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Carrera Medicina
Asignatura Medicina Interna-Gastroenterología
Grupo “E”
Docente Julio Cesar Suarez Pedraza
Periodo Académico VII-Semestre
Subsede Santa Cruz De La Sierra
HEPATITIS
La hepatitis aguda es una entidad que se caracteriza por la inflamación aguda con necrosis del
parénquima hepático. Su origen es múltiple: infeccioso, alcohólico, por fármacos y tóxicos,
metabólico y autoinmune. De forma general comparten características comunes en cuanto a la
sintomatología, siendo el cuadro más frecuente el de un paciente que refiere mal estado general con
síntomas inespecíficos como la astenia o la fiebre de bajo grado. Analíticamente el patrón más
característico es el de elevación de las enzimas de citólisis (AST, ALT) y de la bilirrubina, siendo
necesario para el diagnóstico etiológico, además de un buen interrogatorio para orientar los posibles
casos debidos al alcohol, otros tóxicos y fármacos, la práctica de serologías específicas en las
hepatitis de causa vírica y el estudio metabólico y de inmunidad en otros casos. Si determinar el
origen resultara difícil puede ser necesaria la práctica de una biopsia hepática. Las hepatitis víricas
agudas se deben a los virus A, B, C, E y delta. El tratamiento de todas ellas será sintomático, si bien
existe la posibilidad de tratamiento profiláctico con vacunas en las hepatitis A y B. La hepatitis C,
la de mayor prevalencia en nuestro medio, pocas veces se manifiesta como hepatitis aguda, siendo
más frecuente su diagnóstico en fase de cronicidad. La hepatitis aguda es una entidad que como su
nombre indica se caracteriza por la presencia de una reacción inflamatoria aguda en el parénquima
hepático. existen algunas características histológicas, clínicas y pronósticas específicas de cada
tipo de hepatitis, de forma general se pueden describir un conjunto de síntomas comunes a las
diferentes hepatitis agudas. El paciente afecto de hepatitis aguda habitualmente acude a la consulta
o al servicio de urgencias aquejado de un cuadro inespecífico de mal estado general, con astenia y
anorexia, no siendo infrecuente la presencia de fiebre moderada y los síntomas gastrointestinales.
En la exploración física con frecuencia se halla presente la ictericia cutaneomucosa, sin poder
olvidar que su ausencia no descarta el diagnóstico que nos ocupa, ya que puede tratarse de una fase
precoz de la hepatitis o de una forma anictérica. La intensidad de la ictericia será proporcional a la
elevación sérica de la bilirrubina inducida por la necrosis aguda hepática. El grado de molestias en
el hipocondrio derecho y de palpación de hepatomegalia puede ser variable. Para orientar el posible
origen del cuadro será muy importante la realización de una historia clínica detallada, insistiendo en
el interrogatorio sobre antecedentes laborales, epidemiológicos de posibles contactos parenterales
y sobre el consumo reciente de alcohol, fármacos y otros tóxicos. Ante la sospecha clínica y/o
epidemiológica de hepatitis aguda, la confirmación del diagnóstico se fundamentará en la detección
de los trastornos analíticos propios de la necrosis hepática establecida. Las alteraciones más
comunes son: elevación de las transaminasas (aspartato aminotransferasa [AST] y alanina
aminotransferasa [GPT]) reflejo del grado de citólisis hepática; elevación de la
gammaglutamiltranspeptidasa (GGT) y de la fosfatasa alcalina (FA) reflejo del grado de colestasis
hepática y elevación de la bilirrubina sérica a expensas de la fracción indirecta o de ambas
fracciones.
