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ASIGNATURA: MORAL FUNDAMENTAL

PROFESOR: Dr. Alberto Múnera


Dr. María Isabel Gil Espinosa
Alumno. Francisco Gustavo Garzón Ramírez
Trabajo sesión 11: “La conciencia moral cristiana. Los valores”.

La Moral Cristiana comienza y se nutre de la fe en Jesús de Nazaret se revela como Cristo y es


aceptado como la norma inconidcional de la praxis cristiana. En el creyente actúa la sensibilidad
Ética nueva que se orienta a través del discernimiento histórico-salvífico; las decisiones nacen de
la manera fundamental de la conversión y se especifica en actitudes coherentes con la
intencionalidad básica de la caridad; el cristiano advierte y practica en los valores direcciones
particulares que se deslumbran en preferencias éticas a crear el reino de Dios. El fin de esta
cualidad es la constitución de un universo moral nuevo: el de la moral vivida de los cristianos y el
de la moral sementada de la reflexión teológica.

El paso procesual del ser pecado constitutivo cada uno de nosotros a adquirir la realidad de la
gracia de ser hijos de Dios que nos permite participar de la naturaleza divina.

Tratamiento de la conciencia humana: esta conciencia humana se trabaja como un asunto de


Teología. Esta conciencia moral la cual es la facultad que tiene el ser humano para emitir juicios de
valor ético sobre lo correcto e incorrecto de los actos, guiándose de este modo para hacerlos o no
hacerlos. Esta conciencia no solo implica la evaluación de lo moralmente correcto e incorrecto en
las acciones, sino también de las intenciones. A través de esos parámetros morales que tiene la
conciencia individual, también se juzga a los demás. Dentro de la noción de conciencia moral se
incluyen determinados elementos que se consideran que están totalmente unidos; el primero es la
conciencia referida a los valores y principios morales que sostienen al individuo. En segunda
instancia se refiere a la conciencia como facultad mediante la cual el hombre puede conocer las
verdades morales fundamentales. A esta facultad se le llama de diversas maneras, tales como voz
de la razón, sentido moral y voz de Dios, entre otras. En tercer nivel se refiere con la capacidad de
autoevaluación. Lo que indica que la conciencia manifiesta la evaluación de todo individuo de sus
propias acciones y deseos. Esto lo conecta con sentimientos como culpa, vergüenza,
remordimiento o pesar, si se ha realizado algo mal.

La conciencia en términos Teológica.


Según San pablo, en el proceso de transformación del ser humano en cristiano, el, Espíritu Santo,
Espíritu de Jesús y del Padre, es derramado en nuestros corazones, habita en nosotros, opera, se
manifiesta en nosotros. Esta presencia activa del Espíritu en el cristiano genera una unidad de
actuación como ya se explicó en la hipó tesis Tomista y agustiniana respecto a la gracia: lo que el
cristiano opera es obra suya, pero a la vez es obra de Dios en cuanto ya es partícipe de la
naturaleza divina. Las acciones del Espíritu del cristiano son por consiguientes, obras también del
Espíritu divino. El es quien clama a Dios. Es quien intercede por nosotros. Introduciéndonos en los
textos Paulinos y apoyados en la exégesis que ellos hacen al Padre. Spicq, OP. En su Libro
Théologie Morale du Nouveau Testament, se detectan tres actividades de la conciencia cristiana
afectada por la presencia y acción del Espíritu Santo.

