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A partir de lo anterior planteado se continua en el desarrollo de las categorías

que formarán el marco teórico de esta investigación sobre factores psicológicos y del

entorno influyen en el riesgo de presentar el trastorno negativista desafiante en la niñez

temprana.

De este modo se tiene en cuenta que el Diagnostic and Statistical Manual of

Mental Disorders DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales,

DSM-5), publicado por la American Psychiatric Association (Asociación

Estadounidense de Psiquiatría), enumera los criterios para diagnosticar el trastorno

negativista desafiante. Los criterios del DSM-5 comprenden síntomas emocionales y del

comportamiento que duran seis meses como mínimo.

Con lo cual manifiesta estado de ánimo irritable y airado, pierde los estribos a

menudo y con facilidad se irrita o enoja con otras personas con frecuencia, se enoja o

resiente con frecuencia, conducta argumentativa y desafiante:

Se destacan discusiones con los adultos o con las personas con autoridad,

desobedece de forma activa o se niega a cumplir con los pedidos o con las reglas de los

adultos, molesta o altera a las personas de manera intencional, culpa a otras personas por

sus errores o mal comportamiento.

Así mismo se aclara que existen parámetros propicios para evaluar un paciente

el cual determina el estado de gravedad que presenta, dado que se encuentra en los

valores leve, moderado y grave, se puede evidenciar que en niños es posible que los

síntomas primero se evidencien solo en el hogar pero, con el tiempo, se extiendan hacia

otros entornos, como en la escuela y con los amigos. (Mayo Clinic 2018).
Teniendo en cuenta lo anterior planteado se determina que existen dos factores

determinantes, entre los que se encuentra el factor genético y el entorno, se puede

resaltar que no existe una causa precisa, en cuanto a la prevención que se debe tener,

una crianza positiva y el tratamiento temprano pueden ayudar a mejorar el

comportamiento y a evitar que la situación empeore. Mientras más temprano se controle

el trastorno, la situación será mucho mejor. (Mayo Clinic 2018).

Adicionalmente se debe tener en cuenta los factores psicosociales influyen en la

vida y el desarrollo dado que los niños desde muy pequeños se deben enfrentar a

diferentes obstáculos para los cuales no se encuentran preparados, sin embargo se debe

tener en cuenta cualquier cambio que se pueda presentar en el ámbito comportamental

de los niños, la actitud del padre es fundamental debido a que las actitudes que tome el

padre frente al niño lo afectaran significativamente.

Desde la perspectiva investigativa se debe manejar el desarrollo las habilidades

sociales, la capacidad de actuar y enfrentarse a las situaciones presentes en su entorno, la

interacción social son determinantes a la hora de percibir una situación de problema, se

manifiesta que los niños presentan inconvenientes para entablar lasos afectuosos.

En consecuencia de lo anterior mencionado se toma la definición de la autora

Ana Muñoz la cual manifiesta que “La niñez temprana abarca desde los tres a los seis

años de edad. Los cambios que se producen en esta etapa no son tan rápidos como en la

etapa anterior, sino que su desarrollo se hace algo más lento”. Los niños adquieren

destreza física, mayor capacidad intelectual y sus relaciones sociales se vuelven más

complejas.
Por consiguiente se logra determinar la importancia de los aspectos emocionales

de los niños, es considerado que aprender a controlar las emociones no es algo que se

logre rápidamente y para un niño identificar lo que siente y por qué lo siente, son parte

de un crecimiento personal, del mismo modo las capacidades sociales se intensifican, los

cambios físicos son evidentes y nace la duda del porqué de todo.

Se evidencia que desde hace varios años se ha estudiado el trastorno

oposicionista desafiante, con el cual se ha podido determinar que el 2% de la población

presenta un TND, se evidencia que el problema principal es que aún no se determina

cuáles son los factores psicológicos y del entorno hacen que estos síntomas incrementes,

pues como se mencionaba anteriormente para los niños incluso el cambio de emociones

y no saber por qué las presentan generan una inestabilidad emocional.

Continuando con lo planteado se logra establecer que el proceso de estudio del

TND, se enfoca en niños y adultos, pero el aspecto principal es el cómo evitarlo a lo cual

aún no se le ha dado una posible respuesta existen métodos para controlar sus síntomas,

la terapia el manejo de emociones son respuestas acordes a una necesidad planteada las

cuales permiten mejorar la calidad de vida tanto del paciente como de sus familiares y

amigos, es muy normal que los padres sientan un instinto sobreprotector hacia sus hijos

y más cuando algún factor del entorno puede cambiar radicalmente su comportamiento.