Hepatitis A
El VHA se transmite por vía oral-fecal, pudiendo existir formas de transmisión esporádica
(contactos interpersonales) o epidémica (aguas o alimentos contaminados). El período de incubación
varía entre quince y 45 días y el período máximo de infectividad va desde los diez días previos a la
aparición de los síntomas, hasta el pico de transaminasas, habitualmente coincidente con el período
ictérico del paciente. Al no existir portadores crónicos de esta hepatitis la infección es siempre
transmitida por personas en el curso agudo de la enfermedad. Debido a las mejoras higiénico-
sanitarias conseguidas en nuestro país en los últimos años, ha disminuido la prevalencia de esta
infección en la edad infantil y ha aumentado en población de edad más avanzada, hecho que va unido
a un empeoramiento de su pronóstico.
Hepatitis B
En nuestro medio se trata de una enfermedad endémica, su reservorio lo constituyen los pacientes
afectos de una enfermedad aguda, así como los portadores crónicos de la misma. Las vías de
transmisión conocidas del VHB son la parenteral o percutánea, la sexual y la vertical. En un 30% de
los casos no es reconocido ningún factor de riesgo y la hepatitis es catalogada como esporádica; en
estos casos el mecanismo de transmisión se relaciona con la existencia de contactos parenterales
y/o percutáneos que pudieran haber pasado inadvertidos.
Hepatitis C
Hepatitis D
El virus delta se transmite por vía parenteral. Es un virus defectivo que requiere la presencia del
VHB para infectar, ya sea de forma aguda conjunta (coinfección) o infectando sobre un portador
crónico del VHB (sobreinfección). Actualmente es poco frecuente, existiendo algunas zonas
endémicas en el sur de Italia y Japón. Es frecuente el estado de infección crónica después de la
aguda, sobre todo en el caso de una sobreinfección sobre un portador del VHB.
Hepatitis E
Es un virus de transmisión oral-fecal que aparece de forma epidémica en algunas zonas de Asia,
África y Centroamérica. La transmisión persona a persona es escasa. No produce infección crónica.
En España se ha descrito algún caso importado.
Clínica
Tratamiento
El aislamiento de los pacientes es inútil, pues la fase de viremia y mayor contagiosidad suele haber
pasado cuando se reconoce la hepatitis. Son aconsejables unas medidas higiénicas básicas para
evitar la contaminación fecal en la hepatitis A o para evitar la contaminación parenteral (uso de
material sanitario y de aseo personal desechable y exclusivo) en las hepatitis B y C. Durante la fase
de estado será recomendable un tratamiento sintomático, sin restricciones dietéticas excesivas y
aconsejando una actividad física acorde al estado del paciente. Es aconsejable un reposo relativo.
No existe tratamiento específico alguno; de todos modos, existen datos que sugieren que el
tratamiento con interferón en la hepatitis aguda C disminuye la evolución de la misma hacia la
cronicidad.
Profilaxis
Además de las medidas higiénicas ya comentadas en cada caso, las hepatitis A y B podrán prevenirse
activamente mediante el uso de vacunas específicas, de virus inactivados la primera y de
recombinación genética la segunda. La estrategia de vacunaciones contra los distintos virus
dependerá del contexto epidemiológico; en el momento actual está definida de forma diferente
según las distintas comunidades autónomas. La vacuna contra el VHA suele recomendarse a los
grupos de riesgo (viajeros a zonas endémicas, homosexuales, manipuladores de alimentos, personal
de guardería). No está sobradamente probada la necesidad de vacunar a los pacientes afectos de
hepatitis crónica por VHB o VHC. La vacuna contra el VHB es de recomendación obligatoria según la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y se aplica de forma sistemática al nacer o en edad
preadolescente, según los distintos calendarios autonómicos. La vacuna combinada A + B ha mostrado
una eficacia igual que las dos por separado, lo que puede facilitar en un futuro la indicación de una
pauta de vacunación conjunta.
