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A)
INTRODUCCIÓN
Las hepatitis virales son infecciones sistémicas cuya principal manifestación es hepática. Los
agentes etiológicos son los virus de la hepatitis A, B, C, D y E que son primariamente hepatotropos,
es decir que infectan y se replican casi exclusivamente en el hígado. Otros virus tales como los
virus de la familia de los herpes (citomegalovirus, Epstein-Barr virus, herpes simple, varicela zóster
virus) pueden causar ocasionalmente cuadros de hepatitis pero no son hepatotropos primarios. En
este capítulo se desarrollarán únicamente las hepatitis virales ocasionadas por el primer grupo.
Cada uno de los cinco virus pertenece a una familia distinta y posee características propias que
determinarán patrones epidemiológicos, clínicos y pronósticos variables. La infección puede
presentarse bajo las siguientes formas clínicas: aguda o crónica.
B)
OBJETIVOS
C)
CONTENIDOS
1) Generalidades
2) Hepatitis A
3) Hepatitis B
4) Hepatitis C
5) Hepatitis D y E
6) Diagnóstico y manejo de la hepatitis aguda
7) Diagnóstico y manejo de la hepatitis crónica
MEP Texto modificado del original “Hepatitis viral” de Adrián Gadano, Omar Galdame, Sebastián
Marciano y “Hepatitis viral” de Sergio Terrasa. Supervisión editorial Paula Carrete
Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano de Buenos Aires
GENERALIDADES
1
Hepatitis aguda
Se define como aguda a aquella hepatitis en la cual se elimina el virus en menos de seis meses. La
mayoría de las hepatitis virales agudas cursan en forma asintomática o en forma de un síndrome
viral inespecífico sin ictericia. Menos frecuentes son las que se presentan con los síntomas
clásicos: ictericia, astenia, dolor en hipocondrio derecho y náuseas. Con menos frecuencia pueden
observarse manifestaciones extrahepáticas como rash, artritis y nefritis.
La hepatitis aguda se caracteriza por una marcada elevación de las transaminasas (TGO y TGP).
El valor de estas enzimas no es predictor de severidad y pueden persistir elevadas durante varios
meses en el transcurso de un periodo de recuperación normal. Habitualmente la resolución de los
síntomas y de las transaminasas se produce en menos de seis meses. Con frecuencia, los
síntomas mejoran antes del descenso de las transaminasas. En la hepatitis aguda también se
eleva la bilirrubina cuyo nivel máximo de elevación se correlaciona con la duración de la
enfermedad.
El principal riesgo durante una hepatitis aguda es el desarrollo de insuficiencia hepática aguda que
se asocia a una elevada mortalidad. Por lo tanto es fundamental la evaluación de los parámetros
de función hepática en el momento del diagnóstico y durante el seguimiento. Esto se realiza de
manera simple con el examen físico en busca de signos de encefalopatía y desde el laboratorio
con la medición del tiempo de protrombina. En el caso de los niños el diagnóstico de encefalopatía
puede ser difícil y requerir una alta sospecha clínica.
Las hepatitis agudas tienen características clínicas similares, independientemente del virus que las
provoca. La mayoría de los brotes de hepatitis aguda se deben al virus de la hepatitis A o en
algunos países subdesarrollados al virus de la hepatitis E. Ni la hepatitis A ni la E evolucionan a la
cronicidad.
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La morbimortalidad de las hepatitis B, C y D está dada principalmente por el riesgo de evolución a
la cronicidad luego de la infección aguda.
Hepatitis crónica
Al igual que los pacientes con hepatitis aguda, los pacientes con hepatitis crónica pueden presentar
manifestaciones extrahepáticas. Desde el punto de vista del laboratorio pueden o no presentar
alteraciones. Es importante mencionar que un gran número de pacientes con hepatitis viral crónica
o con cirrosis de etiología viral pueden presentar hepatogramas normales, por lo que ante la
sospecha de infección crónica deben solicitarse estudios serológicos específicos (ver luego).
Hepatitis fulminante
La hepatitis fulminante (falla hepática fulminante, insuficiencia hepática aguda grave) es un cuadro
de necrosis masiva hepática en el que se desarrolla insuficiencia hepática grave que se manifiesta
por encefalopatía y disminución del tiempo de protrombina. Sus causas pueden ser virales o no.
Entre las causas virales los virus de las hepatitis A y B son los más frecuentemente implicados en
nuestro medio. Habitualmente la hepatitis fulminante ocurre en el contexto de una hepatitis aguda,
pero puede también observarse en casos de hepatitis crónicas reagudizadas (como puede ocurrir
durante la hepatitis B crónica). Otro escenario posible es la hepatitis agudas por un virus
determinado en paciente con hepatitis crónica por otro virus (ejemplo: hepatitis A aguda en un
paciente con hepatitis C crónica).
La hepatitis fulminante es una indicación de trasplante ya que su mortalidad es mayor del 70%.
Representa el 2 por 1000 de las hepatitis ictéricas.
La incorporación de las vacunas contra los virus de las hepatitis A y B en el calendario nacional de
vacunación ha logrado una marcada reducción en la incidencia de las hepatitis agudas y, por lo
tanto, de los casos de hepatitis fulminante por estos virus. Esto ha sido más notorio con la hepatitis
A. La hepatitis B aguda continúa siendo frecuente ya que parte de la población en riesgo de
padecerla no está vacunada aun. Probablemente, en la actualidad, en nuestro medio, la principal
causa de hepatitis fulminante de etiología viral sea la secundaria a la infección por el virus de la
hepatitis B.
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HEPATITIS A
2
Hasta hace pocos años, la hepatitis A (HA) era la principal causa de hepatitis aguda y de hepatitis
fulminante en niños en nuestro medio y en la mayoría de los países subdesarrollados. Como se
mencionó previamente, la incorporación de la vacuna en el calendario nacional ha generado un
impacto notable en la reducción de casos.
El virus de la hepatitis A (VHA) es un RNA virus del género de los hepatovirus de la familia
picornaviridae. Se han identificado siete genotipos. Los anticuerpos generados una vez resuelta la
infección por cualquiera de los genotipos confieren inmunidad duradera para el resto.
Epidemiología
La transmisión es por vía fecal-oral ya sea por ingestión de alimentos o agua contaminada o por
contacto directo persona-persona. Infrecuentemente puede ocurrir transmisión parenteral o vertical-
perinatal. El principal factor de riesgo para la infección por VHA es residir en un área endémica y
con medidas de saneamiento no óptimas. Los drogadictos endovenosos, los portadores del virus
de la inmunodeficiencia adquirida (VIH) y los hombres que tienen sexo con hombres tienen además
un riesgo aumentado de infección por VHA.