Por esta razón se aconseja que el niño tenga una vida lo más normal posible,

dado que el apoyo de el núcleo familiar es sumamente importante, la sobreprotección no

permitirá una evolución y exploración de su entorno en el cual se pueden identificar esos

detonantes que interrumpen la vida cotidiana del menor.


Dando una continuidad apropiada se identifica que son pocos los factores

psicológicos y del entorno que se conocen para dar una respectiva respuesta aquello que

tanto inquieta a familias y afectados por el TND, se tiene en cuenta el factor genético el

cual es un papel indispensable no solo en esta afectación si no en muchas otras de la

salud mental, para no desviarnos del tema principal de esta investigación se realiza el

análisis entre este problema ya identificado y la población principal que son los niños en

edad temprana o “niñez temprana”.

Por consecuente se enfoca en los años 2015 a 2021 en los cuales se toman como

referencia diversas investigaciones enfocadas en el trastorno oposicionista desafiante

tanto en niños como en adultos, sin perder de vista la población principal pero se puede

destacar que en ocasiones las terapias realizadas con niños no surgen el mismo efecto en

un adulto o viceversa, con esto se quiere mostrar que el padecimiento de una afectación

mental no siempre se manifiesta lo mismo en todas las personas.

Teniendo como base lo anterior nos centramos en que dos niños con el mismo

trastorno pueden presentar síntomas distintos esto recordando que existen distintas

etapas de un trastorno, así mismo hay síntomas propios de una enfermedad pero no todos

son evidenciados en los pacientes, por esto se cree que los menores que poseen estas

afectaciones pueden llevar tratamientos distintos pero todos pueden dar un cambio

positivo y significativo, esto nos quiere decir que si se determina cual es el principal

aspecto psicológico y del entorno que incrementan el riesgo de presentar un trastorno

oposicionista desafiante se lograría dar un consolidado para evitarlo si es posible desde

el vientre de la madre.
Ya con lo explicado en párrafos anteriores se logra identificar distintos autores

que han indagado propiamente en el mundo de los niños con trastorno oposicionista

desafiante en los cuales su opinión es de suma importancia.

Los trastornos del comportamiento disruptivo son frecuentes, y están asociados a

un impacto negativo tanto para los niños como para sus familias, y a un rango de peores

resultados adaptativos a lo largo del desarrollo (Ford et al, 2003; Burke et al, 2005;

Copeland et al, 2009; Kim-Cohen et al, 2003; Costello et al, 2003). Por lo cual nos

damos cuenta que en una enfermedad mental no solo sufre el paciente ya que su familia

se siente frustrada al no poder dar una solución al problema del mismo modo se tiene en

cuenta que estos comportamientos están asociados a un mayor coste para la sociedad: se

estima que los costes generados por los individuos con conductas antisociales en la

infancia son al menos 10 veces más altos que los individuos que no presentan conductas

antisociales, cuando alcanzan los 28 años de edad (Scott et al, 2001a).

Se entiende que la sociedad Colombiana no se encuentra capacitada para dar

solución a los gastos, protocolos y necesidades de una persona que posee un trastorno

dado que esto genera un gasto mayor al necesitar personas con los conocimientos para

controlar este tipo de situaciones, pues coloquialmente muchos piensan que puede ser un

peligro que convivan con otros niños lo cual provoca incluso más daño al sentirse

rechazados.

En un intento por explicar la heterogeneidad de la relación entre el TND en la

infancia y los trastornos que se presentan en la vida adulta, Stringaris y Goodman

(2009a, 2009b) propusieron que los criterios del DSM-IV para el TND se categorizaran

en tres dimensiones especificadas a priori, definidas como “irritabilidad,” “obstinación”


y “conducta dañina”. Algunos autores (Rowe et al, 2010) han definido sólo dos

dimensiones – irritabilidad y obstinación, mientras que otros han propuesto una división

de los síntomas ligeramente diferente (Burke et al, 2010). Los resultados obtenidos hasta

el momento sugieren que el ánimo “irritable” es un fuerte predictor de un trastorno

emocional posterior (Stringaris Figura D.2.2: La relación entre el TND y otros trastornos

(modificado de Burke et al, 2005), mientras que la “obstinación” y las conductas

“dañinas” predicen la presencia de problemas de conducta en el futuro. La utilidad

clínica de estas distinciones aún debe ser establecida (Rowe et al, 2010; Burke et al,

2010; Aebi et al, 2010).

