica de este secreto es que se promete el silencio después de
haber conocido el hecho.

c) Secreto confiado o secreto cometido: es lo que se confía con expresa o tácita condición previa
de no comunicarlo a nadie. Antes de conocerse el hecho interviene un pacto entre el que lo confía y
aquel a quien se confía. Este secreto, pues, se diferencia del prometido en que la promesa de no
confiarlo antecede a la noticia.

Entre los secretos confiados sobresale el secreto profesional, que nace del pacto implícito
existente entre el profesional y el cliente.

30
Violación del secreto profesional

La violación del secreto profesional puede tener lugar de tres maneras: por la investigación
ilegítima del mismo, por la comunicación indebida y por el uso en beneficio propio.

1- La investigación ilegítima del secreto es ilícita bajo todo punto de vista. Por ejemplo, cuando la
secretaria por curiosidad, interés, instigación, lee la correspondencia de su jefe. Toda averiguación
de un secreto que se realiza sin otro fin que la curiosidad o la malicia, es ilícita. En cambio, está
permitido cuando así lo exige el bien de la sociedad.

2- Pág. 181. En lo tocante a la manifestación indebida del secreto profesional, es muy evidente
que reviste una especial gravedad porque este secreto tiene que mantenerse aún en aquellos casos en
que el solo secreto natural, prometido y confiado, pudiera legítimamente manifestarse. El bien
común exige una confianza total en el profesional, cuyos servicios son indispensables en la
sociedad, y el profesional no puede divulgarlo.

3- Pág. 182. Por fin, con respecto al uso del secreto en beneficio propio, diremos que es ilícito
todo lo que pueda llevar al aprovechamiento indebido del mismo. El secreto profesional le prohíbe,
además, realizar todo lo que pudiera llamar la atención o alertar a los especuladores que siempre
controlan sus actos y los de sus familiares. (El que trabaja en un Ministerio y conoce de una
devaluación próxima)

En ciertas circunstancias especialísimas es obligatorio manifestar el secreto profesional. Por de


pronto, para evitar un peligro mortal al mismo cliente que ha confiado el secreto. Además, es
conveniente recordar que nadie tiene la obligación de mantener un secreto cuando este ya ha sido
divulgado por la prensa o por el mismo interesado.

La cortesía

Es otra de las virtudes sociales, que consiste en obrar, en las relaciones con los semejantes, de una
manera acorde a la dignidad humana. Esta conveniencia está en el respeto mutuo y en la
consideración debida a cada cual según su propia condición y el puesto que ocupa en la sociedad. El
ejercicio profesional pide este buen trato que hace agradable la convivencia mutua. El profesional y
el cliente tienen que moverse en un clima sereno y cortés.
31
Pág. 183. Un profesional bien educado respeta no sólo al amigo que se presenta para requerir sus
oficios, sino también al desconocido, a la persona humilde e inexperta.

Pág. 184. Lo auténticamente humano es la comprensión, que comienza cuando salimos de nuestro
yo e intentamos dejar valer al otro lo que es. El término cortesía originariamente aludía a la
conducta apropiada en las cortes, pero, luego, tomó un significado mucho más amplio, indicando la
conducta de todo hombre educado.

El derecho a la fama y al honor

Se entiende por fama la opinión o estima que se tiene comúnmente de una persona. Si su modo de
vida o su conducta, ante los demás, es intachable, adquiere buena fama. Toda persona tiene derecho
natural a su buena fama, puesto que nadie debe ser considerado malo antes de que se demuestre lo
contrario. La fama es muy importante para el profesional debido a que de ella depende su porvenir.

La fama puede ser verdadera o falsa. La primera responde a la verdad objetiva. Si alguien tiene
fama de competente y, en realidad, lo es, se trata de fama verdadera. La falsa, por el contrario, no
responde la verdad objetiva, y puede suceder que un abogado o un gasista no sean profesionalmente
honrados, a pesar de que tenga fama de serlo.

Pág. 185. En cambio, el derecho a la fama es sólo relativo en cuanto es una concesión gratuita de
los demás y que, llegado el momento, debe ceder ante la verdad.

Por su parte, el honor es testimonio de la buena fama que se tiene. Hay que distinguir bien entre
fama y honor.

El honor es una testificación de la excelencia ajena; la fama es la opinión pública de esa excelencia.
Se honra a los hombres virtuosos por sus virtudes y, en general, a todos los que sobresalen por la
honorabilidad de sus actos y la eficiencia de sus trabajos. El honor se manifiesta generalmente, con
palabras o con hechos (primeros asientos, aplausos) o con las cosas exteriores (estatuas, obsequios,
etc.)

32
Con el pensamiento podemos violar la fama ajena mediante la sospecha y el juicio temerario. En
cambio, la violación del honor de la persona presente se realiza mediante la injuria o contumelia, la
burla y la maldición.

a) La sospecha temeraria es la mera imputación de un defecto infamante o de un crimen sin motivos


razonables para ello.