Argentina es en un área endémica de infección por VHA. La prevalencia de anticuerpos IgG anti
VHA varía según la edad y el nivel socioeconómico. En el año 1996, Gentile y col. encontraron los
siguientes datos en un estudio de prevalencia de IgG anti VHA en una población sana de 1 a 40
años correspondiente a 1500 personas concurrentes a hospitales públicos: prevalencia global
54.6%, en Capital Federal 37%, en Gran Buenos Aires 55.7%, en pacientes con nivel
socioeconómico bueno 38.3%, regular 57.4% y malo 54.4%. Estudios seroepidemiológicos
realizados en diferentes regiones de Argentina en menores de 10 años muestran que en Tucumán
la seroprevalencia de IgG anti VHA es 81%, en San Justo (conurbano bonaerense) 64% y en
Rosario 44%. En otro estudio argentino (Ciocca y col. 2000) y que incluyó 3120 niños con hepatitis
aguda, el VHA fue el agente causal del 93% de los casos. Estos datos son previos a la
implementación de la vacuna en el calendario nacional.
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Historia natural
Luego del contagio la viremia es transitoria. La eliminación del virus por la materia fecal se extiende
desde aproximadamente una semana antes del comienzo de la ictericia hasta una a dos semanas
después de la desaparición de la misma. Este patrón, sumado a la estabilidad de la partícula viral,
es responsable del modo de transmisión persona a persona (fecal-oral).
Presentación clínica
Los síntomas más frecuentes son: fatiga, anorexia, náuseas. El dolor abdominal intenso no es
frecuente y debe hacer pensar en otra causa de hepatitis aguda u otro diagnóstico alternativo (por
ejemplo, cólico biliar). Más infrecuentemente puede presentarse con fiebre, diarrea, cefalea y
manifestaciones extrahepáticas (urticaria, rash, etc.).
Los niños tienen menos manifestaciones clínicas que los adultos (más del 80% de los menores de
5 años son asintomáticos). El clásico síndrome de ictericia, coluria y acolia es más frecuente en los
adultos que en los niños. Entre el 70-80 % de los pacientes adultos desarrolla ictericia y
hepatomegalia.
Los pacientes sintomáticos siempre son positivos para IgM anti VHA y su negatividad
descarta el diagnóstico (sensibilidad mayor al 99%).
En la medida en que mejoran las condiciones sanitarias, los casos de infección por VHA se hacen
más visibles ya que al no haberse contagiado de niños, hay más adultos susceptibles y, por lo
tanto, más hepatitis ictéricas.
El 85% de los pacientes se encuentra asintomático y con hepatograma normal a los tres meses. Es
excepcional que persistan con manifestaciones clínicas a los seis meses. La infección por VHA
nunca evoluciona a la cronicidad.
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Diagnóstico
El diagnóstico de hepatitis A aguda se confirma ante la detección de IgM anti VHA que se positiviza
dos a seis semanas luego de la exposición. Al resolverse la enfermedad aguda, el único marcador
serológico que perdura es la IgG anti VHA, que se mantiene toda la vida y confiere inmunidad
duradera. Es importante tener en cuenta que durante una infección aguda, la aparición de la IgG
anti VHA ocurre casi paralelamente con la IgM anti VHA desde el inicio de los síntomas o junto con
la elevación de las transaminasas. Por esto, en la evaluación etiológica de una hepatitis aguda el
hallazgo de IgG anti VHA puede no necesariamente implicar inmunidad previa. Esto remarca la
importancia de solicitar IgM anti VHA para hacer diagnóstico correcto de HA aguda.
Tratamiento y Prevención
No existe un tratamiento específico para la HA. Sin embargo 11 a 22 % de los pacientes requieren
internación por diversas causas (retrasos en el diagnóstico, manejo de los síntomas, hidratación y,
menos frecuentemente, por formas severas de HA aguda).
El virus, que sobrevive varias horas en manos, ropas o fómites, puede inactivarse con una solución
de lavandina al 1% en agua o al exponerse a temperaturas mayores a 85°C durante un minuto. Por
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esto es fundamental el cuidado que debe tener la familia del paciente con HA aguda con respecto a
la higiene personal y de los baños, después de la defecación. Este punto es particularmente
importante en escuelas, donde no está indicado suspender las clases cuando haya ocurrido un
caso, pero sí extremar las medidas de precaución, optimizando la higiene con lavandina y, por
ejemplo, aconsejando a las autoridades escolares que se habilite un solo retrete para defecar (sólo
el 5% de las idas al baño en la escuela son para defecar) lo que permitirá al personal de limpieza
(generalmente desbordado) que verdaderamente lo limpie.
La vacuna anti HA está incluida en el calendario nacional de vacunación desde 2005. Es una
vacuna a virus inactivado altamente efectiva logrando una seropositividad del 95 al 97% con una
dosis y del 100% con dos dosis. Actualmente el calendario de vacunación contempla una dosis al
año de vida dejando a criterio del médico indicar una segunda dosis a los seis meses (esto se
encuentra bajo revisión y es probable que en el futuro las dos dosis sean incluidas en el calendario
de vacunación.
HEPATITIS B
3
El virus de la hepatitis B (VHB) es un DNA virus perteneciente a la familia los hepadnavirus. Se han
identificado ocho genotipos distintos (A a H) con distinta distribución geográfica. Los anticuerpos
generados una vez resuelta la infección por cualquiera de los genotipos confieren inmunidad
duradera para el resto. En Argentina predominan los genotipos A, D y F.
Epidemiología
El VHB tiene una distribución mundial. Según la frecuencia de detección del antígeno de superficie
del VHB (HBsAg) en una población determinada, esta puede ser clasificada como área de baja,
mediana o alta prevalencia. El 75% de los casos se concentran en ciertas aéreas de Asia y África.
Argentina es considerada un área de baja endemicidad con una prevalencia de alrededor de
alrededor de 1 a 2%. Como veremos más adelante, la mayoría de las infecciones por el VHB en los
adultos resuelven espontáneamente y no evolucionan a la cronicidad. Por lo tanto, para definir
prevalencia se tiene en cuenta la detección del HBsAg, que determina infección presente. Si se
quisiera determinar qué porcentaje de la población ha tenido contacto con el virus se debería
determinar la presencia del anticuerpo anticore (ver luego) cuya prevalencia en Argentina es del
6%.
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El VHB es un virus de trasmisión perinatal, parenteral y sexual. Por cualquiera de las vías es
significativamente más contagioso que el virus de la Hepatitis C (VHC) y el virus de la
inmunodeficiencia huma (VIH).
Una proporción significativa de pacientes con infección por VHB no presentan factores de riesgo.
Este dato es de crucial importancia al decidir a qué pacientes se solicitará un test de rastreo, ya
que si decidimos solicitarlo en los pacientes con factores de riesgo, dejaríamos sin diagnosticar a
un porcentaje importante de los infectados. Lo mismo ocurre para la infección por en VHC (ver
luego).
Aquí describimos los diferentes marcadores serológicos de la HB. Más adelante describimos cómo
se presentan según la etapa de la enfermedad.
