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mental, de hecho, la mayoría tenemos una idea general de ella, que va a en función a
nuestras creencias, historia de vida y entorno; pero honestamente, las ideas generales no nos
llevan a entender realmente el significado de salud mental y todo lo que implica.
Entonces, ¿qué es salud mental?
La salud mental incluye una amplia gama de actividades que van a impactar directamente
sobre nuestro bienestar mental, que incluyen la prevención de trastornos mentales y el
tratamiento de los mismos; así como buscar estilos de vida que nos lleven a sentirnos plenos y
felices.
Los trastornos mentales son afecciones crónicas, es decir que duran mucho tiempo y
que, a menudo, nunca desaparecen por completo. Con un diagnóstico y tratamiento
temprano, los niños con trastornos mentales pueden llevar una vida esperable y sin
dificultades.
Aquí compartimos una pequeña lista de algunas características, pero OJO, leyendo y
memorizando esta lista no quiere decir que nos convertimos en “expertos en diagnóstico de
salud mental infanto- juvenil”, NO; pero si quizá nos puede dar un poco más de pautas de “qué
ver” en nuestros hijos.
Ansiedad.
Depresión.
Trastornos del neurodesarrollo.
Trastornos del ánimo.
Trastornos relacionados con factores de estrés.
Trastornos del control de impulsos y conductas disruptivas.
Trastorno oposicionista desafiante.
Trastornos neurocognitivos.
Trastorno obsesivo-compulsivo
Etcétera.
Detenernos en cada trastorno, más allá de convertir a este post en interminable, correríamos
el riesgo de no abordar cada tema con la seriedad del caso; es por ello que hablaremos de
estos trastornos de manera individual en próximas entregas.
De notar en tu niño y/o adolescente alguna conducta o manera de reaccionar que te llame la
atención, o sea considera muy diferente a las reacciones de chicos de su misma edad y
grado, es necesario buscar la ayuda profesional, pues como ya lo comentamos antes, el no
acceder a intervención adecuada, no sólo genera infelicidad y sufrimiento en el niño y la
familia; sino también atenta al bienestar que, por ley, todo menor debe acceder.
En estos casos, hay que tener claro que la severidad de cada caso, estará en función a las
características particulares de cada uno, lo que incluye la salud mental de la familia, o
algún padre en particular. Además, es real también que hay entornos que enferman, como
también los hay aquellos que sanan y palían posibles dificultades.
Establece vínculos sólidos con tus hijos desde muy pequeños, juega con ellos, léeles
cuentos, canta canciones, etcétera. Realiza actividades que sean divertidas y les
permita compartir. Esto hará que se sientan amados y aceptados.
Reconoce cuando tu hijo, indistintamente la edad que tenga, haya hecho una buena
acción, diciéndole lo orgulloso que te sientes de él o ella.
Intenta eliminar el uso de cualquier medio electrónico durante la hora de comida o
momento de compartir. Es importante que aprenda a valorar desde pequeños que
esos espacios de participación con los padres, como por ejemplo la hora de la comida,
son para hablar y sentirse a gusto con la familia. Con esto conseguimos que
desarrollen sentido de pertenencia.
Limita el tiempo de acceso a electrónicos, por ejemplo en la habitación. La televisión
no es niñera; además hay muchas investigaciones que han demostrado el impacto
negativo que tienen las pantallas en algunos procesos mentales, incluso en el sueño,
el cual tiene que ser el adecuado y reparador para la edad del niño.
Compartir con chicos de su misma edad, siempre supervisados por un adulto.
Escucha a tu hijo o hija y razona con él o ella; pero claro, dando explicaciones que
sabemos que están listos para entender. A veces a los pequeños les damos grandes
explicaciones de situaciones que no están aún capacitados para interiorizar, y
terminamos “mareándolos” con tantas palabras, llevándolos a mostrar frustración (y
nosotros también).
Ayúdalo a sentirse bien acerca de sí mismo, es necesario prestar atención a lo que
dice, piensa y siente. En función a ello, no sólo será más sencillo regular su conducta,
sino también sus emociones, como la felicidad, tristeza, enojo, etcétera. En el caso del
enojo, enséñale a canalizar estos sentimientos sin comportamientos destructivos,
como romper juguetes o pegarle a alguien.
Esfuérzate por ser ejemplo. Evita tener discusiones y reacciones que no quieras que
tus hijos copien. Sé consciente que hay un tiempo para hablar o argumentar entre
adultos y, sobre todo, no lo hagas enfrente de ellos, o hables de ellos, esto herirá sus
sentimientos.
Asegúrale un ambiente escolar positivo y seguro. La noción de autoridad, reglas de
convivencia y regulación de conducta aprendidas en casa, se verán también
plasmadas en el ambiente escolar. Por lo general, cuando en casa estas no han sido
instauradas adecuadamente, es muy probable que ocurra lo mismo en el aula.
Ayudarlos a que desarrollen habilidades sociales, que aprendan a solucionar
problemas y conflictos. En la medida que se sientan exitosos en estas áreas, no sólo
se sentirán más seguros de sí, sino también, reforzarán aún más comportamientos
positivos y buscarán repetirlos.
Fomentar la salud física, la cual respalda una buena salud mental. Establecer hábitos
alimenticios saludables, hacer ejercicio regularmente y marcar pautas de descanso
adecuadas, protegen a los niños contra el estrés de las situaciones difíciles. El
ejercicio también ayuda a reducir algunas emociones negativas.