Hepatitis autoinmune
La hepatitis autoinmune comienza en el 25% de las ocasiones como un brote agudo de necrosis
hepática indistinguible de cualquier hepatitis aguda de otra etiología. Es más frecuente en mujeres,
existiendo dos picos de máxima incidencia: en la juventud y en la menopausia. La bilirrubina sérica
suele estar elevada, existiendo de todos modos formas anictéricas. Deberá sospecharse en aquellos
casos negativos para los distintos agentes víricos, sin consumo de fármacos potencialmente
hepatotóxicos y con un alto nivel de gammaglobulinas y positividad para los anticuerpos
antinucleares, antimúsculo liso o anti-LKM.
ABSCESO HEPÁTICO
Los abscesos hepáticos son colecciones purulentas formadas en el parénquima hepático, como
consecuencia de una infección de origen bacteriano (Piógeno), fúngico (Cándida albicans) y
parasitario (Entamoeba histolytica). Esta infección puede diseminarse al hígado a través de
diferentes vías, entre ellas:
1. Biliar (40%): Por sobreinfección, secundaria a un obstáculo en el drenaje de la bilis que
favorece a la difusión bacteriana intraparenquimatosa con formación de múltiples abscesos,
afectando a ambos lóbulos hepáticos en el 90% de los casos.
2. Portal (25%): Secundarias a un foco séptico intraabdominal o deficientemente tratado
(sigmoiditis, colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn, cánceres sobreinfectados y
pancreatitis). Existe trombosis de una aferencia venosa portal en contacto con el foco
infeccioso primario que origina una bacteriemia y siembra hepática, suelen ser únicos y el
65% afecta al lóbulo derecho, el 12 % afecta al lóbulo izquierdo y el 23% afecta a ambos
lóbulos hepáticos.
3. Idiopático (20%): En pacientes diabéticos puede aparecer abscesos criptogenéticos de
origen no identificable.
4. Por contigüidad (25%): Post-traumáticos o post-quirúrgico.
Etiología
1. Abscesos hepáticos amebianos: (AHA): Es la acumulación de pus en el hígado a
consecuencia de una infección extraintestinal por Entamoeba histolytica. Puede
presentarse varios meses después de visitar una zona endémica, y sus manifestaciones
clínicas son inespecíficas, de modo que su diagnóstico no siempre es fácil.
Patogenia
El absceso hepático amebiano es causado por el Entamoeba histolytica. Este
parásito causa la amebiasis, una infección intestinal llamada disentería amebiana.
Después de que ha ocurrido una infección, el parásito puede ser transportado a
través del torrente sanguíneo desde los intestinos hasta el hígado.
La amebiasis se disemina por consumir agua o alimentos contaminados con materia
fecal. En algunas ocasiones, esto se debe al uso de excrementos humanos como
fertilizantes. La amebiasis también se disemina por el contacto directo entre
personas.
Los factores de riesgo que predisponen al absceso hepático amebiano son:
Algún viaje reciente a una región tropical.
Alcoholismo.
Cáncer
Inmunodeprimidos (VIH/SIDA)
Desnutrición
Edad avanzada
Embarazo
Uso de esteroides
Manifestaciones clínicas
Dolor abdominal, sobre todo en el hipocondrio derecho.
Fiebre y escalofríos
Diarrea sin sangre
Malestar general
Tos
Hipo
Sudoración
Pérdida de peso
Pérdida del apetito
Al examen físico se puede encontrar:
Fiebre
Ictericia
Taquicardia
Taquipnea
Palidez mucocutánea
Hepatomegalia dolorosa
Disminución del murmullo vesicular
Complicaciones
El absceso hepático amebiano puede romperse y drenarse hacia la cavidad abdominal
(peritonitis fulminante), revestimiento de los pulmones y saco alrededor del
corazón, incluso puede llegar al cerebro.