El antígeno HBs (HBs Ag), también llamado antígeno de superficie o antígeno australiano, es la
proteína estructural de la envoltura viral. Aparece en la sangre del paciente infectado
aproximadamente seis semanas después del contagio, cuatro a seis semanas antes de iniciarse
la ictericia y una a dos semanas antes de que comience cualquier síntoma. Desaparece del suero,
habitualmente, después de seis a doce meses. Si no desaparece al cabo de doce meses luego de
la infección aguda, el paciente se convierte en portador crónico de HBs Ag.
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Los tests que permiten detectar el HBs Ag y el anti HBs Ag tienen el 98% de
sensibilidad y el 98% de especificidad.
Con frecuencia, el anti HBs Ag persiste de por vida y confiere protección contra la
cronicidad y la reinfección. Ser anti HBs Ag positivo indica infección resuelta, es decir,
implica que el paciente no evolucionó ni va a evolucionar a la cronicidad. Ser anti HBs
Ag negativo luego de varios meses de una HB aguda, habitualmente, implica evolución
a la cronicidad.
Otra proteína del VHB es el antígeno core. Es una proteína celular viral no estructural presente
en el hígado que no se secreta ni en el período agudo ni en el crónico y, por lo tanto, no se
detecta en el suero. La detección por medios inmunohistoquímicos en la biopsia es marcadora de
replicación activa. A pesar de que no se secreta, genera una respuesta inmune (anticuerpos
anticore).
Por eso, la determinación de la IgM anticore es útil en el período de ventana. La IgM anticore se
vuelve indetectable luego de cuatro a seis meses del cese de la replicación viral con o sin
aparición del anti HBs Ag. La respuesta IgG anticore es más persistente y se mide como anticore
total. Se infiere cuando la IgM es negativa y el total es positivo. La IgG anticore persiste de por
vida pero no confiere protección contra la evolución a la cronicidad. Se encuentra tanto en
pacientes que tuvieron HB y se curaron (anti HBs Ag positivos) como en los que tienen hepatitis
crónica. El dosaje de anticore total (IgG e IgM) detecta a todas (sensibilidad del 100%) las
personas que estuvieron en contacto con el virus de la HB (infección actual o pasada, curada o
no).
El antígeno e (HBe Ag) es una proteína no estructural secretada por el hígado durante la
replicación viral activa. La presencia de HBe Ag en un paciente infectado crónicamente por el
VHB indica que el virus se está replicando activamente y que hay alta cantidad de viriones
circulantes. Se correlaciona con un peor pronóstico y una mayor contagiosidad. No tiene utilidad
alguna detectarlo en la etapa aguda ya que aparece en todos los pacientes. Sin embargo, su
persistencia más allá de los tres meses aumenta la chance de evolución a la cronicidad.
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La respuesta humoral al HBe Ag es el anticuerpo anti HBe Ag. La aparición de este anticuerpo
en un portador del HBs Ag sugiere el final del estado replicativo.
La medición del ácido desoxirribonucleico (ADN) viral (ADN VHB) refleja la presencia de
partículas intactas infecciosas. Es de importancia pronóstica respecto de la respuesta al
tratamiento farmacológico.
Historia Natural
El periodo de incubación varía entre 35 y 150 días (promedio 75). La HB aguda es asintomática en
la mayoría de los casos, ya que sólo 10% de los niños menores de cinco años y 30% de los niños
mayores de cinco años y adultos desarrollará síntomas. La falla hepática fulminante es infrecuente,
observándose en alrededor del 1% de los casos.
Un porcentaje variable evolucionará a la infección crónica (persistencia del HBsAg por más de seis
meses), dependiendo de la edad al contagio y de la vía de contagio. En los casos de trasmisión
perinatal, más del 90% de los neonatos evoluciona a la cronicidad. En casos de trasmisión
horizontal en la infancia (contacto íntimo entre niños) alrededor del 30% desarrolla HB crónica. En
el otro extremo, sólo 5% de los pacientes contagiados luego de los cinco años de edad
evolucionará a la cronicidad. Esta variabilidad se encuentra determinada por la madurez del
sistema inmunológico, que en el caso de los neonatos y de los niños menores de cinco años refleja
la incapacidad de reconocer al virus como no propio favoreciendo la persistencia del mismo.
Establecida la HB crónica existen cuatro fases con claras implicancias pronósticas y terapéuticas:
Inmunotolerancia: esta fase ocurre únicamente en los pacientes que adquieren la infección en la
infancia (perinatal u horizontal). Como se mencionó previamente estos pacientes presentan
inmadurez del sistema inmunológico y por esto conviven con el virus sin despertar una respuesta
antiviral. Como el VHB no es citopático y el daño ocurre principalmente ocasionado por la propia
respuesta antiviral que destruye los hepatocitos, esta fase se caracteriza por presentar elevada
carga viral con nulo o mínimo daño hepático. La duración de esta fase puede ser de hasta cuatro
décadas y evoluciona de manera espontánea a la fase siguiente cuando la maduración del sistema
inmunológico genera reconocimiento del virus e intenta eliminarlo. En nuestro país y en el resto de
los países con baja endemicidad no suele observarse esta fase.
Fase de portador inactivo: esta fase sucede a la previa y ocurre cuando la respuesta antiviral es
suficiente como para disminuir la carga viral y generar anticuerpos anti e (anti HBe Ag). Estos
pacientes presentan mínimo riesgo de progresar la enfermedad hepática o de desarrollar
hepatocarcinoma, pero al evolucionar de una fase de inmunoeliminación de duración variable
pueden presentar distintos grados de compromiso hepático. Un porcentaje variable de estos
pacientes se encuentra en fase de cirrosis, y por lo tanto puede presentar las complicaciones de
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esta entidad, independientemente de que exista replicación viral. Los pacientes en esta fase
pueden evolucionar de algunas de las tres siguientes formas: 1) Permanecer como portadores no
replicativos (situación deseable y de buen pronóstico); 2) Reactivar la replicación viral con el virus
salvaje (sin mutar) y retroceder a la fase de inmunoeliminación (poco frecuente) o 3) Reactivar la
replicación viral por generarse un virus mutante y avanzar a la próxima fase. Esto ocurre por la
presión inmunológica sostenida, que puede generar una mutación en el ADN del virus (mutación
del precore) que hace que el virus no sea capaz de sintetizar HBe Ag y escape a la respuesta del
huésped.
Fase de inmunoescape (hepatitis crónica antígeno e negativa): esta fase ocurre luego de la
fase de portador inactivo (o más raramente directamente sucede a la fase de inmunoeliminación).
La respuesta antiviral de esta fase, al igual que lo que ocurre en la fase de inmunoeliminación,
pone al paciente en riesgo de progresión de la enfermedad hepática.
En cualquiera de las fases mencionadas el virus persiste y por lo tanto todos los pacientes son HBs
Ag positivos. La eliminación espontánea del HBs Ag (resolución de la HB B) es improbable una vez
establecida la HB crónica (la probabilidad anual de que esto suceda es de tan solo 0.5 a 2%.