La función cognoscitiva de la conciencia: en primer lugar, es una función cognoscitiva. El cristiano


conoce con su conciencia. Conoce de una manera específica; capta, percibe, asume, ve la realidad
de una manera propia. Como el mismo Cristo la capta o percibe. Esto lo manifiesta San Pablo
donde menciona que el cristiano es modificado en su “Nous” o capacidad de conocer. Al cristiano
le ocurre una “meta-noia” o una trasformación del “nous” le surge una meta-morfosis en el “nous”
el cristiano cambia de mentalidad y entiende o percibe la realidad como Cristo la percibe y
entiende. Así adquiere el Pneuma, se hace espiritual, se le afecta el “Kardia” o corazón. El NT, nos
presenta a Cristo como la sabiduría de Dios transferida a nosotros. Como la palabra que dice todo
lo que es Dios, comunicada a nosotros. Quien pose a Cristo tiene el conocimiento de Dios y el
Espíritu Santo, Espíritu de la verdad nos trasmite a Cristo que es la verdad. Así el cristiano capta la
infinita dignidad del ser humano. O el cristiano entiende el dolor, el sufrimiento, la enfermedad
como elementos de potencial salvífico, fuente de méritos para lo que es la santificación de sus
hermanos.

La función critica de la conciencia. Es la función de los criterios o parámetros para el obrar; es la


función de los valores o referentes frente a los que la conciencia confronta sus posibles opciones.
El cristiano no solamente sabe con saber crístico producido por la acción del Espíritu. Sino que,
además reflexiona o aprecia valorativamente. Aquí la operación de la conciencia maneja dos
elementos: primero el dato cristiano de la realidad conocido por su “nous”; y segundo el asunto
que se le presenta a consideración. El proceso de confrontar lo segundo con lo primero, es lo que
determina que lo primero se convierta en “valor” o criterio. En consecuencia, los valores cristianos
residen en la conciencia cristiana y son infundidos por el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo,
Espíritu de la Verdad. Dichos valores cristianos se afirman en la historia cuando los cristianos los
van haciendo explícitos en su comportamiento y por comunicación verbal explicita de los mismos.

La función selectiva. El cristiano no solamente pose el saber de cristo; no solamente convierte en


valor ese saber cuándo delibera, juzga, confronta cualquier asunto frente a ese saber. Sino que el
cristiano discierne o identifica cuál es el comportamiento que coincide con el querer de Dios, con
la voluntad divina. Debido a que el discernimiento es el último paso que da la conciencia cristiana
antes de obrar, este proceso requiere una especial atención. Esto hace que la oración, entendida
como tiempo y espacio para recibir los impulsos del Espíritu en nuestro espíritu, sean
indispensables para la actividad moral. De este análisis de la conciencia según los Textos NT, se
deduce: El cristiano no opera en razón de leyes, principios o postulados externos que se le
propongan como criterios para el obrar. El cristiano procede debido a los impulsos del Espíritu
Santo presente en su interior y actuante en su conciencia. La conciencia humana instruida por el
Espíritu Santo capta la voluntad divina como norma de actuar. El cristiano posee una conciencia
especifica por lo cual ha sido informada por el Espíritu Santo y continuamente el Espíritu señala
que se debe hacer en cada caso. Esta conciencia no se equivoca, es infalible. Para el cristiano es
imposible qué es lo más conveniente. Siempre le indicará el Espíritu Santo qué es lo más conforme
con el amor.

Formación de la conciencia. Esta no surge por generación espontánea. Surge de una experiencia
de fe que es necesario cultivar y desarrollar. Aquí es donde se manifiesta el discernimiento
comunitario del Espíritu.