Diagnóstico
Análisis de laboratorio
Hemograma completo
Anemia moderada
Hipoalbuminemia
Leucocitosis
Neutrofilia
Velocidad de sedimentación globular (VSG) aumentada
Función hepática
Aumento de la fosfatasa alcalina y transaminasas
Prolongación del tiempo de protrombina
Coprocultivo
Exámenes radiológicos
Ecografía (primera elección)
Lesiones mayores de 1,5cm
No produce irradiaciones
Establece el diagnóstico diferencial de litiasis vesicular
Radiografía de tórax
Elevación del hemidiafragma derecho
Reacción pleural con borramiento del seno costofrénico y
cardiofrénico
Neumonitis y atelectasia
Radiografía de abdomen
Hepatomegalia con rechazo del estómago o asas intestinales
Presencia de gas que indica la colonización de bacterias
productoras
Tomografía computarizada
Tratamiento
Los antibióticos, como Metronidazol o Tinidazol son el tratamiento usual para un
absceso hepático. Igualmente, existe un fármaco, como Paromomicina o Diloxanida,
para eliminar todas las amebas en el intestino, con el fin de prevenir la reaparición
de la enfermedad.
En algunas ocasiones, es posible que sea necesario drenar el absceso utilizando un
catéter o mediante una cirugía para aliviar un poco el dolor abdominal y para
incrementar las posibilidades que el tratamiento tenga éxito.
2. Abscesos hepáticos piógenos (AHP): Es la acumulación de pus en el hígado a consecuencia
de una infección por gérmenes gramnegativos y anaerobios grampositivos, con mayor
frecuencia a la Escherichia coli, seguida de Enterococcus faecalis, Klebsiella y Proteus
vulgaris. La edad de presentación oscila entre los 40 a 60 años, con mayor predisposición en
el sexo femenino.
Etiología
Múltiples factores promueven la formación del absceso y llevan a una fagocitosis
inadecuada y a una pobre depuración de los microorganismos. Los factores de
virulencia bacteriana, activación de complemento, depósito de fibrina y secuestro
microbiano son neutrófilos contribuyen a la formación del absceso.
Manifestaciones clínicas
Dolor en el hipocondrio derecho
Dolor referido en el hombro derecho
Heces color arcilla
Orina turbia
Fiebre y escalofríos
Sudoración nocturna
Pérdida de apetitito
Pérdida de peso
Náuseas
Vómitos
Ictericia
Fiebre
Diagnóstico
Análisis de laboratorio
Hemograma completo
Anemia moderada
Hipoalbuminemia
Leucocitosis
Neutrofilia
Elevación de vitamina B12
Velocidad de sedimentación globular (VSG) aumentada
Función hepática
Aumento de la fosfatasa alcalina y transaminasas
Elevación de la bilirrubina
Alargamiento del tiempo de protrombina
Coprocultivo
Exámenes radiológicos
Radiografía de abdomen
Hepatomegalia
Joroba diafragmática derecha
Derrame pleural
Ecografía
Zonas hiperecógenas o hipoecógenas heterogéneas mal
definidas
Sombras microburbujas de gas producida por gérmenes
anaerobios
Tomografía computarizada
Resonancia magnética
Tratamiento
El tratamiento de elección de los abscesos hepáticos piógenes (cobertura
antibiótica de instauración temprana asociada a drenaje percutáneo) proporciona la
curación de la mayoría de los pacientes, con una tasa de complicaciones del 4 al 11 %.
La terapia antibiótica se hará de acuerdo con el foco infeccioso inicial (conocido o
supuesto) y los gérmenes habituales responsables. La colocación de un catéter para
drenar el absceso se hace por vía percutánea, guiada por radiología. El drenaje
quirúrgico (cirugía abierta) se lleva a cabo si fracasa el percutáneo, existen
contraindicaciones (trastornos de coagulación, ascitis, abscesos múltiples de tamaño
pequeño y riesgo de dañar una estructura vital), enfermedades asociadas
subsidiarias de cirugía o en los abscesos que muestran ruptura o hemorragia. El
abordaje por vía laparoscópica es una alternativa a la cirugía convencional.
PANCREATITIS