En todos los pacientes que resuelven una HB crónica (espontáneamente o con tratamiento) o
incluso en los que resuelven una HB aguda, puede detectarse por técnicas moleculares
persistencia del virus integrado al genoma de los hepatocitos. Por lo tanto, por más que estas
situaciones se asocian al desarrollo de anti HBs Ag y a la eliminación del HBs Ag es controvertido
hablar de HB “curada” y se prefiere utilizar el término “resuelta”.
Presentación clínica
Los síntomas generales de la hepatitis aguda y crónica fueron descriptos previamente. Solamente
50% de los infectados en la edad adulta desarrolla ictericia. Si se presentan síntomas, estos duran
cuatro a seis semanas. El riesgo de hepatitis fulminante en los pacientes con enfermedad
sintomática (ictericia) es 0.2 al 1%. La HB puede tener las siguientes manifestaciones
extrahepáticas: artritis aguda (10% de los casos), rash, panarteritis nodosa, glomerulonefritis
membranoproliferativa y extramembranosa, derrame pleural, neumonitis, pericarditis, miocarditis,
pancreatitis, acrodermatitis, crioglobulinemia, miopatía y síndrome de Guillain Barré.
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Diagnóstico
Hepatitis B (HB) aguda: ante la sospecha de una HB aguda debe solicitarse antígeno de
superficie (HBs Ag) y anticuerpo anticore de tipo IgM (IgM anticore). El HBs Ag aparece en el
paciente infectado aproximadamente seis semanas después del contagio y cuatro a seis semanas
antes de la ictericia. Desaparece habitualmente luego de seis meses. Si no desaparece al cabo de
seis meses luego de la infección aguda el paciente se debe considerar portador crónico del virus
de HB. La desaparición del HBs Ag en los meses siguientes a la infección aguda es seguida de un
aumento de los títulos del anticuerpo antiantígeno de superficie (Anti HBs Ag). Un porcentaje
variable de pacientes negativiza el HBs Ag sin positivizar el anti HBs Ag. Existe un periodo de
ventana durante el cual ni el HBs Ag ni el anti HBs Ag son detectables. La IgM anticore aparece
tempranamente en el curso de la infección, varias semanas luego de la aparición del HBs Ag y se
vuelve indetectable luego de cuatro a seis meses del inicio de los síntomas, independientemente
de que ocurra la curación. Ante la sospecha de HB aguda no debe solicitarse antígeno e (HBe Ag),
anticuerpo anti antígeno e (anti HBe Ag) ni carga viral excepto en las situaciones en las que no sea
claro si se trata de una HB aguda o crónica.
Hepatitis B resuelta: se caracteriza por la presencia inicial de anticuerpos anticore (totales o IgG)
y anti HBs Ag.
Hepatitis B crónica: los pacientes presentan HBs Ag (por más de seis meses consecutivos) y
anticore total o IgG positivos. Para evaluar en qué fase de la infección crónica se encuentra cada
paciente debe solicitarse HBe Ag, anti HBe Ag y carga viral para HB.
Paciente vacunado para HB: desarrolla anti HBs Ag y el resto de los marcadores son negativos.
Se considera protector a un título superior a 10 mU/ml
Con frecuencia, al evaluar a pacientes con sospecha de HB puede encontrarse que solo el
anticore (total o IgG) es positivo y que el HBs Ag y el anti HBs Ag son negativos. En la actualidad
la mayoría de estos casos corresponden pacientes han tenido HB resuelta y que no han
desarrollado anti HBs Ag o cuyos títulos han descendido con el paso del tiempo. También puede
reflejar falsos positivos del anticore, especialmente si su positividad se encuentra en el límite del
valor de corte. Más infrecuentemente se puede tratar de una HB crónica con baja replicación viral
(infección B oculta) o de una HB resuelta con pérdida del anti HBs Ag.
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Los cuadros 1 y 2 resumen los distintos patrones serológicos.
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Cuadro 2: otros patrones serológicos de la infección por virus de la HB
Prevención
Sin duda, la inmunización es la estrategia más eficaz. Las siguientes son medidas generales de
prevención para evitar el contagio de la HB: rastrear a todas las embarazadas con HBsAg y a
todos los donantes de sangre con anticore y HBs Ag, usar material descartable (incluyendo
jeringas y agujas en drogadictos), no compartir cepillos de dientes, rasuradoras, etc., manipular
con cuidado las muestras de fluidos corporales (precauciones universales), mantener relaciones
sexuales con preservativo en parejas no estables y lavarse las manos luego de estar en contacto
con los pacientes.
Inmunización
En los recién nacidos de madre infectada (debe rastrearse a todas las embarazadas mediante el
dosaje de HBs Ag) debe administrarse una dosis de gamaglobulina hiperinmune
concomitantemente a la vacuna,
Luego de la aplicación de tres dosis la vacuna induce anticuerpos protectores (anti HBs Ag mayor o
igual a 10 mlU/mL) en más del 90% de los adultos sanos y en más del 95% de los lactantes, niños
y adolescentes.
Los grupos de alto riesgo con indicación de recibir la vacuna (si no la recibieron según el calendario
de vacunación) se enumeran en el cuadro 7.
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En los niños y adolescentes que han sido correctamente vacunados parecería no ser necesario
administrar una dosis de refuerzo (“booster”) de vacuna antihepatitis B. En un estudio realizado en
el Hospital de Niños de Buenos Aires, Ricardo Gutiérrez, se observó que 48,6% de los niños
vacunados durante el primer año de vida no conservaban títulos protectores a los cinco años de
vacunados. Sin embargo, 90% de ellos respondió elevando los títulos por encima de 100 mUI/mL
luego de una dosis de refuerzo. En estudios realizados en personal de salud se observó que,
aunque el 30% de los vacunados tenía niveles menores a 10mUI/mL (presuntamente protectores)
a los quince años de haberse vacunado, todos presentaban una excelente respuesta a la vacuna
de refuerzo. Se cree que esta respuesta al “booster” es similar a la que provocaría una verdadera
exposición al virus. En definitiva, la vacuna otorga protección aún después de los diez años de su
aplicación. Aunque los anticuerpos se tornen indetectables, si el paciente tiene una exposición al
virus B, los linfocitos se activarían produciendo anticuerpos protectores. Por el momento, no se
recomienda realizar una dosis de refuerzo o “booster” en personas inmunocompetentes.
Tratamiento
En todo paciente con infección por el VHB debe descartarse la coinfección por virus de la
hepatitis C y VIH. En todos los casos también debe solicitarse una VDRL para descartar
sífilis.
2) Antivirales
a) Análogos de nucleós(t)idos: amivudina (LAM), telvibudina (LdT) y eEntecavir (ETV).
b) Análogos de nucleótidos: adefovir (ADV), tenofovir (TDF).