Pág. 186. Así es inmoral hacer alusiones, en la prensa, a hechos o actuaciones correctas, presentado
interpretaciones torcidas sin ninguna base objetiva.

b) El juicio temerario es mucho más grave que la sospecha porque es el asentimiento firme de la
mente sobre las malas intenciones o acciones del prójimo sin suficiente fundamento.

Pág. 187. No hay que confundir el juicio temerario con el juicio erróneo. Un juicio es temerario
cuando sin suficiente fundamento se juzga mal de una persona, aunque, luego, se confirme su
culpabilidad. Pero si hay motivos serios y suficientes para emitir un juicio, este no es temerario,
aunque resulte en definitiva erróneo por no confirmarse la sospecha que se emitió razonablemente.

c) La difamación o detracción es la revelación injusta de un defecto o de un vicio oculto del


prójimo. Consiste en oscurecer la fama de una persona injustamente; en realidad si lo fuera
justamente, no sería difamación.

No es lícito difamar a nadie y mucho menos a los difuntos, que también tienen derecho a su propia
fama. Es, por lo tanto, innoble e injusto, entre profesionales, desprestigiar a otro, dando a publicidad
cosas íntimas que, en sí mismas, dejan intacta la capacidad de actuar con acierto y dignidad en el
campo profesional, pero que, en el conciencia pública será un dato negativo que se traducirán en la
desconfianza de aquellos clientes sencillos y timoratos.

d) La calumnia consiste en imputar falsamente al prójimo un crimen que no ha cometido. Es decir


que añade a la difamación la mentira perniciosa. Nadie tiene derecho a calumniar a otro, ni siquiera
como represalia por calumnias sufridas. El calumniado, por otra parte, tiene derecho a una justa
reparación, y principalmente si cumple funciones judiciales o docentes. En ocasiones, el daño
producido por una calumnia es irreparable.

33
e) El falso testimonio consiste en afirmar o negar, como testigo, algún hecho falso en favor o
perjuicio de alguien. Es un acto muy grave porque encierra una triple deformidad: perjurio,
injusticia y mentira; perjurio, porque se viola el juramento de decir la verdad; injusticia, por el daño
que se produce a un inocente; y mentira, por la falsedad testificada.

Pág. 188. El falso testimonio ha sido siempre la máxima infracción contra la justicia en la actuación
del testigo.

f) La injuria o contumelia o insulto es parecida a la difamación, por ser la injusta lesión del honor de
una persona causada en su misma presencia. Se distingue de la difamación en que esta recae sobre
el ausente, mientras que el insulto recae sobre la persona presente cuya buena estimación queda
herida por la palabra, el gesto o la actitud del injusto ofensor. La injuria o contumelia puede ser
verbal o real, según se haga con palabras o con hechos concretos.

g) La burla o irrisión consiste en divulgar las culpas o defectos de una persona en forma jocosa,
para avergonzarle ante los demás. Es indudablemente menos grave que la difamación, porque no
implica desprecio sino broma. Sin embargo, a veces, encierra mayor desprecio de lo que parece.
Sólo está permitido cuando el mismo burlado, sin sentirse ofendido por el chiste, ríe de buen grado
de la ingeniosidad del burlón.

Pág. 189. La burla sólo debe recaer sobre los pequeños defectos que son risibles, porque si el mal o
defecto es grande, no hay que tomarlo en juego, sino en serio.

h) La maldición consiste in invocar un mal contra alguien.

La maldición propia y formal es siempre una falta de caridad y de justicia, pero a veces, en ciertas
circunstancias, constituye un simple desahogo emocional más que otra cosa.

La envidia

Es uno de los vicios capitales y consiste en entristecerse del bien ajeno, que se considera como un
mal para nosotros. De la envidia proceden el odio, la murmuración, la difamación y otros vicios.
Envidia y odio andan, generalmente, siempre juntos, pero no hay que confundirlos. El odio consiste
en desear un mal al prójimo, mientras que la envidia consiste en considerar el bien del prójimo

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como un mal para nosotros. Este vicio surge casi siempre entre personas de la misma profesión y
raramente entre personas que desempeñan tareas muy diferentes.

Pág. 190. El envidioso no es capaz de amor ni de felicidad y, no pudiendo gozar de su vida, sufre
por los júbilos y triunfos ajenos y se irrita ante la alegría de los demás.

Pág. 191. La envidia causa graves daños y, a veces, puede suceder que el envidiado, dejando de
entristecerse, empiece a regocijarse porque piensa que, si es objeto de envidia, ello se debe a que es
poseedor de dones superiores. Gozan, pues, al ver el padecimiento del envidioso y de esta manera
caen en el mismo pecado, que es la falta de caridad.

Por lo expuesto, y con el fin de evitar estos graves males, conviene consultar o minimizar los
propios triunfos, ante los colegas menos afortunados.

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