Por lo cual se entiende claramente cuál es el síntoma que prevalece en todos los

niños que sufren de esta afectación mental, esto mismo permite determinar la noción de

que los efectos de la exposición a un factor ambiental (p.ej. maltrato infantil) en la

conducta de un niño dependen de la conformación genética presenta aparente validez y

plausibilidad biológica (Rutter, 2006). En uno de los estudios pioneros en este campo

(Caspi et al, 2002), se encontró que un polimorfismo funcional en la región promotora

del gen que codifica para la enzima metabolizadora del neurotransmisor monoamino

oxidasa A (MAO-A), moderaba el efecto del maltrato infantil en la conducta futura y los

problemas antisociales, aunque varios estudios posteriores no encontraron tal

interacción. Los niños que han sido víctimas de maltrato y que tienen un genotipo que

conduce a bajos niveles de actividad de la MAO-A tienden a presentar con frecuencia

trastornos de conducta y comportamientos antisociales, en comparación con los niños

que tienen un genotipo de MAO-A de alta actividad (Caspi et al, 2002).


Por lo que se determinó que uno de los factores genéticos es sumamente

ocasionado por un factor del entorno, lo cual hace alusión a que el ser humano es

propenso a cambiar su condición desde el vientre si es expuesto a factores externos de su

entorno que lo alteren, esto no quiere decir que las personas que han sido maltratadas en

su infancia o durante el proceso de gestación sufran de un trastorno como los que se

mencionaron anteriormente, pero estos aspectos son de suma importancia a la hora de la

valoración de un tratamiento.

Desde el punto de vista epidemiológico, Keenan y Wakschlag en el año 2000,

citados por Owens et al., mencionan que los comportamientos disruptivos son la razón

más común por la cual se remite a los estudiantes a los servicios de salud mental, sobre

todo en edad preescolar (9). Igualmente, Williford y Shelton en 2008, citan a Powell, y

el estudio de 2003 de Fixsen y Dunlap, quienes han evidenciado que en la edad

preescolar los niños entre los tres y los cuatro años de edad manifiestan conductas

agresivas que impactan en un 10 a 20% los entornos educativos y familiares en los que

participan. Para los niños que experimentan condiciones de vulnerabilidad, estas tasas

aumentan sustancialmente y oscilan entre el 20 y el 30% (10).

Cabe resaltar, que un aspecto importante del tratamiento es la consideración de la

vida ocupacional, incluyendo actividades de tipo grupal, debido a que facilitan la

interacción social, modelan conductas y estimulan comportamientos positivos a través

de tareas acordes a la edad del niño que proporcionan oportunidades para recibir

retroalimentación de sus comportamientos (Shelton en 2008); de igual forma, se realizan

modificaciones o adaptaciones en el aula de clase para regular el comportamiento de los

niños a través de la modulación y organización de las sensaciones (Vásquez 2010).


Del mismo modo los retos que enfrenta un niño con trastorno oposicionista

desafiante, al igual que su familia y su entorno, están relacionados con la dificultad para

recibir un tratamiento oportuno y apropiado. Las conductas agresivas se presentan en

niños en etapa preescolar de 3 a 4 años de edad en un 10 a 20%. Lo cual hace que los

niños sean los más propensos a estos cambios abruptos, pues el cambio de un ambiente

conocido como su hogar a un jardín genera un factor determinante el cambio social en su

vida.

En este orden de ideas se logra presentar que el comportamiento de un niño no

siempre es un trastorno, comúnmente se diagnostica a un niño sin la dirección de un

profesional, si el niño está molesto lo más importante es no limitar sus emociones, es

explicarlas entenderlas y apoyarlas, guiarlo de un modo que aprensa como actuar la

próxima vez que sienta sentimientos de ira, alegría, tristeza permiten que el niño se

sienta autónomo capacitado para enfrentar los futuros problemas que se presenten en su

entorno social.

De modo que el trastorno oposicionista desafiante comporte síntomas con otras

afectaciones mentales ya mencionadas anteriormente, se debe realizar una evaluación

propicia que permita al investigador determinar si aquellos síntomas que se evidencian

son propios de la enfermedad a tratar, se han utilizado diferentes métodos a lo largo de la

historia que han permitido determinar los medios que se pueden utilizar para detectar un

trastorno especifico.

Por consiguiente se determina que la niñez temprana es una de las poblaciones

que permite crear un contexto más objetivo de los desencadenantes de un trastorno

oposicionista desafiante.

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