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En líneas generales los candidatos a tratamiento son aquellos pacientes con HB crónica que se
encuentran en las fases de inmunoeliminación o en la fase de inmunoescape y que hayan
desarrollado o se encuentren en riesgo de desarrollar enfermedad hepática significativa. Existe
algún grado de discrepancia entre las distintas entidades internacionales con respecto al momento
en el que debe indicarse el tratamiento (ver cuadro 3). Una vez determinado que el paciente tiene
indicación de tratamiento debe definirse en forma individualizada quél droga es la más adecuada
evaluando la posibilidad de respuesta y los riesgos y beneficios asociados a cada una de ellas. Por
el momento, el tratamiento se realiza con una sola droga (interferón o análogos de núcleos(t)idos),
excepto en casos de resistencia a antivirales.
EASL 2009
> 2000 > VNM > 2000 > VNM
(Europa)
APASL 2008
≥ 20.000 > 2 x VNM ≥ 2000 > 2 x VNM
(Asia)
≥ 2 x VNM o
> 2 x VNM o biopsia
AASLD 2009 biopsia con
> 20.000 con daño ≥ 20.000
(Estados Unidos) daño
significativo
significativo
VN: valor normal máximo, >: mayor; ≥: mayor o igual
Los análogos de núcleos(t)idos tienen la ventaja de ser muy bien tolerados y de poder
administrarse en pacientes con cirrosis descompensada. Sus principales limitaciones son el
desarrollo de resistencia (principalmente con el uso de LAM, LdT y ADV) y la necesidad de
tratamientos por periodos prolongados o de por vida.
HEPATITIS C
4
La infección crónica por el VHC es la principal causa de cirrosis y hepatocarcinoma en la mayoría
de los países (excepto en el sudeste asiático y ciertas regiones de África donde la principal causa
es la HB crónica). En Argentina es la principal causa de cirrosis, hepatocarcinoma y trasplante
hepático.
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El virus de la hepatitis C (VHC) es un RNA virus perteneciente a la familia los flavivirus. Se han
identificado seis genotipos distintos (1 a 6) con distinta distribución geográfica. Las variaciones en
los genotipos son un obstáculo para el desarrollo de vacunas y son relevantes respecto de la
respuesta al tratamiento. Los anticuerpos generados como respuesta no son protectores de la
reinfección. En Argentina predomina el genotipo 1.
Epidemiología
El VHC es un virus de transmisión parenteral, menos contagioso que el VHB pero más que el VIH.
En los últimos años se han logrado importantes avances en la prevención de la transmisión del
VHC, principalmente en el área de las transfusiones, gracias al uso de materiales punzo-cortantes
descartables y de las medidas de prevención implementadas en las unidades de hemodiálisis. En
Argentina desde diciembre de 1993 se realiza detección de anticuerpos anti VHC a los donantes de
hemoderivados, por lo que hoy en día es infrecuente el contagio asociado a las transfusiones. En la
actualidad la mayoría de los casos nuevos ocurre en drogadictos endovenosos, pero los
consumidores de cocaína nasal también presentan un riesgo aumentado.
La trasmisión madre-hijo ocurre perinatalmente y no por vía vertical. El riesgo de trasmisión en
estos casos está en relación con la carga viral materna y se estima cercano al 5%. No se ha
demostrado trasmisión asociada a la lactancia.
El riesgo de trasmisión sexual también es bajo y se calcula que es de alrededor del 4%. El riesgo
parecería ser mayor en las prácticas sexuales traumáticas y en los hombres que mantienen sexo
con hombres. La prevalencia de la infección por el VHC en el personal de salud es la misma que
en la población general por lo que no se considera un factor de riesgo significativo. El riesgo de
contagio luego de un accidente punzante con elementos contaminados es del 3 al 10%. Los
tatuajes y los “piercings” son factores de riesgo reconocidos pero poco evaluados.
La trasmisión asociada a los trasplantes has disminuido por la utilización de métodos sensibles
para diagnosticar de la infección en los donantes.
Alrededor del 40% de los pacientes portadores del VHC no presentan factores de riesgo y
probablemente hayan adquirido el virus antes de la implementación del uso de materiales
descartables en el área de la salud. Este dato es de crucial importancia al decidir a qué pacientes
se solicitará un test de rastreo, ya que si decidimos realizarlo en los pacientes con factores de
riesgo, dejaríamos sin diagnosticar casi a la mitad de los infectados. Algunos expertos están
proponiendo el rastreo universal de esta infección.
Historia Natural
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Una vez establecida la cirrosis se estima que existe un riesgo del 5% anual de descompensación
(ascitis, hemorragia digestiva, encefalopatía, etc.) y de desarrollo de hepatocarcinoma. A diferencia
de lo que ocurre en la HB crónica, ni la carga viral ni el genotipo impactan en la historia natural de
la hepatitis C.
La replicación viral puede detectarse muy pronto luego de la infección. Los anticuerpos frente a
los epitopes virales pueden aparecer con el primer pico de transaminasas o pueden tardar meses.
La TGP suele estar más elevada que la TGO.
El ARN viral del VHC puede dosarse por PCR (polimerase chain reaction o reacción en cadena
de la polimerasa), que es un test bioquímico muy específico y sensible.
Presentación clínica
Los pacientes con infección crónica también suelen estar asintomáticos. Alrededor del 40%
presenta astenia. Otros síntomas menos frecuentes son dolor en hipocondrio derecho, nauseas,
anorexia y prurito.
Las manifestaciones extrahepáticas de la hepatitis C son frecuentes. Las más comunes son:
crioglobulinemia, tiroiditis, glomerulonefritis, anemia aplásica (infrecuente y de mal pronóstico),
agranulocitosis, trombocitopenia, porfiria cutánea tarda, erupción y neuropatía periférica, entre
otras. Comparados con la población general, los pacientes portadores de HC tienen cerca del
doble de probabilidad de desarrollar un linfoma no Hodgkin (cuadro 4).
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Cuadro 4: manifestaciones clínicas en los pacientes con infección por el VHC
Una vez establecida la cirrosis las manifestaciones clínicas son las propias de esta entidad.
Diagnóstico
Hepatitis C (HC) aguda: es poco habitual en la práctica diaria enfrentase a pacientes que estén
cursando una HC aguda, ya que la gran mayoría lo hacen en forma asintomática o con síntomas
inespecíficos. Un escenario en el que puede observarse es en el seguimiento de un paciente luego
de un accidente punzante o de otra situación de alto riesgo. Lo primero que se positiviza es el RNA
viral (durante las dos primeras semanas), luego aumentan las transaminasas y los anticuerpos Anti
VHC (en promedio alrededor de la octava semana). La forma de confirmar el diagnostico de HC
aguda es demostrando la positivización de los anticuerpos Anti VHC (Anti HC) y del RNA viral para
lo cual se deberá contar con estas determinaciones negativas previas al contagio o en el mismo en
que este sucedió. Como es infrecuente contar con esta información, muchos casos son definidos
como HC aguda “probable”.