La conciencia según el Concilio Vaticano II. Para el concilio es perfectamente claro que es en la
conciencia donde reside la más íntima y profunda relación de todo ser humano con Dios. A partir
de este texto conciliar sabemos que el ser humano no va a ser juzgado por Dios debido al
seguimiento de leyes o normas de cualquier índole, sino en razón del seguimiento de su
conciencia. Igualmente, por este texto se identifica el dato del posible error de una conciencia. Se
refiere el concilio a un error frente a una verdad que podemos poseer por otras fuentes. Si
determinada conciencia falla inconscientemente frente a esa otra verdad que poseemos, sigue en
pie el principio de que el sujeto en tal condición tiene la obligación de seguir su conciencia y así,
ante Dios, no falla. Por eso el Concilio entiende que la salvación de las personas no ocurre por la
pertenencia explicita al cristianismo, sino por el seguimiento honesto de su conciencia. El concilio
insiste en que es necesario distinguir entre la verdad que uno posee, sobre todo en el cristianismo,
y la situación de la conciencia de los demás: incluso cuando claramente percibimos que los demás
están errados según nuestro criterio cristiano, no tenemos derecho a juzgarlo. Solo Dios es juez de
las conciencias. Así, pues, el concilio nos da la clave para interpretar en Teología Moral la
conciencia de todo ser humano. El seguimiento de Cristo implica un fenómeno ontológico, como
hemos visto, y en particular esto ocurre en la adquisición de una conciencia crística por la cual el
cristiano piensa, juzga y discierne como Cristo, guiado por el Espíritu de Cristo y de su padre. Y el
cristiano no va a ser juzgado por el cumplimiento de leyes o preceptos, sino por el seguimiento fiel
de su conciencia cristiana. No se salva, sin embargo, aunque este incorporado a la Iglesia, quien,
no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia en cuerpo, mas no en corazón.
El comportamiento ético del ser humano consiste en realizar sus acciones cocientes y libres en
conformidad o disconformidad con los referentes genéricos y específicos llamados valores. Estos
intervienen al ser humano desde la instancia contextual de cada uno y se presentan en su
conciencia como normativos para su obrar. Estos valores entendidos como normativos constituyen
el orden moral objetivo o las normas objetivas de la moralidad. Teológicamente se dice que el
conocimiento humano participa de la verdad infinita de Dios, precisamente por esta capacidad
que le permite acceder a la verdad presente en toda realidad. Así las cosas, en su exégesis de la
realidad, el ser humano formula los valores. Dicha sentencia, el ser humano formula los valores.
Dicho teológicamente, el ser humano descubre la verdad presente en toda realidad creatural,
como se afirma en el Concilio. Todo ser humano está en un contexto determinado, y es fruto de
una historia, de una cultura, de un ámbito peculiar que afecta permanentemente su comprensión
de la realidad.

La conciencia viene a ser, entonces, la capacidad consubstancial a todo ser humano, de captar los
valores normativos para su obrar, esto es, las normas objetivas de moralidad y de juzgar sus
opciones como buenas o malas en la medida en que se acomoden o no a dichas normas. Así lo
recuerda Juan Pablo II en la Veritatis Splendor. 1

El orden moral objetivo se apoya en la ley natural: Juan Pablo II lo sugiere en cuanto dice. El juicio
de la conciencia es un juicio practico, o sea, un juicio que ordena lo que el hombre debe hacer o no
hacer, o bien que valora un acto ya realizado por él. Es un juicio que aplica a una situación
concreta la convicción racional de que se debe amar. Hacer el bien y evitar el mal. Este primer
principio de la razón practica pertenece a la ley natural, mas aún constituye su mismo fundamento
al expresar aquella luz originaria sobre el bien y el mal, reflejo de la sabiduría creadora de Dios, la
cual, como una chispa indestructible, brilla en el corazón de cada hombre. Sin embargo, mientas la
ley natural ilumina sobre todo las exigencias objetivas y universales del bien moral la conciencia es
la aplicación de la ley a cada caso particular, la cual se convierte así para el hombre en un
dictamen interior, una llamada a realizar el bien en una situación concreta. La conciencia formula
así la obligación moral a la luz natural.

Conciencia cristiana y Moral Liberadora. En este campo podemos ratificar que la Iglesia,
institucionalmente hablando, a través principalmente del clero, ha producido una esclavitud de la
conciencia de los cristianos. La primera liberación que se realiza una percepción de la conciencia
cristiana como la presenta el NT, seria el permitir que cada uno asumiera sus propias
responsabilidades morales sin que nadie se las impusieran ose las exigiera con amenaza de
castigo. Otro tipo de liberación para el pueblo cristiano sería que se le reconociera posesión del
Espíritu Santo.

1
(AAS 78 -1986- 859" (Nº 60).

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