HC crónica: ante la sospecha de infección crónica por el VHC debe solicitarse como primer test la
detección de Anti VHC. Las determinaciones actuales por enzimoinmunoensayos de segunda y
tercera generación detectan una mezcla de anticuerpos contra distintos epitopes del VHC con una
elevada sensibilidad, por lo que un resultado negativo en ausencia de inmunosupresión severa o
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infección por VHC reciente permite descartar el diagnostico. El porcentaje de falsos positivos
puede ser muy elevado, especialmente en pacientes con hepatograma normal y sin factores de
riesgo, pero esto ha disminuído con el refinamiento de las técnicas de laboratorio. Ante todo
paciente con un test positivo debe confirmarse el diagnostico con técnicas moleculares (PCR
cualitativa o cuantitativa). Un resultado positivo confirma el diagnostico, mientras que un resultado
negativo en un inmunocompetente lo descarta. La combinación de un enzimoinmunoensayo
positivo con una PCR cualitativa negativa también puede representar una HC curada (luego del
tratamiento o espontáneamente). En los inmunocomprometidos puede ser necesario repetir la PCR
cualitativa para descartar el diagnóstico. La PCR cuantitativa (carga viral) y la genotipificación del
virus deben solicitarse una vez que se ha decidido que el paciente recibirá tratamiento ya que
solamente son útiles para guiar el tratamiento (duración y dosis).
Tratamiento
Aquí mencionaremos brevemente las drogas disponibles para el tratamiento específico de la HC.
En los contenido 6 y 7 describimos el manejo general de los pacientes con hepatitis agudas o
crónicas.
En todo paciente con HC es importante evaluar los factores de riesgo asociados a progresión a la
cirrosis ya que estos también impactan en la respuesta al tratamiento. Se debe evitar totalmente el
consumo de alcohol y tabaco y controlar el sobrepeso, la dislipemia y la insulinorresistencia.
El tratamiento antiviral de la HC está indicado en algunos casos agudos, y en todo paciente con HC
crónica que presente fibrosis significativa (evaluado por biopsia o marcadores no invasivos:
elastografía o marcadores serológicos). También está indicado en los pacientes que sin tener
fibrosis significativa, presenten manifestaciones extrahepáticas.
El genotipo del VHC condiciona la respuesta al tratamiento siendo el genotipo 1 el que peor
respuesta presenta, seguido por los genotipos 3 y 2. El genotipo 4 (muy infrecuente en nuestro
medio) presenta una respuesta similar al 1. Por esto los esquemas terapéuticos agrupan a los
pacientes en genotipos 1-4 y 2-3. De esta forma se indican tratamientos más largos y con mayor
dosis de ribavirina en el primer grupo.
Boceprevir y telaprevir son dos AAD (inhibidores de proteasa) que ya han sido aprobados por los
respectivos agentes reguladores de Europa y Estados Unidos y están próximos a ser aprobado
para su uso en Argentina. Cualquiera de ellos asociado a peginterferón y ribavirina mejora la
respuesta al tratamiento desde 40 a 50% hasta alrededor del 70%.
Los pacientes infectados por el genotipo 2 presentan una excelente respuesta al tratamiento con
peginterferón y ribavirina. Por este motivo por el momento deben tratarse sin AAD. Telaprevir y
boceprevir no son efectivos para el tratamiento del VHC genotipo 3.
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HEPATITIS D y E
5
Hepatitis D (HD)
2) La superinfección: significa que pacientes con infección crónica por VHB, desarrollan la
infección por VHD. Generalmente los pacientes presentan un moderado aumento de las
transaminasas y, en pocos casos, una enfermedad aguda y ocasionalmente fulminante.
El diagnóstico se realiza con la medición de anticuerpos IgM anti VHD que indican infección activa.
Hepatitis E (HE)
El virus de la hepatitis E (VHE) es un virus ARN similar a los de la familia de los calicivirus. Es de
transmisión fecal-oral pero casi exclusivamente se adquiere por ingesta de agua contaminada y
raramente por contagio persona-persona. La infección es endémica en India, Asia y África.
Hay una fuerte asociación inversa entre el grado de desarrollo sanitario y la presencia de HE.
Actualmente, se asume que es responsable del 50% de las hepatitis agudas de algunos de los
países subdesarrollados. En Argentina hubo un estudio de prevalencia de anticuerpos anti VHE en
el Instituto Malbrán. En una población de 204 adolescentes de alto riesgo dependiente del Consejo
del Menor y la Familia, su prevalencia global fue 2%. En los últimos años se han reportado casos
de HE aguda con mayor frecuencia. Probablemente se trate de una infección subdiagnosticada en
nuestro país.
El periodo de incubación es similar al del VHA pero, a diferencia de la HA, la HE con frecuencia
evoluciona a una enfermedad colestásica y conlleva un mayor riesgo de enfermedad fulminante (1
a 2% de la población general y 10 a 20% de las mujeres embarazadas). En los últimos años se han
reportado unos pocos casos de HE crónica en trasplantados hepáticos. Sin embargo en líneas
generales es una enfermedad autolimitada y que no evolucionaría a la cronicidad.
Existe diagnóstico serológico con anticuerpos anti VHE del tipo IgG e IgM y PCR en sangre y
materia fecal. En Argentina estos dosajes solo se encuentran disponibles en laboratorios
especializados o de alta complejidad.
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DIAGNÓSTICO Y MANEJO
6 DE LA HEPATITIS AGUDA
Diagnóstico
Las circunstancias más habituales en las que el médico de familia deberá pensar en el
diagnóstico de hepatitis aguda son: 1) Niños (excluidos neonatos) y adultos que consultan por
malestar general, dolor en hipocondrio derecho, náuseas e ictericia (con coluria y acolia); 2) Niños
(excluidos neonatos) y adultos que consultan por malestar general, dolor en hipocondrio derecho,
náuseas sin ictericia, coluria o acolia y con factores de riesgo epidemiológicos para pensar en
hepatitis aguda; 3) Niños (excluidos neonatos) y adultos que consultan por ictericia (con coluria y
acolia); y 4) Niños (excluidos neonatos) y adultos asintomáticos o con un síndrome viral
inespecífico en quienes la sospecha de hepatitis aguda es alta por las características
epidemiológicas.
Ante todos estos pacientes, se deberá hacer un interrogatorio y un examen físico cuidadosos. Se
deberán descartar causas de resolución urgente (muy raras en estos grupos etarios) y los
diagnósticos diferenciales.
Los diagnósticos que se deben considerar son: 1) Hepatitis Viral; 2) Hepatitis secundaria al uso
de fármacos: paracetamol, drogas antituberculosas, difenilhidantoína, tetraciclinas, halotano, alfa
metil dopa, trimetoprima sulfametoxazol, ácido valproico, eritromicina, anticonceptivos orales,
clorpromazina, esteroides anabólicos. Las últimas cuatro drogas pueden producir colestasis; 3)
Hepatitis secundaria al uso de tóxicos: alcohol, drogas ilícitas, tóxicos ambientales o
industriales; 4) Hepatitis secundaria a otras infecciones: adquiridas durante un viaje,
congénitas y hepatitis crónica reagudizada; y 5) Hepatitis secundaria a otros mecanismos de
injuria hepática: colestasis, sepsis, congestión, invasión neoplásica y autoinmune.
Si tomamos como parámetro la edad del paciente además de la hepatitis viral, los diagnósticos
por considerar son: en neonatos: infecciones congénitas (toxoplasma, citomegalovirus, sífilis,
hepatitis B), atresia biliar congénita, trastornos del metabolismo, hemólisis, sepsis; en niños:
infecciones virales (Epstein Barr, citomegalovirus, herpes simple, varicella-zoster, sarampión,
rubéola, coxsackie B, adenovirus, VIH), fármacos, hemólisis, fibrosis quística, déficit de alfa 1
antitripsina, enfermedades congénitas productoras de colestasis; en adolescentes o adultos
jóvenes: las mismas etiologías virales que en los niños, alcohol, fármacos (indagar
específicamente sobre uso de anticonceptivos orales o anabólicos), drogas ilegales; y en adultos:
colecistitis o colangitis, alcohol, fármacos, drogas ilegales, insuficiencia cardíaca con falla derecha
y congestión hepática, sepsis o absceso hepático, enfermedades autoinmunes (más frecuente en
mujeres), hepatitis crónica reagudizada y, en mayores de 50 años, las causas neoplásicas.
En las hepatitis virales es muy poco común que haya fiebre alta asociada a
pirogenemia (la presencia de fiebre o pirogenemia debe orientar a la presencia de una
infección biliar, sepsis, abscesos y otras infecciones). El dolor en hipocondrio derecho
y epigastrio suele ser permanente y relatado como una sensación de peso. El hecho de
que sea de tipo cólico orienta más hacia la obstrucción biliar.
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El interrogatorio también sirve para sospechar la etiología de la hepatitis y descartar los
diagnósticos diferenciales. Si el paciente tiene antecedentes de haber estado en contacto con
personas con hepatitis, promiscuidad sexual, viajes a áreas endémicas o cualquiera de los
factores de riesgo de transmisión parenteral, es más probable la etiología viral del síndrome.
También es importante indagar acerca de antecedentes de enfermedad litiásica, cambios en el
peso y antecedentes de consumo de fármacos y de alcohol. En las poblaciones pediátricas, es
necesario averiguar si la madre fue rastreada para el HBs Ag y evaluar el perfil de riesgo de los
padres.
El examen físico ayuda a definir el diagnóstico de hepatitis y a discriminar entre las diferentes
etiologías.
Pese a que la mayoría de las hepatitis agudas cursan en forma asintomática o como un
síndrome viral inespecífico, el signo cardinal por el que el médico y los pacientes
reconocen a la hepatitis es la ictericia.
La ictericia es un signo que aparece cuando la bilirrubina alcanza un nivel en la sangre que la
hace visible en la piel y en las mucosas. El valor mínimo de bilirrubina para que la ictericia se
manifieste clínicamente en los niños (excluidos los neonatos), adolescentes y adultos es de 2 a
2.5 mg. La ictericia franca es fácil de reconocer y tanto el paciente como sus familiares y el
médico reconocen que el paciente “está amarillo”. Sin embargo, muchas veces, el diagnóstico de
ictericia no es fácil y nos enfrentamos a discusiones entre los médicos del tipo “yo lo veo ictérico”,
“yo no, es la luz, tenés que mirarlo con la luz del sol”. También es habitual la pregunta en cuanto
al color de la orina (coluria): “¿Es o no parecida a la coca cola?”; o de la materia fecal (acolia):
“Hizo caca color cremita”.
La ictericia en las hepatitis agudas es secundaria a la hiperbilirrubinemia conjugada (más del 15%
del total es bilirrubina conjugada) que, al ser hidrosoluble, puede ser detectada en la orina. Un
método práctico para reconocerla en el consultorio es usando una tirita reactiva. De no contar con
dicha tirita, la presencia de una espuma amarilla luego de agitar una muestra de orina puede ser
un test rápido para detectar la bilirrubina conjugada.
La hepatitis viral aguda es la causa más frecuente de ictericia en los niños (excluidos
los neonatos) y en los adultos hasta los 50 años. Generalmente, está asociada a
síntomas constitucionales leves.
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El examen físico debe ser completo en la primera visita, poniendo énfasis en lo siguiente:
Para categorizar el estado general del paciente, es necesario tomar los signos vitales, controlar el
estado de hidratación y del sensorio, realizar un examen neurológico pesquisando signos de
encefalopatía y buscar signos de sangrado cutáneo.
Luego, se deberá solicitar el laboratorio adecuado, siempre teniendo en cuenta que la causa
más frecuente de hepatitis aguda en nuestro medio es la infección por el VHA. Se puede medir
bilirrubina conjugada en orina con tirillas reactivas, con lo que se puede confirmar o descartar la
ictericia. Sin embargo, lo que define a la hepatitis aguda no es la elevación de la bilirrubina sino la
elevación de las transaminasas.
En la hepatitis aguda causada por el VHA y el VHB, las transaminasas suelen estar
elevadas 10 a 50 veces del valor normal, mientras que, en la HC, suelen elevarse entre
5 y 15 veces. El valor normal de las transaminasas depende de cada laboratorio.
Habitualmente, se considera normal hasta 50 UI.
Un test positivo de IgM anti VHA hace el diagnóstico de HA aguda y no amerita otros
estudios específicos. Contrariamente, si el test IgM es negativo en la etapa aguda, el
diagnóstico está descartado (sensibilidad del 99%). Durante una HB aguda la IgM
anticore siempre es positiva al momento de los síntomas o de la hipertransaminasemia.
Sin embargo, debe recordarse que la especificidad de la IgM anticore no es óptima para
el diagnóstico de HB aguda ya que también se positiviza en casos de reagudización de
HB crónica. El HBs Ag se encuentra positivo en casi la totalidad de los casos también,
pero puede negativizarse precozmente, especialmente en los casos de falla hepática
aguda.
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Cuadro 5.
IgM anti HBs Ag IgM IgM anti VHC IgM anti IgM anti
VHA anticore o PCR VHC VHD VHE
Hepatitis A aguda Positivo - - - - -
Hepatitis B aguda - Positivo Positivo - - -
Hepatitis B aguda - Positivo - - - -
Hepatitis B aguda - - Positivo - - -
Hepatitis D - Positivo - - Positivo -
superinfección
Hepatitis D - Positivo Positivo - Positivo -
coinfección
Hepatitis C - - - Positivo - -
Hepatitis E aguda - - - - - Positivo
1) Solicitar TGO, TGP, FAL (fosfatasa alcalina), bilirrubina total y directa y tiempo de
protrombina (Quick).
2) En los niños y en los adultos en los que la sospecha de HA es alta, puede
solicitarse en el mismo análisis el dosaje de IgM anti VHA evitando así pinchar dos
veces al paciente.
3) Cuando la sospecha es baja, no es necesario solicitar serología en el primer
análisis, ya que si el hepatograma es normal, el diagnóstico de hepatitis aguda está
descartado.
4) En pacientes con factores de riesgo para HB o HC, se puede solicitar además HBs
Ag, IgM anticore y anti VHC (igualmente, siempre hay que solicitar IgM anti VHA).
5) En los adultos, sobre todo en los mayores de 50 años, puede ser necesario
completar el estudio con una ecografía hepatobiliar para descartar patología
parenquimatosa u obstrucción de la vía biliar (síndrome coledociano).
La biopsia hepática se debe reservar para casos en los que el diagnóstico es incierto o en
algunos casos en los que la enfermedad se prolonga por más de seis meses.
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La mayoría de los pacientes puede manejarse en forma ambulatoria. Deben ser hospitalizados los
que presentan signos de gravedad como encefalopatía, síndrome ascítico edematoso, incapacidad
para alimentarse, hipoglucemia, hipoalbuminemia o alteración del tiempo de protrombina.
Remarcamos en este punto la necesidad de derivar inmediatamente a todo paciente con hepatitis
aguda con Tiempo de Quick (Protrombina) igual o menor a 50% o encefalopatía. Esta
recomendación es independiente de la etiología, y por lo tanto la derivación no debe estar sujeta a
la espera de serologías u otros estudios diagnósticos. También deben ser hospitalizados los que
por su condición previa puedan ser de difícil manejo, como los inmunocomprometidos, los
pacientes con enfermedades crónicas de manejo complejo y algunos ancianos.
Es poco lo que el médico debe hacer una vez que se realiza el diagnóstico de hepatitis
aguda. La mayoría de los pacientes no requiere medidas especiales. Las dietas y las
prohibiciones clásicas del chocolate o los fritos no han demostrado ser de utilidad, por
lo que se sugiere indicarle al paciente que coma lo que desee. No se deben usar
sedantes ni tranquilizantes para evitar una posible precipitación o enmascaramiento
de la encefalopatía. Los corticoides no tienen valor terapéutico. Se deben evitar los
tóxicos hepáticos y el alcohol hasta un mes después de la recuperación clínica y de
laboratorio. Pese a que no existe una terapéutica específica, algunos síntomas, como
las náuseas y el prurito, pueden aliviarse con el uso de 25 mg de difenhidramina cada
ocho horas o 10 a 25 mg por día de hidroxicina.
Los pacientes con hepatitis aguda pueden retomar sus tareas habituales después de una semana
de comenzada la ictericia, siempre y cuando se sientan bien y no tengan astenia franca. Es muy
común que a los niños con HA aguda no se les permita volver a la escuela hasta la normalización
del hepatograma. Esta es una conducta que carece de sentido.
Los pacientes con hepatitis aguda resuelta (hepatograma normal y serología sin evolución crónica)
pueden hacer una vida absolutamente normal.
DIAGNÓSTICO Y MANEJO
7 DE LA HEPATITIS CRÓNICA
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Diagnóstico
Las circunstancias más habituales en las que el médico de familia piensa en el diagnóstico de
hepatitis viral crónica son: 1) Pacientes asintomáticos en los que se encuentra HBs Ag, anti HCV
o hepatograma alterado (con posterior confirmación serológica) como un hallazgo cuando intentan
donar sangre o en una “rutina”; 2) Pacientes con factores de riesgo en los que se quiere conocer
su estado serológico ya sea para vacunarlos, para prevenirlos o para indicarles tratamiento si lo
requieren; 3) Pacientes en seguimiento por HB o HC aguda; y 4) Pacientes con síntomas de
hepatitis crónica.
Cuadro 6.
HBs Ag IgG anticore IgG o IgM anti VHD IgG anti VHC
Hepatitis crónica B Positivo Positivo - -
Hepatitis crónica Delta Positivo Positivo Positivo -
Hepatitis crónica C - - - Positivo
Es fundamental implementar medidas para prevención de contagio. Además todo paciente con
hepatitis crónica viral (o cualquier otra hepatopatía crónica) debe recibir vacunación para hepatitis
A y B (salvo en los casos de HB crónica, donde la vacuna Anti VHB no está indicada). Además,
todos los convivientes y parejas de los pacientes con diagnóstico de HB crónica deben recibir la
vacuna.
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uso universal de preservativo. Este se aconseja en caso de parejas sexuales múltiples, de sexo
anal y durante el período menstrual. No hay evidencia de que la cesárea disminuya la trasmisión
perinatal, pero en pacientes con viremia elevada (como ocurre frecuentemente en los coinfectados
con VIH) el riesgo es mayor y deberá evaluarse en forma individual el riesgo/beneficio de la
cesárea.
En los contenidos 3 y 4 se describen las drogas disponibles para el tratamiento de las hepatitis
crónicas. La decisión de cuál y cómo indicar es función del especialista.
Rol del médico de familia en el manejo de los pacientes con hepatitis viral crónica
Aunque la decisión de tratamiento ante un paciente con hepatitis crónica depende del especialista,
el médico de cabecera debe estar al tanto de las estrategias terapéuticas actuales y de los
beneficios que pueden traer a sus pacientes. Si bien hay múltiples intervenciones que pueden
ponerse en práctica en los pacientes con hepatitis crónica, las decisiones de tratamiento específico
corresponden al especialista. Esta afirmación se fundamenta en que se trata de un área de la
medicina en la que cotidianamente surge gran cantidad de información y, a diferencia de otras
condiciones clínicas en las que también existen continuos avances (por ejemplo, diabetes), estos
pacientes no representan un alto volumen en la práctica habitual del médico de familia o de
atención primaria.
Particularmente para la infección por VHB, considerar siempre que los inmunosupresores pueden
desencadenar reactivaciones virales. Por eso, en todo paciente que sea candidato a tratamiento
inmunosupresor por alguna enfermedad debe solicitarse HBs Ag y anticore. En caso de que uno o
ambos resulten positivos se debe derivar al paciente a un hepatólogo antes del inicio del
tratamiento de inmunosupresión.
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Cuadro 7. Indicaciones de vacuna anti VHB
La vacuna puede ser administrada a huéspedes especiales: con enfermedad hepática o renal crónica,
inmunocomprometidos, personas VIH/SIDA, trasplantados.
La vacuna puede ser administrada a huéspedes especiales: con enfermedad renal o hepática crónica,
inmunocomprometidos, personas con VIH/SIDA, trasplantados.
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D)
RESUMEN FINAL
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E)
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
Fassio E, Schroder T, et al. Conclusiones del Consenso Argentino Hepatitis C 2007. Acta
Gastroenterol Latinoam 2008;38:56-74
Gentile AS de, et al. Control epidemiológico de la infección por virus B en el equipo de salud de un
hospital pediátrico. Rev Hosp Niños B Aires 1995; 37(161): 406-17.
Goroll AH, et al. Primary care medicine: office evaluation and management of the adult
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